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Las largas noches de invierno

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Los inviernos en la mancha son tan largos y fríos que pasas en casa encerrado más tiempo de lo normal.

Si eres un anciano lleno de achaques eso no suele ser un problema, por eso a mi abuela le encantaba el invierno. Pero si eres un adolescente con las hormonas en pura efervescencia, ese largo periodo de aislamiento, es más que probable que acabe logrando en ti comportamientos y conductas que no se darían en una persona que pisara la calle con mucha más frecuencia.

No voy a culpar a mi madre por ello. ¡Ella hacía lo que podía trabajando en ese restaurante de carretera hasta altas horas de la madrugada para poder alimentarnos!. Ella pensaba que dejándonos a dormir en casa de la abuela solucionaba por completo el tema de la atención que mi hermano mayor y yo requeríamos.

Pero mi abuela pensaba que a partir de las siete de la noche en la que la oscuridad reinante en la calle era notable, era la hora ideal para que todos nos acostáramos.

Mi hermano mayor y yo solíamos obedecerla, … al fin y al cabo era ella la encargada de hacernos la cena. ¡Si no le hacíamos caso no comíamos! …¡así que puntuales como un reloj suizo mi hermano y yo aparecíamos en la cocina con el pijama puesto dispuestos a cenar rápidamente para poder irnos a la cama!

Mi abuela estaba encantada con nosotros, …¡jamás había tenido ningún gesto de disgusto por nuestra parte! …¡Cenábamos y nos íbamos a la cama como corderitos obedientes!.

Pero Julián y yo guardábamos un pequeño secreto. Cada noche esperábamos pacientemente a que la abuela se acostara para ir corriendo hasta la sala de estar para poner la tele y estar viéndola hasta que nos dieran las tantas. ¡Al día siguiente no había Dios que nos levantara para ir al instituto, pero ése era un daño colateral que estábamos dispuestos a soportar! …

¡Las películas de Pajares y Esteso tenían la culpa de esa tremenda actividad nocturna!

Se podría hasta decir que esas primeras imágenes de tetas y culos son las responsables de las primeras pajas de mi adolescencia. Pero esas películas, que vistas hoy en día nos parecen hasta inocentes, iban a tener la culpa de todo lo que me acabó pasando después.

Mi hermano y yo devórabamos las imágenes esperando y celebrando con fervor la aparición de alguna teta dispersa que hiciera que nuestra calentura se avivara. ¡Un poco después cuando los dos creyéramos que el otro se había dormido ya, … empezaba la fiesta nocturna que cada noche se celebraba bajo las mantas!

El pijama se bajaba hasta las rodillas haciendo que nuestras pollas, ya duras se rozaran con las sábanas de felpa. Una fugaz mirada al que dormía al lado te garantizaba que tu hermanito pequeño dormía y después de eso …ala …¡a darle al manubrio hasta soltar un lefazo que te dejara dormir como un lirón hasta el día siguiente!

***

Durante esas largas noches de invierno, yo jugaba el rol del hermanito pequeño. Ese que no se enteraba de nada de lo que hacía su hermano mayor cada noche porque dormía plácidamente. ¡por eso no había ningún problema en dejarlo que se quedara a ver esas películas picantes contigo! …¡Yo me dormía nada más meterme en la cama, … permitiendo que mi hermano mayor se pudiera pajear a gusto!

Pero esa noche todo estaba dispuesto a salir mal. Empezando por la película que echaban en la tele. Esta vez solo salía Andrés Pajares. ¡Mal pensé yo mientras empezaba la película! …¡Me gustaban mas las pelis en las que salía también Fernando Esteso! …¡Mi hermano y yo nos reíamos a carcajada limpia con esos dos! ¿El nombre de la peli? …¡Brujas Mágicas! … El argumento, no lo recuerdo muy bien, se que el protagonista era un molinero, y por el nombre debería salir en ella alguna bruja. ¡Brujas no lo se! …¡Pero Tetas, … si que salían! …¡En una de esas escenas el protagonista se metía con tres tias en pelotas dentro de un montón de harina! …¡Yo estaba súper cachondo pensando en el tremendo pajote que me iba a hacer después de que mi hermano se durmiera! … ¡Cada noche después de que mi hermano mayor se corriera, esperaba un par de minutos y al oírlo roncar empezaba yo a pajearme!

***

El resultado es que cada mañana amanecía la habitación con un olor insoportable. ¡Pero lo peor eran esas sábanas de felpa! …¡En ellas las corridas resecas, eran la prueba inequívoca de la tremenda actividad nocturna que se desarrollana bajo las mantas! …¡o mi abuela no se enteraba de nada, …o era la perfecta encubridora ante nuestra madre de que tenía a dos pajilleros por hijos!

***

La putada fue que esa noche nuestra abuela si nos acabó cazando. Mi hermano y yo reíamos a carcajada limpia las ocurrencias de Ozores y la simplez de Pajares, cuando la vimos aparecer con esa redecilla en el pelo que le daba un aspecto todavía más tétrico a la escena

¿Se puede saber que estais haciendo los dos a estas horas? …¿Quién os ha dado permiso para poner la tele? …Dijo ella con el cuarto todavía a oscuras. ¡Fue una suerte que no diera la luz! …¡Si no hubiera visto como sus dos nietecitos queridos se levantaban del sofá y salían rumbo a la habitación luciendo una enorme tienda de campaña bajo el pijama!

***

En casa de la abuela había tres habitaciones. La de ella estaba junto a la salita donde estaba la tele, mi abuela la prefería porque era la que estaba más cerca de todo y no había que atravesar toda la casa para llegar hasta las otras dos habitaciones, se llegaba a ellas después de atravesar la cocina y un pequeño patio en el que hacía un frío de muerte. El único aseo de la casa estaba también en ese patio pero ni mi hermano y yo no lo usábamos durante la noche para mear. ¡El orinal que había bajo la cama era perfecto para no pasar frío!.

Cuando nos quedábamos en casa de la abuela mi hermano y yo dormíamos en la única cama de matrimonio que tenía la casa. Esto no fue siempre así, antes de eso en esa cama dormíamos mi madre y yo, pero desde que empezó a trabajar en la cocina de ese restaurante de carretera y empezó a llegar tan tarde a casa, empezó a sentirse culpable porque me despertaba a su llegada. Al día siguiente no había dios que me levantara por lo que el cambio que nos propuso a mi hermano y a mi era que los dos nos metieramos en la cama de matrimonio y ella ocuparía la que hasta ahora era la habitación en la que hermano mayor se pajeaba bien a gusto cada noche después de ver las películas

A Julián le hizo puñetera gracia el asunto pero al cabo de un mes se acababó acostumbrando a la inquisidora mirada que le daba a su cuerpo cada vez que lo veía desnudarse delante de mí para ponerse el pijama

***

Esa noche ninguno de los dos queríamos dormir, pero no nos quedaba otro remedio. ¡Sabíamos que si volvíamos a la salita para poner la tele noche acabaríamos cobrando, así que llegamos a la habitación sin nada de sueño sin saber que en ese lugar estaba a punto de desarrollarse el desastre!

Mi hermano se agachó y sacó el orinal que había bajo la cama. Sin darse la vuelta para ocultarse se sacó la polla algo morcillona por las imágenes de la peliculita y empezó a soltar el caliente chorro de orina que sonaba metálico al chocar con las paredes del recipiente. ¡yo debía esperar a que el acabara para poder mear, así que no me quedaba otra que mirar furtivamente esa polla que por primera vez le veía a medio empalmar!

Mi hermano tenía solo un par de años más que yo, pero su polla era casi el doble de grande que la mía. Sus pelotas estaban totalmente cubiertas de vello y unos pequeños pelillos le subían por la pelvis hasta rodearle el ombligo

El no apartaba la mirada de mi cara mientras meaba como escrutándome con la miraba. Por un momento pareció que estaba a punto de decirme algo, pero se detuvo. ¡Acabó sacudiéndose la polla de las últimas gotas de orina, y se la guardó bajo el pijama mientras me alcanzaba el orinal!

!Tu turno Juanito! … Y no me la mires tanto que me voy a pensar que eres marica

***

En ese momento me di cuenta de que mi hermano se había dado cuenta de todo. Pero decidí no darme por aludido y dándole la espalda me puse a mear como si nada.

Mientras lo hacía no dejaba de pensar en la visión de la polla de mi hermano. ¡Juraría que al guardársela la tenía aún más empalmada que cuando empezó a mear! Pero eso solo eran imaginaciones mías ¿Cómo iba a ser eso posible?

¡Vamos Juan apaga la luz y métete en la cama! …¡No querrás que la abuela venga a echarnos otra vez la bronca! …

¿Y este repentino interés por que me acostara a que venía?

¡Nada más apagar la luz, supe que las preguntitas de mi hermano mayor todavía no habían terminado!

Me acababa de meter en la cama cuando lo oigo de nuevo …

¿Juan tu eres marica verdad?

¡Y tu eres gilipollas! Le contesté sin dudarlo

¡Venga hombre no te enfades! …¡Solo era una pregunta! Además que sepas que si lo eres no pienso decírselo a nadie. ¡No tengo nada contra los maricas! …¡cuantos mas maricas haya en estepueblo mas tias podré follarme!

¡Yo no soy marica! Le dije más cabreado aún

¿Y cómo lo sabes?

¡Porque lo se!

¿Y porqué lo sabes?

¡Porque si!

¿Sabes una cosa? ….¡Podríamos hacer una prueba para ver si lo eres!

¿Qué clase de prueba? le pregunté, mientras pensaba en qué diablos estaría tramando

¡Mira toca! … Su mano me había agarrado de la muñeca y llevándola hasta su entrepierna hizo que me encontrara con su polla toda dura y totalmente descapullada.

¿Cuando se había quitado el pijama?

Julián tenía que habérselo quitado al meterse en la cama, mientras yo me daba la vuelta para mear en el orinal y evitar que me viera el tremendo empalme que se me había puesto

¿Te gusta?

¡No! …¿porqué iba a gustarme?

Porque no me la sueltas…¡A los maricas les gustan mucho las pollas! ¡Están obsesionados con ellas!

¿Y cómo sabes tú todo eso? Le pregunté mientras se la soltaba con cierto disgusto. ¡Posiblemente no tendría otra oportunidad como esa para poder tocársela!…¡Pero no podía dejar que mi actitud le confirmara lo que ya sospechaba!

¿Y cómo sabes tú tantas cosas de los maricas? Volví a insistirle

¿Yoooo? ….¡Porqué en la pandilla lo hemos hablado algunas veces! …¡Fíjate que en este pueblo hay un montón! …¡Algunos hasta están casados y con hijos!

¿no jodas?

¿no te lo crees? Dicen que a Germán el de la bodega su mujer lo pilló en la cama con dos tíos que trabajaban para él. ¡Échale mano el tiempo que llevarían follándoselo, sin que ella lo supiera!

¡Pero hay más! …A Luís el peluquero dicen que le encantan las pollas mas que los pitis.

¡En ese momento pensé en lo difícil que era eso, ya que cada vez que había ido a pelarme siempre había visto a eso tío con un pitillo en la boca!

… ¡Hasta el Dani lo es!

¿Quién tu amigo?

¡Si puedes creértelo!

¡Pues la verdad es que no! …¿Cómo va a ser marica?, … si esta saliendo con la tía más buena del pueblo

Ya pero por lo visto el año pasado lo vieron subirse a la caravana de unos feriantes.

¡Por eso tenía tantas fichas el cabronazo! ¡Se ve que cada vez que lo enculaban en esa caravana les sacaba algún viaje gratis!

***

¡Aquello me estaba poniendo cada vez más cachondo! Mientras me imaginaba todas esas escenas mi mano jugaba con mi polla que cada vez estaba más dura bajo el pijama

¡Tu también te has puesto cachondo! Me dijo mi hermano mientras me la agarraba y empezaba a pajeármela.

No, … me he puesto así por la peli.

Mi hermano se estaba cansado de tanta tontería y con la mano que le quedaba libre, me volvió a agarrar de la muñeca para volver a colocarla sobre su polla

Instintivamente comencé a meneársela como si se tratara de mi propia polla. ¡Menudo estirón había pegado la jodia! ¡No me cabía en la mano!

¡Si yo creo que tu también eres marica! Dijo con un suspiro.

¡No se porque lo tienes tan claro! …¡Tú también me estás pajeando! ¿Porqué tu no lo eres?

¡Porque a mi no me gusta chuparla! …¡Ya verás como a ti te encanta! … ¡Levántate y dale a la luz! ….¡Quiero ver la cara que pones mientras lo haces! …¡Si pones cara de marica es porque lo eres!

¿Y si viene la abuela qué? …¡Acababa de perder por completo el sentido! …¡No lo cuestionaba por lo que me había pedido, …sino por el hecho de que podían pillarme haciéndolo!

Lo único que tienes que hacer es echar el cerrojo, así la abuela no podrá entrar.

¡Como no me decidía mi hermano apartó las mantas hacía un lado haciendo que todo mi cuerpo se quedara en pelotas! …¡el frío que hacía en esa habitación cuando te destapabas me golpeó haciendo que me encogiera! …¡Pero el siguió insistiendo!

¡Venga! …¿de verdad que no sientes curiosidad por saber qué se siente al chuparla?

¡Vale! …Lo haré, … ¡pero sólo si después tú me la chupas a mi!

¡Venga! …¡Te la chuparé yo a ti también después de correrme pero vamos a darnos prisa que hace un frío de muerte y no quiero acabar resfriado!

***

Los recios calcetines que llevaba puestos no evitaron que se me helaran los pies por completo cuando los deposité en el suelo para caminar hasta la puerta. ¡encendí la luz y mientras los ojos se acostumbraban un poco a ella, vi como mi hermano me miraba desde la cama! …¡Había apartado las mantas totalmente y estaba pajeándose mientras me esperaba!

Con sigilo fui moviendo el cerrojo que bloqueaba la puerta por dentro. Durante años había usado ese cerrojo para librarme de que mi hermano, la abuela o mi madre me dieran alguna paliza por haber hecho una trastada, pero ahora había descubierto definitivamente para que lo habían puesto allí antes.

En los años de la posguerra las casas antiguas de la mancha eran una especie de comuna donde convivían varias familias en un espacio muy reducido. A veces todos los miembros de una misma familia ocupaban la misma habitación. ¡Estoy seguro de que esta era la única forma en la que mi abuelo y mi abuela podrían disfrutar de algo de intimidad para poder follar a gusto!

Cuando corrí hasta la cama mi hermano abrió las piernas haciendo que me metiera entre ellas. Al taparme con las mantas mi cuerpo recuperó rápidamente algo de la temperatura corporal que acababa de perder.Julián se subió un poco hacia arriba mientras apoyaba la espalda contra en cabecero.

¡Tápate, bien y deja solo la cabeza fuera! …¡Es lo único que vas a tener que usar para comerte mi rabo!

¿pero y si no me gusta?

¡Si no te gusta, … me lo dices y volvemos a las pajas! … eso si te gustaba, ¿verdad?

¡Un poco!

¡Vale, … tienes que empezar haciendo lo mismo! …¡con la mano me la pajeas bien despacio y con la lengua le vas dando pequeños lametones! …¡Piensa que estas a punto de comerte un helado! …¡Pero no la muerdas! …

Sin pensarlo le solté un primer lametón que recorrió la base del capullo. ¡Este reaccionó dando un respingo! …¡fué gracioso ver como con solo un lenguetazo esa polla se movía como si tuviera vida propia!

¿que tal sabe?

¡No sabe a nada!

¡Hazlo un poco más despacio y ya veras como notas el sabor!

Volví a intentarlo y efectivamente un regustillo como a salado golpeo mis papilas.

¡Sabe como a salado!

¿te gusta? …

¡Psss, … no se! …¿y a ti?

¡A mi me encanta!

¿te gusta chuparla? …¿a quién…se…?

¡no tontaina! …¡Digo que a mi me encanta, que me la chupes! …¡Vamos sigue!

Engullí el capullo en su totalidad y entonces la mano Julián se depositó sobre mi cabeza. Ligeramente empezó a empujar, quería que me la tragara, pero yo no estaba dispuesto a seguir con eso. Sacándola de la boca le dije, …

¡No te mees! …¡Eso no me gusta!

¡Que no tonto! …¡Tu chupa despacio! …¡Cuanta más saliva le pongas mejor!

Haciéndole caso llené la boca de babas y empecé a deslizarme engulléndome todo el pollón. Sus movimientos alzando la pelvis para meterme su duro rabo aún más dentro de mi boca me animaban a no desfallecer en el intento. Tener que abrir tanto la boca y tan seguido hacía que me doliera un poco la mandíbula.

De vez en cuando mi hermano me pedía que me la sacara, para ello tiraba ligeramente de mi pelo. Entonces yo se la pajeaba lentamente mientras lo miraba esperando que me diera alguna instrucción. La saliva ayudaba a que mi mano se deslizara con mucha más suavidad.

¡Buahhh, no te haces una idea del gustazo que me está dando!

¡Como sigas a ese ritmo no voy a tardar en correrme!

¡Si te corres avísame que me da mucho asco!Le dije mientras me volvía a engullir su rabo hasta la mitad

¡No te preocupes si tú vas a ser el primero en notarlo! … ¡Qué gustazooo dioosss!

¡Me la saqué y volví a insistirle, … acuérdate que luego me lo haces tu a mi!

¡Siiiii te lo prometo pero haz el favor de no parar! …¡Me encanta eso que haces con la lenguaaa!

Mi hermano debía referirse a esos chupetones que le daba al capullo! Y que estaban logrando que su polla y sus pelotas no dejaran de moverse.

Apenas tuve tiempo de apartarme cuando lo oí decirme entre suspiros…

¡Me corrroooo!

¡El primero de los lefazos me entró directamente en la boca! Me aparté para protestar pero fue peor, ya que un segundo trallazo me dio en todo el ojo.

Julián al ver cómo me había olvidado por completo de su polla se la agarró para seguir agitándola mientras la leche no paraba de salir saltando hacia: … su abdomen, …otro a mi cara, …otro a las sábanas, …y el último a mi pelo …

¡Buah chaval, menudo gustazo, …esto hay que repetirlo!

¡Será para ti, …al final no me has avisado y te has corrido en mi boca y por toda mi cara!

¡Es verdad estás hecho un cristo, pero la culpa es tuya por sacártela! …¡Tienes que esperar a que acabe y luego tragártela o escupirla!

¡Tu no estás bien! … ¡Sabe fatal! … ¿Cómo voy a tragarmela? ¡Que ascoooo! …¡A ver cómo lo haces tú ahora listo!

¿Yooooo? …¡No pienso ahorrarme al pilón, como mucho te termino con la mano!

¡Me habías dicho que lo harías tú después!

¡No pienso mamártela porque yo no soy marica!

Mientras me decía esto se incorporó un poco para coger su pijama que estaba junto a la cabecera, para enfundárselo y darse la vuelta dejándome con la cara llena de lefa, … pero con ese sabor amargo en la boca que me remarcaba que acababa de perder la partida.

¡Por lo menos podrías decirme si crees si soy o no un marica!

¡No lo se Juanito, necesito probar algo más! … A los maricas les encanta que les den por el culo, pero ahora mismo estoy tan cansado que creo que lo tendremos que dejar para mañana!


La historia de mi compañera Kris

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Hola a todos y a todas, ¿me recordáis? Soy Joana, Joana López Carreño… Sí… Escribí mi historia hace un tiempo por consejo de mi sicóloga, la doctora Alicia Kreuser, y ciertamente me encuentro mucho mejor. Os quería agradecer las muestras de apoyo y simpatía que recibí por aquí. Gracias, muchas gracias.

¿Qué por qué escribo otra vez? Bien, no es nada relacionado conmigo, sino con otra paciente de Alicia llamada Cristina Aranda, Kris para amigos y conocidos. Kris y yo compartimos, por así decirlo, diván, ya que la doctora nos atiende por parejas; para que os hagáis una idea, cada dos chicas o cada dos chicos estamos en un mismo habitáculo, aunque diferente para cada pareja. No conozco los criterios, quizá afinidad de hechos vividos.

La cuestión es que un día coincidimos Kris y yo, cosa que no es habitual. Hablamos poco, porque ninguna de las dos teníamos ganas de ello. En cierto momento, la doctora llamó a Kris y ésta acudió tan nerviosa que se dejó el bolso al lado del asiento que había ocupado. No pude resistirme a la curiosidad: con el rabillo del ojo vi que estaba abierto y que me ofrecía una libreta de tapas rojas que destacaba entre sus pertenencias. Sin poder evitarlo, cogí la libreta y empecé a ojearla… ¡Dios mío! ¡Era su historia! Había seguido la misma terapia que yo, pero no se había atrevido a publicarla; su caligrafía era torpe y sus expresiones muy pobres, según pude comprobar. Sabiendo que estaría un buen rato con la doctora, no lo dudé un instante y, tras sacar mi móvil, me puse a fotografiar las páginas. No eran muchas y en poco tiempo acabé; dejé de nuevo la libreta en su lugar.

La he leído y os puedo asegurar que se trata de una historia diferente a la mía: en su caso hay un conjunto de desgracias que se van acumulando hasta llegar a un desolador final, si es que lo es, pues la narración queda abierta, o eso parece. He creído que os debía algo y por eso me atrevo a publicarla sin el permiso de su dueña. Igualmente veréis que está dividida en capítulos: esa contribución fue mía con la finalidad de ordenar un poco sus vivencias.

A veces, durante los episodios, Kris se retrata a sí misma, pero no lo hace en conjunto, así que seré yo la que os diga cómo es físicamente: es una pelirroja de grandes ojos azul claro; lleva una media melena ondulada que tiende a rizarse, aunque suele recogérsela en una cola de caballo. Es bastante más alta que yo, diría que mide 1,75, pero con un cuerpo proporcionado de largas y torneadas piernas. Su piel es muy blanca y algo pecosa, sobre todo en la nariz y en las mejillas.

Bien, dejémonos de preámbulos y pasemos a su historia. Espero que la disfrutéis.

I. El colegio

¡Coño con la doctora! ¡Qué pesada! ¡Que escriba lo que viví, sentí y pienso y no sé qué cojones más! ¡Las putas ganas que tengo! Quiero estar sola y que me dejen en paz, pero es como la gota malaya. Cada puto día preguntándome por mi diario. ¡Que se lo meta en el coño! Voy a escribir todo lo que me llevó hasta aquí, pero no lo verá. ¡Que se joda!

Mira que me levanté ilusionada y contenta aquel día que iba a ser especial… y que lo fue, la hostia puta, te aseguro que lo fue. Hace un año y me acuerdo perfectamente; sonó el despertador y salté de la cama. Sólo llevaba un tanguita: tengo las nalguitas respingonas pero prietas, y me encanta notar el aire en ellas. Siempre llevo tanga, y no sólo cuando me pongo pantalones, como la mayoría de las chicas. Por lo demás, duermo desnuda: mis tetas todavía son jóvenes y lozanas y se mantienen en su sitio.

En junio había acabado la universidad y con 23 años era licenciada en Humanidades; vivía en un pisito que mis padres me habían montado en la capital para que me independizara, y ese día esperaba la llamada de dos centros educativos: un colegio y una academia. ¡Iba ya a trabajar, tan jovencita! ¡Cómo no estar contenta!

Era un día especial y por eso, después de ducharme, opté por un conjunto de sujetador y faja tanga negro con encaje; no sé, recuerdo que pensé que la faja me estilizaría más. Fíjate si tengo en la cabeza esa mañana que no olvido que hacía bien poco me había salido una pequeña erupción en el abdomen, justo debajo de la teta izquierda y que cada seis horas, como en aquel momento, me aplicaba una crema. Un vestido de tirantes de amplio escote redondeado y con estampado étnico que me llegaba a medio muslo me dio un aire juvenil y discreto a la vez. Maquillaje y demás, lo mínimo. El cabello, como casi siempre, recogido en una coleta. Unas sandalias a juego, con tacón de seis centímetros, pulseras, collar y pendientes completaron mi estampa que irradiaba felicidad tras haber recibido ya las dos llamadas.

Salí de casa cagando leches y, cuando estaba a medio camino del bus, un sudor frío me asaltó: busqué y rebusqué en el enorme bolso que llevaba, pero, sí, me había olvidado las llaves y el billetero en casa… ¡La hostia puta! Corrí hacia el piso, por si la puerta había quedado entornada, pero qué va, estaba cerrada y bien cerrada… ¿Qué coño hacer? No tenía documentación (eso me pareció) ni pasta, excepto unas pocas monedas en el monedero, y tampoco podía llamar al colegio porque el maldito número de teléfono también estaba en casa. Quedaba una hora para la entrevista, pero debía recorrerme a pie media ciudad. “¡Qué coño, Kris!”, me dije, “Si vas rápida, es posible que llegues a tiempo; el trabajo es importante, muy importante, luego llamarás al cerrajero.”

Mientras me apresuraba por las calles bajo un sol de justicia, iba consultando mi iphone5 por si casualmente estaba registrado en él el número. No hubo suerte. ¡Dios! ¡Qué recuerdo! A medio camino me parecía estar sudando como un cerdo; no sé por qué me quedó grabado lo que me gritaron desde un andamio: “¡Pelirroja, no corras tanto, que yo me corro contigo!”

En fin, resoplando y con la frente perlada de sudor, llegué al colegio y me dirigí a una vacaburra con gafas que debía de ser la conserje.

- Hola – dije intentando recuperar el aliento – Soy Cristina Aranda.

- Llega usted con diez minutos de retraso, señorita – me contestó aquella arpía mirándome por encima de sus gafas – Sala del fondo. Espérese allí.

¡Tócate los ovarios! Al entrar en la sala vi que había cinco personas más: un gordo, un calvo y tres cincuentonas; de largo era yo la más joven. Saludé porque soy muy educada, y tomé asiento. Las maduritas se abanicaban sin cesar, el gordo estudiaba no sé qué papeles y el calvo me largaba miradas furtivas, o mejor dicho, las largaba al muslo que había dejado al descubierto cuando crucé las piernas.

¡Diez minutos tarde! ¡Tendría papo la vacaburra esa! ¡Una hora me tiré esperando mientras los demás iban entrando y saliendo de un despacho! ” Adiós, cerrajero”, pensé, “tengo el tiempo justo para ir a la otra entrevista; no podré ni comer.” Dirás que era una tontería, pero para una barrita de pan me llegaba; ahora bien, lo que más sentía era sed, ¡poco me imaginaba lo que llegaría a beber!

Al final salió del despacho una de las viejas acompañada de una voz:

- ¡Señorita Aranda, por favor!

Así que me levanté y me dirigí hacia allí.

2. El jefe de estudios

No olvidaré en la vida al gordo cabrón y seboso que estaba sentado a la mesa del despacho y que me invitó a hacer lo mismo; tenía doble papada, unos ojillos diminutos, porcinos, y un abultado abdomen que amenazaba con hacer explotar los botones de su camisa.

- Señorita Cristina Aranda.

- Sí.

- Recién licenciada en Humanidades. – revolvía unos papeles.

- Sí.

- Bien. – dio una palmada y se frotó las manos – Hábleme de usted.

- Bueno, – la verdad es que no sabía muy bien qué decir – tengo 23 años, soy natural de Villacedillos, aunque desde que empecé a estudiar en la universidad vivo aquí, en la capital.

- Muy bien, muy bien – no lo veía yo muy satisfecho – Algo más, señorita; ¿está soltera, casada…?

- Soltera, señor; soy muy joven – y sonreí porque recordaba que en las entrevistas de trabajo la sonrisa inspira confianza, y porque tengo unos dientes moldeados por unos aparatos que llevé, entre muchos lloros, durante mi infancia, y blanqueados gracias al dinero de mis padres.

- Hermosa sonrisa, señorita Aranda; y tiene usted razón: es muy joven, pero no muy espabilada. Aún no ha preguntado por mi nombre.

Recuerdo que enrojecí hasta la raíz del cabello… ¡sería hijoputa! No supe más que negar con la cabeza. La bola de sebo apoyó sus codos en la mesa y unió sus manos.

- Soy el señor Nicanor Pulgar, el jefe de estudios del colegio.

- Encantada, señor Pulgar – seguí sonriendo, ¿qué iba a hacer?

- Bien, y en Humanidades, ¿cuál es la materia que más le gusta, señorita Aranda?

Ahí me animé… Ésta es la mía, me dije.

- Pues mire, señor Pulgar, me encantan la Geografía y la Historia, son mi debilidad. De hecho, este último año hice prácticas de esas asignaturas en la escuela Del Sol y además, impartí clases particulares a algunos niños y niñas con resultados excelentes; traigo aquí unos papeles… – empecé a rebuscar en el bolso, pero no me dejó terminar sino que, extendiendo hacia mí la palma de su mano derecha, me cortó:

- Vales, vale, señorita; me parece perfecto. Y esto… ¿el francés, lo domina?

Yo creo que vio que ponía los ojos como platos: ¿el francés? ¿Y qué tenía que ver el francés con las Humanidades?

- Pues, para serle sincera – respondí – tengo un conocimiento medio de inglés, algo de alemán…, pero francés, no – me sentía derrotada.

Bueno, pues ahora alucina; el hijo de la gran puta echó la silla hacia atrás y con el dedo índice de la mano derecha se señaló la entrepierna a la vez que decía:

- El francés, señorita, el francés.

Estoy segura de que en aquel momento toda la sangre me subió a las mejillas, pues me sentí superacalorada. Recuerdo que me levanté de un salto y con toda la dignidad que me fue posible le dije:

- ¿Cómo se atreve, trozo de carne? ¡Será hijoputa cabrón!

Y me di la vuelta, muy cabreada, para dirigirme hacia la puerta; sin embargo, antes de abrirla, oí:

- El trabajo es suyo, señorita. Le prometo 2500 euros netos… mensuales… catorce pagas.

Lentamente me volví hacia él; me miraba con una sonrisa asquerosa:

- Pero he de cerciorarme del dominio del francés.

¿Qué iba a hacer? Con ese sueldo podría fardar ante mis hermanas y ante mis amigas, y dejar de vivir a costa de mis padres. Durante la beca Erasmus yo ya había practicado el francés, eso sí, sin tragar: ¿qué pasa? Yo chupaba y él, Renato, me lo chupaba… De todos modos, debía asegurar más; me acerqué a la mesa de nuevo:

- ¿Qué tipo de contrato?

- Fijo, indefinido y a tiempo completo. Geografía e Historia de la ESO para usted – leía la lascivia en sus ojos.

¿Por qué no, Kris?, me dije. Dejé el bolso en la mesa:

- Muy bien, pero no quiero entretenerme mucho.

El gordo cabrón, removiéndose en la silla, la fue empujando hasta que quedó al lado de la mesa.

- Señorita: condiciones. Una, yo aquí en la silla…, puede usted ver que no estoy muy ágil; dos, sería más agradable para mí si usted se quedara en… digamos… en paños menores, y tres, con la calma. El puesto requiere un nivel alto de francés – te aseguro que ésas fueron las palabras de ese cerdo, y además las iba remarcando con sus gordos dedos.

El rubor volvió a teñir mis mejillas, pero… ¿qué más daban sus putas condiciones? ¿Qué podía tardar: cinco, siete, diez minutos? Mucho más me ofrecía él.

Asentí y, sin decir palabra, me saqué el vestido: nada más fácil, salía por la cabeza. El gordo babeaba:

- Es usted realmente preciosa, señorita Aranda – empezó a jadear – Aplíquese.

Me puse de rodillas entre sus piernas y le bajé la bragueta. Saqué un miembro, cómo decirlo, morcillón. Me puse a chuparlo y no tardé en notar sus manos en mi cabello. Intenté hacerlo con la máxima suavidad y dedicación posible, como había aprendido con Renato; los jadeos que oía encima de mí indicaban que estaba alcanzando mi objetivo, aunque su pene no llegara a ponerse muy duro. Crispó sus manos agarrándome con fuerza y con un “¡Aaaaah!” empezó a bombear; no tuve más remedio que tragar el semen que expulsaba. Eso fue nuevo para mí, nunca había conocido el sabor agrio de la leche masculina… ¿Lo conoces tú?

Eran ya los últimos manguerazos cuando un aire fresco que azotó mis nalgas me avisó de que habían abierto la puerta del despacho.

- ¡Oh! ¡¡Señor Pulgar!! ¡¡Qué vergüenza!!

Era la vacaburra de la entrada; enrojecí hasta el último pelo del coño, pero no me atreví a separar mi boca del ya fláccido pene… ¡cualquiera se daba la vuelta!

- ¡Cálmese, señora Asunción! La chica quería el trabajo a cualquier precio.

Pero… ¡qué decía el hijoputa!, pensé mientras mi lengua jugueteaba con su pequeña polla.

- ¡Señor Pulgar! – su voz sonaba toda dignidad – Una cosa es una profesora, y otra muy distinta una puta – y cerró la puerta de golpe.

- Bueno, bueno – dijo entonces el gordo, apartándome con suavidad y regresando la polla a su sitio – Tranquila, no te agobies. Lo has hecho muy bien.

¿Qué quería? ¿Que aplaudiese? Yo seguía a gatas, aunque con el dorso de la mano izquierda me limpiaba el semen que había quedado en mis labios.

- De todos modos, señorita Aranda, este incidente lo cambia todo. Comprenderá usted que ahora es de todo punto imposible admitirla en el colegio. ¡Menuda es la señora Asunción!

No daba crédito a mis oídos: ¿qué cojones estaba diciendo ese hijo de la gran puta? Yo había cumplido mi parte. Me puse en pie, un brazo en jarras y el otro señalándole con el índice:

- ¡Oiga usted, cabrón de mierda! ¡Yo he tragado hasta la última gota de su asquerosa leche! –estaba muy irritada, sudada y desmelenada, y no fui capaz de ver cómo iba cambiando la expresión de su rostro – ¡Usted cumple con lo dicho o…!

¡Que no estaba ágil, el gordo! De un salto me cogió de la muñeca del brazo extendido y me empujó con violencia contra la pared, con una de sus rodillas hundida en mi coño.

- ¡O qué, puta asquerosa, o qué! – gritaba como un loco empapándome de babas – ¡¿Quieres que llame a la policía, eso quieres, fulana de mierda?!

- No… no… – hipé medio llorosa, no sé si por la vergüenza o por el dolor que me producía. Me soltó.

- Ya te estás largando con viento fresco si no quieres que lo haga.

Muy nerviosa me puse el vestido, cogí el bolso y salí escopetada. Por suerte, la vacaburra no estaba en la entrada.

3. La academia

¡La puta! ¡Qué vergüenza y qué rabia sentía mientras recorría las calles casi temblando de los nervios! No puedes ni imaginarte lo que sentía en ese momento: había sido la puta del gordo y, además, sin cobrar un céntimo… ¡Mecagüen la hostia! Me senté en un banco para que mi corazón se recuperase y calmase un poco. Tenía que centrarme: aún quedaba otra entrevista y para ella faltaba poco más de una hora.

Mi estómago se quejó, pues no había desayunado e intuía que tampoco podría comer; rebusqué en el bolso hasta encontrar el monedero: llevaba encima 85 céntimos que, al menos, me servirían para comprarme un botellín de agua con el que calmar la sed y desprenderme del regusto agrio de la leche del puto Nicanor. Calculé que, a pie como iba, tardaría unos tres cuartos de hora en llegar a la academia; ya más tranquila, se me iluminó la mirada: ¡el ebook! Sí, lo comprobé, estaba en el bolso.

Intenté olvidar lo que me había sucedido mientras me encaminaba hacia el lugar y mientras leía el ebook sentada en un banco cercano a la academia, pero me era imposible. Una y otra vez me asaltaba el recuerdo y, en esos momentos, sentía punzadas de ansiedad.

Me armé de valor, “¡Kris, aquí tendrás más suerte!”, y me planté en la recepción; al menos, el conserje era joven y estaba bueno; parecía simpático.

- Hola, soy Cristina Aranda. Tenía una cita.

- Hola, guapa. A ver…uuummm… Cristina Aranda… aquí estás. Ok. Siéntate ahí mientras aviso – me señalaba un par de sillones que estaban enfrente de él.

Mientras llamaba por teléfono, no tuve ningún reparo en enseñarle el muslo; es más, creo que incluso me arremangué un poco la falda del vestido, pero, al mirar el reloj, me di cuenta de que ya tocaba aplicarse la cremita en el sarpullido que te he comentado antes. Lamenté dejar al tío buenorro sin su ración de muslo cuando me encaminé hacia él:

- Perdona, ¿el baño? Es una urgencia – me ruboricé un poco.

- Eeee… esto, sí – se le veía claramente decepcionado – Allí al fondo, a tu izquierda, verás unas escaleras. Las bajas y es la segunda puerta a la derecha.

Se lo agradecí con mi mejor sonrisa y me dirigí al punto indicado: tenía razón, en la puerta se leía con claridad “Señoras”.

Era un baño peculiar, en forma de ele; a mi izquierda quedaban dos excusados y girando al final estaban el lavabo y el espejo, que era lo que yo quería. Para aplicarme la crema, tenía que sacarme el vestido, no había otra, y la única percha se encontraba entre los dos excusados.

“Bueno”, recuerdo que pensé, “¿quién coño va a entrar aquí? Si este lugar está vacío, no hay ni Dios… menos el tío bueno.” Así que, sin dudarlo, saqué el potecito del bolso y lo colgué; me saqué el vestido y lo colgué también, y me dirigí al espejo para darme la crema. Lo hice con mucho cuidado de no mancharme el sujetador y me lavé concienzudamente las manos. Aproveché para soltarme la melena y volverme a hacer la coleta, bastante maltrecha tras el incidente del colegio.

No veas qué susto me llevé cuando regresé a la percha: allí no había nada, nada de nada, ni bolso, ni vestido, ni nada. El corazón me empezó a latir con fuerza y noté un sudor frío… ¿Qué coño había ocurrido? Muy nerviosa, entré dos y tres veces en cada excusado, recorrí con la vista las paredes de arriba abajo… nada… Me apoyé medio llorosa en las frías baldosas y me dejé resbalar hasta quedarme sentada en el suelo, con los brazos cruzados por delante de las piernas. Hundí la cabeza en los muslos…” ¿Qué cojones hago ahora?”, me dije, los ojos llenos de lágrimas. No podía casi respirar: la ansiedad se había apoderado de mí.

Imagina que me pasé así casi veinte minutos, momento en el cual golpearon con suavidad a la puerta:

- ¿Cristina? ¿Cristina Aranda? – era la voz del conserje.

- Sí – sollocé.

- ¿Te encuentras bien?

- ¡Por favor! – casi chillé.

Abrió de golpe la puerta.

- ¡Hostias, chica! ¿Qué te ha pasado?

- ¡No lo sé, no lo sé! – repetía como una tonta con la respiración entrecortada debido a un terrible ataque de ansiedad.

Bueno… ¡no veas qué tropa, los hijosputas estos! ¿Qué crees que hicieron? El tío buenorro llamó a no sé quién por una especie de walkie-talkie mientras me acariciaba la cabeza con suavidad y me pedía que me tranquilizase. Luego llegó una mujer, luego un tío… total… que me ofrecieron lo único que habían encontrado en la academia: adivina… un vestido de putón que dudo que te lo pusieras siquiera para ir a una fiesta de disfraces; era de escote palabra de honor, pero tanto que las tetas casi se me escapaban por encima, además de dejar a la vista medio sujetador y sus tiras, y tan corto que notaba el aire en la parte baja de las nalgas… y ¡rojo pasión!, ¡ya te cagas! Recuerdo que en aquel momento decidí meterme en un excusado para sacarme el sujetador: ¡podía ir como un putón, pero no haciendo el ridículo! Se lo di a la mujer, que lo cogió con el índice y el pulgar, como si le diera asco, ¡menuda gilipollas! ¡Qué cabrones! Todo amabilidad, me dieron la dirección de la comisaría más cercana ¡a cuatro manzanas! ¡Imagínate tú vestida así por la calle! ¡Dios, qué vergüenza pasé! Lo que no me dijeron en esos momentos, no me lo dirán nunca. Te puedo asegurar que ya, a partir de aquí, no me ha abandonado la ansiedad que me aprieta el corazón y que me hace difícil el respirar.

Luego comprendí que esos hijos de la gran puta sólo se sacaron el problema de encima.

4. En la comisaría

En la comisaría, y ya asediada, acosada y desnudada por todas las miradas masculinas, acabé frente a la mesa de un detective. Recuerdo que era un hombre vulgar, de aspecto descuidado y muy áspero al trato.

- ¿Sí? – masculló sin mirarme.

- Verá – las lágrimas empezaron a llegar a mis ojos – Quería denunciar un robo…

- Un momento – me cortó de malos modos mientras tecleaba no sé qué cojones.

Así me pasé diez minutos como una boba; de pronto, oí a mi derecha:

- ¡Eh! ¡¿Por qué me lleváis a mí y a esa puta no?!

Me volví y vi a un tipo agitanado que me señalaba; le empujaba un policía:

- ¡Cállate de una vez y tira palante!

Ahora el grito me vino por la izquierda:

- Y tú, ¿con quién coño estás?

Giré la cabeza: era un tipo desgarbado y vestido con un traje barato.

- Con él – señalé a la mesa, pero en ese momento la silla del detective estaba vacía.

- ¡¡Manolo!! – volvió a gritar aquel hombre – ¡Llévate a esta fulana de aquí y ponla en su sitio!

La sangre se agolpó de nuevo en mis mejillas:

- Pe… pero, oiga… – me cortó una mano que con fuerza me había cogido del brazo y me obligaba a levantarme:

- ¡Venga, tía, a tu puto sitio!

Te aseguro que yo me debatí cuanto pude chillando:

- ¡Oiga, oiga, yo no he hecho nada!

- Que sí, que sí… – y el tipo me arrastraba hacia una puerta lateral; no pude resistirme.

Cuando cruzamos la puerta y ésta se cerró tras nosotros, se hizo el silencio. El agente o lo que cojones fuera miró a un lado y a otro antes de hacerlo hacia mí. En sus ojos relucía el deseo.

- ¿Qué? Jodiéndome el trabajo, ¿eh, guarra?

Yo creo que estaba llorando a mares:

- No es lo que… – acerté a musitar, pero el tipo abrió otra puerta y me empujó sin contemplaciones. Era una pequeña habitación con una mesa de aluminio y una silla de escay.

Con una mano me amorró a la mesa y con la otra hurgó por debajo de la tira del tanga y me hundió dos dedos en el coño. Yo hacía esfuerzos por liberarme, pero de veras que era muy fuerte. Me apretaba tan brutalmente en el cuello que a duras penas podía soltar grititos ahogados. Oí su voz en mi oreja:

- Estás muy buena, zorra. Tienes un buen culo – me pegó una palmada en las nalgas – Ahora te estás quietecita, si no quieres que te mate. ¿A quién le va a importar una puta menos?

Noté que rebajaba la presión de su mano y la apartaba de mí. El corazón me latía a mil por hora, temblaba toda yo; aun así, levanté un poco la cabeza para intentar explicarme:

- Oiga, yo…

Había empezado a decir entre jadeos, pero no tuve más tiempo; volvió a hundir su mano en mi cuello con tal violencia que me di un golpe muy doloroso, pero no pude gritarlo porque sentía que me estaba ahogando.

- A ver, furcia de mierda… ¿qué es lo que no has entendido? Quiero follar y te voy a follar. No quiero oír otra palabra, ¿de acuerdo?

¡Por el amor de Dios! ¿Qué iba a hacer yo? Pues estarme quietecita y esperar que, después de follarme, fuera más razonable. Sentí que apartaba la tira del tanga y que sus dedos volvían a hurgarme el coño, esta vez ya más húmedo.

- Uuummm – parecía satisfecho.

No tardé en notar cómo su instrumento empezaba a penetrarme, con tranquilidad pero con fuerza… ¡Dios mío! Recuerdo perfectamente ese mástil, duro como una roca, que iba abriéndose paso en mi interior y rozándome el clítoris para producirme, muy a mi pesar, un placer indescriptible. Inconscientemente, empecé a menear el trasero:

- Muy bien, zorrona, muy bien – jadeaba el cabrón.

Ahora me había agarrado por los muslos y había iniciado un fuerte vaivén que yo sentía y sentía a la vez que oía su golpeteo en mis nalgas. El vestido se me había deslizado y mis tetas, con los pezones como pelotitas, se aplastaban sobre el frío aluminio. Me cogí con fuerza a la mesa y no entiendo cómo no saltó toda la crema del tubo que aún tenía agarrado y que no solté, te lo aseguro; era lo único que me seguía ligando a mi vida y que impedía mi locura. Creo que me corrí dos o tres veces antes de que él sacara su polla de mi coño (cosa que lamenté) y la hundiera en la raja de mi culo mientras, agitándose y gimiendo, se corría. Noté que su semen se esparcía por mis nalgas y, sin duda, por la tira del tanga, que había vuelto a su lugar, y por el vestido.

Cayó derrotado sobre mí. Yo, melena empapada y sin rastro de coleta, no podía respirar, pero no me atrevía a moverme. Se levantó y me propinó de nuevo una potente y dolorosa palmada en el trasero.

- ¡De puta madre! ¡Levántate!

Así lo hice; mientras volvía a cubrirme las tetas sudando a mares, me volví hacia él:

- Oiga – resoplé – Esto es una equivocación…

Te puedo asegurar que el bofetón que me arreó me hizo ver muchas estrellas.

- ¡Que te calles ya, furcia de mierda! ¡Me tienes hasta los cojones!

De nuevo me arrastró sin piedad hasta el final del pasillo.

- ¡Pedro, coño, ábreme la celda!

Un policía uniformado, algo mayor, acudió a su llamada. Intenté resistirme, pero el tío que me había follado me empujó al suelo de la celda. Oí que volvían a cerrar la puerta.

- ¡Vaya peleona, tío! ¡Habrase visto, la fulana!

5. Con las putas

Como pude, me levanté ayudándome de los brazos hasta quedarme de rodillas: me dolía todo el cuerpo, pero especialmente la mejilla que había recibido la bofetada. En mi trasero notaba que el semen iba secándose. El cabello, totalmente desmelenado, me tapaba cualquier punto de visión excepto el de mis tetas, que ante mis ojos volvían a bambolearse libres del vestido. Me lo subí de nuevo. Ahí en el suelo vi el tubito de crema, que agarré de nuevo. Estaba llorosa, temblorosa y ansiosa cuando levanté la vista para ver que no me encontraba sola: había allí seis o siete putas de verdad.

Reconozco que me precipité, pero no pude evitarlo: de golpe me levanté y corrí a los barrotes a los que me agarré con fuerza:

- ¡Pedro, escúcheme! ¡Yo no soy como ésas, ha de sacarme de aquí! ¡Esto es un error! – chillé y pateé como loca, pero el policía no se inmutó.

Como es de suponer, mis palabras sacaron de quicio a las demás. Las noté cerca, muy cerca a mi espalda:

- Vaya con la señoritinga… Es mejor que nosotras.

- Será una puta de lujo.

- Ya verás, so guarrona, cuando se vaya el madero…

Estoy convencida de que en aquel momento me meé. La ansiedad ya me impedía respirar, así que me senté de nuevo en el suelo (no me atreví a pedir sitio a las demás). Es horrible estar esperando una tortura que sabes que va a llegar.

Poco a poco fueron pasando las horas; a mi desgraciada situación se unían los rugidos del puto estómago: llevaba todo el día sin probar bocado. No sé, supongo que en prisión el horario de comidas debe de ser como en un hospital ya que por allí no pasó ni un mendrugo de pan.

Estaba anocheciendo y se encendían de modo automático las luces del pabellón; al poco, Pedro nos miró:

- Lo siento, chicas, pero nadie ha venido a por vosotras. Me temo que tendréis que dormir aquí.

Las otras empezaron a protestar.

- ¡Pedro, mira qué melones tengo! ¡Son tuyos si me sacas, guapetón!

El policía negó con la cabeza y sonrió; al cabo de un cuarto de hora volvió a dirigirse a nosotras:

- Bueno – dando una palmada en sus rodillas, se levantó – Ahora he de ir a hacer la ronda. Dentro de media horita, Ismael vendrá aquí. Él hará el turno de noche. Portaos bien, ¿vale?

Sabía que era mi sentencia de muerte. Empecé a temblar. No bien se cerró la puerta tras el policía, se acercaron de nuevo a mí.

- ¿Qué? – dijo una cincuentona desdentada – ¿No dices nada ahora, pijaputa?

- ¡Anda con la pelirroja esta! ¡Mírala, parece una gatita!

Yo lloraba en silencio.

- ¡Levantadla! – ordenó la vieja.

Me cogieron por los sobacos y me obligaron a ponerme en pie. La desdentada me señaló con dedo acusador:

- Eres una idiota, chiquilla. La has bien jodido. Nadie nos insulta y se queda tan ancho. ¡Mira esto! – se levantó de un golpe la falda dejando a la vista su arrugado chocho – ¡Por aquí, niña, han pasado mil pollas y ahora va a pasar una lengua que habla demasiado! – volvió a cubrirse y se sentó, piernas abiertas, en una de las pocas sillas que había – ¡Ponedla de rodillas y obligadla a chuparme el coño!

Me resistí lo que pude con gritos, súplicas, lloros, pero no hubo tu tía; las cabronas me doblegaron y choqué con las rodillas en el suelo. El tubito de crema se fue por el suelo.

- ¡Vas a venir a gatas y me lo vas a chupar hasta que yo te diga! – chilló aquella vieja loca.

Me negué moviendo tercamente la cabeza. De pronto, se levantó, se acercó y me propinó tal bofetón en la misma mejilla en la que lo había hecho el policía que me fui de cabeza al suelo notando el sabor de la sangre en mi boca.

- ¿Qué me dices ahora, pijaputa? – estaba arrodillada a mi lado.

¿Tú qué hubieses hecho? Dime, ¿qué hubieses hecho? Rodeada de unas putas que podían matarme y quedarse tan tranquilas. Asentí. Cuando se sentó de nuevo, me puse a gatear en su dirección. Las demás jaleaban y me daban terribles palmadas y golpes llenos de rabia en el culo; imagínate si era doloroso que en un par de ocasiones me flaquearon las rodillas. Mis nalgas hervían cuando me situé entre los muslos de la vieja y me apliqué a su coño. Espero que nunca sepas lo que es el hedor de la orina mezclado con el de los flujos vaginales: yo sí lo sé y no lo olvidaré nunca. Tres o cuatro veces se corrió aquella cincuentona y tres o cuatro veces tuve que beberme todos sus líquidos, mientras las demás gritaban y, de vez en cuando, me golpeaban con saña el trasero.

De pronto, me agarró con fuerza del cabello y me obligó a mirarla; supongo que yo tenía los ojos anegados en lágrimas y los labios brillantes de líquidos. Millones de agujas parecían clavarse en mi cabeza. Una sonrisa desdeñosa:

- Pelirroja: te has tragado tus palabras… ¡ahora te las vas a comer!

Me empujó con violencia y caí hacia atrás; como pude, me apoyé en los codos y vi que mis tetas bamboleaban libres de nuevo del puto vestido. El sabor a sangre se mezclaba con los demás.

- ¡Haced que se coma todo el tubo!

Intenté incorporarme, pero en seguida fui agarrada por muchas manos. Intenté mantener cerrada la boca, pero unas terribles presiones en las mejillas y alguien que me tapó la nariz me obligaron a abrirla… empezaron a vaciar el tubo y yo tragué, tragué…

El ruido de la puerta obligó a acabar aquella macabra fiesta; todas se separaron de mí y quedé en el centro de la celda hecha un guiñapo: el pelo sucio, enmarañado y sin rastro de mi coleta; creo que el vestido había quedado reducido a una especie de banda en mi abdomen, dejando a la vista culo y tetas. Allí, hipando y temblando, con un gusto amargante en la boca que chorreaba crema, me quedé hasta el día siguiente sin pegar ojo hasta que, mucho más tarde, me adormilé hecha polvo.

6. El desenlace

- ¡Oye! ¡En el atestado salen siete y aquí hay ocho tías!

- Pues no sé, señor. Será un error.

- Qué error ni qué cojones. A ver qué ha pasado aquí. Vamos a llamarlas.

- Sí, señor.

Esa conversación fue lo primero que oí cuando me fui despertando de la pesadilla que había vivido la noche anterior. Abrí poco a poco los ojos. La luz de la mañana ya entraba por los ventanales del pabellón. Sentía que era la única que seguía en el suelo; me ardían el labio inferior y las nalgas.

- A ver. Tú, la del suelo, levántate.

No hice ni el amago; estaba muy cansada y dolorida. Tan pronto como fui tomando conciencia de mí misma, la ansiedad regresó a mi corazón.

- ¡Que te levantes, coño!

Obedecí lentamente: ya me costaba respirar. De manera mecánica, me cubrí como buenamente pude.

- Chicas: a medida que os nombre os vais poniendo a este lado – era un hombretón corpulento el que decía eso, acerté a ver. Fanny, Lucy, Bombón… no sé qué dijo, pero mi nombre no. Me quedé sola.

- ¿Y tú? – se dirigía a mí – ¿Quién cojones eres?

No pude más y empecé a llorar desconsoladamente, echando restos de crema por todas partes; el hombre se alarmó:

- ¿Qué pasa aquí? Ismael, ¿quién es ésta?

- Y yo qué sé – se encogió de hombros.

- Joder; cálmate y dime tu nombre, ¿cómo te llamas?

Entre hipidos y sollozos dije:

- Cris… Cristina… Aranda.

- Pero, ¡por el amor de Dios! ¡No está en la lista! ¿Qué haces aquí?

Conseguí hilvanar mi historia de aquel día, que los hombres y las chicas escucharon horrorizados. No tardaron en sacarme de allí y darme ropa decente, una camiseta y unos vaqueros. Pero aún faltaba algo más: cuando llegamos a mi piso, comprobamos que alguien, sin duda el que me había robado el bolso, había forzado la puerta y se había llevado todo lo de valor; sin duda, y sin yo saberlo, algún documento habría en él.

Fue ver aquel desastre y empezar a sentir terribles retortijones en el estómago: de veras que no pude más y por mucho que intenté llegar al baño, me fue imposible y a medio camino empecé a vomitar sobre el parqué; los demás se apartaron con cara de asco. En fin, entre vomitonas y diarreas hediondas llegaron los servicios de urgencia, que casi se desmayan cuando entraron en el baño donde yo estaba cagando… No es para reír: tres lavados de estómago y cuatro días en el hospital…

Bueno, queridos lectores, esto es lo que había en la libreta de Kris. ¿Creéis que es para tanto? ¿Realmente creéis que sufrió la mitad de lo que yo sufrí? Y ahí está, siguiendo la misma terapia, aunque ya lo comenta Alicia: no todos somos igual de fuertes.

Me siento mala, pues a medida que leía su historia yo me iba sintiendo mejor; sí, ya conozco el refrán que reza: mal de muchos, consuelo de tontos; pero eso no quita que el saber que otra gente ha sufrido casi tanto como una, te sirve para darte cuenta de que no es que el mundo esté en tu contra o que seas especialmente desgraciada, sino que tuviste la mala suerte de estar en el momento y en el lugar equivocado.

Gracias por vuestra atención e interés y hasta otra.

Joana

Obsesión

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El niño correteaba por el prado alegremente, iba vestido con una camiseta blanca de manga corta y unos pantalones a cuadros de pijama, y llevaba bajo el brazo un osito panda de peluche decididamente cabezón. En el prado había virutas de madera, y cada vez que el niño pisaba cerca de una, ésta saltaba por el aire y se convertía en una mariposa de madera, que revoloteaba como una marioneta, y el pequeño la perseguía, saltando y sorteando arroyuelos de agua que tintineaban. El hombre le miraba, sonriéndole bondadosamente y el pequeño se dirigió a él. Iba vestido igual que él, pero sus ropas eran más grandes. El niño llegó hasta su lado y el hombre, sentado en la hierba, acentuó su sonrisa y le acarició el pelo castaño claro.

-Cuando crezcas, se hará más oscuro. – dijo el hombre.

-¿Quién eres tú? – Preguntó el niño.

-Soy tú. Dentro de algún tiempo.

-¿Tú eres yo de mayor….? – el hombre asintió, y el niño le miró con extrañeza, no del todo convencido – soy… enorme.

Un agudo rugido de felino rasgó el aire, y el niño se volvió dando un respingo. Una tigresa blanca de ojos azules aparecía por el horizonte, acercándose con ágiles saltos. Era un animal ruso, de Siberia, el niño no sabía por qué estaba tan seguro de aquello, pero lo sabía a ciencia cierta. En mitad de un salto, el animal cambió, y se transformó en una mujer de grandes ojos, cabello claro y que vestía de blanco.

-¿Quién es? ¿Es Mamá? – el hombre rió.

-No, no es Mamá… Es Irina.

-Me gusta. ¿Me sostienes esto? – El niño le dio el osito cabezón al hombre, y echó a correr hacia Irina, que le tendía los brazos. A cada paso que daba, el niño creía un poco más, se hacía adolescente, su cuerpo crecía, aunque no demasiado, pero se reforzaba visiblemente, haciéndose ancho de espaldas y de brazos fuertes… y podía notar cómo también paso a paso, crecía entre sus piernas una dulce sensación de excitación. Irina vestía un largo vestido escotado, parecía que llevase un camisón, pero le recordaba mucho a su vestido de bodas. Para cuando llegó junto a ella y lo estrechó entre sus brazos, Oli era completamente adulto y tenía una feroz erección. Detrás de ellos, un glaciar se hacía pedazos y se fundía, y el agua bañaba todo el paisaje en ríos caudalosos.

-Mi Oli, mi niño… ¿recuerdas nuestra primera vez? – Oli asintió, besando suavemente la boca de Irina, que hablaba sin mover los labios – Viniste a mí como un niño… siempre te recordaré así, inocente y tierno, tan dulce… mi niño… -Cuando quiso darse cuenta, Oli no tocaba el suelo, Irina lo tenía en brazos con ternura, y volvía a ser un niño, y lo que sentía entre las piernas, ya no era una excitación agradable, sino una especie de escozor inquietante. Aquello no entraba en sus planes ideales…

-Pero yo… Irina, yo no quiero ser un niño. – Protestó con voz aguda, agarrándose el miembro, que le escocía, mientras los ríos aumentaban de caudal y los cercaban. El ruido del agua empezaba a hacerse insoportable.

-No puedes evitarlo, cielo… Pero yo te quiero igual. – Irina le besó tiernamente la cara y le apretó contra ella, agarrándole de la cintura, presionándole el vientre. Oli sintió alivio mezclado con culpabilidad, algo iba mal, algo iba muy mal… qué calor sentía de pronto… Estaban metidos hasta el cuello en agua, agua caliente, muy caliente…

Respingué en la cama. Estaba abrazando a Irina por la espalda y ella me agarraba el brazo, había tenido un sueño muy intenso y el recuerdo me horrorizó. “No, por favor, por favor, por favor, que no sea lo que me estoy imaginando…”. No quería ni moverme, pero todavía medio aturdido por el sueño, empecé a retirar el edredón lentamente, mientras mi estado de nerviosismo subía a cada centímetro que bajaba por la ropa de cama, hasta que descubrí que lo temía era verdad… una delatora mancha húmeda me calaba desde la entrepierna a las rodillas y parte del vientre. Había mojado la cama.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAH! – No pude contenerme.

*************

-Oli, los accidentes ocurren. No es para ponerse así, debiste beber mucha agua antes de acostarte y el sueño era demasiado profundo y no despertaste, eso es todo. – Irina me disculpaba, ni siquiera cuando la desperté con mi grito de horror y descubrió que ella también estaba empapada por mi culpa, se había enfadado. Ni se había reído de mí. Había dicho que no tenía importancia, que era algo que a cualquiera podía ocurrirle. No había duda de ello, pero, ¿por qué esa clase de cosas que “podían ocurrirle a cualquiera”, SIEMPRE me ocurrían a mí…? Estábamos quitando las sábanas mojadas cuando Irina me miró con ternura – Cielo, ve a ducharte, yo acabo con esto, y luego iré yo. Y no pienses más en ello.

Estuve a punto de negarme hasta que termináramos de hacer la cama, pero estaba tan avergonzado que pensé que sería efectivamente lo mejor, borrar “las huellas del crimen” sin duda me ayudaría algo. Qué mal me sentía. Cogí calzoncillos y un pijama limpios y me fui al cuarto de baño sin atreverme a levantar la cabeza. Al mirarme en el espejo del baño, vi que la piel que se asomaba por mi recién estrenada barba, estaba colorada como un tomate. No era de extrañar. ¿Cuándo había sido la última vez que me había… que me había orinado encima? Puede que la última, la última, tuviera cinco años. Sí, eso era, esa fue la última vez. Mis padres me habían acostado un poco más temprano que de costumbre porque querían ver una película de terror que ponían en la televisión, y querían asegurarse de que estaba dormido para cuando empezara, pero yo sabía de esa película y me entró curiosidad, y no se me ocurrió otra que ir al salón a hurtadillas para intentar atisbar.

En realidad la película era una chapuza, una de esas viejas películas de Drácula que vistas hoy día dan más risa que miedo, pero a la edad de cinco años, yo estuve a punto de chillar de pánico tirado en el suelo, oculto en la oscuridad, pegado a la pared del pasillo de nuestra vieja casa, al ver aquél vampiro de diabólicos ojos rojos y colmillos larguísimos empapados en sangre. Apenas vería un cuarto de hora de película cuando me volví a mi cama, muerto de miedo, y viendo vampiros por todas partes. A mitad de la noche, con todo a oscuras y en silencio sepulcral, me entraron ganas de ir al baño y no fui capaz, me daba demasiado miedo que al salir de la cama viniese a por mí Drácula, así que resistí todo lo que pude, rogando porque amaneciera, porque se levantaran mi padre, mi madre, o hasta mi hermana mayor, pero llegó un momento que ya no fui capaz de aguantar más y me lo hice encima. Al día siguiente mi madre me dijo que no tenía importancia y que así aprendería a quedarme en la cama cuando me mandaban a la cama. Resultó que me habían descubierto, pero pensaron que era mejor medicina dejarme ver aquello y que yo mismo claudicara a que ellos me llevaran de nuevo a la cama para que me escapara otra vez o lo volviese a intentar otro día… desde luego, dio resultado.

Pero esta vez, no había visto nada terrorífico, y actualmente ya no me da miedo el cine. O me lo da, pero no tanto como para impedirme salir de la cama a mitad de la noche si tengo una necesidad perentoria. Mientras me quitaba el pijama empapado y lo hacía una pelota para cubrir con las zonas secas las mojadas y poderlo dejar en el suelo sin manchar la cerámica, recordé qué había pasado la noche anterior que hubiera podido motivar algo así… La noche anterior, o hace sólo unas horas mejor dicho, porque ahora mismo eran las dos y media de la madrugada, Irina y yo habíamos cenado bien, una cenita ligera. Antes de eso, habíamos tenido un… momento íntimo. La verdad que mientras íbamos a casa en mi pequeño Smart azul, mi mujer me había acariciado la rodilla y me había dicho que no tenía ganas de salir por ahí, que prefería que nos quedásemos en casa… Yo había sonreído, y al dejar el coche en el garaje, Irina se soltó el cinturón y se abalanzó sobre mí. Todo aquél que haya estado dentro de un Smart, sabe que hacer el amor dentro de él, es prácticamente imposible, no hay sitio para nada. Intenté que ella desistiera, ya estábamos en casa, sólo teníamos que subir un piso… no hubo forma, se sentó sobre mí, se desabrochó la blusa y cuando quise darme cuenta…

No puedo oponer resistencia a Irina. No soy capaz. Así que a pesar de casi nos dábamos con la cabeza en el techo del coche, a pesar de que ella tenía que estar clavándose el volante en la espalda, a pesar de que yo apenas podía moverme y tenía las piernas dormidas, empujé lo mejor que pude mientras ella se movía sobre mí y gemi ahogadamente cuando me descargué dentro de ella. Irina me besó gimiendo con dulzura, frotándome la barba. Yo sabía que ella no había terminado y quise continuar, pero me sonrió y susurró “en casa”. No sabía por qué me hacía acabar a mí y ella se hacía esperar, pero se quitó, con cierta dificultad y subimos a casa. Y yo, a pesar de que acababa de tener un orgasmo, no podía dejar de pensar que mi Irina iba sin bragas…

Apenas abrimos la puerta, nos lanzamos a besarnos. Había sido bastante apasionado, recordé mientras hacía correr el agua, caliente, pero esta vez sin connotaciones humillantes… Recordaba que la había aupado en brazos por la cintura y casi no había tenido oportunidad de llegar, no ya a la cama, sino casi ni al sofá, pero lo logré, y no fue fácil, porque Irina me había desabrochado los pantalones, se me iban cayendo y tuve que hacer los últimos tres metros dando saltitos. El sofá protestó sonoramente cuando nos dejamos caer sobre él. Irina me acarició la cara, mirándome como si no pudiera creer que fuese yo… Cuando me la dejé crecer, esperaba que le gustase mi barba, pero no pensé que fuese a enloquecerla de tal modo.

Había aprovechado la semana anterior, que había ido a ver su madre durante cuatro días, mientras duraba la Semana Blanca en el Instituto, pero como en la Universidad no se da que se supriman las clases porque se marche medio mundo a hacer esquí, yo tenía que quedarme. Se marchó del domingo al jueves por la noche, para estar conmigo el fin de semana, yo el día de su marcha no me afeité ya, y como mi barba es muy oscura y cerrada, para cuando regresó yo parecía un náufrago que hubiera estado dos meses alejado de la civilización. Lo mío, no es una pelusilla sexy al estilo del doctor House o de Indiana Jones, lo mío era un tapizado marrón oscuro que me cubría la piel por completo. La había cuidado bien, eso sí, las barbas son sucias y si uno se la deja, tiene que procurar que esté aseada. La había recortado bien del cuello y las mejillas para que no quedase demasiado alta ni me diese aspecto descuidado, había perfilado con cuidado el bigote, la enjabonaba bien todos los días al ducharme y el acondicionador del pelo lo usaba también en ella, para no pinchar como un cacto. La cosa, era tener un aspecto algo menos inocente al que está acostumbrada mi Irina, pero no destrozarle la cara cuando quisiese darme un beso.

Cuando aquélla noche de jueves, Irina regresó, yo estaba un poco nervioso, ¿y si no le gustaba que llevase barba? Bueno, me la afeitaba y en paz, claro, pero… me haría ilusión que le gustase. Llamó a la puerta, la abrí y mi mujer puso cara de sorpresa, y una sonrisa se abrió en su rostro. Mi corazón palpitó con rapidez, parecía que le gustaba…

-¿Y esa barba…? – preguntó, sonriente.

-Por cambiar… ¿Te gusta?

-¡Me encanta cómo te queda! – No pude sentirme más feliz. Pero lo cierto es que desde entonces, íbamos a ritmo de tres… “encuentros” diarios. Esa misma noche, apenas pude ayudarla a entrar su maleta en casa cuando ya estaba abrazada a mí, metiendo los brazos por dentro de mi camiseta. Quise llegar a la alcoba, darnos tiempo, pero no hubo modo… Ronroneando y sin dejar de besarme, me subió la camiseta y se agachó para besar mi pecho, mi vientre, agarró la cinturilla de mi pantalón y tiró de él, tanto para bajarlo, como para que me agachase yo también, y allí mismo, en la alfombra del salón, me hizo el amor, susurrando quedamente en mis oídos “te he echado mucho de menos, Oli… muchísimo”.

Pensaba en aquello mientras me enjuagaba el pelo, y reconocía que me gustaba recordarlo, me hacía sentir muy bien el pensar que Irina me deseaba tanto, por más cansado que estuviese a cambio… estiré la mano para coger la botella del gel, y descubrí que la había dejado fuera. Estuve a punto de maldecir, pero oí que mi mujer entraba en el baño, así que se lo pedí.

-Irina, perdona, ¿me pasas el jabón? – no había ni terminado de hablar cuando sentí su presencia a mi espalda y su voz un tono más bajo de lo normal al contestarme:

- ¿Por dónde…?

Una sirena de bomberos resonó en mi cabeza, pero ya era tarde. Irina estaba a mi espalda, y ni siquiera se había quitado el camisón, sus manos acariciaban mi cuerpo, me volví y vi que el agua le perfilaba los pechos y los pezones erectos, los mechones de cabello húmedo se le pegaban a la cara y al cuello y me miraba con esa mirada brillante que tiene cuando me desea. Por un lado, quizá me diese un poco de miedo, pero tenía un aspecto tan lujurioso, así sin desvestir siquiera, que mi cuerpo empezó a reaccionar por su cuenta, ignorando que me dolían hasta las corvas por todas las erecciones que había tenido. Mi Irina parecía a punto de soltar una carcajada de bruja villana con esa cara de picardía que tenía, pero yo tenía unos nervios tan dulces girándome en el estómago, que no atiné ni a cubrirme con las manos, sólo acertaba a intentar mantener la mirada fija en sus ojos, porque los míos se desviaban a sus pechos sin que pudiera evitarlo. Ella me tomó de las manos, llevó una a sus pechos, y el tacto de la brillante tela húmeda me electrizó, recorriendo mi espina dorsal en un calambre de placer y ganas, y mis dedos se crisparon sobre su pecho, apretándolo sin poder contenerme… mi otra mano la llevó a su boca y se metió dos dedos en sus labios, chupándolos lujuriosamente, y un gemido me vació el pecho de aire.

-Ay, Dios mío… – solté, mientras notaba que lo de mi pene no era ya una simple reacción, sino que gritaba por atención, hiperactivo ante los poderosos estímulos. Irina me sonreía, mirándome a los ojos mientras lamía y chupaba mis dedos temblorosos, y yo no dejaba de preguntarme confusamente qué le había pasado a mi esposa… siempre era muy apasionada, siempre tenía ganas, pero este desboque era nuevo para mí. No obstante, mientras yo intentaba pensar, mi cuerpo sólo quería actuar, y la mano que tenía en sus pechos se movió sola hasta sus nalgas y la apreté contra mí. Irina dejó escapar un gemido y me mordió ligeramente, sus mordiscos hacían cosquillas, como un gato que te muerde jugando, y mi piel se erizó de gusto, mientras sonreía, nervioso y excitado, apretándola, y mis dedos, como con disimulo, empezaban a reptar por la tela, arremangándola, para llegar a la piel.

- Oooh… ¡Oli, fóllame! – jadeó desmayadamente mi Irina, abrazándome para lamer mi cuello y mi nuca, mi maldito punto débil que ella tan bien sabía utilizar, y me pareció que me salía humo de la cabeza, había usado una palabra que para mí, era increíblemente fuerte, una grosería, pero dicha de sus labios y en aquélla situación, me parecía hermosísima, y lo que es peor: terriblemente excitante. Ahora con las dos manos libres, le arremangué el camisón ya sin disimulos y embestí, penetrándola a la primera; estaba claro que mi pene, era mucho más listo que yo. -¡Aaaaaaaaaaah, sí, sí! – gritó ella con fuerza, y tiró de mi cabeza para que la enterrara en sus pechos cálidos, me soltó la nuca por un momento, y dio más potencia al agua caliente, sentí que me quemaba la piel, pero me encantó, y empecé a bombear como si mi vida dependiera de ello.

-Me… me vas a matar, Irina… me vas a volver loco… – jadeé con esfuerzo, mientras mis caderas se movían como si tuviera un motor en ellas y la abrazaba con fuerza y ella no dejaba de dar mordiscos en mi cuello y mis hombros… cada presión de sus dientes sobre mi carne me electrizaba y hacía que mis rodillas temblasen, ¿cómo podía ser tan bueno? La lengua de Irina lamía mi cuello, buscando el inicio de mi barba, y empezó a lamer la piel peluda de mis mejillas, jadeando, con los ojos entornados de placer.

-Me encanta tu barbaaaa… – gimió, crispando sus manos en mis hombros, estremeciéndose a cada empujón, no le faltaba mucho para llegar – Adoro como te queda… mmmh… pareces tan… rebelde, tan… ¡Ah, estás guapísimo con ella! – se lanzó a lamerme la cara como si fuese superior a todas sus fuerzas, buscándome la boca y nos fundimos en un furioso beso de tornillo, nuestras lenguas parecieron luchar e Irina me abrazó con una pierna, acariciándome las corvas con el talón, haciéndome sentir escalofríos de gusto… “Así que es eso” pensé confusamente “Sí que es por la barba, no le parezco inocentón ni niño, con ella le parezco un rebelde… Me gusta”. Pensando en aquello, vencí mi vergüenza y la apreté con más fuerza de las nalgas y subí una mano para apretar sus pechos, sus pezones erectos que parecían querer romper la tela del camisón, tiré de él para sacarle los pechos por el escote, pensando torpemente que mi Irina, así empapada y seductora, me recordaba mucho a una sirena. Ella gimió, sonriente, le encanta cuando me suelto, aunque sólo sea un poquito… un furioso latigazo de placer me laceró desde las corvas a la nuca, no podía más…

Irina se dio cuenta y me mordió en el cuello, apresando mi piel entre sus labios, y un grito de placer se me escapó. Mi primer impulso fue taparme la boca, me da corte gritar tan fuerte, pero en lugar de eso apreté mis manos en su piel, estrechándola contra mi pecho, fundidos y empujé más fuerte, sintiendo cómo los gemidos de mi Irina subían de tono y sus hombros se encogían, sus caderas se mecían sobre mí, buscando más placer, y entonces abrió los ojos para mirarme, una mirada sorprendida y desvalida, mientras sus mejillas se encendían de gusto, gemía sonriendo como si se le escapara el alma, luchando por mantener los ojos abiertos, y no pude resistir más, era demasiado hermoso, y mi placer alcanzó su límite, me puse de puntillas sin darme cuenta, todo mi cuerpo tenso como una goma, mis nalgas dando calambres para expulsar la descarga que salió disparada al vientre de mi Irina, mi preciosa Irina, en medio de jadeos esforzados… mi cuerpo temblaba cuando nos estrechamos el uno al otro y nos besamos bajo el chorro de la ducha.

-¿Sabes, Oli, que….? Tu cochecito, el Smart, es muy pequeño, pero el mío, el Atos, es un poquitín mayor… y nunca te he hecho el amor en un coche, porque lo de antes, no se puede llamar así, apenas podías moverte… ¿Qué tal si nos vestimos, y vamos a dar una vuelta en mi coche, buscamos un rinconcito tranquilo y…?

-¿¡Pero qué te ha dado?! – sonreí, sin poder contenerme. Aún estábamos bajo la ducha, dentro de ella, acabábamos de terminar, e Irina ya estaba pidiendo más. Estaba cansado, pero feliz, y lo cierto es que no puedo mentir: quería seguir, lo quería de veras, la idea de hacerlo en un coche, aunque el Hyundai Atos no fuese mucho mayor, era realmente tentadora, era algo que había visto en películas y que me resultaba muy travieso y divertido… Pero lo cierto es que Irina estaba sin freno, y ella también se rió, acariciando mi barba una vez más.

-No lo sé… – admitió, tierna – siempre me han gustado los hombres con barba, pero tú… estás irresistible con ella, tengo ganas de comerte vivo, y no se me pasan, te haga lo que te haga no se me van las ganas… por Dios, Oli, mañana aféitate, o no respondo de lo que pueda pasar… pero ahora, vamos a probar mi coche, ¿quieres?

¿Qué podía decir…? Bueno, ojalá hubiese dicho que no, lo admito, debí haber sido juicioso y haber dicho que no y afeitarme la barba en ese instante… pero, en confianza, ¿qué hubieras dicho tú?

(Continuará)

Perdiendo el Control en el sofá

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hola! como estan todos en este feliz sabadooooo :D se que ya paso casi un mes desde el ultimo y no hay palabras para decirles la pena que me da.

pero bueno… lo dije y no me creen que mientras menos estrellas pongan mas tardo en publicar, jajjaa no!!! no es verdad, lo que pasa es que estos dias he tenido una infernal cantidad de trabajo desde el alba hasta el anochecer y no he podido escribir mas que un par de lineas diarias y claro a escondidas…

de cualquier forma espero que les guste este capitulo y que pasen un excelente fin de semana :D

Gustavo sentía que por su garganta una daga de hielo se deslizaba cortándole las cuerdas vocales, todo lo que escapaba de su garganta era un suave gemido, mientras el alcohol en su cerebro le adormecía los sentidos, haciéndole temblar las manos ante la mirada sorprendida de su novio que con una sonrisa tímida se acercaba a él. Adrián retorcía nerviosamente un paño rojo con el que momentos antes limpiaba la barra, como un mudo recordatorio de que se encontraba trabajando. Gustavo se preguntaba ¿cómo había podido ser tan idiota y desconfiado? Sentía que sus mejillas se cubrían de un tenue rubor con cada paso que daba Adrián hacia él, la habitación le daba vueltas y lo hacía temblar de vergüenza, cuando por fin se acortó la distancia que los separaba, en un susurro confidencial comentó Adrián:

- Amor… yo, se lo que vas a decir – inició a decir adrián sintiendo como se extendía un tenue rubor por sus mejillas al tiempo que tomaba asiento frente a él – yo…

- Tú, estas… trabajando de mesero… – dijo Gustavo cubriéndose el rostro con las manos, sintiéndose completamente miserable

- De bar tender en realidad… – añadió con una sonrisa que ilumino su rostro ruborizado – amor, yo quería decirte… pero solo hasta que oficialmente el trabajo fuera mío, Daniela mi jefa me tiene aprueba esta semana…

- Soy un imbécil – murmuró Gustavo interrumpiéndole sin levantar el rostro de las manos. Adrián extendió sus dedos intentando quitarle las manos del rostro, extrañado ante la reacción de su novio y avergonzado por haber sido descubierto.

- ¿Qué pasa mi amor? – preguntó mientras entrelazaba sus dedos con los suyos observando como Gustavo rehuía la confrontación de sus ojos negros. Antes de que cualquiera de los dos dijera algo más, Santiago cruzó las mesas como un huracán hasta donde se encontraban Adrián y Gustavo, parándose frente a ellos ligeramente tambaleante, lo que hacía aún más evidente su estado de ebriedad. Completamente ajeno a todo lo demás se plantó frente a la pareja, pegándose a Gustavo para acariciarle el brazo que no tenía enyesado en un gesto evidentemente sensual que despertó en el interior de Adrián señales de alerta que vibraron en su corazón como las sirenas de alarma en un campo de batalla.

Intrigado miró con detenimiento a Santiago que tenía la camisa desarreglada y el cabello rubio cayéndole seductoramente sobre la cara, su amplio pecho al descubierto subía y bajaba con ligera violencia mientras recuperaba el aliento, ignorando completamente la presencia de Adrián, se dirigió a Gustavo con una voz entusiasta y susurrante que tenía un timbre extranjero que le brindaba cierto aire erótico a cada palabra, logrando con ello que Adrián se pusiera a la defensiva.

- Eh… al fin te encuentro hombre, que manera de salir disparado del hotel – exclamó Santiago con una sonrisa, mientras el aterrado Gustavo tomaba con fuerza la mano de Adrián, cuya mirada intrigada exigía una explicación; sin darle tiempo a Gustavo de contestar, Adrián le pregunto directamente:

- ¿hotel? – dijo sintiendo como en su estómago un nudo de celos le aprisionaba haciéndole retirar las manos de las de Gustavo mientras fulminaba con la mirada la sonrisa coqueta de Santiago. Percatándose del evidente peligro Gustavo de forma conciliadora volvió a tomar la mano de Adrián, dirigiéndose en un tono tan neutro y educado como fue capaz.

- Adrián deja te presento a Santiago un amigo, Santiago él es Adrián, mi novio. – dijo poniendo énfasis en la última palabra y acentuándola con un sutil movimiento del brazo evitando el contacto con Santiago – lamento mucho haber tenido que irme de esa forma, pero tenía el tiempo medido.

- Ah el novio… – murmuró Santiago indiferente ante el rechazo de Tavo y extendiéndole una mano a Adrián, quien lo miraba de arriba abajo con expresión seria – eres aún más hot que como te describió Gustavo… – continuó diciendo Santiago desinhibido por el alcohol, dejando que sus dedos traviesos acariciarán nuevamente el brazo de Gustavo, ese sencillo roce hizo tuvo el efecto impulsor que desencadeno un fuerte acceso de celos en Adrián, que no dejó pasar desapercibido el hecho de que ambos estaban ligeramente ebrios.

Adrián conociendo su temperamento, sabía que era cuestión de tiempo para que dijera algo que terminara por causar un conflicto, y no podía darse ese lujo; tomó aire y observó a Gustavo diciéndole con la mirada que era tiempo de que su amiguito se retirara. Gustavo los miraba sumergido en un silencio enervado sintiendo como si su relación temblara con cada palabra que salía de la boca de Santiago, quien parecía ignorar que estaba siendo bastante inapropiado. Luego de unos instantes que parecieron eternos Adrián respondió.

- Gracias… – le respondió Adrián con pesadez clavando la mirada en Gustavo de forma inquisitiva – Tengo que regresar a trabajar… en un momento te llamó un taxi, amor. – comentó diciendo entre líneas que era tiempo que se retirarán. Gustavo asintió sin estar muy convencido, sintiendo como le temblaba el labio inferior, pero Santiago pareció no notarlo mientras se dirigía a Adrián con voz insinuante.

- Olvida el taxi, guapo, yo puedo acompañarlo a casa… me asegurare de que este muy… Pero muy bien – dijo rodeando los hombros de Tavo que se removió de incomodidad ante la mirada asesina de Adrián, que se levantó de la mesa reprimiendo la pequeña ira que sentía por dentro, sabiendo que si no se retiraban en ese instante terminaría montando un espectáculo en su lugar de trabajo.

- Haz lo que quieras… – exclamó Adrián poniéndose de pie con miras a regresar a la barra. Aguijoneado por las brasas de los celos.

- Está bien, Santiago, no es necesario que me acompañes, puedo tomar un café mientras espero que salga Adrián para ir juntos a casa. – dijo Gustavo con firme y cautelosa voz, separándose de Santiago, logrando con ello, de forma inconsciente que se dibujara una sonrisa en los labios de Adrián, que al escuchar esas palabras en su corazón sintió la caricia de una pequeña victoria contra los celos que le hacían temblar las piernas.

- Amor… No es necesario… toma el taxi, nos vemos en la casa – exclamo Adrián fingiendo una sonrisa que se notó completamente falsa. Al notarlo Santiago reprimió una risita haciendo que tavo llegara al límite de su paciencia haciéndole una seña de lárgate con la mano que no tenía enyesada, este aun reprimiendo una risa salió del local con pasos tambaleantes, en cuanto Santiago se dio la media vuelta, se pusó de pie, ignorando el dolor de la pierna, para tomar a Adrián del brazo con dulzura antes de que continuara alejándose, pero había avanzado con tanta rapidez que ya se encontraba fuera de su alcance, dirigiéndose con pasos firmes hacia la barra, dejándolo ahí de pie con la mirada caída, sintiendo como el estómago se le deshacía en un abismo de preocupación que le helaba la sangre.

Adrián luchaba por controlar el temblor en su labio inferior mientras caminaba, en lugar de dirigirse a la barra, caminó hacia el baño, donde se mojó la cara para tranquilizarse. Confiaba en Gustavo, pero había algo que le despertaba las señales de alerta en su interior, un sexto sentido le advertía que algo no estaba bien. La culpa de la mentira era grande, pero más grande era la decepción de descubrirlo coqueteando con otro chico. Una pregunta saltó en su cabeza ¿Y si se termina hartando de mí? Todo a mi lado son problemas, y más problemas, ha pasado demasiado tiempo desde la última vez en que nos sentimos felices como pareja, entre su tío, el poco tiempo que pasamos juntos, el trabajo y ahora el tal Santiago… parece una carrera de obstáculos, y aunque siempre hemos dicho que lo que sentimos puede con todo mientras permanezcamos juntos… ¿Cuándo es el momento ideal para decir “suficiente”?. Ardía en deseos de salir corriendo, pero tampoco quería llegar a casa, quería un sencillo momento para respirar, anhelaba un solo segundo de paz.

Daniela desde la barra miraba disimuladamente a Gustavo que cojeaba hasta la puerta donde se había estacionado el taxi. Ella había pasado varios minutos aventurando sus especulaciones con una sonrisa pero al ver de reojo el rostro melancólico de Adrián, meneó la cabeza decidiendo no meterse donde no la llamaban en lugar de ello bajó el rostro rozando los dedos de Iza, la mesera rubia que la volteó a ver sorprendida, ruborizándose ligeramente, ya que aun sin palabras pudo entender lo que su jefa quería decirle, se sonrieron en silencio durante un momento y sus dedos se entrelazaron con más fuerza, sin apartar la mirada. El crujido de la puerta que conectaba el bar con la oficina, hizo que Daniela se sobresaltara soltando la mano de la rubia. German, el gerente y dueño salió de la oficina mirando directamente hacia Daniela, que volteó el rostro caminando en dirección a Adrián, murmurándole de forma confidencial Don German está en la barra, regresa a tu puesto.

La prominente barriga de don German se deslizó hasta donde se encontraba Iza, la camarera rubia que frunció los labios al sentirlo cerca mientras revisaba la cuenta que debía entregar a una de las mesas. Tan pronto la tuvo a su alcance, aspiró el tierno olor que desprendía aquel cabello rubio, pasando su mano por los glúteos de la chica aprisionándolos con malicia durante unos segundos, Iza ahogó un grito buscando con la mirada desesperada a Daniela. German aventó a la barra una taza de café vacía para después entrar nuevamente a su oficina, Iza luchando contra el asco y las ganas de gritar levantó la taza sintiendo como dos lágrimas de indignación rodaban por su mejilla, cada vez el maldito viejo llegaba más lejos. Los segundos que tardaron en llegar a la barra Daniela y Adrián se le hicieron eternos, cuando se encontraron frente a frente ella le dirigió una mirada helada y recriminante a Daniela escupiendo las palabras con un filo peligroso en la voz.

- Dany o le dices la verdad a Don German o renuncio …

- ¿De qué hablas…? – le preguntó Daniela arqueando las cejas asombrada, tomándola por los hombros, ambas ignoraban a Adrián que las miraba asombrado con sus ojos negros – sabes que no puedo decirle la verdad… Izy… ¿te hizo algo?

- Sabes que si… Dany, habla con él… o me voy

- Iza no puedo decir la verdad. Tu sabes que…

- Bien… lo entiendo – le contestó Iza bajando la cabeza dejando que los mechones rubios ocultaran sus ojos marrones de la mirada inquisitiva de Daniela, girando el rostro con una voz firme le aventó la comanda a Adrián diciendo – felicidades Adrián, el puesto de mesero es completamente tuyo.

Iza salió por la puerta casi corriendo, mientras Daniela la seguía con el ceño fruncido, llamándola por su nombre evitando gritar para no molestar a los comensales… Adrián se quedó en la barra mirándolas sin comprender nada, sosteniendo la comanda en las manos…

Oficina de Gian

Mensaje escrito hace más de dos horas por Robín para Luis, en la servilleta del restaurante, mientras esperaban la cuenta; lo hizo bolita antes de que Luis pudiera leerlo…

Desearía poder enmarcar esa sonrisa, acariciar para siempre tu mejilla deslizando mis dedos por esa piel ligeramente áspera, desearía que el tiempo dejara de ser tiempo y te quedaras a mi lado dejando que me beba tu aliento; sé que cada instante que tenemos es robado de la realidad que se ciñe sobre nosotros… al final, la medida del amor es amar sin medida.

Tenían varios minutos esperando dentro del vestíbulo de la oficina. Luis le apretó ligeramente la mano dándole confianza deslizando sus dedos entre los suyos en un gesto que cada vez se volvía más natural; Robín asintió dirigiéndole una mirada intensa con toda la belleza de sus ojos aceitunados, su rostro felino se tensó al respirar hondo y tocó la puerta aunque sabía perfectamente que Gian lo estaba esperando. La puerta de ébano se entreabrió dejando salir el frio del aire acondicionado que le acarició la piel haciendo que se erizara. Poco a poco avanzó con pasos temblorosos sin animarse a llegar hasta donde se encontraba él. Pero tan pronto la puerta se cerró tras de ellos, de forma invisible Luis pudo apreciar la transformación de Robín. Su postura cambió, su mirada, su sonrisa cínica… todo. Nuevamente era el mismo diablo en cuerpo de hombre, el que se naturalizaba delante de sus ojos, sintió como cada gesto gatuno reflejaba el hombre que danzaba entre dos extremos, aquellos ojos que lo habían mirado con ternura eran los mismos ojos que ahora parecían frívolos.

Robín sonrió con aquel gesto turbadoramente sensual como si todo aquello fuera un juego, al tiempo que jugaba con un cigarrillo entre los dedos, Gian los observó en silencio mientras le lanzaba un encendedor a robín, él lo atrapó en el aire y encendió el cigarro sentándose con elegancia y soltura en una de las sillas de piel. Luis metió sus manos en los bolsillos del pantalón sintiéndose un espectador frente a una puesta en escena, mordiéndose los labios al preguntarse ¿Qué papel interpretas robín? ¿Finges tu ternura al estar conmigo o tu cinismo al estar con él?

- Adelante Robín, y cierra la puerta – le dijo Gian mientras soltaba el humo de un puro; el cuerpo de Luis se deslizó dentro antes de que se cerrara la puerta, rodeando con el brazo derecho los hombros de robín haciéndole sentir su apoyo y compañía aunque parecía bastante evidente que Robín no necesitaba ningún tipo de apoyo. Gian los observó con aquel gesto inmutable, dejando el puro en el cenicero mientras con la mano le indicaba que tomara asiento – antes que inicies con tus justificaciones quiero recordarte que no hay nada que deteste mas que los dramitas en el trabajo. Se los he dicho siempre… – Robín asintió arqueando una ceja con chulería, como si no tuviera la menor idea de lo que se refería, Luis lo miraba disimuladamente esperando que dijera algo pero robín sentía como las olas de acciones pasadas erosionaban su mente cada que regresaban los recuerdos… había pasado tanto tiempo siendo el verdugo que se le había vuelto indiferente el terror de los acusados, del cual se había hecho consiente en ese instante cuando él era quien ocupaba ese lugar. Gian continuó hablando sin dejar de fumar – ¿me puedes explicar de forma rápida y concisa qué demonios pasó con el contrato de los Oliveri? Entiendo que Damián ha estado teniendo un comportamiento bastante travieso. Robín movió su hombro deshaciéndose de la mano de Luis mientras sacaba el aire en un suspiro de alivio que fue imperceptible para los demás…

- Damián es un niño Gian, se dio cuenta que Gustavo Oliveri esta enamorado de él y quiso jugar un poco para ver a donde llegaba… no algo de lo que valga la pena preocuparse – dijo Robín exhalando el humo por la nariz con un gesto indiferente, que le causó a Luis un terrible escalofrío

- El viejo Oliveri no opina lo mismo, quiere sacar a Gustavo de la mesa directiva y eso no nos conviene… El viejo esta desesperado, o al menos tiene que estarlo para pedirme que intervenga. – continuó diciendo Gian.

- Déjamelo a mi… yo lo tranquilizare. – dijo Robín encogiéndose de hombros – se lo que le gusta al viejo… le puedo enviar algunas amenidades que le encantaran para que tranquilice sus nervios – dijo asentando en el escritorio un pequeño frasquito con píldoras amarillas que Luis miró con un gesto de pánico como si fueran acido corrosivo, Gian tomó el frasco examinándolo con una sonrisa y un brillo demoniaco en los ojos

- ¿son las nuevas? – preguntó mirando a Robín con un dejo de satisfacción. Luis cruzó los brazos sintiendo el deseo de salir corriendo, se había quedado sin palabras.

- y en cuanto a Damián… lo de ellos un enamoramiento de escuela no es motivo de preocupación padrino, no creo que haya necesidad de alterarnos por ello… Pero me alegra que eso le haya traído aquí, tenia tiempo que lo le veía, y moría por ver su cara cuando examinara estas cifras – exclamó mientras le extendía un pequeño USB rojo que Gian conectó en la computadora reprimiendo una risa. Robín miró de reojo a Luis dedicándole un guiño mientras Gian analizaba en silencio el contenido de los archivos. Luis rehuyó su mirada sintiéndose asqueado.

- Robín… ¡valla! me tienes impresionado – exclamó luego de unos minutos – no creí que las cosas fueran a dar frutos tan rápido – comentó mirándolo con aprobación haciendo que robín sonriera apagando su cigarrillo y colocando otro en sus labios. – y ¿Cómo vas con el asunto del club?

- Hoy en la noche tengo una cita con el dueño, mañana a primera hora te doy una respuesta.

- Excelente – Gian sonrió reparando en Luis por primera vez desde que habían iniciado la conversación, se dirigió a él en un tono grave con un toque de hilaridad – espero que estés haciendo un buen trabajo cuidando de este niño, que vale todo su peso en oro. – Luis asintió mirando a Robín deseando salir de ahí lo más pronto posible.

- Más que solo un buen trabajo, Luis ha estado cuidándome intensivamente – dijo guiñando un ojo – aunque las puterías son solo para cuando el trabajo está listo…

- Es lo bueno de cuando haces del placer tu principal negocio… – sentenció Gian y Robín asintió fumando lentamente con una sonrisa cínica en los labios, el humo que salió de sus labios se elevó en una suave espiral que Luis siguió con la mirada cuestionando su propia resistencia mientras aferraba sus brazos musculosos a los brazos de la silla de piel, mientras en su interior libraba una batalla campal.

Casa de Javier

(Car) Nadie persigue por su gusto una utopía. Mucho menos ahora cuando todas las energías utópicas, al parecer, se han desgastado.- El filo de las palabras crueles dichas con amabilidad son de las pocas cosas que de verdad me desgastan… Nunca me había sentido tan humillado como en ese instante, sintiendo los latidos desbocados de mi corazón, percibiendo como la sangre se aglomeraba en mis mejillas dejándolas rojas, y quiero aclarar que nunca me he considerado inseguro, pero las palabras duras de la gente hacia mi persona, tienden abrazarme de forma completa, en algunas cosas me sirven de impulso, otras me son indiferentes, y algunas muy escazas me hacen cuestionarme, es como dice Javier: “te llenan de aire la cabeza”, desde el maldito instante en el que acepte embarcarme en esta locura, no he dejado de preguntarme ¿Qué demonios estoy haciendo? A mis casi 18 años y sin ser nada feo, perfectamente puedo conseguir a cualquier chica o chico, si ese fuera el caso… pero es él. Simplemente es él, con todo lo que para mi representa… su mirada con toda la fuerza de esos ojos verdes, su sonrisa cuando me mira de forma espontanea, su capacidad de hacerme gritar cuando hacemos el amor, y lo estúpidamente feliz que me siento cuando compartimos algo simple; hay veces en que el simple hecho de sentir que me roba un beso en la calle, hacen que todo mi sistema nervioso entre en estado critico, y no puedo evitar dejar de pensar que esto de estar a escondidas es genial porque tiene cierto toque de adrenalina… ¿pero?… como el agua del rio que se estrella repetidamente en una roca, tarde o temprano la despedaza, creo que así es el amor oculto, lentamente despedaza, sin que la culpa sea del agua o de la roca, es simple causa y efecto… solo nos queda crear un nuevo cause para este rio…

Y cuando lo siento así, pegado a mi… entrelazando sus dedos con los míos… pienso “maldito bastardo, te has colado hasta lo mas profundo de mi alma. Eres mio ahora así como yo soy tuyo… con todo lo que eso implica”

- Sin importar lo que pienses, para mi lo mas importante en este momento es tu salud – decía la tía Marcia, lanzando una mirada agresiva a Car y Javier que en silencio observaban a las hermanas discutir, en ningún momento se habían soltado de las manos brindándose mutuo apoyo – aun estas delicada de salud… y es por eso que me parece de muy mal gusto que te calienten la cabeza con sus… cosas, y sobre todo en plena cena de bienvenida.

- No tiene nada de malo que Javier quiera presentar formalmente a su… pareja – afirmó su madre mientras tragaba saliva con la voz temblorosa pero con una mirada que no dejaba dudas acerca de la convicción con la que brindaba apoyo a su hijo. – no me calientan la cabeza, y por el contrario, agradezco mucho a Car que se haya pasado estos días visitándome y apoyando a Javier.

- Si… apoyando. – con unos sutiles y graciosos movimientos tomó su abrigo de la silla, no sin antes desviar otra mirada amenazadora a los chicos – ya sabes que pienso de todo esto, pero no seré yo quien te diga como educar a tus hijos… – afirmó Marcia dándole un beso en la mejilla, mientras se dirigía a la puerta flanqueada por car y Javier.

- Tía Marcia – exclamó Javier abrazándola antes de que ella saliera por la puerta – lamento hacer que te preocupes… como hermano mayor se lo que significa querer proteger a tu hermanita… te entiendo, gracias por cuidar siempre de mi mamá, para mi también lo principal es su salud… por ello es mejor que sepa la verdad, conozco a mi mama y le dolería mas si yo le ocultara algo tan importante… no es un capricho ni una confusión, es la persona a quien he amado desde que tengo memoria… y si te digo esto, no es para que nos justifiques, si no para que nos entiendas y si no puedes tolerarlos, esta bien lo entiendo, no te pido que lo hagas… pero respétanos tía… te lo pido por el gran cariño que te tengo.

Marcia lo miró sin saber que contestarle, esos ojos verdes con toda la imprudencia de la juventud la atravesaban como si se tratara de un velo que se rasgaba ante el filo de una navaja, asintió porque no sabia que responderle y cruzó el umbral con un vacío en el pecho que impedía respirar… un niño que podía hablarle así… con aquella calma, con aquella paciencia en deslizar cada una de sus palabras con sutileza, como perlas en una bolsa de seda…

Departamento de Robín

- ¿me quieres explicar que demonios fue todo eso?, de verdad que no logro comprender como puedes… como finges, ¡que sangre tan fría la tuya! ¡carajo!… me pides que confíe en ti… pero veo esto y siento que venderías tu propia alma con tal de mantener a Gian tranquilo… – explotó Luis, sin lograr ordenar sus ideas, dejando que brotaran de sus labios como una fuga.

- ¿tengo otra opción? – preguntó Robín mirándole fijamente con una sonrisa fría en los labios, parecía un gato a punto de atacar, y la piel aceitunada vibró mientras respiraba pausadamente. – me reclamas… pero es en ti en quien no se ¡si puedo confiar. Te vi ahí adentro, a punto de huir nuevamente… es fácil ¿no? ¡huir de la situación dejando todo al carajo! – dijo Robín con una ira sosegada, sin exaltaciones, cada frase era un corte limpio, sin ambages, sin titubeos, diluyendo su ira con meticulosidad, mientras Luis exaltado, quitaba la camisa secándose el sudor con ella.

- ¡Eso son patrañas y lo sabes! ¡NO hay nada que te pidiera que hicieras que no estaría dispuesto a hacer por ti! – dijo acercándose a él y empujándolo contra la pared, Robín sintió el ímpetu de los poderosos músculos de Luis estrellándose contra su pecho, haciéndolo retroceder contra la pared de la pequeña pieza que era la salita de su departamento. Luis tenía las venas de los brazos marcados y podía verse un hilito de sudor rodando desde su pecho hasta su abdomen, la furia le teñía el rostro de un delicioso tono carmín que a Robín se le hizo exquisito, parecía un toro: Fuerte, viril, peligroso e indómito. Sabia que esas embestidas de ira eran suculentas cuando se trataba de destilar pasión, pero cuando lo que se destila es el veneno de las palabras duras, es fácil confundirse. – ¡Maldita sea Robín, todo esto para ti por lo visto es un maldito juego, un… un negocio, tu solo amas jugar con nosotros y manipularnos a tu antojo.

- ¡eres un idiota Luis!

- ¿Dónde esta el chico dulce y cariñoso que me da un beso en la sien mientras hacemos el amor? – dijo empujándolo con mas fuerza contra la pared, sin que robín moviera un musculo para defenderse – ¿Quién eres en verdad? Finges conmigo o con el. – bramaba Luis empujándolo repetidamente contra la pared, mientras robín con el seño fruncido lo miraba amenazadoramente sin alterarse.

- Con ninguno de los dos – grito Robín dejando de lado su aparente calma y usando el peso de Luis en su contra para hacerlo retroceder. – así soy yo, es mi maldita naturaleza… ya deberías conocerme y si me amas deberías saber que es con pros y contras – dijo con fiereza haciéndole una zancadilla que hizo a Luis perder el equilibrio y caer de espaldas en el sofá. Robín se trepó hincando las rodillas en el asiento, aprisionando a Luis su cuerpo entre su piel olivácea y el respaldo del sofá. La montaña de músculos de su torso, subía y bajaba agitadamente temblando ante la proximidad de Robín – ¿no me pedirías que hiciera nada que no estuvieras dispuesto a hacer por mi eh? Veamos si es verdad…

Luis tardó demasiado en comprender a lo que se refería, en esos momentos de duda Robín se separó de él haciendo que su cuerpo girara quedando con el pecho frente al respaldo del sofá, y fue hasta que sintió sus manos bajándole con rapidez el pantalón deportivo y el bóxer hasta la rodilla que supo a que se refería.

El temor no tardó en llegar a Luis haciéndolo forcejear contra el cuerpo de Robín que aun siendo atlético y marcado era mucho menos musculoso que él, pero estaba en una prisión psicológica, y Robín fungía a la perfección su papel como dueño de sus pensamientos, limitándole significativamente la opción de dudar.

- Te voy a enseñar a amarme… a amarme de forma bifrontal, como se ama el placer y el dolor al mismo tiempo, así me amaras a mi, no con tu amor hipócrita que solo quiere mi ternura, si no con un amor pleno que busca mi dureza y crueldad tanto como mi cariño y dulzura. – Robín le murmuraba aquellas palabras al oído, deslizándolas como mantequilla, Luis notó que tenia la boca seca cuando Robín rozó sus labios húmedos contra su nuca. Sabia que si impulsaba sus brazos con el respaldo del sofá, no le tomaría nada derribar a Robín, ya que era mucho mas fuerte que él. Pero no sabia si eso era lo que en verdad deseaba, bajo la cabeza rindiéndose ante la posibilidad de huir y desorientado por los besos húmedos que bajaban desde su nuca hasta la punta de sus nalgas. Abriéndolas, estrujándolas y dándole pequeñas palmaditas que resonaron con aquel peculiar sonido de piel contra piel.

- Ro… ve despacio… por favor. – murmuró Luis aferrándose con fuerza al respaldo del sofá, sintiendo como Robín le abría aun mas las piernas humedeciéndole con la lengua la hendidura de sus nalgas.

- No te prometo nada – respondió Robín con cinismo y Luis casi pudo imaginarse perfectamente la sonrisa que tendría dibujada en los labios, mientras le comía aquel pequeño agujero. Luis desconocía aquellas sensaciones por lo que jadeaba aferrado al respaldo concentrándose en el placer para poder dejar de lado el miedo. Robín intentaba penetrarlo con su lengua pero Luis estaba tan tenso, poniendo tanta presión en las piernas, que Robín tuvo que reprimir una risa para no herirle el orgullo, era evidente que era la primera vez que se encontraba en aquella situación – Luis, si no te relajas será peor para ti – exclamó dándole un sonoro cachete en la nalga derecha que lo estremeció, haciéndolo que se obligara a si mismo a liberar la tensión que lo hacia contraer los músculos, facilitando en gran medida las acometidas que Robín hacia con la lengua. Luis bajaba la cara, aun sabiendo que Robín no lo miraba, ya que se sentía mas expuesto que nunca antes en su vida.

La lengua de Robín se retiró durante un momento y Luis escuchó el sonido de la hebilla del pantalón tocando el piso, lo que mandó su relajación directo al abismo, tensando cada musculo de su cuerpo. Robín lo notó al volver a colocarse detrás de él, emitiendo un especie de gruñido que bien pudo traducirse en un… “te lo advertí”, con la mano derecha le acarició el cabello a Luis, deslizando sus dedos hasta su mejilla y luego hasta su boca. Luis comprendió humedeciéndole los dedos lo mejor que pudo, esperando sentir entre sus piernas la humedad de la saliva que había brindado, pero se equivocó, en lugar de ello sintió el calor del miembro latiente y duro de Robín abriéndose paso dolorosamente dentro de él. Robín se deslizó dentro de el presionándolo con fuerza ya que Luis estaba tan tenso que era casi doloroso penetrarlo, y casi reconsideró el continuar imaginando que debía ser millones de veces mas doloroso para Luis, pero hasta cierto punto aquel dolor que hacia que la piel de Luis se encontrara tan erizada, lo excitaba como nunca antes.

Luis respiraba hondo intentando controlar su respiración mientras recibía con humildad el miembro que lo abría en dos, aferraba sus dedos al cuero del sofá que se encontraba húmedo de su sudor, mientras sentía su piel abriéndole paso dolorosamente al miembro viril de Robín.

- Por favor

- Por favor ¿Qué? – dijo acariciándole la mejilla con una ternura indescriptible, aunque su voz seguía teniendo ese timbre cruel tan característico suyo – será tan difícil como tu lo decidas, deja de tensarte y abandónate, relájate. – la última palabra era un imperativo que puntualizó dándole otra nalgada. Luis respiró hondo liberando la tensión de su cuerpo una vez más. Tan pronto robín sintió que la resistencia de luis cedía, aprovecho para en un impulso penetrarlo por completo en una rápida y brutal estocada que arrebató de los labios de luis un gruñido gutural que casi se convirtió en grito. Aquello enloqueció por completo a robín que recorría con violencia el cuerpo de Luis, deleitado con la musculatura y la dureza viril que brillaban bajo una leve capa de sudor, respiró hondo con la nariz pegada a su nuca aspirando su olor y percatándose que Luis era considerablemente más alto. Tomo un impulso sacándole la verga hasta la mitad para volver a meterla con más fuerza, comenzó a embestirlo salvajemente, aprisionando aquel cuerpo duro y musculoso contra el respaldo del sofá, asfixiado con la marea de gruñidos que emitía luis y crujidos del sofá deseo tener un espejo para poder verle el rostro.

Aquel estrecho y momentos antes virginal agujero le aprisionaba el glande deliciosamente, mientras bombeaba con toda la potencia de sus caderas aferrando sus manos a sus hombros, acariciando sus pectorales y sus brazos que se aferraban al borde del sofá. Luis arqueó la espalda sintiendo el pecho desnudo y caliente de robín contra él, sintió como sus fuerzas lo abandonaban mientras pensaba “es él… estará bien mientras sea él, con nadie más podría hacer esto” cerró los ojos bajando la cara, dejando que aquellas manos firmes y duras le recorrían la piel, una de ellas se aferró a su cadera para tener mayor impulso con cada una de las colosales embestidas mientras la otra comenzó a estimular su pene, aprisionándolo y jugando con el hasta ponerlo a punto. Su piel estaba erizada, hastiada de sensaciones tanto placenteras como dolorosas, Robín lo notó y saliendo de él suavemente, lo tomó por los hombros girándolo, se puso de pie, mientras Luis se sentaba en el sofá, recuperando el aliento y casi de inmediato se sentó sobre el a horcajadas extendiendo sus brazos alrededor del cuello de Luis,, cuando las miradas se encontraron buscaron sus labios besándose con locura.

Robín tomó el duro glande de Luis guiándolo cariñosamente a la entrada de su ano, cuidando de no bajar de golpe para alargar lo más posible la dolorosa sensación de abrir su carne para recibirlo. Cuando lo tuvo dentro se dedicó a cabalgarlo, moviendo sus caderas con maestría sin dejar de besarlo, Luis lo abrazaba con timidez, entonces Robín se percató de que las mejillas de Luis estaban surcadas de lágrimas y se sintió como un monstruo, aquella montaña de músculos estaba rendida ante sus besos lo que le hacía darse cuenta que, había consentido, porque de querer negarse no le hubiese costado nada reducirlo. Con aquello en mente subió la intensidad de las cabalgadas, haciendo que ambos explotaran casi al mismo tiempo, bañándose de fluidos y sudor. Luis lo abrazaba al terminar besándole el cuello sintiendo como el semen de ambos se escurría entre sus piernas.

- Te amo – le susurró al oído de Robín – bicameral o bicoleidal o como se te de la pinche gana, te amo…

- Bilateral.

- Ridículo…. Como sea… te amo.

espero que les haya gustado! hasta la proxima semana!! no olviden ponerme sus comentarios y gracias por esperarme! sois los mejores

se despide con cariño! su esclava Aliliah

Grita, que nadie va a oírte

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Ronronronronronronronronnn…. Las lavadoras no dejaban de traquetear al unísono en el cuarto de la lavandería, produciendo un sonido aburrido y relajante. Al menos a él le gustaba mucho. Virgo solía poner las lavadoras por la noche para aprovechar las tarifas nocturnas, y porque así era menos aburrido. Al día siguiente, cuando se levantara, la ropa estaría ya lavada y seca, sólo tendría que sacarla, embolsarla y repartirla entre sus dueñas. Ahora que todas las lavadoras estaban en funcionamiento, él podía irse a dormir tranquilamente a su apartamento. No estaba lejos de la lavandería, pero tenía que cruzar el parque. En verano no le importaba, anochecía más tarde y aunque tuviese que volver ya de noche cerrada, siempre había luces y gente, por tarde que fuese… en invierno era otra historia. Como el parque era menos frecuentado en esa época del año, para ahorrar, las luces las apagaban como a las ocho y no había nadie por allí. Ni siquiera parejitas pegándose el lote.

“Por las mismas, tampoco tiene porqué haber ningún atracador ni nadie malo…” pensó Virgo echando a andar, subiéndose el cuello de la cazadora y metiendo las manos en los bolsillos del vaquero. Hacía frío, pero el trayecto no era largo, apenas diez minutos a pie, lo que tardaba en cruzar el parque y llegar al otro edificio, donde se alojaban los estudiantes de género masculino y él tenía su vivienda. Lo único malo era eso, cruzar el parque… Pero no había otro medio de llegar, más que saliendo por el camino principal de la Universidad, salir de ella, llegar hasta el Instituto con el colindaba, cruzar el aparcamiento, salir a la calle, rodear todo el complejo y volver a entrar por el otro lado y caminar hasta su casa, lo que se ponía en dos horas a pie. No era una buena idea.

Pronto las luces del edificio donde estaba la lavandería se perdieron entre los árboles del parque a medida que avanzaba a buen paso, dejando sólo oscuridad y silencio a su alrededor. Conocía bien el camino, pero aún así tenía miedo de despistarse, el parque no era pequeñito precisamente. Sólo lo acompañaba el sonido de su propia respiración, hasta que le pareció oír algo a su espalda. Se volvió. Naturalmente, no había nada ni nadie. Recuperó la dirección y siguió andando, con el oído atento. A su espalda, las hojas se movieron.

“Sólo es el viento, nada más, sólo eso…” se repetía Virgo girando la cabeza cada poco rato, reprimiendo el impulso de echar a correr, pero apretando el paso. Era sólo su imaginación, solamente su imaginación, pero le parecía que tenía a alguien detrás… o a algo. No por nada en realidad, sólo era una especie de sensación incómoda, la intuición de que alguien le estaba vigilando. Casi le parecía oír pasos y se paró en seco.

Silencio. Sólo silencio. Ni siquiera soplaba viento, todo estaba quieto. Virgo dejó escapar una sonrisa de alivio, cuando oyó un crujido, como si alguien acabase de pisar una rama seca y se volvió hacia el sonido. No lo veía. No podía oírlo, pero estaba ahí. Fuese lo que fuese, ahí estaba, acechándole. Virgo echó un pie atrás, lentamente. “No es nada… una castaña que se habrá caído del árbol, o una ardilla que se ha movido”, pensó, pero ni él mismo se lo creía.

-¿Hola…? – dijo vacilante. “Si es un animal, no va a contestarme, huirá. Si es alguien que se ha perdido, saldrá. Y si es un vagabundo que duerme por aquí, me mandará a freír espárragos”. Nadie contestó. Una vez más, no se oyó nada, y Virgo llegó a convencerse de que no había nadie allí. Conservando la vista fija en aquél punto, echó a andar hacia atrás, y empezó a volverse para seguir su camino.

“Ya lo ves, no era nada. No hay porqué tener miedo”. Podría haberle quedado bien la frase, si no hubiera oído un salto amortiguado y una risa baja a sus espaldas; ahora sí que ya no había duda, Virgo emitió un gemido y echó a correr sin mirar para atrás, oyó claramente que la risa se hacía más audible y algo lo perseguía a grandes saltos, trastabilló, alargó la zancada todo lo que pudo, esquivando los árboles, mientras la risa se hacía más aguda, y entonces algo grande y pesado le cayó en la espalda, tumbándole de inmediato.

-¡No! ¡NO! – gritó, pero la criatura lo inmovilizó con maestría y su risa baja y cruel resonó directamente en sus oídos. Las piernas de Virgo temblaron y un gemido se le escapó del pecho cuando sintió una lengua tórrida lamer su oreja y su mejilla.

-Te pillé. Te gané otra vez. – jadeó su captora a su espalda, frotándose contra él. Virgo sonrió y tembló, a medio camino entre los nervios, el alivio y la excitación. Ella le dio la vuelta bruscamente y le agarró de las muñecas.

-Ho-hola, Ju-Ju-Junior – a Virgo le molestaba ser un poco tartamudo, pero por alguna razón, a Junior le encantaba su defecto, y rugió baja y profundamente, enseñándole los colmillos, para mostrar su aprobación. El joven lavandero dejó escapar una bobalicona sonrisa cachonda, enseñando sus dientes, con los incisivos un poco grandes y su mandíbula saliente. Coral, Junior como la llamaban para distinguirla de su madre, estaba completamente desnuda sobre él, frotándose sobre su cuerpo, que empezaba a reaccionar. Le sujetó las muñecas con una sola mano, y con la garra libre le acarició la cara y después le abrió la cazadora lentamente y con toda suavidad, desgarró su camisa de cuadros de arriba abajo – Haaaah… te he echado de menoooos….

Virgo no podía explicarse por qué, pero Junior, la chica “puro sexo”, la “cosa salvaje” de la Universidad, se había encandilado con él, y lo cierto es que podía ser muy bestia, pero no sabía qué tenía que… cuando empezaba a rasgarle la ropa, a morderle, incluso cuando se le iba la mano y le hacía sangrar, su placer subía a cotas que él no había creído posibles. La joven sonrió y agarrándole de nuevo con las dos manos, se agachó y le besó el pecho, lamiéndole el vello, mordiéndole los pezones. Virgo gritó entre risas y sus caderas se movieron solas, ¡quemaba! Él había estado con unas cuantas chicas, y todas solían tener la boca caliente, sí, ¡pero la de Junior quemaba como un fogón! ¡Y era estupendo!

-¿Te gustan los besos…? – jadeó ella, con su voz ronca y baja – ¿Te gustan los mimitos y las caricias, Roy….? – Virgo asintió. Se llamaba Rodrigo, pero desde adolescente le habían colgado el motecito de Virgo por su signo zodiacal y su poca suerte con las chicas, pero cuando estaban juntos, ella le llamaba Roy, no Virgo. Era la única que le llamaba así, y le gustaba, le gustaba mucho dejar de ser virgo por un ratito – Vamos a darte mimos…

Él asintió, incapaz de hablar, notando que el botón del vaquero corría el riesgo de salir disparado de un momento a otro, sintiendo, pese a la gruesa tela, la humedad de ella. Junior le soltó los brazos para acariciarle el pecho, y Roy puso los ojos en blanco de gusto cuando sus manos le tocaron y sus afiladas uñas le arañaron suavemente el pecho. Lo hacía con toda suavidad, muy lentamente, pero eran afiladas como agujas y dejaban marcas rosadas en su piel, y cada reguero era una tortura de pasión y placer. “¿¡Cómo lo hace?!” pensaba Roy “Dioooos, tengo ganas de que me destroce la piel, de que me atraviese, de que me desgarre…”

Junior se divertía viendo cómo el deseo crecía en su amante, y bajó más aún. El bulto del vaquero palpitaba, la joven agarró el cierre y pegó un tirón seco de él, arrancó el botón y rompió la cremallera. Roy emitió un grito tartamudeado de placer y notó que estaba babeando de ganas, mientras sus manos crispadas agarraban la hierba del parque a puñados. A Junior le hubiera gustado lamer el apetitoso regalo que acababa de desenvolver, pero ella también tenía ganas, muchas ganas, retiró el soso slip blanco y se dejó caer sin previo aviso sobre su polla erecta y ansiosa.

-¡AAaaaaaaaaaah….! – La joven gritó sin contenerse lo más mínimo, y aunque más ahogadamente, su compañero no le fue a la zaga. Roy sabía que Virgo estaba pensando que aquello era una locura, que alguien podría oírlos y él estaría poniendo en apuros la reputación de una señorita… pero Roy estaba muy ocupado gozando como un loco del sexo ardiente de Junior, qué caliente estaba, ardía como ardía su boca, era increíble… podía notar los flujos de ella deslizándose por su piel mientras ella botaba entre risas y grititos de gusto. – Tócame – ordenó, y le cogió de las manos para llevarlas a sus pechos.

“Me gustan muchísimo sus tetas, un montón” pensó con torpeza mientras se las apretaba. Las chicas siempre le habían dicho que no sabía acariciar, que era un bruto, motivo por el que, para las pocas novias que había tenido, se había llevado infinidad de bofetones, pero a Junior no le iban las caricias suaves, ella sólo deseaba que la apretase como si estuviera exprimiendo naranjas, y Roy sonreía mientras las estrujaba con fuerza hasta dejarle los dedos marcados. Le pescó los pezones y se los retorció.

-¡AAAAH, SÍ, CABRÓN! – Rugió. Junior no era una chica fina precisamente, “pero le gusto. No sé porqué, pero le gusto, y creo que mucho… aaaah… cómo me aprieta”. La joven tensaba los músculos de su sexo, masajeando el miembro de Roy, sin parar de saltar sobre él, cada vez más rápido y más desaforadamente.

“No… no voy a aguantar mucho así…”. Roy notaba cómo el placer se agolpaba en la base de su polla, cómo el dulce picor se iba haciendo más intenso a cada embestida de ella sobre él, pero también los jadeos de Junior se hacían más roncos y profundos cada vez, no le quedaba mucho. Roy le apretó los pezones y estiró de ellos, y su amante dio una convulsión, sus muslos le atenazaron con tanta fuerza que se quedó sin respiración y se dejó caer con más fuerza sobre él.

Roy notó que el placer le venía y no podía hacer nada por contenerlo, le vencía y una agradable explosión vació sus testículos, su semen fue casi aspirado por Junior y sus caderas se elevaron en golpes, mientras el placer, el maravilloso placer se extendía por su cuerpo, recorriendo su espina dorsal y haciendo temblar sus piernas mientras él se vaciaba y Junior se contraía sobre su polla, gozando, tiritó y un profundo aullido de placer pareció romper la noche en pedazos.

Los dos jadeaban, recuperando la respiración. Junior se había dejado caer sobre el pecho de Virgo, y éste, con una atontada sonrisita de satisfacción, la abrazaba y acariciaba la melena negrísima y brillante. “Tiene cola… se ha relajado mucho hoy, si no, no le habría salido la cola, ¿eso será que le ha gustado más que otras veces…?”. Las primeras veces, a Virgo le había dado miedo, luego le produjo curiosidad… ahora ya se había acostumbrado. Junior era una licántropo. Es cierto que eso, le hacía ser un poco más salvaje que otras chicas. Más apasionada, más promiscua también, “pero de momento, está conmigo, y mientras estemos bien, no usará a otros machos”. Eso, se lo había dicho la propia Junior, y Virgo sabía que no le mentía, porque nunca lo había hecho. Si le había dicho la verdad sobre su condición, ¿por qué iba a ocultarle si tuviese otros amantes? Es cierto que Virgo, aunque a veces le llamasen gusano, no tenía nada de licántropo, y no tenía idea de a dónde iba esa relación, si es que iba a alguna parte, pero de momento, los dos lo estaban pasando bien… ¿qué sentido tenía hacerse preguntas?

Un fin de semana difernete

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Ustedes deben saber muy bien que la rutina diaria del trabajo es estresante en algunos más que otros pero igual te cansan, el salir por ahí a pasear, ir al cine, a comer, todo es una rutina, y a veces hay que hacer cosas radicales que no pensabas que se podían hacerse realidad para evitar esto y poder llegar a relajarse totalmente y salir de lo común; me llamo Alexander tengo 25 años y mi compañera se llama María de igual edad, ambos somos de Lima Perú, llevamos 3 años de pareja, una relación entre bien y mal, que llego a la rutina y a veces al aburrimiento, pero bueno…

Un día viene María y me dice que su amiga Jessica, del trabajo, nos había invitado a ir por el fin de semana a la casa de su novio, yo le dije que bien vamos, y así nos dirigimos a esa aventura, Jessica, Roberto María y yo.

Llegamos el viernes en la noche, era una casa más o menos mediana, con piscina, acogedora, bonita en general, solo tenía dos cuartos, una para cada pareja, nos instalamos y preparamos algo para comer, luego con el transcurrir de las horas, nos preparamos unos tragos y nos pusimos a conversar, una charla sobre trabajo y cosas así, nada importante, y nos fuimos a descansar, claro que eso de descansar fue solo un pretexto, ya que cada quien tuvo su noche de sexo, los cuartos estaban pegados el uno con el otro y se podía escuchar muy bien los gemidos de la otra pareja, creo que eso lo hizo excitante.

Nos levantamos tarde, de ahí nos metimos a la piscina, y ahí se inició todo, vi a Jessica en ropa de baño y se le veía muy bien, unas piernas y un culo espectacular, sus pechos no eran muy grandes pero estaban bien, me le quede mirando conchudamente, ella se dio cuenta ya que me miro y sonrió, por la otra parte, María no se quedaba atrás, ella también tenía unas piernas y un señor trasero, en si las dos se parecían solo que María tiene el cabello rizado y Jessica lacio, también me di cuenta como Roberto miraba a María, pero bueno eso creo que era normal, nos dimos un chapuzón y nadamos un rato, yo la verdad no era buen nadador y tampoco Jessica, en cambio María y Roberto si, así que ellos decidieron hacer una carrera, yo me quede con Jessica conversando, me pregunta si ya pensaba casarme con María, yo le dije que aún no, que era pronto, yo le pregunte lo mismo y ella me dijo que Roberto una vez le insinuó algo pero cree que aún les falta tiempo para conocerse mejor, luego me pregunto si yo era celoso y le dije que lo normal, y me dijo si me había molestado por como miraba Roberto a María, yo le dije que un poquito ya que creo que es normal, los ojos se han hecho para mirar, ella sonrió, y yo le pregunte si Roberto se había molestado por cómo le había mirado yo a ella, me dijo que Roberto no era celoso, y me dijo porque la miraba así? Acaso la parecía atractiva? Que pregunta que me hacía no?, yo sonríe y le dije, tu qué crees? Ella solo rio, en eso llegaban María y Roberto, de su carrera la cual gano Roberto, nos retiramos y fuimos a comer.

Ya cuando llegaba la noche nos pusimos a tomar, más que la noche anterior, y así entre risas y bromas decidimos jugar para pasarla bien.

Y a que jugamos? Nos dijimos todos, – juguemos a póker, dijo Roberto, me mire con María y dijimos ok, – y que apostamos dijo Jessica, – juguemos por diversión, apostemos 0.10 céntimos, claro solo para matar el rato.

Así estuvimos algo de 20 minutos, de ahí cambiamos de apuesta, – porque no jugamos que el que tenga la peor mano se tome un seco y volteado, todos estuvimos de acuerdo, la verdad que todos perdimos y todos tomamos hasta ya estar mareados, pero aun conscientes de lo que hacíamos, y ahí Jessica dijo,- creo que ya estamos mareados mejor apostemos otra cosa sino vamos a terminar mal y creo que eso no quiere nadie, porque no apostamos ahora prendas?? Roberto al toque dijo si, María y yo nos miramos por unos segundos no sabía que decir entonces ella respondió,- me parece bien yo solo dije bueno….

Y así empezamos a jugar, la primera en perder fue María, se quitó la blusa, de ahí perdió Roberto se quitó el polo, de ahí yo, me quite el short, después Jessica se quitó su polito, y así estuvimos hasta quedarnos en ropa interior, cuando llego eso nos miramos la cara y nos preguntamos seguimos? Entonces María dijo – no ya no, hasta acá queda el juego, entonces Jessica le respondió, – ay María no seas así, – no Jessica ya estamos llegando muy lejos, entonces Roberto dice – ya se y si nos tapamos los ojos? Así podríamos estar desnudos y normal ya que no nos veríamos, todos nos quedamos callados, entonces yo dije que sí que estaba bien, así no habría ninguna vergüenza, y Jessica le agrego, – pero así ya no podríamos seguir jugando póker, mmmmmmmmmmmmmmmmmmm, entonces simplemente desnudémonos, María me miro y yo con un gesto le decía que normal, entonces todos accedimos, nos tapamos los ojos con unas vendas y dijimos ya!!! Empecemos, y así se dio, los cuatro nos quedamos calatos, y la pregunta del millón y ahora qué??? Entonces Jessica se le ocurrió algo, – ey chicos miren yo les propongo algo, pero no sé si ustedes aceptaran, yo creo que para Roberto normal pero no sé ustedes, – dinos rápido; – porque no nos masturbamos??? – Que???? – Ósea miren les explico, ustedes están en un sillón y nosotras en otro, ustedes se mueven de lugar para que así no sepamos quien está en tal sitio y luego nosotras nos acercamos y los masturbamos y después ustedes a nosotras, lo excitante está en que no sabremos si lo estamos haciendo o no a nuestras parejas, a mí me parecía excitante pero no sabía que iba a decir María, me sorprendí y me excite cuando ella acepto seguramente por ya estaba algo excitada y con algo de trago en la cabeza, claro con el juramento que no nos íbamos a quitar las vendas de los ojos, tampoco que íbamos a hablar y cuando se termine la sesión cada quien volvería a su sitio y nuevamente cambiaria de lugar con el otro y otra hasta llegar a su lugar inicial y ponerse su ropa, todos aceptamos, pusimos una alarma para que sonara dentro de unos 10 minutos primero, y luego otra dentro de 20, los primeros diez para masturbarnos a nosotros y los otros 10 para masturbar a ellas y así empezó

La chica que me tocó a mí, se me acerco lo toco suave al principio como para conocerlo o reconocerlo, después empezó con el movimiento de arriba y abajo despacio y luego más rápido, pensé que eso sería todo pero nooo luego me estremecí cuando sentí su lengua en mis testículos, se me salió un suspiro, mmmmmm que rica lamida, y de ahí sentí como su boca llego a mi glande, que rico me lo estaba haciendo se lo metía y sacaba, y su lengüita ummm sabía muy bien lo que hacía, era una de las mejores mamadas que me estaban dando, en ese momento sentía que me venía cuando sonó el timbre, que era hora del cambio, entonces ella dejo mi verga, cambiamos de posición y comencé a bajar, le bese primero las piernas, luego poco a poco me fui acercando a su vagina, primero besaba a su alrededor mm que rico aroma a sexo sentía en esos momentos, de ahí me acerque a su rajita, y comencé a comérmela, y cuando llegue a su clítoris la chica comenzó a suspirar, su respiración se agito y sentí como vibraba de placer, seguí con mi trabajo, y mi mano comenzó a moverse, le introduje unos dedos en su vagina y comencé el entra y sale suavemente, con un dedo después con dos, no quise meter más por temor en hacerle daño si metía tres, de ahí comencé a bajar mis dedos y llego a su ano, que rico, sentir como su cuerpo se estremecía y ahí apunte mi leguita, le hice un beso negro que la maldita me jalo mi cabello, eso me dolió pero de ahí me éxito más, mi lengua estaba por penetrar su anito, y de pronto sonó la campana, me separe y me dirigí a mí mismo sitio, Roberto se me acerco y nos cambiamos de lugar para volver al mismo sitio y ponernos nuestra ropa interior por lo menos, de ahí Jessica dijo – ya??? Si dijimos todos, y nos quitamos las vendas, nos miramos sonreímos, en eso Roberto pregunto y que tal, y todos en coro dijimos, excelente!!!!!!!!!!!!!!1, nos reímos y cada quien se fue con su pareja a su habitación, esa noche al hacer el amor con María, a pesar que fue una sola vez pero fue excelente como hace tiempo no lo disfrutábamos, nos quedamos dormidos y nos levantamos muy tarde al día siguiente.

Cuando nos levantamos, Roberto y yo nos fuimos hacer las compras, mientras María y Jessica se quedaron, se iban a meter a la piscina, por lo que me conto María después, esto fue lo que paso, se metieron a nadar un rato, de ahí se pusieron a tomar sol, se pusieron hablar un rato de lo que sucedió y dijeron que fue realmente excitante, el no saber quién era la otra persona hizo que las pusieran a mil, después de risas y más risas, Jessica le dice a María que la disculpe pero se iba a quitar el bikini que le gustaba tomar el sol desnuda, y le propuso a María que también lo hiciera, tras pensarlo María accedió y así las dos se quedaron como dios las trajo al mundo, después de unos minutos, Jessica le dice algo, María, mira me han dados ganas de tocarme espero que no te incomode si me toco ahorita, María se sorprendió por lo que le dijo pero Jessica le dice que era excitante hacerlo al aire libre, entonces comenzó a tocarse, e invito a María que lo hiciera también, María tras verla se animó, o mejor dicho se éxito también, y comenzó a tocarse, de ahí Jessica le pregunta – que tal? María le decía que muy bien, – jaja, y si te lo hago a ti? María dijo que?? Pero ya la mano de Jessica estaba en su vagina, María se quedó estática por unos minutos y luego solo se dejó llevar sentía el dedo recorrer todo su rajita y cuando estuvo en su clítoris comenzó hacer unos movimientos circulares que la llevaba a otro mundo, entonces Jessica agarro su mano y la llevo a su raja para eso ya María había perdido la timidez y así las dos se masturbaban mirándose a los ojos con la boca abierta, según María la excitación fue brutal y los gemidos y hasta pequeños grititos no se hicieron falta, se vinieron casi al mismo tiempo, acabaron y no se dijeron nada, se pusieron el bikini y justo en esos momentos llegábamos Roberto y yo

Nuestra charla fue pues sobre lo que paso en la noche anterior, – la verdad que fue muy buena la sesión de anoche no crees? me dijo Roberto, – sí, fue excelente, nunca olvidare lo sucedió , – si pues pero esto aún no acaba, yo lo mire sorprendido, – ay vamos Alex no te hagas, yo sé que te gustaría tirarte a Jessica así como yo a María, no sabía que decir, me quede mudo, – que paso? No te gusto lo que dije? – Este no sé qué decir, es que nosotros, María y yo no somos tan liberales, – o por favor, no es cuestión de liberales o no, es solo cuestión de disfrutar del sexo al máximo, – no sé qué dirá María, – decir nada, no le comentes, estas cosas se hacen de frente, porque si la piensas ya fue, – bueno si se da normal, le dije al final, ya que después de todo no me desagradaba la idea de cogerme a Jessica, ahí quedo nuestra conversa y llegamos a la casa.

Ya estando preparando el almuerzo o cena mejor dicho por la hora que era, todo iba normal, conversando una que otra cosa y nada más, comimos descansamos hasta que digiera bien, y nos fuimos a la piscina, nadamos un rato, y nos dispusimos tomar algo en la piscina, entonces María salió del agua y se dirigió hacia la casa para sacar y preparar algo, también se salió Roberto para ayudarla, y me quede con Jessica en el agua.

María se subió encima de un repostero donde estaban los tragos no se porque se encontraban arriba, y así Roberto tuvo un panorama espectacular del culo de María que solo tenía su bikini que por cierto era chiquito tipo tanga pero que cubría algo de sus nalgas, entonces de pronto ella se resbala y cae para atrás pero afortunadamente estaba ahí Roberto, ella cayo a sus brazos y sintió como algo duro choco con sus nalgas, el abrazo por la cintura un rato, a lo cual María sonrió y se recuperó, Roberto le dijo, – María mejor deja que te levante para que puedas llegar arriba y sacar los tragos, ella accedió, entonces Roberto la alzo, sus brazos agarraron sus muslos y la levanto, María tenía el culo prácticamente al frente del cuello de Roberto, ella cogió los tragos y le dijo a Roberto – ya está, bájame, el comenzó a bajar lentamente, en esa bajada Roberto aprovecho la situación y sus manos rozaron los pechos de María y su culo sentido muy bien la verga de Roberto.

Ella voltio y lo miro, – eres un mañoso!!!! – jajaja, pero te gusto, se nota por tus pezones – nada!!! es por el frio porque eh salido de la piscina – ummm segura?? Yo creo que también es lo otro – jaja ya quisieras no? – la verdad si, pero bueno…..pero se que te gusto, María lo miraba con una sonrisa pícara y comenzó a caminar coquetamente hacia la mesa, Roberto la siguió y se quedó de tras de ella, se acercó y su paquete choco con su culo, María no dijo nada y siguió sirviendo y preparando las bebidas, María comenzó a excitarse y a mojarse su conchita, sin darse cuenta María derramo un poco de licor y se ensucio sus piernas, Roberto de inmediato trajo un trapo y comenzó a secarla, – gracias que amable eres Roberto, pero yo lo puedo hacer sola no te preocupes, – no nada que ver tu sigue en lo tuyo que yo te limpio, María le hizo caso, pero Roberto aprovecho la situación para tocar sus piernas poco a poco le fue sobando sus muslos y mas arriba – ey Roberto ahí ya no me cayo nada, – umm pero por aca esta mojado, no te preocupes que yo me encargo, entonces comenzó a tocar su vagina por delante del bikini – ahh ayy nooo que haces Roberto no sigas, Roberto no le hacía caso y seguía con sus movimientos, y de ahí María se transformó se puso delante de él y comenzó a tocar su rostro, su pecho, sus brazos y fue bajando hasta llegar a su miembro, mientras Roberto fue bajando su bikini de la parte de abajo lentamente como pidiendo permiso, María estaba tan excitada con esta rara situación de prohibido y de morbosidad , que las manos le temblaban al tratar de sacársela del pantalón, inmediatamente Roberto le quito la parte del bikini de arriba y se abalanzo sobre sus tetas, las masajeo y las chupo con vehemencia así estuvieron un rato, luego Roberto llevo su mano al clítoris de María sobándoselo y masajeándolo, de pronto introdujo uno de sus dedos e hizo que se estremeciera, luego metió dos, y María se empapaba toda, no aguanto mas lo tumbo a la mesa, agarro con sus dos manos la verga de Roberto y se me lo metió a la boca y comenzó a darle una mamada, que Roberto no demoro a suspirar, así estuvieron un rato ya que María estaba tan caliente que quería que se la metiera ya!!!, Roberto la puso de espalda y un poco inclinada sobre la mesa, y ahí se la comenzó a meter, en toda la cocina se escuchaba sus gemidos grititos suspiros, el movimiento fuerte que le hacía Roberto le encantaba a María que sentía que se venía pero Roberto seguía con su mete y saca

ayy Roberto!!! Sigue sigue…. le dice María, Roberto no paraba de moverse, María ya se había venido como dos veces cuando un gemido fuerte hacia venir de la verga de Roberto toda su leche, se quedaron pegados un rato y luego se separaron se limpiaron y siguieron con lo de los tragos, mientras en la piscina María y yo nadábamos un rato y de ahí nos pusimos a conversar

Es rico nadar de noche no?? – si tienes razón, ahí ella se sentó en la orilla cruzando sus piernas yo me quede embobado mirándola, ella sonrió y me dijo, – que miras?? – umm a ti, – jajaja si ya lo note, te gusto?? – pues claro como crees que no? – ósea te parezco atractiva? – si bastante diría yo – ummmm acércate, entonces ella se me subió encima como caballito así estuvo un rato y de ahí no se cómo hizo pero se puso a la inversa y me puso toda su vagina refregando en mi cara – sabes Alex nunca me han besado abajo bajo el agua quisiera saber que se siente? – ummm bueno siempre es bueno experimentar nuevas sensaciones – entonces ella se bajó y también su bikini de la parte de abajo – haber cuanto aguantas y baje y se lo comencé a chupar, asi estuve unos minutos y sali del agua, ahora te toca a ti, y ella de inmediato bajo y me lo comenzó chupar toda mi verga hasta que no pudo mas, – te gusto? Claro¡¡¡¡¡ahora terminemos lo que hemos empezado – ok pero en el agua no, ella salio y me dijo – Venga lista, métemela que no aguanto más.

Acerqué la cabeza de mi verga a su vagina y jugué un poco con sus labios mayores y menores, abriéndoselos con mi verga, empujando un poquito, pero sin penetrarla. Quieres que te meta de golpe? Si, si, rápido.- Tomaaaaaaa, Comencé a penetrarla rápido y se escuchó gritos de placer. Ahhh, siiiiii, que gusto, sigue, sigue Y así estuve en la orilla de la piscina, que rico era tirar con Jessica, venga empuja que me viene un orgasmo. Ahhhhhhhhh, ahhhhhh que gustoooooooo, Más, más, empuja, sigue, Ohhh, voy a correrme, ¿donde la quieres? Dentro mio no te preocupes que yo me cuido- ¿Seguro?, Siiiiiiii, segurooooo, – Venga, hay va. Siiii, dámela, córrete!!!!!!!!!!!! – Toma toda mi leche – Afff que gusto. Ahhhhh y me vine todito dentro, que rico polvo nos habíamos tirado, nos quedamos rendidos un rato luego nos recuperamos y nos pusimos la ropa de baño justo cuando entraban Roberto y María

- chicos llegaron los tragos ¡!!!!!!!

Hicimos unos brindis pero yo estaba full así que le dije a María que nos vallamos a la habitación ella accedió y ya saben lo que paso

Ya al día siguiente estábamos listos para retirarnos, el viaje de regreso fue normal con unos que otros comentarios y risas

Ya cuando nos despedimos quedamos en que deberíamos repetirlos

Se imaginan como seria la siguiente la salida???? Jajaja

Bueno espero que les halla agradado la historia esta no sera la primera espero sus comentarios a mi correo SANTRUV@hotmail.com para saber si estuvo bien o no o si tengo que mejorar en algo gracias de ante mano

MK Ultra Femdom

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Diario del esclavo #3117:

Poco a poco volvía a enfocar mi visión, las imágenes frente a mis ojos reaparecían poco a poco como a través de una densa niebla brumosa.

Los tendones de mis músculos se hallaban en total tensión. Mis reflejos obligaban a mi cuerpo a luchar por liberarse de su aprisionamiento. Me hallaba desnudo por completo, de rodillas sobre un duro piso de concreto gris, aprisionado entre dos tubos de acero empotrados al suelo, mis brazos y piernas estaban sujetos con gruesas cadenas conectadas a los tubos.

Me hallaba dentro de un gran patio interior descubierto, sin techo, de manera que el duro sol de mediodía me golpeaba de lleno sobre mi cuerpo desnudo. El perímetro de lugar estaba cerrado con altas paredes de bloques de concreto prefabricado, coronado con una hilera de amenazante alambre de púas. Todo el lugar era de color gris cemento, parecía ser una instalación industrial abandonada.

Inhalé una gran bocanada de aire por la nariz, me era difícil respirar por la bola de goma plástica que llenaba el interior de mi boca y que se sujetaba con una apretada tira de cuero negro al alrededor de mi cabeza.

Toda la piel de mi cuerpo se hallaba bañada en sudor. Sacudí la cabeza y enfoqué la visión frente a mí, poco a poco volvió la imagen con toda su clara nitidez.

Frente a mí se hallaba una atractiva pelirroja adolescente. Estaba vestida como si fuera una estrella de heavy metal. Con un top negro de tirantes que dejaba apreciar unos senos enormes y preciosos de piel sonrosada. El top a juego con una minifalda de cuero color negro formaban su atuendo, sus piernas iban enfundadas en medias negras y calzaba unas botas de combate, también de cuero negro, y de suela gruesa, las botas iban adornadas con guardas de acero, en especial las puntas, las cuales iban recubiertas con reluciente metal gris plata.

Ella apretó los puños, manteniendo la brazos en balance a ambos lados del cuerpo, llevaba muñequeras de cuero negro armado con metal que iban de las muñecas hasta los codos, sus manos eran finas y hermosas, las uñas de sus dedos eran largas y afiladas, e iban laqueadas en color rojo violento, eran del mismo color de su cabello, el cual lo llevaba ahora suelto y corto, con un salvaje estilo despeinado, cortado un poco arriba de los hombros.

Se plantó en posición de pelea, un pie atrás y otro adelante, frente a mí, a menos de un metro. ¡Diablos! ¡Sabía que no iba a poder resistir otro! Contuve la respiración. La joven pelirroja tomó impulso y me descargó una tremenda patada de lleno en los testículos, la punta acerada de su bota de combate se estrelló a toda velocidad contra mis genitales indefensos.

La explosión de dolor resultante ascendió por todo mi cuerpo. Era una insoportable sensación que ascendía por mi cuerpo empezando desde mi entrepierna hasta llegar a mi abdomen y más arriba.

Lancé un gruñido salvaje, amortiguado por mi mordaza, mientras apretaba mis mandíbulas, haciendo rechinar mis dientes que se hincaban con fuerza en la goma plástica.

Mi mente se nubló con un dolor espantoso. Athena era una experta y temible cinta negra en karate, claro que no era necesario que fuese una especialista en artes marciales para abrumarme de dolor de la cruel manera en la que me estaba castigando, dada la zona donde me golpeaba.

Mis pobres e indefensas bolas estaban amoratadas e inflamadas y me dolían de forma terrible. Estaban tan hinchadas que parecían del tamaño de melones.

La pelirroja se plantó otra vez, lista para soltar otra patada, tomó impulso y me asestó otro golpe directo a los huevos. Al golpearme su enorme crucifijo de hierro se agitó sobre su pecho, era el crucifijo gótico estilo cazador de vampiros que siempre llevaba consigo y que colgaba alrededor de su cuello con una cadena gruesa de acero.

-¡Suficiente, Athena! –Dijo la voz angelical de una joven chica.- Le vas a reventar las bolas… antes de tiempo.

La que había hablado era una diosa rubia de piel bronceada. Su nombre era Diana, una preciosa adolescente de apariencia tierna y que lucía aún más joven que la pelirroja, y la principal razón por la cual yo me hallaba ahora en la terrible situación en la que estaba.

Diana se paró junto a Athena, entrando en mi campo visual, de manera que pude contemplarla en todo el esplendor de su embargadora belleza juvenil.

Su cabello rubio lo andaba largo, liso y suelto, llevaba puestas unas grandes gafas de sol que cubrían sus ojos verdes esmeraldas. Vestía top y minifalda, ambos de algodón color blanco, y diminutos en talla, sus piernas desnudas, perfectas y bronceadas descendían torneadas y esbeltas. Ella calzaba sus acostumbradas sandalias negras tipo flip flop, de las que dejan los pies casi descalzos. Sus divinos pies reposaban en una suela negra gruesa e iban sujetos nada más por una cintita negra que pasaba entre los deditos pulgar e índice. Y eran unos pies exquisitos, la principal razón por la cual yo había perdido mi completa voluntad y me había convertido en un completo e incondicional esclavo de ella.

Con gran deleite habría accedido gustoso a pasar el resto de mi existencia postrado ante esa juvenil Diosa rubia, besando sin descanso sus hermosos pies.

La joven rubia se plantó junto a Athena con las piernas abiertas mientras sorbía por una pajita el té helado contenido en un vaso de papel que sostenía en una mano.

Yo sufrí una erección inmediata, a pesar del agónico dolor en mis genitales, al contemplar sus pies casi descalzos y sus piernas desnudas.

Había en total diez mujeres en el lugar. Todas agrupadas frente a mí, de pie bajo un canopy blanco que las protegía de los incineradores rayos verticales del sol de mediodía que me castigaban a mí.

Junto a Athena, del lado contrario de Diana, se acercó una belleza latina de negros ojos y largo cabello rizado azabache, su nombre era Ixchell.

Ixchell era alta y hermosa, vestía un muy elegante y a la vez diminuto y ajustado vestido rojo, con un tremendo escote que apenas contenía un par de enormes senos redondos de tersa piel morena. El vestido terminaba apenas cubriéndole por debajo de la cintura, de manera que incluso dejaba entrever el tanga rojo que la chica llevaba puesto, sus gruesos y fabulosos muslos de piel canela descendían en esbeltas piernas desnudas, y sus divinos pies calzaban sandalias rojas de tacón alto.

La Diosa morena se plantó sobre sus sandalias de cuero rojo de tacón alto, manos a la cintura, encarándome furiosa.

-¡Miren! ¡El perro ha tenido una erección sin que ninguna de nosotros le hayamos dado permiso! –Exclamó Ixchell con voz furiosa.

Era terriblemente joven y hermosa, como una súper modelo, como una princesa maya de ensueño.

-Supongo que no es su culpa. ¡Sin embargo eso se puede solucionar! –Repuso Athena.

Sin mayores miramientos tomó impulso y me descargó una nueva patada, mi espalda se arqueó, mis ojos se humedecieron mientras mi garganta seca emitía un graznido de animal moribundo.

Athena me había castigado antes de esta forma, obligándome a permanecer de rodillas mientras sus lindos y sonrosados pies descalzos me golpeaban los testículos sin descanso. Ahora bien, comparado a lo que me hacía en esos momentos con sus botas de combate recubiertas con acero, las patadas de sus pies descalzos habrían parecido más bien tiernas caricias.

No obstante las patadas a los testículos me resultaban insufribles siempre, no había manera de que me pudiera acostumbrar, sin no importar cuantas veces me lo hicieran.

-¡Ya! ¡Dije que suficiente! –Dijo Diana.- ¡Mira como le has puesto las bolas! Las tiene como globos inflados y se le están poniendo de un color negro azulado. No nos servirá de nada si se las revientan ahora.

Diana volvió a ver a un lado, hacía las otras chicas más que se hallaban en el patio.

Había otra rubia espectacular, una chica alta de cuerpo esbelto y sensual, la cual calzaba botas de cuero blanco estilo vaquero y llevaba una diminuta minifalda, también de cuero blanco, el resto de su ropa lo conformaban la parte superior de un bikini rosado pálido que cubría sus grandes senos y una chaqueta corta de piel a juego con la minifalda y las botas, como complemento llevaba guantes blancos y un sombrero vaquero.

El nombre de la alta belleza rubia era Sedna.

Colgando del cinturón de la Diosa vaquera Sedna se hallaba arrollado un temible látigo negro, hecho de cuero, grueso y largo, estilo de domador de fieras salvajes.

A un lado de Sedna estaba un bella joven asiática. La muchacha poseía una tersa piel blanca como de porcelana, y largo y suelto cabello negro, vestía un uniforme de colegio, blusa blanca, una minifalda tartán de cuadros estilo escocesa, con cuadros rojos y negros, calcetas blancas altas, hasta arriba de las rodillas y unas zapatillas de cuero negro.

Yaoji, era el nombre de la muñeca oriental vestida de colegiala.

Después, un tanto más retirada, estaba Freyja, una joven alta, de piel blanca como nieve, ojos azules y cabello largo, negro y brillante como el azabache, iba por entero vestida con un inmaculado traje sastre ejecutivo para dama, con zapatos cerrados de tacón alto. Observaba sin mayor interés, con los brazos cruzados a la altura del pecho.

La séptima chica era una bella exótica libanesa, Tiamat, con largo cabello rubio alisado y abundante, de pequeña estatura y cuerpo menudo, con suave y fresca piel trigueña bronceada, poseía unos enigmáticos ojos azules, profundos y misteriosos, su vestuario era espectacular, llevaba puesto un traje de bailarina de vientre, en seda celeste y adornos de oro, como sacado de un cuento de las mil y una noche, sus pies perfectos calzaban sandalias doradas de altísimos tacones, afilados y amenazantes.

La número ocho era una exquisita belleza china, una verdadera muñeca de porcelana oriental de blanca piel nacarada, toda vestida de látex blanco, con un sexy vestido de enfermera, minifalda ajustada, blusa y medias blancas con zapatos de cuero blanco, cerrados y de tacones de aguja, la preciosa joven llevaba guantes blancos de látex, su cabello era muy negro y brillante y poseía un alisado perfecto. El suyo era un cabello largo y abundante que le llegaba hasta debajo de la cintura. El nombre de la Diosa china era Kwan-Yin. De su hombro colgaba un pequeño bolso blanco, adentro del cual, según yo podía recordar, siempre llevaba un alfiletero rojo en forma de corazón erizado de agujas, además de un par de candelas de cera negra y un mechero. Eran unas terribles herramientas con las cuales podía ser en verdad muy cruel.

Las últimas dos eran un par de jóvenes muchachas de piel negra, de voluptuoso cuerpo atlético, de generosas curvas, vestían shorts y blusa, estilo comando, de tela verde olivo, estilo camuflaje de jungla. Una tenía el cabello largo y liso y lo llevaba recogido en una cola de caballo, que sobresalía por la parte posterior de un quepis militar, la otra lo llevaba ondulado y suelto, con gruesos rizos. Ambas llevaban las manos cubiertas con unos guantes negros que dejaban al descubierto la punta de los dedos y que llevaban guardas de metal que funcionaban como manoplas. El calzado de las dos consistía en botas negras del ejército, que realzaban la hermosura de sus piernas desnudas de tersa piel negra.

Los nombres de las jóvenes bellezas de piel negra eran Ashera y Yemaja.

Diana deslizó su mirada sobre las diez chicas y se detuvo en una de las bellas muchachas negras.

-¡Ashera! ¡Revísale las bolas! –Ordenó con autoritaria voz de mando.

La joven obedeció de inmediato. Se aproximó, deteniéndose frente a mí, se puso en cuclillas, agachándose. Su hermoso rostro angelical quedó a la altura del mío, muy cerca, sus grandes ojos negros dirigieron su mirada a mis genitales, mientras sus gruesos labios entreabiertos dejaban escapar el dulce aroma de su aliento.

Sus dedos expertos cogieron mis testículos, apretándolos y palpándolos, me estremecí, retorciéndome de dolor ante la minuciosa revisión que me hacía.

Sentí que me volvía loco del dolor cuando me cogió justo un huevo entre sus dedos pulgar e índice. Apretó mi pobre bolita un poco, de forma evaluativa. Había una pequeña cortadura sobre la piel de mi escroto, producida por las puntas aceradas de las botas de la pelirroja, una pequeña esfera de sangre, rojiza como un rubí, asomó por la herida gracias al apretón de Ashera.

-Pues tiene los testículos intactos. –Dijo Ashera.- A pesar de todo, Athena no se los ha reventado.

-¡Es increíble la cantidad de castigo que esas pelotitas pueden soportar! –Exclamó Ixchell- Nunca deja de sorprenderme.

-Dame unos minutos más y veras como se las hago pudín. –Dijo Athena.

La bella Diana se adelantó plantándose con sus hermosas piernas abiertas frente a mí, con una mano en la cadera y la otra sosteniendo su vaso de papel.

-¡Ahora, gusano, voy a explicarte tus órdenes una vez nada más y espero que las entiendas! –Exclamó la chica rubia con dura voz de mando.- Te queda nada más una última prueba para convertirte de manera oficial en nuestro sumiso esclavo personal.

A pesar del todavía presente agudo dolor en mis testículos, yo la contemplaba fascinado, mientras le apuntaba con una erección fenomenal.

-Te vamos a dar siete días –Explicó Diana, como una maestra autoritaria dándole instrucciones a su alumno.- Siete días para que consigas el tributo que nos debes, a nosotras tus Diosas, es una cantidad simbólica, entiendes, hemos decidido ser compasivas contigo y no exigirte el valor real de la ofrenda que un asqueroso esclavo debe hacer ante nuestra magnificencia.

Diana me observaba desde la altura de su posición, con una mirada altiva, llena de altanería y cargada de desprecio, de la misma forma en la que una Reina posaría su vista sobre un insignificante insecto al cual podría pisar con facilidad.

-La ofrenda que te hemos asignado es de cien mil euros.

La bella rubia hizo un gesto despectivo.

-Una nada -Recalcó Ixchell.

-Ahora, gusano. –Prosiguió Diana.- El séptimo día, a medianoche, deberás presentarte acá en este mismo lugar, junto con tu miserable ofrenda. Si lo consigues serás por fin nuestro esclavo personal para siempre. De lo contrario sí no traes la cantidad requerida, aunque sea un centavo menos, entonces recibirás un castigo final muy especial. ¿Quieres saber cuál es? Athena te cortará los testículos. Después te desecharemos como a un par de zapatos viejos. Así de sencillo.

La pelirroja se acercó a mí, con una sonrisa diabólica en su bello rostro, desenfundó un cuchillo negro, de los estilos de supervivencia militar y lo empuñó en una mano, cortando el aire con un ademan intimidante.

-Eso es todo, podemos cerrar esta patética reunión. –Dijo Diana.- Pero antes recibirás una reprimenda por estar viéndome las piernas y los pies sin mí permiso, ¡Qué descaro!

Diana se hizo a un lado. Yo no podía evitar observar atónito sus hermosos pies, estaba prendado de su hermosura. Mi enorme erección delataba la excitación que sufría. Sus pies eran un par de joyas con bellos deditos, arcos perfectos y suave piel sonrosada, tremendamente provocadores en las sandalias bajas de color negro, esos flip flop que ella siempre calzaba.

-¡Ashera, encárgate de darle una buena paliza! –Ordenó Diana.

La voluptuosa y atlética negra se plantó frente a mí, manos a la cadera, me examinó de arriba abajo. Luego tomó impulso y me encajó una patada en el abdomen, hundiéndome el talón de su bota militar. Me arqueé hacia adelante a todo lo que mis amarras me permitían.

La negra sonrió divertida, a continuación apretó una mano empuñada con la otra, haciendo tronar sus dedos. Las manoplas de acero que iban sobre las guardas de sus guantes brillaron contra la luz del sol.

Ashera se acercó junto a mí y me soltó un tremendo puñetazo al rostro. Me golpeó en la mandíbula cruzándome con un preciso gancho de boxeo. La sacudida me aturdió. Las pesadas manoplas de metal de sus guantes producían un castigo tremendo.

Me esforcé por buscar con una mirada suplicante a Diana, la bella rubia me veía con indiferencia mientras sorbía por una pajita el té helado contenido en el vaso de papel.

Otro puñetazo a la mandíbula me sacó de mi contemplación, mientras lanzaba mi rostro de un lado a otro. Bajé mi mirada al piso. Mi vista estaba desenfocada, sentía en mi boca un sabor metálico. Escupí tirando un espumarajo con sangre sobre el piso de concreto.

Ashera me dio un nuevo puñetazo, esta vez al lado contrario del rostro.

Parecía que la joven belleza negra trataba de noquearme. Yo no sabía lo mucho que iba a durar el castigo. Recibí golpe tras golpe en una larga agonía, nunca había pensado en lo difícil que es tratar de dejar a alguien con mi entrenamiento sin sentido. A lo lejos lograba escuchar las hermosas y crueles risas diabólicas de las otras bellas Amas.

Fue una interminable tormenta de puñetazos al rostro combinados con algunas patadas al abdomen.

Sin embargo al final de la velada me aplicaron unas fuertes descargas eléctricas con una vara larga, uno de esos aparatos fabricados para arrear reses. Al parecer, entonces, mi cerebro tuvo misericordia de mi mente y se desconectó dejándome inconsciente.

Mauro

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Es tarde, muy tarde y no puedo dormir, me cansa ver tanta tele y enciendo el ordenador, me paseo por varios sitios hasta que doy con un sitio, la gente habla y empiezo a leer. Dos horas después estoy totalmente enganchada, solo leo, se podría decir que escucho y veo los toros desde la barrera, hasta que te veo a ti

Te leo y captas mi atención al instante, tu manera de expresarte me indica que eres una persona culta, además todos te respetan y te hablan, te adueñas de la sala, de sus gentes y de mí.

Pides algo y yo sin pensarlo te contesto, rápidamente nos metemos en una conversación a dos bandas, hasta que un parpadeo me indica que me hablas en privado.

-hola

-hola-te contesto-

-eres nueva?

-si

-puedo quedarme un rato contigo? –me pides-

-claro, ponte cómodo

Dos horas después habíamos hablado de todo menos de nosotros. Tu no me cuentas nada y yo no pregunto, me despido y te despides.

Al día siguiente, te busco de nuevo, te veo y enseguida el parpadeo me indica que tú también me estabas esperando, de nuevo durante horas hablamos, nos damos diferentes opiniones.

-me gustas –me dices-

-tú también a mi

Me da miedo el rumbo de la conversación y me despido, te despides y me voy a dormir, pienso en ti y al día siguiente de nuevo estas ahí, de nuevo hablamos, esta vez de sexo, preferencias y demás, no me amilano y tú te sueltas, dos horas después pareciendo expertos en la materia me dices:

-me gustaría verte y hacerte el amor

-a mí también

Y de nuevo me despido y te despides, esto es demasiado inesperado y debo procesarlo, me meto en la cama y pienso, pienso y pienso.

No sé quién eres, no sé cómo eres, no sé cómo te llamas, no sé nada y te deseo, deseo que me acaricies, que me beses, que me ames.

De nuevo nos buscamos y de nuevo hablamos durante horas, libros, películas, televisión y al final

-te deseo –me dices-

-yo también

De nuevo salgo corriendo a esconderme y tú me dejas ir, no dejo de pensar en cómo va a terminar esto, jamás imagine poder sentir esto por alguien a quien realmente no conozco, pero no es cierto, si te conozco, sé que piensas, sé que te gusta, sé que comes, bebes y la ropa que te gusta en una mujer y la que a ti te parece cómoda.

Se mas de ti que mucha de la gente que cada día te ve, te habla, te da la mano y convive contigo.

nos buscamos y esta vez me dices nada más encontrarnos

-necesito verte

-y si no nos gustamos?

-tu a mí me gustas ya, no necesito ver tu cuerpo para saber eso, nada podrá cambiar lo que siento por ti ahora, tienes miedo de que yo no te guste a ti?

-no

-entonces veámonos, sin ningún compromiso, si no sentimos nada no pasa nada, seremos amigos, pero necesito verte, tocarte, olerte.

-creo que yo también

-esta es mi dirección, mañana cuando quieras ven

-porque en tu casa?

-soy alguien normal, no temas, quiero que sea en mi casa porque no quiero compartirte con nadie. Quiero verte sin nada a mí alrededor.

-no sé, no te conozco

-dale mi dirección a una amiga y la llamas en una hora, si no lo haces sabrán donde encontrarte. Te deja eso más tranquila?

Me despido, salgo de nuevo a esconderme y tú me dejas ir de nuevo. No voy a ir a tu casa, me da miedo, no tú. Me da miedo no controlar las cosas. A las diez de la noche voy a conectarme y enciendo el ordenador, entro y vienes de nuevo a mí.

-aun te espero

-no puedo

-si puedes

Me despido, y me dejas ir otra vez. Me desnudo y me voy a la cama, doy vueltas sin parar y a las doce me pongo el abrigo sobre la ropa interior, cojo el bolso y salgo a la calle, cojo un taxi y toco a tu puerta.

-hola –me miras sabiendo quien soy-

-hola

Eres tú, el resto ha dejado de importar, qué más da que seas moreno, de pelo y piel, más alto y más mayor que yo, qué más da que tus preciosos ojos sean oscuros como la noche y tus labios sean lo más parecido a un pecado.

-ven pasa

Te apartas para que pase y tu brazo roza mis pechos, mis pezones se endurecen al instante. Tú miras y te das cuenta de mi excitación.

Me llevas directamente a lo que creo es tu habitación y solo cuando estamos ahí te acercas, tu boca está a un palmo de la mía.

-voy a desnudarte, no quiero que nada me separe de tu piel.

Desabrochas mi abrigo y tus ojos se abren al máximo cuando ves mi ropa interior, no esperabas que fuera medio desnuda.

-sabía que eras una mujer caliente, pero nunca soñé que tanto. Sabes que eres la primera mujer que conozco de internet?

-porque yo?

-porque me da mucho morbo tu manera de pensar, tu manera de ver las cosas…

-yo nunca había conocido a nadie, era la primera vez que entraba en un chat

-siempre me parecieron mujeres frívolas, vacías, nada me llamaba a conocerlas personalmente, tan solo era una diversión en el ordenador.

-y tu mujer?

-no vive aquí

No me explicas más, y no pregunto más. Tus manos resbalan por mi piel, acarician cada rincón de mi cuerpo que queda libre de la ropa interior, empiezo a desnudarte, apenas tienes vello, y el que tienes es muy fino, tu piel se estremece bajo mis manos y me excito, mis bragas se mojan aún más, cuando noto que te sacas la polla, te sientas en la cama, me arrastras contigo y apartándome la braga entras en mí, me penetras de un solo empujón, mientras me miras y sacas mis pechos de sujetador.

-siento ser tan directo, pero no puedo más, llevo días soñando con esto, necesitaba estar dentro de ti.

Me mueve sobre él y su polla se mueve libremente en mi coño cada vez más mojado, me da morbo que me folle con las bragas puestas. Me agarra del culo y me ayuda a menear las caderas,

-estoy a punto, quieres que salga?

-no

Te mueves más deprisa hasta que consigo correrme y antes de terminar noto tu semen invadir mi vagina, se llena de tu leche caliente.

Me tumbas a tu lado y me bajas las bragas, mientras te inclinas ante mí, abriéndome las piernas bajas tu cabeza y empiezas a lamerme, frotas mi clítoris con tu lengua mientras me sigues follando con dos dedos, que chapotean con mis fluidos y los tuyos.

Muerdes flojo la carne inflamada hasta que jadeo agarrándome a tus sabanas y tengo mi segundo orgasmo contigo, empujas ahora tres dedos sin dejarme bajar y de nuevo lames, me das la vuelta dejándome boca abajo en tu cama, muerdes mi culo y me das un azote antes de abrirlo y pasar tu lengua por mi raja, pasas largo rato lamiendo mi culito, excitándome como nunca he estado, me retuerzo debajo de ti como una culebra, después de dos orgasmos estoy hambrienta de más, te pones ahora a mi lado y pones tu polla en mi boca.

-chúpamela cariño, lame mi polla, quiero verla entre tus labios.

Chupo, lamo, beso y mordisqueo el capullo de tu polla, te miro y me sonríes

-no imaginas lo excitante que es ver tu cara de princesa lamiéndome así la polla, como una putita.

Empuja entre mis labios y me la mete en la boca, yo trago y me meto más aun, acaricio sus testículos, los pellizco flojo y también los chupeteo, mientras meneo su polla antes de volver a tragármela.

-sí, que bien lo haces, sabía que sería así, lo supe el primer día que discutimos de política.

Sé que quiere correrse en mi boca y chupo fuerte, más fuerte, muevo mis labios, mi lengua

-nena no voy a aguantar

Yo sigo y noto como poniendo la mano de canto entre mis piernas, mete dos dedos en mi coño y empuja uno en mi culito mojado anteriormente por él, me duele, me muevo.

-no te muevas cielo, déjame que siga jugando con tu culito

Mete más los dedos en mi vagina y entre mis jadeos se aprovecha y mete el de mi culo completamente, lo deja quieto y soy yo quien mueve las caderas para sentir mi vagina penetrada, el empuja y yo chupo, mordisqueo y jadeo, grito cuando de nuevo me corro y el empuja su polla dentro de mi boca y se corre en mi garganta, en mi boca, sin dejar de mover sus dedos en mi interior.

Los dos nos quedamos tumbados sin hablar, sin movernos, solo retumba en la habitación el sonido de nuestras respiraciones acompasándose.

-algo me decía que iba a ser así nena, que te ha hecho cambiar de opinión y venir

-el miedo

-miedo a que?

-a no volver a hablar contigo, a que desaparecieras y no quisieras saber más de mí.

-nunca tengas miedo de mí, lo podemos hablar todo.

-tengo que irme

-alguien te espera en casa?

-no

-me alegro

-no vives aquí verdad? –le pregunto-

-no

Me levante, le mire y me puse el abrigo despacio sin la ropa interior

-volverás?

-creo que si

Salí de ese piso, deje su olor, sus caricias, sus besos y salí al frio de la noche y le añore, ya echaba de menos como me hacía sentir, como sentía a su lado.

Cuando llegue a casa encendí el ordenador y enseguida el parpadeo me indico que estaba esperando.

-hola, que tal? cuéntame cómo crees que ha ido –pregunte confundida-

-podría decirte que me pareciste preciosa y por eso no pude controlarme y te hice el amor sin preámbulos, pero no es cierto.

-no te guste?

-no es eso, me pareciste preciosa, pero es que me hubieras parecido preciosa aunque no lo hubieras sido. Me encanto todo en ti, pero es que me hubiera gustado lo que hubiera visto, porque eras tú. Estaba predispuesto a todo, tu preciosa boca que lo es, me hubiera parecido igual de preciosa aunque hubiera sido fea, solo por ser tuya. Me entiendes?

-creo que si

-cuando volverás? –preguntaste-

-tengo que irme

Me despedí y tú de nuevo me dejaste partir, esa noche tú fuiste el centro de mis sueños y desperté mojada, hambrienta y frustrada, me fui al trabajo y por la tarde fui a tu casa, toque el timbre y me abriste, te retiraste de nuevo

-pasa nena

Lentamente ande por el pasillo que llevaba a tu dormitorio mientras me desabrochaba la camisa sacándola de mi falda, la tire en el pasillo. Te mire y sonreíste tras de mí, sin acercarte demasiado.

Desabroche la falda y la deje caer, de nuevo estaba en ropa interior en tu habitación y entonces te acercas, me besas y yo me arrodillo, desabrocho tu pantalón y saco tu sexo, ya estas duro, suspiras cuando lo meto en mi boca y lo succiono, lo muerdo, lo beso y lo vuelvo a meter bien adentro, succiono de nuevo hasta que tus jadeos me indican que estas al límite.

Me levantas y me tiras sobre la cama, de nuevo me follas con las bragas puestas, las apartas y en un instante estas en mi interior, entras y sales tan deprisa… tan fuerte que mi cuerpo clama el orgasmo, suspiro, jadeo y me corro gritando. Me pregunto porque solo contigo mis orgasmos son así?

Me coges ambas manos y me levantas de la cama, me llevas a un sillón y haces que me arrodille mirando el respaldo, te arrodillas tras de mí y de nuevo muerdes mi trasero, lo abres y pasas tu lengua por mi rajita, la metes de nuevo en mi culo y jadeo del placer que me das, metes ya un dedo profundamente, lo siento pero no duele como ayer, entras y sales hasta que lo dilatas y luego añades otro y me follas el culo con tus dedos mientras muerdes mi carne y con tu otra mano friccionas mi clítoris hasta que de nuevo me corro de esta manera tan inesperada, te levantas y no me dejas girar, noto tu polla empujando en mi culito medio dilatado, me agarras fuerte y metes la cabeza de tu polla, yo grito de dolor.

-tranquila gatita, relájate

Sus palabras no son tiernas, pero hacen que me relaje y de nuevo empuja, empuja y se mete por completo, mis ojos se llenan de lágrimas y él no se mueve, me acaricia la espalda suavemente, su mano sube y baja por mi columna relajándome más, entonces empieza a moverse lentamente, poco a poco acelera hasta follarme desesperadamente rápido y profundo mi culito, que se abre para él, y jadeo excitadísima cuando su mano busca entre mi rajita el clítoris lo fricciona hasta que me corro

-voy a llenarte ahora el culito nena

-sí, sí, si –le digo-

Noto su corrida en mi culo y vuelvo a correrme enseguida, con él, jadeamos, gritamos y gemimos, hasta que nuestras respiraciones se relajan.

De nuevo nos quedamos tumbados, no hablamos hasta que digo que tengo que irme, tú me dejas ir de nuevo. Pero esta vez me dices en la puerta

-jamás había sentido nada parecido nena

Me voy sonriendo, feliz por saber que para ti también es distinto a todo.

Al día siguiente no puedo ir. Te aviso la noche antes, tengo un compromiso. Me arreglo para la cena, he quedado con mi amiga para cenar, quiere presentarme a su marido. Llevan dos años casados, pero no pude ir a la boda se casaron en el extranjero. Entro en el restaurante y Laura me saluda, me siento a su lado después de besarnos efusivamente.

-ya llega mi marido, esta de camino

Hablamos durante más de media hora, siempre ha sido mi mejor amiga, aunque por primera vez llevábamos casi dos años sin vernos, se fue a vivir lejos y se casó allí con alguien que conoció, la he echado muchísimo de menos. Pero por fin volvemos a estar juntas, se mudó el mes pasado.

Se levanta y me dice encantada, es mi marido ya llega, me giro y enmudezco, ambos nos quedamos uno frente al otro sin saber que decir.

-Mauro ella es Sofía por fin os conocéis

-hola –dijimos ambos-

No sé ni como pude ocultar que ese hombre era a quien llevaba días entregando mi cuerpo, mi alma y mi todo.

Durante dos semanas no me conecte, no volví a su casa, era el marido de mi amiga, pase mil noches en vela, hasta que una mañana yendo al trabajo, pare, llame a la empresa y dije que no podía ir y cogió un taxi que me llevo a tu casa, toque el timbre y me abriste.

-pasa –como siempre-

Yo volví a recorrer ese pasillo desnudándome en él y tu volviste tras de mí, me lanzaste a la cama y me follaste sin piedad, ambos follabamos con tanta ansia que marcamos nuestros cuerpos, me mordías los pechos y yo te arañaba la espalda, mientras tu polla penetraba mi coño, mojándolo mientras se hinchaba más , se endurecía dentro de mí.

Nos corrimos enseguida, mis espasmos te apretaban la polla mientras notaba los chorros de tu leche.

No dejaste de empujar, no dejaste de follarme a pesar de que tu polla se puso flácida, cuando salió de mí, bajaste a lamerme, a morderme, a besarme y penetrarme con tus dedos, te giraste para que pudiera lamer tu polla, y la lamí, la mordí y la succione en mi boca, tu jadeabas sobre mi coño yo sobre tu polla. Cuando estábamos por perder el control, dejas de chupar, tu polla ya está de nuevo dura llevábamos semanas sin follar.

Me pones a cuatro patas como las perras y me la metes directamente en culo, me duele tanto que te insulto y tú no paras. Ambos perdemos el control, nos movemos acompasadamente, me giro y te miro, sé que te duele la polla y aprieto más aun mi culo.

-sé que lo haces a propósito, me da igual, quizás merezcamos este dolor

-no pares Mauro, no pares por favor

-no parare hasta llenar tu culo con mi leche

Me muevo, te mueves, me muerdes la espalda y pellizcas la carne inflada de entre mis piernas.

-voy a correrme Mauro

-y yo Sofía

Seguimos moviendo al unísono y tú te acercas a mi oído y me dices justo antes de correrme.

-te quiero Sofía, te amo, córrete conmigo

-si si me corro, yo también te amo Mauro

Y también te corres conmigo, abrazándome, sabiendo que nos amamos.

-tengo que irme –te digo mientras me visto-

-no Sofía, no te vayas, no me dejes

Y vuelvo a la cama, por fin hoy no me dejas ir. El resto me da igual, me abres los brazos y me refugio en ellos. No has dejado que me fuera, me quedo dormida justo cuando de nuevo me dices que me amas.

-yo también a ti –te digo justo antes de dormirme-


Por Primera Vez, Ella

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Es muy curioso como de un momento a otro cambia tu vida, este relato quiero contarlo con la mayor de las franquezas, no le agregare ningún detalle romántico ni rosas que puedan adornar a algo que para mí ha sido de lo más bello de mi vida, mi historia con Ella, conocerla creo que fue el regalo que me permito en ese instante salir adelante y aunque suene cursi y romántico, no podría imaginar un momento mejor en mi vida para que todo esto pasara.

Para ese entonces había terminado mi relación con quien fue y ha sido el único hombre del que me he enamorado, y sin ánimos de caer en clichés, pero creo que toda mi vida me han llamado mas las mujeres que los propios hombres, pero tal vez no se me habia dado la oportunidad real de experimentar o siquiera realmente pensar en si quería estar o no con una mujer, siempre había tenido pareja masculina y era primera vez en mucho tiempo que duraba tanto sin alguien a mi lado.

Mi mejor amiga yo teníamos una relación muy especial y cuando me dijo que era lesbiana a pesar de mi gran sorpresa lo tome muy bien, además no me importaba en lo más mínimo, sabía que herramos las mejores amigas y cuando en el pasado le había dicho que me gustaba el BDSM no tuvo prejuicios conmigo, así que solo la acepte a ella y a sus amigas que formaban ese ambiente, nunca he tenido problemas con adaptarme a un grupo de nuevas personas así que la conexión con ellas fue inmediata, tal vez fuera porque todas compartíamos gustos por un tema tabú, pero no había ningún tema prohibido para nosotras y eso me gustaba mucho, incluso frecuente varias discos de ambiente con ellas.

Llegando a una de esas discos la conocí, Ella estaba en la fila para entrar con un pareja conocida de mi mejor amiga y cuando me la presentaron no pude evitar mirar sus ojos color miel, Ella era de mi estatura, cerca de 1.51cm, blanca, delgada, sin grandes proporciones para enmarcar o resaltar, pero con una sonrisa que enamoraba y un aura de picardía que pocas podrían notar pero que sus ojos me lo decían, me gritaban que dentro de esa niña que parecía tímida y tranquila había una mujer llena de vida y que disfrutaba de su cuerpo.

El flechazo fue casi inmediato, nunca había tenido este tipo de reacción hacia otra persona, no podía dejar de mirarla, de hablarle, llegando al punto que tocaba cualquier tema por más tonto que sea con tal de escuchar su voz, Ella era muy tímida y por lo que decían sus amigas era primera vez que ella visitaba una disco como esa.

Ya pasadas las horas y con muchos más tragos encima entramos en confianza, ya ambas estábamos hablando un poco separadas del grupo, estaba fascinada con su sentido del humor, parecía que cada cosa que decía me hacia reír como una colegiala, pero así me sentía, y me llenaba de orgullo ver que lo que yo decía tenía ese mismo efecto en Ella, me conto que vivía residenciada igual que yo y que ya estaba graduada, seguimos hablando de banalidades típicas de una primera conversación hasta que me anime y le pregunte que si tenía pareja o si en realidad era lesbiana o bisexual, la cara de Ella fue un verdadero poema, por un momento pensé que se había molestado y todo se había ido al trasto, pero luego me regalo una sonrisa que nunca podre olvidar sus ojos se posaron en mis labios, y sus palabras fueron directo a mi entrepierna como si de un rayo se tratara. –No, no tengo pareja, y sí, soy lesbiana, y antes que preguntes, me gustas, me encantas y quiero que esta noche sea contigo.

Creo que mi cara saldría en un diccionario para mostrar un ejemplo de sorpresa, no tenía ni idea que responder, pero ella lo hizo por mí, se acerco, tomo mi rostro y me mordió el labio, no lo beso, solo lo mordió, con una sutileza y tacto impresionante, se separo y solo miro mi rostro con una sonrisa picara que no puedo describir con simples palabras, la sensación fue demasiado para mí y no pude evitar ahora ser yo quien agarraba su rostro y le plantaba un beso fuerte, duro y lleno de promesas de lujuria, cuando nos separamos nos dimos cuenta que nuestras amistades ya no estaban, nos había dejando solas, cuando salimos de la disco mi pregunta fue sencilla y corta. -¿Tu casa o la mía?. Agarramos un taxi rumbo a mi casa, en mi país un par de mujeres besándose en un carro es una invitación a una mala experiencia con algún taxista, pero igual no pude soportar la sensación de tocar sus muslos, su pantalón de tela se ajustaba perfectamente sobre su piel y cada toque parecía despertar en ella una lujuria primitiva que solo la presencia del taxista evitaba que nos devoráramos justo en ese momento, cuando menos lo esperaba su mano se movió con mucha pericia hacia mi entre pierna, separo un poco mis muslos y con sus dedos empezó un suave pero profundo roce sobre mis partes, a pesar del pantalón podía sentir cada movimiento y no pude evitar apretar sus propios muslos para no emitir sonido, 2 minutos más de recorrido y estoy segura que hubiera llegado a un clímax que no podría controlar.

Entramos a la residencia en completo silencio, solo la tenía tomada de la mano firma y decididamente llevándola rumbo a mi cuarto, entramos, cerré con llave la puerta y sin pensarlo la arrastre con mis besos a la cama hasta que se dejo caer sobre ella, nuestras ropas olían a antro, cigarros y alcohol, me puse entre sus piernas y bese su cuello como si mi vida dependiera de ello, pasar mi lengua sobre su clavícula la hizo estremecer, su piel me sabia a gloria, con movimientos que denotaban experiencia fue Ella quien me fue desvistiendo, hasta quedar solo en mis pantis, me sentí una novata al ver que era yo quien estaba casi completamente desnuda y no había quitado una sola de sus prendas, su risa me desasió, se incorporo y Ella misma se quito sus ropas y cuando estuvo completamente desnuda no pude cerrar mi boca, era hermosa, sus senos eran pequeños pero con pezones bellísimos color crema, sus caderas no eran grandes pero hacían que su cuerpo tuviera una forma muy estilizada, y la sorpresa fue ver un tatuaje de una rosa en su muslo derecho, cada centímetro de su cuerpo me estremeció y por un momento no sabía qué hacer, Ella agarro mi mano y me llevo hacia su cuerpo, beso mis labios mientras con sus manos terminaba su trabajo y bajaba mis pantis realmente húmedas por la excitación, sus manos tomaron mis glúteos y me apretó a un mas sobre Ella, ese movimiento me hizo reaccionar de mi letargo y con mis manos tome su rostro, apretándolo fuertemente contra el mío, así pasamos varios minutos que parecían horas, mis labios dolían pero no podía dejar de besarla, una de sus manos ya estaba abriendo paso entre mis piernas, rozaba mis labios con la punta de sus dedos y sin darme cuenta mis caderas se movían al ritmo de su toque, como pidiendo más, ella me separo y ahora fue ella quien me tumbo en la cama, se puso a mi lado y fue directo a mis senos, un poco más grandes que los de ella, paso sus labios alrededor de mi aureola y se detuvo en mi pezón para besarlo con una pasión que casi me hizo llegar solo con esa sensación, su mano ya estaba abriendo mis muslos y sus experimentados dedos se detuvieron en mi clítoris, haciendo unos movimientos circulares con el ritmo de su lengua en mis pezones, nunca antes había tenido tal conjunto de placeres en mi cuerpo, Ella tenía una suavidad y una capacidad innata de saber donde tocarme que hicieron que no tardara mucho en venirme de esa manera, no pude evitar gritar de puro placer, mis jugos ya bañaban la parte baja de mis glúteos y ya estaban sobre mi cama, me incorpore un poco desorientada y no pude hacer otra cosa que besarla, tiernamente como agradeciéndole ese orgasmo, seguí besándola, ahora siendo yo quien con mis manos buscaran su sexo, no tenía experiencia tocando otras vaginas, pero si la tenía con la mía propia, y al sentir lo húmeda que estaba no perdí mucho tiempo e introduje un par de dedos muy lentamente en Ella, sus manos me bajaron hasta sus senos y no pude resistirme a devorarlos, con sus manos me apretaba el rostro contra ellos y su respiración cada vez mas estaba cortada por gemidos fuertes, mis dedos ya entraban y salían rápidamente de Ella, no pude evitar mirarla al rostro y ver sus ojos cerrados y sus labios apretados, una fuerza primitiva entro en mi, y baje lentamente mi rostro hacia su sexo, sin mucha experiencia y sin dejarla de penetrar con mis dedos pase mi lengua sobre su vibrante clítoris, su sabor era más que la gloria, sus manos se aferraron a mi cabello y me apretó aun mas, no pude evitar llenar parte de mi barbilla con sus jugos y más pronto que de lo que pensé llego a un sonoro orgasmo que hizo retumbar el silencio de la casa.

Estaba cansada, pare y derrumbe mi rostro sobre su vientre, ella estaba también derrotada, con su mano solo acariciaba mi cabello, después de unos minutos subí y nuestras miradas dijeron lo que ninguna palabra podría haber dicho, nos besamos tiernamente y duramos un par de horas solo abrazadas explorando nuestras bocas, cuando ya estábamos a punto de dormirnos, algo que no podría describir me hizo decirle. –Eres mía. Ella solo me sonrió y me abrazo, diciéndome justo al oído unas palabras que todavía hoy están marcadas en mi. –Desde que te vi por primera vez lo era.

El cumpleaños de Antonio

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Las “terapias” con Gil continúan y cada vez son más excitantes, pues le pone unas cogidas tremendas a mi esposa Gaby que la hace vibrar con unos orgasmos impresionantes, pero a Gil también le ha salido lo bisexual pues me ha dado un par de mamadas de verga entre mi esposa y él con chupetes alternos, luego de unos lengüetazos en mi culo, que me han dejado viendo estrellitas y mi esposa se excita mucho con estas prácticas. También le ha dejado bien limpio el coñito de mi mujer después de coger con ella, no es que uno sea espantado pero la verdad nunca se me hubiese ocurrido hacer tantas cochinaditas que aún no me atrevo a realizar.

Estaba en la oficina y Toño entró a mi privado y me comentó; el jueves voy a cumplir años y me gustaría hacer una fiesta el sábado en mi departamento, y ustedes no me pueden fallar.

Claro que no te fallaremos, con todo gusto te vamos a festejar… jajaja.

Toño me explicaba; espero que todo salga como lo tengo planeado, pues quiero que te cojas a mi novia para que se una al grupo, pues la tengo muy descuidada desde que estoy cogiendo con tu esposa, no le toca sexo lo fines de semana, es que la verdad coge más sabroso tu mujer y la paso súper bien con ustedes. ¿Como la ves?…

¡Pues muy bien!! ya era tiempo que me hiciera justicia la revolución… Jajaja. Y ¿como está tu novia?

Muy buena, pero no coge tan rico como tu esposa, te voy a enseñar una foto desnuda de ella, mira dime que te parece… ¡Ufff, está muy guapa!! y por lo que se ve está muy buena… me parece muy bien el cambio. Jejeje. ¡Huuyy ya se me paró el pito!

Espero que no se moleste tu mujer por verte coger con otra.

No lo creo pues va a estar muy entretenida contigo y Gilberto. Por cierto; ¿Lo vas a invitar?…

Claro que sí. Me enteré que Gaby le ha dado sus “terapias” a Gilberto, y que está muy mejorado el muchacho…

Bueno Gil ha pasado por su “terapia” los miércoles pero solo un rapidín y se va, no te lo había comentado pues conociéndote lo caliente que eres no acabamos en toda la noche, y mi pobre mujer acaba muy lastimada de sus cositas cuando coge con los tres… No te molestes que a tí te toca los Sábados y sales muy bien despachado…

Llegando a casa le comenté a Gaby lo del cumpleaños de Toño. ¡Que bien Papi! lo vamos a festejar en grande. ¿Va a ir Gil?… Sí, pero también va a ir una noviecita de Toño. Ha entonces la fiesta es tranquila y todos bien portados. Pues no… Toño quiere iniciar a su novia en un trío y espera que tu nos ayudes para que esto ocurra. Y ¿se la van a coger entre Toño y Gilberto?… Pues tal vez, pero Toño quiere que yo me la coja. ¿Que te parece?…

¡Pues no me parece!, me están dando celos. Eso de ver como se lo metes a otra me va a matar.

Pero solo es coger para echar desmadre, yo nunca te he hecho una escena de celos, y mira que te los has cogido hasta por las orejas, mejor tus celos transfórmalos en morbo y vas a ver como lo disfrutas, pues yo me acuerdo de como coges con ellos y hasta el chile se me para de inmediato.

¡Tienes Razón Papi!… perdona mi mal carácter, la verdad es que no puedo decir nada después de todo lo que he hecho, pero es que me cayó muy de golpe la noticia. A lo mejor la novia de Toño pesa como 120Kg. Y es un adefesio. Jajaja. ¿A ver que vas a hacer?… Entonces se la dejamos a Toño y a Gil y mejor nos cogemos tu y yo mi amor.

Pasaron los días y cancelamos la “terapia” del Miércoles a Gil para estar más completos para el Sábado, empezamos a planear como involucrar a Susana la novia de Toño, la idea es que solo soy un compañero de trabajo que asiste a la fiesta de cumpleaños con su esposa, en lo que coincidimos es que Gilberto estuviera de lanzado con mi mujer, para que fuera saliendo que somos un matrimonio de mente abierta retando a Toño y a su novia para que ellos se comportaran como nosotros.

Llegó el ansiado día, mi esposa estaba totalmente de acuerdo en que tuviera sexo con Susana, pues ella de todas maneras tendría sexo con ellos, su papel de dejarse seducir por Gil no le iba a costar mucho trabajo representarlo, y Toño solo tenía que empujar a Susana esos eran los planes.

Mi esposa se puso un vestido en color vino muy cortito con un buen escote en V, unas medias de grecas del mismo tono enganchadas a un liguero negro, así como su mini sostén de media copa y una tanguita de encaje también en color negro perfectamente bien maquillada. ¡Uff!! Cuando la vi se me paró la verga pues se veía guapísima. Luego de un cachondeo en el coche tocamos el timbre del departamento de Toño, de inmediato mi amigo nos abrió la puerta y le puso una barrida con su vista a Gaby de pies a cabeza. Mi esposa le daba un abrazo y un beso en su mejilla, mientras le exclamaba con una voz muy sexy, muchas felicidades que la pases muy bien y le dio su regalo. Le puse tremendo abrazo y le dí una botella de coñac.

Pasen tomen asiento, les presento a mi novia Susy, es un muy buen amigo y su esposa Gaby, mucho gusto le dije y le planté un beso en su mejilla mientras sentí en mi pecho la punta de sus pezones la miraba con discreción y sí se ve muy buena, tenía una falda corta en azul marino, una blusa azul oscuro transparente con un micro sostén de media copa en color negro de donde brotaba un buen par de tetas, la seguía viendo mientras charlaba con Gaby, la verga la traía medio parada, Toño presentó a Gaby con Gilberto como si no se conocieran, de inmediato le plantó un par de besotes en la mejilla a mi mujer exclamando; señora que guapa está. Tú ya conoces a Gil ¿Verdad?… Sí claro nos hemos visto en la oficina. Toño trajo unas copas largas con Champaña para Susy y para mi esposa, y unas cubas muy bien servidas para Gil y para mi. Brindamos por el cumpleañero. La plática entre las mujeres está muy amena mientras Gil se sentaba junto a mi mujer, Toño y yo nos fuimos a la cosina.

Toño me preguntaba; ¿que te parece mi novia? pues de verla ya se me paró la pinga pero se ve muy seria ¿tu crees que de chance?… Claro que sí, pues la llevo convenciendo desde que cogí con tu esposa para que hagamos un trío, y casi está convencida, vamos a forzarlas a tomar y a bailar, sacas a bailar a Susana. OK. Le respondí. Después de dos tragos más mi esposa y Susy platicaban como si se conocieran de toda la vida, Gil se desvivía en atender a mi esposa. Empezó la música para bailar y Gilberto me preguntó ¿puedo bailar con tu esposa?… Claro que sí y todo lo que gustes… Jejeje. Se le salió una sonrisa maquiavelica y sacó a mi esposa a bailar, Susana se quedó con la boca abierta.Toño nos dijo a Susy y a mi; bailen en lo que sirvo más copas, y traigo botana.

Mientras bailábamos empezamos a platicar, me comentaba Susy que hacíamos una bonita pareja mi esposa y yo, le confié que somos muy felices pues entre nosotros no hay secretos, nos disfrutamos mucho uno del otro, nada de lo que hagamos nos molesta. ¿De veras no te molesta nada de lo que haga ella?… No nada, siempre y cuando lo haga frente a mi. Igual yo puedo hacer lo que quiero frente a ella y no hay problema. Poco a poco ella entraba en confianza conmigo y se pegaba más a mi. Para ese momento Gil tenía bien pegada a mi esposa a su cuerpo, Susy los miraba y como que trataba de hacer lo mismo, para que yo no me diera cuenta de lo que Gil hacía con mi esposa, mientras mi mano la oprmía más contra mí. Y de pronto sentí un rozón de su pelvis como se pegó a mi verga que estaba que reventaba y la separó, luego de un momento volvió a rozar su panocha en mi pinga, luego nos estuvimos rozando bien rico hasta que terminó la pieza.

Brindamos de nuevo por el cumpleañero, Toño rellenaba las copas y las damas iban en la cuarta copa, Toño las obligo a tomarlas de cruzadito para brindar por él, Gilberto animaba a Toño y a Susy para que bailaran, pues él quería seguir “bailando” con mi señora. Yo me fui a la cocina a preparar más tragos, cuando regresé a la sala Toño y Gil tenían sus manos sobre las nalgas de sus parejas y se las estrujaban con fuerzas, en eso me vio Toño y me llamó, sigue bailando con Susy que me estoy orinando, Susy no me dejaba voltear hacia mi señora para que no me fuese a molestar, pues el cabrón de Gil le estaba subiendo el vestido por atrás y le estrujaba las nalgas a flor de piel, Susy estaba hirviendo pues su panocha se restregaba contra mi verga, (algo le ha de haber dicho Toño) yo le empecé a acariciar las nalgas pues mi esposa no me podía ver mientras le mordisqueaba una oreja, ya me tenía a punto de turrón. Salió del baño Toño, de inmediato se puso atrás de su novia y la oprimía contra mi rozando su bulto en las nalgas, ella se quería separar de mi pero Toño no la dejaba, le susurraba al oído ¿quieres coger con mi amigo?…

Como que entró en confianza, cerró los ojos y me besó profundamente en la boca dando su aprobación, Toño y yo le metíamos mano por todos lados, le desabotoné su blusa mientras mi amigo le bajaba la falda, volteaba a ver a mi mujer pero ella estaba en otro mundo con Gilberto, pues para ese momento Gil le había sacado el vestido, y se veía como actriz porno con su ligero y medias, le arrancaba la camisa a Gilberto. Nerviosamente Susy volteaba a ver a mi esposa que en ese momento Gil le sacaba el sujetador y le estaba mamando los pezones.

Toño le arrancaba el sostén a Susy y dejó al aire sus hermosas tetas con unos pezones grandes, de inmediato le chupaba el pezón, Susy nos acariciaba las nucas y nos pegaba más a sus tetas. Me separé de ellos para empezar a quitarme la ropa, mientras Toño
la dejaba totalmente desnuda, ella trataba de cubrirse con su mano la depilada panocha mientras Toño me preguntaba; ¿te gusta?… ¡Sí mucho!! Pues cógetela. ¿Quieres que mi amigo te coja?… Si no tiene problema con su esposa sí quiero, Gaby le grito !Adelante amiga no hay problema!!. Ella veía sorprendida el tamaño de la verga de Gil pues mi esposa le estaba dando una mamada de campeonato en el sillón de enfrente, a escaso metro y medio de distancia.

Lo primero que hice fue mamar su puchita que estaba encharcada de jugos, su sabor es más fuerte que el de mi esposa. Toño se desnudaba y nos veía con lujuria, como le estrujaba las nalgas mientras le comía la panocha. Con el fierro bien templado mi amigo se lo ponía en la boca de su novia que se lo mamaba con fuerza, la sala se empezó a llenar de gemidos. Me senté junto a Susy y de inmediato Toño la hacía montarse sobre mí, ella lo volteaba a ver con duda pero mi amigo sabía lo que quería y la animó para que ella se acomodara mi verga en su coñito, y de un solo empujón se lo metí hasta los huevos. Toño se asomaba con ojos de plato a ver como cogíamos. Uff… ¡Susy tenía un orgasmo tremendo! empezó a gritar y a jadear. Mi amigo le ahogaba los gritos con su verga al fondo de su garganta. Mientras mi esposa estaba sentada de espaldas a Gilberto con la verga hasta el fondo viendo detenidamente como me estaba cogiendo a Susana.

Gilberto le daba unos piquetotes muy rápidos a mi esposa parecía perro cogiendo, se la dejaba ir hasta el fondo y ahí se la dejaba encajada, el orgasmo de mi señora no se hizo esperar, pues Gil se arqueaba hacia atrás metiendo y empujando su tranca a fondo hasta hacerla venirse, apretando con todo las chichis y pellizcando los pezones, Gaby tenía unos gritos tremendos ¡Que rico me estás cogiéndoo!! ¡Me estoy viniendo mucho hhaagghh!!! ¡Siento tu verga dentro de mi matriz!!! Y de su panocha salían chorritos de jugos como si se estuviera orinando. Susy la volteaba a ver con ojos de plato. De inmediato Toño se bajó del sillón y le metió la pinga a mi mujer en su boca, le daba unas mamadas tremendas a mi amigo ante los ojos incrédulos de su novia. Yo le estrujaba y le abría las nalgas con fuerza a Susy que no dejaba de gemir, le mordía los pezones.

Luego de un rato Toño regresa con nosotros y le empieza a meter un dedo por el culito de Susy, yo sentía como la penetraba y le ayudaba abriendo las nalgas de su novia, y sin decir mas le levantó el culo y se la empezó a meter, ella empezó a gritar. ¡Que me hacen!!! ¡Ufff… me estoy viniendo!! Y mi amigo le daba con todo, yo prácticamente ni me movía pues la verga de Toño nos rozaba con fuerza, es como si me hicieran una paja dentro del coño de Susana, ella estaba como acalambrada pues no se movía para nada, solo me encajaba las uñas en mi espalda y trenzaba su lengua con la mía, mientras Toño le arrancaba los pezones. Los roces de la verga de mi amigo dentro de la panocha de su novia y la escena que tenía enfrente de mi esposa cogiendo desenfrenadamente con Gil me tenían al borde del orgasmo.

De pronto Gilberto empieza a gritar: ¡Que ricoo me voy a venir!!… Voy viendo que mi esposa se desmonta de él, y le empieza a ¡mamar la verga al fondo de su garganta!! Con su mano se la movía rápidamente, empezaron las contracciones en la verga de Gil y mi esposa se la chupaba con fuerza mientras le descargaba chorros y chorros de leche en la boca nariz, y mejillas, para mi fue demasiado esa imagen y me empecé a venir dentro del coñito de Susy, le abría las nalgas con fuerza para que Toño no dejara de embestirla, Susana tenía otro orgasmo y gritaba; ¡te estás viniendo muy ricoo!!… De inmediato Toño soltaba unos chorros de leche caliente al fondo del culito de Susy, sentía perfectamente las contracciones de su verga en mi pinga Ufff… ¡que calentura tan tremenda!!

Acabamos agotados, mi esposa entraba al baño, nos quedamos sentados los tres en el sillón grande mientras Gilberto servía unos tragos y nos pasaba unas servilletas para limpiarnos las leches derramadas. Susana estaba muy relajada luciendo su desnudez pues tiene las tetas operadas pero se le ven muy naturales. Yo pase un brazo sobre el hombro de ella y le acariciaba los pezones, me decía en voz baja si sale del baño tu esposa se va a enojar… jajaja. ¡Como crees que se va a enojar!!… después del vergón que se acaba de merendar. En eso Gilberto nos entregaba los tragos totalmente desnudo con su verga medio dura que le llegaba a medio muslo, Susy se le quedó viendo y nos comentó; Tienes razón nadie se puede enojar después de tener eso adentro ¿verdad?…Jejeje. Toño estaba feliz aprovechó y le dijo a su novia; luego la pruebas ¿te parece bien?… las mejillas se le pusieron rojas y solo dijo; pues si tu quieres está muy bien… Jijiji.

Mi esposa salió del baño cubierta con una toalla, y cuando nos vio a todos desnudos la aventó y nos comentó riendo; ¡ay vengo de púdica, y están todos encuerados!!… Jajaja, de inmediato Gil le dio su copa de champaña y mi esposa la bebió casi completa, comimos botana y nos tomamos otra copa, Susy se puso de pie y se fue al baño caminando como modelo, le escurría leche por sus muslos, Toño le pregunto a mi mujer ¿como te cayó Susana?… Muy bien es muy simpática, la verdad me gustó mucho. La respuesta nos dejó a todos medio pensativos, en eso salio Susy del baño y mi esposa le dijo ven amiga siéntate aquí junto a mi, ella se sentó en el sillón doble junto a mi esposa. Las dos se miraban con ojos de cómplices y le pregunta a Susy… ¿Que tal coge mi esposo?… Muy rico me sacó varios orgasmos, pero me volvió loca cuando Toño me cogió por atrás al mismo tiempo… eso nunca lo había hecho, se siente tremendo hacerlo con dos al mismo tiempo. Sí es riquísimo le aseguraba Gaby. Todos teníamos las vergas medio duras con los comentarios de las damas.

Gil saca un cigarro de la bolsa de su camisa, y le pregunta a Toño ¿lo puedo encender?… Sí adelante, lo enciende y va siendo un cigarro de marihuana, ni mi esposa ni yo la hemos fumado nunca. Gil le daba unas fumadas tremendas guardando el aire en sus pulmones hasta que le venía un espasmo soltaba el humo, luego se lo pasó a Toño y sin más le dio unas fumadas fuertes, y se lo pasó a su novia, Susy le dio una fumada fuerte y se lo pasa a mi esposa, ella me volteaba a ver confundida y Gil le insistía en que le diera al menos una fumada, mi esposa le dio una fumada profunda y me lo pasó a mi, y yo se lo di a Gilberto, me insistía que lo fumara pero le dije que no me gustaba, (aborrezco el olor) que mejor me servía otro trago, le dan una fumada todos pero esta vez Susy y mi esposa se la dan doble y Gil se lo acaba.

Mi esposa me dice que tiene mucha sed, les relleno las copas a todos, Gaby se tomó media copa y se empezó a reír, de inmediato Susana también reía con todo viendo la verga de Gilberto, Exclamó; ¡la tiene del tamaño de mi brazo!! y las dos soltaban de carcajadas mientras Gilberto les bailaba enfrente como estriper, ellas reían y le aplaudían cuando se acercaba a ellas las dos le acariciaban la verga y se la pajeaban, en un instante Gilberto la tenía bien dura, y más cuando mi esposa le pone una súper mamada y luego se la pasa a la boca de Susy que también la mamaba con fuerza. Parecía película porno las dos amigas alternando unas mamadas deliciosas en una vergota impresionante. Toño estaba absorto con el show que nos estaban dando, y tomó una mano de mi esposa y la puso en las tetas de su novia y de inmediato se las estrujaba y le acariciaba los pezones.

Ellas seguían mamando con todo la tranca de Gil, por momentos sus bocas se juntaban hasta que en otra mamada se juntaron y empezaron las dos ¡a trenzar sus lenguas!! ¡Huuuyyy que show!! Sentí que la verga se me reventaba de ver a mi esposa y a Susy besándose con mucha pasión, y como separaba sus bocas la verga de Gilberto, se acariciaban mutuamente las tetas ¡Huuyy que escena nos estaban regalando!! Susy le preguntaba a Toño y a mi esposa; ¿me dejan coger con Gilberto?… Quiero sentir su cosota dentro de mí. De inmediato mi esposa se puso de pie y nos agarró de las vergas a Toño y a mi, nos dijo; ustedes chiquines vengan para acá dejen a gusto a mi amiga, nos fuimos al sillón de enfrente. Toño estaba con los ojos desorbitados viendo como su noviecita se montaba encima de Gil, y poco a poco desapareció toda la verga dentro de su vagina mientras retorcía sus nalgas de lado a lado.

Mi esposa se sentó en el sillón y nos alternaba unas mamadas riquísimas, nos restregaba una verga con otra y luego entraba en acción su lengua y su boca, nos mamaba con el glande de nuestras vergas ¡traspasando su garganta! mientras nos miraba con los ojos vidriosos. Toño se sentó en el sillón y mi esposa se montó sobre él, de inmediato le ensartó toda la verga y mi esposa movía sus nalgas como baile Hawaiano subía y bajaba retorciendo sus caderas mientras estallaba con un orgasmo muy fuerte. Oía los gritos de Susy ¡Uff… que vergota tienes!!! la siento muy grande ¡que rico me estas cogiendo!! ¡Hahhjj me estoy viniendo mucho!! Parece que estaba al centro de un sonido estereofónico en medio de una película porno.

Que me voy atrás de Susana para ver a centímetros como le entraba la verga de Gilberto, Uff era alucinante ver como los labios rojos de su coño se aferraban a la verga de mi amigo, yo le empecé a estrujar con fuerza esas ricas nalgas, ella volteo hacia mí y me sonrió sacando casi toda la verga, paró sus nalguitas como invitándome a que me la cogiera, de inmediato le acerqué mi verga a su boca y me la mamó con mucha saliva, me regresé a su culito y se la fui metiendo sin mucha dificultad, (se nota que Toño le daba frecuentemente por el culo) después de batallar un poco con la postura nos sincronizamos Gil y yo con un mete y saca riquísimo, disfrutaba mucho de los tallones de verga que nos dábamos mi amigo y yo por dentro de los agujeros de Susy, pues ella casi no se mueve cuando llega al clímax se queda como paralizada. (Mi esposa es un volcán en erupción) Le abría y le apretaba las nalgas Susy gritaba ¡que ricooo me cogen!! ¡Uff de lo que me había perdido!!… ¡Aaayy me estoy viniendo!! Gil le dejaba enterrado en las entrañas su garrote, mientras yo la bombeaba con todo y sentí en ese momento como mi amigo le descargaba varios chorros de leche, Uff eso me prendió y me empecé a correr en lo más profundo del culo de Susana y me separé de inmediato pues las piernas no me sostenían más y corrí al baño a orinar.

Cuando salí del baño Gaby gritaba; ¡Susy ven ayúdame con el festejado!! Susana se acercó a ellos, mi esposa se estaba desmontando de Toño, de inmediato la invitó a darle una súper mamada a la verga de su novio, yo hervía en morbo pues Susy estaba disfrutando de los jugos de mi mujer embarrados en la verga de Toño, las dos se alternaban para mamar con fuerza la pija, no tardó ni un minuto cuando se empezó a correr en la boca de las dos, las lenguas se trenzaban frente a los chorros leche que pegaban en las narices y escurrían a las tetas de Gaby, las dos se seguían besando las bocas con una pasión tremenda, esa moda de hacerlos acabar en su boca es nueva, pero en fin son gustos.

Sin más Susy se acerca a mi esposa y le comienza a limpiar con la lengua la leche de Toño que escurría por sus tetas, !acabando por mamar con todo los pezones de mi mujer!! los tres nos quedamos con los ojos de plato viendo el cachondeo que se traían las damas que cada vez se calentaban más. Gil encendió otro cigarro de mota y se los daba a fumar mientras les acariciaba las nalgas a las dos, mi esposa le daba unas fumadas muy fuertes al cigarro y pedía otra copa pues me decía que tenía mucha sed, de inmediato les llene sus copas a las dos brindaron entre ellas de cruzadito y empinaron las copas a fondo, se abrazaban y restregaban sus tetas y pelvis en un ardiente abrazo, con sus manos se acariciaban sus nalgas y se tocaban las panochas. Ufff… Que show.

Toño de inmediato las llevó a su cama para que siguiera la función, Susana parecía ser la más activa de inmediato ¡se subió sobre mi esposa para hacer un 69!! Yo no lo creía lo que estaba viendo, los tres estábamos mudos, ¡viendo sin parpadear como se mamaban sus coñitos!! Mi esposa tenía un orgasmo muy intenso y se retorcía del placer en los labios de Susy, se le veía el clítoris bien parado ¡le sobresalía como 2 cm.!! Susy no se lo soltaba pues se lo chupaba con todo. Nunca se lo había visto así de grande, mi mujer temblaba como si tuviera frío le abría las nalgas a Susana y le mamaba con desesperación la leche que le escurría de su culito y coño dejándolo bien limpio, es tan intensa la mamada que le está dando en el clítoris que le empiezan a brotar chorritos de leche a mi mujer y no se le escapaba una sola gota a Susana que todo se tragaba. Toño y yo nos mirábamos incrédulos sin decir nada para no desconcentrarlas.

Seguimos viendo como Susana movía en círculos su coño en la lengua de mi esposa, jadeando se quedó muy tensa como acalambrada con el orgasmo que le vino, mi esposa se esmeraba en dejarle muy limpio su culo y su coñito, cuando terminó Susy se acomodaba a un lado de mi esposa y la besaba con lujuria mientras una le acariciaba las tetas a la otra, nos pedía Susy; déjenos descansar un poco y luego seguimos, para ese momento mi esposa dormía y Susana se quedó dormitando a su lado. Nosotros nos fuimos a la sala a comentar todo lo ocurrido. Toño nos preguntaba; ¿Que les pareció Susana?… Uff pues resultó muy desenvuelta para ser la primera vez, nunca pensé que hiciéramos tantas cosas, y sobre todo el show lésbico que nos dieron nunca pensé que mi esposa hiciera eso, lástima que ya estamos muy cogidos para darles otra metida de verga, pues el morbo lo traigo a mil pero el pito lo tengo al diez. Jajaja.

Brindamos con Toño por su cumpleaños, y Gil prendió de nuevo otro cigarro y le daba unas fumadas profundas, se lo pasaba a Toño que solo le dio una fumada y se lo regresó a Gilberto. Seguimos tomando y platicando y Toño me decía; ¿Verdad que coge más rico tu esposa?… Pues sí, pero me dio mucho morbo cogerme a otra chava frente a mi esposa, tenía muchos años de fidelidad y me supo muy sabrosa tu novia… Jejeje. Gil comentaba; está más sabrosa Gaby, es muy erótica para coger todo te lo hace muy rico y ¡que venidas se avienta!! Además con todo y sus dos hijos tiene mucho más apretada la panocha que Susana, de hecho es la mujer más caliente de todas con las que he cogido, Toño le exclamaba sí tienes toda la razón, además Gaby tiene unas nalgas preciosas muy redonditas y que forma de mamar, pues te pajea el glande con sus anginas sientes como si fuera una mamada doble. Jajaja. De oír tantos atributos de mi mujer la pinga se me paró.

A Toño también se le había parado la verga con la conversación, mientras Gilberto nos comentó; estoy tan caliente que hasta ganas me dan de mamarles el pito, Toño ingenuamente se pone de pie y se lo acerca a la cara de Gil, pensando que solo era una broma, pero los ojos se le desorbitaron cuando Gil se lo metió a la boca y se lo empezó a mamar, me volteaba a ver confundido con ¡el pito totalmente dentro de la boca de Gilberto!! yo no estaba muy sorprendido pues a mí ya me lo había hecho en una terapia que le dio mi esposa, y la verdad es tremendo. Me acerqué a ellos y Gil me puso tremenda mamada que me dejó con la verga punzando y muy dura, luego me la rozaba con la de Toño y metía su lengua entre las dos, pero a mi no se me borraba Susana de la mente, así que corrí con la pija bien dura a la recámara, ahí estaban las dos totalmente desnudas, le abrí las piernas a Susy y me subí sobre ella le corría la punta de mi glande por toda su raja y se la metí de un solo empujón, y solo dijo; ¡mmhhm!… apenas se movía, le estrujaba las tetas que están mas duras y grandes que las de mi esposa.

Sí que tenían razón mis amigos la panocha de Susana estaba floja y apenas se movía, estuve dándole como cinco minutos, viendo a mi esposa al lado le abrí las piernas y se la empecé a meter con dificultad pues sí la tiene mucho más apretada, en cuanto sintió la verga adentro se empezó a mover muy rico estando dormida y balbució ¡Aahhggh que rico!! Entonces me la cogía muy rico mientras con mi mano le estrujaba las tetas a Susana, luego de un rato cambiaba de panocha y me cogía a Susy estaba alucinando con lo que estaba haciendo lo disfrutaba intensamente, luego me cambie al coño de mi esposa y que rico estaba pues tenía un orgasmo y sentía como se estaba corriendo en mi pija, mientras con mi mano le pellizcaba los pezones de Susy. Uff estaba en el cielo y sentí que estaba próximo a correrme y de inmediato me cambié al coño de Susana se lo empujé hasta adentro y me empecé a correr muy rico. Uff.

En eso entraron a la recámara Toño y Gilberto bien entonados, de inmediato Toño se subió sobre mi esposa y se la metió a fondo, mientras que Gil estaba bombeando con todo a Susana, las dos estaban tan adormiladas que apenas gemían, mientras Gil gritaba; uff me hace cosquillas la leche que tiene adentro Susy, pero parece que me estoy cogiendo una muerta. Gil le pedía a Toño; ¿Cambiamos?… Toño se separó de mi mujer y Gil de inmediato se la metió a mi esposa la bombeaba con todo, de inmediato las piernas de mi mujer se levantaron hasta el techo y lo abrazaba con todo con sus piernas para que la vergota que la estaba cogiendo no se le saliera, y Susy seguía como muerta pues Toño le daba con todo y ella ni se movía, Gil gritaba que rico me estás cogiendo bufaba soltándole la leche muy adentro de su coñito.

Me fui al baño a asearme y me vestí, busqué la ropa de mi mujer y se la llevé a la recámara. O sorpresa estaba Toño cogiendo con ella y pronto se vino en su coñito pero Gaby estaba noqueada, Gil me decía que la dejara a dormir ahí y que pasara después por ella. Tenemos que pasar por los hijos a casa de la hermana, le pedí a Toño que me ayudara a vestirla y solo le pusimos el vestido y su tanga, me ayudaron a subirla al coche nos despedimos y nos fuimos a casa. Llegué a casa a las 7.10 de la mañana me costó bastante bajarla del coche, y llevarla al baño pues estaba muy mareada y quería orinar, como pudo se lavó la boca y se fue a dormir.

Bueno aqui le corto pues ya me extendí mucho (la fiesta da como para otras cinco hojas más) y no gustan los relatos largos. No se olviden de dejar sus comentarios.

El matrimonio de d. pablo meneses. capítulo 1º

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Allá por 1970-71, cuando en España empiezan a respirarse otros aires, más liberales, al socaire del ya evidente declive físico del general Franco, evidenciado este cambio, principalmente en la aparición del llamado “Cine de Destape”, primera vez en muchos, muchos años que a los españolitos masculinos les es dado ver en una pantalla cinematográfica unas femeninas “domingas” sin tener que para ello traspasar los Pirineos, y D. Pablo Meneses encaraba, ineludiblemente, la segunda mitad de la cuarta década de su existencia, podía decirse de él, y con toda justicia, que había triunfado en la vida

Cirujano traumatólogo, pasaba las mañanas ejerciendo su especialidad en un más que conocido hospital de la Seguridad Social madrileña, empleando sus tardes en la consulta privada que instalara en la clínica que montara años atrás en la calle de Juan Bravo, pleno barrio de Salamanca, lo más chic de Madrid, entonces y ahora, y nada lejana a la de Claudio Coello, en el mismo barrio, donde había asentado su domicilio. Trabajador infatigable, salía de casa cada día a las siete en punto de la mañana, rara vez más tarde, regresando al hogar hacia la media noche los más días, nunca antes de las once y media o 23,30 horas

Por otra parte, D. Pablo era un hombre integralmente chapado a la antigua, pero adornado con una más que acerba mala uva, con lo que sus estancias domésticas sólo eran un continuo despotricar por sistema de todo y de todos amén de zaherir a cuanto bicho viviente se le ponía por delante, exactamente su santa esposa, Dª Mercedes, y su niño, aunque ya no tan niño a sus diecinueve añitos cumplidos, Pablo, o Pablito, como mayormente su mamita solía decirle. En fin, que la paz hogareña más dependía de que el cabeza de familia estuviere ausente de casa que de ninguna otra cosa.

Así iban las cosas, hoy como ayer y ayer como antes de ayer, cuando un buen día la diaria rutina de la cotidiana vida D. Pablo se rompió de una vez por todas. La culpa de todo fue su inveterada afición a comer ese tipo de frutos secos que en España llamamos “quicos”, que son granos de maíz tostados, y a veces duros como piedras. Pues bien, sucedió que una tarde echó mano de sus queridos “quicos” con tan mala fortuna que el fruto seco resultó ser más duro que uno de sus premolares, con lo que se vió con una parte del premolar en la mano, partida al tratar de mascar el maíz tostado

Pero como las desgracias pocas veces suelen venir solas, al quebranto dentario se sumó que a su habitual dentista se le ocurrió tal día precisamente, vaya por Dios, ausentarse a un congreso, simposio o qué narices supo por finales el bueno de D. Pablo, salvo que no estaba en Madrid cuando él más lo necesitaba. De todas formas, en la misma clínica dental que él frecuentaba le recomendaron a un colega que, según la secretaria de su dentista, era la mar de eficiente… vamos, que casi le garantizó una feliz atención a su maltrecho premolar

Y allí se dirigió D. Pablo, resignado al infortunio, cual el buen cristiano, católico, apostólico, romano y preconciliar (1) que era. Lo malo fue que, casualmente, la consulta del recomendado odontólogo estaba en la avenida de Alberto Alcocer casi esquina a Padre Damián; vamos, no en plena “Costa Fleming” como el periodista Ángel del Pozo denominara, allá por 1968, a lo que, por entonces y al menos hasta más o menos los años ochenta, emporio de la prostitución de un cierto “standing”, con señoritas de más que buen ver y locales, clubs y bares de copas, elegantemente montados, con camareros uniformados de chaqueta y pantalón negros más pajarita al cuello de la blanca camisa; barras de mostrador acolchadas de mullido “foam” o “goma espuma” enfundado en textiles de plástico, habitualmente negro, que quería ser cuero auténtico; mesitas bajas ante sofás adosados a las paredes o cómodas butacas en las zonas más hacia el centro del local…

Clientela trajeada y encorbatada, camisas más que planchadas, todo ello delatando la masculina alta costura… Señores, en general, de entre los cuarenta y sesenta años, normalmente excelentemente bien conservados denotando un cierto culto al cuerpo, tal vez por aquello de “Mens sana in córpore sano”, pues lo cierto es que, los altos ejecutivos de cuentas y ventas, los nuevos centuriones de la economía española del “desenrrollo”, como por entonces se decía del Desarrollo de los famosos Planes del ídem del gobierno del Generalísimo(2). Personajes que, en fin, apestaban a kilómetros a “pasta” o “pastizara” más que “gansa”, nada que ver con la chabacana y hasta macarrilla clientela de la prostitución de baja estofa anidada en la Ballesta… Y ello, por no hablar de las calles de Jardines, Montera, zona de Tirso de Molina, etc. etc. etc…

Así, unas dos horas, tal vez hasta y pico, más tarde, tras la pertinente reparación dentaria, regresaba D. Pablo tranquilamente a su clínica por aquella avenida de Alberto Alcocer, bastante más atento al tráfico rodado que al de los viandantes que poblaban las aceras, cuando un semáforo que se le cerró en rojo le paró casi en seco. Entonces, mientras esperaba la vía libre de la luz verde, distraídamente, paseó su vista por la inmediata acera al coche, pero la distracción le duró lo que sus ojos tardaron en posarse en una mujer que, con paso firme, decidido, caminaba por esa acera

Lo que sus ojos parecían ver lo consideró al momento un verdadero absurdo, porque, ¿qué demonios podía hacer Mercedes, su mujer, en tal lugar y a tal hora?… ¡Mercedes, desde luego, en ese lugar y momento, más o menos las siete de la tarde, tal vez pasadas!… Pero… ¡Su tipo era tan parecido! ¡Hasta sus andares eran idénticos a los de ella, su mujer!… Desde luego eso era lo único que había en común entre su mujer, Mercedes, y aquella otra mujer, su tipo, sus formas, y su manera de andar, lo mismo de firme, de segura… Hasta el mismo aire… Pero no podía ser… Además, Mercedes era morena y esa mujer lucía una espléndida melena rubia hasta más debajo de los hombros… Hasta parecía recién peinada, como si acabara de salir de la peluquería… Y su ropa, enteramente distinta, absolutamente desconocida para él, con aquél chaquetón tipo tres cuartos de piel de leopardo, la faldita más que corta y aquellas botas altas hasta la rodilla que tan bellas hacían sus piernas… Nada de eso era de Mercedes…

El embeleso duró justo hasta que el semáforo volvió a ponerse verde, momento en que los claxon de los coches que iban tras de él empezaron con sus bocinazos y la mujer desapareció por la puerta de uno de tantos bares de alterne de que casi rebosaba, por aquél entonces, la “Costa Fleming”. Eso sí, de los más elegantes, con portero, de gorra de plato y abrigo con doble hilera de botones ornado de galones y charreteras, a la puerta, que servicialmente se la abrió a su paso, saludándola todo amable a lo que ella correspondió con no menos amabilidad

D. Pablo Meneses, salido ya de su ensimismamiento, puso de nuevo en marcha el coche, regresando en no demasiado rato a su clínica. Nada más llegar corrió a su despacho demandando a su secretaria le pusiera con su casa, con su mujer; en pocos minutos la secretaria regresó con la nueva de que Dª Mercedes, su mujer, no estaba en casa.

Ese día D. Pablo volvió a casa mucho antes de lo acostumbrado, pues escasamente pasaban de las nueve de la noche, las 21 horas o las 9pm en otras latitudes, usos y costumbres, cuando entraba en casa preguntando a su hijo por su madre, con resultado por parte del mancebo más bien nulo, pues dónde estuviera su señora madre o lo que de ella fuera le importaba tanto como lo que a D Pablo lo que aquella mañana se encontró, que, por cierto, nada habíase encontrado… Pero una cosa sí que llegó a atisbar entre las incongruencias que Pablito, como su “momó” le llamaba, asaz cariñosa, le soltara en un minuto: Que Mercedes, de un tiempo a esa parte, casi todas las tardes, de lunes a viernes, salía de casa a eso de las seis, seis y algo, para regresar sobre las once de la noche.

Y sí, las diez y bastante de la noche eran cuando, por fin, Mercedes apareció por la puerta de casa, mientras D. Pablo estaba ya a punto de liarse a bocados hasta con los muebles, de puro nervioso. Así que, antes incluso de que Mercedes acabara de cerrar tras de sí la puerta, su marido se le echó encima, que poco le faltaba para echar espumarajos por la boca en tal momento

¿Se puede saber de dónde puñetas vienes a estas horas?… ¡Me tenías preocupado, sin saber nada de ti en toda la tarde!…
La primera reacción de Mercedes fue de pura extrañeza por lo inusual de aquél celo en su marido, acostumbrada como estaba a que él “pasara” de ella más que olímpicamente; pero luego, superado el primitivo asombro, se tomó la cosa por su lado cómico

¡Menuda sorpresa!… ¡Tú, preocupándote por mí!… ¡Cuánto honor, por tu parte, Pablo!… Pues no hay misterio ninguno en lo que hago estas últimas tardes… Simplemente, me reúno con un grupo de amigas, tres o cuatro, tan desatendidas por sus maridos como yo por el mío… Y juntas, nos consolamos nuestras respectivas soledades y ausencia maritales que padecemos… Eso es todo, marido
D. Pablo miró de hito en hito a su mujer, escrutando su rostro, tratando de descubrir en él algún renuncio respecto a la tranquilidad que traslucía; alguna sombra de alarma o preocupación que denunciara culposa intranquilidad en ella… Algo, por mínimo que fuera, que expresara miedo a que él hubiera descubierto algo inconfesable en ella… Pero nada vió… Nada de la que buscaba encontró… Sólo, la inicial sorpresa por su reacción, tan inesperada para ella, y después la evidente hilaridad que la inédita situación creada por él le causara

También tuvo que reconocer que, entre la mujer que viera en la calle del putiferio a lo finolis de Madrid y Mercedes, realmente, no había semejanzas destacables… Observó el cabello, oscuro y liso, de su mujer, cortado y peinado en media melena que le alcanzaba sólo hasta casi donde empezaban sus hombros, tan distinto de la rubia melena de aquella otra mujer, que caía en rizos hasta más allá de los hombros… Esos rizos, además, daban a la cabeza de aquella otra chica un volumen del que la cabeza de Mercedes carecía… Lugo, se fijó en el abrigo que Mercedes lucía, de paño negro y corte enteramente clásico, tan diferente del chaquetón tres cuartos de la otra, de pura piel, que de eso bien que entendía él y, desde luego, ese chaquetón de falsa piel no era…

Tampoco cuadraba con Mercedes la ropa que aquella mujer vestía, con una falda que escasamente cubría sus vergüenzas… Sus braguitas… Las botas altas, hasta casi las rodillas, de la “otra”… Quiso imaginarse a Mercedes de tal guisa, pero le fue imposible… Absolutamente absurdo sólo pensar en ello; en que Mercedes pudiera vestirse así. Al final, coincidió en que sólo en el porte general, los andares… Esa manera de saber estar y conducirse en la vida, orgullosa hasta llegar a ser incluso soberbia a veces, era en lo único que podría decirse que aquella otra mujer coincidía con la suya, con Mercedes…

De todas formas, quiso emprenderla con ella desde ya, reprochándole lo que él calificó de incalificable irresponsabilidad, impropia en cualquier madre de familia, al desatender sus obligaciones de madre yéndose con un grupo de, indudablemente, mujeres histéricas sin norte en la vida… Y que ahí estaba el resultado de su irresponsable dejadez de sus deberes como madre en lo que su hijo, Pablito como ella le llamaba todavía, a pesar de sus ya diecinueve años, absolutamente cerril a esas alturas, vago integral del que nada bueno y de provecho podría sacarse ya…

Pero ella le cortó en seco

Por favor, Pablo; ¡déjame en paz!… No empecemos, por favor… Acabo de entrar en casa, vengo cansada, con ganas de descansar un poco, y no de escuchar tus monsergas… ¡Guárdatelas para ti, amárgate la vida cuánto quieras, pero no me la amargues a mí!… ¡Por favor!…
Y dejándole con la palabra en la boca, se metió para adentro del piso, en busca del dormitorio para cambiarse de ropa. Por entonces ahí quedó la cosa, hasta que después, durante la cena, les dio la sobremesa a los dos, madre e hijo, aunque mayormente por cuenta del hijo, reprochando a la madre la mala educación del muchacho, y no sin su parte de razón, pues más cerdito, el chaval no podía ser comiendo las chuletillas de cordero fritas con salsa de tomate como guarnición, pues la salsa le chorreaba libremente desde las comisuras de la boca barbilla abajo… Matilde, cuál era habitual en ella, aguantaba el “chaparrón” del más que severo, adusto, paterfamilia con helada filosofía… Y es que, para esas alturas de triste matrimonio, lo que más le inspiraba su marido era desprecio… Un hondo y fenomenal desprecio…

La cena se acabó y los tres, padre, madre e hijo, se retiraron a sus respectivas habitaciones; Pablito a la habitación que ocupaba, en tanto D. Pablo y Mercedes al dormitorio matrimonial, única cosa que todavía compartían, aunque no en la misma cama, sino que cada uno de ellos en la suya individual desde hacía casi una década si es que no hacía más años desde que compartieran la misma cama, separadas ambas por una mesita de noche entre medias.

Mercedes se durmió enseguida, casi que nada más caer en la cama y tras desear buena noche a su marido, pero él quedó enteramente desvelado. En su mente, de manera arto persistente, la imagen de la mujer que viera en Alberto Alcocer. La rememoraba una y otra vez, con su melena rubia cayéndole en rizos hasta más allá de los hombros, el chaquetón tres cuartos de piel de leopardo, la minifalda que dejaba al aire sus preciosos muslos, las botas altas hasta las rodillas, rematadas en tacones inverosímilmente altos… Una mujer que, ahora lo percibía, irradiaba no sólo erotismo sino pura sexualidad por todos y cada uno de los poros de su cuerpo

Revivió cómo le recordó, le recordaba todavía, a Mercedes, su mujer, y se dijo que, realmente, en qué se parecía aquella erótica, sexual mujer, a su más que casta esposa… Y, de pronto, se dio cuenta de qué sabía él, realmente, de su mujer… Qué sabía él de su silueta, de su figura… De su cuerpo, en suma… Nada; nada en absoluto… A decir verdad, nunca la había visto enteramente desnuda… Y la última íntima relación entre ellos, Mercedes y él… ¿Cuánto tiempo hacía ya?… La verdad que ni idea… Pero… ¿Hubo alguna vez alguna?… Más bien le parecía que no…

Pero eso no podía ser; porque, si no, a ver cómo su hijo estaba en este mundo… ¿Por generación espontánea?… ¿Por arte de magia?… A lo mejor… ¡Quién sabe!… “Pero qué sarta de sandeces se te están ocurriendo, Pablo”, se dijo a sí mismo… “Pues claro que las hubo, so gilipollas, aunque ya ni te acuerdes de aquello, después de tanto tiempo”… “Y bien que entonces te gustaba Mercedes”… “Maldito sea el tiempo; maldita la educación de aquellos años”… “Maldito sea todo el pasado”…siguió diciéndose, para sí mismo, entrecortadamente…

Sí, los padres de ambos, de derechas y católicos a machamartillo de toda la vida, eran de esa moral para la que todo lo que tuviera que ver de cintura para abajo era sumamente pecaminoso y por demás vergonzoso… En ese ambiente de absoluta represión sexual, crecieron y se educaron los dos y así, pasó lo que pasó

Y es que la visión aquella tarde de la mujer de Alberto Alcocer fue como una revolución para él, pues fue la primera vez que, en muchísimo tiempo, volvía a sentir, de verdad, la libido sexual, provocada por el recuerdo de esa mujer. Otra vez quiso recordar cómo era Mercedes entonces, cuando eran novios… Cuando se casaron… Pero no pudo… Eso era un recuerdo que años y años de falta de intimidad entre ellos había borrado… Enterrado en el olvido… Y se preguntó cómo sería ahora Mercedes, su mujer… Cómo sería su cuerpo… Sus muslos…

Entonces hizo lo que nunca antes ni tan siquiera había pensado hacer. Se levantó y se acercó a la cama en que Mercedes dormía; la destapó bajándole para abajo sábana y manta, quedando pues a su vista las piernas y pies de su mujer, en los que por vez primera parecía ver y fijarse… Le encantaron… Eran una verdadera preciosidad… Lo más bonito que en su vida viera… Se quedó medio arrobado contemplándola… Y quiso ver más; los muslos que todavía tapaba el camisón… Lo subió, con un montón de precauciones, y surgieron ambos muslos… Si las piernas y pies le habían parecido preciosos, esos muslos le cautivaron.

Entonces vio algo que le dejó entre confuso y dolorido: Un más que apreciable moratón, un gran verdugón o cardenal en la parte interna de uno de esos muslos, muy hacia arriba, cerca ya de la ingle… Quiso pensar que se habría dado un golpe… Pero también pensó que pudo ser la acción de una mano, apretando allí convulsa… En el cénit del placer sexual… Sin poder evitarlo, llevó una mano al moratón, acariciándolo las yemas de sus dedos con toda suavidad y ternura… Pero entonces, Mercedes se despertó, sobresaltada

¿Qué pasa?…
Nada mujer… Simplemente, te habías destapado y te estaba tapando…
A la tarde siguiente, sobre las siete, estaba D. Pablo apostado ante la puerta del bar-club donde viera entrar a la mujer el anterior día, dentro de un taxi para pasar desapercibido, pues su coche era de sobra conocido por su mujer. Esperó, pacientemente, treinta, cuarenta… Seguramente más minutos, hasta que, por fin, la vio salir… Lucía la misma melena rubia, un tanto rizada que entonces comprobó que también le caía algo sobre el rostro… También el mismo chaquetón tres cuartos de piel de leopardo que tan bien le sentaba… Las mismas botas hasta las rodillas, pero la falda era distinta, pero a la par igual de cortita, dejando exhibir sus divinos muslos hasta casi las ingles…

Iba del brazo de un fulano de cuarenta y siete, cuarenta y ocho años, a ojo de buen cubero, aunque podrían ser más, pues, la verdad, estaba la mar de bien conservado… Algo “guaperas” el andoba, con ese peculiar aire de perdonavidas del invicto cazador de clientes… Vamos, y a las claras, un alto ejecutivo de ventas, en lo más brillante de su carrera… En los más triunfales momentos de su vida… Y ella, la mujer, ahora que la veía de frente y a sus anchas, era, indudablemente ella… Mercedes… Su mujer… Luego comprendió que la rubia melena no era más que una peluca bajo la que ocultaba su oscuro cabello

Les vio avanzar por la acera, frente a él, riendo, bromeando… La impresión que le dio es que entre su mujer y aquél hombre había confianza… Que, indudablemente, no se acababan de conocer… Seguramente sería un “cliente” asiduo de su mujer… Y tuvo envidia… Mucha, mucha envidia de aquél hombre… De aquél desconocido… Porque entonces vio en Mercedes lo que desde muchos, pero muchos años atrás no veía… Lo que, realmente, nunca vio… Que era una mujer más que espléndida… Más que deseable… Divina en verdad… ¿Cuántas veces ese hombre habría disfrutado de ese cuerpo de odalisca?… ¿Cuántos otros hombres habrían disfrutado de tal cuerpo?… No quería ni pensarlo… Pero lo pensaba…

Al fin les vio doblar la próxima esquina y D. Pablo, a toda prisa pagó, con largueza, al taxista, pues no quiso esperar la vuelta del billete de quinientas pesetas que le dio cuando el taxímetro no llegaba a las cien, y, casi literalmente, se lanzó fuera del taxi, corriendo cuanto podía a la esquina por la que desapareció pareja. Cuando llegó allí, todavía alcanzó a verles entrar en el cuarto o quinto portal de la calle, y de nuevo echó a correr hacia allá, entrando él también.

Se llegó al ascensor y vio en la pantalla luminosa que sobre la puerta del elevador indicaba los pisos por donde éste pasaba, que se detenía en el tercero. Sin tampoco querer perder tiempo en esperar que el ascensor bajara, emprendió la subida escaleras arriba hasta alcanzar el tercer rellano, encontrando ante sí cuatro puertas indiferenciadas… ¿Por cuál de ellas habrían entrado?… Imposible saberlo… Entonces decidió subir escalera arriba hasta la vuelta que ésta daba para proseguir hasta la planta superior a través de un nuevo tramo

Allí, se sentó en un peldaño de ese otro tramo, y esperó, esperó y esperó, paciente pero muerto por los nervios… Enervado como nunca antes lo estuviera… Y sí… Un tanto celoso… O, más bien, muy, muy celoso… Realmente, sufría en esos momentos como nunca antes hubiera sufrido en toda su vida… Los minutos fueron pasando lenta… Muy, muy lentamente… Diez, veinte, treinta… Cincuenta, sesenta… Hora y pico, casi hora y media, transcurrió antes de que los viera reaparecer de nuevo… Riendo otra vez, alegres los dos… Besándose… Acariciándose… Pero ya sabía dónde Mercedes atendía a sus “clientes”

Al día siguiente, viernes por cierto, D. Pablo estaba en aquella casa, pidiendo alquilarle una habitación a la señora que le abrió, una mujer ya entrada en años, entre los cincuenta y los sesenta, gorda, fofa, de cara redonda y grasienta, más rubicunda que rubia… Y muy meliflua ante los billetes verdes. Lógicamente, la buena mujer no tuvo inconveniente en asegurarle que, siempre que la necesitara, tendría allí una habitación a su entera disposición… A cambio, claro está, de un alquiler que tenía de todo menos módico.

A aquél viernes siguió el fin de semana, días en los que, como se sabe, Mercedes no ejercía su nueva profesión de prostituta, pasándolos en casa pues también él allí los pasaba, pero el sábado, durante la comida, dijo a su mujer que esa tarde él la pasaría en la clínica pues tenía trabajo pendiente que no podía esperar, por lo que la animó a que ella saliera, con las amigas que últimamente frecuentaba o que se fuera al cine… Total, para estar sola en casa… Mercedes dudó unos momentos, pero al fin dijo que sí… Que, seguramente, se iría al cine…

Como le dijera, poco después de comer D. Pablo se marchó de casa. Esperó dando vueltas por ahí, trasegando café tras café, más nervioso que un estudiante ante un examen final, hasta que, próximas ya las siete de la tarde, emprendió el camino hacia la casa de doña Asun. La mujer le recibió con extrema amabilidad, invitándole a estar en la cocina, con ella de cháchara hasta que empezara a llegar el personal, pues todavía era demasiado pronto para que se animara la gente y empezaran a llegar las ocasionales parejas por un rato

D. Pablo aceptó y entró a la cocina. Al momento, doblado sobre el respaldo de una silla, reconoció el abrigo de paño negro que, habitualmente, su mujer vestía. Se acercó a él y empezó a acariciarlo, para enseguida llevárselo al rostro espirando el aroma del cuerpo de su mujer, todavía contenido en la prenda… Al momento, doña Asun le explicó

Es de una de las chicas, la señorita Kitty, que viene mucho por aquí… Todos los días, de lunes a viernes… Yo creo que es casada… ¡Si supiera la cantidad de chicas casadas que así se ganan un sobresueldo!… Unas, diría que el marido es consentidor, pero la mayoría su marido está en Babia… Digo que debe estar casada porque siempre viene vistiendo la mar de recadamente y aquí se cambia de ropa, al venir y luego al marcharse… Usa peluca y yo pienso que es una tontería que se la ponga, pues bien bonito que tiene el cabello, muy oscuro, casi negro… Luego, sólo trabaja de tarde, hasta las diez de la noche más o menos… Y, además, sólo de lunes a viernes… Claro, el marido estará e4n casa el fin de semana y cómo iba a venir a trabajar si él no sabe a lo que se dedica… Por cierto, que hoy me ha extrañado mucho verla aparecer por aquí… Es el primer sábado que viene… Seguro que el marido hoy habrá estado fuera de casa, porque si no, no lo comprendo cómo ha venido…
Enseguida, llamaron a la puerta y doña Asun salió a abrir. Al momento, D. Pablo reconoció la cantarina voz de su mujer parloteando con la patrona… Él, entonces, se acercó a la puerta de la cocina abriendo una rendijilla a fin de no ser visto desde fuera, y la vio… Venía acompañada por otro hombre, distinto del de ayer… Otro “cliente” más de su mujer… Seguidamente, Mercedes, o sea, la señorita Kitty, se metió pasillo adelante con el tío que la acompañaba para momentos después venir a la cocina doña Asun, que muy meliflua dijo a D. Pablo

Los he metido, justo, en la habitación al lado de la suya… Cuando guste puede ir a su cuarto…
D. Pablo no se lo pensó dos veces y salió a escape rumbo a la habitación que la mujer le reservara para esa tarde… Una vez allí, aplicó el oído a la pared contigua a la que Mercedes y el maromo utilizaban, pero no logró oír nada… Al menos claro… Murmullos, risitas apagadas sí que le pareció percibir, pero más allá de eso, nada de nada… Insistió una y otra vez, y se desesperó ante la ineficacia de sus audiciones… casi frenético, salió al pasillo y fue a la habitación de al lado, aplicando el oído a la puerta… Con casi el mismo resultado que antes…

De pronto, se abrió esa puerta y ante él surgió ella, Mercedes o la señorita Kitty, enteramente desnuda y en la cabeza esa peluca rubia que para “trabajar” usaba… Apareció sonriente, como si fuera a decirle algo a la patrona, pero al momento la sonrisa se le borró del rostro para aparecer un gesto de más terror que otra cosa… Al momento, se metió de nuevo en la habitación, cerrando tras de sí la puerta de un sonoro portazo…

También él, D. Pablo, se asustó al verla aparecer ante él; luego, cuando ella desapareció tras la puerta, el alma se le fue al suelo… Con paso cansino regresó a su cuarto, tomo su abrigo y, casi arrastrando los pies, se fue pasillo adelante hasta salir por la puerta de la casa…

Volvió a su casa a eso de las diez de la noche. Se sirvió un whisky y empezó a ensayar lo que diría a Mercedes cuando ella llegara a casa

“No mujer; no es tarde… Total, apenas las once de la noche… Yo, pues ya te dije… En la clínica toda la tarde… No… No he salido… Para nada; para nada he salido… ya me conoces, de casa a la clínica y de la clínica a casa… ¡Dónde podía haber ido, en todo caso?… A ningún sitio, Mercedes… A ningún sitio…”
En fin, eso o algo semejante… Entonces entró en el salón su hijo, Pablito según su madre, botando un balón de baloncesto, deporte al que, como aquél que dice, dedicaba toda su vida y energías

¡Hola papá!… No sabía que estabas aquí… Ah; ha llamado la abuela… Dice que mamá está en su casa…
¿Qué ha llamado la abuela?… Y, ¿cuándo ha llamado?…
Pues hace ya un rato… Sobre las ocho y media-nueve de la noche
Ni que decir tiene que D. Pablo salió despendolado hacia la casa de sus suegros, allá por Peña Grande, al norte de Madrid, en la populosa barriada de Tetuán de las Victorias. Allí ocupaban una más que pretérita casita de una sola planta, con patio o terreno libre a la entrada. Pasó la verja y se llegó a la puerta, llamando. Al punto, sus suegros le abrieron

¡Menos mal!… ¡Gracias a Dios que ya estás aquí!… A eso de las ocho y pico llegó Mercedes y, sin apenas decirnos nada, sin saludar casi, se metió en su cuarto de soltera, encerrándose por dentro… ¡Y allí sigue!… Sin abrir bajo ningún concepto y sin decirnos nada de nada… ¿Qué es lo que le ha pasado?… ¿Habéis discutido?… Porque hijo, también tú… ¡Menudo geniecito tienes!…
Pues no; no ha pasado nada… Yo hoy tenía que trabajar en la clínica y Mercedes creo que se fue al cine… Acabo de llegar a casa y Pablo me ha dicho que habíais llamado diciendo que aquí estaba su madre… Eso es todo…
Pues hijo, algo, desde luego, ha debido sucederle… Y, desde luego, gordo y grave… ¡A ver, si no, cómo se explica su actitud!…
Nada, nada… No creo que le haya pasado nada de particular… Ya la conocéis, lo rara que a veces se pone… Niñerías más bien, creo yo…
¡Pues vaya niñerías!… Que no Pablo, que no… Que a Mercedes debe haberle pasado algo gordo esta tarde…
Así llegaron a la puerta de la habitación donde estaba Mercedes y, una vez más, llamaron diciendo a su hija que estaba allí su marido y que por Dios les abriera, aunque sin tampoco obtener mejor resultado que antes… Al fin, le habló su marido, D. Pablo

Venga mujer, abre, no seas niña… Llevo toda la tarde en la clínica, trabajando como te dije; llego a casa no te encuentro y Pablito me dice que estás aquí desde hace ni se sabe el tiempo…
Al momento, Mercedes abrió la puerta, con un cigarrillo en la mano y tronando

Pero, pero… ¿Qué es lo que pretendes?…
Pues sencillo; que volvamos a casa… Mercedes, ya está bien de chiquilladas… Llevo trabajando toda la tarde… Estoy cansado… Con ganas de acostarme… Y dormir… Dormir hasta el lunes, si fuera posible…
Mercedes le miró fijamente, sin comprender nada… Al final, sin mediar palabra, se dirigió a la puerta, salió a la calle y, directamente, se metió en el coche de su marido; él, al momento, también se sentó al volante, puso el vehículo en marcha y salieron los dos para su casa. Iban callados, serios, aunque ella más adusta que seria… No entendía nada de la actitud de su marido y desconfiaba de sus verdaderas intenciones; y él… Él no tenía arrestos ni para hablarle, por más que lo deseara… A veces se miraban, ella seria, él más bien sonriéndola, lo que la desconcertaba todavía más… Cualquier cosa, menos eso, se esperaba de él después de “pescarla” “in fraganti”…

Llegaron a casa y bajaron al garaje, dejando allí el auto; se dirigieron hacia el ascensor que directamente llevaba al piso de ellos, cuando al fin ella rompió el sostenido mutismo

Con que tú, esta tarde la has pasado, enterita, en la clínica… Y de allí te has vuelto a casa directamente… Sin ir a ningún otro sitio en ningún momento… Sin haber visto nada raro… ¿No es así?
Exactamente… Ya te lo he dicho… Vamos a ver, ¿dónde iba a ir yo?… ¿Dónde voy nunca?… Ya lo sabes; me conoces… De casa al trabajo y del trabajo a casa… Y nada más…
Pues muy bien… Así es, si así lo quieres…
Aquella noche ni él ni tampoco ella pudieron dormir mucho, aunque más él que ella… había tomado una decisión y eso le había calmado, borrando el infierno que había pasado durante todo el día y el día anterior; pero no pasó así con Mercedes, cada vez, cada minuto más desconcertada, más insegura… Más asustada ante lo que su marido, seguro, estaría tramando contra ella…

Y amaneció el día siguiente, domingo. Como era la costumbre, por la mañana fueron los tres, D. Pablo, Mercedes y Pablito a la iglesia, a oír misa; luego, a casa también los tres para el resto del día. Bueno, Pablito a la tarde se fue con los amigos a ligar chavalas, o jugar al baloncesto, o a los billares… Y D. Pablo y Mercedes en casa; él, casi displicente, ella seria, sumamente adusta… Se miraban de vez en cuando, pero sin hablarse ni palabra, en sepulcral silencio… Ella, comiéndose el manojo de nervios que la dominaba sin que Mercedes pudiera evitarlo

Así concluyó el domingo y amaneció el día siguiente, lunes por fin. D. Pablo, como tenía por costumbre, a las siete casi en punto salió de casa rumbo al hospital donde pasaba las mañanas, Mercedes levantándose tarde, cual también acostumbraba, para pasarla mañana en casa, sin hacer prácticamente nada pues de hacer las labores de casa, limpiar y guisar la comida y la cena, se ocupaban las dos mujeres que a diario, de lunes a viernes, asistían en casa desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde.

El día fue transcurriendo con absoluta normalidad; a la hora prevista, sobre las dos treinta del medio día, Mercedes y su hijo Pablito comieron en amor y compaña, siguiéndose la tarde como habitualmente empezaba: Nada de sobremesa, para eso iba a estar el Pablito, para hablar con los carcas de sus padres, más pasados que una paella al horno, con lo que su madre se entretenía un tanto con los programas de la sobremesa de la “tele”, en general, cotilleos rosáceos a tuti plen, con las últimas “hazañas” de dormitorio de los famositos, famosillos y famosetes de la incansable cutrería televisiva, hasta que, bien pasadas las cinco de la tarde, empezó a arreglarse para su diaria salida vespertina, trocada en la “señorita Kitty”, saliendo por fin de casa poco después de las seis de la tarde, minutos después de que lo hicieran las dos asistentas del hogar

Al filo de las siete de la tarde, la señorita Kitty hizo su entrada triunfal en aquél puticlub de casi alto standing de la avenida de Alberto Alcocer, y, como siempre, empezó a pasear su displicente mirada por el personal a la vista, en busca de algún conocido más o menos apreciable para ella o, en su defecto, algún tío con facha mínimamente agradable, pues la señorita Kitty era muy mirada en sus accidentales compañías; vamos, que con cualquier tío no se iba, sino que el tío le tenía que hacer un tantico de tilín por lo menos, pues para esta prostituta lo esencial de su comercio, que comercio era de todas formas, no lo constituía el dinero, que también, no nos engañemos, que ella por la cara no se iba ni con su padre, por poner a alguien más que apreciado, sino la calidad de la compañía… Vamos, que para ella lo básico era combinar el placer, disfrutar de la relación con el “maromo”, y la buena marcha comercial, pues con sapiencia, todo puede combinarse, sin desaprovechar nada

Así estaba ella, como reina soberana sobre sus súbditos, cuando se le heló la sangre en las venas al posar la mirada en su mismísimo marido, apostado en la barra, ocupando uno de los altísimos asientos sin respaldo adosados a ella. D. Pablo, con una copa de coñac en la mano que mecía suavemente, calentando así el licor en la calidez de la mano, como hacen los buenos degustadores de tal licor, la sonreía abiertamente, guiñándole un ojo, como invitándola a que se le acercara, pero ella se mantuvo clavada en el sitio… Desconcertada por completo… Sin saber qué hacer… Qué postura o actitud tomar

Él, al verla así, desarmada, inerte, se bajó de la banqueta y caminó a su encuentro, copa en mano y sonriendo con más calidez, si cabe, que antes

Señorita, ¿me aceptaría una copa?
Aquello descolocó aún más a Mercedes-señorita Kitty, que por segundos más que por minutos se iba desmoronando más y más

¿Qué es lo que te propones, Pablo?… No… No entiendo este juego que te traes… ¿Qué es lo que quieres de mí?
Por favor señorita; ya se lo he dicho; simplemente, invitarla a que se tome una copa conmigo… Nada de particular, ¿no le parece?… Pero, digo yo que mejor será sentarnos a una mesa, ¿verdad?; estaremos más cómodos que en esas banquetas de la barra…
Y sin más, la tomó de un brazo conduciéndola con toda suavidad a la mesa más próxima

Por favor, señorita, tome asiento
D. Pablo, todo galante, (menuda novedad para la Mercedes que también era la señorita Kitty), apartó una butaquita de las adosadas a la mesa, invitándola a sentarse; ella así lo hizo, pero sin pronunciar palabra; sin deslizar el “Muchas gracias, caballero” con que solía corresponder a las galanterías de sus ocasionales compañeros de charla y trato social; lo que, invariablemente, precedía a la plena relación sexual. Al sentarse, la señorita Kitty extrajo de su pitillera un cigarrillo, y D. Pablo, galante otra vez, extrajo del bolsillo del chaleco su encendedor, prendiendo el pitillo den la señorita, precediendo la acción con un “¿Me permite, señorita? Ella aceptó el ofrecimiento, aspirando el cigarrillo para encenderlo, exhalando a continuación el humo mientras él le comentaba

Un sitio… Tranquilo… Agradable… Chicas muy guapas… En especial usted… La verdad, ¡me gusta!… Pero… ¿No desea tomar nada, señorita?…
A esas alturas ya se les había acercado, solícito, un camarero, dispuesto a servir cuanto le pidieran, por lo que la señorita dijo

Lo de siempre, Manolo…
D. Pablo, por su parte, declinó pedir nada, declarándose servido con el coñac servido en la barra y cuya copa se había traído consigo a la mesa

Bueno, señorita; creo que debe perdonarme la imperdonable falta de educación de no haberme presentado todavía. Soy Pablo Meneses, cirujano traumatólogo… Espero que nunca tenga que precisar de mis servicios, ja, ja, ja…
Él mismo se rió de su más que socorrida gracieta, para seguidamente añadir

Usted es la señorita Kitty… ¿Verdad?
Eso es… Pero, por favor, Pablo… ¿Puedo saber a qué juego estamos jugando?
No la comprendo señorita… Yo no estoy jugando a nada… En fin, creo que la cosa está clara… Usted… (aquí, D. Pablo se aturulló un tanto) Verá, yo no estoy acostumbrado a estas cosas; este tipo de sitios no lo frecuento… Es casi la primera vez que lo hago… Usted… En fin, que… Vamos, que creo que mejor será que nos tuteemos… Que tú… (ahora, si antes D. Pablo se aturullaba un tanto, en ese momento se empezó a sonrojar cual colegial ante su primera fulana, comenzándosele, incluso, a trabar algo la lengua, en tanto la cara se le desencajaba otro poco, denunciando así la tremenda desazón por inseguridad que en ese momento, realmente, le dominaba) Que tú… Vamos, que tú me gustas mucho… Y… Y… En fin, me preguntaba si no podríamos pasar un rato juntos…
Entonces, la señorita Kitty sonrió ampliamente, segura ya, por completo, de sí misma, pues el terreno al que D. Pablo acababa de llevarla lo dominaba sobradamente. Hasta entonces, allí no había estado la señorita Kitty, la prostituta, sino Mercedes, la esposa pescada por su marido en in fraganti delito de infidelidad conyugal, agravado además por el baldón moral se la prostitución… Mercedes. Desde que su marido la descubriera en plena “faena” en el prostíbulo que realmente era el piso de Dª Asun, se sentía vendida, desvalida ante su tonante marido… En sus manos… En sus garras… Porque si “tiraba de la manta”, si públicamente descubría el “pastel” de su doble vida, ante su hijo en primer lugar, ante sus padres, por descontado, el desastre que se le echaría encima sería demoledor… Su ruina para siempre, deshonrada ante todo el mundo…

Pero hete aquí, que el tonante marido, de pronto, se le revelaba como un pobre “pardillo”… Un baboso babeando por su cuerpo… Las tornas cambiaban y de qué manera; las lanzas, se volvían cañas, del tirón… El ser indefenso, débil, inseguro de sí mismo, pasaba a ser D. Pablo y ella, Mercedes trocada de golpe y porrazo en la señorita Kitty, la experimentada prostituta maestra en el arte de manejar, “trajinar” a los tíos a su antojo y voluntad, pasaba a ser el individuo fuerte, dominador… Seguro de sí mismo y, desde luego, nada indefenso

Y se pensó: “D. Pablo, te acabas de caer con todo el equipo… Te las voy a pasar de una vez, y juntas, todas las que me llevas haciendo. Y, además, dobladas”…Así que, decidida, repuso al baboso que entonces era D. Pablo

O sea, que lo quieres, tras tanta zalema y palabrería, es, simplemente, echarme un “polvo”, ¿no?… Pues nada macho; eso está hecho… Hala tío, vámonos al apartamento…
Mientras decía esto, la señorita Kitty se había levantado y, cogiendo a D. Pablo de una mano, tiró de él, haciéndole a su vez levantarse para luego llevárselo casi a remolque hasta la calle

Ya verás, cariño; está aquí mismo; a un paso… Ni siquiera tomar un taxi es necesario, porque en dos trancos estamos allí ya… Es una habitación que le alquilo a una buena señora… Una pobre viuda sin recursos que así, alquilando habitaciones a las chicas de por aquí, se saca un sobresueldo para ayudarse a vivir… Una obra de caridad es eso de alquilarle la habitación… Pero no creas, que la habitación está muy bien… Bien montada, muy cómoda… Y todo muy, pero que muy limpio… Ya verás cómo te gusta… ¿Ves? Ya hemos llegado…
Efectivamente, D. Pablo y la señorita Kitty acababan de llegar a la casa que tan bien conocía él; se metieron en el ascensor y subieron al tercer piso. Ya dentro del ascensor dijo ella

Bueno cariño; como supondrás, yo de balde no follo con los tíos; yo les cobro por follarme… ¿Te haces cargo, verdad cielo?
Sí, sí; desde luego… Ya contaba con ello…
Bueno guapo; pues, si no te importa… Son mil duretes… Cinco mil “pelas” de nada…(pesetas, en argot)
D. Pablo sacó la cartera y pagó religiosamente… Bueno, lo cierto es que la “faena” le salió redonda a la buena señorita, ya que sus tarifas, lo que cualquier cliente le pagaba por sus “servicios”, eran tres mil pesetas, pero ya sabemos que a este D. Pablo más bien baboso, se las quería pasar “dobladas” y, desde luego, doblado pagó el previsto refocile

Llegaron al piso, entraron en la casa de Dª Asun y se encerraron en la habitación que ésta les señaló. Ella, al entrar, encendió la lámpara que descansaba en una mesita de noche y después corrió las cortinas que cubrieron la ventana, dejando al habitación en tenue penumbra, alumbrada por la luz de la lámpara encendida, lo que dio a la habitación un toque de intimidad. Seguidamente, se volvió hacia él

Y… ¿Ahora qué, cariño?
Pues… No sé… Lo que sea la costumbre, digo yo… Ya te dije que en estas cosas, mi experiencia es nula…
Pues entonces, lo primero será desnudarnos… ¿No te parece?
Sí, claro… Tú lo sabrás mejor que yo…
¿Te apetece hacerlo tú?… Desnudarme, quiero decir… Quitarme la ropa… A los tíos, eso les encanta… Quitármela poco a poco… Prenda por prenda… Primero el abrigo, después la blusa… El sujetador… Si supieras… Cuando me quitan el sujetador y las tetas quedan al aire… Libres… A veces hasta me las muerden… Y tío hay que hasta me deja los dientes señalados… A veces, hasta me hacen daño…
Y la señorita Kitty rompió a reír alegremente… Quería ponerle a caldo… Hacerle pasar todos los celos del Infierno… Y en ello quería emplearse a modo

No… No… Yo no sé si lo sabré hacer… No tengo experiencia, ya te lo he dicho… No; mejor… Mejor te desnudas tú…
Y sí; D. Pablo sudaba hasta tinta china…

De acuerdo, cariño… Como tú prefieras… Ya sabes… El cliente siempre manda…
Y vuelta con la mula al trigo… La señorita Kitty no perdía ocasión de refregarle por la cara a D. Pablo su condición de prostituta a todo ruedo… Se lo pasaba pipa viendo sudar al baboso… Empezó por quitarse el chaquetón de leopardo, luego, dejó sobre la mesita de noche la bisutería de la pulsera que llevaba en la muñeca, y D. Pablo, todo corrido, vergonzoso, se volvió de espaldas a ella para no ver cómo se desvestía ya de verdad… La señorita se llevó las manos a la espalda para bajarse la cremallera del vestido, pues eso es lo que llevaba, y no blusa como le dijera antes; entonces el hombre no pudo resistir la tentación de murar y, casi a hurtadillas, volvió un tanto la cabeza hacia ella. La señorita lo vió y, sonriendo, se puso más de cara a él para bajarse la cremallera… Cuando ésta le llego a la cintura, ostensiblemente se sacó la parte superior del vestido, dejándole ver el sucinto sujetador negro, de fino encaje… Muy, pero que muy sexi…

D. Pablo, entonces, casi se atraganta… Se puso rojo como la grana y, de nuevo, volvió la cabeza hacia la pared… Pero también empezó a desnudarse, quitándose el abrigo, luego la americana… El chaleco, para, seguidamente, bajarse los tirantes… Porque D. Pablo todavía usaba tirantes para sujetarse el pantalón, y no un cinturón… La señorita Kitty, con displicencia, se quitó la falda quedándose sólo con el sujetador y la mini braguita… También en seda y encaje negro… También muy, muy sexi… Ella fue hasta la cama, se sentó y procedió a desprenderse de las botas y las medias hasta algo más arriba de las rodillas, sujetas a la pierna por ligas de fantasía en color rojo que contrastaba la mar de eróticamente con el negro del sujetador, las braguitas y las medias…Él, en tanto, sentándose también en la cama, al lado opuesto al que ella ocupaba, se sacó los pantalones, descalzándose a continuación de los zapatos, aunque conservando los calcetines

La verdad es que la facha que entonces el hombre presentaba, era todo un poema, en corbata y camisa, calzoncillos y calcetines. Ella se volvió hacia él y se sonrió al verle de tal guisa… La verdad es que estaba cómico… D, Pablo, el tonante, viéndole así, lo que más producía era hilaridad… Risa, y no tan sana, además… Por fin se decidió y, reptando felinamente por la cama, se llegó hasta su lado, poniéndose entonces en pie

¿Te importa que te desnude de la corbata y la camisa?
No, no… Haz lo que gustes…
Ella, cimbreándose sinuosa ante él, empezó a despojarle de la corbata y tras la corbata fue la camisa la que cayó al suelo de cualquier manera… Entonces, ella le empujó haciéndole caer sobre la cama en camiseta, calzoncillos y calcetines… Y si antes la imagen que presentaba, con camisa, corbata y toda la pesca era un poema, la que entonces exhibía era más bien que hasta ridícula. Ella entonces, sentándose también ante él, empezó a despojarse del sujetador para seguidamente hacer lo mismo con las braguitas.

Entonces, ya integralmente desnuda, volvió a levantarse, exhibiendo su desnudo cuerpo ante él… Al momento, D. Pablo se puso pálido, tembloroso, casi convulso… Y se volvió, hundiendo el rostro en la almohada, con todo el cuerpo boca abajo, encogido, ovillado… Casi en posición fetal… Al momento, sin dejar de pegar la cara a la almohada, alargó el brazo hacia la lámpara de la mesita de noche, y la apagó.

Ella entonces le preguntó

Pero… ¿Qué te pasa?…
Él no respondió; ella entonces se acercó a la mesita de noche encendiendo la luz, pero él, al segundo, la volvió a apagar

¿Es que nunca has visto a una mujer desnuda?
Él, sin volver a ella la cara, negó con la cabeza

¡Pues nene, ya es hora de que veas una!… Pero… Tú estás casado, ¿no?… ¿Ni a tu mujer siquiera?
De nuevo él negó con la cabeza. Ella entonces fue a él, tendiéndose en la cama junto a D. Pablo; le cogió la cabeza entre las manos y le obligó a volverse hacia ella; le empezó a acariciar, besándole en la boca, al tiempo que, alargando brazo y mano, volvía a encender la luz

Y seguro que tienes algún hijo… ¿Cómo entonces lo hiciste con tu mujer?
D. Pablo seguía perdido en aquella situación que le superaba. Trémulo, colorado como un tomate, casi balbuciendo, le explicó

Pues con… Con la luz apagada… Ella nunca se desnudó conmigo… Entiéndeme… Nuestra educación… La suya… La mía…
Pues a mí sí que me vas a ver desnuda… Y me vas a acariciar, tocando mi piel desnuda… Dándote placer a ti, pero también, dándomelo a mí… Y me vas a follar para satisfacer esos instintos que se decía eran perniciosos… Los tuyos… Pero también los míos… Te entiendo perfectamente… También a mí me educaron así… Y crecí con esos mismos prejuicios tuyos
La señorita Kitty, tomó las manos de D. Pablo y se las llevó a los senos, haciendo que las yemas de los dedos de él acariciaran suavemente esos senos… Allí quedaron las manos, los dedos de D. Pablo, cobrando vida propia, acariciando esa piel, más suave que la seda, sin necesidad de que ella los obligara a hacerlo… Entonces, la señorita Kitty llevó sus manos al pecho de él, levantándole al efecto la camiseta, y empezó a acariciarle… A besarle ese pecho… A lamérselo, pasándole la lengua por los oscuros vellos masculinos, pero también por sus tetitas, hurgando en ellas con la punta de la lengua

De pronto, D. Pablo se envaró, se tensó cual cuerda de piano, izando la espalda sobre la cama, suspendiéndola en el aire, al tiempo que enclavijaba las mandíbulas y cerraba los puños aferrando la sábana… La cara se le desencajó y puso los ojos en blanco, para al momento cerrarlos… De nuevo, la señorita Kitty se asustó un poco al verle…

¿Qué te pasa?
Él entonces empezó a distenderse, tranquilizándose un poco per respirando honda, profundamente

Nada… Nada malo Kitty… Simplemente… He acabado… Me… Me he venido… Me he vaciado… Lo siento… De verdad que lo siento… Pero… Es que, ya sabes… No estoy acostumbrado a estas cosas… Nunca… Nunca me han acariciado como tú acabas de hacerlo… Ha… Ha sido maravilloso Kitty… Divino… Inconmensurable… Ha sido… Ha sido la primera vez que, de verdad, he disfrutado del sexo… Mi primera vez, realmente… A mis más de cuarenta años… Eres divina… Maravillosa Kitty… Única… La… La próxima vez será distinto, ya lo verás… Aguantaré hasta que también tú termines…
La señorita Kitty le sonrió, puso una mano en su hombro, como alentándole, como queriéndole decir que no pasaba nada y se levantó de la cama. Se fue hacia la puerta, desnuda como estaba, para salir al baño, a lavarse, pues las habitaciones carecían de servicio dentro, por lo que las chicas, concluidos sus “servicios”, así lo hacían, salir desnudas hacia el único cuarto de baño, aseo y servicio, todo en una pieza, de que la casa disponía.

Cuando la señorita Kitty abría la puerta para salir fuera, D. Pablo, incorporado sobre la cama, sonriente y eufórico tras la dicha que acababa de disfrutar, la retuvo diciendo

¡Espera! ¿Quieres cenar conmigo?
La señorita Kitty acentuó su sonrisa, si ello cupiera, para responderle

Con gusto lo haría… Pero no puedo… ¿Sabes?… Yo también tengo un hogar… Con un hijo… Más alto que tú…Y un marido… Debo cenar en casa cada noche… Las mujeres, en esta España del último tercio del siglo XX, todavía no tenemos la libertad de los hombres… Vosotros, aunque tengáis un hogar, una familia, cuando queréis podéis cenar fuera de casa… Esas cenas de negocios, con clientes muy importantes que hay que agasajar, atender como se merecen… Muchas de las chicas que por aquí paran, las que no tienen hogar ni familia que puedan deshonrar, te podrían mucho, mucho, de esas cenas… Han asistido, como especialísimas invitadas, a tantas y tantas… Tú puedes venir aquí con tu verdadero nombre por delante… Yo tengo que usar uno falso…
¿Eres feliz en tu matrimonio?
La sonrisa de la señorita Kitty, se tiñó de tristeza cuando respondió

¿Acaso lo eres tú en el tuyo?
D. Pablo no respondió… Para qué… Simplemente, la sonrisa se borró de su rostro. Kitty salió afuera, a ducharse y retocarse, para regresar al bar-club y D. Pablo se levantó; se vistió y se marchó de la casa, sin osar volver por el bar…

FIN DEL CAPÍTULO

NOTAS AL TEXTO

El término “preconciliar” o “anticonciliar” se aplicó a aquellos españoles, católicos a machamartillo, afectos al famoso “Nacional-Catolicismo” de al oponerse contra viento y marea a las reformas de la Iglesia adoptadas en el Concilio Vaticano IIº, referentes a una especie de “puesta al día” de iglesia, rompiendo, en cierto modo, con el inmovilismo ultraconservador del papado de Pío XII.
Aquí quiero llamar la atención al moderno lector, desconocedor de lo que realmente fueron aquellos tiempos, por entero y en verdad, diferentes de la imagen que hoy día se tiene, pues ni fueron tan tétricos como unos los pintan, ni tampoco tan celestes como algunos nostálgicos de la época los recuerdan… Y es que, en la prudencia del punto medio, es donde suele estar la verdad y la razón. En fin, a lo que iba: Por entonces, el deporte nacional español, y lo mismo entre las derechas como entre las izquierdas; entre los más franquistas y los mayores antifranquistas eran los chistes de Franco, en los que se ridiculizaba a modo y manera la figura del general. En realidad, en aquellos tiempos, la gente se tomaba a broma la situación española; y buena prueba de ello fue aquella gran publicación que era el semanario “La Codorniz”, “la revista más audaz para el lector más inteligente”, como rezaba su, digamos, lema. Recuerdo algún que otro chiste publicado en esa revista, como aquél que apareció en forma de jeroglífico en que se veían tres botellas, una sobre otra, y arriba del todo una piña; solución: “Frasco, frasco, frasco; arriba es piña”, claro remedo del grito ritual del falangismo y el Régimen: “Franco, Franco, Franco. ¡Arriba España!”

El matrimonio de d. pablo meneses. capítulo 2º

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Cuando a la noche, ya en casa, se acostaron, D. Pablo se durmió enseguida; desde que se acostó y hasta que se durmió, la estuvo mirando a ella, también vuelta hacia él… También mirándole… Ella seria, él sonriéndole, feliz, todo el rato… Y así se quedó dormido, con esa misma sonrisa de felicidad con que la había estado mirando… Ya él dormido, ella le siguió mirando, pero ya sin la seriedad, la casi dureza con que le miraba mientras él estuvo despierto, pues tal destello en sus ojos desapareció tan pronto vio que él cerraba los suyos, dormido ya casi…

Sí; le miraba con dulzura… Casi con cariño… Esa expresión de su rostro de infinita felicidad, la conmovía pues se sabía no ajena a su causa… La llenaba de ternura hacia él… Porque, por vez primera en muchos años, se sentía… Se sabía amada por él…

Pero en seguida todo cambió… Sintió miedo… Miedo de sí misma… Miedo de volver a caer en la misma trampa de hace años, cuando se enamoró de él… Cuando se puso novia con él… Cuando se casó con él… A su mente vinieron los recuerdos de aquellos años, cuando ella sólo era Mercedes… La esposa aterrorizada, insegura, desamparada ante un marido dictatorial, prepotente… Inicuo… Cuando todavía no existía la señorita Kitty, que vino a rescatarla… A devolverle la seguridad en sí misma… A volverla fría, indiferente ante los arrebatos ciegamente ofensivos de él… La que le enseñó a despreciarle, casi odiarle, antes que temerle…

Porque ya antes él se había mostrado lo mismo de tierno y cariñoso con ella… Fue hace muchos, muchos años… Cuando eran novios… Al principio de casarse… Pero eso duró poco; año y pico… Tal vez algo más… Hasta que empezó la especialización como cirujano en régimen de internado en un hospital; a partir de entonces él fue cambiando, poco a poco pero inexorablemente, cada vez más y más metido en sus estudios, prácticas y trabajo; trabajo, trabajo y trabajo… Y cuando, al fin, a los años de especializarse y trabajar en distintos equipos quirúrgicos, logró la titulación al frente de un equipo propio ya fue el despiporren, dedicado en cuerpo y alma al trabajo y a hacer dinero. Se deshumanizó inenarrablemente, endiosándose y, realmente, despreciando a todo el mundo en grado sumo… Y, ¿quién le garantizaba a ella que, si se entregaba de nuevo a él, antes o después no iba a pasar lo mismo?… No; lo mejor era no ceder; seguir con sus presupuestos de un principio: No dejarse seducir por estos nuevos cantos de sirena y hacérselas pasar canutas, pasándole las facturas pendiente todas juntas y dobladas

Y con las ideas claras de nuevo y la decisión final ya firmemente tomada, Mercedes dio la espalda a su marido, olvidada de él y su angelical sonrisa, y enseguida se durmió por fin… Bueno, no tan firme, pues por finales, y cuando se empezaba a sumir en dulce somnolencia, de pronto se espabiló por un momento para decirse que, realmente, tampoco había por qué ser en exceso cruel con él… Que con que la señorita Kitty le tratara como a cualquier otro cliente sería suficiente… Y así, con sus primeros propósitos puramente vengativos reconsiderados, es cuando, de verdad, se durmió, tranquila y plácida… Y es que, pensó, que la venganza, el odio sostenido, es un arma que, finalmente, se revuelve contra quién la esgrime… El odio es lo que sostiene y genera la venganza, y el odio acaba por amargar y destrozar la vida de quien se deja dominar por el odio… No; odiar no es conveniente, porque quien odia acaba por odiarse a sí mismo

A la tarde siguiente, cuando la señorita Kitty entró en el bar-club de Alberto Alcocer, D. Pablo, que desde un rato antes ya estaba allí, esperándola, se levantó para, con su mejor sonrisa, salirle al encuentro. Se dieron la mano y se besaron en las mejillas, como por entonces ya se solía hacer entre amigos y amigas, chicos y chicas, invitándola a continuación a sentarse en una mesa y, ante dos vasos de whisky empezaron a departir animadamente hasta que, al rato, la señorita Kitty tiró de D. Pablo rumbo a la habitación en la casa de Dª Asun

Y sucedió que, efectivamente, esa tarde D. Pablo aguantó como bueno hasta que la señorita Kitty acabó no una, sino hasta dos veces casi seguidas… Fue esa la primera mejor relación íntima de su vida, pues D, Pablo la hizo disfrutar como nunca ningún hombre, ninguno de los clientes con que la señorita Kitty se acostara, nunca lo hiciera

Y se dice que la primera mejor relación sexual de su vida, porque a aquella primera relación completa entre D. Pablo y la señorita Kitty, siguió una segunda y una tercera, que constituyeron las segunda y tercera mejores relaciones en la vida de la mujer que era tanto Mercedes Kitty… D. Pablo no se cansaba nunca de hacer dichosa a la señorita Kitty, ni la señorita Kitty de disfrutar con D. Pablo… Y de hacerle disfrutar

Y no se piense que esas hasta tres veces que esa tarde la señorita Kitty lo “hizo” con D. Pablo constituyó un, digamos, “tratamiento” especial a tal cliente, sino que, al menos técnicamente, tal atención podría entenderse como forma habitual en que la señorita Kitty ejercía la prostitución. En la prostituta normal y corriente, lo normal es no implicarse personalmente en la relación profesional, por lo que es difícil que disfrute de tales relaciones; ella es una profesional que realiza un trabajo a cambio de dinero y punto…

Pero en la señorita Kitty eso no era exactamente así, sino que la implicación personal, limitada, eso sí, al placer físico que la relación sexual en sí genera, era más importante que el dinero que tal relación le reportaba, sin, desde luego, renunciar en modo alguno a ese beneficio, pues ella ni a Dios perdonaba nunca ni un duro. Por eso, y también a diferencia de la profesional normal y corriente, que siempre es elegida por el cliente, pues ellas, generalmente, aceptan a todo bicho viviente que se les arrime y acepte el precio que ella pida, a la señorita Kitty no la elegía cliente alguno, sino que era ella quién decidía con quién se acostaba y con quién no, dependiendo de la facha del tío, si le gustaba o no le gustaba…

Así, también la relación que establecía con el cliente elegido difería también bastante de la establecida entre la prostituta común y su cliente, pues ésta, al fundamentar la relación en el dinero, la da por concluida cuando el cliente eyacula; pero la señorita Kitty esto no solía hacerlo, sino que cuando los dos, ella y el cliente, llegaban al fin al orgasmo, a poco que aquello la hubiera satisfecho, se quedaba en la cama junto al cliente, abrazada a él, disfrutando los dos de sus mutuas caricias, y lo normal es que lo volvieran a hacer al menos una vez más… Claro, si el tío aguantaba, que por lo general sí, pues ella sabía perfectamente con quién se uba

En consecuencia, era bastante normal en ella mantener una única relación por tarde; en todo caso dos, pues era raro que en una misma tarde llegara a las tres, pues rara vez no superaba la hora cada relación, siendo bastante normal las dos horas y hasta algo más alguna que otra vez … O sea, que lo dispensado a D. pablo entraba por completo dentro de lo absolutamente normal en sus relaciones…

Otra cosa, era la mayor o menor satisfacción obtenida, el afecto que el cliente pudiera despertar en ella, que también, a veces, esto influía en la elección del cliente, pues ella, para aquellas alturas, había establecido algún que otro lazo de confianza y amistad con algunos de sus clientes, pues no todos eran lo mismo de simpáticos y agradables en su trato, lo que tampoco implicaba que tales lazos llegaran a ser románticos o amorosos, que no; en modo alguno… Aunque, todo tiene siempre sus excepciones, y D. Pablo… Pues ni ella misma lo sabía… Aunque, desde luego, y desde aquella primera vez en que él se le fue sin decir adiós, el tipo había quedado clasificado entre sus buenos amigos… Y ello, más aún desde aquella segunda vez, en la que él le cumplió como bueno…

A partir de aquella tarde, D. Pablo pasaba por el bar de la calle Alberto Alcocer al menos un par de tarde a la semana. Cuando iba lo hacía poco antes de las siete, la hora a la que solía llegar la señorita Kitty, que nunca llegaba antes, sino no tan pocas veces algo después. Y, tan pronto entraba ella en el local allá iba él a su encuentro, con su inveterada copa de coñac en la mano

¿Me aceptas una copa, Kitty?
Le decía tras besarla en ambas mejillas y ella, sonriente, se la aceptaba, con lo que seguidamente se sentaban en una mesa; él se acababa la copa de coñac y ella consumía lo que le habían servido, para seguidamente levantarse y subir a la casa de Dª Asun, a la habitación que les señalaba y estar allí, gozándose, él de ella, ella de él, entre hora y media y dos horas… Alguna vez incluso más…

Luego, él solía marcharse y ella, a veces volvía a ligar con otro cliente, a veces no; a veces subía a la casa de Dª Asun con el cliente ligado, a veces se limitaba la cosa a charlar con él animadamente hasta que a eso de las diez menos algo, definitivamente subía a la casa de la madam a cambiarse, desapareciendo desde entonces la “señorita Kitty” hasta la tarde siguiente.

Aunque esto último sólo pasaba cuando la relación con D. Pablo se había extendido tanto que ya ni una hora le faltaba para cuando se marchaba definitivamente, con lo que al tío le decía que la dispensara, pero que ya no le merecía la pena subir con él a la habitación para tan poco tiempo… Unas veces el tío pasaba por limitar la cosa a departir con ella, otras la mandaba a paseo ante la negativa, casos estos en los que se quedaba sin ligar tras estar con D. Pablo

Pero también otras veces pasaba que, cuando él y Kitty dejaban la casa de Dª Asun, ella le pedía que la invitara en el bar, con lo que esas tardes estaban juntos hasta que ella, pasadas las nueve y media de la noche, en que ella le decía que la perdonara, pero que ya era hora de regresar a su casa, con lo que él se marchaba del bar y ella subía a cambiarse y volver también a casa, algo después de cuando él lo hacía

Por cierto, que al cuarto o quinto día que subía con él a casa de Dª Asun, en el ascensor, cuando, como tenía por costumbre, D. Pablo le entregó el billete de cinco mil que cada día que iba le pagaba, ella se lo devolvió. D. Pablo se quedó a cuadros con ello, y ella le dijo

No te hagas ilusiones, que no es que ya no te vaya a cobrar… Ni que hoy no te cobre, que ya lo creo que te cobro el “polvo” de hoy; pero ¿sabes?… Eres un pardillo… Te vengo cobrando dos mil “calas” (pesetas, en argot) de más cada vez… Y como eres un pardillo, a pesar de que te creas otra cosa, pues me das pena, y he decidido ser cabal contigo… Luego, ¿Cuántos días te he cobrado cinco “verdes”? Lo menos cuatro… O sea, que te debo, al menos, ocho mil… Menos tres mil de ahora, todavía te debo mil pavos, al menos… Bueno, pongamos que seis mil pelas, para redondear… Y ni un duro más estoy dispuesta a descontarte, nene… Así que me follas por la cara también mañana y pasado y a la paz de Dios, hermano…
Y, ¿cómo iban las cosas en la casa, durante ese tiempo?… Pues más o menos como antes; con D. Pablo tan insoportable como siempre, formando la pelotera hache por lo más nimio… Que no había hielo en el cubo al efecto, porque las coca colas no estaban donde debían… O, simplemente, por si un cuadro, a lo mejor, estaba algo torcido… En fin, que Mercedes siempre era una desmanotada que apenas si servía para nada y demás

Y por no hablar de cuando la formaba parda con Pablito, que era un día sí y otro también, aunque, admitámoslo, en estos casos razón no le faltaba, pues el nene era de alivio. Y claro, tampoco Mercedes se iba de rositas, sino que a la postre era la principal pagana, pues ella era la culpable de que el “niño” fuera así

Pero una cosa empezó a pasar, que antes no sucedía, y es que Mercedes, cuando D. Pablo se la liaba, a las primeras de cambio, se marchaba de casa; en fin, que de la noche a la mañana, había decidido que le aguantara su pastelera mamá, cuando le daba por ponerse en plan borde… La primera vez que tal ocurrió él se quedó desconcertado unos minutos, hasta que comprendió; entonces, también él salió despendolado hacia el famoso bar de Alberto Alcocer donde, como esperaba, encontró a la señorita Kitty, prácticamente esperándole. Y allí, entre ellos, todo eran sonrisas y buena armonía hasta terminar los dos encamados, prodigándose mutuamente zalemas y carantoñas

Y aquello, periódicamente se reproducía: Él, D. Pablo, el tonante marido de Mercedes, sacaba sus demonios a pasear por la casa y, al punto, Mercedes salía por la puerta para, un par de minutos después, lo justo para evitar juntarse con ella en el garaje, D. Pablo hacer exactamente lo mismo. Era como un consigna o clave tácita: Ella se iba, él le daba tiempo a marcharse incógnitamente y, seguidamente, salía tras ella. Se encontraban en el famoso bar, ella bajo la personalidad de la señorita Kitty, y mutuamente se consolaban sus cuitas de personas casadas e infelices con su respectiva pareja…

Y es que la casual irrupción de D. Pablo en la vida del peripatético personaje que era la señorita Kitty, fue una profunda inflexión en las relaciones entre D. Pablo y su mujer, Mercedes… Para los dos, y por las razones que fueran, el mutuo matrimonio habíase trocado en prisión que por igual les estaba aniquilando como como seres humanos, haciendo que mutuamente se detestaran…

Aquí convendría hacer un inciso en el relato, y ver las causas que habían llevado a la actual situación del matrimonio. Por descontado, que mutuamente se culpaban, descargando cada uno en el otro toda la responsabilidad del desastre en el que la pareja había naufragado, pero la verdad era que, como siempre suele suceder, la culpa les alcanzaba a los dos…

Lo cierto es que ese matrimonio fue mal desde el primer momento… Desde la mismísima noche de bodas. Ninguno de los dos era de Madrid, aunque ambas familias, la de él y la de ella, hacía tiempo que vivían en la capital de España, Pero sucedió que, para casarse, Mercedes quiso ir a su pueblo, un lugar más que pequeño en el extremeño páramo de Badajoz, cercano ya a la raya con Portugal y a la andaluza provincia de Huelva, en la ermita de la Virgen Patrona del lugar y a sus pies santísimos, pero que para la noche de bodas habían reservado habitación en un hotel madrileño para estar por la mañana cerca del aeropuerto de Barajas, desde iniciarían un lucido viaje de novios por la romántica Costa Azul

Pero sucedió que, cuando Mercedes se vio a solas con su marido, ya por fin en la habitación nupcial del hotel madrileño, le entró un pánico cerval ante lo que se le avecinaba, la por fin primera relación íntima, completa de su vida… Se puso histérica, reclamando allí y entonces la presencia de su padre y su madre para que la asistieran en tal trance… Pablo se revistió de santa paciencia, tratando de hacerle ver lo absurdo de su pretensión… Que no se preocupara, que él era médico y sabía perfectamente de qué iba la cosa… Que tendría mucho cuidado… Que apenas si notaría nada… Pero todo inútil… Al final, aquella noche él la pasó en el suelo, junto a la cama donde Mercedes no quiso admitirle

Y la cosa en las noches siguientes no mejoró, ni siquiera durante la semana que estuvieron por la Riviera francesa, pues él, al principio, durmiendo en el suelo, sobre la almohada, en tanto ella lo hacía en la coma con un almohadón de la cama como almohada… Luego ella se apiadó un tanto de él, permitiéndole compartir con ella la cama, pero con la almohada de por medio, no se fuera a emocionar él demasiado, por lo que el bueno, paciente Pablo, tuvo que dormir sin nada en que apoyar la cabeza, pues la cama no disponía de más almohadón que el que Mercedes usaba como almohada…

Claro que se produjo, por fin, la desfloración de Mercedes; fue al volver de la Costa Azul. Como era natural, los padres de los dos salieron a esperarles. Cuando, al fin, Mercedes se vio a solas con sus padres, se echó a llorar ante ellos como una magdalena, contándoles sus cuitas matrimoniales; su marido era un monstruo, sólo pensando en sí mismo y en sus más bajos instintos, pretendiendo continuamente someterla a las peores vejaciones… Su padre en un principio, tomando a su flamante yerno por un Landrú cualquiera, que a saber a cuántos actos anti natura pretendía someter a su inocente hija, estaba dispuesto a romperle no ya cara y narices, sino hasta la crisma, hasta que se dio cuenta de que lo único que el hombre pretendía de su mujer era consumar el santo matrimonio…

Entonces, el globo del padre se volvió contra la hija… La tachó de todo, en especial de mala esposa… Y hasta de mala cristiana por desoír el Divino Mandato del Génesis y hasta del propio Jesús en el Evangelio: “Y se unirán los dos -marido y mujer- en una sola carne”. Su madre echó de la habitación a su furibundo marido y de manera más comprensiva y cariñosa, eso sí vino a decirle lo mismo. Que su obligación de esposa era “abrirse de piernas” a su marido, le costara lo que le costase

Y se abrió de piernas, aunque haciendo de tripas corazón. Y la experiencia, más traumática para la pobre Mercedes no pudo ser. Y no porque su marido no fuera cuidadoso con ella; no porque no se armara de paciencia y suavidad para penetrarla, sino porque ella estaba algo más que aterrorizada ante el panorama… Vamos, enteramente traumatizada ya de por sí y, todo hay que decirlo, tampoco Pablo acertó a tranquilizarla ni un ápice. Fue, sí, cuidadoso al penetrarla, paso a paso, sin absolutamente nada de violencia, pero le faltó ternura, calidez de esposo amante… Faltó la gentileza, el cariño del novio, del amante que también debe de ser el marido, el esposo… Hubo caricias, pero pocas, muy, muy pocas para las muchísimas que ella hubiera necesitado a fin de que la femenina naturaleza de ella obrara como debía haber obrado, predisponiéndola para la consumación conyugal… Haciendo que ella llegara a desearla… Pero Pablo fue torpe; fue médico; fue técnico en los aspectos físicos del coito, pero no fue hombre amoroso que supiera provocar, satisfacer en suma a su mujer

Y así pasó. Que ella no se relajó en ningún momento, sino que más tensa no pudo estar, con lo que los someros destrozos orgánicos inherentes a la desfloración alcanzaron noveles desastrosos por la falta de lubricación en aquella vagina, tanto que su propio marido, siempre en su papel técnico de médico eficiente, tuvo que dispensarle tratamiento que arreglara lo destrozado. Aquello siguió repitiéndose de vez en cuando, consintiendo ella, abriéndose de piernas para él, de vez en vez… Cuando la mejora de los nuevos destrozos vaginales, debidos a la permanente falta de lubricación vaginal de Mercedes, nuevos y repetidos fallos de Pablo, lo permitían… Y ella reunía el suficiente valor para someterse a la nueva tortura que cada relación conyugal para Mercedes representaba… Hasta que, por fin, creyó estar embarazada…

Entonces vino un nuevo fallo de Pablo. Ella estaba toda ilusionada, y muy especialmente por poderle ofrecer a su marido el primer fruto de sus entrañas, esperando que él saltara de alegría ante la noticia, como era normal en todos los maridos… Como su propio padre saltó de alegría cuando su madre le dio la misma noticia a su marido que ella ahora daba al suyo… Pero la única reacción de Pablo fue hacerle un análisis de sangre para confirmar que la noticia no era una falsa alarma, amén de, en caso positivo, comprobar el estado general de su mujer ante el embarazo que le esperaría

Fue la puntilla para las íntimas relaciones de la pareja, pues ella, desde entonces, se empeñó en cerrarse de piernas para su marido. Para ella, estaba ya libre de deberes, obligaciones a tal efecto, La unión de cuerpos en una sola carne, como ordenan las Escrituras, ya la había consentido y el fruto de su vientre ya estaba ofrendado al padre, luego… ¿Qué otras obligaciones se le podían pedir? Ninguna…

Entonces… ¿Cómo surgió la señorita Kitty?… El tiempo también pasó para Mercedes, y bastante más que para su marido… La segunda mitad de los años sesenta, trajo el inicio de una especie de revolución en ciertos sectores de la sociedad española, la juventud estudiantil en especial, pero también entre parte de las mujeres españolas, que por aquél entonces empezaron a salir de casa para no sólo ser amas de casa, esposas y madres en definitiva, sino que también empezaron a trabajar fuera de casa, como resultado de la llamada “Sociedad de Consumo”, que multiplicó los gastos de las familias al incorporar a la vida diaria comodidades antes negadas, los televisores, las lavadoras automáticas…

La vida empezó a variar, pues ya los españolitos no se conformaban con tener cubiertas las básicas necesidades, sino que comenzaron a demandar niveles de vida superiores, en los que lo que antes se consideraba superfluo pasaba a ser básico… Y el sueldo del marido no alcanzaba a cubrir ese nuevo nivel de vida que la nueva sociedad española demandaba… Recuerdo un eslogan, hoy por entero olvidado -¡el tiempo no perdona!- pero muy en boga por entonces: “Arrímale el hombro a tu hombre”… Fue el comienzo de la igualdad hombre-mujer, pues ese mismo eslogan fundamentaba esa igualdad, al aunar al marido y la mujer en la tarea de mantener el nivel de vida del hogar

Desde luego que Mercedes en ese universo no estaba imbricada, pues su estatus era de esa clase media alta-acomodada donde los maridos se inflan a ganar dinero, pero donde también las mujeres suelen estar bastante desatendidas por unos maridos demasiado implicados en sus negocios y profesiones, excesivamente ocupados en ganar más y más dinero y, por qué no decirlo, en mantener vidas paralelas con el personal femenino subalterno más allegado a ellos… Pero esas esposas, con alrededor de cuarenta años, abandonadas por sus hombres, también tenían sus necesidades de mujer y si en casa, al picor de su entrepierna no le encontraban alivio, ahí estaban los jóvenes ayudantes masculinos de sus maridos, siempre a la que cae, para que les remediaran sus males

Y claro, el matrimonio D. Pablo-Mercedes, también tenía sus amistades, más o menos íntimas, compañeros de D. Pablo ellos, en la misma situación de abandono conyugal que Mercedes ellas… Y entre esas amigas había de todo… Quienes se resignaban a su perenne abandono y quienes no, con sus correspondientes “remedios” masculinos a su íntimo problema éstas… Las conversaciones entre ellas, siempre, invariablemente, era el común problema de perenne insatisfacción sexual, excitándose unas y otras con las narraciones de las proezas sexuales que los “recambios” al hombre desatento habían encontrado las más lanzadas

Aquello, para Mercedes, que del problema sexual de sus amigas, en principio, no participaba, fue actuando como la permanente gota de agua sobre la piedra, con lo que acabó por, cuando menos, exacerbar su curiosidad respecto a un tema que para ella nunca le había interesado… Y menos desde que se casó… Pero tiempo al tiempo, que todo se anduvo hasta acabar un día por decirse: “Y si estoy equivocada y me estoy perdiendo algo, de verdad, grande”… Porque las referencias de sus amigas al respecto mejores no podían ser… Y, además, parecía que habían hombres que sabían tratarla a una… Y hasta hacerla disfrutar…

Llegó 1968 y con él su famoso mes de Mayo, aquél mítico “Mayo francés del 68” que empezó a romper moldes y dinamitar los más fervientes principios morales de toda la vida… Y en 1969, Mercedes se decidió a dar el salto en el vacío… Supo, por referencias, de la “Costa Fleming”, por entonces en su máximo apogeo… Y sintió curiosidad por conocer qué era aquello… Fue a la zona, paseó sus calles, se asomó a sus bares y clubs… Y se dijo que por qué no probar…

La primera vez, su primer cliente, fue un tío cuarentón pero sin pasarse; guaperas, bien plantado y con una labia… Uno de esos que sí que saben tratar a una mujer hasta llevarla al paraíso… Cuando subieron a la habitación ella, muerta de miedo, se confesó a él. Que era casada pero que desde que se quedara embarazada nunca más había vuelto a hacerlo… Y de eso hacía casi veinte años… También le habló de su marido, tan poco cariñoso con ella, y lo mal que lo pasó en aquellas sus primeras y únicas experiencias… Y de su casi congénito miedo a “eso”… Él le dijo que no se preocupara… Que sí sabría tratarla para que todo discurriera bien y disfrutara de verdad

Y sí que supo tratarla. Comenzó por besarla en los labios, sí, pero no a tornillo…Nada de violencia, sino todo suavidad y dulzura inmensas… Hasta ternura, hasta casi cariño en aquellos besos primeros que la empezaron a tranquilizar… Luego fue su cuello, el lóbulo de sus orejas, sus senos los que recibieron la caricia de los masculinos labios, de la lengua del hombre… Y los pezones de sus senos… Vamos, que ese hombre le hizo todo lo que su marido debió hacerle y no le hizo… Cuando llegó el momento de la penetración ella se la estaba ya pidiendo a gritos… Y los gritos fueron cuando le empezaron a llegar los orgasmos, uno a uno primero para hacerse al final casi interminable cascada…

Para su sorpresa resultó que ella era una mujer francamente ardiente… Más bien tórrida, realmente… Y multiorgásmica, pues en la misma relación era capaz de venirse hasta cinco, seis… Incluso más veces, comprobó luego que podía alcanzar el cielo sexual… Y, desde entonces, hasta el presente…

Pero volvamos al relato en sí, tras este inciso. Decíamos que irrupción de D. Pablo en la vida de la señorita Kitty, marcó una profunda inflexión en las relaciones del matrimonio Pablo-Mercedes, y es verdad, pues él, Pablo, adoptó la misma solución a su problema que ya antes Mercedes tomara: Desdoblar su personalidad en dos seres diferentes por completo, el D. Pablo, cirujano eminente, hombre triunfador, dominante, que pisoteaba sin contemplaciones a todo bicho viviente y el Pablo que cariñoso, solícito, profundamente enamorado, buscaba a la señorita Kitty, la prostituta… La puta de lujo…

Entre ellos, cuando se juntaban, eran los dos miembros de parejas rotas… Dos juguetes rotos que se buscaban para mutuamente consolarse. Se decían lo que cada uno tenía contra el otro, pero no al ser que les atormentaba, sino a otro ser imaginario… Eran parejas distintas él y ella… Él hablaba de su mujer como si ella no lo fuera y ella de su marido como si él no lo fuera… Y no lo eran entonces… Kitty no era Mercedes y ese Pablo que consolaba las cuitas de Kitty, tampoco era el D. Pablo de su casa

Y cuando se unían en la habitación de la casa de Dª Asun, verdaderamente, no eran la prostituta y su cliente, aunque, indispensablemente, mediara antes el pago del coito, sino que, ya arreglado lo del pago, sólo eran un hombre y una mujer que se amaban… Que, mutuamente, se entregaban sin reserva alguna…

Porque la señorita Kitty, sin saber ni cómo, sin pensarlo ni proponérselo, había acabado por enamorarse como una burra de aquél cliente que tan dichosa la hacía… Aquél que la entendía… Que escuchaba amorosamente sus cuitas conyugales… Sus penas de mujer casada con un impresentable… Aquél cliente del que se sabía… Se sentía profundamente amada… Porque, eso, que ella era una prostituta ante todo y sobre todo, era algo que la señorita Kitty lo tenía más que claro… Y, además, era lo que, en verdad, quería ser…

Y ese Pablo cliente predilecto de la señorita Kitty, estaba más que loco por ella… Y sí que sabía por qué y desde cuando… Desde que la vio por vez primera en la calle de Alberto Alcocer… Entonces, realmente, se enamoró de aquella mujer que tanto le recordaba a su mujer, a Mercedes… Esa Mercedes que él, realmente, detestaba más que ninguna otra cosa… Esa mujer que, estaba convencido de ello, nunca le había querido… Que de recién casados le hizo pasar las de Caín… Pero Kitty era todo lo contrario a Mercedes… Era tierna, cariñosa… Le amaba… Sí; ese Pablo sabía que Kitty le amaba… Que él, por finales, había logrado enamorarla…

¿Qué era una enamorada que le cobraba por acostarse con ella?… ¡Pues claro que sí!… Ella era, al fin y al cabo, una prostituta, por mucho que le amara… Y las prostitutas sólo se acuestan con un tío por dinero… Sólo al chulo que las explota no le cobran… Pero él no era el chulo de la prostituta señorita Kitty… Ni, en forma alguna, quería serlo… Él era solo un cliente de esa prostituta… Cliente muy especial, vale, pero cliente al fin y al cabo…

Eso Pablo lo tenía más claro que el agua, que él sólo era un cliente más de una prostituta, por muy especial, muy predilecto que pudiera ser… Y otra cosa también tenía clara como el agua: Que las prostitutas, todas ellas, tienen clientes… Muchos clientes algunas de ellas, otras, como era el caso de Kitty, menos… Pero tenerlos, los tenía… Y también diáfano como la luz del día, que las prostitutas se acuestan con sus clientes… Que tienen relaciones sexuales plenas con ellos… Así, él era consciente de que otros hombres, otros clientes también se acostaban con ella… Y hasta que ella solía gozar plenamente de esas otras relaciones… No tanto como con él, seguramente, pero gozar con los otros también gozaba

Eso para él era así; la cosa más normal y natural del mundo… Lo tenía plenamente asumido, luego si quería tenerla, si quería estar con ella de vez en cuando, eso lo tenía que aceptar… Y lo aceptaba de buen grado… ¿Le agradaba?… Pues, francamente, no; pero así eran las cosas y las tomaba como eran o las dejaba… Y él, sencillamente, las tomaba… De modo que para qué tener celos… Además, ojos que no ven, corazón que no siente… Y él no la veía nunca cuando se iba con otros tíos a la habitación que él tan bien conocía…

Este Pablo, llegaba al bar donde ella paraba antes de que ella llegara, con lo que él era el primer cliente que Kitty atendía esa tarde… Y cuando la relación acababa, él se marchaba, sin ya pasar por el bar, con lo que no veía, no sabía qué pasaba una vez que ella, de nuevo, quedaba libre… No la veía salir del bar con cualquier otro hombre camino de la casa y habitaciones de Dª Asun… Lo dicho, ojos que no ven…

Pero un día toda esta idílica situación, dio en quiebra… Fue entre mediados y finales de Diciembre, poco antes de la Noche Buena de aquél año de 1971, y la culpa del dichoso D. Pablo y su mala baba… Durante la comida, como era tan habitual en él la lio más que parda… Realmente, como pocas veces… Y, como siempre por cualquier cuestión más que baladí, que qué más da aquí señalar lo que desencadenó las patas de banco; la cosa es que la lio como pocas veces lo hiciera y en un momento dado de la discusión le soltó a Mercedes

¡Tú ya chocheas, querida!…
¿Me estás llamando vieja?
¡Y qué otra cosa quieres que te llame, si tienes más años que Matusalén y, además, inaguantable!…
¡Pues no te apures que no me vas a tener que aguantar más esta tarde! ¡Gilipollas!… ¡Desgraciado!… ¡Hijo de mala madre!
¡Oye! ¡A mi madre, ni mentarla!… ¡Zorra!… ¡Más que zorra!
Con que zorra, ¿he?… Pues… ¡Te vas a enterar de lo zorra que soy!… ¡Ya lo creo que te vas a enterar!… ¡Cabrón!… ¡Más que cabrón!… ¡Hijo de siete padres!
Se fue por el abrigo y, dando un sonoro portazo, salió de casa. D. Pablo, por primera vez en su vida, se quedó a disgusto consigo mismo tras aquello… Si hubiera podido,hubiera borrado la escena que acababa de pasar… Sin saber bien por qué, se quedó desasosegado… Temeroso… Estuvo tentado de, esa tarde, no ir al bar de Alberto Alcocer, pero al final bajó al garaje, se metió en el coche y salió para allá

Cuando llegó, como es tales casos ocurría, ya estaba allí Kitty, sentada a una mesa con otra de las chicas que también allí paraban, una tal Viqui. Se acercó a ellas y, un poco más “cortado” de lo que últimamente era en él habitual las saludó. Se quedó allí, de pie, como un pasmarote… Estaba tremendamente inseguro… Como nunca en su vida lo estuviera… Por fin se sentó

Vaya Pablo… Pues no te esperaba hoy por aquí… Fíjate, hasta me he fijado ya en un tío… Ampliar la cuadra de garañones, ¿sabes?… ¡Sangre fresca, que nunca viene mal… Perdona nene, pero voy a ver si me lo ligo…
La señorita Kitty hizo intención de levantarse, pero Pablo la tomó por un brazo, intentando retenerla

No Kitty… Por favor, no lo hagas… Subamos los dos… Te daré lo que quieras…
Una barra de hielo sería cálida comparada con la mirada que la señorita Kitty le largó

¡No se te ocurra volver a ponerme la mano encima por tu cuenta!… ¿Estamos?… Además, yo hago lo que quiero y me voy con quién quiera… Y ni tú ni nadie tiene suficiente dinero para hacer que me vaya con él, si yo no quiero… Y esta tarde no quiero estar contigo… ¿Entendido?… O sea, que si la tienes dura, pues ya sabes, te la meneas… O te vas con Viqui, aquí presente… Ella, seguro, que no te hará ascos… Pero conmigo, ni hablar de la peluca… Mañana, si quieres, vuelves y quién sabe… A lo mejor me rotan las tetas de irme contigo… Aunque a lo mejor, pues tampoco mañana quiero y, como hoy, prefiero ligarme a otro tío bueno como el que ahora mismo pienso ligarme… Abur Pablo…
La señorita Kitty se marchó hacia la barra y Pablo se quedó allí, mirándola alejarse… Desencajado… Pálido… Con una tremendo rictus de intenso dolor en la boca… La señorita Kitty se acercó a dos fulanos que estaban en la barra, uno de los cuales la llevaba mirando casi que desde que entró ella

Hola guapos… ¿Me invitáis a una copa?…
Los “guapos”, desde luego la invitaron y ella, en un par de tragos se trasegó lo que le sirvieron. Entonces, encarando con todo descaro al “maromo” que la había estado mirando, le espetó a bocajarro

Y qué, guapo… ¿Te gusto?… Diría que sí, ¿verdad?… ¡No has dejado de mirarme in momento, tío!… ¿hace un “polvete”, ricura?… Total, el regalito tres mil cochinas pesetas…
Y sí, a la “ricura” le iba ese “polvete”, y las tres mil pensó que la moza las valía… Luego los dos, ella colgada del brazo de la “ricura”, se dirigieron hacia la puerta y salieron a la calle… En el último instante, cuando ya tenía la Kitty en la mano el asa de la puerta de salida del local, y la empujaba para salir con el “maromo”, volvió la vista hacia Pablo y hasta, con la punta de los dedos, tuvo el valor de enviarle un beso por el aire, al rostro contraído de Pablo, pudiendo apreciar el lagrimón que corría por la mejilla del hombre… Al segundo salió definitivamente a la calle, perdiéndose de la vista de Pablo

¡Vaya!… Conque la Kitty te está poniendo los puntos… Oye, que digo yo que “Un clavo saca otro clavo”… ¿Por qué no subimos nosotros?… Oye, que yo valgo tanto como ella… Y con dos quinis (billetes de mil pesetas) de regalito, la cosa arreglada… Qué macho, ¿Subimos?
¡Déjame en paz, quieres bonita!
Pues sí que te ha dado fuerte lo de la Kitty… ¿La quieres de verdad?
Pablo no respondió; se levantó de la mesa, pagó lo que Kitty habían consumido y consumía entonces Viqui, y salió del bar con la muerte en el alma

Aquel día, Mercedes llegó pronto a casa, y bien se dice lo de día pues apenas eran entre las seis-seis y media cuando llegó. Preguntó a su hijo por su padre pero el chico al padre no le había vuelto a ver dese que salió de casa, poco después de irse ella… Fue a llamar a la clínica a ver si estaría allí, pero su hijo la retuvo

Mamá; papá y tú os lleváis como perro y gato… ¡Fíjate la de hoy!… ¿Por qué no os separáis ya de una puñetera vez?… ¡Os estáis destrozando el uno al otro, y por tonterías! Por favor separaos ya… No os aguantáis… ¡Estáis locos empeñándoos en seguir juntos!… Las cosas hay que reconocerlas cuando suceden, y acabar lo que ya no puede seguir ni enderezarse… Como vuestro matrimonio, que ya no tiene remedio… ¡Acabar ya con esta tortura mutua!…
Su madre le miró pero no dijo nada… Razón no le faltaba a su hijo… ¿Qué había ya entre Pablo y ella?… Sí, claro, se dijo… Kitty… Kitty y ese otro Pablo, el cliente de Kitty… Y se preguntó… ¿Es eso suficiente?… No quiso responderse… Tal vez, inconscientemente, pensaría aquello de que “Mientras hay vida, hay esperanza”…

Se desentendió de todo… O, mejor dicho, quiso desentenderse… Pero no podía… Estaba nerviosa… Enervada… Como decía el título de aquella “peli” americana, tan excelente, del Paul Newman y la Elísabeth Burton… Como “gata en tejado de zinc caliente”… Las horas fueron pasando y Mercedes cada vez se ponía más nerviosa esperando el regreso de su marido. Se hicieron las nueve, las diez… Y ya no pudo aguantar más la impaciencia. Telefoneó a la clínica. D. Pablo mismamente le cogió el teléfono

Hola Pablo
Hola Mercedes; ¿te pasa algo?
No, no… Nada… ¿Qué me iba a pasar?… Es solo que… Bueno, que quería saber si todavía te vas a retrasar mucho en venir…
Pues lo siento Mercedes pero… No creo que pueda regresar esta noche a casa… No sabes el trabajo que se me ha juntado… Ya he cenado… Nada; un simple bocadillo que me he subido de abajo… Y no sé si mañana podré ir… Bueno, la verdad es que ni sé cuándo volveré a casa… A lo mejor en días…Es que no sabes lo liadísimo estoy…
Ya, ya… Bueno pues… ¡Qué se le va a hacer!… Hasta…
Mercedes no acabó la frase. Estaba más claro que el agua que Pablo no quería volver por casa… No quería verla…

Al día siguiente, la señorita Kitty entró en el bar de Alberto Alcocer cuando apenas si eran las seis de la tarde, más de una hora antes de lo habitual en ella, y hecha un manojo de nervios. Se consumía observando la puerta, esperando ver aparecer a su cliente predilecto, a Pablo… Pero Pablo no aparecía… Se hicieron las seis y media, las siete menos cuarto, las siete, las siete y media, las ocho… A la señorita Kitty no le faltaba nada, pero nada de nada, para liarse a bocados con los puños… Y no; Pablo no apareció por allí en toda la tarde

Como es lógico, también hubo tíos que se le acercaron, ofreciéndose a invitarla; unos desconocidos, “nuevos en esta plaza”(1), al menos para ella, otros ya conocidos, más o menos reincidentes en el disfrute de los favores de la bella… Otros, en fin, arto conocidos, buen amigo de ella alguno que otro… Pero todos, se fueron con las manos vacías… O aguantándose las ganas, salvo que quisieran desfogarse con cualquiera de las demás chicas, que fue lo más normal… A los desconocidos se los quitó de encima a cajas destempladas, sin miramiento alguno, pues para gollerías estaba ella; a los medianamente conocidos, con un “Lo siento, chato; pero hoy no… Ya tengo un compromiso; estoy esperando a alguien” Y a los de verdad amigos, más o menos, con la verdad: “Otro día, ¿quieres?… Es que hoy no estoy de humor… No podría hacerlo… Y ya sabes; yo no soy una “máquina traga-perras”, como son casi todas”

Ellos lo entendían y se marchaban a buscar otra que sí estuviera “de humor”… Y es que, al final, todas las mujeres son iguales… Todas tienen el mismo atractivo íntimo… A eso de las ocho y media, la señorita Kitty se convenció, al fin de que Pablo esa tarde no pasaría por el bar y como, de verdad, no estaba de humor, se marchó del local “sin vender una escoba” en toda la tarde… Vamos, sin ingresar un céntimo en caja…

Pero es que al día siguiente el panorama no varió, pues tampoco esa otra tarde Pablo apareció por el bar… Ni a la siguiente, ni a la otra, ni a la otra… Ni tampoco en muchas otras más, siete, ocho… Pero es que tampoco por casa aparecía D. Pablo, el Tonante… Parecía haberse hecho ermitaño enclaustrado en el hospital por la mañana, en la clínica por la tarde… Mercedes, a pesar de desearlo íntimamente, no quiso llamarle… ¡Hasta ahí podían llegar las cosas!… Hasta que, el muy cabrón de su marido, y riéndose por lo bajinis se decía que más literal lo de los cuernos no podía ser, pues hasta con él mismo, cuando, como Pablo a secas, el “No Tonante”, buscaba a la señorita Kitty…

Por su parte, la señorita Kitty, al día siguiente de la “espantada” de Pablo, encaró fríamente el hecho de que ella, a fin de cuentas, sólo era una prostituta, un puta, al fin y al cabo; tal vez algo especial, respecto a sus relaciones con los clientes, pero, aparte de eso, una puta vulgar y corriente que lo hace por dinero… Y las putas no pueden entender de romanticismos extremos para con ningún cliente, por importante, querido incluso, que para ella pueda ser, porque entonces está perdida

Así que, desde ese mismo día siguiente a la no comparecencia de pablo, volvió al ejercicio normal de su “profesión”; aceptó cuantas invitaciones le ofrecieron, provocando no pocas, pues ella era más activa que pasiva… Prefería provocar al cliente, salir en su busca antes que esperar pacientemente, sentada a una mesa o en la barra, a que sus servicios fueran requeridos por cualquier tío. Y se ocupó con los clientes que bien le parecieron, como era norma en ella, elegir y no ser elegida, subiendo con ellos a las habitaciones de la casa de Dª Asun…

FIN DEL CAPÍTULO

NOTAS AL TEXTO

“Nuevo en esta plaza” es una coletilla que, en los Carteles de Toros, los que anuncian las corridas que se van a lidiar, aparece debajo del nombre del torero cuando éste torea por primera vez en esa plaza de toros.

El matrimonio de d. pablo meneses.- capítulo 3º

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Los días siguieron pasando, pero ni Pablo volvía al bar de Alberto Alcocer ni tampoco D. Pablo el Tonante a su casa… Pasaron ocho, nueve… Hasta puede que diez días, estando ya España abocada a las Navidades 1971-72, persistiendo tanto Pablo como de D. Pablo en el mismo plan de radical desaparición, cuando el mismísimo 22 de Diciembre, día en que los alumnos del Colegio de San Ildefonso cantan por la mañana los números de la Lotería de Navidad, la señorita Kitty se dijo que “si Mahoma no iba a la montaña, la montaña iría a Mahoma”, de modo que aquella tarde, a última hora, cuando sabía que en la clínica ya sólo quedaría Pablo, pues todo el personal de la misma, hasta la secretaria, se habrían ido ya, le llamó al teléfono. Como esperaba, le respondió él mismo

Hola mal hombre… ¡Landrú!… ¡Que me tienes más que abandonada!… ¿Cuánto tiempo hace que no te veo el pelo? ¡Malo, malo!… ¡Más que malo!… ¡Mal hombre!… ¡Sí; mal hombre!… ¡Malísimo!… Yo aquí… Esperándote cada día y tú… ¡A saber con qué pelanduscas andarás!…
Hola Kitty… No, no… Nada de pelanduscas… Tú ya sabes que yo eso… Lo que pasa es que no he podido ir… No sabes la cantidad de trabajo que últimamente tengo…
¡Trabajo, trabajo!… Yo ya sé cuál es el trabajo que tú tienes… Que todavía estás enfurruñado conmigo, por lo del otro día… ¿Me perdonas, por fa?… Te prometo que estoy muy arrepentida de aquello… Te lo juro, cariño… Te lo juro…
No… No te preocupes… Si es normal… Tú… Tú eres lo que eres… Tienes clientes… Te vas con ellos… Es normal… No; no pasa nada… de verdad, Kitty; no pasa nada…
Ya; eso me lo dices porque conmigo eres más bueno que el pan… Pero yo sé que no es así… Que te hice mucho daño… Lo siento; de verdad que lo siento… Pero… ¿Sabes lo que pasaba?… Que estaba muy… Pero que muy cabreada con mi marido… Y lo pagué contigo… ¿Me perdonas, amor?
Que no te preocupes, te digo… No; no estoy enfadado contigo… Cómo voy a estar enfadado contigo si… Si eres la luz de mis ojos… Mi alegría de vida… Mi razón de vivir… Si… Si, gracias a ti, he vuelto a vivir… A saborear el placer de vivir…
Gracias amor… Yo… Yo también te quiero mucho… ¡Hala! ¡Ya te lo he dicho!… ¡Te lo he soltado!… ¡Valiente puta estoy yo hecha!… ¡Ocurrírseme hacer lo que una puta jamás debe hacer: Enamorarse de un cliente!… Pero así es Pablo… ¡Te quiero con toda mi alma!… ¡Esto sí que te lo juro!
Yo… Yo también te quiero a ti… Y con toda mi alma también… Mora si te querré, que te acepto tal y como eres… Como lo que eres… Una mujer de muchos… No pretendo que seas sólo mía… Sé que eso no puede ser… Sólo deseo que seas mía, sólo mía, cuando estás conmigo… Luego… Luego sé que eso así no puede ser… Y lo acepto… Lo acepto sin problemas… ¿Sabes?… Sé que si no fueras lo que eres, nunca te habría conocido… Nunca habría vuelto a vivir… Si he vuelto a vivir es porque eres lo que eres… Esa mujer de muchos a que antes me refería… ¿Cómo entonces no aceptarte tal y como eres?… Hasta teniendo que pagarte, para poder estar contigo
Pablo; qué bueno eres conmigo… Y, ¿sabes?… También yo he vuelto a vivir por ti… También yo vuelvo a alegrarme de vivir por ti… A disfrutar, de verdad, de la vida por ti… Cariño mío, amor mío… Quiero que hagamos una cosa… Es por lo que te llamaba… Quiero verte… Necesito verte, amarte, como necesito respirar para poder vivir… Te espero mañana… No me falles; por Dios te lo ruego… Y ven pronto; cuanto antes puedas… Yo estaré dispuesta, lista para ti a las cinco de la tarde como mucho… Si puedo antes, pues antes… ¿Vendrás, verdad?
Iré; no te preocupes… A las cinco… O antes si me es posible
Sí mi amor… Seré tuya… Sólo, sólo tuya… Mañana no habrá clientes, no habrá nadie… Tú y sólo tú, mi amor… Y como no quiero que haya clientes, no quero que mañana me pagues nada… No serás mi cliente, por muy predilecto que sea… Serás mi amor… Sólo, sólo mi amor… No quiero que mañana follemos… No quiero follar contigo mañana… Quiero amarte… Y que tú me ames a mí… Toda la tarde, mi amor… Y tosa la noche quisiera… Meterme contigo en la cama y no salir hasta la mañana… Pero no podrá ser… Tendré que volver a casa… Y tú también… Pero ni sé cuándo volveremos… Quiero tenerte cuanto más mejor… Hasta las doce… Hasta la una de la madrugada… ¿Te parece bien?… ¿Podrás?…
Me parece de perlas… Y sí; claro que podré…
¿Y tu mujer?… ¿Qué le dirás?…
Pues ya lo sabes… Lo que en estos casos dicen todos los hombres… Que tengo mucho trabajo… Que tendré que estar reunido… Cenas de trabajo y demás… ¿No es eso lo que siempre dicen los hombres cuando quieren irse de picos pardos?… Tú me lo decías…
Sí… Esas son las excusas que suelen poner… ¡Pobres mujeres!… ¡Pobres esposas!… Siempre sacrificadas… Siempre engañadas… ¿Cómo se llama tu mujer?… Ah; ya recuerdo… Mercedes… ¡Pobre Mercedes!
¡Y un cuerno pobre!… ¡Pobre yo, que tengo que soportarla!… ¡Y al cabrito de su hijo!…
¡Cómo eres, Pablo!… Bueno; cómo sois los hombres… Sí: pobre Mercedes… Seguro que siempre sacrificada…
¿Sacrificada ella?… Esta sí que es buena… ¡Cómo se nota que no la conoces!…
Sí; sacrificada… Que aguantarte a ti en casa, tampoco debe ser moco de pavo… ¿A has ido a casa últimamente?… Seguro que no… ¿Has pensado en ella en estos días?… Seguro que tampoco… Y ella, la pobre, hasta preocupada por ti estará… Vuelve a casa esta noche, Pablo… Por favor te lo pido… Y dale un beso a Mercedes cuando llegues…
¡Eso sí que no!… Sería capaz de morderme, si le arrimo la cara… Lo dicho… No la conoces, que si la conocieras… Vale; iré a casa… Pero sin beso
Irás a casa, y con beso a Mercedes incluido…
Iré a casa, pero sin beso a Mercedes
Con beso a Mercedes, Pablo… Hazlo por mí que te lo estoy pidiendo…
Bueenooo… Pero que conste que por ti… Que si no…
Efectivamente, D. Pablo aquella noche, a eso de las diez, llegó a su casa… Mercedes estaba en el salón, viendo la televisión… Se quedó en medio del salón, un tanto cortado…

Hola… Ya he vuelto…
Mercedes ni se inmutó al entrar él, y menos ante su saludo. Sin dejar de mirar la “tele”, respondió

Hola… Pues sí; ya te veo…
Nueva vacilación de D. Pablo; “Con beso a Mercedes, Pablo… Hazlo por mí que te lo estoy pidiendo” recordó estas palabras de Kitty, y su promesa a ella: “Bueenooo… Pero que conste que por ti”… Aún titubeó un momento, como si se lo estuviera pensando, y, al fin, se acercó a su mujer e, inclinándose sobre ella, la besó en la mejilla

¡Dios; que doblen las campanas!… ¡Mi marido me acaba de besar!… ¡Cuánto honor, para esta inútil, vieja y…zorra mujer!… El cabrito de mi marido acaba de besarme… No me lo puedo creer… ¿Qué te pasa, Pablo?… ¿Te volviste turulato acaso?…
D. Pablo se mordió la lengua para no saltar y se fue al dormitorio, para despojarse del abrigo, pero también para huir de la inaguantable de Mercedes

La cena transcurrió en absoluto mutismo, callados los tres, D. Pablo, Mercedes y Pablito, aunque éste no tanto, pues aunque tampoco pronunció palabra alguna, pues nada tenía que hablar con sus padres, para qué, si eran unos “carrozas” que no entendían nada de nada, sí que anduvo con la matraca del tarareo de la, según su padre, “musicorra”, amén de música de negros, que el mancebo daba en escuchar, para desesperación de su padre, que odiaba esos ruidos infernales, de nuevo según él.

D. Pablo, desde luego, echó miradas asesinas a su hijo, de las que el mancebo ni se enteraba, tan interesado estaba en interpretar, a viva voz y muy a sus anchas, la “musicorra”… Pero, pásmense, propios y extraños, esa vez fue su más que tolerante mamá con su retoño, la que la emprendió con él, a cuenta de los “ruidos infernales”

¡Te podrás callar de una pastelera vez, Pablito!… ¡Que lo poco puede tolerarse, pero lo mucho se hace insoportable…
Y, altamente sorprendido de que su “momó” le interpelara de tal manera, el “niño” se calló, a Dios gracias pensó su padre, que ante el gesto de su mujer casi le rinde eterno agradecimiento

Cuando por fin la pareja se retiró al dormitorio y D. Pablo daba las buenas noches a su esposa, apagando la luz de la mesita que entre ambas camas mediaba, ella le dijo

Por cierto Pablo; se me olvidaba decirte que mañana saldré pronto; tan pronto acabemos de comer, lo más seguro, pues he quedado con esas amigas con las que últimamente suelo salir a las cinco como muy tarde… Y, además, no sé a qué hora volveré a la noche… No antes de la una; lo más seguro más tarde… Es que pensamos luego ir a cenar… Y después de cenar, pues seguramente tomaremos por ahí alguna copichuela… Ya sabes… Juerga de mujeres…Te lo digo para que lo sepas
Nada; no te preocupes… No hay problema… Yo también tendré que salir y regresaré también muy tarde… Sí; después de la una lo más seguro… Ya sabes… El trabajo… Tengo tanto atrasado…
D. Pablo se metió en la cama y prosiguió

¿Habrá “boy’s” en la fiesta?… Porque, las fiestas de mujeres hoy en día… Ya se sabe… A bajar el slip al “boy” que haga el estriptis… Y a agarrar lo que se pueda…
Pues qué quieres que te diga… A lo mejor… A lo mejor…
Pues nada; que os divirtáis…
D. Pablo se calló y, dándose media vuelta en la cama, se dispuso a dormir. Al rato, Mercedes dijo

Y, si yo me encaprichara de uno de esos “boy’s” que dices… ¿Te importaría si me liaba con él?…
D. Pablo no respondió al momento, sino que permaneció un tiempo en silencio; como pensando lo que su mujer acababa de plantearle

Quiero ser absolutamente franco contigo; hablarte con el corazón en la mano
¡Uy y qué trascendente; qué serio te pones D. Pablo!… ¡Demasiado serio, hasta para ti!… ¡Que ya es decir de serio!
No te burles Mercedes; por favor… Respondiéndote… No es que me importara si te liaras con un “boy”… O con cualquiera… Es que me dolería enormemente… No me enfadaría… No me cabrearía… Aunque puede que también un poco sí… Pero, principalmente, me heriría… Me haría daño… Mucho, mucho daño…
Vamos; que dañaría tu prurito de macho ibérico y carpetovetónico…
No Mercedes; ni mucho menos… De eso, creo que ya nada me queda… Bueno, no es lo crea; lo sé… Y sé lo que me digo… Sería mi yo de persona humana… Eres mi mujer; te quise; te quise mucho… Mucho… Y ya sabes lo que se dice: Donde hubo, siempre quedó… Ahí es donde me dolería… En ese, digamos, rescoldo de ceniza de lo que un día fue…
Mercedes entonces no respondió… La verdad es que se sintió íntimamente agradada… Conque de lo que fue en su día, un rescoldo aún quedaba… ¡Quién lo diría!… Por fin le dijo

Que descanses Pablo… ¡Ah!… Y quédate tranquilo… No; en esta fiesta de mañana, no habrá “boy” que valga… Y, si lo hubiera, no te preocupes… ¡Me resbalan los “boy’s”!… Además; ten por seguro, de momento al menos, no te pondría los cuernos… Para qué… Los hombres, la verdad, no me interesan… No a Mercedes… Claro, que si fuera otra persona… Otra mujer distinta… Pues quién sabe… A lo mejor sí…
A la tarde siguiente. Sin que todavía fueran las cinco, Pablo entraba por la puerta del bar de Alberto Alcocer y, al instante, la señorita Kitty, que estaba sentada a una mesa con otras tres amigas, Viqui y dos más, se levantó y más a la carrera que otra cosa y con una abierta sonrisa que le iluminaba toda la cara le salió al encuentro y, tan pronto estuvo a su lado, sin importarle un rábano que estaban en público, le echó los brazos al cuello y le pegó un morreo de impresión. Luego, le tomó de la mano y casi a rastras se lo llevó fuera del bar

Venga amor; no perdamos más tiempo… Subamos a la habitación… Ya se la he reservado a Dª Asun… ya verás… Es la que tiene cuarto de baño dentro de la habitación… Luego, cuando vayamos a irnos, podremos ducharnos juntos… O bañarnos… Lo que tú prefieras, querido mío…
La tarde-noche se hizo casi eterna, pues apenas si faltaba algún minuto para la una de la madrugada cuando los dos bajaban, por fin, a la calle, dejando ya la casa de Dª Asun, y aquellas más o menos siete horas, fueron de continuado, casi permanente amarse, sin tregua ni descanso… Bueno, descanso sí… ¡Qué remedio! Por lo demás se amaban y se amaban, una y otra vez, mientras el cuerpo aguantaba y cuando ya ni con el alma podían, se abrazaban los dos, sin abandonar la cama ni para mear como aquél que dice; se besaban, se acariciaban, pero entonces, ahítos de disfrutar él de ella, ella de él, con muchísima más dulce ternura, mucho más suave amor, que pasión… Y así estaban hasta que, poco a poco, iban adormilándose, dormitando así unos minutos, veinte, treinta… A veces más… Y, en despertando, de nuevo al tajo amoroso

A eso de las once, Kitty preguntó a Pablo

¿Tienes hambre amor?
Y como resultó que Pablo estaba hambriento, pues eso de hacer el amor en sesión continua no veáis el hambre que da, y, la verdad, la señorita Kitty no le iba tan a la zaga, ella salió al pasillo a reclamar a Dª Asun la cena que, previamente, le había encargado preparara para los dos, con su correspondiente botellita de Ribera del Duero, complemento indispensable de cualquier cena que se precie de serlo… Cenaron en la cama, para variar de escenario, y tras la cena, pues qué queréis, queridas/os, que otra vez la mula al trigo; es decir, vuelta a reverdecer laureles de amor

A las doce y algo dela noche, la señorita Kitty dijo a su Pablo, con todo el dolor de su alma y entretelas, que ya era hora de pensar en regresar a casa, por lo que salieron de la cama para meterse en ese cuarto de baño incorporado a la habitación, donde juntos, en amor y compaña, se bañaron, que no ducharon… Y, como una cosa suele llevar a otra, al final del baño, poniéndose ella de cara a la pared, inclinada hacia adelante, con las manos apoyadas en el borde de la bañera y las piernas más que bien abiertas, para ofrecer perfecto acceso, desde atrás, a su tesorito, la señorita Kitty recibió el último homenaje, de momento, de su más que amado Pablo

Luego, los dos juntos bajaron a la calle. Al salir del portal de la casa de Dª Asun, se besaron y ella cruzó la calle para meterse en su coche, aparcado, más o menos, frente a tal portal, y Pablo se fue andando hasta la puerta del bar de Alberto Alcocer, donde tenía su propio coche aparcado

Al día siguiente, 24 de Diciembre, D, Pablo, Mercedes y su hijo cenaron en la casa de los padres de ella y el 25 Pablo fue pasar la tarde con la señorita Kitty, lo mismo que la del 28. En la mañana del 31 la secretaria de D. Pablo le anunció una llamada telefónica… Era la señorita Kitty. Le decía que con otras dos amigas iban a preparar una cena ce Noche Vieja, en casa de Dª Asun… Que tomarían allí las uvas y recibirían al Nuevo Año 1972, con champán y toda la pesca. Que si podría él… Las otras chicas también estarían acompañadas por buenos amigos… Quedaron para las diez de la noche en la casa donde tendría lugar la celebración

Y allí estaban a las 11, 59 minutos, las tres parejitas y Dª Asun, con confetis y cotillones, y esos gorros, más bien ridículos, que la gente en tal fecha se pone alegremente, pendientes todos ellos de RTVE, Radio Televisión Española, la Primera Cadena, como entonces se decía, pues sola había dos, la Primera y la Segunda, más antiguamente, cuando la Segunda entró en antena, allá por 1966, llamadas VHF la que después sería Primera Cadena, y UHF la Segunda, esperando que sonaran las doce campanadas en el reloj de la Puerta del Sol, cosa que por fin sucedió, pistoletazo de salida para la maratón de las doce uvas de la suerte que, ya se sabe, lo ortodoxo es comerlas una a una, y cada una al sonar la correspondiente campanada, ni antes ni después

Pablo y la señorita Kitty se prodigaron mutuamente, él a ella, ella a él, y una a una, como está mandado y ordenado, las famosas uvas al son de la correspondiente campanada, para acabar besándose con indescriptible cariño y tremenda pasión al comerse la boquita el uno a la otra; la otra al uno. Después o, más bien, en simultáneo, los estampidos al descorchar las botellas de champán, brindando a granel por el Año Nuevo… Y y los besos a porrillo, felicitándose mutuamente el Nuevo Año, 1972.

Y a continuación el baile, el jolgorio y la repanocha del fiestorro. También ellos, Pablo y Kitty se pusieron a bailar, ella riendo, él queriendo hablarle… Hablarle muy en serio… Al fin Kitty le escuchó

Kitty… Yo no puedo vivir así… Yo te quero para mí solo… Yo te quero retirada
¡Me vas a poner un piso!
No… Lo que quiero es que vengas a vivir conmigo… En mi casa… Como mi mujer… Mi esposa… Y que tengamos hijos…
Pero… ¿Y tu mujer?… ¿Y Mercedes?
No existe… Desapareció… Se esfumó sin dejar rastro… Estaba muerta, ¿sabes?… Sí, muerta, aunque ni ella misma lo supiera… Muerta de amargura… Era una mujer amargada, sin ilusiones… ¿Sabes otra cosa?… Bueno sí lo sabes… Creo que te lo he dicho ya… Yo también estaba muerto; yo tampoco tenía ilusiones… Hasta que llegaste tú… Tú me resucitaste… Me devolviste a la vida porque me insuflaste ilusión para vivir… Para volver a vivir; para volver a degustar la vida y querer vivirla…
Kitty se puso seria y miró fijamente a Pablo

¿De verdad harías eso?… Casarte conmigo… Con una prostituta… Vamos… Con una puta
No Kitty… Con quiero casarme es con la mujer más bella, más buena, más cariñosa, más alegre del Universo… La mujer definitiva… La verdadera mujer diez…
A Kitty se le iluminó el rostro en una amplia sonrisa y, soltándose de la mano que él le tenía asida por mor del baile, le echó ambos brazos al cuello y le arreó un beso a más que tornillo de alivio

Amor mío, cómo te voy a querer… Pues claro que me iré contigo… Al fin del mundo que vayas y quieras llevarme, mi amor… Y sí; tendremos hijos… Hijos fruto de nuestro amor porque será generado por nuestro amor
Pues vámonos ahora mismo a casa… A nuestra casa…
Pero… Pero tendremos que despedirnos der ellos… (Dijo Kitty, refiriéndose a las otras cinco personas que estaban en el piso de Dª Asun)
¡Ya nos despediremos luego!… ¡Año Nuevo, vida nueva!… ¡Corramos, corramos Kitty a la nueva vida que ante nosotros se abre en este Primero de Año!… ¡Vayamos a iniciarle en nuestra casa!… En nuestro hogar, Kitty; un hogar renacido de las cenizas del pasado… Un hogar de sosiego y dulzuras… De concordia… De continuo… Permanente amor entre tú y yo… Sin gritos, sin el “tú” y el “yo”, sino con sola y únicamente el nosotros siempre… El nosotros del tú y yo siempre juntos… Unidos en una sola carne, la del “Nosotros”, sin nunca más volver a ser dos carnes, dos cuerpos independiente y disociados, las carnes y cuerpos del “yo” y el “tú”…
Y Kitty, ante aquél panorama de eterna dicha y felicidad junto al ser que en esta vida más amaba, y constituía lo que más había ansiado de su vida, se rindió animosa y esperanzada… Los dos salieron de la casa sin que nadie en absoluto lo advirtiera, y como críos, ilusionados en ese futuro que ante ellos se abría corrieron, no hacia los dos coches, sino hacia el de él… El coche que en el futuro sería de la pareja, del nosotros, olvidados del de ella, que allí quedó, a la espera de que algún día, alguna vez, fuera rescatado, inanimado y mecánico símbolo del “tú” y del “yo”, fenecido a favor del por siempre jamás “nosotros”

Cuando llegaron junto al coche, Pablo detuvo a Kitty un momento, tomándola de un brazo; la hizo volverse hacia él y le dijo, mientras le tomaba el rostro entre ambas manos, besándola tiernamente

Espera; espera un momento, Kitty; es que, hace mucho que no te digo que te quiero… Y quiero, ahora mismo, decírtelo otra vez…
Kitty también subió la mano al rostro de Pablo, acariciándole dulcemente

Oh, Pablo… Mi amor… Mi vida… Mi todo… Qué gentil… Qué dulce que eres conmigo, querido mío… Te quiero mi amor… Te quiero con toda mi alma…
Y se besaron… Con ternura, con dulzura… Y con pasión cada vez más efervescente, más encendida… Más tórrida… Al fin las bocas se separaron y ella, riendo, dijo

Amor, vayamos rápido a casa, que de aquí a nada de pido que nos metamos en el asiento de atrás del coche… Y no estaría buen en nosotros… ¿No te parece?… Además, que dónde va a compararse la comodidad de una cama, aunque sea estrecha, a la del asiento de atrás de cualquier coche…
Llegaron a casa y, como era d rigor, no olvidemos que la señorita Kitty, oficialmente, nunca había estado en aquella casa; además, era una prostituta de toda la vida, lo que significa que era una paleta endomingada, pues, cual corresponde a tal personalidad, se maravillaba por cuánto veía. Enseguida, le preguntó a Pablo por el dormitorio y él la llevó hasta la puerta; allí, se detuvo un momento, como reteniéndola, como prolongando el tiempo hasta que, por fin, pudiera entrar al tálamo… Era algo así como cuando alguien desea dar a otro alguien una grata sorpresa, y Kitty así lo entendió

Hay Pablo, amor… ¿Me has preparado una sorpresa?
Pablo sonrió pleno de felicidad; por fin abrió la puerta de la habitación y mostró la sorpresa: Las dos camas habían desaparecido a favor de una espléndida cama de matrimonio. Kitty quedó casi sin habla; y es que eso, que fueran, por fin, a dormir los dos juntos sí que no se lo esperaba, con lo que la presunción de que Pablo le reservaba una más que grata sorpresa se hizo realidad. Sonriendo como nunca, de oreja a oreja, llena de emoción… Y le besó como posiblemente nunca le besara, por la cantidad de cariño, amor, aunado a una infinita sensación de gratitud y agradecimiento, ante la tremenda delicadeza de aquél hombre, tan distinto del otro, D, Pablo el Inaguantable

Nuevamente se fundieron en un beso… Kitty estaba que se derretía en amor por aquél hombre… Se llevó las manos hacia atrás, para comenzar a desabrocharse el vestido y desnudarse… Al propio tiempo, Pablo exclamó

¡Tengo sed!… ¿Qué te apetece beber? ¿Champán bien frío?
No amor… Mejor una Coca Cola
¡Marchando una Coca Cola!
Y salió disparado a la cocina en busca de las bebidas, pues también él bebería Coca Cola, faltaría más. Ya en la cocina, abrió el frigorífico… Y ahí se acabó el Pablo solícito, atento, paciente, para reaparecer D. Pablo el Tonante… El Insufrible… El Indeseable, realmente; pues aunque a criminal no llegara, también se puede ser Indeseable siendo un ser intolerantemente ofensivo cono ese D. Pablo era… Y todo porque en el frigorífico no había Coca Colas, sino que estaban en un mueble bajo de la cocina, en su caja, calientes pues… Y la lió algo más que parda… Kitty fue a intentar apagar el incendio a base de comprensión y cariño, pero infructuosamente.

¡Por Dios amor! ¿Qué importancia tiene que las Coca Colas no estén frías?… Tomamos cualquier otra cosa… Total qué más da… No estropeemos esta noche, cariño mío, por favor, por favor…
Pero D. Pablo siguió terne que terne… Claro, ella es que era una desmanotada que le daba igual un ocho que un ochenta… Una irresponsable que no sabía ni dónde tenía la mano derecha… Y ahí estaba su niño para demostrarlo… Kitty ya no respondió… Simplemente, se dio media vuelta y salió de la cocina… D. Pablo, sin dejar de tronar, logró por fin coger dos botellas de Coca Cola y dos vasos y con ellos, y algo más calmado, salió al salón en busca de hielo con que enfriar las bebidas… Pero en la cubitera solo había agua, ni rastro de hielo… Comenzó a liarla de nuevo pero de pronto se hizo algo de luz en su cerebro, percatándose de lo que estaba provocando… Cerró la boca y se empezó a dirigir al dormitorio con los vasos y las botellas nada más

Bueno, bien mirado creo que tienes razón y esto no es tan grave… Tota; hace bastante frío, con lo que las Coca Colas no están tan calientes… Perdona Kitty… No volverá a pasar…
Llegó al dormitorio y lo encontró vacío… Allí Kitty no estaba… Salió fuera y entonces su vista reparó en la peluca de Kitty, tirada al suelo por el pasillo… Volvió corriendo al dormitorio y se abalanzó sobre la puerta del baño; estaba cerrada por dentro. Empezó a llamar

Kitty, Kitty, cariño… Amor mío… Ábreme, por favor… Kitty, Kitty, ábreme… Abre cariño, abre… Perdóname amor… Perdóname… No sé por qué lo hice… No volverá a pasar, ya verás…
Pero Kitty aún tardó un rato en abrir y, cuando lo hizo, Kitty había desaparecido para dar paso a Mercedes, su mujer de toda la vida, con su camisón de siempre y un “morro” de cabreo que le llegaba hasta la pared de enfrente. Sin abrir la boca se dirigió a la cama, la abrió, se metió dentro y, tomando una revista, incorporada empezó a leer… Sí; lo que cada noche hacía Mercedes al acostarse… De todas formas, y mientras mantenía la vista fija en la revista, dijo

Mañana esta cama desaparece de aquí y vuelven las dos camas.
D. Pablo… O Pablo, que cualquiera sabe quién era él ahora, desolado, se subió en la cama y quiso besar a esa mujer que muy bien tampoco sabía ya quién era, aunque se lo temía, pero ella le esquivó el rostro… Él, no obstante, insistió

Kitty, por favor, perdona… Perdóname mujer… No volverá a suceder… De verdad que no… Volvamos a lo que éramos… Tú y yo… Kitty y Pablo…
Cogió la peluca, que había traído consigo, y quiso ponérsela… Quiso recuperar a la señorita Kitty a toda costa, pero Mercedes no lo consintió. Esquivó la peluca, se la quitó de las manos y la arrojó de nuevo al suelo

Kitty no existe… Ya no existe… La mataste tú… De desilusión… De frustración… De asco… Todo lo destruyes, D. Pablo… Lo pisoteas… Lo marchitas… Con tu intolerancia, tu nepotismo, tu prepotencia… Desprecias todo y a todo el mundo… Tú eres tú y sólo tú… No eres capaz de querer… Kitty confió en ti, porque, contra toda evidencia, quiso confiar en ti… Porque te quería… Te quería como nadie nunca te quiso… Como nadie nunca te volverá a querer… Pero se murió la pobre, de desesperación al ver lo equivocada que estaba… Mírate… Estás solo… No tienes nada; no tienes a nadie… Nadie que te quiera… Ni esposa, ni hijo… ¿Amigos?… Míralos… Todos como tú… O peores, incluso: Ególatras egoístas, prepotentes, despreciativos… Ninguno sabe lo que es amar, querer… Sois incapaces de ello…
Hizo una pausa para tomar un cigarrillo y encenderlo; aspiró una calada, expulsó el humo y prosiguió

No te soporto… Ya no… Llegué al límite que podía soportar… Me voy a separar de ti… Mañana es fiesta, pero pasado mañana, sin falta, ¿me entiendes?… Sin falta, iniciaré los trámites legales… Pediré la separación legal y la partición de bienes gananciales… Porque no esperarás que me vaya de rositas después de veinte años aguantándote día tras día… No hijo, no… Me iré con lo que es mío… Con lo que me pertenece… La mitad de todo eso que dices que es sólo tuyo, porque tú solo lo has pagado, es mío, porque nuestro matrimonio es bajo régimen de gananciales. La mitad de lo adquirido y ganado por ti desde que nos casamos es mío legalmente y lo reclamaré con la separación…
D. Pablo a esas alturas era la viva imagen del desaliento… De la bajada a los infiernos… De la derrota… Estaba sentado a un lado de la cama, con la cabeza más gacha que baja y un par de lágrimas surcaban sus mejillas… Sí, era consciente de que lo tuvo todo, y que todo lo echó a rodar, perdiéndolo en un segundo… Al fin se levantó y, hablando a Mercedes, se dirigía al cuarto-vestidor de la habitación

Sí; tienes razón… Toda la razón en todo… No te preocupes, te libraré de mi presencia… Te dejaré tranquila… Me marcharé
Desapareció tras la puerta del vestidor y Mercedes le empezó a oír trajinar dentro, abriendo y cerrando cajones y puertas de armario, hasta que, en no tanto tiempo, le vió reaparecer con una maleta… A Mercedes le pareció hasta demacrado… Y casi sintió pena de él…

¿Sabes Mercedes?… Creo que, tal vez, esté un poco enfermo… A lo mejor paranoico… En todo caso, pienso que preciso una cura de humildad… Ya veré cómo lo resuelvo… Y por el futuro, no te preocupes… Ya me ocuparé yo, en cuanto pueda, de dejarte cubierta en todo…
Quiso darle el último beso, el de la final despedida, pero ella no se lo permitió y D. Pablo se fue, para siempre, de su casa

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Mercedes escuchó cómo su marido andaba hasta la puerta de la calle, la abría y luego la cerraba tras de sí, al salir, definitivamente, de su casa… Y de su vida… ¿Se alegraba?… ¿Lo lamentaba?… No lo sabía… No sabía cuál de las dos emociones dominaba entonces en ella… Así estuvo, en un estado de casi absoluto nihilismo hasta que se dio cuenta de que lo que de verdad sentía es que no sentía nada… Que estaba vacía… Como muerta…

Según Pablo dijera a Kitty que Mercedes estaba muerta… Muerta en vida por amargada, desilusionada de la vida… Y así era. Pero eso no era nuevo, venía de muy atrás, y desde hacía ya un tiempo ella, cuando menos, lo venía sobrellevando sin mayores problemas, gracias a Kitty… ¿En qué variaban, pues, aquella madrugada las cosas?… Pues en algo bastante importante

La sola existencia de Kitty había supuesto una revolución para Mercedes, pues a través de la quimera ella se liberó por completo… Propiamente feliz, a través de Kitty no lo fue, pero sí se sintió libre trocada en Kitty… Pero un buen día en su vida… Sí, en su vida, pues Kitty no era sino ella misma, apareció Pablo el Bueno… Y de él se enamoró perdidamente… Y entonces sí que fue dichosa… Feliz de verdad… Aquello fue como un sueño… Sueño que aquella madrugada saltó en pedazos por mor de Pablo el Malo… Kitty desapareció y sólo quedó Mercedes, más rencorosa que nunca, pues entonces odió a ese D. Pablo el Malo como jamás antes le odiara

Pero ese Pablo que era tanto el Malo como el Bueno, según la ventolera que le diera, se marchó… Y de verdad… Irremisiblemente… Y entonces esa parte irrazonable, que no irracional, que en todo ser humano existe, que es el sentimiento, la impulsó a querer correr tras él y retenerle, porque, a pesar de todos los pesares, le amaba con toda su alma… Pero la razón, esa potencia tan eminentemente humana, le impidió hacerlo… Si cedía, estaría perdida… Sí; recuperaría al instante a ese pablo el Bueno que la embrujaba… Pero… ¿Cuánto tardaría en reaparecer ese Pablo el Malo que le amargaba la vida?… Sí; no le cabía duda alguna, la vía para dejar atrás la amargura de su vida pasaba, necesariamente, con que Pablo desapareciera de su vida… Luego lo mejor, dejarle marchar y en paz

De manera que, no movió un dedo para detenerle, dejándole marchar… Pero eso le rompió el alma en pedazos… Al poco de oír cómo la puerta se cerraba tras Pablo, ella, reuniendo todas las fuerzas que le fue posible, logró levantarse de la cama y salir a cerrar la puerta por dentro, echando cerrojo y cerradura de seguridad, tras lo cual regresó a la cama y de nuevo se acostó, intentando dormir… Tenía que recomponer su corazón roto; su alma destrozada… Pero entonces no tenía ganas de ello… Mañana… Mañana sería un nuevo día… Y un Año Nuevo… Y ya se sabe: Año Nievo, vida nueva… ¿O vieja?… La verdad es que lo que más se dice, es lo de “vida nueva”, pero lo normal es que continúe discurriendo la más que vieja…

Y a eso se dedicó a partir de ese mismo día siguiente, uno de Enero de 1972, durante semanas… Durante meses… Pero con nulo éxito, pues de su corazón y de su mente no desapareció “su” Pablo, pues seguía enamorada de él hasta las trancas… Creyó que con la marcha de Pablo; con que él saliera de su vida, el sosiego y tranquilidad… Hasta la felicidad regresaría a su vida… Pero no fue así; antes bien, y al contrario, la desazón, el terrible desánimo, hacían cada día más y más mella en ella… La amargura de vida, que esperaba conjurar despareciendo él, no desapareció, sino que puede decirse se acrecentó en forma aún más acre si cabe, impidiéndole tomarle de nuevo gusto a la vida

Asó pasaron algunos meses, dos, tres, cuatro, hundiéndose en la miseria de ánimo cada vez, casi cada día más… Hasta que un día se dijo que a un clavo, normalmente, lo saca otro clavo… Su mal era, precisamente, su amor por Pablo, luego la cura, desenamorarse de él… ¿Y qué forma mejor, que encontrar otro hombre, bueno, que la más que él, y enamorarse de él?

La cosa parecía clara y sencilla, pero, ¿dónde encontrar a tal hombre?… No conocía a nadie a propósito… No conocía realmente a hombres, más que los amigos de siempre… Los que lo eran de ella y de Pablo, colegas de él la mayoría y todos, todos, casados… No; por ese lado, nada de nada… ¿Ir a salas de baile tipo “La Carroza” y demás?… Ni hablar de la peluca… Allí no van más que tíos casados en busca de ligue de una tarde-noche, un “aquí te cojo, aquí te lo hago” y cuarentonas hambrientas de tío, solteras las menos, separadas y viudas las más y alguna que otra casada mal atendida en casa o con ganas de probar la cocina foránea, para variar de la doméstica

Pero hete aquí que donde uno/una menos se lo espera, salta la liebre, y fue en su calle y no lejos de su casa donde lo fue a encontrar, de pura chiripa… Fue un día cualquiera, andando tranquilamente por la calle, que por mala/buena fortuna se torció un tobillo y no rodó por el suelo porque, en ese natural instinto de agarrarnos a algo, se agarró a lo que más a mano entonces tenía, un señor que venía andando, enfrentado a ella

Le pidió perdón, él le dijo que por nada, pero resultó que Mercedes no podía tenerse en pie pues se había hecho un esguince, con lo que el hombre aquél, todo caballeresco, la metió en un taxi y la llevó a la casa de socorro, a dos o tres calles de allí, y claro, luego, ya atendida, a devolverla a casa… El hombre resultó ser de lo más atento, pues casi a diario llamaba a mercedes a interesarse por cómo seguía y hasta dos o tres días después le pidió permiso para visitarla en su casa, a lo que, complacida, Mercedes accedió…

En fin, que desde tal día y a lo largo de los más de veinte que ella tuvo que estar en casa sin poder poner la “pata chula” en el suelo, casi todas las tardes el galán acudía a visitarla… Ella mejoró, volvió a salir a la calle, y él la invitó, día sí, día también, a tomarse juntos un café, una Coca Cola o lo que fuera, hasta que en otra ocasión la invitó al cine, cosa que empezaron a repetir con bastante regularidad, alternando las sesiones cinematográficas con las de teatro, sin exceptuar las visitas a salas de arte y exposiciones de pintura… Pero también Mercedes volvió a salir a cenar y bailar…

Lo de cenar fuera ya lo hacía con Pablo, pero en compañía siempre de un montón de gente… Cenas sociales y demás, pero con este otro hombre eran entre los dos solamente, con velitas y toda la parafernalia romántica del mundo… Y claro empezaron a darse los besitos, algún sobeteo que otro, y a pasar la noche juntitos, tan ricamente… En fin, que tras tres o cuatro meses de relaciones más o menos castas, que tampoco hay que pensar mal de los dos, y algún que otro día de compartir cama informalmente, él le solicitó relaciones formales, convivencia en la casa de él incluida, y a ella pues tan mal la propuesta no le pareció, de modo que se fue a vivir con él a su casa

El hombre era ya más que nada un cincuentón, pues a meses estaba de estrenar el medio siglo de vida, pero bien conservado… Alto, 1, 76 de estatura, más atlético y fibroso que otra cosa, de agradables facciones, aunque no exactamente guapo… Era viudo de catorce o quince años ya, pues su mujer murió de cáncer aún muy joven, con dos hijos, una chica ya casada y un muchacho de la edad de Pablito, estudiante de Arquitectura, el padre era arquitecto, independizado, entonces en un Colegio Mayor universitario… Formal, pero alegre y simpático, hasta un punto mundano… Y, desde luego, con muchas horas de vuelo en esta vida, pues sin ser mujeriego, sí que le gustaban las “gachís”, habiendo mantenido ya un par de relaciones más bien estables en sus años de viudedad…

Y, lo mejor; muy, pero que muy enamorado de ella… Incluso resultó que ya la tenía “ojeada” de años atrás, con lo que, en realidad, hacía ya tiempo que Mercedes le gustaba a Humberto, que así se llamaba el hombre… Y, cómo no, a Mercedes le pareció perfecto para su proyecto de olvidar a Pablo y rehacer su vida con un hombre que la mereciera de verdad y la hiciera feliz… Pero al final, la cosa no resultó… Y no porque él le fallara, que no sólo no le falló sino que superó lo que de él esperaba en cuanto a atenciones y rendida solicitud… Ella quiso quererle; y lo quiso de verdad, poniendo en ello toda su voluntad… Pero en los sentimientos no se manda, y el amor es un sentimiento… Uno/una, se enamora o no se enamora en forma enteramente ajena a su voluntad… A su cerebro…

Y Mercedes, por mucho que lo quiso; por mucho que ella se empeñara en quererle, no lo logró… Afecto, francamente sí que se lo tomó… Y mucho… A decir verdad, en la convivencia con él, se encontró cómoda, porque él mejor no la podía tratar… Más solícito y delicado con ella no podía ser… Ni tampoco más tierno, más cariñoso… Humberto era, justo, lo que ella buscaba… Lo que ella deseaba encontrar… Un “mirlo blanco”, una “rara avis” más que difícil de encontrar, pero que Mercedes sí encontró

Pero nada de eso fue suficiente para moverle el corazón… Ni siquiera las más que placenteras sesiones de sexo que él, casi a diario, la prodigaba, fueron suficiente motivo para, finalmente, retenerla junto a Humberto… Así que un día, tras poco más de un año de vivir con él, se levantó diciéndose que, realmente, qué hacía ella allí… Le esperó con la maleta preparada hasta que, hacia media tarde, él llegó y se lo plantó: Que le dejaba… Había querido enamorarse de él… Lo había esperado… Hasta estaba segura de acabar por enamorarse de él cuando aceptó lo de vivir juntos… Pero no pudo ser…

Él lo comprendió; no le formó escena alguna; simplemente, cuando se despidieron la besó en la mejilla, le estrechó la mano y le deseó suerte… Mercedes volvió a su casa, dispuesta a pasar sin hombre el resto de su vida. La verdad es que, por finales, había logrado superar la amargura de su vida… No puede decirse que fuera, realmente, feliz, pero sí había conseguido encontrar tranquilidad, serenidad, en su vida…

Y no vivía mal… Recuperó algunas viejas amigas, no tratadas últimamente; separadas, como ella misma, de sus maridos… Alguna, con la suerte de haber rehecho su vida; otras no… Se reunía con ellas en una cafetería casi todas las tardes… Andaban, como es natural, de cotilleo, “cortando trajes” a diestro y siniestro… Otras veces se reunían en la casa de alguna de ellas y jugaban a la canasta o al bridge, mientras tomaban café unas, té otras, y pastas

Por cierto que al Pablito le puso al pairo; cuando volvió a casa, amén de encontrarla manga por hombro, vio que el nene ni palo al agua… Todas las asignaturas suspendidas el curso anterior y el presente con el mismo panorama por delante… Así que le leyó la cartilla bien leída: Por de pronto, le cerró, a cal y canto, el grifo del dinero; ni un duro mientras no aprobara el curso; y cuando le volviera a soltar “líquido elemento”, con menos alegrías que en casa de pobre… Y si le veía hacer el zángano ya pensaría en las finas torturas chinas. Mano de santo; el mancebo no volvió a traer suspenso alguno…

El tiempo fue pasando, más monótono que vida de ostra, hasta cumplirse los tres años, bien chorreados de meses, cuando una tarde, a eso de las cinco y pico, le sonó el teléfono. Ella lo descolgó y tras el acostumbrado “Dígame”, escuchó una voz la mar de conocida que le dijo

Hola Mercedes… Soy… Soy yo… Pablo
¡Pablo! ¡Dios mío!…
A Mercedes de poco no le da un síncope cuando oyó su voz, y el corazón se le aceleró cual caballo desbocado… Él, casi a trompicones, le dijo que si podrían verse, y ella le respondió

¡Pues claro que sí!… Cuando quieras…
¿Sería muy precipitado…esta misma tarde?…
En absoluto… Ven por casa cuando quieras…
No; a…a “tu” casa no quiero ir
¡Pero qué tonterías dices Pablo!… ¿Cómo a “mi” casa? ¡A nuestra casa, dirás!…
No, no… Yo te lo cedí todo a ti… Desde que me fui todo es tuyo… La clínica, la casa… Todo es tuyo…
Ya sé que todo me lo cediste a mí… Pero ¿sabes?… Yo no hice uso de esa cesión notarial que me enviaste… No la llevé al Registro de la Propiedad… Todo sigue como antes… Todo a tu nombre… Yo solo lo usufructúo…
Pero Pablo se empecinó en no ir por casa, por lo que, finalmente, quedaron en verse en una cafetería próxima a la casa, a eso de las siete de esa tarde. Cuando colgó el teléfono, Mercedes temblaba como hoja de árbol batida por el viento. Corrió al cuarto de baño, se miró al espejo para exclamar

¡Jesús, y qué pelos!…
Se dijo que por qué no se le habría ocurrido pasarse por la peluquería… ¡Con tantas veces como lo hacía sin, realmente, necesitarlo y hoy que él iba a venir!… Se encontró, además, mucho menos bella que antes, cuando él se marchó… Y bastante menos joven que entonces… Seguramente que jamás antes puso tantísimo esmero al arreglarse como entonces puso… Quería estar más bella, más deslumbrante que nunca cuando él la viera… Bella, hermosa, deseable… Aunque, pensó, los años no se los quitaba nadie…

Todavía no eran las siete cuando Mercedes entraba en la cafetería; al punto le vio levantarse de la mesa a la que se sentara para salirle al encuentro. Cuando, por fin, volvió a verle, el corazón le dio un vuelco… Fue como un ensueño mágico… De cuento de Las Mil Y Una Noches… Él acudía a ella con una más que abierta sonrisa que le iluminaba toda la cara, pero es que ella no le sonreía menos mientras caminaba hacia él… Se juntaron y se besaron las mejillas, beso que a ella le quemó el rostro de amorosa pasión; él entonces la invitó a sentarse a la mesa que ya de antes ocupara, retirando galantemente el silloncito ante ella que, efectivamente, se sentó. Lo cierto es que los dos estaban la mar de cohibidos, sin saber no qué decirse… Al fin, él rompió aquél mutismo

¡Dios mío, Mercedes!… ¡Estás espléndida!… Más bonita… Más bella, incluso que antes, diría yo… Te recordaba muy, muy bella… Muy hermosa, pero no tanto como te veo, la verdad…
¡Mentiroso!… ¡Adulador!… Si ya soy casi una vieja… ¡Que voy ya para los cuarenta y siete “tacos”!
Ya; lo que quieres es que regale el oído diciéndote lo jovencísima que me pareces… ¡Y lo despampanante que te veo!…
Mercedes se echó a reír alegremente, lanzando al vuelo su risa… Tan argentina… Tan cantarina… Esa no era la risa que él recordaba de Mercedes, que si alguna vez, no ya reía, sino que simplemente sonreía, era en la más sardónica manera del mundo… Esa risa a quién le recordaba era a Kitty… Ella dejó de reír para fijarse en él con mayor detenimiento… No sabía exactamente en qué, por qué, pero le pareció distinto.

En él percibía algo extraño, indefinible… Algo que le llamaba la atención… Era como si él irradiara un etéreo fluido que la subyugaba, atrayéndola hacia él… No; no era nada erótico… Muchísimo menos sexual… Era algo que la envolvía en una extraña sensación de paz… De calma y serenidad… Algo, en fin, que la tenía estupefacta… Al fin le preguntó

¿Y qué ha sido de tu vida en estos casi cuatro años?… Desapareciste sin dejar rastro… Nadie sabía nada de ti…
Por un momento, la mirada de Pablo no se centró en el rostro de Mercedes, sino que se perdió en el vacío sin, realmente, posarse en nada; sin, en realidad, ver nada

¿Recuerdas lo que aquella noche, cuando me fui, dijera? Que creía… Que tal vez estaba enfermo… Enfermo del alma, de la mente… Que tal vez había caído en la paranoia… Que, desde luego, precisaba una cura de humildad… Pes eso es lo que he estado haciendo todo este tiempo: Intentar curarme… Lo que no sé del todo, es si, por finales, lo he logrado…
Así, Mercedes supo de su bajada a los Infiernos… Los infiernos de la miseria más inaudita… El infierno de la marginación, de la drogadicción, de la delincuencia, de la prostitución más inmisericorde, más tirada… El de la prostituta sin más chulo que el “caballo” o las “rayas”… Del permanente desempleo… De la desesperación más desesperanzada… Y todo ello sin salir de España… En sus grandes centros urbanos; esos emporios del más refinado lujo iluminado por las luces de neón de los grandes y lujosos establecimientos comerciales… En ese cinturón suburbano, esos barrios que rodea a las grandes ciudades donde junto a esa gran mayoría de gente trabajadora convive el lumpen de la miseria más infrahumana…

Porque ese D. Pablo Meneses, eminente cirujano traumatólogo de, incluso, reconocimiento internacional, se había avenido a ser colaborador de la Orden Tercera franciscana, siendo médico cuando fue necesario, pero también rehabilitador de drogadictos, y oyente de miserias ajenas o dador de esperanzas de vida a desesperados de la vida, cuando tales cosas fueron las pertinentes(4)

Mercedes, escuchándole, estaba enteramente atónita… ¡Pablo metido a casi monje! Increíble…Lo que menos podía haberse imaginado… Pero entonces, al decirse ese “casi monje”, también se alarmó y no poco… ¡Lo que a ella le faltaba; que ahora Pablo se hiciera hombre de religión!

¡Oye, oye!… ¿Es que te has metido a dura, fraile o monje?
Pablo, al oírla, rió con ganas

¡Ni hablar!… No me veo yo con hábitos… No me va eso… No; yo no me hice Terciario Franciscano… Sólo colaborador da ellos… Pero dejemos de hablar de mí… ¿Y tú?… ¿Qué ha sido de tu vida en estos años?… Imagino que la reharías y ahora tendrás a alguien esperándote en casa… En la tuya o en la de él…
Pues te equivocas, que no hay nadie que me espere en sitio alguno…
Esto Mercedes lo dijo con fuerza y sonriendo a Pablo, pero nada más decirlo, la sonrisa se le oscureció en los labios, desapareciendo de ellos; desvió la mirada del rostro de él, posándola en la pared lo que equivale a decir que miró al vacío, como miramos cuando, realmente, no vemos nada. Luego la alzó, mirándole de nuevo a los ojos, con toda franqueza, pero sin que esa sonrisa regresara a su rostro

Mira Pablo; quiero ser sincera contigo… Sin mentirte ni ocultarte nada… No; ahora no hay nadie esperándome en ningún sitio… Pero en un momento pasado sí lo hubo
Y le contó lo de ella con Humberto… Mercedes se dio perfecta cuenta de que saber que había estado con otro le desasosegó… Se dio cuenta de que no le gustó; que le dolió saber que de algún modo había habido otro hombre en su vida… Recordó lo que él le dijera aquella noche, la del 22 de Diciembre de 1971, cuando ella, Mercedes y no Kitty, le preguntó si le importaría que ella se liara con un “boy”… Él le respondió que, ante todo, le dolería, porque “algún rescoldo” de aquél amor que un día le profesara, aún persistía en él…

Entonces comprendió algo en lo que antes ni pensara: Que el amor que él sintiera por Kitty y el que Kitty sintiera por aquél Pablo el Bueno, el mismo en definitiva que ella sentía ahora por él, no era sino el que un día ellos dos, mutuamente, se tuvieron… Se tuvieron pero que su estúpida ceguera marchitó no poco… A Dios gracias no destruyó, pero sí adormeció de tal manera que hasta hizo brotar un sordo rencor mutuo…

Miraba a Pablo y apenas si podía creer lo que percibía… Recordó el titánico esfuerzo que tuvo que hacer aquella madrugada del uno de Enero de 1972 para no ir tras de él y retenerle a su lado, pasara lo que pasara de ahí en adelante… Regresara o no desde entonces D. Pablo el Malo… Y se alegró enormemente de la decisión que entonces tomó… Desde luego el Pablo que tal madrugada se marchó de su lado no sabía cuál de los dos era…

Seguramente sería Pablo a secas, ni bueno ni malo, pero un Pablo que, cuando menos, empezaba a ser consciente de que en él había mucho que reformar, y eso sólo ya era algo… Y ese Pablo, ni bueno ni malo, supo solucionar sus excesos y carencias como persona, para volver a ser aquél Pablo inicial, el que supo enamorarla… Sencillamente, el que entonces tenía delante… Porque ella “sabía” que era así; que su instinto de mujer no la engañaba

Y se vió a los dos, a sí misma y a Pablo, frente a frente, amándose con toda su alma, deseándose desesperadamente, pero sin decírselo, callados al respecto, como dos pasmarotes… Y Mercedes se dijo que ya estaba bien de hacer gilipolleces, de modo que, decidida, se lanzó al asalto de Pablo

Pablo… ¿Me encuentras atractiva?
No sabes bien hasta qué punto
Me… ¿Me quieres todavía?… ¿Me deseas aún?
Pablo quedó como sumergido en un sueño cuando escuchó la pregunta de su mujer… Porque, indudablemente, ella seguía siendo su mujer, su esposa… Así la seguía considerando y por eso, él sí le había sido enteramente fiel a ella; a su mujer… No; a él ni se le había pasado por la cabeza la posibilidad de rehacer su vida… De encontrar otra mujer junto a la que ser feliz…

Lo que no significaba que él esperara que ella, Mercedes, no lo hiciera… Antes bien, cuando se marchó estaba seguro de que ella sí que lo haría, buscar un hombre que le diera toda la dicha y felicidad que él no supo o no quiso darle, que discriminar ambos términos, francamente, no era capaz… Por eso, cuando Mercedes le dijo que sí que lo había intentado, llegando a vivir durante un tiempo con un hombre, sí que le dolió, la verdad, pero no le extrañó… Ni fue hipócrita cuando a Mercedes le dijo que le parecía que se había equivocado al dejar al tal Humberto, al parecer, el hombre ideal para ella

Mercedes… Desesperadamente… Con toda mi alma…
¡Qué tontos somos Pablo!”… ¿Sabes?… A mí me ocurre igual… Te quiero más que a mi vida… Y me muero por tenerte… Tenerte dentro de mí, mi amor… Hablando en plata, Pablo; en román paladino: Me muero por follar contigo… Me estoy muriendo por follar contigo desde que te fuiste… Desde aquella madrugada de Año Nuevo de 1972… No sabes los esfuerzos que tuve que hacer para dejarte marchar… Para no correr detrás de ti y pedirte, suplicarte, que no te fueras… Que volvieras conmigo a la cama… Para desnudarme… Para repetir aquella tarde y noche del 23 de Diciembre de 1971, cuando Kitty se metió contigo en la cama para no salir de allí en siete horas… ¿Te acuerdas Pablo, de lo dichosos que los dos fuimos?…
Los dos salieron corriendo a la calle y corriendo cuanto podían, como dos chiquillos, siguieron hasta casa y su dormitorio… Con ella delante, tirando de él, y riendo a todo reír… Y ya en casa, en la alcoba, los dis en la cama, desnudos, la tarde-noche se hizo eterna, imperecedera, reverdeciendo viejos laureles, aquellos de la tarde-noche de aquél famoso, inolvidable, 23 de Diciembre de 12971, sólo que dejando tamañica aquella “hazaña” de siete horas más o menos consecutivas, pues esta otra tarde-noche batieron las amándose intermitentemente, con las obligadas treguas entre unos y otros encuentros cuerpo a cuerpo para reponer las necesarias energías, entre abrazos, besos, caricias… Tiernas, dulces, con interminables “Te quiero”, “te adoro”… “Vida mía”

Y esa fue su vida desde aquella tarde-noche a lo largo de años y más años de amarse con toda su alma, día tras día, noche tras noche, siempre los dos ávidos, el uno del otro… Él del cuerpo de ella, ella del cuerpo de él… En aquella Noche Vieja de 1971, Pablo dijo a Kitty que quería que ellos dos tuvieran hijos, y en esta otra tarde-noche, Mercedes se lo recordó

¿Te acuerdas Pablo de lo que a Kitty le dijiste la Noche Vieja de 1971, cuando la traías a casa?… Que querías tener hijos con ella… Pablo… Quiero tenerlos de nuestro amor… A Pablo le tuve porque era mi obligación de mujer casada, pero no porque de verdad quisiera tenerlo… No fue fruto de nuestro amor, sino de tu deseo y de lo que creía mi deber… ¿Querrás embarazarme, cariño mío?
Y Pablo estuvo encantado de embarazar cada año a Mercedes hasta que, a los cincuenta aún no cumplidos de ella, durante su tercer tardío embarazo, el cuarto de su vida, le diagnosticaron una diabetes que haría peligrosos nuevos embarazos… Pero eso no significó que sus mutuas ansias de amor mermaran en un ápice, sino que se mantuvieron hasta edad más que avanzada, cuando la diabetes que finalmente aquejó a Pablo hizo imposibles obsequiar a su mujer, y obsequiarse a sí mismo…

Aunque ni eso representó el “cierre” del mutuo placer amoroso, pues, como dice el grosero dicho popular, “Si no lo podía macar, sí podía chuparlo”, con lo que de eso se valieron para poder seguir disfrutando él de ella, ella de él “per in sécula seculorum”…

FIN DEL RELATO

NOTAS AL TEXTO

Los Terciarios Franciscanos son seglares que en la sociedad llevan una vida absolutamente normal, con sus obligaciones tanto laborales como familiares. Muchos de ellos, tal vez la mayoría, son padres y madres de familia; personas casadas que viven su matrimonio con absoluta normalidad. En general, lo que les diferencia de los demás es ajustar su vida al Mensaje Evangélico, practicando fielmente la fidelidad dentro del matrimonio y lo de “Al prójimo como a ti mismo”. Así, en sus ratos libres, cuando la persona normal y corriente se entrega al ocio y la diversión, por muy legítimas que todo eso sea, ellos se dedican a entregarse a los demás, atendiendo necesidades básicas de quienes carecen de casi todo. Así la Orden tiene hospitales y escuelas, comedores y centros de mayores y jóvenes, y de rehabilitación de drogadictos, delincuentes y prostitutas.

Siempre serás mia..

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SIEMPRE SERÉ TUYA…. 1- INICIOS DE UNA PERRA

Me llamo María y tengo 29 años. Me dispongo a contaros cómo me inicié en el mundo del sado con 22 años, de la mano del que fue y será mi Amo.

Acababa de salir de una relación un tanto tormentosa, y a pesar de haber sido siempre bastante inocente y mojigata en cuanto al sexo, decidí hacer mía la filosofía del Carpe Diem lanzándome a buscar un poco de placer.

Contacté con un desconocido en un chat, y tras las presentaciones y preguntas de rigor (edad, trabajo, ciudad,…) decidí quedar con él y conocerlo en persona. Parecía interesante y casualmente estaba en mi ciudad por trabajo.

Llegué al lugar de la cita y allí estaba él, un chico mayor que yo y muy atractivo. Menuda suerte…..

Nos fuimos a tomar algo y a charlar. Desde el principio me gustó un aire de canalla que dejaba traslucir debajo de su conversación. Pensé – es un chico malo y me gusta.

- Vamos a mi coche – me dijo en mitad de la noche. Yo acepté. A esas alturas estaba dispuesta a todo.

- ¿Me dejas que te bese? – Inténtalo…….

Uff…. mi entrepierna empezó a mojarse.

- Quítate la camisa y el sujetador.

- Pueden verme desde fuera. Estamos en un parque.

- No te preocupes. Si pasa alguien deja que mire y se ponga cachondo con lo que ve.

Me quedé desnuda de cintura para arriba. ¡No me podía creer lo que estaba haciendo! N

Entre besos y caricias me mordió un pezón y no pude reprimir un gemido de placer a pesar del dolor.

- ¿Te gusta lo que has sentido? ¿Quieres que lo repita?

- Prueba….. – le contesté muy excitada.

Continuó mordiéndome los pezones y las tetas y yo estaba asombrada de que esa sensación de dolor me gustara y excitara tanto.

Se hizo tarde y como una niña buena debía irme a casa.

- Mañana aún estaré por aquí. Si te apetece podemos seguir probando qué cosas te gustan….

Por supuesto volví a quedar con él. Y aprovechando que ese día estaba sola lo invité a mi casa.

Cenamos y después continuamos donde lo habíamos dejado la noche antes….

- Desnúdate para mí – el tono autoritario de su voz me dejó confundida.

- Anoche te gustó esto ¿verdad? – y volvió a pellizcarme y mordisquearme los

pezones, cada vez más fuerte.

- Menuda cara de golfa pones. Vamos a probar tu límite.

- Ponte de rodillas y paséate por la casa.

Aunque al principio estuve a punto de negarme, la situación me excitaba mucho.

Comencé a sentir molestias en las rodillas e intenté incorporarme.

- No te he dado permiso para parar. Has sido una zorrita muy desobediente y te tengo que castigar.

Me obligó a ponerme de nuevo de rodillas y con un zapato comenzó a pegarme en el culo. Primero despacio y después con más y más fuerza.

No pude evitar llorar, de rabia y dolor, mientras él no dejaba de repetirme lo mala que había sido.

Cuando creí que no podía soportar más dolor paró y me besó.

- Ahora cómeme la polla, te lo has ganado.

De rodillas aún y con lágrimas resbalando por mi cara, me puse delante de él y cogí su polla entre mis manos. Me la metí entera en la boca y comencé a chupársela. Notaba como se iba poniendo dura entre mis labios, y aunque aún estaba muy dolorida, no pude evitar que mi coñito se pusiera húmedo.

- Búscame algo para atarte. Aún no te has ganado que te folle.

Le di unas cuerdas que encontré y me llevó a la habitación. Me tumbó en la cama y me

ató las manos a ella.

- Chúpame los dedos que te los voy a meter en el coño.

Empezó a metérmelos mientras me pellizcaba con fuerza los pezones. Mi coñito a gritos que se lo follaran

- ¿Ya estás caliente? ¿Quieres que te folle? Pídemelo.

- Fóllame por favor, no aguanto más….

pedía

Se puso encima de mí y me metió toda su polla. Se movía con fuerza y violencia y mi coñito recibía sus empujes temblando de placer….

Yo lo miraba poseída por la lujuria y el vicio. Él me miró y me abofeteó la cara. El

placer que sentí fue tal que casi me corro.

placer que sentí fue tal que casi me corro.

- ¿Te ha gustado zorra? ¿Quieres que te dé más?

Me abofeteó varias veces, cada vez con más fuerza y me corrí. Sacó la polla de mi coño y me la acercó a la cara.

- Abre bien la boca que me voy a correr en ella.

Y por primera vez, alguien me llenó toda la boca y la cara con su leche caliente…..

El dia que nos conocimos…

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Me encontraba en la cama completamente desnuda para un desconocido. Sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo y mi piel se mostró sumisa a sus caricias. Todo era expectación, y un cúmulo de sensaciones que se contradecían. Pero en esa lucha de dudas, pudo más el deseo y la lujuria. Mi sexo se calentaba y humedecía con el contacto de sus dedos. No podía verle, mi cara estaba pegada a la almohada de donde percibía un dulce olor a perfume caro. La suavidad de sus manos me hacía dilatar y subir la temperatura de mi cuerpo. Su boca se acercó a mi cuello, y su aliento dejaba un aire cálido que hacía encenderme aún más.

No tenía control sobre la situación, estaba totalmente perdida y entregada a un cuerpo extraño para mí. Sus dedos habían conseguido un movimiento tan acompasado, que lograron hacer desbordar un río de placer y extenderlo hacía las cumbres del final de mi espalda. Allí se detuvo para acariciarme y lubricarme bien. Era una sensación sublime.

En ese momento me giró y pude verle. Su cara expresaba su poder sobre mí y yo sucumbí. Nuestras bocas se buscaban en medio de una locura de besos y nuestras lenguas se enredaban en no decir nada.

Sus labios comenzaron a bajar por mi cuerpo hasta encontrarse con mis pezones duros y excitados. Se entretuvo con ellos hasta hacerme temblar de nuevo. Siguió perdiéndose en la ruta de la locura, hasta llegar a mi pubis que volvía a rebosar. Otra vez, sus dedos se deslizaron hasta dentro, abriendo paso a su boca y comenzó a beberme como si de un manantial se tratase.

No sé en qué momento se alejó un instante de mí, para tumbarse a mi lado. Me cogió y me colocó encima suya. Extasiada de tanto placer, comencé a repasar su cuerpo para llegar a su sexo duro-caliente y lo probé. Quise saborearlo y exprimirlo al máximo sabiendo que era la primera y la última vez que estaría con él.


Su primer trio…

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“¿Y qué te digo yo a ti?” con esa frase junto con una sonrisa, es con lo que me recibe nada más abrir la puerta de la habitación del hotel. “¿Y yo a ti?” le respondo con otra sonrisa. “Mejor no digas nada” es su respuesta. Me vuelve a mirar y me dice “me gusta tu vestido”, eso es lo último que sale de su boca antes de darme el antifaz al que ya le he cogido cariño.

Y es que es el objeto que me acompaña y me oculta todo lo que hay a mi alrededor, mientras mi cuerpo sólo recibe lo que él me quiera dar. Es como si ese pequeño trozo de tela me abrazara y me dijera “tranquila”, no te va a pasar nada es un juego sin más intención que dejarte llevar, entregarte totalmente a quien le has otorgado tu total confianza para que haga de ti lo que él quiera…. Ufffff.

Menos mal que esta vez, como fondo musical, no puso a Joaquín Sabina y estuvo más acertado con la selección de música instrumental.

Con mis ojos ya vendados me coge por detrás y me dice “Sabes que no estamos solos” a lo que yo le respondo con un gesto afirmativo.

Me gusta que se ponga detrás de mí, que me apriete contra él y sentir cómo su polla se va endureciendo con el roce de mi culo. Sentir su aliento en mi cuello, su voz… Me baja el vestido, dejando al aire mis tetas ansiosas de que las toque.

Estoy nerviosa, muy nerviosa. Sé que hay alguien más allí que en cualquier momento me puede tocar y no sé cómo voy a reaccionar…. Pero ya me fui una vez y en esta ocasión no podía hacerlo.

Así que dejé mi mente en blanco, no pensar en nada, ser una marioneta de quién le había entregado “los hilos” y el control de mis actos.

Me deja sola, de pie. Intuyo que los dos están allí, mirándome. En ese momento me ordena que me dé la vuelta, me levante el vestido y que me acerque a ellos. Hago lo que me dice con movimientos torpes, por no ver nada y por los nervios que invaden todo mi cuerpo.

Siento su azote en mi culo, fuerte y seguro. Otra mano me acaricia e intenta azotarme. Pero no es lo mismo, me da la sensación de que esa otra persona no está acostumbrada a este tipo de cosas….

Creo que mi Amo también se ha dado cuenta de eso. Así que se pone detrás de mí, me obliga a agacharme y es cuando mete su polla en mi coño húmedo, como siempre, preparado para él.

Como me gusta sentirle… Pero es poco el tiempo que me tiene así, tres sacudidas fuertes y me coloca de tal forma que pueda comerle la polla a su “invitado”.

Sin intención de menospreciar a nadie, siento que la polla que me tengo que comer, no tiene nada que ver, nada, con la de mi Amo. Pero cumplo su deseo y comienzo a saborear lo que se me pone en la boca. Empieza a endurecerse, me da la sensación de que se va a correr y es entonces cuando mi Amo me tira del pelo sacándome la polla de su “invitado” de la boca diciéndome “¿Es que quieres que se corra ya?”

Desde luego no es mi intención que se corra en mi boca…. Pero yo cumplo órdenes….

Y sin miramientos mi Amo me mete su polla en mi boca. Como me gusta…. Se la comería todos los días, a todas horas…. Si algún día durmiese con él me despertaría en mitad de la noche sólo para comerle la polla, ponérsela dura, cabalgarle como una posesa, volvérsela a comer y beberme toda su leche…. Me vuelve loca….Pero eso sería otro capítulo…

Me obliga a sentarme en el sofá y en ese momento mi Amo dice “Puedes hacer con ella lo que quieras”, joder…. ¿hacer conmigo lo que quiera????? Vuelvo a dejar la mente en blanco, será lo mejor, y sigo en mi papel de “marioneta”. Su “invitado”, me abre las piernas, duda entre comerme el coño o follarme, y opta por lo primero. Se recrea con mi coño, le noto excitado y escucho a mí Amo que le dice “¿Te gusta, eh?”

En ese momento, mi Amo le aparta, le dice que si me quiere follar se tiene que poner un condón, cosa que yo agradezco….

Mientras el “invitado” se va a buscar el condón, mi Amo, se pone encima de mí, me folla y me dice que no me preocupe, que él está ahí para protegerme, yo confío totalmente en él y le digo sin pensar, que “eso espero”. Cuando el otro regresa, mi Amo, me ordena ponerme de rodillas, me coge del pelo y a cuatro patas voy hacia la cama mientras los dos me van azotando el culo.

Tumbada boca abajo en la cama, siento los diez latigazos que por la mañana me dijo que me iba a propinar por gastarle una broma…. Tengo que tener cuidado con lo que le digo, pero es que…. Soy así de inconsciente…. A parte de que me gusta hacerle enfadar… me excita mucho más.

Terminado mi castigo, siento como me arde la espalda y el culo, tengo mucha resistencia al dolor, es más fácil hacerme daño psíquico que físico. Aunque soy una mujer pequeñita, tengo mucha resistencia para cualquier desafío físico, pero reconozco que mi punto débil son los sentimientos.

Mi Amo vuelve a cogerme del pelo para levantarme de la cama. Él se tumba boca arriba y me ordena que me suba. Yo encantada, le obedezco, me meto su polla en mi coño y comienzo a cabalgarle. Mientras su “invitado” me mete su verga en mi boca. Yo extasiada con mis movimientos con la polla de mi Amo dentro de mí, perdiendo el control, me corro, por primera vez en mi vida sintiendo dos pollas, una en mi boca y otra en mi coño, mientras agarro con fuerza el brazo de mi Amo, al que me hubiese gustado abrazar y besar intensamente. No sabría explicar la sensación, por una parte me alegraba de estar cumpliendo las expectativas de mi Amo, que me confirmó que me estaba portando muy bien… Mi orgasmo fue muy intenso, como todos los que tengo con él que me dejan temblando. Y por otra parte, todas esas sensaciones se las estaba trasmitiendo a los dos hombres que estaban allí conmigo. A mi Amo sé que le estaba haciendo “feliz” porque es lo que quería que hiciese, y al otro noté que le estaba excitando mucho todo aquello.

Todavía jadeando, mi Amo me obligó a levantarme de la cama. Me ofreció su mano y nos fuimos a otra estancia

de la habitación. Allí de rodillas, le limpié la polla a mi Amo y después me comí la de su “invitado”. Aquello me excitaba, soltaba la polla de uno para comerme la del otro…. Hasta que llegó un momento en que el invitado se corrió en mi cara y mi Amo en mi boca.

Dos corridas en mi cara…. Me tragué la leche de mi Amo, me gusta todo lo que sale de su polla, todo…

El “invitado” se fue mientras yo me duchaba. Mientras me secaba, entró mi Amo en el cuarto de baño y me dijo que sabía que me había gustado. No le contesté. Simplemente le dije que la próxima vez elegiría yo al tercero….jajajaj… que chula yo!!!…. Cómo si pudiera hacer esa elección…

No me canso de decirle que soy una chica muy normal, con una vida muy normal. No podría contarle esto, ni a mi mejor amiga. ¿Quién se lo iba a creer? A parte de que me tacharían de loca.

Después nos pusimos a hablar, como si tal cosa. Hasta que llegó un punto en que me enseñó la foto de una chica, que podría ser su novia, muy guapa. Me sentí muy incómoda, así que sin nada más que decir le solté que me iba mientras me ponía los zapatos.

Me hubiese gustado abrazarle, acariciarle, besarle, pero….. lo único que me dijo es que ya hablaríamos. Que se iba de vacaciones e iba a estar fuera…. Todo muy frío.

Y ¿qué pasa cuando una se entrega totalmente como sumisa a su Amo y cumple lo que él cómo me dijo por la mañana, llevaba años intentando hacer conmigo? Objetivo cumplido, por su parte, y ahora qué?

Al montarme en mi coche, me entraron ganas de conducir sin rumbo determinado. Si no hubiera sido por mis responsabilidades, me hubiese ido hasta Lisboa. Llegar hasta el límite donde se acaba la tierra y comienza el océano. Me encanta conducir, me relaja, ponerme música, cantar…. Y llorar, sí…. Cada vez que me voy de su lado lloro, y mucho, es muy frío conmigo. Yo le quiero y no sabe cuánto.

Lógicamente no me fui a Lisboa, pero sí cogí el camino más largo para llegar a casa. Cuando pasé por un centro comercial, tuve que parar porque tenía unas ganas tremendas de hacer pis. Me lavé la cara. Tenía los ojos hinchados de llorar y no podía volver así a mi casa.

Al salir del cuarto de baño, oigo que me llaman, era la madre de una niña a la que le he estado dando clase este año. Me comentó muy contenta que se iban de campamento y que si yo no iba, que le gustaría que fuera…. Ay, Dios!!!! Y qué hacía yo por allí, tan sola. Me inventé que había ido a comprar unas cosas, y con un beso a la niña y otro a la madre, me despedí deseándolas que pasaran un buen verano y que me alegraba mucho de verlas…. Y sobre todo, pensé, gracias por haberme hecho regresar a mi realidad.

Tio Cesar

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Llevo dos semanas viviendo en casa de mi tío Cesar, hemos hecho infinidad de veces el amor. Como me “amenazo” al principio hemos follado en cada rincón de su casa.

Cesar está trabajando y yo me dispongo a ir de compras. Es viernes y vamos a salir a cenar.

Ya he terminado mi trabajo de verano y me preparado para retomar mi último año de estudios.

Cesar llega temprano, los viernes siempre lo hace, le he preparado la comida, me encanta cocinar para él y más cuando siempre me dice que cocinar es la segunda cosa que mejor hago.

Cuando acabamos de comer friego los platos y mi tío se pone detrás, me sube el camisón y empieza a morder mi culo, me empuja hacia adelante y mete su lengua en mi rajita, buscando el botoncito que quiere excitar. Al momento ya no me importan los platos, ni el agua que sigue encendida, me sube a la encimera y me la mete, me folla con fuerza mientras mi culo se moja en el fregadero, no me importa, esa polla me vuelve loca. Entra y sale sin piedad abriendo mi coño mientras sus dedos hurgan en mi mojada rajita.

-sobrina que buena estas, me vuelves loco, me paso el día pensando en follarte. Estoy recuperando el tiempo perdido.

-si tío Cesar ábreme bien el coñito

-que puta eres, te aprovechas porque sabes lo mucho que me pone que me llames tío mientras te follo. Suena a prohibido, a peligro, a maldad

Me dice empujando bien adentro de mi coño, hasta que arañando su espalda me corro y el conmigo, me llena la vagina de su leche.

Dormimos un rato de siesta y el teléfono me despierta, es mi madre que me propone ir con ellos a un spa a pasar el siguiente puente, mientras suena también el móvil de Cesar y es su hermano proponiéndole lo mismo, van un grupo de amigos, ya que uno de ellos maneja el asunto y les han hecho un precio bueno. Nos miramos y asiento, oigo como Cesar se apunta y yo también lo hago.

Llegamos al spa y tenemos por supuesto habitaciones separadas, María la amiga de mi madre nos saluda, ha ido con otra amiga. Yo pido una habitación para mi sola ya que ha Cesar lo han metido con un amigo suyo de hace tiempo y de Miguel.

Llegamos al mediodía, deje todo en la habitación y baje a comer, allí estaba Cesar.

-hola cariño, vaya cambio de compañero, vaya fin de semana me espera

Llevábamos casi una semana sin hacerlo, desde la llamada y estábamos hambrientos.

-esta noche te escapas y vienes a visitarme

-si te paseas con esas falditas no sé si aguantarte a la noche, te llevaría a ese rincón y te subiría la faldita, te apartaría la braga y te la metería de un golpe.

-calla pervertido que ya llegan, mira la que podría haber sido tu chica y su amiga

-calla, calla, no me gusta nada esa mujer

-ni para un polvo?

-no, después de ti

-y delante de mí?

-que me estás diciendo?

-me gustaría ver cómo te la follas para excitarme

-calla putita mira como acabas de ponerme la polla

-plantéatelo Cesar

-no sientes celos?

-no si sé que es a mí a quien deseas y solo te la follas por complacerme

-eres un demonio chiquilla, una autentica harpía, riquísima y deseable.

Sé que pasas la tarde pensando en lo que te he dicho, cada vez que te miro, la miras y me miras y se en que piensas. Esa noche las cosas se nos ponen bien, la amiga liga con una del hotel y oigo como le dice a María que no la espere a dormir, que dormirá en su habitación, a esta se le nota la cara de fastidio, porque la otra tiene plan, esta celosa y empieza a beber, yo con ella la animo a que se desinhiba y al final de la noche me confiesa que la pone mi tío y que le encantaría fallárselo, yo le digo que él no quiere una relación y ella algo achispada me dice que habla de un polvo.

Se lo cuento a Cesar en un momento que nos cruzamos y le toco el paquete en un rincón, sé que esta excitado, la situación le pone a mil.

Le pido que se acerque a ella y en diez minutos están charlando, me pongo a su lado y escucho como ella se insinúa sin vergüenza, mi madre y miguel, ya se han retirado, solo quedamos unos pocos y casi nadie de nuestro grupo cuando oigo a Cesar decirle:

-María no quiero liarme con nadie ahora, no quiero engañarte, solo puedo ofrecerte un polvo sin más

-acepto dice esta achispada

-estas segura? Mañana ni siquiera se repetirá

-acepto

-donde vamos

-a mi habitación mi amiga no está.

-voy a buscar algo a mi habitación y en diez minutos toco.

Ella se levanta y se va al ascensor, pasa por mi lado y me sonríe feliz, cuando deja el salón Cesar me agarra del brazo y me lleva fuera, me mete en el baño y me besa, mete su lengua en mi boca y yo me enrosco a él, le aprieto todo mi cuerpo, mientras el busca mi raja con dos dedos y penetra enseguida en mi vagina, sin dejar de morderme los labios, yo meto la mano en su pantalón y saco su polla, bajo a lamerla y el me levanta, me sube una pierna y apartando mi braga me la mete.

-si tío follame

-estoy cachondisimo sobrina, voy a follarme a esa mujer en tu honor, quiero que veas como me la follo, porque luego te follare a ti

-bien tengo la habitación de al lado, saltare el balcón

Me saca la polla, y me deja temblando de deseo y frustración, se esconde la polla en el pantalón y se larga, me coloco la ropa y le sigo, subimos juntos en el ascensor, toca a su puerta y ve que esta entre abierta y entra. Yo abro la mía, salgo al balcón y no me cuesta nada saltar el balcón, el abre un poco la cortina y abierto un poco la corredera, me deja un perfecto plano de la cama, están ambos tumbados.

-María ponte de pie y desnúdate, quiero ver como lo haces

Su tono duro me pone cachonda y a ella también porque obedece, se desnuda completamente mientras el completamente vestido saca su polla y empieza a meneársela bajo la atenta mirada de ella, que ha abierto mucho los ojos al ver la hermosa polla.

-ven María chúpala un poco

Ella se arrodilla en la cama y se la lleva torpemente a la boca, chupa media polla ya que es grande y ella no sabe tragarla entera.

-muy bien sigue lamiéndola puta

De nuevo esa voz, me llevo la mano a mi entrepierna y me acaricio la rajita ya chorreando, ella está a cien lamiendo el tronco de Cesar.

-voy a taparte los ojos y a atarte, quiero que sientas solo sin ver, estás de acuerdo? Vas a dejar que te tape los ojos y haga contigo lo que quiera?

-sí, hazlo –le dice desesperada-

Cesar le tapa los ojos y sacando las fundas de la almohada ata sus muñecas al cabecero de la cama.

-ahora no puedes moverte, voy a fumar fuera mientras deseas y piensas en cómo voy a follarte.

-si

Cesar sale fuera, me besa, me toca, es un maestro yo no hubiera llegado a tanto, me tiene excitadísima, se arrodilla a lamerme y yo le aprieto la cabeza para que me chupe más profundamente y me corro enseguida, él se limpia mis jugos con mi camiseta, me coge de la mano y me lleva dentro.

-abre bien las piernas puta, voy a saborear tu coño, seguro que está chorreando ya.

-si -le dice mientras abre las piernas-

Me dispongo a mirar cómo vas a lamerla, cuando me empujas, me bajas la cabeza y cogiéndome la melena con su mano, para que ella no note mi pelo, me hundes la cara en su coño, yo excitadísima saco la lengua y empiezo a lamer, a chupar y absorber su clítoris abultado mientras ella se retuerce, con la otra mano que no tienes en mi pelo, buscas la entrada y la penetras con dos dedos, entras y sales de su vagina y ella jadea.

-que puta eres, estas chorreando guarra

Vuelvo a lamer, a mordisquearla cuando noto que te pones tras de mí, subes mi falda y apartas mi braga para de un puntazo follarme, chupo para no gritar, ella ya va por el segundo orgasmo cuando yo alcanzo el primero con tu polla. Me la sacas, me retiras y de un empujón ahora la mete en el coño de ella, tras ponerte el condón, de rodillas entre sus piernas te la follas, mientras me sobas las tetas, yo estoy de pie a lado de la cama, y miro como le empujas bien adentro la polla. Me excita verte el condón a mí me follas a pelo, pero me gusta ver que a ella no.

-me haces daño es muy grande

-aguanta puta, veras como te abro, no pienso parar tienes el coñito muy rico

Estoy cachondisima cuando muerdes mis pezones, me retiras mi mano y me tocas, me penetras con cuatro dedos abriéndome bien, entras y sales hasta que me corro, con ella que también chilla mientras lo hace.

-ves como al final te gusta todo putilla

Mientras le dice eso se la sacas, le desatas las manos y la pones boca abajo, y tiras de sus caderas poniéndola como una perra, verla así me excita de nuevo y de nuevo tiras de mí y me pone detrás de ella, le sobas el culo con las dos manos, se lo abres un poco y me haces un gesto, me acerco y lamo su raja y la entrada de su culo mientras pellizcas sus cachetes, ella ronronea cada vez que deslizo mi lengüecita, y la empujón luego en su agujerito que está relajándose tras la sorpresa de la caricia.

Te quitas el condón y me la metes en el culo, te apoyas en el de ella, yo quedo más abajo y me follas, entras fuerte y sales solo para volver a entrar, con un dedo haces lo mismo que con tu polla pero en el culo de ella y yo llamo cerca de tu dedo, ella jadea y se queja

-tranquila puta, disfrutaras como antes

La sacas de mi culo, te pones otro preservativo y yo agarro la polla y la llevo al culo de ella, la dejo en la entrada y empujo un poco el capullo, ella intenta irse pero tú le agarras las caderas.

-no te muevas puta solo te dolerá un poco

Empujas media polla y te miro, estas muy excitado, ella lloriquea y tú de nuevo avanzas un poco más, metes la mano entre sus piernas y la acaricias, mientras con la otra apoyada en los riñones la aguantas, avanzas un poco más y notas que ella empieza a relajarse, empujas más y esta medio dentro, le pellizcas el clítoris, lo frotas y ella se corre, la agarras de las caderas, buscas mi boca y empujas hasta los huevos corriéndose en su culo mientras me besas, después caes sobre ella y yo me voy.

Estoy en mi cama, cuando diez minutos después alguien toca a mi puerta. Voy abrir y es Cesar

-hola cariño

-hola cielo

Te desnudas en la misma puerta, me desnudas y me coges de la mano, ambos nos metemos en la ducha, me enjabonas y te enjabono, borrando todo rastro de nuestra piel.

-Marina, me vuelves loco. Eres increíble

-tú también me enloqueces, esta noche has estado sublime, te ha gustado follarmela?

-sí, mucho, me ha encantado follarte ante ella y follarmela a ella deseándote a ti. Eso me ponía a cien, estaba follandome su culo y solo me corrí porque tú me besabas y me mirabas, eso me llevo al orgasmo, a correrme en su culo.

Nos metimos desnudos en la cama y abrazados nos dormimos.

Al día siguiente en el desayuno, María apenas le mira, avergonzada del sexo de la noche anterior, que además no sabe siquiera si le gusto, ella es más del misionero y poco más.

Pasamos el día en el spa relajándonos y por la noche vuelves a mi habitación a por tu ración de sexo, me follas en el balcón en silencio con miedo a que alguien pueda vernos, el miedo hace que me corra enseguida empapando tu polla.

A Cesar le da igual que le vean se siente poderoso mientras su polla taladra el coñito de su sobrina querida, en esos momentos no es capaz de pensar en nada más. Jamás imagino conocer a ninguna mujer que pudiera hacerle tan feliz, hasta que su sobrina apareció. Y día a día juntos descubren y suben altitudes mayores que los lleva a un placer absoluto.

La lleva dentro y mientras juega con ella, piensa que ella le ha enseñado que nada es malo si lo hacen en conjunto y piensa en lo excitante que sería aguantarla y excitarla para que otro se la folle…

El cuidador de caballos

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El cuidador de caballos

1 – Llegó un viernes…

Hace un tiempo pasé un par de años dedicado al mantenimiento de la red de una empresa importante. Sólo tenía que ir por las tardes, pero en invierno era bastante penoso porque oscurecía antes de las 6 y ya era de noche cuando salía. Cerca de la oficina, en una bocacalle que daba a la avenida, encontré al principio un bar sencillo, humilde y muy acogedor. El matrimonio que lo llevaba era muy agradable y enseguida hicieron muy buena amistad conmigo. Acabé yéndome allí todas las noches, cenando y volviendo a casa para preparar trabajo para el día siguiente hasta altas horas de la madrugada.

Vivía entonces en La Puebla del Río, un pueblecito cercano a Sevilla y, cuando despertaba a media mañana, iba a tomarme un buen tazón de chocolate con churros. Solía darme unos paseos por aquellas calles tranquilas, mirar los escaparates de las tiendas, comprar algunas cosas y esperar a la hora del almuerzo. Como no me gustaba conducir recién comido, me iba antes a la ciudad, almorzaba, volvía a dar unos paseos y acababa tomando café en mi bar preferido antes de entrar a trabajar.

Las semanas se me hacían largas y monótonas. Casi no hablaba con nadie y, las personas que iban al bar tan a menudo como yo, fuimos haciendo amistad. Un señor mayor jubilado, Trinidad, pasaba allí toda la tarde y teníamos largas conversaciones de muy diversos temas. Eso empezó a hacer mi tiempo más ameno… aunque no podía ocultar que necesitaba la compañía de alguien; un chico que compartiese mi vida y con quien hablar de otros temas. En el fondo me encontraba solo.

Al terminar de trabajar un viernes, entré en el bar ilusionado y lo encontré lleno de gente pendiente de un partido de fútbol en la televisión. Me abrí camino y llegué hasta mi lugar preferido en la barra; el que Trinidad llamaba el rincón de la muerte. «Todos los que se sientan aquí horas y horas solos, acaban muriendo. Aprovecha la primera oportunidad que tengas para dejar este sitio», me dijo un día.

Desde aquel rincón no se veía muy bien el partido y estaba tranquilo y, sin embargo, podía tener una visión completa del bar. Había mucha gente que había visto pocas veces y otra que no había visto nunca. Entre esos conocidos que aparecían por allí de vez en cuando, vi a un chico que aparecía, normalmente, los fines de semana por la noche. Me gustaba. Me pedí una cerveza y lo estuve observando.

Después de tomar varias cañas ya había acabado el partido y la gente se fue yendo poco a poco hasta que quedamos tres clientes y se hizo la tranquilidad. Vi entonces a aquel chico al otro lado de la barra, bastante retirado de mí, me saludó con un gesto y le correspondí. Para mi sorpresa, tomó su caña y se me acercó despacio.

- ¡Qué partido!, ¿eh?

- Sí, supongo. Es que no soy demasiado aficionado.

- ¿Y por qué? – tomó un banco y lo acercó para sentarse junto a mí -.

- La verdad… No lo sé. Siempre he preferido una buena tertulia o escuchar música. Mi trabajo me roba mucho tiempo.

Ahí empezó una larga conversación. Me dijo que trabajaba y vivía en el campo y, curiosamente, no muy lejos de La Puebla del Río. Aquella conversación estuvo acompañada por cervezas; una detrás de otra. Juan – que así se llamaba – bebía bastante y muy deprisa.

- Lo siento, Luis – se excusó -. Ya sabes que el último autobús sale a las once. Tengo que irme.

- Espera, espera. Dices que vives cerca del pueblo, así que puedes quedarte un poco más y te llevo a casa.

- ¿Tienes coche? – se alegró -. No me importa llegar más tarde.

2 – Hasta el Camino del Lince

Curiosamente, trabajaba Juan criando caballos en una finca y pasaba allí todo el día y la noche. Decía que no iba nunca a ver a sus padres y no tenía que darle explicaciones a nadie, sino a su jefe. Comenzaron a apagarse las luces y supimos que los dueños querían cerrar el bar.

«Es tarde, Manolo. Vamos a cerrar el bar que estos señores querrán irse», decía siempre Marisa de broma.

- ¿Vamos? – preguntó Juan -; podemos parar en el camino en cualquier otro bar ¿Tienes prisas?

- No. Soy mi jefe y tampoco tengo que dar explicaciones a nadie ni trabajar mañana.

- ¡Jo, qué suerte! – dijo mientras salíamos -. Yo casi no tengo descanso.

Cuando llegamos al coche lo miró, me miró a mí y pareció no comprender.

- ¿Un Mercedes? Debes ganar mucho dinero y si estás solo…

- Se supone. Además necesito un buen coche para mi trabajo.

- Es que este me encanta – lo acarició como a uno de sus caballos -. Nunca lo he conducido.

- ¿Tienes permiso de conducir?

- ¡Claro! – contestó orgulloso -. Mi jefe me necesita como conductor a veces y también uso tractores.

- ¡Bien! Cuando estemos fuera de la ciudad te dejaré llevarlo un rato.

- ¿De verdad?

Se sentó a mi lado mirándome con felicidad en sus ojos y comenzamos a viajar hasta que me señaló unas luces.

- Para en aquel bar – dijo -; es muy bueno y podemos cenar algo.

- Hmmm. Tengo hambre. Bebes demasiado deprisa y hay que comer.

Y paramos, cenamos algo y seguimos hablando. Cuando salimos caía una fina lluvia y la temperatura era muy baja. Corrimos al coche y, al llegar, me puse ante él y le mostré las llaves.

- ¡Llévalo! No hace falta que te diga que tengas cuidado.

- ¡Lo tendré!

Noté que arrancó con soltura y dominaba el volante.

- Te enseñaré la finca – no apartó la vista de la carretera -. Está cerca pero bastante perdida; pasando Isla Mayor.

- No está tan cerca entonces. Mejor si lo llevas tú.

Después de recorrer algunas estrechas carreteras asfaltadas, entramos ya por caminos de tierra. Perdí la orientación por completo y no pude adivinar dónde estábamos. Llegamos a una verja, se bajó del coche corriendo, la abrió y volvió.

- Hace mucho frío – comento restregándose las manos -. Imagino que vienes bien abrigado.

- Sí. No te preocupes ¿Vamos a pasear por el campo de noche y lloviendo?

- Noooo – rio -; en la casa hay chimenea.

Me dejó en el coche muy cerca de la puerta y, cuando abrió la casa, me hizo señas para que fuese.

- ¿Vas a dejar las llaves puestas? – me sorprendió -.

- Sí. No pienses que viene mucha gente por aquí. Ni de día.

3 – Una chimenea en un corral

Cuando entré en la casa no pude evitar asustarme. Era una sola habitación muy grande, de tejado visto muy alto y suelo sin solería; de tierra dura. Algo parecido a un corral, cubierto y agradable. Me asustaba encontrarme en un lugar desconocido, aislado, un tanto alejado y con un chico que conocí unas horas antes. Habíamos serpenteado por unos caminos que no podría recorrer solo si quisiera volver.

- ¡Pasa, pasa! – me tomó de la mano -. Acércate a la chimenea para entrar en calor. Hay mantas, que no hacen demasiada falta, y sólo tengo ese camastro, pero te aseguro que es cómodo.

- ¿Me estás diciendo que duerma aquí?

- Lo siento. He olvidado que este no es lugar para alguien… como tú.

- ¡No, no! ¿Qué dices? – me excusé -. Me gusta el sitio y es muy acogedor, pero no quiero molestarte. Volveré a casa.

- Creo que no – dijo muy seguro -. No vas a salir de aquí con el coche, de noche, por caminos que desconoces y lleno de cerveza hasta el gorro. Ni hablar. Aquí tienes un sitio para descansar. Mañana te acompaño a tu casa.

Comencé a dudar de lo que estaba haciendo y no podía negarme a quedarme porque, sencillamente, Juan tenía razón y me apetecía. Nunca iba a saber salir en aquellas condiciones de aquel lugar que él llamaba El Camino del Lince. Intenté reaccionar y comprendí que tenía que dormir antes de conducir el coche.

Cuando me di cuenta traía en sus manos dos mantas y me entregó una. Se quitó su ropa de abrigo y se echó la suya por encima acercándose a la chimenea.

- Haz lo mismo que yo – dijo -; entrarás en calor enseguida. En cuanto nos fumemos un cigarrillo nos vamos a la cama.

Una simple mirada alrededor mientras me envolvía en la manta, me hizo pensar en montones de cosas. Entre ellas, que iba a dormir en un camastro con un chico que era prácticamente desconocido para mí. Me gustaba muchísimo y me daba una clara sensación de que yo le gustaba.

- Tira ahí tu colilla – dijo arrojando la suya al fuego -; es hora de dormir ¡Vamos!

Seguí todos sus movimientos. Se quitó unas botas de campo muy bien acordonadas sobre una estera que quedaba junto al camastro, se abrió los pantalones y se despojó de todo menos de la camiseta y los boxers. Fui haciendo lo mismo hasta quedar como él.

- Juntos no pasaremos frío. Ya verás cómo sientes calor si te despiertas.

Levantó una capa de mantas bajo las cuales había unas sábanas muy limpias y claramente sin usar. Se metió él y dejó el brazo en alto hasta que me metí a su lado.

- Buenas noches, Juan. Y muchas gracias por ser tan amable conmigo.

- No tienes que darme las gracias por nada. Puedes quedarte siempre que quieras. No puedo decirte que esta es tu casa porque ni es una casa ni es mía. Siéntete como si fuera un lugar tuyo ¿Vale?

Me tapó bien con las mantas – que pesaban bastante – y se volvió a mirarme sonriendo. Acercó su cuerpo al mío hasta enlazar nuestras piernas echando su brazo por encima de mi cuerpo y apretándome a él.

- ¿Estás a gusto? – preguntó en voz baja -. Si notas frío me lo dices.

- No. No noto frío – respondí muy tenso -.

Eché mi brazo sobre su cuerpo y quedamos abrazados cara a cara. Me pareció que torcía un poco la cabeza para que su aliento no viniese a mi cara y pegó su rostro al mío.

- Buenas noches, Luis. Que descanses.

- Igualmente. No te preocupes por mí. Dormiré muy bien así.

4 – Un sueño real

Había cerrado sus ojos y podía sentir su respiración. No quería dormirme sin observarlo un rato a la luz de las llamas. No era un chico objetivamente muy guapo; era un chico de campo con algo especial. Su sencillez al hacer las cosas me había llevado a aquella situación.

Seguí despierto observándolo y me di cuenta enseguida de que su respiración no era la de alguien que duerme. Descansaba abrazado a mí. No quise moverme para nada. Imaginaba que si hacía algún movimiento que le molestase por ciertos motivos iba a verme en una situación muy compleja. Me mantuve despierto con esfuerzo mirando sus pestañas posadas sobre sus mejillas, su nariz redondeada, sus labios sensuales… Todo eso a la luz temblorosa del fuego y, como me dijo, sintiendo bastante calor.

Cerré los ojos sin intención de dormirme; sólo para meditar. No pude evitar un suspiro.

- Estás despierto – susurró – ¿Por qué no puedes dormir?

- Imagino que por lo mismo que tú.

- ¿Sí? – acercó más su rostro – ¿También tú estás pendiente de mí?

- Claro, pero no te preocupes. Estoy muy a gusto contigo y descansaré.

Ya no hubo que decir más. Movió su pierna un poco para colocarla sobre mí y puso su mano sobre mi nalga apretando mi cuerpo contra el suyo. No hablé. Deslicé mi mano por su espalda desde su cintura hasta su cuello y abrió la boca sin abrir los ojos. No me hacían falta más señales. Coloqué mi boca sobre la suya con mucha delicadeza y noté que aún me apretaba más y me pellizcaba la espalda. Se dio la vuelta y me pegó a él. Cuando me sintió en sus nalgas echó el brazo hacia atrás, volvió la cabeza y me besó. Ya todo estaba claro.

- Tienes una piel muy suave – susurré -; da gusto acariciarla.

- Acaríciala – contestó -; nadie te va a decir nada.

- ¿No me vas a decir nada?

Volvió su cabeza para mirarme fijamente y bajó su mirada hasta mis labios.

- Te diré cosas bonitas… si quieres.

- ¡Claro! Me gusta tu voz. Creo que la vida en el campo te ha hecho así.

- El agua fresca suaviza la piel y el aire limpio cuida la voz, ¿no?

- ¡Pero si tú fumas!

- No – contestó seguro -. Ese es el vicio de la ciudad. El último lo he echado al fuego.

- ¿Por qué haces esto?

- ¡Perdón! – se separó algo de mí -. Creo que te estoy molestando. Debes descansar.

Tiré de su cuello un poco y, rozando sus labios, volví a hablar casi sin voz.

- Qué torpe deben ser los humanos que teniendo algo así entre sus brazos se sientan molestos.

- Perdóname – insistió -. No sé por qué he pensado que tú desearías estar conmigo.

- Porque tu vista no se topa todo el día con edificios y con gente contaminada. Es como si esta vida te llenase de belleza y de sabiduría. Estoy seguro de que has visto en mi mirada lo que yo no veía en la tuya.

- Gracias. Me gusta lo que dices. Creo que eres sincero conmigo.

- No lo dudes – lo besé en la mejilla -. Sé que tú tienes mucho más que enseñarme que yo a ti. Mentirte… sería mentirme a mí mismo. No dejes de abrazarme.

- No. No lo haré – apretó mi cuerpo contra el suyo -. Podía haberme equivocado al hacer esto ¿Te imaginas? Creo que he tenido suerte.

- Como yo. Y no creas que te lo digo porque esté muy borracho. No lo estoy. Ya estamos juntos y nadie obliga a nadie. Si esto es lo que quieres, lo tienes. Yo también lo quiero.

Sacó su mano de entre las sábanas y puso sus dedos sobre mis labios. Moví mi mano hasta ponerla sobre su cabeza para tocar sus cabellos y, cuando pude agarrarlos, tiré con cuidado de ellos para acercar más su cara a la mía y poner mis labios sobre su boca. Se sintió seguro, la abrió y nos besamos con pasión. Comenzó a mover sus manos bajo mi camiseta acariciándome por todos lados y una de ellas bajó hasta mi miembro y lo apretó; al mismo tiempo apretó también, aún más, su boca contra la mía y su respiración agitada soltaba chorros de aire por la nariz que podían oírse acompasados en aquel silencio. Nunca había imaginado una cosa así.

Se retiró un instante, me miró y tiró el embozo hacia los pies de la cama. No hacía frío porque su piel cálida me abrasaba. Se incorporó para ponerse de rodillas junto a mí y se sacó la camiseta arrojándola al suelo y tirando de la mía para que me la quitara. Cuando saqué la mía por la cabeza ya estaba completamente desnudo ante mí. Inmenso; de piel tersa, brillante y ausente de vello.

Me moví un poco para quitarme los boxers y sacarlos por los pies sin apartar mi vista de sus ojos y sin que él dejase de mirarme. Ya desnudos, dejé caer la cabeza sobre la almohada con un suspiro y me agarré a su brazo fuerte. Se inclinó sobre mí para besarme más, volvió a incorporarse y recorrió mi cuerpo con su vista como si quisiera memorizarlo rápidamente.

Bastó una leve sonrisa para que echase una pierna sobre mí quedando sentado en mi vientre.

- ¡Lo he soñado tantas veces! – exclamó -. Nunca pensé que podría tenerte algún día. Aunque fuese uno…

- Yo te he observado muchas veces; desde que recuerdo haberte visto por primera vez. Pero no se parece en nada ver tu cara asomar por un abrigo a ver tu cuerpo completo sentado sobre mí.

- Amo los caballos – miró al techo -. Me encanta pasear sobre ellos por el campo mirando las copas de los árboles. Ahora ya sentía la falta de poder cabalgar contigo; tenerte dentro; hacerte feliz…

- Seré tu caballo favorito, Juan. Déjame serlo y cabalga conmigo cuanto quieras.

Echó su brazo hacia atrás, agarró mi miembro y lo fue moviendo hasta el sitio donde lo deseaba.

5 – Cabalgando junto al fuego

Fui notando cómo iba penetrando en su cuerpo muy despacio. Creí que era un experto en lo que estaba haciendo porque, sin darme cuenta, estaba todo dentro de él. Cerré los ojos y soplé cuando comenzó a moverse con cuidado. El movimiento de su cuerpo era perfecto; parecía estar sobre un caballo cabalgando por un oscuro paisaje apenas iluminado por unas llamas. Mantenía un ritmo fijo, suave y enloquecedor. Me doblé hacia arriba como una sardina fresca se retuerce sobre la sartén y me agarré a su miembro con ambas manos sincronizando mis movimientos con los suyos.

No sé cómo pude aguantar tanto. Quizá, el efecto del alcohol fue ese: retardar mi orgasmo sintiendo un placer infinito. Se agachó varias veces a besarme y pasaba la palma de su mano sobre mi pecho como si la pasara sobre la crin de su caballo.

Comenzó a acelerar el ritmo. Aquel trote era como un deseo de llegar antes hasta el final. Aguanté poco. Unos segundos después, cayó sobre mi pecho una lluvia caliente de su semen blanco y cálido como la leche. Apenas lo había tocado y se había corrido conteniendo gritos.

Se dejó caer hasta quedar sentado sobre mí y me miró con una sonrisa mezcla de alegría y de intriga.

- ¿Ya?

- Sí, ya – me agarré a sus nalgas -. Ha sido sensacional.

- ¿De verdad? ¿Te ha gustado así? Dime la verdad.

- No puedo. No la sé. No sé si podríamos hacer otra cosa mejor que esta ¿Tú estás bien?

- Creo que es la única vez que me he sentido bien – inclinó su cabeza a un lado -. Ojalá pudiéramos repetir esto otro día.

- ¿Otro día? – pregunté teatralmente – ¡Siempre que quieras! ¿No te das cuenta de lo que está pasando? Estás haciendo realidad lo que has soñado muchas veces mientras que yo tengo que reaccionar para comprender que esto es cierto. No hace falta hablar más ¿Para qué? Ahora me pregunto cuánto tendremos que esperar hasta la próxima.

- Puede ser luego, ¿no? – me pareció indeciso -. Dentro de un rato.

- ¡Por supuesto! – lo apreté a mí -. No hablaba de eso, sino del resto de los días de la semana. Tú estás aquí y yo estoy allí.

- Tengo teléfono – exclamó -. Podemos llamarnos. Puedes venirte cuando quieras o puedas. Te estaré esperando siempre.

- ¡Claro! No es momento de pensar en eso. Échate a mi lado ¿Quieres?

- Sí – se levantó de la cama -. Voy a limpiarte muy bien. Mira cómo te he puesto.

- Ya. No quiero manchar tus sábanas limpias, si no, preferiría quedarme con todo esto tuyo sobre mi piel.

Trajo una toalla suave y me fue lavando el cuerpo con cuidado y sin dejar de mirarme. En el suelo había dejado un bote con agua de colonia de baño; me lo mostró y me preguntó si quería. Me echó alguna por el pecho y por el cuello untándola como si mi cuerpo fuese algo que tuviera que mimar. De la misma forma, unté su cuerpo acariciándolo y, dejando el bote en el suelo, tomó el embozo y tiró de él para taparnos.

Nunca había visto algo igual. Me tapó con cuidado y estuvo un tiempo colocando bien la sábana y las mantas sobre mi cuerpo.

- ¿Estás bien así? – preguntó -.

- Muy bien. Me faltas tú aquí.

Se acurrucó bien, pegándose a mí, y volvió a abrazarme como al principio.

- Tienes que dormir, ¿vale? Cuando descansemos veremos las cosas de otra forma.

- ¿De otra forma? – me extrañé – ¿A qué te refieres?

- Estamos cansados. Cuando despierte prepararé café y unas tostadas. Cuando despierten nuestros sentidos, recordaremos esto mucho mejor; para que nunca se nos olvide.

6 – Extraños en la mañana

Ni siquiera recordaba haber soñado al abrir los ojos y ver los maderos del techo, a mucha altura. Dejé caer mi cabeza a la izquierda y vi a Juan vestido, agachado frente a la chimenea y trasteando. Un delicioso olor a pan tostado y café inundaba aquella enorme estancia. Siempre me había gustado el invierno por esos momentos tan acogedores, tranquilos y de recogimiento.

Miró atrás y sonrió al verme despierto.

- Puedes seguir en la cama un rato, si quieres. En cuanto prepare el desayuno te vistes mientras pongo la mesa. Espero que te guste lo que te estoy preparando.

- ¡Claro! Estoy seguro.

Eché a un lado todas las mantas sin recordar que estaba completamente desnudo justo cuando volvió a mirarme. Noté su sorpresa y cómo volvía la cara para no verme. Parecía darle vergüenza. Busqué mi ropa y la encontré muy ordenada sobre un taburete rústico de madera; junto a la cama.

- Te he puesto ahí la ropa, Luis. Ya puedes irte vistiendo ¡Vamos a comer!

No dijo nada sobre una ducha ni me parecía que en aquel lugar la hubiera. De todas formas, no tenía otra ropa que ponerme. Eché abajo los pies y tiré rápidamente de mis boxers para taparme. No me hubiese importado nada estar desnudo con él mientras desayunábamos, sino que tenía claro que a él no parecía gustarle. Terminé de vestirme en pie y me acerqué hasta él, que seguía agachado frente a la chimenea. Observé que miraba con disimulo cuando me pegué a su espalda. Puse mis manos en sus hombros, me agaché y lo besé en la cabeza.

- ¡Vamos, venga! – se incorporó nervioso -. Esto se enfría.

Nos sentamos a una mesa que más bien parecía otro tipo de mueble viejo adaptado. Sobre él, había un mantel blanco, impecable, muy bien planchado, con varios platos y un par de vasos de café y otro de agua.

- ¿Lo pones siempre así para desayunar tú solo?

- Mmmm. Sí, sí – contestó dudoso -. A veces…

- Gracias, Juan. Sé que lo haces por mí. Todo lo que haces me gusta. Era verdad lo que decías; por la mañana veo las cosas mucho más bonitas. A ti también te veo más bonito.

Carraspeó nervioso y mantuvo su vista agachada.

- Lo siento. Creo que estoy molestando.

- ¡No, no! – dijo apresuradamente -. Verás… No estoy acostumbrado a hablar de eso. Me da vergüenza.

- Lo sé. No volveré a comentar nada si no quieres.

- Sí, sí quiero – se tocaba inquieto -; es que no estoy acostumbrado… Pero…

No quería hacerle pasar un mal rato, así que decidí no hablar más del asunto ni insinuar nada.

- Hmmmm – cerré los ojos -. Esto sí que son pan y café. Y el aceite es delicioso.

- Es todo de mi jefe – aclaró -. Lo hace y lo vende en el pueblo.

- ¡Pero es fresco…!

- ¡Claro! Lo trae de madrugada el panadero. Sabe que me acuesto tarde y me lo deja allí. Es como un torno.

Miré con curiosidad a un lugar de la pared cercano a la puerta. Había algo parecido a una alacena cerrada. Me di cuenta entonces de que ya alguien había visto mi coche en la entrada.

- ¿Has hablado con él? – seguí comiendo -. Habrá visto mi coche en la puerta…

- ¡No, no! – dijo seguro -. Cuando te dormiste me levanté y lo puse ahí al lado. Hay una cuadra vacía como cochera.

- Todo aquí es delicioso, Juan. No quiero que te sientas mal, pero no puedo callarme al ver estas cosas.

- No importa. Vamos a desayunar y daremos un paseo. No está mal la mañana. Te llevaré por el camino del Coto. Te gustará dar un paseo por un sitio que no conoce casi nadie. No está permitido llegar hasta allí.

- ¿El Coto? – me asusté – ¿Te refieres al Coto de Doñana? (Ver aquí)

Asintió sin dejar de comer y me sonrió pícaramente ¡Era tan bella su mirada de día…!

- ¡No pensaba que estuviéramos cerca del Coto! – aclaré -. Anoche perdí por completo la orientación. Podría decirte que no tengo ni idea de dónde estamos.

- Muy cerca del pre-parque. A unos pocos kilómetros de aquí comienza la zona protegida. No todo el mundo puede entrar.

- ¿Y piensas que entremos en coche? ¡Nos van a multar!

No pudo contener la risa y tuvo que taparse la boca para no echar fuera el desayuno.

- No puedo creer que seas tan ingenuo, Luis. Iremos a caballo, no en coche.

- ¿A cab…? – no podía hablar -. He montado dos veces y no sé.

- Te asustas al verte tan alto, ¿verdad? Tengo a Aire para que te lleve. Es muy dócil. Y siempre voy a estar a tu lado. No vas a pasarlo mal.

- Creo que si es contigo… – dije lo que pensaba -, iría a cualquier parte.

- Y yo contigo. Esta vez yo hago los planes; la próxima tú me llevas donde quieras, ¿vale?

Asentí mientras me limpiaba la boca ensimismado. «¡Yo a caballo!».

7 – Juntos a caballo

No quiero recordar los momentos en que me enfrenté a Aire y tuve que montar. Disimulaba cuanto podía porque observaba una sonrisa contenida en Juan. Entonces yo era un animal de ciudad, un perro de casa lujosa y de vida tranquila; un hombre-máquina que se había olvidado de que existían las cosas naturales; sin contaminar.

Pasear junto a él a caballo comenzó, en pocos minutos, a ser algo más que deseable para mí. A veces, cuando nos acercábamos más, le tomaba la mano y la acariciaba. Él sonreía azorado y se retiraba algo de mí hasta que se soltaban nuestras manos. Le faltaba ruborizarse; ponerse rojo como un tomate por algo tan simple.

Seguimos cabalgando despacio entre la arboleda cada vez más espesa y cruzamos por una zona de marismas donde el aire estaba perfumado como el del mar. Llegados a un lugar más salvaje, apareció ante mis ojos una pequeña laguna de aguas limpias y habitada por muchas aves como garzas. Me ayudó a desmontar y aproveché el momento para gozar del roce de su cuerpo y pegar mi mejilla a la suya. No dijo nada.

- ¡Hemos llegado! – se dirigió a las aguas – ¿Qué te parece?

- Tan bello como todo lo que estoy viviendo desde anoche. Tardaré mucho tiempo en acostumbrarme a sentir tanto placer. Esto es hermoso.

- Si quisieras… – dejó de hablar -.

- ¡Dime! Si quisiera… ¿qué?

No hablaba y me acerqué a su lado para poner mi brazo en su cintura. No se movió.

- ¿Qué ibas a decirme?

- Nada… Bueno, sí ¿Sabes que si quieres puedes quedarte conmigo para siempre?

- ¿Qué? – no entendía por qué decía aquello – ¿Quedarme para siempre? ¡Tengo que trabajar!

Me miró pensativo, tiró de mi brazo y caminamos hasta una pequeña meseta cubierta de hierba húmeda. Cruzó sus piernas y se dejó caer despacio hasta sentarse. Hice lo mismo para no perder ni un detalle de sus gestos.

- No te he mentido, Luis. Hay cosas que no te he dicho. Ahora pienso que debes saberlas y después pensar lo que te proponga.

- Dime – me intrigué -. No temas a decir nada. Olvida por ahora tus temores.

Se dejó caer sobre la hierba y puso su cabeza sobre mis piernas mirándome con dulzura sin parpadear. Agaché mi cabeza y nos besamos levemente varias veces.

- Verás… – comenzó indeciso -. Mi jefe… es mi padre.

Tuvo que notar mi sorpresa. No pude decir nada.

- Nunca nos vemos. Hemos llegado a un acuerdo difícil de resumir. Digamos que… toda esa finca que has visto, los animales, todo eso… es mío. Mientras viva tengo trabajo y luego todas esas cosas serán mis propiedades. No me deja administrar dinero… aunque no me falta para lo que necesite. Me gusta vivir así, pero no solo.

Se incorporó nervioso se restregó la cara y siguió hablando.

- No tendrías que trabajar en tus cosas. Ni siquiera tendrías que trabajar aquí.

Hubo un corto silencio y se levantó.

- ¡Déjalo! Son locuras mías. Estoy intentando cambiar tu vida.

- ¿Qué? – me había perdido -. No estás intentando cambiar a nadie. Comprendo tu deseo de tenerme aquí para siempre. Lo que no entiendo es eso de que puedo quedarme… Ojalá. Tengo compromisos y mi vida es de ciudad. Puedo venir siempre que queramos. Si me quedo, no sería más que un estorbo para ti.

- No digas eso – se arrodilló frente a mí -. Yo cuidaría de ti. Puedes traerte tus cosas, tus máquinas… No quiero apartarte de nada. Yo mismo voy a Sevilla todas las semanas.

- Te precipitas, Juan. Debemos conocernos más.

- ¡Eso ya lo sé! No estoy fantaseando. Hablo de que te vengas… una temporada. Prueba esta vida; la compartiremos.

Acercó sus manos, las puso en mi cuello y me besó cerrando los ojos. En un instante, estaba echado junto a mí mirando al cielo; pensativo. No lo dudé. Me volví hacia él y lo abracé.

- Tengo que pensarlo, Juan. Vamos a dejar pasar un tiempo como estamos. Hablaremos por teléfono, irás al bar como siempre y estaremos juntos el fin de semana. Puede ser que acabe viniendo y no volviendo; pero ahora acabamos de conocernos.

Comenzó a mover sus manos y a desabrochar mis botones con un gesto de suma tristeza. Hacía bastante fresco aunque estábamos al sol. Nuestras prendas acabaron volando por los aires y nos revolcamos desnudos por la hierba. Hice por primera vez el amor en plena Naturaleza observados, acaso, por Aire y Viento, que quedaron algo separados de nosotros. Tal vez por algún lince…

No sé si en aquellos momentos no era nada más que puro deseo y sexo. Acabamos riéndonos de nuestra propia sombra y nadando desnudos en las frías aguas de la laguna. Me acerqué a él y lo miré con dulzura recordando las palabras de Trinidad: «Todos los que se sientan aquí horas y horas solos, acaban muriendo. Aprovecha la primera oportunidad que tengas para dejar este sitio» Nos abrazamos y nos besamos bajo las aguas y, al salir de allí, sólo pude decir una cosa:

- Tenemos que volver. Hay cosas que no quiero perderlas. Nos las traeremos.

¿BDSM? ¿Qué cosa es esa?

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Sé que puede ser un titulo bastante extraño para un relato, sobre todo si la que lo escribe es una mujer autodefinida como sumisa y practicante activa del mundo del BDSM, pero realmente esa fue exactamente la expresión que paso por mi mente la primera vez que hable sobre el tema, seguramente mi expresión en ese momento fue mucho peor que esas palabras, pero para una mujer criada en los llanos de Venezuela y recién llegada a una ciudad grande era algo completamente de otro mundo y el “ave maría purísima” de mi abuela me vino a la mente también. En esta historia no esperes rosas, es el relato más crudo de cómo me inicie en este mundo que me ha dado tanto…

Esta historia de azotes, sumisión y entrega empezó hace unos 7 años, 2 meses y 6 días, bueno, para ese entonces cursaba el segundo año de veterinaria en una universidad de Venezuela, creo que era una chica bastante promedio, aplicada en clases y con buenas amigas que gracias a dios hoy todavía tengo además de un noviazgo que tenía 7 meses con un chico que entre todas las personas parecía el más normal y serio, incluso había tomado la decisión de presentárselo a mi familia, sin mucho ánimo de empalagar esta historia en ese momento me sentía en una nube, estaba feliz con mi novio y me iba bien en la universidad, no voy a mentir, no era virgen cuando empezó mi relación con él y ya tenía algo de experiencia, pero lo que paso a continuación no estaba siquiera preparada para procesarlo.

Creo que siempre fui dominante en la cama o en mis relaciones, pero con EL todo cambiaba, EL me llevaba, me controlaba y me poseía como EL quiera, disfrutábamos el sexo y a pesar del relativo poco tiempo que teníamos juntos ya formaba parte importante de nuestra relación, el me llenaba, pero mi frustración era sentir que no era suficiente, que le faltaba algo y eso me mataba.

El día que cambio mi vida para siempre yo estaba vuelta un nudo de emociones, se leerá como algo trillado y rozando el cliché, pero estaba realmente frustrada y confundida, ese día fuimos a una fiesta de mi universidad y sentía como que cada amiga de EL era una enemiga en potencia para mí, la gota que derramo el vaso fue verlo bailar con una chica que por los chismes de pasillo había tenido algo con él, me sentí tan mal que lo que primero paso por mi mente fue agarrar por los pelos a esa mujer y arrastrarla por toda la pista, pero la solución más civilizada que pudo tomar fue ahogar esa rabia con la primera botella que agarre y el primer tonto que vi, le planté un beso como nunca antes lo había hecho con un extraño, no sé cómo llego El tan rápido, pero de un jalón me saco de la fiesta, sin escándalos y sin una sola palabra me monto en su carro y salió del sitio con una calma y mirada fría que nunca antes había visto en el, cada facción de su rostro se veía seria, dura y sin una sola expresión, solo sus ojos me daban una pista del momento de rabia que sentía, desprendían emociones que no me podía ocultar, tenia rabia y furia, y eso francamente me gusto, me sorprendió que yo, una chica de apenas 1,51 y sin grandes atributos más que mis ojos jade despertara en el tales sentimientos.

El carro siguió en la autopista y su silencio me golpeaba con fuerza, la tensión que sentía y el sentimiento de no saber a dónde íbamos o que me iba a hacer me estaba destrozando, pero verlo con esa rabia y esa decisión, sentirme tan de su propiedad me excito de una forma que nunca antes lo hecho nada ni nadie, no podía siquiera adivinar a dónde íbamos, pero no importaba, confiaba en El, y tal vez solo necesitaba manejar y despejarse, de repente vi a lo lejos un motel de carretera, nunca había ido a uno, pero entramos con todo y carro, en ese momento me atreví a hablar aunque sin saber muy bien que decir, las únicas palabras que salieron de mi boca fueron –yo pensé que estabas molesto. El no me respondió, solo pago y estaciono el carro en el garaje de la habitación, volteo a mirarme por primera vez desde la fiesta y con unos ojos hermosos, negros, llenos de lagrimas frustradas por no salir se abalanzo sobre mí y me beso, duro, sin contemplaciones, tan duro que me dolía pero no quiera que parara, nunca me había besado así y en ese momento quise tocarlo, subí mis manos hacia su cara y con un movimiento de sus propias manos las agarro y me dijo algo que nunca olvidare. –Hoy serás mía y me tocaras cuando yo quiera que lo hagas, te sacare el beso que le diste a ese tonto de una forma que nunca quieras besar otros labios. Sus palabras me tumbaron, me dejaron en un estado casi catatónico, por primera vez en mi vida sabía lo que era la definición de la frase “hacerse agua”, aunque en realidad no tenía ni idea de lo que me estaba metiendo, no fueron sus palabras exactamente, fue la forma en que lo dijo lo que me hizo explotar.

Entramos a la habitación, el momento de romanticismo que sentí en el carro se desvaneció cuando El no me tomo nada mas entramos al cuarto, solo llego y se quito la camisa los zapatos y se quedo de frente al típico espejo de cama en los cuartos de hoteles, yo me senté en la cama con los brazos cruzados sin saber que estaba pasando, cuando El se volteo, y con una mirada fría y voz cruda me dijo. –Quiero que te desvistas y te pares justo donde estoy. Mi primera reacción fue mirarlo con extrañeza, a pesar de todo el sexo que ya habíamos tenido nunca había estado completamente desnuda con las luces prendidas delante de nadie, no sé si fue el efecto del alcohol o la forma tan dominante en la que El me hablo, pero a pesar de mi rostro no dure ni 5 minutos en hacerle caso y desnudarme completamente, me coloque justo a su lado al frente del gran espejo, me sentí incomoda pero sorprendentemente excitada al verme a mí misma completamente desnuda al lado de ese hombre que tanto me gustaba y me intimidaba, su rostro estaba centrado en el mio, como si estuviera estudiando mis reacciones, pasamos con 2 minutos en esta situación que para mi se sintieron como horas enteras, hasta que de un solo golpe se coloco a tras de mi y me pego contra el vidrio, por un momento sentí terror, pero la forma en que tomo mi pelo y mis caderas me calentaron el vientre, no podría ver su rostro, pero si escuchaba su respiración, sus resoplidos, estaba justo ahí, completamente a su merced, subió su mano poco a poco hasta mis senos rodeándolo con sus grandes manos, mis pezones estaban duros por el momento y sensibles, con sus dedos los apretó con fuerza, nunca antes me lo habia hecho así, creo que en otro momento me hubiera dolido, pero en ese momento no, mi grito fue de placer, tanto que casi me corro con esa apretada, todavía con mi pelo jalado por su mano izquierda subió su mano hasta mi boca, metió un dedo y la parte primitiva de mi salió a flote como nunca antes, lo rodee con mis labios y lo succione como si mi vida dependiera de ello, cuando lo saco abrí los ojos y verme en esa situación fue un shock para mi, cuando pensé que me iba a penetrar por la forma en que estaba inclinada con el pompis parado, su mano se levanto y con un movimiento rápido me sonó un azote que todavía hoy recuerdan mis glúteos y mi alma, toda su furia y su rabia salieron en ese azote, fue tan duro que rompí a llorar casi de inmediato, mi glúteo me ardía, latía en carne viva, pero no podía moverme, no podía gritar, una parte de mi quedo expectante, solo mis lagrimas se movían libremente, cuando de repente El volvió a levantar su mano y dejarla caer otra vez contra mis glúteos, aunque esta vez con menos fuerza igual logro sacar de mi un sollozo agudo por el dolor de la piel ya herida y roja por el primer azote, mi mente era un remolino de emociones, quiera gritar, quería voltearme y golpearlo, quería huir, pero también quería quedarme, quería seguir recibiendo ese castigo que sentía que me merecía, seguir escuchando su respiración y resoplidos, seguir siendo de Él.

Gracias Martillo

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Estaba corriendo con miedo, no quería que Martillo causara problemas, lo vi doblar la esquina pero era muy rápido, por fin! Martillo se detuvo y corrí lo más rápido que pude pero no lo alcancé, mi corazón se detuvo cuando vi esta camioneta enorme de color negro que venía a gran velocidad lo cual hizo que Martillo volviera a correr rápido a la camioneta, por instinto cerré los ojos, esperando a escuchar el peor chillido de mi vida, pero lo único que oí fue a un coche chocar contra algo, volví a abrir mis ojos y vi a la misma camioneta pero con la trompa un poco destrozada y a Martillo corriendo hacía mi, me acerqué al lugar para ver si el conductor se encontraba bien.

-Es tu perro?!-Dijo el conductor saliendo del auto y muy enojado.-Ves lo que ha causado??! Pero que?!-Se dijo al ver el daño del auto.- No no no no… pero mira lo que ha causado! -No se había percatado del verdadero daño.- Joder, tu vas a pagar todos los daños causados!

-Yo, yo lo siento, nunca me había pasado algo así, que hacemos?!-Estaba nervioso, hasta que vi una figura muy conocida que se acercaba.

-Hey! Que ha pasado aquí?!-Dijo una voz familiar.

-Vas a hacer algo o que?!-Dijo molesto el conductor, era un hombre, como de mi edad, 20-25 años tal vez, pelo negro, fuerte, con ojos verdes y piel blanca.

-Que ha… que ha pasado aquí?-Dijo Armando, uno de mis mejores amigos, tomando aire.

-Más bien que haces tú aquí?-Le dije mirándolo de arriba abajo.

-Estaba corriendo y te quería visitar pero he oído esto y me he preocupado.

-…si, en esa misma, que? Oh si, por culpa de un perro y se ha arruinado un poco la trompa del carro. Ok señor, lo espero. He llamado al seguro, vienen dentro de unos minutos.

-Pero que ha pasado aquí?-Dijo Armando esperando a que alguno de los dos le respondiéramos.

-Martillo… se escapó y estaba atrás de él cuando vi a la camioneta y Martillo se echó a correr de nuevo y él ha tratado de esquivarlo….

-Y esto pasó!-Dijo aún molesto el chavo.

-Vale, ha dicho que ha hablado a los del seguro… entonces esperemos y a ver que nos dicen.

En ese momento me acordé nuevamente de Martillo tenía que volverlo a meter a la casa.

-Joder, puedes quedarte aquí mientras llevo a Martillo de nuevo a la casa? No me tardo.

-Si… si!-Me decía saliendo de sus pensamientos y viendo el accidente Armando.

-Disculpe, su nombre es…

-Damián, puedo saber a donde va?-Molestó era la forma en la que me miraba, además de sentir cierto rechazo de parte de él.

-Solo voy a meterlo en la casa, no me tardo, de todos modos, mi amigo Armando se va a quedar con usted. Mier… Damián -Me acerqué a él.- tienes una herida…

-Que?!!-Dijo sorprendido y viéndose en uno de los espejos de la camioneta.

-Ahorita te traigo unas curas.-Dicho esto, salí corriendo con Martillo atrás de mi.

Curitas curitas curitas!! Donde demonios se han metido??!! Me dije buscando las maldecidas curitas en mi botiquín. Aunque esté fuera de tema debo admitir que Damián es uno de los chicos más guapos que he visto en los últimos años de mi vida. Ahí están! Las agarre y regresé rápido al lugar del accidente.

-Que?! Pero si ha sido por culpa del perro del otro, el debería pagar todo!

-Primero escuchemos la versión del señor…-Llegué.

-Mario… me llamo Mario.-Le dije casi sin aire.- He… he pues solo que mi perro se ha escapado y el señor Damián ha tratado de esquivarlo pero ha salido en esto.

-Ahora señor Mario, usted diría que el señor Damián iba rápido para esta calle?-Lo voltee a ver para ver su reacción un poco sorprendido.

-Si! Si iba demasiado rápido, lo vi la calle anterior y bueno, si, iba un poco rápido.-Dijo Armando tallándose el cuello sin caerle mal a Damián o crear problemas.

-Vaa joder no me vengas con eso! Tenía prisa, o mejor dicho tengo prisa, tengo que llegar a un lugar importante.

-Bueno, entonces tendrá que pagar parte de las reparaciones que requiera el automóvil.-Me dijo el del seguro.- Dicho esto me retiro, los veo a ustedes señores el 15 de este mes en las oficinas del seguro.

-Excelente, lo que me faltaba!-Dijo con gran sarcasmo (obviamente) mientras el señor se iba, me acerqué para ver de nuevo sus heridas.-Que coño haces?-Me apartó las manos.

-Trato de ver tus heridas.

-No son tan graves, solo es un raspón.-Me dijo más calmado, me acerqué y le moví la cabeza para verlas mejor.

-Si, tienes un raspón un poco visible, es mejor que te lo ponga.-Saqué la curita de su empaque y se lo puse en la frente tomando de la cabeza a Damián en ese momento sentí (aunque se escuche tonto y extremadamente cursi) una corriente eléctrica pasear por todo mi cuerpo y creo que el también.

-Ya!-Me apartó la mano.- Aah… mira este es mi número, si algo pasa… te aviso.-Dijo con este tono entre enojado y sonrojado mientras me daba un papelito amarillo.

-Eh si.-Echó una ultima mirada a su auto y se fue.-Joder…

-Un poco raro el tipo, no crees?-Me dijo Armando.

-Que? Ou si, y un poco guapo además.

-Jajajaja. ¿Que tal si me invitas a tu casa? Está a punto de llover y en verdad no me quiero contraer un resfriado.

-Pues manos… pies a la obra. Y ahora que se tiene que hacer con todo esto?

-Solo tienes que pagarle al seguro del carro cierta cantidad de dinero por reparar la pieza.

-Ya lo capto.

-El vive cerca?… Damián vive cerca de aquí?

-Ehhh no que yo sepa, nunca lo había visto.

Justo cuando llegamos a la casa empezó a llover y nos pusimos cómodos viendo la televisión. Me quedé pensando en Damián, no creo haberme enamorado, tan pronto?! Tampoco creía en el amor a primera vista, era imposible.

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Como no me iba a enojar? Por culpa de un maldito perro había estropeado uno de los carros de mi hermano… justo en el día de su boda, y mi esposa se iba a enojar conmigo, o más bien todo el mundo, verán, los choques son muy frecuentes en mi vida y siempre por alguna irresponsabilidad mía, y ahora no me iban a creer que fue por esquivar un perro. Mario Mario Mario, por alguna extraña razón no me podía quitar su imagen de la cabeza.

Pensarán que tener una esposa a mi edad es muy temprano pero en su momento la quise mucho… Mmm no es que no la ame todavía, bueno… no tanto como antes, en las ultimas semanas habíamos estado teniendo muchas discusiones y por alguna razón estos últimos días iban bien, como si aquellas discusiones nunca hubieran pasado, el problema era que no sentía lo mismo con ella. Pude ver la cara de mi hermano al acercarme a su casa.

-Pero que…?! Sabes… sabes -Se había enojado pero se calmó.- sabía que no debí prestarte la camioneta, esta vez que fue? Un alien se te apareció en medio de la calle?

-Ehh perdón, esta vez no fue culpa mía, en realidad solo un poco pero es tu culpa, venía de regreso y un perro -Martillo- se me atravesó lo traté de esquivar y termine chocando con un poste de electricidad y como venía rápido al dar el volantazo pues ha resultado en esto.

-No te puedo creer -Decía para calmarse así mismo y no más para mi.- Y ya has hablado a los del seguro? Oye, trajiste lo que te pedí? Además la boda es en unas horas no tenías que preocuparte.

-Si pero me pongo muy estresante en cuanto a horarios y lo sabes. Ehhh, si, el dueño del perro -Mario…- tendrá que pagar parte de los daños; traje tres por que no sabía muy bien cual te quedaba mejor.

-Está bien está bien -Inhaló olvidándose de todo, eso era lo que me hacía ponerlo entre mis hermanos favoritos, a pesar de todos mis errores siempre me hacía sentir bien pero no mimandome.- Vamos a dentro, suerte que la boda es en un salón, si no todo en estos momentos estaría mojado.

Me eché en su sillón cambiando los canales en busca de alguna serie o película que me distrajera. Tengo 6 hermanos, sus edades y sus nombres, del más pequeño al más grande: Martín de 17 años, Arturo de 19, yo Damián de 24, Omar de 26, Leonardo de 29, Joel de 30.

Leonardo es al que se está a punto de casar al que le he chocado la camioneta, Omar se ha divorciado una vez hace dos años pero ahora mismo tiene pareja, Joel es soltero pero con una pretendiente, yo pues me casé temprano y a lo loco, Martín y Arturo… bueno pasan de novias como si fueran ramas.

Somos una familia unida y como podrán notar mis padres de vez en cuando se convierten en conejos y el resultado es ese.

-No piensas ir con Michelle?-Me decía Leo despertándome en calzoncillos y preparándose para vestirse.-Ya solo falta media hora para que empiece la boda.

-No, acuérdate que las damas de honor siempre están juntas… o eso creo. Calma esos nervios, yo ya pasé por esto y es divertido.-Le dijo con gran sonrisa acordándome de lo que antes sentía por Michelle.-Solo tienes que pasar esta gran alfombra para ver a tu hermosa esposa con su gran vestido blanco… después podrás irte de luna de miel con ella.

-Es mi primera vez, como es que tu no te sentías tan nervioso?-Ni yo sabía como, solo me sentía muy feliz de que me iba a casar con esta mujer tan bella.-Por que la amas de verdad.

-Y tu no la amas?-Me dijo parando de hacer todo lo que estaba haciendo.

-Que?!!-Me sobresalté con esa pregunta, como si te avisaran que MJ regresó a la vida y que todo fue una grandiosa publicidad.-Si, la sigo queriendo…

-Siempre hay un pero.

-Pero ya no siento lo mismo de antes, antes la amaba a morir y ahora con los problemas que hemos tenido algo en nosotros ha cambiado y no estoy seguro de si me siento cómodo con ella.-Le respondí perdido mirando mi anillo de compromiso.

-Hay alguien en la mira?-Me preguntó con amenaza incluida en su mirada.

-Obvio que no, es eso nada más OK?!-Aquella pregunta rebotó en mi cerebro estresandome, que tal si estaba enamorado y yo mismo no lo sabia?-Como irritas, solo déjame vestirme.-Me levanté decidido a uno de los cuartos para bañarme y después vestirme.

Mientras me bañaba y pasaba el jabón por mi cuerpo se me vino a la mente como le había respondido a Leonardo y enseguida me sentí mal, me he comportado peor con el pero esto era sin razón alguna, no debí hacerlo, tenía que pedirle disculpas, joder, hoy es su boda y yo cargándosela toda!

-Oye Leonidas -Me recargué en la puerta de su cuarto poniéndose los calcetines.

-Si?

-Perdón por lo de hace un rato, no quería ofenderte, es que yo he estado también un poco fuera de mis cabales.

-No te preocupes, creo que también te debo disculpas, me he pasado un poco.-Le sonreí y me fui a vestir.

Cuando ya estaba todo listo para irnos a la boda nos subimos a otra camioneta que tenía y manejó él, a medio camino me di cuenta que no traía las llaves de mi casa y las de la oficina en la que trabajaba entre otras cosas más, digamos que precisamente no las tenía en mi pantalón cuando llegué a casa de Leo.

-Y que vas a hacer? Estamos a medio camino.-Dijo preocupado.

-Ammmm, cambio lugar con Joel, me llevo la camioneta y el se viene contigo, no me tardaré creo saber donde están… bueno eso espero.-Se estacionó y lo mismo hizo mi hermano Joel que iba detrás de nosotros, me dirigí hacía donde estaba Joel.

-Por que se detienen? Estoy seguro de que todavía falta mucho tiempo para llegar.

-Si si, solo vete con Leo, llego en un rato allá, se me han olvidado unas llaves importantes.-Le dije rápidamente y sacándolo de la camioneta.

Con miedo aceleré para llegar rápido a donde había tenido el accidente y con mucha suerte llegar a la casa de Mario. A tan solo unas cuadras de llegar al lugar donde había tenido el percance me di cuenta que Joel traía un Frapuccino, el y yo tenemos muchas cosas en común en cuanto a gustos…. PEEROOO! Como siempre, el inoportuno de Damián decidió tomar un trago cuando pasé por un bache, podrás imaginarte como quedó mi camisa de vestir de color blanco.

-Miieerrda! En serio?! -Me dije a mi y al maldito envase, lo único bueno es que había llegado al lugar, pero ahora que iba a hacer si no sabía en donde vive Mario?! Me bajé del auto y fui con unas señoras que estaban sentadas charlando.-Disculpen, me llamo Damián, estoy buscando a alguien, este… se llama Mario, es como de mi tamaño y edad, pelo oscuro, ojos grises…

-Ooo, es el único de por aquí con ese nombre.-Dijo una de las señoras sonriendo amablemente.

-Mira, vive a unas cuadras de aquí, te vas derecho hasta topar con la casa de allá y das vuelta a la derecha, después solo tendrás que buscar una casa naranja #54 y habrás llegado a su casa.-Me dijo otra señora que estaba ahí.

-Ok, derecho hasta topar y después doblar a la derecha hasta encontrar la 54, muchas gracias!-Le sonreí a todas, todas las señoras estaban en la 3ra edad pero ni tanto, me subí de nuevo a mi coche ya con algunas gotas de agua en mi traje y antes de cerrar escuché a las señoras decir algo como: “será… novio… algo entre ellos”, no sabía para nada a que se referían pero me pude imaginar lo que decían “serán novios o se traen algo entre ellos”, no le presté más atención y rápido me fui a buscar su casa.

62, 60, 58, 56… 54!! Me estacioné como loco, toqué el timbre varias veces en corto tiempo y abrieron.

-Mario! Joder cuando me he ido…

-Algo anda mal?-Me dijo sin comprender nada.

-Si si!

-Pero ya hemos hablado con el señor…

-No no! Eso no, cuando me he ido se me han caído unas llaves muy importantes y no sé si tu las hayas visto y las hayas recogido….-Dijo impaciente.

-Oh! Si, te hice señas pero no me has visto, ahorita las traigo…-Me dijo mientras gotas de agua no dejaban de molestarme-Que hago -Se dijo así mismo- pasa, te vas a terminar mojando por completo.-Entré con un poco de pena, no nos conocíamos para nada pero ahí estaba yo dentro de su casa.-Si quieres te puedes sentar.

El fue a buscar las llaves y fue cuando me acordé de mi camisa. El estaba de regreso.

-Son estas?

-SI SI SI GRACIAS! Oye… no nos conocemos pero mira, me siento mal al pedirte esto, pero no tienes una camisa que me puedas prestar??? Se me ha caído café encima y estoy en camino a la boda de un hermano y, y, y no puedo llegar así…-Le dije ilusionado mirando le a los ojos.

-Mmm si quieres… creo que somos la misma talla, solo espérame.-Me dijo confuso.

-Si… gracias.-Estaba impaciente, no quería llegar tarde a la boda.

-Tengo estas 2, no sé cual quieras?-Me dijo con 2 camisas en las manos.

-Joder tio eres mi salvación -Se empezó a reír. Me quité apresuradamente y torpemente la camisa que casi la rompo, agarre una de las que tenía en sus manos y me la iba a poner cuando me detuvo.

________________________________________________________

No sé ni como diablos había encontrado mi casa pero no sé, se me hizo muy chistosa la situación, no lo conocía pero algo en el me decía que era buen chico.

-Para, no querrás ponerte una camiseta antes?-Damián tenía buen cuerpo por minimizar, por que realmente tenía un muy buen cuerpo, no tan marcados como un luchador y más suaves que los de un modelo.

-Que?!-Se tocó el cuerpo en lo que parecía ser una búsqueda de la camiseta- Aaah -exhaló- me ayudas… de nuevo?-No pude evitar no reírme, le contagie la risa y subí a mi cuarto en busca de una.

-Toma.

-GRACIAAAS MARIO!-Se la puso como loco… pero al revés.

-Eeeh Damián, te la has puesto al revés.-Le dije chistoso.

-Aaah demonios.-Se la empezó a quitar y cuando lo hizo la olió.-Pero que bueno! Cual usas?-Esta vez se la empezó a poner en la buena dirección.

-Es “The Beat”.-Le sonreí.

-Huele muy bien… ahora si -Agarró la camisa y se la empezó a poner- vamos bien…. yyy listo! Joder Mario en serio muchas gracias!… A! Este… si quieres te puedes quedar con mi reloj o algo para que estemos a mano y ya mañana nos arreglamos bien.-Me dedicó una de las sonrisas que más me han hecho sentir cosas en el estomago.

-No te preocupes, con tu camisa está bien.

-Bueno gracias!-Me dijo chistoso, estaba a punto de irse cuando regresó, me imaginaba lo mejor.

-Oye… te debo una disculpa, por lo que pasó en la mañana, no era mi intención gritarte ni ofenderte, he estado teniendo malos días y justo hoy estuve bajo presión, la verdad no sé por que haces esto por mi, pero en serio, te pido perdón y al mismo tiempo las gracias por esto.-Me dijo con la sinceridad pura en sus ojos y me dio un abrazo fuerte.-Mmm otra cosa, te he dado mi número y estoy 100% seguro de que no te puedo llamar si no tengo el tuyo jajaja.

-Si…! Es cierto, te lo anoto en una hoja.-Le escribí el número y se lo dí, nos despedimos de nuevo estaba a punto de irse- Espera antes de que te vayas… toma esto, quien sabe cuando va a parar la lluvia y tal vez lo necesites.-Le di un paraguas.

-Muchas gracias.-Me dedicó hasta ahora la sonrisa más grande, se dirigió a su camioneta y cerró la puerta pero aún así se despidió de nuevo sonriendo por el cristal.

Si, creo que me he enamorado.

____________________________________________________

Que buen chaval, sin conocernos y lo que me ha prestado, esta vez me dirigía hacia el lugar de la boda un poco más calmado y con una sonrisa de oreja a oreja sin saber la razón.

-Hasta que llegas, Michelle te ha estado buscando.-Me dijo Arturo entrando al salón.

-Si, es que se me han perdido unas llaves y las he ido a buscar. Que le has dicho?

-Ya, tan importantes eran??-Arturo suele ser muy cabeza dura.

-Si Arturo, tan importantes son -Le dije un poco solo un poco molesto.

-Ya ya. Le he dicho que tampoco sabía y pues se ha ido con la novia a maquillarse.

-Ok, vamos a sentarnos antes de que empiece todo.

Nos sentamos todos los hermanos en las primeras bancas de la iglesia, y todo fue normal, la típica canción de piano y la esposa caminando a través de la iglesia en medio de todos los invitados, con la mirada llena de ilusión hacia el que pronto sería su prometido, Leo.

-Mi amor, hasta que te puedo ver…-Le dije a Michelle terminando la frase con un beso en sus hermosos labios, ella me siguió y empezó a subir la temperatura.

-…amor, sabes… hemos tenido problemas últimamente y… sería genial si termináramos la noche de una forma especial y diferente…

-Si si…-Le dije agarrando nuestras manos y besándola más, después de varios días de no tener nada de acción me empezaba a hacer daños colaterales y algo en mi pantalón empezaba a despertar.-esta noche la acabaremos en la cama entre besos y caricias… te quiero…

-Y yo igual… Vente vamos a la mesa de nuevo.

-Jajaja Yoooo…. es que no puedo dejar que los invitados me vean así….

-Ok, jajaja te quiero.-Me dio un beso en la mejilla.

Todo aquello pasó y ahora todos se iban al salón donde sería la fiesta, algunos solo platicaban alegremente y otros en la alberca, yo mientras el sueño empezaba a dominarme, cuando me di cuenta eran las 1:30 de la mañana.

-Damián te estás durmiendo, por que no te vas al carro.-Me dijo Joel.

-No!-Le dije de sorpresa- Estoy bien, solo… solo…-Volví a cabecear.

Estaba en algún lugar pero lo que sí sabría decirte es el placer que estaba teniendo en mi parte baja, eso y que veía una cabeza subiendo y bajando en aquella parte tan especial y delicada pero no era Michelle, no, ella tendría el pelo café claro con rayos aún más claros y la que estaba viendo tenía el cabello negro y corto… como si fuera un hombre, lo único que escuchaba eran los gemidos entre-cortados que salían como torpedos de mi boca a un volumen no muy agradable para los vecinos, aquel que me estaba mamando estaba a punto de voltearme a ver…

-Damián! Damián!

-Que?! Que…?! Oh, si, lo siento, yo…

-Tomate una cerveza, te va a despertar. Se que no me incumbe pero por lo que he oído no has tenido acción en mucho tiempo jajajaja.-Se burlaba.

-Se ha escuchado?-Dije sin despertar por completo.

-No tienes que preocuparte, has gemido bajo jajajaja. Vete a dormir a la camioneta.

-Pero Michelle…

-Yo la llevo no te preocupes, anda, vete a la camioneta.

-Joder Joel, gracias, te debo una.-Me levanté de mi silla y me dirigí hacía Leo para despedirme, estaba tan cansado que se me olvido despedirme de las demás personas. Me agaché para hablarle al oido.

-Joel tio, lo siento, me muero de sueño y últimamente no he dormido y he estado bajo presión, lo siento.

-Vamos Damián, no tienes que disculparte, vete ya a la camioneta anda.

Apenas entré a la camioneta me acomodé en los asientos y caí completamente dormido, soñe, soñe soñe con… Mario??!

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Este es un nuevo relato, como verán, y pienso continuarlo pero esta vez los quiero hacer largos, espero y les guste, dejen sus comentarios y demás en los comentarios.

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