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La princesa cautiva

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El salón principal del palacio estaba totalmente a rebosar, repleto de gente conocida y desconocida, de invitados y sirvientes, de amigos y enemigos… La luz de las velas que se sostenían en lo alto por varias lámparas de araña bailaba al son de la música que inundaba el ambiente. Las paredes habían sido tapizadas convenientemente para la ocasión, de blanco y azul, los colores de la casa Asarien, y el rojo de los rosencraft. Se habían dispuesto numerosas tablas de madera colocadas sobre caballetes, así como bancos, para dar cabida a los más de quinientos asistentes. Éstos comían y bebían animadamente a la salud de los novios, mientras que los músicos tocaban desde las galerías superiores, uniendo en armonía violines, trompetas, piano y otros tantos instrumentos. Todo parecía alegría; todo excepto la propia esposa.

Serina Asarien contemplaba la sala desde el banco de honor, al lado de su nuevo marido y destacados miembros de la nobleza. Aún así, miraba sin ver, con los ojos perdidos en el infinito. No sonreía como debía ser propio de una novia feliz, pero tampoco lo era. A pesar de su afamada belleza, de pelo castaño, largo y sedoso, tez morena, labios finos, ojos vibrantes y un cuerpo sinuoso, aunque de escasa estatura, la falta de una sonrisa en el rostro hacía que todo aquello pareciera en vano. Incluso con aquel precioso y elaborado vestido blanco, con falda volada y escote triangular, con las joyas que lo adornaban resplandecientes y con el maquillaje cuidado, parecía un árbol marchito en medio del otoño.

No era para menos. Su padre había fallecido un par de meses antes de aquella boda. No hubiera supuesto un inconveniente tan enorme, aunque hubiera sido igualmente triste, de no ser por el hecho de que su nuevo esposo había sido la mano que le había atravesado de parte a parte con la espada en medio del campo de batalla. Los reinos que ambas familias gobernaban se habían enzarzado en una cruenta guerra después de que los Rosencraft atacaran varias caravanas de comercio procedentes del reino de Asar. En un principio habían intentado buscar una salida pacífica al conflicto, recurriendo a la diplomacia a pesar de que no había excusa suficientemente grande como para justificar aquellos actos. Su padre se había reunido en reiteradas ocasiones con representantes de los Rosencraft, aunque nunca acudió el rey Herman en persona. Aquello era casi un insulto, pero el buen Asarien supo controlarse y velar por los intereses de su pueblo. Sin embargo, no tardó en montar en cólera cuando el hermano de quien ahora se sentaba a su lado aseguró que Asar debería entregar todas las caravanas de mercancías que tuviera y aún así dar las gracias y rendir pleitesía a Calidor, el reino que gobernaban. Un rey no podía tolerar semejante desprecio hacia su pueblo, menos aún en su propia morada. Aún recordaba cómo se había levantado de su asiento, regio como sólo lo había visto a él, y había ordenado que prendieran al insolente. Éste comprobó asustado que su lengua le había perdido y trató de recurrir a la espada para salir del atolladero. Aquello sólo le sirvió para morir acuchillado por los guardias, que no dudaron ni un segundo en matarlo viendo la seguridad de su monarca en peligro. Ése fue el inicio de la guerra, pues los Rosencraft rechazaban cualquier responsabilidad sobre los actos de su emisario y exigían venganza.

Durante dos años los ejércitos de ambos reinos se batieron en numerosas batallas, saliendo uno y otro bando victorioso alternativamente. El campo quedó desolado y se perdieron cosechas enteras. Los aldeanos y burgueses de Asar fueron reprendidos con crueldad, siendo violadas mujeres y niñas por igual, sufriendo innombrables torturas y vejaciones los hombres, y matando a sangre fría a los pobres chiquillos que no tenían culpa de nada. Los hombres de los Rosencraft tenían orden clara de arrasar todo a su paso, y eso hacían. Ciudades enteras fueron engullidas por las llamas abrasadoras y enormes columnas de humo negro se elevaban altas hacia el cielo, como si sostuvieran la bóveda celeste, pudiendo verse desde prácticamente cualquier parte del reino. Las fuerzas de los Asarien no conseguían frenar aquella carnicería, pero tampoco dejaban que el enemigo avanzara mucho más territorio adentro.

De aquel modo se llegó hasta la última batalla de la guerra. El padre de Serina se había puesto al frente de un gran ejército y con él emboscó al temerario príncipe Evan, heredero al trono de Calidor. Todo parecía marchar bien para Asar, cuando un segundo contingente de los Rosencraft apareció por sorpresa atacando el flanco de su ejército. La trampa se había convertido en un caos en el que las tres fuerzas se entremezclaron, disputándose cada palmo de tierra en combate individual prácticamente. Así fue como él, Evan Rosencraft, llegó cabalgando hasta el rey de Asar. Sin darle tiempo a que reaccionara, descargó un fuerte golpe que hizo descabalgar al monarca, para luego ser pisoteado por los cascos del caballo. El osado príncipe no se quedó ahí, sino que abandonó su montura y atacó al indefenso Asarien, hasta que logró destrozar su armadura y abrirle sanguinolentas y mortales heridas, todo ello mientras reía como un desquiciado viendo a su enemigo agonizando.

Una vez se hubo corrido la voz de que el rey había muerto, sus “leales” súbditos no dudaron en darse a la fuga, muchos de ellos por orden de los principales señores y oficiales. Los calidorenses no dudaron en perseguir y aniquilar todo reducto de resistencia, quedando reducido el gran ejército a un montón de girones rotos al mando de señores tan cobardes como traidores.

Sabiéndose vencedores, los Rosencraft se dedicaron a saquear con paciencia todo poblado y ciudad que encontraban en su camino hacia Asarya, la capital del reino. Entre tanto, las mismas sabandijas que habían abandonado el cadáver de su padre a los cuervos, llegaron hasta Serina, quien se había quedado como regente provisional, con la oferta de paz que les había transmitido Herman Rosencraft. Las hostilidades cesarían únicamente si ella aceptaba tomar como esposo al mismo hombre que había segado la vida de su amado progenitor. Llena de tristeza por su pérdida, su primera reacción no fue otra que rechazarlo de pleno y hacer que encarcelaran a todos aquellos gusanos traidores. Se mostró muy enérgica, aunque lágrimas de ira, rabia y dolor manaban de sus ojos a la vez que daba la orden.

La reacción de sus enemigos no se hizo esperar. En lugar de avanzar hacia Asarya para aplastar la poca resistencia que quedaba allí, tal y como esperaba la princesa, se lanzaron a la desolación de todo el país. Cada día llegaban noticias de aldeas arrasadas, cientos de personas asesinadas, más aún que llegaban en busca de refugio a la capital… Por mucho rencor que tuviera hacia aquellos viles calidorenses, tuvo que tragarse el orgullo y la sed de venganza; tuvo que actuar con responsabilidad, como se esperaba de ella, y aceptar finalmente la oferta de paz de los Rosencraft.

Y allí estaba, al lado de un hombre al que no amaba ni amaría jamás, ocultando el odio que sentía hacia él y todos los suyos en lo más profundo de su corazón, entristecida por su destino. Muchas considerarían que el príncipe Evan era un hombre atractivo. Era alto y fuerte, de pelo moreno y barba cuidada, con ojos verdes como esmeraldas y una sonrisa deslumbrante. Sin embargo, lo único que podía sentir por él era repulsión, asco y ansias homicidas. No se consideraba en absoluto afortunada y hubiera preferido la muerte mil veces; pero lo hacía por su pueblo, lo hacía por los miles de asaritas que confiaban en ella para que aquel tormento cesara. A pesar de todo, era incapaz de fingir felicidad o normalidad. De todas formas, aquello era algo que no le importaba demasiado a su recién esposo. Lo único que le interesaba era el título de rey que venía adjunto a su mano, rey de Asar y, por tanto, cuando su padre falleciera, soberano de los dos reinos.

No había probado ni un bocado de la comida, ni había bebido un sorbo del vino que los Rosencraft habían traído para la ocasión, el mejor de Calidor. A Evan no parecía importarle en absoluto y se dedicaba a charlar fanfarronamente, como solía, con los invitados. Hasta los señores asaritas que habían acudido a la celebración estaban contentos y hacían chanzas. Malditos fueran todos ellos. Aquello era como una burla demasiado grande como para que Serina pudiera soportarla mucho tiempo más. Apenas había terminado el banquete, incluso antes de que trajeran el pastel de boda, la princesa se incorporó y miró a su marido con severidad.

—Me encuentro indispuesta. Si no os importa, me retiraré a mis aposentos a descansar, alteza —dijo, intentando ahogar en su garganta el dolor y la ira.

—Como os plazca —la despachó él sin mucho interés, agitando una mano. Ya se estaba girando para retirarse, cuando añadió—: Estad descansada cuando acuda a vuestro lado. Aunque estéis indispuesta, quiero consumar el matrimonio hoy mismo.

—Como su majestad ordene —replicó intentando atenuar la nota de desprecio que acompañaba su voz.

Abandonó el salón por una de las puertas laterales, acompañada de Claire, su doncella, y un murmullo que se propagó como la pólvora por los invitados. No le importaba; nada le importaba ya realmente. Su vida se había reducido al cometido de seguir adelante para proteger a su pueblo. Cualquier otra cosa ya carecía de sentido. Aquellos pensamientos la acompañaron hasta la puerta de su dormitorio, haciendo que el trayecto pareciera muy corto. Ya abría la puerta para entrar, cuando la muchacha que la acompañaba comentó:

—¿No es extraño? Siempre hay un guardia frente a vuestros aposentos desde que el rey Evan llegó. ¿Dónde se habrá metido?

—No tiene importancia. Seguro que se estará emborrachando en la fiesta, como los demás. Eso le costará más que una reprimenda de su señor, pero… mejor para mí —repuso con desgana.

—Sí, seguro que tenéis razón, alteza —convino ella también.

Traspusieron la puerta y entraron en los aposentos reales. Estaba a oscuras, por lo que Claire se apresuró a encender unas velas con la que ella traía en la mano alumbrando el camino. Pronto las sombras empezaron a danzar al son de su crepitar, como si ellas también festejaran aquella farsa de enlace. La luz iluminó la amplia cama cubierta por las cortinas de seda del dosel. Los pilares y travesaños de éste eran de oro macizo y estaban labrados con sumo cuidado, simulando formas florales. A un lado de la cama estaba la coqueta, sobre la que el espejo reflejaba sus dos figuras en penumbra. Al otro, un gran armario de roble cubría casi toda la pared, excepto el hueco en el que una puertecilla daba paso al cuarto de baño. El suelo estaba alfombrado, de modo que era suave y cálido al tacto. Avanzaron hasta quedar cerca del guardarropa y Claire comenzó a desvestirla mientras hablaba.

—Sé que no sois feliz, mi reina. Se os ve en la cara desde que vuestro padre falleció a manos de… de… —parecía dudar sobre qué título darle.

—Puedes llamarlo asesino si te place —dijo Serina, sin darle mayor importancia, aunque con anterioridad no había dudado en llamarle rey—. ¿Y cómo podría estar después de que me obliguen a casarme con el asesino de mi padre?

—No os culpo por ello, majestad. Pero tened en cuenta una cosa: esto no tiene por qué ser para siempre —replicó mientras desataba los lazos del vestido. La princesa, ya reina desde hacía unas horas, aunque no se hacía a la idea aún, se quedó mirándola inquisitiva—. Igual que él mató a vuestro padre, puede que alguien lo mate a él.

—¿Insinúas que debería matarlo? ¿Y qué sería mejor? ¿El veneno o una cuchilla en el cuello?

—¡No, mi prin… reina! —se corrigió a tiempo, soltando una carcajada melódica—. No digo que seáis vos. Pero a Evan le gusta guerrear y en las guerras muere gente…

—Sí, pero hasta entonces… —Se llevó una mano al pecho, que había quedado cubierto sólo por el sostén blanco de encaje después de que la doncella empezara a retirar el vestido—. Siento una fuerte opresión en el pecho, Claire; como si no soportara ni un segundo más esta situación.

—¡No desfallezcáis! ¡Los malvados nunca salen victoriosos al final!

—¿Eso lo has aprendido de los cuentos? Mi padre no era malvado y ahora está criando malvas quién sabe dónde. ¿De verdad piensas que no estoy condenada a una vida cautiva de ese malnacido? —se jactó ella de la ingenuidad de la otra. Claire no sabía que contestar a aquello—. No, Claire. Los malvados siempre ganan porque no les importa hacer cosas terribles para lograr sus fines.

—Me niego a creerlo —insistió la muchacha, tozuda—. Pero si ese es vuestro sino, yo estaré a vuestro lado para compartirlo y apoyaros, mi reina.

Serina apreció aquel gesto de amor y lealtad inquebrantables. Era algo que logró arrancarle una débil sonrisa de sus labios. Dándose por satisfecha con aquello, la doncella terminó de desvestirla. La mujer estaba cubierta sólo por su ropa interior blanca de encaje, confeccionada especialmente para la ocasión. Hacía un poco de frío, pero no demasiado. En cuanto se pusiera el camisón y se metiera bajo las cobijas, su cuerpo se templaría por fuera, aunque sabía que su interior seguiría temblando. Terminó de desvestirse y Claire extrajo la prenda del armario y le ayudó a ponérsela. Era una tela vaporosa, de un tono azulado, e insinuaba las curvas de la reina hasta la rodilla, donde su piel quedaba al descubierto. Ya lista para acostarse, Serina tomó el rostro de la joven por las mejillas y le plantó un beso en la frente.

—Gracias por todo, Claire.

—Estoy a vuestro servicio, majestad. Si necesitáis algo más… —replicó ella sonriente.

—Nada más. Puedes retirarte.

Mientras la muchacha se encaminaba a la puerta para marcharse a su cuarto, justo enfrente de aquel, ella retiró las mantas y sábanas para luego alojarse entre ellas. Se sentía cansada, cansada como nunca, como si reprimir todos aquellos sentimientos hubiera supuesto un esfuerzo inmenso. Casi se quedó dormida nada más tumbarse, quedando las velas encendidas.

No sabía cuánto tiempo llevaba durmiendo, pero un sonido repentino la despertó. Parecía el chirrido de una puerta al abrirse, pero al abrir los ojos, no vio ninguna luz procedente del exterior a través de las cortinas del dosel, aparte de la que proyectaban las velas. Eso quería decir que nadie acababa de entrar en el cuarto, portando su propio fuego. ¿Habría llegado ya su nuevo esposo mientras estaba inmersa en sus sueños y se habría estado acicalando en el baño? Era lo más probable. La idea tampoco es que fuera muy alentadora y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, empezando su corazón a latir con fuerza. Si ya le resultaba horrible aceptar el enlace, convivir con aquel asesino despiadado, mucho más lo era rendirle pleitesía en la cama. Nunca había estado con un hombre, a pesar de haber oído muchas habladurías sobre el tema, pero estaba segura de que con él no lo disfrutaría en absoluto.

Escuchó las pisadas sordas sobre la alfombra, cada vez más cerca, y alcanzó a discernir una figura en la penumbra, con la tenue luz de las velas bailando sobre su ropa. La silueta se perfilaba a través de las cortinas totalmente oscura, y su andar resultaba un tanto extraño para tratarse de Evan, aunque quién sabía los efectos que el alcohol podría haberle producido. Parecía caminar con sigilo, pero también era probable que se moviera con tanta lentitud a causa de la embriaguez. Vio cómo una mano se deslizaba entre las telas y apartaba la cortina con cuidado, muy cerca de ella. Sus ojos fueron directos a parar en los del rostro de aquel hombre y se percató de inmediato de que no se trataba de su marido. Vio la sorpresa al verla despierta reflejada en su semblante, escasamente iluminado, y como un acto reflejo se giró. De su garganta emergía un chillido agudo, con la intención de alertar a alguien, pero la mano del desconocido se posó sobre sus labios y le taponó con fuerza la boca. Notó que el otro brazo del tipo rodeaba su cuerpo por encima de las cobijas, impidiéndole alejarse. Sus gritos, insultos y amenazas quedaron ahogados en la palma áspera del asaltante nocturno, quien no cedió ni un milímetro.

—¡Shh! —siseó el hombre a escasa distancia de su oído. Aquello la desconcertó un poco, pero siguió revolviéndose, aunque con escaso resultado—. Sed una buena chica y calmaos, alteza. No os conviene resistiros —susurró con total tranquilidad, casi pareciendo amenazante. ¿Por qué actuaba así un asesino, un violador o lo que quiera que fuera? ¿Por qué no hacía lo que tuviera que hacer y ya está? El corazón le bombeaba desbocado, resonando como un tambor en sus oídos—. ¿Vais a ser una buena chica? Si prometéis no gritar y hablar en voz baja, retiraré la mano. Creedme, no intentéis engañarme o lo pagaréis…

¿Qué clase de trato era aquel? ¿A qué estaba jugando? ¿Pensaba que iba a ser una mujer sumisa mientras la violaba? No, no podía ser tan imbécil. Debí de tener otras intenciones. Podría haber aceptado y luego gritar hasta quedarse sin aire, hasta echar los pulmones por la boca, y obligarle a matarla. No le importaba morir; si lo hacía de aquella forma, nadie podría acusarla de haber roto el tratado de paz con los Rosencraft. Pero algo, tal vez la curiosidad, le hizo asentir y guardarse el alarido. El hombre apartó la mano como había prometido y acarició a la vez su cuello, haciendo que se estremeciera.

—Muy bien. Veo que sabéis lo que os conviene —susurró satisfecho.

—Decidme qué queréis ahora mismo. No creo que sea matarme o ya lo habríais hecho —exigió ella en el mismo tono bajo.

—Tenéis mucha curiosidad y perspicacia, majestad… —No parecía que fuera a complacerla y, aún de espaldas a él, no lograba verle el rostro de reojo.

—¿Quién sois? ¿Uno de los esbirros de los Rosencraft? ¿Un mercenario? ¿Uno de los traidores que abandonó a la muerte a mi padre?

—Nada de eso. Sólo un fantasma, alguien que no fue invitado a la boda —replicó él pausadamente, recalcando la palabra “fantasma” con un siseo inquietante.

—No me dan miedo los fantasmas —aseveró Serina con firmeza.

—Aparte de perspicaz sois valiente… Buenas cualidades para una reina —repuso él con toda confianza. Hizo una pausa y añadió—: Decidme, ¿cómo ha sido la experiencia de arrodillaros frente al altar al lado del asesino de vuestro padre, de compartir la comida y el vino con él?

La reina se giró bruscamente y sus uñas rasgaron el rostro de aquel insolente burlón. Notó rastros de una barba corta bajo sus dedos, pero no llegó a distinguirlo. Volvió a ponerla como estaba y sólo soltó una maldición en tono quedo, seguida de un siseo producido por el escozor de las marcas que le habría dejado. Puede que la tuviera en sus manos, pero no iba a dejar que la humillara de aquella forma.

—Así de doloroso, ¿eh? Me lo imaginaba… —dijo al final, como si le hubiera hecho gracia aquello.

—Sois un hombre con una lengua demasiado larga —espetó quedamente, casi mordiéndose el labio de rabia.

—Tenía entendido que ese era un rasgo muy apreciado entre las mujeres… Supongo que las reinas tienen un gusto algo… peculiar —bromeó, soltando una carcajada ahogada. ¿En qué demonios pensaba aquel individuo?—. Decidme, ¿cuándo queréis que muera ese bastardo de Rosencraft?

La pregunta le cogió totalmente desprevenida, de modo que los ojos se le abrieron como platos. ¿Un hombre misterioso se había colado por la noche en sus aposentos, la había intimidado de aquella manera, sólo para preguntarle cuándo quería que su nuevo marido muriera? Desde luego, como chanza no tenía precio, pero en aquel instante no le hizo ni la más mínima gracia.

—Si por mí fuera, ahora mismo —contestó secamente, destilando odio en cada una de sus palabras.

—Pero ahora mismo estoy con vos, alteza. ¿No podéis darme un poco más de tiempo? —repuso con una nota de humor, lo que acabó de colmar la paciencia de Serina.

—¡Ya basta! ¿Quién sois? ¿A qué demonios creéis que estáis jugando? —exclamó en voz baja.

—Sólo juego al malvado caballero que secuestra a la dulce princesa. Eso os gustaba de pequeña —respondió afable el otro, un poco más alto, lo justo para que su voz resultara reconocible.

No se lo podía creer. El corazón le dio un gran vuelco. Esa voz… Serina se dio la vuelta de inmediato, liberada por completo de la sujeción de su captor y se retiró para verle la cara en la penumbra. A la tenue luz de las velas, pudo distinguir los rasgos de Harlin Sowl, el escudero de su padre y un gran amigo de la infancia. Su pelo moreno, corto y rizado parecía haber sido descuidado en los últimos tiempos. Tenía una cicatriz en la frente que le subía hacia arriba, hundiéndose en el cabello, de modo que le clareaba una estrecha franja. Podía ver las marcas que sus uñas habían dejado debajo de su ojo derecho, entremezclándose luego con su barba descuidada de varios días sin afeitar. Seguía siendo alto y fuerte, aunque no era de los más corpulentos soldados que había visto. Vestía con una capa negra y ropas comunes, pudiendo haber pasado desapercibido como un plebeyo cualquiera, cuando en realidad era hijo de un pequeño señor cuyo castillo no quedaba lejos de Asarya. El hombre dibujó una sonrisa y ella no pudo evitar derramar algunas lágrimas, aunque procurando no hacer demasiado ruido con los sollozos.

—¿E-eres tú realmente, Harlin? ¡D-dijeron que habías m-muerto en la batalla, junto a mi padre! —exclamó incrédula.

—Luché junto al rey mientras tuve fuerzas, mi princesa. Lamentablemente un mal golpe de espada me impactó en la cabeza y desmonté, cayendo inconsciente en medio de todo aquel caos. Ya podéis ver que, de no ser por el yelmo, me habría quedado más que una cicatriz. —Se señaló la frente—. Lamento no haber podido auxiliar a vuestro padre, pero cuando desperté, todo había pasado y sólo los cuervos degustaban ya los despojos de nuestra derrota —explicó resumidamente.

—Oh, ¡dioses! ¡Gracias al cielo que estáis vivo! —Serina lo estrechó entre sus brazos sin poder contener la emoción ni un segundo más. Era increíble que durante el peor día de su vida, pudiera recibir una noticia tan grata—. Decidme, ¿cómo habéis podido llegar hasta aquí?

—Bueno, ya veis que me hice pasar por plebeyo. Colarme en palacio fue fácil conociendo los pasadizos secretos que vos y yo descubrimos durante nuestras correrías de chiquillos. Sólo tuve que ocuparme del guardia que custodiaba vuestros aposentos y esconderme en el baño hasta que llegarais.

—El guardia… ¿qué hicisteis con él? —inquirió intrigada.

—Reposa plácidamente en vuestra bañera de bronce, mi princesa. Descuidad, que no hay quien salga del sueño que tiene él.

—¿Lo habéis matado? —se sorprendió, sintiendo un escalofrío.

—Sí, mi princesa. ¿Os desagrada? —preguntó.

—No es eso. No soy vuestra princesa ya; ahora soy reina —recordó ella, dejando de pensar en el centinela fallecido.

—¿Reina de un rey al que no amáis y con el que os obligaron a casaros? Para mí seguís siendo la dulce princesa Serina, si os place; y si no, también —replicó con su típico genio.

—¡Sois un completo idiota! —Una risa se escapó de entre sus labios.

—Siempre me lo decís, pero este idiota sigue vivo —replicó él.

—¿Habéis venido sólo para verme?

—No, ya os lo dije: ¿cuándo queréis que muera? —reiteró.

—Lo decíais en serio. —Meditó durante unos segundos. Odiaba a Evan con todas sus fuerzas, pero de poco serviría matarlo. Si lo hacían, luego los ajusticiarían y después iría su pueblo, el resto de asaritas—. Es una completa locura. Acabaremos muertos y todo Asar será devastado.

—Confiáis muy poco en mí, mi princesa —dijo él fingiéndose ofendido. Por supuesto que sabía que Harlin no era un imbécil, pero, ¿hasta qué punto?

—¿Tenéis algún plan? —quiso saber.

—Puede que sí… ¿qué os parece si os lo cuento un poco más cómodo?

El escudero se desabrochó la capa y la dejó caer junto al armario con un suave susurro al rozar su cuerpo. Mientras tanto, Serina se incorporó, quedando apoyada sobre su codo, observando lo que el otro hacía con una ceja arqueada, con algo de desconcierto. Harlin siguió a lo suyo y lo siguiente de lo que se despojó fue del jubón sucio y desgastado que llevaba. Lo dejó caer también, quedando su torso desnudo ante la mirada incrédula de la reina.

—¿Se puede saber qué hacéis?

—No quiero ensuciar esas lujosas sábanas de satén con estos sucios harapos —contestó mientras se descalzaba las botas. Por último, se deshizo del cinto, del que sólo recuperó el puñal que pendía en su vaina, y dejó deslizarse hasta el suelo los calzones, quedando en ropa interior—. Esto me hará falta para el plan —comentó, pasando el arma de una mano a otra.

—No creo que esto sea adecuado —objetó Serina, aunque reconocía que el chico resultaba bastante atractivo.

—¡Vamos, princesa! ¡Nos bañábamos juntos de niños! ¿Qué diferencia hay? —repuso él, acercándose a la cama y atravesando las cortinas del dosel por completo.

—Ya no somos niños —apuntó ella cuando el otro apoyó las manos sobre el colchón, inclinado, con su rostro cerca del suyo.

—No… ¿eso os asusta?

—No me… ¡eh! —exclamó en voz baja cuando Harlin se introdujo entre las cobijas con agilidad.

—Si os preocupa la daga, puedo dejarla debajo de la almohada —dijo, haciendo justo aquello.

—¡No es la daga! No deberíamos yacer desnudos en la misma cama, ¡no somos esposos!

—vos no estáis desnuda, mi princesa —observó él, acariciando uno de sus muslos por encima del camisón. Aquel simple gesto hizo que se estremeciera—. Sólo quiero explicaros el plan…

—¿Sólo el plan…? —vaciló—. Está bien, adelante. Pero nada más, ¿de acuerdo? —consintió.

—Como deseéis, mi princesa —aceptó él—. He infiltrado a las fuerzas de mi casa en la ciudad y en el palacio. Me ha costado bastante, pero nadie tiene ni la más remota sospecha.

—No serán más de quinientos hombres. ¿Cómo esperáis vencer a un ejército de miles? —inquirió ella.

—Miles de enemigos borrachos y dormidos no son un gran problema, si me lo permitís. Cuando el banquete nupcial haya acabado, mis hombres atacarán. Se cernirán sobre los esbirros de Rosencraft como leones hambrientos. —Enfatizó la frase agarrando con fuerza el muslo de Serina, que soltó un leve quejido.

—Aún así son muchos miles borrachos. No conseguiréis vencerlos —insistió.

—Nosotros solos no, pero más les vale a esos cobardes que abandonaron a vuestro padre tomar partido por vuestra causa cuando vean lo que ocurre. De lo contrario, sabremos a quién debemos acariciar el gaznate con una buena hacha afilada.

Al decir esto, subió la mano desde la pierna de la joven reina, deslizándola a lo largo de su cuerpo por encima de la seda, para acabar pasando la yema de sus dedos por su cuello. Serina se estremeció de pies a cabeza al sentir el tacto suave y tierno del escudero, y sintió cómo un calor extraño nacía en ella, cerca de su vientre. Nunca se había sentido así y quería que Harlin dejara de jugar con ella. Pero por otro lado, no podía resistirse a la tentación de continuar con aquello para ver donde acababa.

—Sí, más les vale —coincidió, clavando sus ojos en los del otro—. ¿Y Evan? ¿Y los Rosencraft?

—Cuando concluya la fiesta, ese malnacido vendrá hasta vos para desfloraros, ¿me equivoco? —Esta vez bajó la mano hasta su cintura, pero no debió atreverse a seguir—. En cuanto asome la cabeza, confiado de encontraros a solas y dispuesta para la consumación, le rajaré la garganta con el puñal de oreja a oreja. —La caricia que le proporcionó en el lóbulo de la suya no hizo más que estimular aquella sensación.

—Cuando acabe la fiesta… ¿cuánto tiempo he dormido? —se interesó.

—Apenas pasó un minuto entre que Claire salió y yo vine hasta la cama —informó él.

—Entonces aún queda bastante para que termine… ¿Y estáis dispuesto a manchar mis sábanas de sangre de esa manera?

—De ésa y de otras, si os place, mi princesa… —Esta vez su dedo fue a parar a los labios de Serina, quien le plantó un beso en la yema.

—Me place —susurró.

Ninguno de los dos pudo aguantarlo más y ambos se fundieron en un tierno y apasionado beso. Era cierto que durante años habían sido amigos y compañeros de juegos, pero también había nacido en ella un afecto por el escudero que iba más allá de la simple amistad. Aún así, a pesar de ser un chico de noble cuna, su casa no tenía la importancia suficiente como para considerarse digno de desposar a una princesa, heredera de todo el reino de Asar. Así pues, había guardado su anhelo en secreto. Pero ya no importaba; ya nada importaba. Si el plan de Harlin salía bien, todos lo considerarían un héroe y nadie cuestionaría el enlace; si salía mal, ambos acabarían muertos y descansarían en paz. No tenían nada que perder.

Se estrecharon el uno contra el otro, sus manos deslizándose de arriba abajo por sus espaldas, mientras sus lenguas bailaban la danza del amor y la lujuria en el interior de sus bocas. Leves gemidos eran proferidos por uno y otro, ahogados en el interior de su pareja, mientras la princesa sentía la dureza creciente en el pubis del escudero. El hecho de pensar en la pérdida de su virginidad hizo que se excitara aún más, atrayéndolo contra sí con fuerza, apretando sus nalgas con las manos para notarlo con nitidez. Sus labios se separaron y ambos jadearon, presos de la pasión. Serina había escuchado muchas cosas sobre el sexo, pero hasta entonces no había tenido oportunidad de practicarlo más que en solitario. Pensó en alguna de aquellas cosas y un deseo ardoroso le vino a la mente.

—Complace a tu princesa —le susurró al oído, a la vez que posaba las manos en sus hombros y lo empujaba hacia abajo.

Harlin no opuso mucha resistencia y enseguida desapareció debajo de las mantas. Ella se puso bocarriba y abrió sus piernas para acoger al valeroso escudero que había urdido tan osado plan para salvarla, demostrando con ello el amor que le profesaba. Notó el tacto de sus manos acariciándole las piernas, empezando cerca de los tobillos y subiendo lentamente. A la par iba besando su tersa piel, sintiendo ella cómo la barba corta le rascaba, aunque más que una molestia, parecía una delicia. Pronto el chico estuvo metido debajo del camisón de seda, lamiendo y mordisqueando sus muslos, haciéndola estremecerse y soltar algunos gemidos de gusto. Por fin alcanzó el pubis y le pasó la yema de los dedos lentamente a lo largo de las ingles. Serina se sentía tremendamente acalorada. Había empezado a sudar y sus mejillas estaban enrojecidas. Sin previo aviso, se despojó del camisón, dejándolo tendido a un lado. Retiró también las cobijas para poder ver con deleite cómo su apasionado rescatador besaba el lugar donde se ocultaba su tesoro. Harlin levantó entonces la mirada y le dedicó una sonrisa.

—¿Sabéis de qué me he dado cuenta? La expresión “a vuestros pies” debería ser “a vuestro coño” —comentó, haciéndola reír.

—Servid bien al coño de vuestra princesa, pues. ¡Es una orden! —bromeó ella.

No hizo falta repetirlo para que obedeciera. Su lengua empezó a deslizarse a lo largo de los hinchados labios de su vagina. Aquella sensación hizo que soltara un gemido de placer que intentó ahogar para no ser oída. Sus manos descendieron hasta la cabeza del chico y acariciaron su cabello negro, deteniéndose en aquella cicatriz.

—Mi pobre escudero, ¡cuánto has debido de padecer! Reposa ahora entre las piernas de tu dulce y amada princesa…

No respondió nada, pero su lengua pasó entonces a ocuparse de su botoncito, cosa que le produjo aún más placer. Se le escapó un gemido algo más alto de lo debido y enseguida escuchó el siseo del otro, advirtiéndole de que no levantara la voz. No era su intención, pero no podía evitarlo. Reprimió la liberación de aquel tremendo gusto y se limitó a jadear quedamente. Sus dientes también empezaron a juguetear pronto con aquel monte de Venus y sus dedos comenzaron a hurgar en su interior. Se deslizaron sin ningún problema, pues sus flujos habían lubricado ya sobradamente la zona hacía rato. Entraban y salían, primero lentamente, luego más rápido; primero uno, después dos y hasta tres. Se movían en círculos en su interior, haciéndole sentir el cielo allí abajo, mientras su boca no dejaba de proporcionar cariño a su botoncito.

—Oh, ¡sí! ¡Dioses! ¡Harlin, sí! —gemía ella extasiada, moviendo la cadera al ritmo que marcaba su amante.

—Mi princesa… —murmuraba él, con la voz ahogada entre sus labios mayores.

En aquel momento la puerta se abrió. Ambos se sobresaltaron y pararon durante un instante. Parecía que Evan había abandonado el banquete y el baile mucho antes de lo previsto. Escucharon su caminar pausado y pesado; seguramente había bebido más de la cuenta. Aquello era un golpe de suerte; de lo contrario, hubiera visto las ropas del escudero tiradas junto a la cama y todo hubiera salido mal. Harlin se dispuso a abandonar sus ocupaciones para tomar el arma y prepararse para cumplir su promesa. Sin embargo ella no le dejó hacerlo. Lo retuvo con una mano, apretándolo contra su sexo, y luego rodeó su cabeza con las piernas, cruzándolas por encima. El chico captó el mensaje al instante y, no sin titubear, continuó proporcionando placer a su princesa, quien no se privó de jadear y gemir débilmente.

—¿Serina? ¿Qué haces? —inquirió Evan con la lengua pesada, a quien las cortinas del dosel le impedían ver lo que ocurría.

—N-nada, majestad. S-sólo me estaba preparando p-para vos… ¡ah! —contestó ella, sacando la daga de debajo de la almohada y desenvainándola todo lo silenciosamente que le fue posible.

—Ah, ¿sí? Mucha cara de frígida durante el banquete, pero consumar el matrimonio te excita, ¿eh? —se jactó.

—Vamos, mi rey. Venid a la cama. Os espero ansiosa… ¡oh! —lo incitó con una voz sensual.

Evan no dudó en hacerlo, excitado por aquella nueva faceta que había descubierto de su reina. Se acercó con pasos torpes hasta situarse al lado de la cama, cerca de la coqueta. A la luz de las velas, Serina podía ver su silueta oscura acercándose, cada vez más cerca, mientras Harlin hacía las delicias de su vagina. El corazón parecía a punto de estallarle, pero se dijo que tenía que hacerlo. Por fin corrió las cortinas y asomó la cabeza, dejándole la escena que vio totalmente de piedra. Encontrarse a un desconocido entre las piernas de su esposa y a ésta gozando como nunca en su propia noche nupcial debía de ser bastante chocante.

—¿Q-qué… es esto? —consiguió articular por fin entre furioso y sorprendido.

—Esto… ¡oh! Es mi regalo de boda para vos…

Sin más dilación, el puñal voló hacia la garganta de Rosencraft y se hundió en la carne con un chapoteo sangriento. El grito que profirió fue ahogado por el propio líquido escarlata, convirtiéndose en un gorgoteo largo y agonizante, antes de caer redondo hacia atrás, con las manos aún tanteándose la profunda herida. Lo había hecho; había matado a su despreciable marido, vengando así la muerte de su padre; y no lo había hecho de cualquier forma. Era como quitarse un enorme peso de encima, toda una tonelada. Dejó caer el arma fuera de la cama y se relamió los dedos manchados de sangre, descubriendo su exquisito sabor metálico. Sintió cómo las emociones la desbordaban y su cuerpo se estremecía con fuerza, transmitiéndole un sinfín de placenteras sensaciones. Apretó con fuerza la cabeza de su amante contra su pubis y una riada de calor la invadió por dentro, mientras él seguía complaciéndola. Pronto la boca y los dedos de Harlin se vieron empapados de su corrida, después de un intenso orgasmo que la hizo perder toda precaución y gritar de placer.

—Oh, ¡sí, dioses! ¡Qué delicia!

Había estirado las piernas después de que el éxtasis fuera perdiendo intensidad, liberando así al cautivo que retenía entre sus muslos. Harlin relamió y degustó el dulce néctar de su princesa, y luego fue ascendiendo a la vez que besaba su piel suave y morena. Se entretuvo un poco alrededor del ombligo, haciéndole cosquillas a la joven, y luego continuó, pasando de largo de su busto por el canalillo, lamiéndolo hasta llegar al cuello. Finalmente llegó hasta los labios de Serina y ella, aún con el cuerpo como si acabara de correr una maratón, lo besó con lujuria y pasión. Notaba el sabor de su propio líquido celestial mientras su lengua danzaba en torno a la del escudero, quien la abrazaba con fuerza. Tras varios minutos así, al fin se separaron jadeando.

—No era necesario, mi princesa. Yo iba a matarlo por vos —dijo él, mirando el cadáver que yacía en medio de un enorme charco de sangre.

—Lo odiaba demasiado como para dejárselo a otro —replicó ella, acariciando la mejilla rasposa de su amante.

—No sabía que una princesa podía llegar a ser tan dura —admitió él, clavando la mirada en sus ojos con intensidad.

—Os sorprendería de lo que es capaz una princesa… —ronroneó en voz baja, hincando un poco las uñas en su piel.

Se quedaron así durante unos instantes, hasta que empezaron a escuchar el ruido de la refriega. Los hombres de Harlin debían de haber comenzado el plan. Se podía oír la lejana canción del acero y los gritos de los que iban sucumbiendo. Un resplandor tenue y rojizo iluminó levemente la estancia, procedente del exterior. Debían de haberse provocado incendios, quizás sobre las lonas de los pabellones que servían como refugio a los miles de soldados de los Rosencraft. Serina pensó que debía acudir al lado de los que combatían por ella, que vieran que no estaba ociosa mientras ellos se jugaban la vida. El escudero pareció adivinar sus pensamientos al instante. Bajó la cabeza y empezó a besar, lamer y mordisquear su cuello, haciendo que el calor que la había abandonado después del orgasmo volviera a llenarla.

—¡Harlin…! ¡No deberíamos…! ¡Debemos ir con vuestras tro…! ¡Ahs! —gimió al final, cada vez más excitada a pesar de los intentos por apartar al otro de encima.

—Tranquilizaos, mi princesa. Saben perfectamente lo que deben hacer. Será mejor que aprovechemos el tiempo, por si fracasan… Podría ser la última oportunidad que tengáis… —repuso.

—Pero… —Soltó un quejido al sentir los dientes del hombre clavarse sobre su seno izquierdo. La mente se le nublaba y los sentidos se le embotaban de placer—. ¡Sí, mi valiente escudero! ¡Venid a mi seno!

Abrazó la cabeza del chico contra sus pechos con actitud casi maternal, si no fuera por las intenciones lascivas que ocultaba detrás. Éste los lamía en círculos, de arriba abajo, de izquierda a derecha, amasándolos con las manos y apretándolos con los dedos. No era una sensación tan intensa como la que había vivido previamente, pero era igualmente gratificante. Aquello pareció cambiar de repente cuando su amante se centró en los rosados pezones que coronaban la cima de aquellos montes. Se estremeció de pies a cabeza, sintiendo de nuevo el ardor consumirla por dentro. Volvió a empezar a gemir, primero quedamente, luego más alto, sin reprimirse en absoluto. Harlin los chupaba, los lamía y los succionaba, todo a la vez. A veces tiraba de ellos como si quisiera arrancarlos y otras los engullía abriendo la boca todo lo que podía. Revolvió su pelo negro con dulzura y pasión, aprisionándolo como si no fuera a soltarlo nunca.

—Habéis crecido mucho, pero seguís siendo un bebé de teta —dijo entre jadeos, riendo después.

—Entonces debo de acabar de encontrar a mi madre —replicó él soltando un poco su presa, para luego volver con más fuerza.

A la vez que devoraba sus senos, el chico se movía cadenciosamente arriba y abajo, frotando la enorme dureza de su entrepierna contra la de Serina. Ésta, sin poder soportarlo ya más, deslizó una mano por la espalda del otro con suavidad hasta llegar a su trasero. Lo apretó brevemente fuerte contra ella, para luego seguir su camino y rodear sus caderas, cerrándose sus dedos en torno al miembro erecto que albergaba la ropa interior. Lo acarició con delicadeza, pasando luego a frotarlo con más fuerza. Aquello debió excitar al hombre, porque sus succiones y mordiscos se hicieron más frecuentes. Desató entonces los cordones que lo aferraban a su cintura y retiró luego la tela, liberando aquella enorme gloria viril.

—Ya veo que teníais otra arma además del puñal… —susurró ella entre gemidos.

La rodeó con los dedos y la acarició con ternura, notando cómo él se estremecía con su solo contacto. Pronto empezó a subir y bajar la piel, dejando al descubierto aquel capullo grande y rosado. Su reacción fue abrazarla con fuerza con ambos brazos, comiendo de sus pechos como si fuera lo último que hiciera. Ella aceleró el ritmo y sus gemidos y jadeos no tardaron en entremezclarse y apagar todos aquellos sonidos de combate que procedían del exterior.

—¡Mi princesa…! Oh, ¡qué sublime! —musitó él ahogado entre sus tetas.

—Sí, ¡mi fiel corcel…! —suspiró ella.

—¿Vuestro corcel…?

No le dio tiempo a procesar la frase. De un empujón se lo quitó de encima, echándolo a un lado, y luego se colocó a horcajadas sobre su cintura. Los senos le colgaban frente al rostro de Harlin, relucientes a la luz de las velas por la saliva acumulada. Él la contemplaba totalmente fascinado, mientras sus glúteos ejercían fricción sobre su polla, moviéndose muy lentamente.

—Mi cor-cel —silabeó, dejando clara la idea.

Elevó un poco sus caderas y se dispuso para la penetración. Cuando notó el glande justo en la entrada de su vagina, miró con lascivia a su amante, acariciándole el pecho, lleno de pelo rizado y suave. Entonces fue descendiendo muy poco a poco, recreándose en aquella deliciosa sensación. El coño de la joven fue engullendo aquel duro falo sin problemas, abundantemente lubricada como estaba. Sólo se detuvo cuando su virginidad le fue despojada, soltando un quejido amargo, aunque pronto el placer volvió a neutralizarlo. Finalmente sus labios vaginales contactaron con la base del pene, haciéndola soltar un gran y sonoro suspiro.

—Oh, ¡dioses! Me siento… ¡¡me siento totalmente llena! —exclamó.

—Sabéis montar, sí… pero, ¿sabéis galopar? —replicó él con una sonrisa llena de burla y lujuria.

—Ahora lo veréis. —Empezó a moverse de adelante a atrás, sintiendo cómo aquel miembro presionaba cada una de sus paredes internas—. Antes de ir al galope, hay que ir al trote. Si no, el caballo puede extenuarse demasiado pronto…

Diciendo aquello se inclinó sobre él y lo besó lentamente, mordiendo sus labios levemente, con lascivia, provocándolo. Harlin la rodeó con los brazos y deslizó las manos a lo largo y ancho de su espalda, llegando hasta el culo y el cuello. También se meció al ritmo que marcaba Serina, procurando no hacerla “desmontar”. Tras un rato, la princesa separó sus labios y se retiró un poco, acariciando el cuello del chico de forma que lo excitó aún más.

—¿Está preparado mi corcel para la carrera? —ronroneó.

—Vuestro caballo salvaje siempre está listo, mi princesa —replicó él, jadeando de gusto.

Serina empezó a levantar y bajar las caderas cada vez con más velocidad e ímpetu, apoyando las manos a los lados del chico. Los gemidos de placer de uno y otro empezaron a inundar la sala, hasta que fueron conscientes de que debían de escucharse en toda el ala del palacio. Aquella polla entrando y saliendo de ella, una y otra vez, era lo mejor que había sentido en toda su vida. La quería más y más fuerte, más y más adentro, cosa a la que ayudaba su amante con movimientos acompasados de cadera. Él se retorcía de gusto a su vez, con las manos recorriendo lujuriosas sus muslos y nalgas.

—Ah, ¡sí! ¡Ojalá cabalgar fuera tan placentero! —exclamó ella, mirando al techo.

—Ah, ¡montáis muy bien, mi princesa! ¡Oh!

Los gritos y gemidos parecieron ser lo único que había en el mundo, aparte de sus cuerpos calientes y sudorosos. Serina bajó la mirada, clavándola en los ojos de Harlin, y apoyó las manos sobre su pecho. Se movió entonces todo lo rápido que fue posible, sintiendo cómo cada vez el estallido estaba más cercano. Por la cara del chico y las palpitaciones de su pene, su culmen también estaba próximo. Gritó cuando sintió una descarga inmensa de placer recorrerle todo el cuerpo, naciendo de su pubis, a la vez que la caliente semilla del escudero se derramaba en su interior a ráfagas. Se la dejó hundida entera en ella, disfrutando con cada espasmo del miembro en clímax. Sus propios fluidos no tardaron en cubrirla entera, cayendo sobre la cintura de su amante y a lo largo de sus muslos, entremezclados con la leche de la vida.

—¡Ha sido estupendo! —suspiró, jadeando.

—Espero haberos complacido, mi princesa —replicó él, también exhausto, antes de que la joven se dejara caer sobre su torso, con la polla aún alojada en su vagina.

—Claro que habéis complacido a vuestra reina, mi rey… —susurró ella al oído, plantándole luego un beso en los labios, esta vez tierno y pausado, cargado de amor.

Los brazos del hombre la rodearon y la hicieron sentir reconfortada. Era cálido y agradable estar allí junto a su amado Harlin, querido desde la infancia. Serina hizo lo propio y cerró los ojos, descansando sobre el cuerpo del otro. Toda preocupación parecía lejana y nimia, pero poco a poco la nube del éxtasis fue dejando paso a la sombra de la realidad. Miró de cerca a su acompañante y preguntó:

—¿Qué habrá pasado? Sigo escuchando tumulto, pero, ¿cómo marcharán las cosas?

—Si fuesen mal para nosotros ya nos habríamos enterado. Algún oficial medio ebrio habría acudido a alertar a Evan de lo que sucedía. Tranquilizaos, todo irá bien… —dijo, acariciando sus largos cabellos castaños con dulzura.

En ese momento la puerta se abrió. El corazón les dio un vuelco a ambos, casi como se parara al instante. Harlin había sido demasiado optimista, demasiado soñador. Ella lo sabía, se lo había dicho a Claire antes de que todo aquello ocurriera. “Los malvados siempre ganan porque están dispuestos a hacer cosas horribles”. ¿Cómo había podido olvidarlo? Era inútil luchar, absolutamente en vano. Escucharon entonces un grito agudo y ahogado, síntoma de que quien fuera que fuese acababa de ver el cadáver de Rosencraft en el suelo.

—¡Mi reina! ¡Mi reina! ¿Estáis bien? —escucharon llamar a Serina.

—¿Claire? —se sorprendió ella, sintiendo que el corazón le volvía a latir—. Sí, estoy bien, tranquila.

—¡Gracias a los dioses! ¡Todo el palacio está en ebullición! No me atrevía a salir de mi cuarto, pero creí escucharos gritar y vine a comprobar que estabais bien. —Aquel gesto conmovió a la princesa; era una sirvienta leal, sin duda. Vio cómo se acercaba a la cama por el lado contrario al del cuerpo ensangrentado—. El asesino, Evan… ¿Qué ha ocurrido? —inquirió, justo antes de correr la cortina y encontrarse con los dos amantes desnudos y aún profundamente unidos. Se ruborizó al instante, desviando la mirada casi como acto reflejo—. ¿M-mi señora…?

—Seguí tu consejo; lo maté. Tenías razón, todos los hombres mueren tarde o temprano… y no siempre ganan los malvados… —replicó, antes de besar intensamente a Harlin.


Me convertí en prostituta vip por un día

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Hoy les voy a contar otra de mis locuras.

Una vez buscando relatos eroticos, leí uno de una mina que fantaseaba con convertirse en prostituta por solo una noche. La verdad que en la búsqueda de cosas nuevas y poco convencionales para hacer, me provocaba mucho morbo y después de pensarlo mucho, bueno un par de días, no mas. Me puse en campaña para concretar mi última fantasía.

Comencé buscando en internet páginas en las que las mujeres se ofrecían, subían fotos y demás. Pero en realidad buscaba otra cosa.

Buscando en los clasificados del diario, vi que se buscaban señoritas para compañía. Fuí a unos cuantos avisos, tuve entrevistas, en todos me aceptaron, pero no me terminaba de convencer ninguno. En una de las entrevistas, conocí a una chica brasilera, que buscaba trabajo. Nos pusimos a hablar mientras esperabamos que nos llamen, y le dije que no convencía ninguno de los lugares que estuve. Ella me comentó, que fue a una entrevista a un lugar de muy alto nivel, que trabajaban con empresarios extranjeros en su mayoría y me dijo ciertos políticos, no se si era verdad. Me comentó que vaya que tenía muchas posibilidades, porque sus búsquedas se orientan a mujeres hermosas, pero que no parezcan prostitutas, sino que sean refinadas. La paga era excelente, en dolares, pero era muy complicado entrar. Me dijo donde se encontraba las oficinas de esta agencia. Ese mismo día me acerqué al lugar. Estaba ubicado en Puerto Madero, el edificio un lujo total. Me acerqué a la portería, y le comente al encargado, que venía a una entrevista al 15º piso. Este se comunicó, por el portero, y la persona que atendió del otro lado le dijo por mi, que me acerque a la camara de seguridad, se ve que este era el primer filtro, para ver si tenía posibilidades. Se escuchó la voz, que suba.

Estaba subiendo por el ascensor, bastante nerviosa. Lo que mas me preocupaba era que me rechacen, soy muy orgullosa y me hubiese caído muy mal.

Toco el timbre del departamento y sale una chica muy linda de unos 25 a 28 años. Me da unas cuantas planillas para que vaya llenando, para que luego me entrevisten. Estuve mas de media hora completando datos. Habían preguntas personales, sobre mis características físicas, si tenía enfermedades y lo mas interesante una hoja, en la que tenía que tildar que cosas estaba dispuesta a hacer. Lo que se pueda ocurrir estaba, por su puesto sexo anal, oral, sadomasoquismo, cumplir cualquier fantasía de los clientes, tener relaciones lésbicas, participar de orgías, fistings, lluvia dorada, beso negro y decenas de items mas. Ya que estaba ahí, no me iba a hacer la histérica y completé todo que sí.

Cuando terminé le acerqué a la recepcionista los formularios, y me pidió que tome asiento que ya me iban a entrevistar.

Pasaron como 45 minutos hasta que me llamaron. Pasé a una oficina, muy amplia, parecía todo muy profesional. Habían cámaras de fotos, filmadoras, tripodes y demas accesorios de fotografía e iluminación.

Al principio solo me hizo preguntas sobre los formularios que llené, mas que nada para ampliar las respuestas que dí.

Me contó acerca del trabajo. Que solo trabajan con personas VIP, que una tiene que estar dispuesta si acepta el trabajo a hacer lo que pidan sea lo que sea, hasta lo mas perverso o solo hacerles compañía, lo que sea, me recalcó varias veces. Me dijo sobre la paga, era excesivo lo que pagaban, aunque no lo hice por dinero, debo decir que eran números muy interesantes.

Si estas deacuerdo con todo, hacemos ahora el casting y ya quedas en nuestra base de datos.

No lo pensé mucho, acepté de una. Me pidió que haga varios cambios de vestuarios, para que me fotografíen y así hacer el book personal donde los clientes podrían elegirme. En total fueron 5 cambios. Me vestí de oficinista, con biquini, colegiala, todo en cuero, al estilo sadomasoquista y al estilo Marilyn Monroe, con peluca y todo.

Luego, me pidió que me quede completamente desnuda. Me sacó varias fotos en distintas posiciones, me hacía primeros planos de mi culo, mi concha, tetas, labios, piernas y espalda.

Finalmente me hizo grabar un video, desnuda, contando acerca de mí, aunque me dijeron que decir, como hablarle a la cámara y demás. Realmente parecía todo muy profesional. Me pidió que me vista y me hizo sentar. Me dijo que estaba muy conforme conmigo, que es exactamente lo que buscan, una mujer bella, con clase, que no parezca desesperada, que solo lo hacía por plata. Me recalcó que debía mantenerme tal cual tuve la entrevista, o sea que no podía teñirme el cabello, dejarme crecer el bello púbico, no hacerme mas tatuajes, no podía modificar nada de mí, ya que los clientes compran por adelantado y quieren lo que pidieron, ni mas ni menos.

Me brindaron un celular de ellos, en el cual se iban a contactar conmigo, si alguien me elegía.

Volví a mi vida de siempre, trabajando en lo mío. Hasta que a la tercer semana que tuve la entrevista me llamaron. Me pidieron que me acerque a firmar el contrato. Era un contrato extenso, con clausulas de confidencialidad, requisitos que tenía que cumplir, horarios, la plata que cobraría y muchas otras cosas mas, que ya ni me acuerdo.

Llegó el día. Un remis pasó por mi casa a buscarme y me llevó a un hotel 5 estrellas en el barrio de Retiro. Me anuncié, me acompañaron a una habitación, donde había dos mujeres de la agencia, que me iban a preparar para el cliente, me peinaron, me dieron la ropa que tenía que usar, me perfumaron, preguntaron si me había higienizado mi ano, ya que el cliente solicitó sexo anal.

Estuve unas dos horas, hasta que me dijeron que me esperaban, me dijeron el número de habitación, era tres pisos mas arriba.

Una vez en el ascensor me vi de arriba a abajo, no quiero sonar agrandada, pero me hicieron un gran trabajo. Estaba vestida toda de negro, con una minifalda que apenas cubría mis culo, medias negras hasta donde terminaban mis piernas, una tanga negra diminuta, tacos altos negros, una remera negra, algo suelta y con transparencias y sin corpiño. Maquillaje muy tenue, apenas una base y los labios pintados de rosa.

Lllegue a la puerta y golpé, un hombre alto de unos 50 años, delgado, pelo gris, bien corto, alto medía 1,85 calculo, tez blanca, por dentro decía no me puedo quejar, empezar con alguien así, no era Geoge Cloney, pero zafaba bastante bien.

Me hizo pasar, me ofreció Whisky, el cual acepté. Por su tono de hablar me di cuenta que era español. Me dijo que lo espere que tenía que ir al toilette. A los minutos volvió, desnudo con una toalla en su cintura, me pidió que me acerque frente a un espejo que tenía la habitación. Se me acercó por detras y dejó caer la toalla, ya estaba completamente desnudo. Me apoyo su pija contra culo y empezó a acariciar mi cuerpo, pasó sus manos por debajo de mi remera empezó con las tetas, aunque también acaricibia mi abdomen, bajó lentamente sus manos contra mis muslos, mientras el gemía, me encantas putita, me decía, me lamía el cuello y los hombros, sus manos llegaron a mi concha y con sus manos acariciaba entre la unión me mi vagina y las piernas, lo estaba disfrutando y se lo hacía saber gemía como una gatita, mmmmmmmmmmmmm.

Terminó con el cachondeo, y me subió la minifalda hasta la cintura, se arrodillo atrás mio y me bajo muy lentamente mi tangita diminuta hasta los tobillos, las medias me las dejo puesta, se paró y me sacó la remera, todo desde atrás mio. Solo me quedé con la medias negras largas que cubrían toda mis piernas, los tacos y la tanga en los tobillos.

Puso su mano en mi espalda, y me hizo inclinar levemente mi torso hacia delante, me pidió que ponga mis manos sobre mis muslos y que flexione un poco las piernas. Sabía que me iba a clavar por detrás. Tomó un forro de la mesa de luz, se lo colocó, vi que escupió las llemas de sus dedos y se humedeció la cabeza de la pija. Sentí su cabeza entre mis nalgas, abriendose camino, buscando mi ano, lo encontró y empezó a hundir su pija, la iba enterrando dentro mio de a poco, mientras su pija entraba ponía tono de nena ahahaha, como si me dolíese, aunque en verdad me dolía, pero exageraba. Finalmente me la enterro toda bien adentro sentí sus huevos contra mis nalgas, me tomó firmemente de mi mis cadera y empezó a embestirme con locura, su cara se transformó, empezó a gritarme: -puta toma, hija de puta esto es para vos, traga traga y cosas así, yo gemía mmmm, ahhhhhhhhhh, pero ya me estaba doliendo, no solo por el tamaño de su pija, si no mas bien por la falta de lubricación, era una penetración muy estrecha y sin lubricación casi, sentía como su cuerpo embestía mi culo, plaf, plaf, plaf. El desgraciado no acababa mas, no se cuanto tiempo pasó, pero era mucho mas de lo normal de lo que acaba un hombre cuando te dan por el culo, mis piernas, estaban cansadas de la posición en que me encontraba y mas por los tacos, en una de las embestidas, pierdo el equilibrio y caigo de rodillas al suelo, se arrodilla atrás mio y me hunde la espalda para que quede en cuatro, ahi mismo me inserta su verga de nuevo con fuerza y tomandome de las caderas me coge en cuatro, mientras me penetraba empezó a nalgearme como violencia, al punto de que al día siguiente me dejo las nalgas con moretones, encima, soy muy blanca y me marco enseguida. Fue bastante tiempo en que me cogió en esa posición, hasta que me empuja hacia un costado y me pone boca arriba, se arrodilla al lado mio, se saca el preservativo, se sujeta la pija y se la machaca apuntando hacia mi cara, tardo unos segundos y me eyaculó sobre toda mi cara, fueron varios ***sos de semen contra mi rostro, cuando pensé que ya había eyaculado todo, abro mis ojos y salió un pequeño chorro mas que me cayó en mi ojo izquierdo, me irritó mal, no pude ver bien de ese ojo por un buen rato. Se quedó ahi metiendome los dedos en mi concha y finalmente me pidió que me pare. Le pedí permiso para limpiarme la cara, pero no me dejo, quedate así me dijo. Claro le respondí.

Me toqué el ano porque lo sentía bien roto, con mucho ardor, vi que me sangraba un poco, aunque suele sangrarme algo con el sexo anal.

Va al frigobar, toma una agua mineral, y me da para que tome lo que sobra. Veo que se acerca a una valija y la abre. Me sorprendió lo que sacó. Era un arnes con un miembro de silicona, de unos 20 cm. Me dice que me lo ponga. El se arrodilla en un borde de la cama, poniendose en cuatro y me pide que se lo lubrique con saliba y me hace lamerle su ano y de a poco me va pidiendo que se lo dilate con los dedos. Era muy extraño para mí, pero no dije nada. Cuando tenía su ano dilatado. Me dice que me lo coga. Agarre el miembro y se la metí muy de a poco para no lastimarlo, pero me dijo que lo haga rapido y duro. Empecé a darle duro, no como me hizo el a mi, pero algo me desquite, el gemía de placer, le metía todo el miembro hasta el fondo. Se notaba que lo calentaba mucho la situación. No tardó mucho en acabar sobre la cama. Quedó agotado, y se tiro sobre la cama, creí que mi trabajo se había acabado pero faltaba algo mas. Luego de que se repuso. Me hizo acostar sobre la cama, con la cabeza colgando en el aire y boca arriba, se sento en el suelo al lado de la cama, y me hizo tragar el miembro con el que lo había cogido, me hizo sexo oral con la pija de silicona, tuve varias arcadas, salive bastante. Me la tragaba toda, era la primera vez que me hacian sexo oral con una pija de silicona. En un momento me la saco de la boca y me pidió que me vista y me vaya.

Me vestí rápidamente, me limpie con una toalla el semen que tenía en mi cara y cabello y volví a la habitación, donde me prepararon. Me hiceron esperar 1 hora, que aproveché para higienisarme y ponerme mi ropa, finalmente vino el que me hizo la entrevista para pagarme, me contó que el cliente quedó muy satisfecho y ellos también, por lo que esperaban contar conmigo en el fututo, lo cual asentí.

El remis me dejo en la puerta de casa, me di un buen baño de inmersión hasta que se enfrió el agua y me fuí a dormir, pensando como sería la proxima vez que me llamen.

Mamá con el desconocido

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Hola soy yo de nuevo, hoy no les quiero hablar de mi sino de algo que paso con mi mamá.

Después de lo que paso con el vagabundo todo iba normal o al menos eso creía yo, mi papá en su trabajo mi mamá en casa y yo en la prepa con tantos problemas debido a lo sucedido con el jefe de papá y luego con el vagabundo, mis calificaciones bajaron no sabia que hacer solo intentar mejorar la situación.

Pero vamos a lo que importa en casa todo iba bien aunque creo que no para todos, un día mi mamá recibió la visita de una amiga de la infancia estaría por una semana en nuestra casa desde que llego mi mamá se alegro mucho su amiga es una señora de su edadaunque muy diferente, media como 1.70 cabello negro corto ni al hombro le llegaba ojos negros era delgada y vestía algo provocativa.

siempre usaba mini faldas o shorts con blusas pequeñas y se maquillaba demasiado, mientras que mi mamá es muy distinta, midecomo 1.65 usa ropa mas recatada cabello castaño al hombro ojos color miel y usa lentes debido a un accidente en su niñez las dos tenían 38 años.

Un día estaba yo en la cocina tomando un poco de refresco y escuche voces eran mi mamá y su amiga me acerque despacio para que no me oyeran estaban hablando de sexo su amiga le decía que le gustaba sentir y jugar con un buen pene saborearlo mamá de inmediato la interrumpió y le dijo estas loca ¿como que saborear?

si amiga ¿apoco tu nunca haz probado el de tu marido? noooooooo estas loca y su amiga le empezó a decir que a los hombres les encantaba y que el semen no sabia nada mal además de que también ellos pueden comerse la vagina de las mujeres y se sentía muy rico.

Yo estaba sorprendida con lo que decían mi mamá nunca los había probado pero la platica me sorprendería mas cuando mi mamá le confeso a su amiga que ella nunca había sentido nada al hacerlo con papá, su amiga igual de sorprendida que yo le dijo ay no inventes, mi mamá siguió contándole que nunca sintió nada con el y que aparte tenia como tres años que no lo hacían.

Su amiga casi riéndose le dijo ya hasta se te a de estar oxidando, mientras mi mamá le decía que ya no le contaría nada, pero su amiga le pregunto de la nada que si nunca había buscado a alguien mas y mi mamá casi indignada le respondió claro que no yo no soy de esas y su amiga casi interrumpiéndola le pregunto y tampoco juegas juego a que le respondió.

De manera muy natural le dijo pues si meterte un dedito o algo así y mi mamá ya con voz de molestia le dijo ya cállate y se levanto cuando escuche pasos me fui corriendo a un pequeño patio que esta saliendo de la cocina, ahí me quede hasta que mi mamá me vio y me pregunto que hacia ahí le conteste que tenia calor que estaba tomando aire fresco, aproveche para entrar eh irme a mi recamara donde me quede varias horas pensando en lo que escuche.

Me preguntaba ¿Cómo podía no sentir nada al hacerlo si a mi que me obligaron sentí y mucho? entonces encendí mi lap y busque en internet la causa y lo mas recurrente era que los hombres con eyaculación precoz terminaban antes de que sus esposas sintieran algún placer, me puse a pensar en lo triste que seria eso si se supone que en el sexo deben disfrutar los dos.

Esa noche era viernes y yo sin planes ya como a las 7 pm tocaron mi puerta era la amiga de mamá le dije que pasara dijo disculpa hija vengo a preguntarte algo me asusto con esas preguntas que hacia le conteste dígame, ¿tu sabes de un lugar para divertirnos como un antro o algo donde podamos ir pero que no solo haya jóvenes? me quede pensando recordé un lugar del que me hablo una amiga donde iban hombres maduros y le dije si le di el nombre con la dirección y me dijo no seas malita ayúdame a convencer a tu mamá que vaya conmigo.

Me volvió a sorprender le dije que mi mamá no salía y menos a esos lugares pero me respondió si por eso quiero que tu me ayudes casi contra mi voluntad le dije esta bien, me dio las gracias pero antes de salir me dijo, que lindas piernas tienes salió riéndose yo traía un short ya lista para dormir me puse nerviosa pero lo tome como una broma, baje a la cocina casi de inmediato donde ya estaba su amiga convenciéndola me uní a y también empecé a convencerla hasta que cedió y dijo bueno pero si vas tu hija, y dije bueno es para una noble causa y acepte.

En eso llego papá preguntando que pasaba, mi mamá le conto los planes preguntándole si había algún problema el contesto que no mamá le iba a servir la cena antes de arreglarse pero le dijo que no que no tenia hambre subimos a nuestras recamaras para eso de las 9 la amiga de mamá y yo ya estábamos listas yo me puse una falda negra no muy pegada que me llegaba casi a la rodilla una blusa igual negra que se amarraba al cuello con escote en la espalda una tanga negra sin brasier y unas botas de piel de tacones no muy altos, después de lo vivido ya no quería llamar la atención la amiga de mamá se puso un vestido rojo muy llamativo que apenas le llegaba debajo del trasero unos zapatos descubiertos con broches a los lados eso si muy maquillada entramos a ver a mamá que se había puesto un vestido negro largo con medias negras y zapatos igual negros su amiga de inmediato protesto diciéndole que no iba a un velorio yo estaba de acuerdo asi que casi a fuerzas se lo quitamos y le buscamos otra ropa fue difícil ya que tenia casi toda su ropa igual le encontramos una mini falda gris casi obscuro y una blusa con botones y mangas blanca su amiga de inmediato le quito las mangas la falda le llegaba arriba de las rodillas llevaba unas pantaletas blancas y un bra igual no se veía de mas así que ya solo la maquille un poco aunque los lentes los tenia que llevar.

Tomamos nuestros abrigos bajamos a la sala donde estaba papá nos vio y nos dijo que guapas mamá se le acerco le dio un beso y el le dijo esta noche puedes hacer lo que quieras gózala y haz lo que nunca imaginaste papá me dio las llaves de su coche y nos fuimos.

Como a las 10:30 ya estábamos en el lugar nos sentamos estuve como media hora con ellas y me fui a un lugar mas solitario pero desde ahí podía verlas en eso vi como dos hombres las veían y su amiga de mamá les sonrreia uno era alto como de 1.80 delgado unos 45 años de traje muy elegante el otro era igual alto menos que su amigo como de 1.75 cabello canoso como de unos 50 años menos formal no se si eran guapos no los veia bien.

Se acercaron a la mesa y después de unos segundos se sentaron yo pedí un refresco ya que tenia que manejar en eso se me acerco un chico que me entretuvo quería bailar y le dije que no hasta que se fue cuando regrese la mirada soloestaba mi mamá y el hombre mas joven su amiga ya estaba bailando con el otro y así estuvieron mas de una hora en la que su amiga y el otro hombre bailaban y descansaban un poco hasta que el dj puso una canción lenta y el otro saco a bailar a mamá primero estaban casi separados y mientras mas avanzaba la canción mas juntos estaban hasta que el la tomo por las caderas y la pego totalmente a el yo esperaba alguna reacción de mamá pero fue la contraria a la que yo quería ella puso su cabeza contra su pecho como si quisiera oír su corazón mientras que el le acariciaba la espalda ya me estaban dando ganas de ir y decirle que nos fuéramos a casa y en eso llego otro tipo a distraerme era un hombre como de 50 años gordo feo muy ebrio estuvo molestando un largo rato hasta que llego seguridad y lo sacaron.

Cuando volví a mirar ya estaban a la mesa se veían divertidos se reían mientras el le tomaba la mano y se la besaba de repente se levanto el y le dijo algo ella movió la cabeza aprobándolo se levanto y tomados de la mano se fueron yo me levante de prisa estaba en un lugar alto como pude me fui corriendo tras ellos los vi a donde se metieron me dirigí ahí eran como privados sin puerta solo habían unas cortinas que cerraron al entrar yo me acerque me asome habían dos sillones grandes y una mesa en medio casi no se veía cuando el se descuido entre y me escondí tras el otro sillón como pude me acomode para que no me vieran aunque no veía mucho solo podía ver a mamá con las piernas cruzadas mientras el le decía lo hermosa que era se, acerco a ella y le acaricio las mejillas era muy tierno con ella no lo puedo negar.

le quito los lentes y ella se opuso diciendo que no podía ver y el la callo diciendo que el amor no se veia, se sentía se acerco mas y sin decir nada la beso yo sentí un hueco en el estomago quería detenerlos pero recordé la platica de la tarde y lo que vi en internet mas lo que le dijo papá solo dije disfrútalo mami y el la seguía besando despacio mientas bajaba su mano hasta la pierna de mamá ella lo abrazaba el se levanto sin dejar de besarla para desabotonarle la blusa uno a uno los fue quitando hasta abrirla yo aproveche para acomodarme del lado de la entrada podía verlo todo ahora si el le besaba el cuello los hombros le acariciaba la pierna derecha yo podía ver a mamá de frente el se detuvo se levanto se quito su saco su camisa el pantalón en fin todo no podía ver bien hasta que se sentó tenia un pene muy grande semierecto sin bello tomo a mamá de la mano y se la puso en el ella la quito de inmediato y dijo no.

Pero el le dijo tranquila volviéndosela a poner guiada por el comenzó a moverla despacio después de unos minutos acelero ya el no la guiaba y de manera sorpresiva ella se puso de rodillas frente a el ya no podía ver bien pero ella lo lamia despacio hasta que pienso que se acostumbro y lo metió a su boca mas y mas hasta que casi se vomita lo saco tomo aire y continuo hasta que el le dijo que ya.

El la levanto y así de pie le quito el bra desabrocho su falda dejándola caer por ultimo su pantaleta la sentó en el sillón ahora el estaba de rodillas la acostó subió su pierna izquierda al respaldo del sillón dejando ver una vagina llena de bellos que contrastaba con la piel tan o mas blanca que la mía el la recorrió con su lengua varios minutos la succionaba no tardo mucho cuando mamá empezó a gemir mas y mas fuerte hasta que arqueo la espalda y apretó fuerte las manos su respiración era agitada el sin decir nada se levanto se apoyo con la rodilla derecha en el sillón se agacho un poco y metió poco a poco su pene en mamá un escalofrió recorrió mi cuerpo y pensé en papá que tal vez no merecía eso, un sentimiento se apodero de mi sentía ganas de cambiar su lugar de mamá por el mío pero no pude hacer nada.

Solo mirar como se lo hacían a mi madre mientras empezaba a gemir otra vez y el aumentaba sus embestidas hasta terminar dentro de mamá con un orgasmo al mismo tiempo cerraron esa noche siguieron besándose unos minutos se vistieron y salieron de la mano como dos novios nunca me vieron yo salí tras ellos hice como que salía del baño me reuní con ellos me lo presento como si nada era guapo eso si.

Les dije que ya nos fuéramos en el camino mamá iba sonrriente y cuando su amiga le pregunto donde estaba dijo que buscándonos yo respondí lo mismo llegamos ellas se durmieron juntas yo no pude dormir días después de que se fue la amiga de mamá yo le confesé que vi todo ella se avergonzó y prometió no volverlo hacer un mes después descubrió que estaba embarazada como pudo se acostó con papá y le hizo creer que es suyo y hasta hoy lo cree.

Gracias por leer mis relatos que siguen siendo trágicos para mi este creo que lo escribí mejor hasta pronto.

Destino

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Al día siguiente, después de la charla reconfortante con Ema, entendí que debía ir si o si a disculparme con Verónica, pero ese Jueves se amontono todo el trabajo de dos 2días y el clima no nos ayudaba; teníamos que hacer unos book`s en locaciones al aire libre, y la tormenta era Feroz e implacable, no nos quedo de otra que usar las pantallas verdes (croma). El estudio era una locura, maquillistas, modelos, vestuaristas, iluminación y otros dos fotógrafos más que sacaban desde otras perspectivas las fotos; todo era un Caos pero mi cabeza tenía bien organizada sus tareas terminar ahí e ir como fuere así se acabara el mundo esa misma tarde tenía que verla, tenía que hablar con ella. No podía dejar de estar impaciente las horas pasaban y no terminábamos más, las fotos ya estaban tomadas solo debíamos editarlas, ya eran las 17 pm y el trabajo parecía no terminar más a todo esto una de mis colaboradores se dio cuenta.

Cristina: Giovi, ¿tienes algún otro compromiso?

Giovi: ¡No, va en realidad si! Pero ¿por qué lo preguntas?

Cristina: porque estas controlando la hora cada 5 min, y miras la ventana cada rato.

Giovi: jaja, si espero terminemos pronto el trabajo, y que calme la tormenta solo eso…

Cristina: no quieres irte y nosotros terminamos todo acá, solo falta editar las fotos.

Giovi: No, no y ¡no! Demasiado trabajo hice acumular por cerrar el estudio 2 días y ahora les voy a dejar todo el trabajo pesado a ustedes no ni lo pienses.

Cristina: está bien Giovi solo era una propuesta.

Justo a tiempo, a las 18.30 terminamos todo el trabajo, los chicos se adelantaron a irse mientras yo cerraba el estudio y esperaba que se calme el mal tiempo para poder irme como vine en mi moto; solo que a la mañana temprano no llovía todavía.

Giovi: ¡debí comprarme el auto! Ahora no tendría estos problemas ¡ay Dios! Por favor apacigua este mal clima.- como mi pseudo oración no fue escuchada, más bien fue respondida con más lluvia, mi monologo continuo su rumbo.- jajaja Somos chistoso, jamás conocí un dios con tan buen sentido del humor, pero sabes ¿qué? Me voy con tormenta, Tsunami, terremoto con lo que me quieras poner en el camino yo voy a verla ¡hoy!

Tome, con rabia las llaves de mi harley y abrí la puerta del estudió que daba al estacionamiento… eso no era lluvia en sí misma era alguien en lo más alto del cielo que tiraba jarradas de agua a la Tierra, mire las calles prácticamente inundadas, pero no me importo encendí el motor, me puse el casco y arranque el viaje no pasaron más de 10 o 20 min y el llegar se me hacía bastante difícil trataba de no levantar demasiada agua ya que podía dañar el motor de la moto, por fin veo a lo lejos la gasolinera que era mi punto de referencia, decidí estacionarme en la vereda de la biblioteca, así por lo menos sería más fácil huir si la humillación era grande; pero nada me preparo para lo que estaba por vivir esa tarde tormentosa.

(Plash, plash, plash, plash).- era el sonido de mis borcegos negros mojados, subiendo las escalinatas de la biblioteca; veo de nuevo esa puerta gigante que ahora me parecía aún más enorme; ante mí y ese tonto cartel de “empuje muuuy fuerte”… ni bien entro un relámpago surca los cielos e ilumina toda la biblioteca.

Voces de niños: aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah

Solo atino a sacarme el casco y veo en un rincón rodeado por tres lámparas de gas sumidos en la más completa oscuridad a 12 niños y niñas de entre 6 y 8 años; al parecer se había cortado la luz.

Giovi: tranquilos, tranquilos soy un ser humano, ni monstruo ni extraterrestre ¿Qué hacen acá solos donde está la bibliotecaria?

Niño: fue a buscar un libro de cuentos para leernos mientras esperamos que venga la combi escolar.

En ese momento, mientras mis ropas goteaban sobre el piso de la biblioteca, escucho de nuevo los contundentes pasos que vienen otra vez detrás de mí; el corazón se acelera y siento como mis rodillas tiemblan, en fracción de segundos antes de que todo pavor me gane giro sobre mis talones y me veo cara a cara con ella.

Verónica: ¡¿Qué haces tú aquí?!- alumbrándome con su linterna de arriba abajo.- Mírate puedes arruinar varios libros, así de mojada… por favor retírate.

Giovi: por favor no me eches, solo quise venir a hablar contigo unos minutos.

Verónica: ¿Y no pudiste esperar a que sea otro día uno más soleado? Por ejemplo…

De alguna forma tenía que lograr que ella baje la guardia, es muy estresante estar todo el tiempo a la defensiva, cuando lo único que hice fue irme un poco de boca.

Giovi: No podía esperar, sé que me equivoque por eso quisiera hablar a solas contigo, ¿si es posible?- Miro hacia el pequeño publico improvisado que teníamos.

Verónica: como veras es imposible con los chicos acá, hablar bien, pero si esperas no tengo problemas de escucharte, espérame aquí traeré otra silla.- había bajado la guardia pero no del todo, al minuto la veo traer una silla.- Toma asiento va ser muy incomodo para mi verte parada ahí.

Tomo la silla y me ubico en la ronda donde estaban los niños, solo a una silla de diferencia de ella; veo en la silla una especie de toalla, la tomo y empiezo escurrir un poco de agua para ver si podía secarme la ropa, y noto que ella me mira desconcertada.

Giovi: ¿Hice algo malo?

Verónica: En realidad si ese trapo la utilizo para limpiar el piso, era para que limpies donde mojaste.

De repente sentí que me subía la vergüenza de apoco y lo peor era las carcajadas de los chicos y en ese momento ella no pudo aguantar la risa… y si señores y señoras logre sin querer que mi princesa de Jade riera… me di cuenta en ese preciso instante que si de mí dependiera viviría de su sonrisa, sí esta fuera capaz de nutriera cada célula de mi cuerpo, ahí me quedaría en la comisura de sus labios, dormiría en los hoyuelos de su mejillas. Y así fue como su sonrisa revivió en mi esa esperanza muerta ese deseo de no claudicar jamás de vivir por alguien y para alguien todo eso producía la curva de sus labios.

Antes de que se diera cuenta de que estaba perdida en sus labios reacciono de inmediato.

Giovi: ¡ups! Creo que te olvidaste de avisarme de ese pequeño detalle ¿no?

Verónica: jajaja la venganza es un plato que se come frio… ¿Cómo dijiste que te llamabas?

Giovi: ah ¿te parece lindo ejemplo el que le estas dando a estos niños? Me llamo Giovanna pero ya que te vengaste me podes decir Giovi como el resto de mis enemigos, jajaja, porque no lees el libro que trajiste y entretienes un poco a estos chiquillos un rato.

Verónica: Mis queridos amantes de la literatura, acá les traje una novelita que les va a inspirar para el resto de sus vidas su nombre El Principito, siempre deben observar quien es el autor de las novelas es importante ya que es una forma de reconocerlo, en su esfuerzo y por tanto esmero, bueno el Autor es un aviador Francés su nombre es Antoine de Saint-Exupéry.

Y fue como si ella tuviera magia sobre ellos, ni bien empezó a hablar todos guardaron silencio, la escuchaban sin problemas nadie parpadeaba, por ahí nos dimos cuenta de que había un hombre parado en la puerta de entrada era el conductor del bus escolar, pudo llegar al fin justo en un momento en que la tormenta calmo.

Conductor: veo que están entretenidos, sus padres me están llamando como locos, pero les dije que estaban todos con usted, Señorita Verónica fue la única forma de calmar a las fieras.

Niño: Rubén, la Seño nos está leyendo venite más tarde, y dile a mis padres que estoy aprendiendo cosas para mi futuro…

Verónica: Nico, tus padres están preocupados por ti, es hora de que vayas a tu casa, mira el libro se queda acá, la próxima vez vamos a la plaza a leer, pero ahora debes ir y darle un abrazo grande a tus papis que estuvieron preocupados de que te pase algo en esta tormenta, ¡mira son las 20:00 hs! Vayan a casa con Rubén, que agendare donde nos quedamos.

Nico: Esta bien.- dijo haciendo puchero- será mejor que no te olvides de leernos después cuando volvamos.

Verónica: no mi cielo te lo prometo.

Rubén: mil gracias de nuevo Verónica no sabes de la que me salvaste.

Verónica: no hay de qué. Salúdame a los padres de los niños diles que fueron muy educados y divertidos.

Rubén: será un placer informarles.

Una vez que los acompañamos a subir a todos los chicos al bus escolar, este emprendió el viaje a las respectivas casas de cada uno de ellos.

Verónica: ¿Qué era lo que tanto querías hablar a solas?- su tono de voz se volvió más duro, tanto que me había sorprendido.

Giovi: Solo vine a pedirte disculpas, el hecho de magullar tu orgullo ese día, no fue la mejor forma de presentarme con vos… por eso me disculpo y me disculpo por faltar el respeto a tu arte, y a tu trabajo aquí en esta biblioteca.

Verónica: crees que con unas simples disculpas solucionas todo, aunque debo admitir que el hecho de que te presentaras ante mí, indica que estas arrepentida pero igualmente no me son suficientes.

En ese momento miro hacia el cielo y veo que se avecinaba otro aguacero.

Giovi: ¿qué te parece si seguimos adentro la charla?- Subimos las escalinatas de nuevo y justo detrás nuestro otro relámpago cae y su inconfundible luz y sonido me hace estremecer tanto que cierro los ojos… pero no soy la única que se asusto los inconfundibles brazos de mi princesa me rodearon la cintura ajustándose a la perfección a mi cuerpo; miro mi vientre y sus manos cerradas como candado me aprisionaban, tomo sus muñecas y la separo de mi cuerpo; giro y le pregunto- ¿estás bien?

Verónica: ¡Sí, sí! Est…- y no termino de completar la frase que otro relámpago cae, y esta vez vuelve a abrazarme tan o más fuerte que la ultima vez pero esta vez mis borcegos me juegan una mala pasada por estar tan mojados y ser de goma nos resbalamos y caímos al piso, esta vez mi cuerpo todo mojado sentía el calor de su cuerpo, no podía hacer que mi corazón se tranquilizara y antes de cometer una locura…

Giovi: jajaja veo que siempre vas a tirarme al suelo, por lo menos la próxima avísame así no me lastimo tanto cada vez que me hechas.

Cuando me doy cuenta que otra vez mi boca se adelanta a mis pensamientos, la miro para ver que reacción toma pero solo se levanta sacude su ropa y me mira de reojo.

Verónica: Disculpa… – una disculpa muy fría, creo que empezaba a entender su carácter.- Como te estaba diciendo, vas a tener que recompensarme de alguna manera por las injurias que has cometido sobre mi arte y mi persona.

Giovi: ¿recompensarte? De qué manera ¿monetaria?- no me gustaba el camino que estaba tomado esta conversación.- ¿Cuanto pides por la restauración de tu Ego?

Verónica: mmmm… con unos $12.000 me conformo.

Giovi: ¿¡Qué!? Y de donde crees que voy a sacar $12.000 es una broma ¿no?

Verónica: no, no es ninguna broma, si tu rompes algo que no te pertenece lo pagas ¿no?

Giovi: Si, siempre pago lo que rompo, pero en este caso no tengo tal suma de dinero.- mentira si la tenía y un poco más se puede decir que soy una persona previsora, quería ver que decía.- ¿Hay alguna otra forma de solucionar esto?

Verónica: mmm tal vez.- un silencio se apodero de la biblioteca en ese momento las luces de la calle se encendieron y también las arañas de la biblioteca, pude ver una mirada pensativa que escudriñaba el suelo en busca de una solución a tal dilema.- ¡ya! Se, es como si la luz trajera una idea a mi cabeza, $12.000 es equivalente a 6 meses de trabajo remunerado, nada más que tú trabajaras para pagarme esos $12.000 que equivale a todas las barbaridades que dijiste e hiciste, como no hay ningún papel y/o contrato que tenga valor jurídico que justifique que te quedes 6 meses solo tu honor estará en juego ¿qué te parece el trato?

Giovi: me parece justo, pero yo trabajo y no tengo un horario fijo de salida… ¿Qué pasaría en el caso de que yo no pudiera venir un día a cumplir contigo?

Verónica: por eso no te preocupes, para la próxima vez que vengas ósea mañana, redactaremos un contrato que solo tendrá validez entre tú y yo ahí especificaremos cada punto en el que tengamos dudas ¿te parece?

Giovi: Si, me parece justo… bueno creo que me voy, ya paro un poco la lluvia ¿quieres que te lleve a tu casa?

Verónica: no, no; vivo a unas cuadras de aquí, además me gusta caminar bajo la lluvia.

Y una risa burlona se dibuja en mi cara.

Giovi: ¿y si hay otro relámpago? ¿Qué harás? abrazarte a un poste de luz.

Verónica: Mira Giovanna, por cada chistecito tuyo puedo agregarte días de trabajo ¿acaso quieres eso?

Giovi: No, no discúlpame.- pero por dentro quería estar cada segundo con ella así que no me importaba que me haga trabajar a sol y sombra.- bueno entonces ya que no quieres que te lleve, quedamos así, mañana me paso a las 19:00 hs por aquí y hacemos el contrato, que descanse Señorita Verónica- le extiendo mi mano y ella responde a mi apretón de manos.

Verónica: Nos vemos…

Subo a mi moto y me pongo el casco es en vano contarles lo empapado que estaba el asiento y yo ya tenía dolor de garganta por mojarme en la lluvia.

Llego a mi casa y lo primero que hago es ir a bañarme; luego me pongo mi piyama y preparo un té caliente que lo bebo en el transcurso de la cocina a la cama, me acuesto estaba fatalmente agotada pero feliz de cumplir mi cometido, y pensar que el solo hecho de pasar las tardes con ella me hacía la mujer más dichosa de la tierra y esto me hacia recapacitar de que no era una simple atracción la que tenía por esa enana de 1,60 de piel rosada y curvas bien delineadas por algún escultor famoso, que no escatimo en detalles es su rostro: unos labios carnosos, una nariz fina y respingada, unos mejillas que poseen hoyuelos cuando su propietaria sonríe, sus ya conocidos ojos verdes y su cabellera dorada todas estas cualidades físicas acompañadas de un mal genio para conmigo pero un carácter apacible para con los demás.

Revivir su imagen en mi cabeza me sumió como siempre en un sueño profundo, era como si continuamente fuera mi último pensamiento del día… y así mi cuerpo, mi mente, mi alma recordó sus brazos rodeando mi cintura, y mi corazón prometió sin mi consentimiento que los próximos no serían por miedo sino por amor…

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Por favor saboren cada palabra, jajaja un abrazo a todos y gracias a cada uno de ustedes que se toman el trabajo de comentar y valorar el relato es muy apreciado, el tiempo que dedican… Así como ustedes me dan fuerzas para seguir escribiendo yo LES DOY FUERZA PARA QUE SIGAN ANIMANDO A NOVAT@S COMO NOSOTROS UN ABRAZO Y BUENAS NOCHES DESDE ARGENTINA

La cabaña donde mi madre se convirtió en mi esposa

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Al fin he reunido el valor para contar lo sucedido hace unos años cuando mi madre y yo vivimos una experiencia que paso de ser algo sombrío y desagradable a algo sublime y hermoso y que ahora nos tiene más unidos que nunca.

Primero les contaré que mi nombre es Gerardo, en aquel entonces tenía yo 25 años, mi mamá se llama Lourdes, o Lulú para los amigos, en esas fechas ella contaba con 46 años de edad. Ella es una mujer bajita, no muy entrada en carnes, con un culo y unas tetas enormes y muy bonitas, se le nota muy bien su cintura pues su cuerpo tiene esa silueta divina con forma de reloj de arena.

Sin embargo en aquel entonces no me hubiera atrevido a hablar así de ella, ni por error. Recuerdo que era el mes de Julio, cuando más calor hace. Estábamos de vacaciones en el sur del país y decidimos visitar a unos tíos de mi mamá en provincia. Pasamos dos semanas con la familia sin que nada extraordinario sucediera, de hecho fueron unas vacaciones harto aburridas.

Al fin íbamos de regreso a casa por la carretera, el calor era infernal y estúpido de mí, decidí seguir el consejo que el tío de mi mamá nos dio al despedirnos de él y tomar un atajo por en medio de la nada que supuestamente nos llevaría en menos tiempo a nuestro destino. Posiblemente así hubiera sido de no ser porque el auto se arruinó a medio camino, al parecer el calor sofocante amoló el radiador o algo por el estilo, la verdad mis conocimientos de mecánica dejan mucho que desear hasta la fecha. Así que mi mamá y yo estábamos completamente solos en medio de la nada, sobre un camino de terracería que no transitaba ni un alma.

El calor dejaba de ser un problema pues empezaba a atardecer y no podía dejar sola a mi madre para ir a buscar ayuda, nuestra preocupación iba creciendo conforme se ocultaba el sol. No sabíamos que podría pasar si pasábamos la noche en medio de ese camino olvidado.

De repente nuestra salvación apareció en forma de dos faros que se iban acercando a nuestra ubicación. Más fue nuestro regocijo al ver que lo que se acercaba era una grúa. Hicimos mil señas diferentes para que se detuviera la grúa, lo cual hizo sin titubear. Pude notar que en la grúa iban 2 personas. En la ventana había una señora mayor, pelirroja y bastante llenita de unos 50 y pico de años. El que manejaba era un tipo pelirrojo también, que desde donde yo estaba se veía que era un hombre bastante grande de tamaño.

La mujer se bajó de la grúa y nos saludó con mucha efusividad, se llamaba Penélope, pero nos pidió que le dijéramos Penny. Se ofreció a remolcarnos hasta el siguiente pueblo, pero no podrían llevarnos hoy pues era bastante tarde y era mejor manejar de día por esos rumbos. Así que en lugar de eso, Penny nos ofreció alojarnos en su casa esa noche y llevarnos a primera hora del día siguiente.

Mi mamá no cabía de la felicidad, repetía que estábamos salvados mientras íbamos en el auto remolcado por el conductor que resultó ser el hijo de Penny. Sin embargo yo presentía algo malo y estaba bastante inquieto y nervioso. Tendría que estar alerta.

Al llegar a casa descubrimos que el hijo de Penny no era hijo único, sino que tenía un gemelo idéntico que estaba en la cabaña esperando. Ambos era unos verdaderos gorilas, cada uno debía de medir por lo menos 2 metros y pesar como 150 kilos. Sin embargo también noté que no hablaban para nada y de hecho parecía que tenían algún tipo de retraso mental.

Penny nos invitó a entrar, era la mujer más alegre del mundo, así que confiados entramos sin saber que en esa cabaña nos pasarían las cosas más surrealistas y que no saldríamos de ella sin sufrir una transformación en todos nuestros paradigmas.

Penny se puso a prepararnos una cena, que por cierto olía delicioso, y por más que mi mamá se ofrecía a ayudar a preparar la comida, Penny la rechazó tajantemente diciendo que éramos visitas y no debíamos intervenir en las labores del hogar.

Mi mamá estaba encantada, ni siquiera parecía intimidarse con la presencia de los dos gigantes que no paraban de mirarla con la mirada extraviada y la boca abierta. Por pura educación no nos atrevimos a preguntarle a Penny nada sobre ellos, pero cada vez más se notaba que estaban un poco trastornados.

Penny sirvió al fin la cena, que tenía un sabor tan delicioso como olía, así como el agua de alfalfa que preparó para refrescarnos. Sin embargo pude notar que el agua tenía un extraño sabor a medicina, pero cuando quise hacer el comentario ya era tarde, mi mamá balbuceó unas palabras justo antes de caer al piso completamente inconsciente, al querer levantarme a ayudarla me vino un mareo y las piernas se me aflojaron como si fueran de chicle. No alcancé a decir nada cuando todo se puso negro frente a mí.

Lo primero que recuerdo después de eso fue abrir los ojos y ver todo muy borroso, sin embargo sentía una mano acariciándome el cabello. De inmediato reconocí la voz de Penny diciendo que ya me estaba despertando. Me costó trabajo enfocar la mirada, pero en cuanto lo logré pude ver que Penny estaba totalmente desnuda y sentada en mis piernas, yo también estaba totalmente desnudo. Volteé a un lado y lo que vi me dejó helado. Sobre la mesa donde habían servido la cena estaba mi madre boca abajo y completamente desnuda, atada de forma que sus rodillas y su cintura estaban unidas y no podía separarlas, sus manos estaban atadas también a su espalda y sus tobillos y rodillas estaban atados a una estructura hecha con tubos de metal que le impedía cerrar las piernas y una mordaza “ball gag” en la boca que le impedía articular palabra.

Quise moverme, pero fue ahí donde descubrí que yo también estaba atado a la silla donde me encontraba sentado. Mis pies y manos estaban completamente inmovilizados y no pude hacer nada más que mirar el espectáculo que se me ofrecía.

Al lado de mi madre estaban los dos gorilas desnudos, con sus vergas tiesas y listas para violar a mi madre, no me cabía duda de eso, me trate de librar desesperadamente, pero era inútil, las ataduras estaban perfectamente hechas. Yo no estaba amordazado así que pude decirle a Penny que liberara a mi madre de inmediato. Penny solo se rio, me dijo que no había otra opción y que mejor aceptara mi destino. Entonces Penny hizo una señal y uno de sus hijos se paró detrás de mi madre y la atravesó de un solo golpe con su verga. Mi madre quiso gritar pero la mordaza solo le permitió soltar un terrible gemido de dolor. El gorila siguió violando a mi madre frente a mis ojos, yo le gritaba que parara, que no fuera cobarde, pero él no escuchaba nada. Mi madre solo lloraba y gemía. Tenía los ojos cerrados, no quería verme mientras la violaban, pero al final se rindió, dejó de gemir y me volteó a ver, yo la miraba a los ojos, estupefacto de ver así a mi madre.

El primer gorila terminó y se vino en la espalda y las manos de mi mamá, Penny llamó al segundo hijo que repitió exactamente la operación que su otro hermano acababa de realizar. Cuando él terminó también, mi madre ya no gemía, ni lloraba, estaba como resignada, incluso en mi imaginación creía que a veces suspiraba de placer mientras la penetraban.

Penny me tomó por descuido y me sujeto la verga, que para mi sorpresa estaba totalmente tiesa. No podía creer que el espectáculo de la violación de mi madre me hubiera excitado tanto, pero no podía ocultarlo, ahí estaba mi miembro palpitante entre las manos de esa perversa mujer que reía como satisfecha.

Entonces ella ordenó que me soltaran, sabía que si intentaba algo me iría muy mal en contra de esos dos monstruos, así que al desatarme me quedé quieto. Penny me dijo que era mi turno y señaló a mi madre. Yo no podía creer lo que me pedía, imaginé que quería que me la cogiera a ella pero nunca a mi mamá ¿En serio esperaba que violara a mi madre como lo habían hecho sus hijos? Creía que estaba loca, pero entonces fue cuando sacó una pistola de la alacena y la apuntó contra mi mamá. Me dio a escoger, o la penetraba o la veía morir. Mi mamá volvió a llorar y me miró a los ojos, pude ver que con la mirada me decía que aceptara, que no era mi culpa lo que estaba pasando.

Entonces acepté, me coloqué detrás de mi mamá y me dispuse a cogérmela. No podía negarlo, estaba sumamente excitado, mi verga palpitaba de emoción y algo muy dentro de mí me pedía que lo hiciera, que follara a la mujer que me había parido y la hiciera mi mujer. Un pensamiento fue el que me convenció de hacerlo. Mejor yo que la amo a esos gorilas que son menos que animales.

Eso fue lo que pensé cuando le metí la verga a mi mamá, en ese momento Penny le quito la ball gag pero mi madre se quedó callada, solo suspiraba cada vez que le empujaba mi miembro hasta el fondo. Penny se paró detrás de mí y me acarició las nalgas y el pecho. Me decía que era yo todo un macho, que hiciera lo que deben de hacer los machos y me cogiera a mi madre. Yo obedecía, pero no lo hacía porque ella lo ordenara, sino porque en realidad me había dado cuenta, deseaba mucho a mi madre.

Sentí que estaba a punto de venirme y se lo hice saber a Penny, esperando que me dijera que le sacara la verga y me viniera en la espalda de mi madre, o tal vez quisiera que se los echara no a mi madre, sino a ella. Pero me equivoqué, me dijo que me quedara adentro y que le echara toda mi leche al coñito de mi mamá. Entonces mi mamá habló por fin, rogando que no fuera cruel, que podría quedar embarazada. Pero Penny tomó nuevamente el arma de la mano de uno de sus hijos y simplemente le ordenó con voz tranquila que se callase. Yo tuve que seguir las órdenes y le eché toda mi leche adentro. Lo confieso, yo estaba emocionado y feliz por lo que había hecho, y Penny lo notó, vio mi sonrisa y ella me sonrió.

Nos llevaron a un cuarto en el sótano de la cabaña. Era diminuto, medía alrededor de 2 metros por 2, y solo tenía una plancha de metal para dormir y al lado otra habitación más pequeña con un escusado y un lavabo. Mi mamá y yo estábamos desnudos, no había más que una sábana que no era suficiente para soportar el frío que hacía allí abajo. Penny nos habló al otro lado de la puerta. Nos dijo que todo tenía un precio, la comida, las cobijas y nuestra ropa y la libertad nos costarían. La única forma de pago era depositando mi leche adentro de mi mamá, si no lo hacía nos quedaríamos ahí muertos de frío y hambre. Se despidió y nos dijo que esa noche tendríamos que dormir muy pegaditos para sentir algo de calor. Se fue riendo a carcajadas.

Pero tenía razón, sería imposible que yo me durmiera en el piso sin ropa y sin cobijas, así que nos acomodamos los dos en la plancha y nos cubrimos como pudimos con la sabana. Yo estaba nervioso y confundido, me acababa de coger a mi mamá, y ahora estaba desnudo con ella dándome la espalda y pegándome su trasero a mi verga. Ese pensamiento tuvo el efecto lógico y provocó que mi pene se pusiera nuevamente tieso, mi madre lo sintió de inmediato y saltó del susto. Se dio la vuelta para estar frente a mí y me abrazó con fuerzas. Nos quedamos dormidos entrelazados y desnudos. Ella no paraba de llorar.

Algo me despertó en la madrugada, sentía un cosquilleó entre las piernas que poco a poco descubrí era la mano de mi mamá. Mi verga estaba totalmente tiesa y ella la estaba acariciando, yo me hice como si siguiera dormido para ver hasta donde llegaba mi madre en ese momento. Casi no me pude contener cuando sentí como me acercaba su coñito para rozarlo con mi verga, pocos segundos después me vine y no pude seguir fingiendo que dormía. Mi madre me susurró al oído que me amaba, que la perdonara por lo que había hecho, yo solamente le dije que estaba bien, que lo hiciera más seguido, después nos volvimos a dormir, esta vez ella me dejo su culo pegado a mi miembro.

Amaneció al día siguiente y nos despertó Penny que había entrado con una charola con comida, detrás de ella estaban sus horrendos hijos para intimidarnos. Nos dijo que si queríamos comer ya sabíamos que tendríamos que pagar de la forma indicada. Mi mamá aceptó primero y se recostó boca arriba en la plancha, abrió las piernas para recibirme dentro de ella. Yo seguí su ejemplo y me subí entre sus piernas, mi pene reaccionó en un segundo y ya estaba totalmente duro como piedra. No me costó ningún trabajo penetrar a mi madre por segunda vez, ella estaba bien húmeda y al sentirme dentro de ella me decía que “sí” y me pedía “más y más”. Yo estaba súper excitado, tanto que no tardé mucho en deslecharme adentro de ella. Al momento en el que me venía nos dimos un beso apasionado y después mientras le sacaba mi miembro lechoso le dije que la amaba, ella me correspondió de la misma forma.

Penny tenía una sonrisa de oreja a oreja, nos felicitó y dijo que hacíamos una pareja muy tierna, nos ganamos la comida de la mañana y del medio día así como un par de cobijas más gruesas, pero amenazó con quitárnoslas si no me venía adentro de mi madre por lo menos una vez al día.

El día se nos hacía eterno, encerrados en ese cuarto diminuto, sin nada que hacer, mi madre y yo nos mirábamos mucho y hablábamos poco. Por fin me animé y me senté a su lado sobre la plancha. Le dije que no nos quedaba otra cosa que hacer más que acostumbrarnos a las locuras de esta familia, y a falta de otra cosa que hacer distraernos con más sexo, pues al fin y al cabo no sabíamos cuánto tiempo pasaríamos encerrados ahí.

Ella me dio la razón, tal vez nos estábamos volviendo locos, pero ahí, en esa situación era lo más lógico que podíamos hacer. Esta vez ella se puso en 4 patas en el piso, sobre las cobijas que recientemente nos habíamos ganado, me monté en ella y le hice el amor por tercera vez, y sin necesidad de que Penny me lo ordenara me vine adentro de mi madre nuevamente.

Resulta que Penny no se perdía cada movimiento nuestro, al parecer tenía algún micrófono escondido cerca porque sabía exactamente lo que hacíamos. En cuanto terminé de cogerme a mi mamá, Penny entró satisfecha y para mi sorpresa estaba sola. No se veían a los gorilas por ningún lado.

Nos dijo que quería platicar con nosotros, que fuéramos amables y la escucháramos. Aceptamos pues sospechábamos que la resistencia era inútil y que cualquier desaire nos pondría en números rojos con ella. Penny nos contó su historia. Ella siempre había vivido aislada del resto de la sociedad, con sus padres, hermanos, tíos y primos. La cabaña donde estábamos era solo una de sus propiedades de la familia que estaban regadas por todo el estado, pero todas igual de aisladas que esa. En su familia eran normales dos cosas, que las hijas fueran vendidas como ganado a cierta edad o en el “mejor” de los casos se usaban para perpetuar a la familia. Ella había sido elegida por su propio padre para perpetuar sus genes y la había embarazado con los dos hijos que tenía ahora. Para ella era un gran privilegio haber sido elegida para ser la esposa de su padre, pues aparte del estatus de señora de la casa, era heredera de todo lo que su padre tenía.

Su padre murió poco después de que nacieran sus hijos, pero ahí empezaban sus desgracias, pues ella deseaba más que nada en el mundo embarazarse de ellos para así perpetuar su familia incestuosa. Sin embargo ambos eran estériles, ya lo habían intentado todo, y nada había resultado. Era obvio que para ella eso era desastroso, en todo el tiempo que habíamos estado ahí, ella había estado jovial y efusiva, ahora estaba seria y al borde de las lágrimas. Nos decía que su cuerpo estaba ya muy viejo y que jamás lograría preñarse de sus hijos. Pero a cambio nos regalaría a nosotros, a mi madre y a mí el don que a ella le había sido negado. Tan fácil como eso, dijo. En cuanto Lulú salga preñada ustedes se irán libres de aquí.

Entonces cambió su carácter de nuevo, se puso contenta y nos dijo que pusiéramos manos a la obra. Se levantó y nos dejó solos. Mi madre y yo nos quedamos viendo mutuamente, la idea no terminaba de encajar en nuestras mentes, era algo extraño que nos pidieran eso, pero ¿teníamos otra opción? Sin pensarlo yo tomé de la mano a mi madre y la acerqué a mi cuerpo desnudo. El relato de Penny me puso nuevamente cachondo y volví a poseer a mi madre, una y otra vez.

Pasaron varios días, semanas, y nuestra relación mejoro bastante. Penny nos daba cada vez más privilegios, como una televisión y un reproductor de DVD y una gran colección de películas pornográficas, principalmente de incesto. Nuestra ropa no regresó, pero sí bastante lencería para mi mamá. Penny ponía todo de su parte para crear el ambiente ideal. Al final nos cambiaron a una habitación más grande y con más muebles, pero igual cerrada bajo llave.

No pasaba un día sin que me viniera dentro de mi mamá, por lo menos dos veces, una en la mañana y otra en la noche. Mi record fue de 8 veces en un solo día, aunque la verga me quedó adolorida. Al cabo de casi tres semanas en cautiverio mi madre me dijo que ya hacía unos días le debía de haber bajado la regla. Yo estaba feliz de escuchar eso y Penny lo estuvo aún más, de inmediato mandó traer una prueba de embarazo y se la dio a mi mamá.

No cabía duda, mi madre estaba preñada de mí, de su propio hijo. Mi madre se abalanzó a mis brazos y me besó con pasión mientras le escurrían lágrimas de los ojos. Yo no cabía de felicidad, y no tenía palabras para describir como me sentía. Penny también estaba ahí al lado de nosotros feliz de que nosotros tuviéramos ese regalo que a ella se le había negado.

Pasamos la noche haciendo el amor, mi mamá me pidió por primera vez que se la metiera por el ano, ahora que ya no era necesario que me viniera en su coño. Casi no dormimos esa noche haciendo el amor de mil formas distintas. Por fin pude venirme en su boca y en sus tetas.

Al amanecer descubrimos con asombro que la puerta de la habitación estaba abierta. Me asomé yo primero y llamé a Penny, no obtuve respuesta. Subimos las escaleras y vimos que estaba todo desierto, solo había un plato de comida en la mesa, nuestra ropa, las llaves del auto y una hoja de papel con algo escrito. Era de Penny y decía.

“Mis adorados hijos, les doy mi más sincera bendición, gocen de este don maravilloso que es el amor de madre e hijo, este amor llevado al plano erótico es el más bello que puede haber. Cuiden a su bebé y ámenlo mucho. Les dejo comida, su ropa y el auto arreglado y con el tanque lleno.

Los aman: Penny y sus muchachos”

Mi madre y yo sonreímos al mismo tiempo, entonces antes que nada, tomé a mi madre de la cintura y la cargué sobre la mesa, le hice el amor una última vez sobre la mesa donde la hice mía por primera vez. Al venirme dentro de ella le dije que era una pena que Penny no estuviera, que me había quedado con las ganas de cogérmela a ella también. Mi madre soltó una carcajada y me dijo que era un puerco. Desayunamos, nos vestimos y nos fuimos de la cabaña con recuerdos mezclados. Pero satisfechos.

Nos costó mucho explicar nuestra desaparición, al final inventamos que conocimos a unas personas en el camino y que nos invitaron a pasar una temporada con ellos y como no había teléfonos no podíamos avisarle a nadie. En cierto modo fue eso lo que paso en realidad omitiendo algunos detalles. A mi mamá le costó aún más explicar de dónde había salido el bebé que esperaba. No le quedó más que admitir que había tenido una aventura en las vacaciones y que lamentablemente el padre estaba ilocalizable. Esa era mitad verdad y mitad mentira.

Ahora mi madre y yo nos mudamos lejos de todos los que nos conocían, cambiamos de vida y aunque seguimos siendo madre e hijo ante el mundo, en privado somos los amantes más ardientes sobre la tierra y los padres más orgullosos y felices. Nuestra bebé nació sin complicaciones, hasta ahora no nos decidimos a hacerle un hermanito, pero eso el tiempo lo dirá. No puedo esperar a que mi nenita crezca un poco más para llevar a la pequeña “Penny” a conocer la cabaña donde la concebimos y contarle la historia de cómo fue creada con el amor de una madre y su hijo.

Diario

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Día 1

Las bombas suenan a pesar de que esté a cientos de kilómetros de cualquier objetivo, al fin lo han conseguido, los gobiernos en una estúpida discusión de quien es el más macho, zas, construí este refugio nuclear por que ya me olía que no les interesaba la paz y hice bien.

Quise compartir el refugio con mis vecinos, pero ellos confiaban en los refugios gubernamentales, lástima.

Día 400

Los DVDs que he metido en el refugio y las tareas que me he auto impuesto me permiten estar cuerdo, de momento, la soledad es…

Horrible.

Día 720

Este refugio me parece lúgubre, a veces tengo la sensación de que oigo fantasmas.

La rutina ya apenas me distrae.

Día 1020.

No pude evitarlo, tenia que salir de ese refugio, lo preparé para estar 50 años, ¿Quién pensaría que lo abandonaría antes por miedo a enloquecer.

Me dirigí al refugio gubernamental.

El paisaje estaba lleno de nieve, como una macabra postal navideña

Con mi traje protector y mi contador geiger me dirigía a una ciudad en ruinas, llena de esqueletos humeantes y cucarachas, llegué al refugio gubernamental.

Curiosamente estaba abierto, parece que reventó desde dentro.

Al explorar, vi miles de cadáveres, me sorprendían el numero de personas, calculaba unas 100.000 en un refugio pensado para 20.000 personas.

Visualice las cintas de seguridad, al parecer vivían todos hacinados, la comida y el agua se acababa rápidamente y hubo una guerra dentro del refugio.

Que ironía, una guerra dentro de una guerra.

Cogí algunas armas del lugar y munición, si los supervivientes son como esos, mejor prepararme.

Día 1530

He estado haciendo viajes al refugio, recogiendo suministros y lo que queda de los alimentos y el agua, también me llevé una radio, una radio que me absorbe mucho tiempo, porque me paso 12 horas al Día intentando contactar con alguien.

Día 2300

Veo que la vida vuelve en forma de plantas, igual que Pripyat, la ciudad ha quedado colonizada por las plantas que ante la falta de mantenimiento, hay hongos, hay musgo, debido a que la nieve se ha derretido y la gran parte de la radiación se ha dispersado.

Vi también algunos animales salvajes, perros, lobos, jabalíes.

Al parecer las teorías eran erróneas de que seria el fin de la vida, pero tampoco el lugar es seguro.

Deseo destrozar la radio pero… no puedo dejar de intentar contactar.

¿y si soy el ultimo humano?

Ese pensamiento me hace llorar.

Día 2850.

Desde hace un mes siento que me observan, no un animal que intente comerme, sino una persona humana, alguien humano.

Pensaba que estaba volviéndome loco pero… ¿y si es cierto? Seria capaz de gritar de alegría pero… ¿y si es hostil?

Día 2883.

Hoy mi corazón se me subió a la garganta, vi una huella, una huella fina de pie humano.

Al volver al refugio canté preparaba el refugio para una bienvenida, desempolvé las habitaciones que no usaba (diseñé el refugio para 25 personas).

Pero me detuve, pensaba que estaba loco ¿Quién era ese? ¿era peligroso? ¿un mutante? ¿un miembro de una banda de asesinos post-apocalipticos.

Sea como sea, salí siempre buscando ese superviviente, cantando, Dios, ¿Por qué no morí por las bombas? Es oficial, me he vuelto loco

Día 2920.

No encontré más rastros de supervivientes, Día y noche me invade una horrible depresión, salgo del refugio más tiempo del que debería, muchas veces dejo el refugio abierto, de vez en cuando entra algún animal al que abato.

Fantaseo con la muerte, con mi muerte, no se si existe el otro mundo, pero el olvido es mejor que la soledad y si hay otro mundo, salgo ganando.

Día 2922

Hoy es el Día, el Día en que el ultimo humano decide quitarse la vida ¿Cuántos Días llevo solo? Si no fuera por el Diario hace mucho que dejaría de contar, ocho años, ocho años sin ver vida, al entrar en el refugio, las imágenes de una película me traen tristeza, iba a apagarla cuando…

Recordé que hace un año que no toqué ese maldito DVD.

Apagué la película y amartillé el arma, había alguien aquí ¿o puse yo la peli, no… se me iba la cabeza, pero no tanto, había alguien, ¿o me lo he imaginado.

Mientras registraba el refugio, empecé a cantar, la misma canción que cantaba para buscar supervivientes.

El comedor, latas de comida tiradas y totalmente limpias, pero claramente abiertas por manos humanas, habían tres sillas fuera de lugar.

Eran tres, tres supervivientes.

Mi rifle empezó a temblar ¿Qué pasaría? ¿seria hostil? ¿y si lo fuera? ¿me atrevería a dispararle? Empecé a oír sollozos en uno de los dormitorios, abrí la puerta y apunté con el arma.

Eran dos chicas, vestidas con harapos, dos chicas idénticas que se abrazaban y me suplicaban que no les hiciera daño.

Yo me puse a reír, esto era mi imaginación, ellas no existían, ellas no están ahí, ellas no….

Día 2923.

Me desperté, alguien me golpeaba por detrás, lo primero que vi fue el cañón de una escopeta.

Estaba en la cama, atado de pies y manos y vi tres figuras.

Una mujer de 43 años de melena pelirroja, se acababa de duchar, en mi ducha por cierto, podía oler su piel, tenia unos brillantes ojos verdes, su cara suave, con una nariz chata, tenia una barbilla fina.

Estaba desnuda, abandonó deprisa y corriendo la ducha al oír que me despertaba sin importar mostrar su cuerpo lleno de cicatrices, su busto era generoso, con aureolas rosadas y pezones medianos tirando a pequeños, tenia bastante vello en su concha y sus caderas estaban muy marcadas, sus piernas eran poderosas de tanto andar.

-¡mamá! ¡tiene algo en el pantalón! – decía una de las gemelas a las que le pondría entre 13 y 15 años y se referían a la erección de mis pantalones.

Dios, hacia tanto que no veía a una mujer.

Y ella parecía tener el mismo problema, miraba obsesivamente mi erección, pero apartó la vista y me miró a los ojos.

-¿Quién eres? – me preguntó.

Me presenté, ella se llamaba Marcela y sus hijas eran Inés y Laura, ella me contó que se quedaron fuera del refugio gubernamental debido por que no les admitieron.

Pregunté si había alguien más con ellas.

Me respondieron que era yo la primera persona que vieron en años, todo comenzó con que tenia una radio para comunicarse con sus hijas durante sus incursiones en busca de comida, pero que de repente alguien entró en su frecuencia, indicando su posición.

Me contó que aulló de alegría, un refugio para sus hijas.

Me observaban, tenia miedo de que era un loco que las violara a ella y sus hijas, me pusieron nombre durante la vigilancia (canción fuera de tono, lo se, nunca canté bien)

Marcela me dijo que ellas entraban en mi refugio aprovechando mis salidas, la primera vez que aprovecharon de dejé el refugio abierto fue por un motivo muy claro, no habían comido en una semana y no podían beber más agua radiactiva, estaban tan débiles que les costó entrar, pero cuando vieron mi despensa y mis reservas de agua fue la anarquía, bebiéndose botellas enteras de agua, las niñas golpeando latas con martillos para acceder al nutritivo interior (hasta que Marcela les enseñó a abrirlas), pero luego se iban limpiando todo rastro y llevándose cosas, hoy se habían entretenido con la película, pero era tan larga que no calcularon el tiempo y no pudieron limpiar sus rastros ni escapar.

-Niñas, id a comer en la cocina – dijo Marcela.

-Pero mamá…

-¡Id!

Las chicas obedecieron y Marcela cerró la puerta, en ese momento sacó un cuchillo y se acercó a mí.

Yo le supliqué que en este refugio había espacio y comida para todos, pero ella me rasgó el pantalón liberando mi verga.

Se quedó mirándola largo tiempo, su respiración sobre mi miembro me excitaba de sobremanera, durante largos minutos me respiró sobre mi miembro antes de engullirlo de golpe.

Arqueé mi cuerpo, hacia mucho que no sentía ese placer, hacia mucho que no sentía la lengua de una mujer acariciando mi glande.

Tuve una corrida de campeonato, llenando le la boca, ella saboreó la leche antes de tragársela.

-cielos, no había echo esto desde que… mi marido me dejó para irse al refugio.

-¿el que hay cerca de aquí? – pregunté

Ella respondió afirmativamente.

Le expliqué como encontré el refugio gubernamental.

Ella sonrió maliciosamente, no le sentó bien que la dejara tirada para salvar el culo.

Se me acercó al oído, apoyando sus pechos en mi torso y me susurró que me soltaría, pero si intentaba algo, me cortaría la garganta.

Me soltó y la abracé, la abracé con fuerza mientras besaba aquella criatura celestial que sobrevivió al infierno nuclear, esos labios despertaron mi verga deseosa de carne de mujer.

Ella me lamia los pezones, cielos, que lengua más hábil tenia hubo momentos que casi me faltaba el aliento, acariciaba y mordía esos maravillosos pechos.

Ella gemía de gusto, era su debilidad, seguí atacando sus pechos hasta que arqueó su espalda, su concha chorreaba de néctar que succioné aprovechando la debilidad de Marcela, la cual se agarraba a la cama y se mordía los labios.

De nuevo ella arqueó su espalda y yo bebí sus fluidos con placer, vi a Marcela, toda sudada, jadeando y esa mirada de extasiada.

Tenia que penetrarla.

Cogí de un cajón un preservativo, espero que la fecha de caducidad no haya pasado, pero Marcela me lo quitó y me dijo que ya ha estado mucho tiempo sola.

Quería que la hiciera madre.

Mi polla estaba fuera de si, separé sus piernas mientras ella agarraba mi falo y lo dirigía a su concha.

Olvidé lo cálido y suave que era el interior de las chicas, ella estaba tan mojada que no hubo problemas.

Tenia la sensación de que me observaban, vi que eran las hijas de Marcela que se turnaban para ver que le hacia a su madre.

Pero ver botar los pechos se Marcela me ponía burro, me movía más y más rápido hasta que acabé dentro de ella.

Me quedé dentro de ella un rato, ambos jadeamos de cansancio.

Ella quería irse con sus hijas, pero yo la agarré de la mano y le pregunté si quería ducharse conmigo.

Ella me sonrió con su cara de extasiada.

Cuando cayó el agua, ella jadeó de placer, me confesó que no podía creer que pudiera ducharse con agua caliente otra vez.

Mi erección apuntó a su concha, ella se dio cuenta y acarició mi verga con sus labios vaginales.

Mierda, eso me ponía burraco, acaricié sus pechos con mis manos y ella me empezó a lamer los pezones.

Demasiado caliente para pensar, la puse cara a la pared y la penetre por atrás con fuerza y pasión, ese calor, esa suavidad olvidadas hace años han despertado la bestia que apenas se satisfacía con las pajas, ahora en vez de mi verga, agarraba las caderas y los pechos de una mujer, no un sueño ni una fantasía, una mujer de verdad, a veces me frenaba por miedo a romperla, pero ella me dio una palmada en la nalga con el grito de más fuerte y eso me animó a darle duro a su matriz.

Una matriz que llené con chorros de semen mientras la abrazaba extasiado, ambos caímos al suelo de la ducha, ella quería irse, pero yo me abrazaba fuerte, ella me dijo que teníamos que ir con nuestras hijas.

No recuerdo que un cura nos casase, pero no le di importancia.

Fuimos a la mesa, las niñas notaban como sonreíamos, me fijé que Marcela las educaba en la mesa (las niñas comían vorazmente las manzanas de mi huerto subterráneo y las latas deshidratadas) cuando les dijo Marcela que la cigüeña les traería un hermanito, ellas dijeron que ya saben de donde vienen los niños.

Ambos nos sonrojamos.

Día 2928

Salimos y les dijimos a las niñas que cerrasen el refugio a cal y canto y nunca, pero que nunca abran a un desconocido si no viene con su madre y yo.

Marcela insistía en ir al refugio gubernamental, tras mucho insistir, la acompañé (¿Qué querían? ¿Qué me hiciera una huelga de piernas cerradas?)

Ya había saqueado todo lo que pude del refugio ¿Qué buscaba Marcela? Ella miraba todos los cadáveres hasta que encontró uno, no parecía distinto a los demás, pero Marcela apretaba los puños y pateó el cadáver desperdigando los huesos, luego agarró la calavera y le dijo.

-hola cariño ¿te acuerdas de mi? ¿tu esposa? La que abandonaste con sus hijas para meterte en este refugio para salvar tu puto pellejo? Que patético, creías que yo y mis hijas moriríamos en una agonía, he de admitir que lo pasamos mal, pero yo y mis hijas estamos vivas y tú solo sirves como cenicero o para echarlo al perro como palito al que traer.

Me hizo señas para que viniera y luego le dijo.

-¿creías que no podría vivir sin tu polla? Pues he encontrado otra mejor, no veas como me taladró el coño, como me llenó de leche ¿no me crees? Espera.

Marcela colocó la calavera mirando la cama y Marcela empezó a desnudarse, me insistió en que la cogiera.

Ante mi sorpresa, ella me bajó los pantalones y empezó a succionar mi verga, antes lo hacia con pasión, pero ahora su felación era arte puro, sabia cuando darme caña y cuando relajarse, tenia la tentación de agarrar su cabeza y marcar el ritmo, pero ella me miró con autoridad para que no lo hiciera.

Cuando terminó de mamármela estaba deseando penetrarla, pero ella le dijo a la calavera.

-mira como tu esposa es follada por un hombre de verdad.

Marcela se puso a cuatro patas y acarició con sus nalgas mi verga hambrienta, no dudé en penetrarla con fuerza y violencia, su calor, su suavidad y como sus músculos vaginales abrazaban mi carne me ponían a tope, oía mis caderas golpear violentamente sus nalgas.

-AH, SI, MALDITO CABRON, DAME DURO, DAME DURO, ENSEÑALE A ESE SACO DE HUESOS COMO TRABAJA LA CARNE DE TU POLLA, COMO ME USAS CADA NOCHE, COMO ME PREÑAS CON TU LECHE Y ME AGARRAS PARA DARME MÁS Y MÁS, ENSEÑA A ESE PICHICORTO LO QUE ES UN MACHO DE VERDAD, ENSEÑALE QUE SOY TU HEMBRA DESEOSA DE TU CARNE Y TU LECHE, ¡TOMAMEEEEEEEE!

Esas palabras me ponían y bombeé con rabia agarrándola de las caderas, de vez en cuando le daba una palmada en sus nalgas, cuando estaba a punto de correrme, me agarré a sus pechos, sintiendo esa dulce suavidad.

Sentí que toda mi fuerza se me iba tras esa corrida, llené su interior y me quedé dentro de ella, quería descansar, pero ella me invitó a probar un agujero que su marido no tocó.

Su culito.

Mi falo volvió a levantarse, ella se apoyó en la pared, frente al cráneo de su marido.

Me puse detrás de ella y agarré sus pechos, Marcela volvió a hablar con su marido.

-¿te gustan mis pechos? Si, debes haberte hecho muchas pajas pensando en ellos, miralos, miralos agarrados por mi macho, mira como me los toca, a ver si aprendes algo y mmmmm, mierda, si, lo has adivinado, me suplicaste muchas veces que me sodomizaras, mira ahora lo que me mmmmm hace mi macho, mierda, es grande lo que me mete, el doble de grande de lo que tu tenias, seguro que no podre sentarme en meses, pero mmmm que gusto me esta dando este hijo de puta, no pares macho mio, tratame como la puta que soy, rómpeme, rómpeme de gusto ooohhhhh.

Ambos llegamos al orgasmo a la vez, cielos, caí agotado, pero Marcela cogió la calavera y la puso en el suelo, echó el semen que goteaba por su culo y su concha mientras le decía.

-toma, un recuerdo, para que recuerdes que eres el mayor cornudo del infierno.

Acto seguido, le dio una patada a la calavera que quedó hecha pedazos.

Se puso su ropa y me miró sonriente.

-Vayámonos, no tengo nada que me retenga aquí.

Día 3000

Disfruto con mi familia, mi mujer, mis hijas y el que va a venir, si, Marcela está embarazada, solo espero que la radiactividad no le provoque mutaciones, las niñas están felices, el sexo con mi esposa es intenso, sobretodo porque uno de mis soldados le ha alcanzado el ovulo.

Día 3200

¡Álvaro ha nacido! ¡es un niño! Marcela tuvo un parto difícil pero satisfactorio y el niño está sano y sin signos de mutación, las niñas se pelean por tener a su nuevo hermanito en brazos, pero por ahora, los únicos brazos en los que está es en su madre.

Marcela dedica mucho tiempo a Alvaro, tanto que apenas tenemos sexo.

Día 3250

Un grupo de supervivientes a llegado a nuestra zona y se ha instalado en el refugio gubernamental, decidimos observarlos, son cinco familias, 3 padres 5 madres 5 hijos y 3 hijas

No parecen hostiles, no están armados, pero no conviene fiarse.

Día 3280

¡nos dimos un susto! Al volver de nuestra vigilancia nos encontramos a las hijas de Marcela con dos chicos del grupo que observamos, casi les vuelo la cabeza si las niñas no me lo hubieran impedido.

Por la tarde vinieron los supervivientes para hablar, tienen buenas ideas sobre cultivar, uno de ellos es medico y otro es un experto en descontaminar tierra.

No me gusta que las chicas pasen tanto tiempo con los chicos, esos tienen 11, 14, 15, 17 y 20 años, las chicas se fijaron en los mayores.

La idea de que las están cogiendo me saca de quicio y lo peor, han desaparecido condones de mi mesa.

Día 3300

Esto parece una pequeña aldea, pero hubo un acontecimiento que me ha sorprendido, el chico de 17 años me ha pedido la mano de Laura (seguro que el hijo de …. La ha preñado y quiere formalizar su relación y responsabilizarse).

Me miraba aterrado, si supiera lo que pienso de el…

Día 3700

Nuestra primera cosecha fue un éxito, nuestros esfuerzos dieron sus frutos y… si, Laura estaba preñada y dio a luz una niña y está embarazada de 7 meses, Ines dio a luz un niño, pero no quiere decirme de quien.

Pero

Tengo motivos para ser optimista en el futuro.

Este es mi ultimo apunte en el Diario.

Querido lector, acabas de leer el segundo relato correspondiente al XXI Ejercicio de Autores. Te pedimos que dediques un minuto a puntuar este relato entre 0 y 10 en un comentario al mismo, lo tendremos en cuenta para decidir qué relato de los presentados al Ejercicio es el mejor de todos ellos. Gracias.

La tía Carmen. ¿Su primera vez?

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Un viaje a ciudad capital para un congreso y el hecho de querer economizar el gasto del alojamiento fue lo que me permitió compartir una de las mejores experiencias sexuales con una mujer mayor.

Una vez llegado a la ciudad y luego de la acreditación me dirigí a la casa de Carmen, una de las tías de mi señora; quién es conocida como la clásica tia solterona que hay en toda familia: una mujer de unos 50 años, devota de cuanto santo haya, fiel feligresa de la parroquia del barrio y sin hombres conocidos en los últimos 25 años. Más preocupada por el bienestar de los otros que por si misma, llegando a veces a ser un poco “rompe huevos” (como decimos por acá)

Carmen físicamente la puedo describir como una mujer de pelo blanco (por las canas sin teñir ), pero arreglado; quien se mantiene físicamente delgada aunque no hace dieta ni ejercicios, tiene los pechos pequeños, el trasero flaco y apenas una pancita (supongo que propia de la edad y el descuido). Inés no tuvo hijos y solo se le conoció un novio en su juventud, quien por motivos que no he indagado la dejó plantada poco antes de su compromiso.

De su imagen personal, puedo describirla como una mujer vestida para su edad, que solo se arregla para ir a misa todos los domingos. Algo que me ha llamado la atención han sido sus piernas y como las luce en pollera y tacos (envidiables para mas de alguna jovencita).

Una vez en su departamento y luego de los cordiales saludos y ya sabiendo cual sería mi habitación me dirigí al baño para ducharme y prepararme para descansar. Al ingresar reparé en la cesta de la ropa para lavar y no puede con mi genio y le eché una ojeada a su ropa interior: típica bombacha de algodón con un buen olor a hembra.

Compartimos la cena, con charla de actualización familiar, luego la ayude con el aseo de a vajilla. Carmen ya se encontraba en camisón con una salida de baño liviana que le marcaba bastante bien su figura.

Mientras charlábamos, tomando una copa de vino, tuve que controlar mi actitud para no dejar en evidencia las miradas que hacía a sus pálidas piernas…delgadas pero muy bien formadas para su edad…con algunas pecas y unas pequeñas arañitas. Recién bañada, tenía el pelo húmedo y de sus tez blanca sobresalían sus ojos azul-marrones.

Una vez en mi habitación, me predispuse a lo que sería una noche de sueño en preparación para la siguiente jornada. Pero no podía sacar de mi cabeza la idea de cogerme a esta vieja solterona…si bien no era una mujer atractiva (aunque tampoco era un batracio) no dejaba de pensar en cogerla hasta hacerla reventar. Finalmente me calenté tanto que pensé a hacerme una paja para poder dormir, pero para ello iba a levantarme hasta el baño para tomar alguna prenda interior que haya usado hasta antes de su baño y con su olor dedicarle una buena puñeta.

Salí de mi pieza y mientras me dirigía al toilette escuche ruidos en su habitación. Ya cuando había subido la primera y luego de una rápida ojeada me había percatado que la mirilla de la puerta deba justo de frente a su cama y al lado donde probablemente se cambie; sí que era solo cuestión de no hacer ruido e inclinarse un poco para mirar.

Lo que observaba me dejó perplejo…la mismísima Carmen (purísima y bendita) se estaba tocando por debajo de sus sábanas…así que sin pensarlo aproveché para colarme en la habitación en puntitas de pie y me paré a los pies de la cama observando cómo se tocaba y reprimía sus gemidos en la almohada. En un ataque de lujuria (bastante extraño para una persona seria y recatada) levante la sábana y ella me miró horrorizada, sin darle mucho tiempo para pensar me abalancé hacia su entrepierna, la cual intentó cerrar, y antes de que se diera cuenta ya estaba besando su clítoris. Ella intento poner resistencia diciendo que no era correcto… que esto estaba mal… que….. Solo bastaron unos cuantos lengüetazos en su ya caliente concha para que se dejara hacer sin poner mayor resistencia que la que salía de sus labios diciendo nooo…por favor….basta….no. Supongo que al principio los gemidos que salían de su boca debieron ser de llanto pero luego se fueron convirtiendo en goce

Su entrepierna se encontraba poblada por una fina mata blanca sin cuidar (obviamente no esperaba que nadie visite en esa zona), sus labios era delicados, con un suave sabor y aroma a jabón, el sabor de sus fluidos era increíblemente delicioso. La verdad que yo estaba gozando como nunca de esta situación (con la tía solterona de mi señora, algo impensado en cualquier momento). Cuando noté la humedad de su orificio vaginal, comencé a jugar con la yema de mis dedos en la entrada, de lo que a mí me pareció una conchita sumamente estrecha. Ella solo arqueaba sus caderas como pidiendo…rogando que continuase aunque de sus labios emitía un débil nooo…no puedo mas….por favor……ahhhhh….mmmm….mmmnoomm.

Sin más preámbulos me incorporé, me baje el bóxer y le apoyé la punta de mi verga en la entrada su vagina. En ese instante abrió sus ojos mirándome con cara de horror, y tal vez sabiendo que no habría vuelta atrás (diga lo que diga) intentó pedir que no la penetre…que no era correcto …pero al sentir el contacto de la verga con los labios externos… solo dejó caer su cabeza balbuceando suave…que era su ¿primera vez???

Nooo! No lo podía creer

50 años y virgen!!

Hoy lo pienso y me pregunto muchísimas cosas con respecto a su vida y muchas de sus actitudes moralistas…pero en ese momento…con la calentura que tenía solo podía pensar en meter mi nabo (normal creo yo) que estaba que reventaba.

Al acomodar la cabeza en la entrada me pareció sumamente estrecha… pero era tanta la calentura que solo pensaba en que entre para disfrutar desea mujer

Carmen cerraba los ojos y hacía gestos naturales de dolor, pero se notaba en ella su calentura, al punto de abrir sus piernas para facilitar la penetración.

No puedo describir la sensación de estar dentro de esa mujer…a pesar de sus 50 años… se veía como una quinceañera recibiendo su primer falo….era su primer falo!!!. Lo estrecha de su concha hacía que no quisiera salir jamás… sus manos se aferraron a mi pecho intentando regular la penetración, pero ya mi cabeza había ingresado la mitad de mi cuerpo viril estaba recorriendo la humedad de su sexo.

Sus ojos cerrados … sus piernas abiertas…su boca abierta, con los labios intentando ahogar un grito de iniciación… su sexo ardiente y apretado mientras avanzaba dilatando todo a su paso.

Era increíble verla así… la cama con sus camisón arremangado hasta arriba de la cintura… sus pernas abiertas…todavía con las medias puestas…su rostro arrugado en un esfuerzo por mantener sus ojos y boca cerrada…ahogando sus gemidos de placer.

Yo metía profundamente mi verga y la sacaba lentamente hasta sentir que su concha ajustaba mi glande impidiéndome salir (en ese punto sus rostro evidenciaba una mueca de dolor).

Yo continuaba mi mete y saca provocando en mí una desconocida (hasta ese momento) sensación de violenta lujuria contenida. Solo quería reventarla a pijazos pero trataba de mantener cierto control de mis más primitivos impulsos.

La habitación se llenó de sonidos sinsentidos:

mmmm….nooo…mmmm….siii…ahí….mmmmm…suave….suaveeee…siiiiiiii…mmmm….

En un momento mi rostro quedó a la altura del suyo, rozando nuestras narices…comencé a pasar mi lengua por la comisura de sus labios hasta que abriendo su boca fundimos nuestra lenguas y fluidos (también ahí se notaba su falta de experiencia).

Nuevamente me acomodé e irguiéndome tome sus piernas, las abrí un poco más y las levante para profundizar la penetración…ya no me quedaba mucho mas.…solo quería inundar esa concha vieja con mi semen…su nuestros gemidos se hicieron mas fuertes hasta casi llegar a un grito cuando juntos llegamos a un orgasmo que me hizo clavar en lo mas profundo de su ser mi falo caliente, mientras ella con los ojos sumamente abiertos y llorosos me miraba sin terminar de dar crédito a la oleada de sensaciones que se habían disparado en su veterano cuerpo.

Luego de unos minutos…pasados los espasmos…lentamente baje sus piernas y me dispuse a salir de su interior, pero nuevamente la estreches de su entrada freno momentáneamente la salida de mi glande; el cual al salir completamente dejo a la vista los restos de nuestros fluidos teñidos por una fina mescla carmesí.

Gire a su alrededor, me levanté…tomé mi bóxer y me retire de la habitación dejando atrás el comienzo de unos suaves sollozos.

continuará

Sesión fotográfica

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Que las cosas no siempre terminan como piensas es algo muy corriente. Los imprevistos, condicionantes y desarrollos nos llevan a uno y otro fin, siempre definido y siempre único. Con cuatro decenas a mis espaldas esto es algo harto sabido por mí, lo que no quita que, cuando sucede, esté curado de sorpresas. Algo así me pasó en un fin de semana que, a priori, iba a ser rutinario y aburrido.

El jueves, al llegar a casa, con lo primero que me encontré es con que mi mujer se llevaría a mi hijo ese fin de semana. Yo ya había avisado que había muchas posibilidades que me tocase trabajar. Soy informático y este fin de semana iba a haber una implantación en las máquinas del banco donde trabajo (aunque no pertenezco a él) de una aplicación que está muy ligada a la mía y, por si hubiera incidencias, debía estar “de guardia”. Esto equivalía a portátil y disponibilidad de móvil y horaria 24 horas. Al parecer, el plan no había sido del agrado de mi mujer y había planeado con una amiga separada suya una escapada con los niños a la casa que esta amiga tenía en (no sé exactamente en qué pueblo) tras heredarla a la muerte de sus padres. No la tocaba estar con el crío este fin de semana pero me lo planteó de tal forma que “casi” parecía que me estaba haciendo un favor ya que, supuestamente, no podría prestarle la atención debida. Por estos comentarios imaginaréis que estamos divorciados.

Bueno. Por un lado me iba a aburrir como una ostra. No soy de ver televisión ni de hacer ejercicio encerrado en casa y, del último libro sin leer que me quedaba, apenas tenía pendientes una treintena de páginas. Entre mis aficiones, la que más practico y más me gusta es agarrar mi cámara de fotos y salirme a perderme por la naturaleza. Dame mi cámara y un bosque, una campiña, un prado,… y disfruto como un enano. Pero, ¡claro! Descartado por completo. Como mucho podría dedicarme a hacer una limpieza profunda a la cámara y sus complementos (que no necesitaba puesto que ya soy, de por sí, muy maniático con ello).

* * *

El sábado por la mañana me levanté temprano (pero sin madrugar). Ya que sería un día tedioso decidí empezarlo con buen pie. Me preparé un buen desayuno como perfecto inicio de día: zumo de naranja natural, dos tostadas con aceite y tomate, un café recién hecho y una loncha de jamón de york a la plancha. Al terminar el desayuno fue cuando todo cambió…

En un correo me advertían que, debido a problemas de última hora, la nueva implantación había sido pospuesta hasta solucionarse. De esta forma tan inesperada me liberé de todo compromiso laboral. Como no era muy tarde, llamé al móvil de Ainhoa (mi ex-mujer) para decírselo.

Nueva sorpresa… En la locución del contestador dice que el número está apagado o fuera de cobertura por lo que no está disponible. Cuando al rato, vuelvo a intentar localizarla sin éxito, me hago la siguiente pregunta: ¿Y ahora qué hago? No voy a coger el coche para hacer casi 300km, recoger al niño y repetir el trayecto para, prácticamente, estar juntos sólo el domingo… Eso contando con que pudiera hablar con ella o la encontrase. No, no era plan. Iba a ser un fin de semana muy, muy, muy aburrido como no decidiera hacer algo.

Después de intentar ver la televisión (que apago ante la avalancha de programas que merecen la pena, ¡¡pffff!!) me decido a coger la cámara y hacer una escapada a la sierra de Madrid. Al fin y al cabo, hay que aprovechar que ya no hace el calor agobiante del verano y septiembre va dejando paso a un agradable ambiente, previo a los rigores del invierno del interior de España.

Según salgo por la puerta de casa con mi mochila cargada de comida, bebida y algo de ropa (por si me da por alargar el día y quedarme de noche mejor llevar algo de ropa para no coger frío) me fui a encontrar con una conocida de la urbanización, Cristina.

– Hola Cristina. ¿Qué tal el verano? ¿Dónde has estado?

– ¿Qué tal? Pues nada. Muy bien. Bien cuando se está de vacaciones. Hice una escapadita a Ibiza diez días y luego fui a ver a mis padres al piso que habían alquilado en Alfar del Pi, en Alicante. O sea, plan familiar… ¿Y tú?

– ¡Ah, nada! Me tocó currar en el típico encargo del Banco de España cuando se aburre y les manda “legales” de última hora a los bancos. Total, que sólo me pude ir una semana con Ainhoa y el niño a Alcossebre, en Castellón.

– ¡Vaya, que fastidio!

– Ya te digo. Lo único bueno es que, con todas las horas que me ha tocado echar, al final les he sacado tres días libres. Es mucho menos de lo que he currado pero, tal como está el patio, encima hay que darse con una piedra en los dientes. O sea que realmente, aún tengo 20 días laborables de vacaciones que me tomaré a partir del puente de Diciembre y hasta que dure.

– Pues mira. Por lo menos las tienes y no las pierdes…

– Eso si no me echan antes, que con la puta crisis sólo están a salvo los políticos en sus trabajos.

– Jajajajaja. Bueno, hablando de echar. ¿Te han echado de casa o qué? ¿A dónde vas tan equipado?

– Pues, para variar, me tocaba currar y Ainhoa quedó con una amiga suya y se fueron de weekend con la niña de la amiga y Rubén. Pero me han avisado que, al final, no se hace nada y, como no he podido hablar con ella, me iba a subir a la sierra a caminar por ahí y hacer unas fotos.

– ¿Tú solo?

– Pues sí. Me cargué la mochila con algo para picar, un jersey por si refresca y la cámara y el móvil con los cascos para oír música.

– ¿Tienes sitio para uno más? Si no te importa, hoy no iba a hacer nada y no me desagrada la idea de hacer un poquito de senderismo por la sierra.

– Por mí… Si te apetece venir, vente. Siempre será más ameno si se va hablando con alguien.

– Vale. –me respondió con una sonrisa en la cara– Cojo un par de cosas y en diez minutos estoy lista.

– OK. Me acerco entonces al súper a pillar algo más de bebida y comida mientras bajas.

Dio media vuelta y marchó meneando su cuerpecito hacía su portal. Cristina es una mujer algo más joven que yo (dos menos, concretamente). Con sus 39 primaveras es una mujer que llama la atención. No es que sea una belleza (como se suele leer en otros sitios) pero, con su cuerpo esbelto y bien definido y aún durito a pesar de la edad, con todo en su justa medida y, sobre todo, una simpatía arrolladora es el tipo de mujer que llama la atención a todo hombre que tenga un mínimo de testosterona. Quizá, lo “peor” de ella sea su cara que “sólo” es normal. Si fuera guapa no me cabe la menor duda que la estaríamos viendo encima de las pasarelas.

Cuando mi niño era pequeño coincidíamos mucho en el parque. Ella bajaba con el perro de sus padres al que paseaba por las tardes. Al parecer, su madre trabaja de tarde-noche y su padre no llegaba hasta las ocho de la tarde por lo que era ella la que le recogía para que el pobre animal no estuviese sólo todo el día. Estaba con ella hasta que se la llevaba su padre. Eso era hace 8 años. Ahora ya no nos vemos tanto puesto que el perrillo campa ahora por otros mundos más etéreos y sólo nos vemos como ahora, un ratito en el barrio. A pesar de eso no me extrañó la petición de acompañarme porque hicimos muy buenas migas en esa época y tampoco ha pasado nada para que perdamos o modifiquemos el trato.

* * *

Tras nutrirme de un par de botellas de agua, pan y un poco de embutido extra en el súper del barrio me encaminé a su portal. Allí estaba esperándome con una estampa que hizo que parte de mí decidiera presentar sus “respetos”. Cristina llevaba un short vaquero que mostraba en su plenitud sus piernas, entallando sus caderas y marcando su trasero de una forma que… ¡¡¡brrrrrr!!!! A juego con eso llevaba una camisa de color verde oliva, oscura, y atada sobre su ombligo que mostraba su plano vientre libre de “michelines” a la vez que marcaba un canalillo muy sugerente que, sin ser exagerado por el tamaño de su busto, sí que resultaba muy llamativo. Vamos, que delante de mí se encontraba lo que se define como una “tía buena”.

Llamándome al orden (más que otra cosa para que se relajara mi primo que apretaba cosa mala sobre mis vaqueros) me acerqué a ella, regalándola un piropo elegante al que contestó con su particularmente bella sonrisa. Cogí su mochila y nos encaminamos a recoger mi coche que es más coqueto ya que es que es descapotable (barato, chiquitito y discreto, pero descapotable) y así aprovecharíamos el buen tiempo. Así, dejando el coche libre de techo salimos a la carretera de A Coruña rumbo a la sierra de Madrid.

Estuvimos dando una vuelta por Villalba, Guadarrama, Navacerrada y Cercedilla. Íbamos con el coche, bajábamos para darnos y vuelta y mirar qué tal estaba todo y acabábamos marchándonos… demasiada gente aprovechando el fin de semana. Viendo que todo iba a estar igual de lleno decidimos que nos quedaríamos en el parque nacional de La Pedriza, cerca de Manzanares del Real. Dicho y hecho. Llegamos al aparcamiento justo a tiempo ya que estaban cerrándolo por estar ya al completo de su capacidad. Conseguí dejar el coche en un huequito (ventajas de ser un coche pequeño) y, tras cerrarlo, cogimos las mochilas y subimos para arriba.

La verdad es que estaba también a reventar, sobre todo la zona conocida como “la Charca Verde”. Un montón de chiquillos revoloteaban por las inmediaciones de esta piscina natural, jugando y bañándose. La ventaja de haber venido aquí varias veces es que conocía las zonas más frecuentadas y las más tranquilas. Seguido de Cristina remontamos el pequeño riachuelo que venía de las alturas y que crecerá hasta ser el río Manzanares que pasa por Madrid capital. Como dos cabras montesas marchamos por una discreta vereda formada a lo largo de los paseos de aquellos amantes de la naturaleza como nosotros que la habían trazado a través de zonas arenosas, zonas rocosas características del parque y de los pequeños pinares surgidos en la ribera de la vertiente del agua que nos daban ocasionalmente su sombra.

* * *

Después de un par de horas de caminata estábamos ya muy cerca de la parte más alta del parque. Estábamos ya solos puesto que la mayoría de los visitantes son familias que no solían llegar tan lejos (ni siquiera en paseos) por ser un terreno muy escarpado. De hecho habíamos tenido casi un amago de caída por lo estrechos que resultaron un par de pasos por los que nos metimos. Pero mereció la pena al cien por cien. Frente a nosotros se extendía casi toda la planicie de la meseta donde se encuentra Madrid. También podíamos ver los embalses de Manzanares y el de El Pardo. Además, el día estaba claro y limpio porque por la noche había habido un poco de viento que se llevó toda la contaminación que hay en la capital por lo que las vistas se extendían en kilómetros y kilómetros. Además, ese viento no se había ido del todo y persistía una brisa muy agradable que no permitía que la temperatura subiera en exceso. Lo que se dice vulgarmente… estábamos de puta madre.

Volví a ponerme la cámara al cuello (sólo había hecho unas pocas fotos en la subida mientras hacíamos breves pausas para descansar un poco y beber) y comencé con una vorágine retratista. Tiré como unas cuarenta fotos en un momento desde todos los ángulos y jugando con el obturador, velocidades y tonalidades de blancos para obtener distintas perspectivas. La verdad es que me estaban quedando una fotos muy chulas. Cuando me di cuenta, Cris me miraba divertida viendo cómo me emocionaba jugueteando con la cámara. Como tampoco me pareció bien dejarla de lado la pregunté si quería que la sacase alguna foto con estos paisajes.

– Pues sí que me gustaría tener alguna foto, si no te importa.

– ¿Qué me va a importar? Todo lo contrario. Las fotos mejoraran con semejante modelo…

– Adulador, que eres un adulador de cuidado –me guiñó un ojo.

– ¡Vaya! Lo que me suelen llamar es “pelota”. –me reí con mi propio chiste.

– Bueno, ¿y cómo quieres que me ponga?

– No sé, ¿quieres que te saque de alguna forma en especial?

– Bueno… no sé si debería decírtelo pero…

– ¿Qué? ¿Qué no sabes decirme? Hombre, no soy un profesional pero no creo que me sea difícil hacerte la foto que quieras.

– Si no es por la foto sino por la pose. Bueno, verás… me gusta el naturismo y, si a ti no te molesta, me gustaría que me sacases las fotos al natural.

– ¿Qui… quieres decir… desnuda? –se me trababan las palabras al decirlo (y se me volvía a destrabar otra cosa).

– Si no te importa… –me dijo esto clavándome la mirada en los ojos.

– No, si a mí no me importa si no te importa a ti. –dije con un leve gallo en la voz.

– Vale. –se le iluminó la sonrisa– Pues empieza entonces…

Entonces empezó mi tortura. A través de la cámara veía como Cristina iba poniéndose en poses para que la retratara. Os podéis hacer a la idea de lo difícil que resulta hacerlo cuando cierto caudal de sangre desaparece de la cabeza y migra a “otra zona”. Iba disparando mientras ella se iba subiendo a lo alto de una roca y se quitaba la ropa.

Primero se quitó el short dejando a la vista un diminuto tanga negro que exaltaba la belleza de piernas y glúteos de esta diva que me había caído del cielo. Cristina me miró y creí ver una mirada de malicia y pícara ante mi evidente turbación. Luego cayó la camisa quedando sus desnudos pechos al aire. Con sus pezones desafiantes me apuntaba de tal forma que ni cuenta me di del momento en que su tanga voló también de su cuerpo. Cometí una pequeña maldad ya que, cuando me repuse un poco, hice una foto acercando el zoom de la cámara para que sólo quedase visible su cuerpo para tenerla para mi consumo personal (vamos, para hacerme tremendo pajote a la que tuviera ocasión).

Después de terminar tal sensual striptease comenzó a poner poses. De pié, sentada, estirando el cuerpo y resaltando el culo con una pierna estirada y la otra flexionada, sentada con las piernas en ángulo y escondiendo la cabeza en ellas, o sentada con el troco echado para atrás y con las manos en el suelo para resaltar sus pechos (cuyos pezones se encontraban erizados)… Con cada pose tiraba una foto y sentía un calambrazo en mi miembro. Cada foto era más sugerente que la anterior pero, eso sí, de una manera elegante, sin resultar pornográfica. De hecho, creo que no se la vio su coñito en ningún momento. Vamos, que no se veía nada pero se veía todo…

¡Qué maestría al posar! Y, ¡¡¡cómo me estaba poniendo la niña, Dios mío!!!

Cada vez que hacíamos una serie de fotos Cristina venía hacia mí para verlas. No sé si se daba cuenta pero, como por la claridad del sol, para ver las fotos debíamos hacer un poco de sombra sobre la pantalla de la cámara por lo que se tenía que pegar a mí… o mejor dicho, sus pechos acababan descansando sobre mis desnudos brazos, clavándome los pezones en la piel… ¡¡¡Sudores fríos tenía yo ya!!! Cristina veía las fotos con su sonrisa y mirada pícaras que conocía tan recientemente. Además, de vez en cuando, mojaba sus labios con la lengua o entre ellos con unos movimientos sugerentes. Unos movimientos que, cada vez, derrumbaban más mis diques de contención.

Voy a aclarar una cosa… No soy de los que pierden el “oremus” por unas faldas o un par de tetas. Nunca intenté ligar o acercarme a otras mujeres. Esto tampoco quiere decir que no engañara en el pasado a mi mujer. En los doce años que estuve casado con ella me he acosté con otras dos mujeres (una vez con una y tres con la otra). Con la primera fue algo “accidental” en la que el alcohol y una equivocación de puerta llevaron a eso. No digo que no lo disfrutáramos pero ambos nos lo tomamos como una “anécdota”. Hoy por hoy seguimos tratándonos puesto que trabajamos para el mismo banco (aunque para distintas empresas).

Con la otra fue antes. Durante el embarazo, Ainhoa perdió por completo el “apetito sexual”. El pasar de una muy activa actividad a una abstinencia sexual me llevó a ser un pelín brusco con ella, cosa que notó. Cuando se lo expliqué tuvimos un conato de bronca e incluso me fui a dormir a la otra habitación durante una semana. En esa semana fue cuando ocurrió. Yo estaba muy enfadado (egoístamente, lo reconozco) y ésta otra me tenía en su punto de mira. Y así es como caí en sus redes. Durante esa semana me desfogué con ella echando unos polvos de campeonato. Pero al pasar el calentón y pensarlo fríamente, para no joder las cosas con mi mujer (a la que adoraba a pesar de todo) puse punto y final a esa relación. Tampoco tuve problemas con ella. Se ve que, una vez catado, perdió interés por mi persona.

Pero actualmente, con el divorcio, este problema ha desaparecido.

Y ahora está Cristina. Esta mujer me había entrado primero por su personalidad. De hecho, nunca había sentido una “tensión sexual” por ella. Pero esa amistad junto con su forma de ser tan abierta, positiva y jovial me habían entrado por los ojitos… y al entrarme por los ojos el cuerpazo que gastaba… vamos que no soy un demonio pero disto muuuucho de ser un ángel. Que una mujer así se te despelote en la cara, haga semejantes poses tan sugerentes y unido al sentimiento que sentía por ella… pues eso, que blanco y botella la leche… la leche que cada vez más hervía en mi interior y pugnaba por encontrar salida al exterior y, a ser posible, en el interior de semejante hembra.

Además, en ese momento ya empezaba a imaginarme que las pajas mentales que me estaba haciendo, pensando que Cris se me insinuaba ya me parecía eso menos pajas y más evidentes el interés que ella tenía por mí. Pero eso sin hacer un claro acercamiento. Ella sabe que soy casado e imagino que no querría dar el primer paso para evitar un patinazo… de la misma forma que tampoco lo daba yo por si estuviera confundido.

Pero, tanto va el cántaro a la fuente que… decidí forzar un poco la situación. En una de las veces que Cristina vino a ver las fotos, al alejarse metí rápido la mano por mi pantalón y me dispuse la polla para que fuera más claro y evidente su “envaramiento”. Cuando Cristina se dio la vuelta me miró fija, sorprendida,… pero rápido se rehízo (eso sí, puso cara de saber que me tenía a su merced) De nuevo más fotos pero, a diferencia de las anteriores, cada vez me acercaba más a ella para tomar los planos. De fotos con amplias panorámicas y gran profundidad de campo pasé a fotos con configuración de “retrato”. Y si no puse ya la función de “macro” fue porque acabó liberándose lo que se llevaba cociendo toda la tarde…

Habíamos bajado un poco y estábamos junto a un árbol. Ella se apoyaba sugerente contra él y yo me acerqué hasta sentir su aliento en la cara. Hice la foto y, bajando la cámara me quedé mirándola a los ojos. Ella me miraba de igual forma que yo a ella.

Ambos respirábamos ligeramente jadeantes y con ojos turbios mirábamos al otro. Nos fuimos acercando tímidamente, buscando al otro, hasta que finalmente nuestros labios se encontraron. Nuestras bocas se buscaban intentando atrapar a la otra hasta que las lenguas decidieron intervenir en la lucha, batallando para ser la primera en introducirse en el territorio del otro… en el interior de la boca contraria.

Y el deseo que sentíamos se liberó definitivamente…

– Mmmm, por finnnn –dijo Cristina, separándose de mí un momento antes de abrazarme y sujetarme contra su cuerpo.

– Cristina… ¡cómo me excitas, Dios!

– Argg, cuánto tiempo lleva deseando esto… Y por fin te tengo para mí. Mmm…

Volvió a besarme con fruición mientras me acariciaba el pecho e iba abriendo mi camisa. Cuando la tuvo completamente abierta bajó las manos a mi pantalón abriendo el botón y bajándome la cremallera y el slip de tal manera que mi pene quedo (al fin) libre y a su disposición. Comenzó a hacerme una placentera paja de una forma suave y lenta que me estaba llevando a la locura. Estaba a punto de caramelo cuando, separándome de ella, deposité la cámara en el suelo (sí, aún no la había podido soltar) y terminé de sacarme la ropa quedándome yo tan desnudo como ya lo estaba ella.

Ahora sí, con las manos libres, pude por fin acariciar libremente su cuerpo. Mientras nuestras bocas volvían a engancharse en su lucha particular mis manos fueron subiendo y bajando por su espalda hasta acariciar su culito. Luego las llevaba hacia adelante y las metía hacía su depilado pubis, acariciando delicadamente sus ingles subiéndolas después por su vientre. Cuando llegaban a su pecho me entretenía acariciando las formas de sus pechos como si exprimiera naranjas y rascaba suavemente sus pezones con mis uñas arrancándola leves gemidos de placer hasta que las manos seguían subiendo para acabar en su cuello que acariciaba casi con devoción.

En uno de esos viajes mi tronco siguió a mis manos en su descenso hasta que mi nariz se rozaba con su monte de Venus. El olor de su excitación, ese característico olor a mujer deseando atenciones embriagó mis sentidos de modo que me dediqué a prestar atención a su caliente sexo. Hice que separara un poco sus piernas, lo suficiente como para poder meter libremente mi cabeza entre ellas y poder dedicarme a lengüetearla su cálida y babosilla rajita. Pasaba la lengua desde su vagina, recogiendo con mi lengua sus dulzones calditos para después subir y dedicar mis atenciones al mágico botón del placer de su clítoris.

Cristina disfrutaba cada vez más con mi tratamiento. Veía cómo tensaba las piernas cuando sufría latigazos de placer. Para conseguir que estuviera más cómoda la tumbé sobre una gran piedra y que pusiese los pies sobre mis hombros quedando su coñito totalmente abierto y a mi disposición. Empecé a follarla con mi lengua, metiéndola todo lo profundo que era capaz mientras me las ingeniaba para frotar su clítoris con la nariz provocando ya en ella que los suspiros anteriores mutaran a gemidos que, poco a poco, ganaban intensidad. En ese preciso momento aumenté más las sensaciones sobre su cuerpo. Me dispuse a devorar con mi boca su botón e introduje dos deditos en su empapada vagina, buscando acariciar la zona rugosa de la misma donde se esconde el punto G femenino. Mis dedos entraron como cuchillo caliente en la mantequilla sin ningún tipo de queja por lo que, sin esperar a más, empecé a hacer una follada con ellos cada vez más rápida. Dos minutos después Cristina tensó su cuerpo soltando, primero un ronco gemido y, después un grito en el que plasmó la intensidad de su orgasmo. Cuando terminó noté que Cris rehuía un poco mis caricias por la que la dejé descansar.

Me tumbé a su lado, acariciándola por todo el cuerpo salvo su sensible chochito. La besaba lentamente mientras ella recobraba la normalidad en su respiración. Hasta ese momento tenía los ojos cerrados pero, cuando los abrió, me dedicó una sonrisa de agradecimiento consecuencia del placer “sufrido”. Cuando estuvo repuesta se puso sobre mí y comenzó a besarme desde los labios hacia abajo. Besó mis labios, luego la barbilla, el cuello, mis pezones (que mordió suavemente poniéndome a mil), mi vientre,… hasta que llegó a mi miembro que engulló de una sola vez.

Si no me corrí en ese mismo momento me faltó el pelo de un calvo… Su cálida boca me atrapaba y su lengua se movía incansable en su interior, rozándome por todas partes, enroscándose sobre mi pene. De vez en cuando se la sacaba de la boca dándome un fuerte chupón sobre mi glande, como si fuese una pajita y deseara beber algo con ella, y limpiaba los jugos pre-seminales que estaba soltando mi erecto miembro. Luego bajaba por el tronco de mi polla haciendo que sus labios lo acariciasen para, después, jugar con la lengua con mis huevos. Y luego vuelta a subir para volver a mamármela.

Estuvo así hasta que vi que, de seguir así, mi leche acabaría en su boca. Aunque esto no me hubiera importado, en este momento no me apetecía eso. Quería hacer mía a Cristina, quería penetrarla y follarla hasta que nos corriéramos los dos juntos y, si era posible, dejar mi semen en el interior de su cuquita.

Hice que se incorporara, mirándola con deseo, ternura y, casi diría, amor. Ella me entendió a la perfección y subió sobre mí dejando su coñito a la altura de mi pene. Para comprobar que no seguía sensible y que estaba preparada para la penetración hice el movimiento del coito pero sin penetrarla, pasando mi polla por el exterior de su coñito, acariciándolo completamente. Cristina seguía caliente como una estufa y comprobé que estaba dispuesta para un nuevo combate por lo que, levantando levemente mi cadera, apunté mi glande hacia su coñito, punteándola ligeramente hasta que, finalmente, de un estoque decidido me colé en su interior. Suspiró.

El calor que notaba rodear mi estoque era alucinante y la presión que las rugosas paredes de su vagina hacían sobre mí era increíble. Nuestros sexos parecían estar hechos justos para nuestras respectivas medidas. Pero esto ahora mismo para mí era una tortura y una clara desventaja. Con la mamada anterior ya estaba yo a punto del orgasmo y esta presión me perjudicaba en mis ganas de aunar el ascenso conjunto a la cima del placer… No me quedaba más que intentar aumentar su lívido al mismo nivel que el mío. Así pues, con la mano derecha empecé a acariciarla todo lo que pude de su cuerpo, prestando especial atención a sus pechos y pezones que notaba muy sensibles. Mientras, metí la izquierda entre nuestros cuerpos para sobreestimular su clítoris.

Parece que me salió bien la jugada por los jadeos que Cristina soltaba. Viéndola con la boca abierta por el placer, deslicé la mano hacia su boca para simular un movimiento de follada en su boca. Succionaba mis dedos mientras los acariciaba con la lengua. El problema era que, si bien ella disfrutaba con este juego, a mí me estaba volviendo loco. Ya no sabía qué inventarme para retrasar mi explosión o acelerar la suya. No sé ni cómo se me ocurrió pero, bajando los ensalivados dedos hacia su culito, perforé su oscuro agujero con mis dos dedos hasta la primera falange. Cuando me di cuenta de mi maniobra (porque esto es algo que hacía con mi mujer y que la encantaba), estaba moviendo mis dedos en su culito como si estuviese andando con ellos, cosa que, por lo visto, encantaba a Cristina.

– Arghhhh… Ummmm… Síiiiiii –suspiraba Cristina.

– ¿Sigo? ¿Te gusta tener mis dedos en tu culito?

– Síiiii. Si lo haces tú… me encanta… ¡Sigue, por favor! ¡¡¡Sigueeee!!!

– ¿Y te gusta esto? –hice un poco de presión con dos dedos en su clítoris, tirando de él sutilmente pero haciendo que lo notase.

– Argggg… Cabritooo… Me vas a volver locaaaaa. –Cristina estaba cada vez más desquiciada. La humedad que impregnaban mis dedos subía a un ritmo endiablado.

– Uffff. ¡¡Dios, Cris!! Qué placer estoy sintiendo… Arggg –gemí casi a voz en grito.

– MMMMmmm, ahhh… Sí… sigue… no pares, por… favor.

– Me vuelves loco… ¡¡¡ME VUELVES LOCOOOO!!! –grité mi placer a la vez que clavé un poco más los dedos en su anito que palpitaba y apretaba mis falanges de forma más violenta cada vez.

– Síiiii…. Másssss… MASSSSSSS –dijo enfebrecida Cristina.

Sus movimientos pélvicos aumentaron buscando mayor roce tanto con mi polla como con los dedos que estimulaban su culito y su clítoris. El ritmo se volvió loco y mi punto de no retorno estaba a punto de ser sobrepasado y así se lo advertí.

– ¡Vamos! ¡¡Córrete!! No voy a aguantar más. –la dije con un rictus de placer extremo en mi cara.

– Uhmmm… Arggg… ¡¡Voy!!

– Córrete que estoy a punto… y me tengo… que salir… no sea que…

– ¡¡¡Me corrooooooooo!!! –me cortó a voz en grito presa del placer.

Cristina explotó por fin en su orgasmo. Yo me salí rápido y, masturbándome, me corrí profusamente. En mi mano notaba salir todos sus caldos (fruto de su orgasmo) y en mi polla los espasmos al soltar chorro tras chorro de leche. Con tanto placer junto no pude aguantar y grité a pleno pulmón. Desde luego, si hubiera alguien en las cercanías habría pensado que algún animal me estaba atacando pero no era más que toda la tensión acumulada a lo largo de la tarde. La cara de Cristina era igual a la mía pero, a diferencia de mí, su grito quedó ahogado en su garganta. Sólo la veía apretar sus ojos coincidiendo con cada espasmo de su vagina.

Nuestros cuerpos estaban totalmente perlados por el sudor de nuestro esfuerzo, por la intensidad del combate que acabábamos de tener. En ese momento era incapaz de sentir algo que no fuese la felicidad más extrema imaginable. Notaba sus pechos puntiagudos sobre mí mientras se calmaban nuestras respiraciones. Y a mí sólo me apetecía abrazarla, besarla,.. cosa que hice mientras mi miembro, poco a poco, se desinflaba tras el orgasmo.

Por fin nos miramos. Nos besamos con ternura. En ese momento éramos felices. No sé qué pasaría después (y no quería pensarlo) pero, por ahora, íbamos a disfrutar de la paz del momento, de la brisa de la montaña, de los rayos de sol sobre nuestros cuerpos, del trinar de los pájaros y el canturreo de las chicharras… y de nuestros besos y caricias.

La tarde del sábado lentamente tocaba a su fin. El ocaso del astro rey estaba cerca, en apenas una hora. Ambos estábamos a gusto, sonriéndonos. Pensando que el fin de semana aún no moría…

Pero lo que ocurra después pertenece a otra historia…

P.D.: Mis saludos a todos los lectores, con especial reconocimiento a los demás autores y con especial deferencia a SHADOW…


A nadie le amarga un… Beto

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Nadie se lo explicaba. Esa era la verdad, nadie podía explicárselo, por Dios, Beto era el tonto institucional de la casa, ¿qué podía ver nadie en él? Todos los compañeros le tenían mucho cariño, era como… como la mascota del ministerio, alguien con quien todos se reían sanamente, pero de ahí a comprender que alguien, y menos alguien como ella… Pero si además no podían ni verse, o bueno, por lo menos, ella no podía ni verle a él, él, el pobrecito Beto era igual con todo el mundo, nunca se enfadaba con nadie, no sentía antipatía por nadie, quería a todo el mundo. En fin, él… no era enteramente normal. No es que fuese retrasado ni nada así, sólo era un poco… lento, nada más, pero caray, hay que ser claros, no era ninguna lumbrera. Quizá por eso le querían tanto, era como un cachorrito grande, hacerle daño o meterse con él, sería como patear a un perrito de esos que ni han abierto aún los ojos. No tendría gracia. Y además, si él no estuviese, ¿quién sería el tonto de la oficina en su lugar….? Nadie querría ocupar el puesto… y nadie podría hacerlo tan bien como él. Puede que tratar con él fuese algo frustrante al principio, porque todo se lo tomaba al pie de la letra y a veces no entendía las cosas a la primera, pero una vez te acostumbrabas a tratarle, era muy fácil… todos le querían allí. Bueno, todos menos ella, claro.

A ella le desesperaba su lentitud. Era la única que no había querido llamarle Beto, sino Humberto, su nombre digamos “real”, el que aparecía en su carné. Con más pena que gloria había tenido que desistir, porque cuando le llamaba así, él no se daba por aludido. No lo hacía aposta, es que llevaban desde niño llamándole Beto porque así era como él pronunciaba su nombre de pequeño, y no se hacía a la idea de que se llamaba de otro modo.

-¡Por Dios, ¿cómo aprobó usted las oposiciones?! – le gritó una vez.

-Ah, Fue fácil, sólo había que aprender de memoria. – había sonreído él. Beto no se daba cuenta de cuando una pregunta era retórica, igual que no distinguía las ironías, por eso tampoco se enfadó cuando ella le contestó de mal talante:

-Claro, ¿y quién le leyó el temario para que se lo aprendiera?

-Nadie, yo solo… – incluso parecía orgulloso por eso de habérselo leído él mismo, pensó ella – Eso sí, admito que usé un grabador para ayudarme a memorizar. Es un buen método, ya lo había usado en el instituto, ¿usted lo ha probado? – Dulce negó con la cabeza, resoplando. Era inútil intentar discutir con semejante memo, no se enteraba de nada.

Dulce era muy bonita, y por regla general era amable… pero se había ganado la antipatía de todos con la poca paciencia demostrada al tratar al pobrecito Beto. Ella había llegado al ministerio pocos meses atrás, y la práctica totalidad de los hombres la habían mirado con buenos ojos entonces. Era joven, mientras que la mayoría de los de allí se acercaban a los cincuenta y las mujeres andaban por la misma franja de edad y estaban casadas. Y lo cierto es que la mayoría de los hombres también, pero en fin… tener cerca una chica bonita para mirar, no es cometer adulterio. Dulce tenía el pelo por los hombros, de un cálido color castaño rojizo, unos grandes ojos de color verde amarillento, a veces parecían amarillos del todo, y a más de uno no le gustaban nada; parecían ojos de pájaro, de ave de presa. Tenía una bonita figura y le gustaba arreglarse. Era consciente de su belleza y sus curvas, y no parecía incomodarle en absoluto que la mirasen fijamente cuando pasaba por entre las mesas. O al menos, no le incomodaba en la mayoría de los hombres, pero en Beto sí.

Beto puede que no fuese muy listo, pero para memorizar, no le hubiera ganado ni el ordenador, tenía una memoria fotográfica, era un archivo de datos en sí mismo, por eso se encargaba de la sección de documentación. Cuando alguien quería saber qué papelotes necesitaba una solicitud, cualquiera, no era preciso mirarlo en el ordenador, bastaba con preguntarle a Beto, siempre lo sabía. Sabía los nombres exactos de los formularios, las enmiendas, los decreto-ley, y todo lo imaginable; sabía todos los procedimientos, los números de teléfono, los archivos web… absolutamente todo. Todo lo que pasaba por sus manos, estaba de inmediato en su cabeza. Si él no lo sabía, es que aún no existía. Para retener datos, era una enciclopedia… pero para maniobrar con ellos, ya no era tan ágil, sobre todo si se trataba de números. Calcular, era su punto débil, se hacía un lío tremendo sólo para sumar cinco y siete, y no digamos cuando se trataba de raíces cuadradas o de decimales… por eso, habían traído a Dulce, si él era la memoria, ella era la calculadora. Experta contable, hubiera sido capaz de dejar a una calculadora atómica a la altura de un modesto ábaco, y eso, en un ministerio fiscal, siempre era de agradecer.

El día en que llegó, uno de los inspectores, Carvallo, estaba gastando una broma a Beto. Aquello era normal, nadie se enfadaba por ello… Beto era el primero que se reía detrás de sus enormes gafotas, no se enfadaba nunca, aquello hacía amena la jornada… En concreto, le ofrecía dos monedas, una grande muy gastada y otra pequeñita muy brillante, y Beto cogía la de menor valor sólo porque estaba limpia y brillaba. Carvallo y los demás compañeros se partían de risa. Dulce estaba mirando y se enfadó.

-¿Es usted idiota? ¿No se da cuenta que le están estafando, que se ríen de usted…? – dijo indignada. Beto puso cara de sorpresa.

-¡No…! – contestó enseguida – Carvallo es mi amigo, él no haría eso.

El inspector censuró a Dulce con la mirada y se marchó, molesto porque ella hubiera pensado mal de él. A partir de ese momento, las bromas a Beto había que hacerlas cuando Dulce no estaba, porque enseguida saltaba y atacaba al pobre funcionario, acusándole de ser tonto perdido. Los primeros días, Beto la miraba incluso con aprensión, temeroso de que ella le regañase, pero poco a poco, fue retomando su ritmo normal, hasta un día, como una semana después de aquello, en que la joven llegó con un bonito traje de chaqueta con minifalda, cuya blusa dejaba a la vista casi la mitad de unos pechos muy centrados y subidos, y un canalillo juguetón. Beto, que se sentaba frente a ella, no dejaba de mirarla. Por regla general, cuando estaba en el trabajo era ajeno a todo, pero incluso él era humano y se le escapaban las sonrisas cuando miraba. En una ocasión, al hacer una pausa, olvidó cualquier posible disimulo, apoyó la cara en los nudillos y se quedó colgado mirando aquél escote. Dulce intentó mantener la calma, pero no aguantó más.

-¿Está mirándome los pechos? – dijo molesta.

-…No. – Beto ni siquiera había movido los ojos y Dulce carraspeó ruidosamente. Él entonces, viéndose descubierto, cambió de foco y la miró a los ojos… durante dos segundos, porque éstos se le volvieron a bajar sin que pudiera evitarlo, sonrió e incluso inclinó la cabeza con aire soñador – No se enfade, es que… son bonitos. Más que los de mi mujer. Probablemente, los más bonitos que he visto nunca, y eso que no los veo del todo.

-¡Ese es un puerco comentario machista….! – Dulce se levantó tan bruscamente que tiró la silla, estaba sonrojada y furiosa, y Beto respingó del susto. – ¿Qué se ha figurado? ¡¿Qué soy dos pechos con patas?! – los compañeros empezaron a hacer coro, las mujeres se mostraban de acuerdo, los hombres murmuraban que ella iba provocando. Uno de los inspectores se levantó y puso paz, y Dulce le pidió que la cambiara de puesto, pero desgraciadamente no pudo ser, su trabajo era conjunto. Tal vez hubiera podido comunicarse por correo web interno, pero se perdería mucho tiempo haciéndolo así, era más rápido que estuvieran juntos. “Sólo ha sido una mirada, señorita De Vallejo…” le disculpó el inspector, sabiendo que Beto quizá hubiera podido incomodar a la joven, pero era la última persona que se atrevería a acosar a nadie “Seguro que no volverá a repetirse, ¿verdad que no?”. Beto, con la cabeza gacha, asintió, incapaz de hablar. Él no había pretendido molestarla, sólo… sólo decirle que estaba guapa. Desgraciadamente, no era el hombre más diestro del mundo en echar piropos o simplemente en saber cómo tratar a una chica.

“Y encima está casado, el tío cerdo…” pensó Dulce volviendo a sus números, todavía agitada. Miró de reojo a Beto y vio que éste sudaba y manejaba el ordenador con una sola mano, la derecha la tenía puesta junto a la cara, para evitar mirar donde no debía. En medio de su indignación, Dulce sintió un poco de alivio. Al menos, era disciplinado. Conforme pasaban las horas de la jornada, conforme los comentarios que le iban llegando eran todos del tipo “¿has visto cómo ha tratado al pobrecito Beto…? ¡Ni que fuera un violador! Si no quiere que la miren, que no vaya con ese escotazo, que así no se viene a currar…” e iban minando su confianza, y conforme él seguía con la mano en un lado de la cara para no mirar, Dulce empezó a sentirse un poco culpable.

-Humber… Beto. –se corrigió. El citado hizo sólo un “¿Uhum….?”, sin retirarse la mano. Dulce suspiró y se colocó las manos en el escote para taparse. – Míreme. – Beto obedeció y al ver que ella se había tapado, sonrió con alivio. Dios, qué cara de tonto podía tener con esas enormes gafotas, esa ridícula corbata y esa sonrisa llena de dientes – Es posible que haya exagerado un poco la nota…. Tal vez no debí gritarle, ni exaltarme de ese modo… – la joven luchó consigo misma, y por fin, lo dijo – Lo siento.

Beto soltó una risita apurada.

-Yo… yo aún no sé bien qué le molestó tanto, pero si quiere, no volveré a mirarla, por mucho que me gusten sus… – se le murió la voz en los labios al ver la cara de asesina de Dulce – He vuelto a hacerlo, ¿verdad? Sea lo que sea, lo he hecho otra vez. Perdón…

Dulce resopló, se colocó una carpeta delante del pecho para tener las manos libres, e intentó explicarse:

-Señor Humberto – pese a usar su nombre completo, el tono y el mirarle a los ojos hacían inequívoco que se refería a él – Me… “halaga” que piense que tengo unos pechos bonitos…

-Oh, sí, son preciosos, tan redonditos, y muy bien situados…

-¡Peronoespreciso… que me lo esté recordando constantemente! Por favor… absténgase de hacer comentarios sobre ellos y no se pase las horas muertas mirándolos. Es muy incómodo para mí que lo haga, ¿cree que será capaz de contenerse?

-No debo decir lo bonitos que me parecen, y no debo mirarlos constantemente. – dijo él, inexpresivamente.

-Eso es.

-Y…. ¿De vez en cuando, sí puedo mirarlos? – preguntó, con la misma inexpresividad. No pretendía molestar, sólo quería dejar las cosas claras, pero Dulce cerró los ojos con fuerza, llamando en su auxilio a toda su paciencia.

-¿Y por qué no mira los de su señora, que seguro que le hará más ilusión que a mí? – preguntó con una sonrisa forzada.

-…Ya no puedo. No vive conmigo. – Había un deje de tristeza en su voz y Dulce sintió que había metido la pata.

-Eh… ¿están divorciados?

-Aún no… hace como dos años que se marchó de casa. Con Serrano, uno de Educación que se fue a trabajar en un banco. Me mandó los papeles del divorcio, pero me hice el remolón para firmarlos. Aún no lo he hecho, y ella no me los ha reclamado tampoco. Yo-yo creo que en el fondo, quiere volver, por eso no corta del todo… – La joven se sintió un poco mal, y no quiso decirle que quizá no es que quisiera volver, sino que le daba tan absolutamente igual todo, que ni se molestaba en pedirle el divorcio, pese a lo que pudiera sacar de ello. Desde entonces, no es que empezase a tratar mejor a Beto, pero se cortaba un poco más en atacarle. Así pasaron tres meses y desde luego, Beto no le caía bien, seguía desesperándose por sus estupideces. No era ni medio normal que un hombre de su edad, a punto de cumplir los cuarenta, insistiese en hacer siempre las fotocopias porque le gustaban las lucecitas y porque le gustaba arrimarse a la máquina “porque estaba calentita y vibraba”… pero era menos normal todavía que lo soltara así, con toda la naturalidad del mundo. Tampoco era ni medio normal que hubiese puesto una alarma en su reloj que le avisaba cada dos horas e hiciese una pausa en el trabajo para mirarle los pechos con muy poco disimulo (ella finalmente no le había prohibido mirarlos de vez en cuando, y Beto había concluido por su cuenta que una miradita cada dos horas, no era demasiado), ni eran normales tantas cosas… entre ellas, que se le hubiera antojado invitarla a lo que fuese.

Todos los días le ofrecía buscarle un café. Ella se negaba. Todas las tardes se ofrecía a acompañarla a casa, a tomar algo, a almorzar juntos… ella se negaba. Por regla general, se negaba con educación porque Beto daba más pena que otra cosa, pero había días que le contestaba con bastante mal talante, sin embargo, él no se rendía. Al día siguiente, allí estaba otra vez con su sonrisa de bobo perdido preguntando exactamente lo mismo que el día anterior y hasta con las mismas palabras.

-Señor Beto, ¿su mujer le abandonó, o huyó por su vida? – le preguntó una tarde, bastante harta. Beto, claro está, no entendió a qué se refería.

-Me abandonó, claro… ¿por qué iba a huir? Yo no sería capaz de hacerle nada malo…

-¿Matarla de aburrimiento le parece poco? ¿Cómo la conquistó, le pidió salir amenazándola de muerte, o después de cuatro meses de darle la brasa la pobre chica tuvo que escoger entre salir con usted o emigrar a Alemania para que la dejara en paz? – Dulce odiaba tener que admitir que estaba intentando hacer daño a Beto, herirle en sus sentimientos lo bastante para que dejara de molestarla, por eso se sintió desarmada cuando él empezó a reírse con su risita de ratón.

-¡Qué bueno….! ¡Emigrar a Alemania…! – “No puede ser…. ¡¿éste hombre no reconocería la ironía ni aunque bailase desnuda delante de él?!” – ¡Es usted la monda, señorita Dulce… mi esposa estaría ridícula vestida de nazi, ridícula, pero muy propia, jijijijiji….! – La joven suspiró, desalentada, pero sin poder evitarlo, una imagen se incrustó en su cabeza, la imagen de Beto teniendo sexo con su esposa, y aunque era una imagen de decidido mal gusto, se le escapó la risa sin poderse contener. Beto la vio reír, y pensando que se reía de lo mismo que él, se rió con más ganas todavía, y Dulce empezó a darle vueltas a la imagen “éste hombre no sería capaz de entender una insinuación…. Su esposa le diría “ven a la cama”, y él iría para quedarse dormido… “móntame, Beto”, Dios, sería imposible, ¡no creo ni que sepa cómo se hace!”, y empezó a reírse sin disimulo, y cuando quisieron darse cuenta, los dos estaban riendo a carcajadas. – ¿Quiere tomar un helado?

-¡Jajajaja, bueno…! – al instante, a Dulce se le cortó la risa. Con la tontería de reírse, la había pescado con la guardia baja.

-¡BIEN! – No te creas que Beto se contuvo, incluso apretó los puños en expresión de triunfo. “Será….” Pensó Dulce, pero él empezó a hablar – Verá, me encanta probar todo tipo de helados. Soy miembro de un club de probadores de helados, y además de que nos hacen descuentos cuando los compramos, de vez en cuando nos seleccionan para probar sabores nuevos que sacan las marcas… Vea.

Se sacó la cartera de la chaqueta, y de ésta, una tarjeta con su foto digitalizada (no debería sonreír en las fotos, qué cara de tonto…), el logo de un helado y el nombre: “Club R.I.C.O. Reuniones de Idolatradores de los Congelados Orgiásticos”.

-Dígame que no le puso usted el nombre…

-Oh, no, este club lleva existiendo más de veinte años, y yo lo conozco hace sólo diez. – “Que no te esfuerces, Dulce, que no las pesca, que es incapaz…” pensó la joven al oír su respuesta. – Es un club selecto, no crea… para entrar, tiene que recomendarte alguien de dentro, y tienes que pasar una prueba de cata, reconocer al menos diez sabores de veinte, con los ojos vendados. Dicho así, parece fácil, pero la mayor parte de la gente, se queda en siete… yo saqué diecinueve… Y no era fácil, no crea, porque no se trata de sabores como fresa, o vainilla… se trata de sabores compuestos y poco habituales… Bergamota con menta, fue uno, por ejemplo. O lima con dátil… Es preciso tener un poco de paladar. – Beto empezó a ponerse rojo – Si usted quiere… si esta tarde, le gusta el helado… bueno, yo podría recomendarla para entrar en el club… si le interesa…

“Ay, Dios mío… le gusto” pensó Dulce. Una parte de ella estaba descorazonada. De todos los hombres del mundo que podían tirarle los trastos, tenía que ser precisamente ÉL. Pero por otra, Dulce siempre había valorado la valentía en un hombre, y si entendemos que la valentía es la fuerza con que uno se enfrenta a sus propios miedos, Beto estaba siendo realmente arrojado.

-Señor Beto, ¿yo le gusto? Quiero decir, ¿está usted intentando ligar conmigo? – el tono, no era amenazador ni descortés, Dulce quería poner las cosas en claro como en su día él había querido hacerlo con respecto al tiempo que podía dedicar a mirarle los pechos.

-Eeeeh… ¿es una de esas preguntas-trampa a las que tengo que contestar que no, aunque sea que sí?

-Déjelo, ya está claro. ¿A qué hora quiere que me pase? – Beto no entendía qué era lo que estaba claro, pero que ella había aceptado, sí que estaba claro para él, de modo que fijaron como hora las siete de la tarde y Beto no fue capaz de dejar de sonreír en todo lo que quedaba de día.

Aventurar lo que Beto pensaba no era tarea fácil, en primera porque había que presumir que PENSABA, lo cual quizá fuera mucho presumir, pero podemos estar seguros que estaba hecho un flan, eso saltaba a la vista. Cuando llegó a su pequeño pero coqueto piso, se aseguró de que todo estaba ordenado, quería causarle buena impresión… se quitó el traje marrón que llevaba, se dio una duchita rápida y se puso los pantalones negros y la camisa de manga corta negra también, que usaba para estar en casa. Le habían dicho que esos pantalones le hacían parecer más alto, y eso buena falta le hacía… si no tuviera los brazos tan peludos, quizá el efecto fuese mejor. Aprovechando que era casi invierno, cambió la camiseta por un jersey de tejido fino y suave, pero de manga larga y cuello vuelto. Se perfumó con la colonia que usaba, una que olía a limón y recordaba a las colonias de bebé, pero la prefería a la mayoría de las colonias de tío que olían a barbería de jubilados. Poco antes de las seis y media, sonó el timbre, Beto corrió a abrir con una gran sonrisa y las piernas le temblaron. Dulce también se había cambiado, ella llevaba el bonito traje de chaqueta que tanto le gustaba… pero en lugar de la blusita escotada, llevaba sencillamente un corsé negro. El funcionario se hizo a un lado, incapaz de decir palabra, y la joven entró, contoneándose graciosamente sobre sus botines.

-Tiene una casa muy mona, Beto… da sensación de calidez, es muy acogedora. – dijo suavemente Dulce, colgando su abrigo de la percha que había a la entrada. Beto pensaba que nunca iba a ser capaz de volver a hablar, parecía todavía más guapa aquí que en el ministerio, ¿de verdad la falda era tan cortita…? – Bueno… ¿y ese helado?

-Oh, sí… – Beto volvió a la realidad y se dirigió a la cocina, con Dulce tras él. De pronto, se sentía muy nervioso, pero pensar en el helado le hacía estar ocupado. Sacó las dos tarrinas de medio litro que le habían enviado. Todavía no estaban estampadas con nombre ni marca alguna, eran simples recipientes blancos. – Son de mermelada de tomate y cereza. Yo mismo no lo he probado aún, espero que le guste… Hace un ratito que las saqué del congelador, así que ya estarán en su punto para poder comerlas. – Beto intentaba mirarla a los ojos, lo intentaba una y otra vez, pero no es que bajase la mirada, es que toda su cabeza se inclinaba para mirar el escote al que se asomaban aquellos preciosos pechos abultados. “Parece que el corsé los apriete…” se dijo confusamente, y le vino a la mente la idea de si no estaría ella más cómoda sin la prenda, pero intentó contenerse, abrió las tarrinas y pasaron al salón. Beto tenía un tresillo muy ancho con una gruesa manta de lana doblada sobre el cabecero, y en él se sentaron los dos.

-¿Le importa si subo los pies al sofá…? – preguntó ella – Antes me descalzo, claro.

-No, adelante… quítese lo que quiera… – Hasta el mismo Beto se dio cuenta de lo que acababa de soltar y puso cara de apuro, pero Dulce sonrió, y cuando se agachó para desatarse los botines, fingió no darse cuenta de que él estiró el cuello ligeramente para atisbar una vez más por el balcón del corsé. Su anfitrión también se quitó las zapatillas y se trepó en el sofá, las rodillas de ambos casi se juntaban, pero Dulce miraba otra cosa mucho más alarmante. “Lleva calcetines blancos… con pantalones negros. Y encima son calcetines de tenis, con franjas verdes en la pantorrilla…. ¿Es daltónico o qué? Ánimo, Dulce, piensa que después… se habrá calmado y no le verás más”. Lo cierto es que Dulce no había querido llegar a ese extremo, pero su propósito era precisamente ese: si Beto tenía ganas de acostarse con ella, le daba el capricho y él no insistiría más. Era una solución que detestaba, pero que ya había usado con otro par de pesados y siempre había dado buenos resultados; era cuestión de hacerles creer que una había cedido a su magnetismo animal, que lo habían logrado… así la dejaban en paz. Beto, fijándose constantemente en sus pechos, ya había dejado patente que sus intenciones eran puramente carnales, si dándole lo que quería la iba a dejar tranquila, que lo tomara y punto… a fin de cuentas, era lo mejor para trabajar en paz, ¿verdad? No es que ese tonto del higo le diera morbo en absoluto, ni menos aún que le gustase… por favor, claro que no, ella tenía mucho mejor gusto… El que de puro cándido y tontorrón resultase bueno e inocente, no le hacía atrayente en absoluto…

-Bueno… ¡buen provecho! – dijo Beto con su enorme sonrisa bobalicona y hundió la cuchara en la crema rojiza del helado. Dulce hizo lo propio y tuvo que reconocer que aunque en un principio eso de “helado de mermelada de tomate y cereza” no le había dado muy buena espina, la verdad es que era delicioso, refrescante por el sabor a tomate, pero dulce, y cremoso por el sabor a cereza sin resultar empalagoso, y soltó un “mmmmmmmh…”, mientras sonreía relamiéndose… el helado estaba parcialmente derretido y tuvo que dar un rápido lametón a la cuchara para evitar que una gota le cayera en la ropa y acabó lamiendo la cuchara como un gatito. Estaba tan extasiada con el riquísimo sabor, que tardó un par de segundos de más en darse cuenta de que la temperatura ambiente había aumentado considerablemente. Beto la miraba fijamente, sin parpadear siquiera, mientras hacía un sonido lastimero con la garganta, como “hummmh…. Hummmh…”, como un cachorro que llorase… y tenía una erección como un burro.

El primer pensamiento de Dulce fue no mirar, hacerse la distraída, pero… ¿no había venido acaso para librarse de él precisamente con eso? De modo que sonrió y, cogiendo una nueva cucharada de helado, le miró a los ojos, luego al bulto, y de nuevo a los ojos, intentando que él se diera cuenta de lo que le ocurría. Beto, al ver que ella le sonreía, le devolvió la sonrisa, con aire soñador, pero no pareció darse cuenta. Dulce repitió la mirada un par de veces, y finalmente, clavó la mirada en su entrepierna, intentando que no se le escapase la risa. Sólo cuando vio que ella no levantaba la vista, Beto bajó la suya y ahogó un grito al ver qué le pasaba.

-Oh, madre mía… Lo siento… – El funcionario pareció encogerse sobre sí mismo, tomó un cojín e hizo ademán de ponérselo sobre el bulto para ocultárselo, pero Dulce se lo impidió.

-Ah, no. Usted me miraba los pechos, ¿verdad? Y no ha dejado de hacerlo desde que estoy aquí… pues entonces, yo tengo derecho a mirar eso. – dijo, traviesa, tomando una nueva cucharada de helado y lamiéndola hasta dejarla limpia.

-Pero… pero eso, no es lo mismo… Usted tiene pechos todo el rato, y yo…

-¿Usted no tiene miembro todo el rato…?

-Eeeeh, sí, pero no erecto… – Beto estaba del mismo color que el helado – Mi tita no está así todo el rato…

“Voy a hacer como que no he oído a un tío de casi cuarenta tacos referirse a su miembro como “su tita”" pensó Dulce, y se le ocurrió una idea muy traviesa.

-Bueno, si se va a sentir mejor… cierre los ojos y prométame no mirar hasta que yo le diga, ¿de acuerdo?

Beto sonrió y cerró los ojos.

-¿Abro la boca también? ¿Me va a meter una cucharada en la boca…? – “Una cucharada de FOSTIAS debía meterte, si es que no te las metieron de niño y por eso te has quedado así…” pensó Dulce mientras se quitaba la chaqueta, el corsé, y volvía a ponerse la chaqueta. El simple roce con la ropa había puesto erectos sus pezones y, al igual que en el caso de Beto, a través de la ropa ahora se notaba perfectamente.

-Ya puede abrirlos. – Beto obedeció y la sonrisa se le esfumó de la cara. La chaqueta de Dulce sólo tenía un botón, y éste parecía a punto de reventar por la presión de los pechos de la joven, que se adivinaban graciosamente por arriba y por debajo del botón. Los pezones hacían sendos bultitos en la tela color canela de la chaqueta. – ¿Qué le parece? Mis pechos están ahí todo el rato, pero no tengo los pezones duros todo el rato, exactamente igual que… su tita. ¿Está más cómodo?

-….No lo sé. – admitió sinceramente. Movió lentamente la cabeza la cabeza hacia arriba, hacia uno y otro lado, pero su mirada seguía fija en los pezones de Dulce – No puedo mover los ojos. Lo siento, lo intento pero no puedo…

-Bueno, no se preocupe… ahora, no estamos en el trabajo, nadie nos oye ni nos ve, no tiene que preocuparse por la corrección política estando en la intimidad. – Beto pareció algo aliviado, pero volvió a su helado y no dijo nada, limitándose a mirar. “Este paradito es capaz de no saber ni arrancarse… y yo no estoy dispuesta a seguirle aguantando, ni a volver aquí otro día, veamos… Le gusta el helado, ¿verdad?”. Dulce sonrió y se inclinó, para meter la cuchara en la tarrina de su compañero. A éste le tembló un músculo de la cara cuando vio que el canalillo se acercaba más a él, inclinó sin querer la tarrina, y parte del helado fundido, se derramó… – ¡Iiiiiiiiiiiiih, estáfríoestáfrío! – justito por el escote de Dulce.

-¡Ay, madre mía, lo siento, lo siento…! – Beto se maldijo por su torpeza, pero hacía tanto que no veía nada tan bonito tan de cerca… en su azoramiento, agarró una servilleta para limpiar a la joven el escote, sin pensar qué iba a tocar; Dulce viéndole las intenciones, se echó hacia atrás, pero él ya tenía la mano puesta, y al tirar, el único botón de la chaqueta saltó limpiamente y los pechos de la joven botaron fuera de la chaqueta. Beto ahogó un grito y se quedó literalmente helado.

-¡No mire! – chilló Dulce, cerrándose la chaqueta. “¿Será posible el tonto este…? ¡A lo tonto, a lo tonto, mírale! ¿Por qué estoy jadeando? Estoy… estoy colorada”.

-Sss…Se le va a manchar la chaqueta por dentro con el helado… tendrá que quitársela…. – Murmuró Beto. Tenía la cabeza agachada, estaba aún más rojo que antes… y sonreía. No podía dejar de sonreír, aunque lo intentaba. “Le he visto… le he visto los… sólo ha sido un segundo, pero… sus pezones son rosados, ¡qué lindos…!”

A Dulce las piernas le temblaban y sentía escalofríos, y no hubiera podido asegurar que no fuera sólo por el helado que se le escurría por el vientre. “Ahora o nunca. Dulce: al ataque”.

-Tiene razón… será mejor que me la quite – “¿qué me pasa…? Me tiemblan las manos, me noto caliente y avergonzada, me gira el estómago… cuando me he deshecho de otros pesados, ¡nunca me había sentido así!”. Beto cerró educadamente los ojos, y oyó a Dulce decir – Lo que siento… e-es todo este helado que se va a perder… ¿No querría usted… aprovecharlo?

A Beto le dolía el pecho por el modo en que le palpitaba el corazón, y tenía verdadero miedo de abrir los ojos, pero lo hizo y se mordió los labios. Dulce estaba de rodillas en el sofá, frente a él, con los pechos descubiertos, rojos de helado hasta el ombligo. La joven estaba ruborizada y no era capaz de mirarle a los ojos. Beto, con mano temblorosa, dirigió su cuchara a la piel de la joven y empezó a recoger en ella parte del helado. Ella le cogió dulcemente de las manos y se las retiró, le agarró de la nuca y tiró suavemente de él, para llevarle hasta su piel.

-Con… con la lengua… lámalo. – Beto sacó la lengua torpemente y empezó a lamer. Dulce se estremeció y se mordió el puño, sus hombros temblaron y dejó escapar un pequeño gemido, “¿Qué me sucede? ¿Qué le pasa a mi cuerpo…? No… no me controlo… Esto no es lo que debería pasar… yo debería tener las riendas, y… y no soy capaz de ello. ¡Ahora no podría parar ni aunque quisiera! ¿Qué me pasa?”. La joven se torturaba intentando saber qué le había sucedido, pero Beto no perdía el tiempo en cuestionarse una de las mejores cosas que le habían pasado en su vida, abrazó a Dulce por el talle y lamió hacia arriba, buscando los regueros que manchaban sus pechos, subiendo por el entreseno, acercándose a sus pezones, lamiendo hasta dejarle limpia la piel, ¡qué rico…! El helado sabía mejor sobre el cuerpo de Dulce que en la cuchara, mmmh…

Dulce quería aguantar, sobreponerse y recobrar el control, pero sus manos crispadas se dirigieron a Beto y le abrazaron por la espalda. La lengua del funcionario la electrizaba a cada suave roce húmedo, la excitación subía a cada centímetro que se acercaba más a sus pezones. El frío del helado desaparecía ante el ataque de la lengua cálida de Beto, sus pezones estaban cada vez más cerca, de uno de ellos colgaba una gota rojiza, y él la recogió en su lengua antes de que cayera. Acarició levemente el pezón con la punta de la lengua, y finalmente, pegó su boca a él y succionó con fuerza.

-¡Mmmmmmmmmmmmmmmmmh……! – Dulce se estremeció de arriba abajo y sintió que su humedad desbordaba su ropa interior. Beto sonrió con un ingenuo estupor, como si no estuviese seguro de qué estaba pasando, y la joven le agarró de la cara y le besó casi con ferocidad, metiéndole la lengua en la boca. El funcionario abrió desmesuradamente los ojos y dejó escapar un gemido, a mitad de sorpresa y gusto. Su lengua se movió sin que él fuera enteramente consciente y acarició la de Dulce… aquello era una delicia superior a la del helado, superior a todos los helados… incluso mejor que aquél de arroz con leche y cacao.

Dulce dirigió sus manos a la cremallera lateral de su falda y la bajó, dejando ver unas bonitas bragas negras a juego con el corsé que se había quitado, bajó del sofá para quitarse la falda mientras Beto la observaba boquiabierto, ¿era cierto que existían mujeres así en la realidad, no sólo en las revistas de venta de lencería por catálogo…? La joven le miró, irguiéndose y jadeando de nervios, llevó los brazos a la nuca para que sus pechos se elevaran y él los observara plenamente. Se contoneó suavemente frente a él, ruborizada y con los labios entreabiertos de deseo y él… La miró, sí, la miró de arriba abajo, sonriente, se le escapó la risa floja… pero no hizo nada más.

-¡Por amor del Cielo, Beto, quítese la ropa o se la arranco! – gritó y su compañero se sobresaltó ligeramente, era cierto, que Dulce no era la tele, tenía que participar más activamente… Precipitadamente, se llevó las manos al jersey mientras ella le echó mano directamente al pantalón para dejar al descubierto la feroz erección… pero cuando vio el pecho peludo de su compañero se lanzó a besarlo, casi llorando de felicidad “tenías que ser peludo, maldito bobo… ¡me encanta!”. Beto suspiró, nervioso, todavía con el jersey colgando de los brazos y la apretó contra él. “Perdóname, Cristina”- pensó, refiriéndose a su mujer “sé que aún estamos casados y eso… no es excusa que tú te hayas ido con otro, yo juré que siempre te sería fiel… pero no podía dejar que me arrancase la ropa y la rompiera, ¿lo comprendes, verdad…? Te-tengo mucho cariño a este jersey, y sé que debería tenerte más cariño a ti… pero tú te has ido con Serrano y el jersey ha seguido conmigo….”. Dulce humedecía el vello del pecho de su amante con sus besos a lengüetazos, qué áspero era, cómo le gustaba… el muy puerco olía a limón, a colonia de bebé, pero ese aroma, mezclado con el sudor, daba un punto ácido tan atrayente… el limón suavizaba el olor del sudor, el sudor quitaba inocencia al limón, ¡era asquerosamente perfecto, maldita sea, no había derecho…! Mmmmh… ¿Olería así por… por todas partes?

Tiró del pantalón de Beto y de los calzoncillos “no quiero verlo, no estoy viendo nada, sólo me interesa lo que hay debajo” pensó rápidamente Dulce al ver un estampado de cierto ratón de calzones rojos excesivamente familiar… pero como ella decía, lo que había debajo, era lo interesante. Dulce ahogó un grito y miró a Beto con sorpresa. Éste se encogió de hombros con una sonrisita inocente. En fin, no… no es que fuese nada monstruoso, pero… “Supongo que la Naturaleza intentó compensar unas cosas con otras… Está bien, lo admito, éste tonto del culo me ha conquistado… ¡y “esto”, no lo voy a dejar escapar!”

-¡Aaaaaaaaaaaaaaaah… ay… uuuh… mmmmh…! – Beto tembló de pies a cabeza cuando sintió su glande dentro de la boquita pequeña y ardiente de Dulce. La joven tenía que hacer esfuerzos para que entrara y no podía bajar hasta el fondo, pero eso a él le daba igual, ¡le encantaba! Dulce tenía que contener la risa porque su amante, sin duda por la de tiempo que llevaba sin sexo, hacía unos ruidos ridículos, mezclando las risitas flojas con los gemidos, con grititos como “¡huyhuyhuy!” – Me… me gusta, señorita Dulce… meee… me gusta mucho… ¿por… por qué es usted tan buena… tan buena conmigo? – preguntó Beto retorciéndose tiernamente de gusto.

-Porque… porque me gusta, Beto. Me gustas – se corrigió, dando largos lametones por toda la superficie del grueso miembro – Llámame de tú, Beto… Betito…

-Lo que usted diga, señorita Detú, la llamo como usted quiera… – el funcionario parecía a punto de llorar de placer, y Dulce, por primera vez, no se enfadó ante una de sus torpezas, sino que se rió tiernamente.

-Quiero decir que me tutees… Beto, necesito tenerte dentro… no puedo aguantar más, te… – pensó un momento y dijo – quiero tu gran tita dentro de mí. – “Si con esto no me entiende, vamos a tener un grave problema… pero es igual, yo le enseño aunque tenga que hacerle un plano, ¡vaya que sí!” Pero Beto sonrió lleno de felicidad y rojo como un tomate, lo había entendido a la perfección. Dulce se sentó en el sofá y se despojó de las bragas. A su amante las manos le temblaban y parecía tener miedo de tocar pese a lo que iba a suceder, pero aún así las iba acercando lentamente al cuerpo de la joven, sin decidirse entre ir a por los pechos o a los muslos, o a lo que había entre ambos destinos. Dulce se tumbó en el sofá y llamó a Beto con las manos. Éste se tumbó con mucho cuidado sobre ella, que conservaba una mano entre los cuerpos de ambos para guiarle a su interior. Sabía que había estado casado, caray, alguna idea debería tener… pero, por si acaso. La precaución se mostró útil, Beto no era de gran pericia como amante, él mismo lo sabía dentro de lo poco que entendía, y la poca experiencia que había tenido con su mujer, en dos años de separación se le había olvidado de sobra.

“Ay, Dios, no me pongas esa carita… mírale que expresión de sorpresa, de inocencia, de… me rompe el corazón” pensó Dulce, y era cierto. Apenas había notado el calor que desprendía su entrada, Beto había puesto una expresión de sonriente impresión colmada de alegría, que hubiera arrancado lágrimas a las piedras. Se sentía en la gloria, era tan suave y calentito, tan húmedo… tan apretado… Dulce retiró la mano y le rodeó con las piernas para que entrara del todo. Beto se vació de aire y se estremeció entre sus brazos, gimiendo y convulsionándose “Es muy capaz de correrse nada más entrar” pensó su amante, pero no. Era sólo el enorme placer que sentía después de tanto tiempo.

-Dulce… – “¿está llorando…? Mierda, sí… está llorando.” – Creo que te quiero…. Te quiero mucho… – A Beto le temblaba la mandíbula y las lágrimas le mojaron las gafas. Dulce, con expresión conmovida, quiso quitárselas para que no le molestaran, pero él se agarró una de las patillas para impedírselo – No, sin gafas, no… -sorbió por la nariz – veo muy borroso sin ellas y me siento inseguro… Dulce… ¿crees que podrás enamorarte de un adúltero? Por favor, no me tomes por un crápula… te aseguro que soy un hombre fiel, esto ha sido sin planearlo, pero es que eres tan guapa, y besas tan bien, y hace tanto tiempo que no lo hacía…

“Maldita sea mi suerte perra… de todos los hombres del mundo, tiene que decirme esto un medio retrasao ¡que folla con los calcetines puestos! ¡Y… y lo peor es que estoy a la recíproca!”

-Beto…. Yo a ti también. Y eres tú quien debe decidir si puede enamorarse de mí, porque te he tratado tan mal todo este tiempo, y encima reconozco que te he seducido… tampoco yo voy por ahí poniéndome delante de los tíos, pero… me parecías tan inocente que quise tentarte, tu bondad me daba tanto morbo, que no pude resistir… pero te quiero. – “lo he dicho… lo he reconocido… y me gusta”. Beto dejó escapar un suspiro cariñoso y se tumbó por completo sobre ella, abrazándola y bombeando, cubriéndola de besos. Dulce le acariciaba la espalda y le espoleaba con los pies, gimiendo cada vez con mayor pasión, dentro de ella parecía inmenso, incluso le había dolido un poquitín al entrar, pero ahora era sencillamente maravilloso, qué placer, qué felicidad sentirse tan llena, el calor aumentaba a cada embestida de su compañero, el placer la recorría, sus pechos se electrizaban al rozar con el suyo a cada movimiento. Dulce estaba poniendo los ojos en blanco, era demasiado placer, demasiada alegría…

La deliciosa electricidad que anunciaba su orgasmo atacaba su cuerpo en una pícara tortura “sí llega-no llega”. Un subidón de placer la hizo estremecerse entre los brazos de Beto y temblar frenéticamente, entre risas; sus nalgas le picaban y cosquilleaban por efecto del placer, las corvas se le tensaban y su coñito parecía querer explotar; pequeños estallidos, chispas de gozo empezaron a cebarse en su cuerpo, en la nuca, en los riñones, y finalmente dentro de ella misma, en la pared vaginal que el miembro de Beto estimulaba sin cesar, y lanzó un poderoso grito de alegría mientras el placer dulcísimo se extendía por su cuerpo, haciendo vibrar su sexo cálidamente, haciendo temblar su clítoris y contraerse su ano, haciendo que toda ella se convulsionase de placer y felicidad y apretase a su amante contra su cuerpo y dentro de él mismo… jadeó, cubierta en sudor y miró a Beto, que la observaba sonriente, con expresión de tierna incredulidad.

-Dulce… ¿qué ha sido eso? – preguntó con curiosidad genuina – Repítelo, por favor… ha-ha sido muy bonito…

La joven tuvo que tomar aire antes de contestar.

-Betito, cielo… esto… esto es que me he corrido… que he tenido un orgasmo… es lo mismo que sientes tú cuando te corres… cuando eyaculas.

-¿Eso que pasa cuando tienes sueños guarros y te despiertas con el pijama mojado? Pero… pero eso a mí sólo me pasa dormido…

Dulce se medio incorporó, sin dejar que Beto saliera de ella.

-¿Qué? ¿Me estás diciendo que has estado casado y NUNCA has tenido un orgasmo estando despierto? ¿Es que no… no te masturbas?

-Pues… pues, sí, claro, lo hago, pero… pero mi mujer decía que eyacular debilitaba a los hombres, y que sólo debía hacerse cuando fuéramos a tener niños, así que cuando estaba con ella así como ahora contigo, cuando ella decía que ya estaba, me hacía parar y quitarme, y cuando me… me toco, lo hago hasta que estoy a punto de no poder parar, ahí paro y espero que baje sola. Esas noches, me pongo dos calzoncillos para no ensuciar las sábanas, porque al dormirme lo suelto sin poder hacer nada…

Dulce creía alucinar en colores… de acuerdo, Beto era un poco imbécil, pero, ¿con qué clase de arpía se había casado el pobrecito para colocarle esas milongas y negarle hasta un poquitín de satisfacción y de cariño…? ¡Le había usado poco menos que como a un dildo, y después le había abandonado, sin preocuparse de sus sentimientos, de su… de su salud! ¿no sabía que reteniendo la eyaculación podía hacerse daño…? Angelito mío…

-Betito… Eso no te va a volver a pasar nunca. A partir de ahora, los orgasmos, los vas a tener estando despierto. Eyacular, no debilita en absoluto. Dulce se va a ocupar de ti, y de que estés contento. Anda, enderézate… con cuidado.

A Beto le daba pena salir, estaba tan a gustito dentro… pero si Dulce decía que iba a ocuparse de él, él no tenía ninguna objeción. Con cuidado, se incorporó en el sofá, sudoroso y con el pene empapado, y su amante se levantó con él.

-Ahora, voy a darte gustito sin que tú tengas que hacer esfuerzo, vidita, ya verás… – Dulce sonrió pícaramente y se sentó sobre él, entró a la primera y Beto dejó escapar un gemidito acompañado de sonrisa que la hizo enternecerse hasta los huesos “¿cómo es posible que sea tan mono…? Es un delicioso peluche, ahora lo veo…” Pensó Dulce mientras empezaba a moverse. Una parte de ella quería gritarse a sí misma “¡¿Pero qué te ha pasado, estúpida?! ¿Peluche? ¡No es que sea mono, es que es un maldito antropoide, un lento que no es que sea lento, es que está más parado que un tren sin ruedas! ¡Despierta!”, pero no hizo caso. No quería hacer caso… era demasiado bueno para hacer caso, y siguió botando sobre el miembro… sobre la tita de Beto. – ¿Así te gusta, mi amor…. Mmmh… a que es bueno…?

-Sí…. ¡sí, sí….! – Beto apenas podía hablar, le parecía que se iba a desmayar de gusto, sus caderas querían moverse también al ritmo de la doma impuesta por Dulce. La joven le llevó las manos a sus pechos y él la miró como si quisiera morir de felicidad ahí mismo, y empezó a apretarlos. Es cierto, lo hacía con bastante torpeza, como si estuviese manipulando dos pelotas anti-stress, pero ella se rió, ¡ya aprendería! Ella estaba dispuesta a enseñarle. Beto sudaba y la miraba con una gran sonrisa de agradecimiento, se moría de amor por ella… y entonces, la cara le cambió, abrió la boca en gesto de sorpresa y la miró casi con temor, ¡no sabía qué le pasaba! Dulce le abrazó por la nuca y le sonrió, estuvo tentada de apretarle contra sus pechos, pero se detuvo, quería ver bien de cerca la carita que iba a poner al correrse… Beto se estremeció, gimió, se convulsionó y por fin elevó la cara, una sonrisa cada vez mayor se dibujó en su rostro y tiritó violentamente sobre el sofá, estremeciéndose varias veces, con su gran sonrisa. Cerró los ojos y suspiró. Dulce pudo notar la descarga escurriéndose dentro de ella… un poquito se salió. La joven le miró con ternura y ahora sí, le llevó la cara a sus pechos. Beto tenía expresión de intensa felicidad y la apretó contra él.

Lo único malo de todo el asunto, es que el helado se había hecho batido, pero aún así, estaba riquísimo.

Recuerdos de cine, en el cine

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-Bueno, ¿cuál vamos a ver? – Daniel estaba exultante de felicidad, y la verdad que tenía motivos para estarlo. Era una espléndida tarde de primavera, casi de inicio de verano, la temperatura era estupenda, ni él ni Mati llevaban ya el yeso de los brazos rotos, que habían curado más rápido de lo esperado, sólo seis semanas… en la empresa se estaba hablando de un ascenso a jefe de contabilidad, y tenía muchas posibilidades de ser “el elegido”, en definitiva, que había motivos para estar contento y celebrar, y él y Mati habían decidido salir al cine esa tarde. Su novia se había puesto las lentillas, y aunque las gafas redondas que usaba le quedaban muy bien, con la cara totalmente despejada, estaba para marear a cualquiera, en opinión de Daniel, con esos enormes ojazos azules…. La blusita blanca que llevaba, reflejaba el sol de la tarde y parecía iluminarla, y la faldita de tela arrugada revoloteaba juguetonamente en torno a sus rodillas, y además olía tan bien, le brillaba tanto el pelito castaño rojizo, le sonreía con tanta alegría en la carita redonda… quizá fuera el ir ya sin el molesto yeso, o la llegada de la primavera, o quién sabe qué, pero los dos estaban realmente alegres aquélla tarde.

-A mí me llama mucho aquélla – dijo Mati, señalando un cartel con el brazo libre, porque con el otro tenía la mano metida en el bolsillo trasero del pantalón de Daniel. Él habitualmente solía ir con traje, así que había que aprovechar las pocas veces que se ponía un vaquero. Él correspondía sujetándola de la cintura, si bien tenía que recordarse a sí mismo cada poco rato que la cintura, quedaba un poco más arriba, porque su mano bajaba hasta “otros terrenos” sin que el propio Daniel se diera mucha cuenta de ello.

-…Hombre, por mí vale, pero un poco fuerte, ¿no…? – contestó él, mirando el cartelón. La película que había llamado la atención de Mati se llamaba “Condena Mortal”, el cartel era enteramente rojo y negro, con letras que chorreaban sangre y la foto mostraba a un actor, caracterizado como recluso, con la cabeza afeitada, que, en expresión de terror loco, alargaba la mano a través de las rejas de su celda hacia el espectador, como si quisiera agarrarlo… el recluso estaba empapado en sangre por las heridas causadas no se sabía por qué, y en un lado de la cabeza, se veía una brecha tan profunda, que se adivinaban las circunvalaciones del cerebro… Lo cierto es que, que él supiera, la peli era de terror y bastante violenta; en una cárcel de máxima seguridad empezaban a producirse muertes extrañas… en principio se decía que si tráfico de órganos, que si peleas entre los presos… Un detective decidía hacerse pasar por delincuente para investigar, y descubría casos de posesión demoníaca, canibalismo… A Daniel le gustaba el cine de miedo, lo que él llamaba “hobby estropeacerebros” que había conservado desde su lejana adolescencia, no le importaba que fuese gore, eso le hacía gracia, y a Mati, ahí donde la veías, le encantaba el cine violento, pero aún así, le preguntó si realmente quería ver aquello.

-Claro que sí, seguro que es muy entretenida… y si te da miedo, puedes abrazarme. – bromeó. Daniel sonrió y se acercó para besarla, cuando una mano le agarró por el hombro y le echó bruscamente hacia atrás, privándole de su beso.

-¡Sabía que erais vosotros! – el recién llegado era Mendieta, encargado de recursos humanos de la empresa donde trabajaban. Iba acompañado de su esposa, y no es que fuese mal tipo… pero la verdad que podía haber sido un poco menos inoportuno. – ¿Así que besándose en mitad de la calle, como dos tórtolos…?

Daniel tenía que levantar la vista para mirarle, porque era sensiblemente más alto que él. No le gustaba que le hubieran frenado a mitad de camino de un beso, no le gustaba que alguien de su empresa le hubiese pescado a punto de besar a Mati en público… pero era el principal de recursos humanos, con el ascenso en el aire, convenía hacerse el simpático.

-Hola, Mendieta. Señora… – saludó sonriendo, Mati hizo lo mismo.

-¿Qué señora, Daniel? – dijo ella – ¡Mónica, y nada más! – A Mati no le gustaba nada la mujer de Mendieta. Todo el mundo en la empresa tenía en bajo concepto personal a su novio, pero ella se pasaba el tiempo diciendo de él a escondidas que “el iceberg sólo deja ver una puntita y por eso parece pequeño, lo que hay debajo, es ENORME… En el bote pequeño, viene la buena confitura… el cohete más pequeñito, es el que truena más fuerte…”. Mati sabía a ciencia cierta que todo aquello era verdad, pero no le parecía plan que una desconocida fuese haciendo insinuaciones por ahí… pero tampoco podía decirle nada. Eran rumores, nadie podía acusar directamente a Mónica de haberlos iniciado, aunque fuera un secreto a voces. Daniel le había contado que tampoco le era simpática a él, que antes de que salieran juntos había intentado ponerle cachondo en muchas ocasiones… no era algo nuevo, lo había hecho ya con otros hombres de la empresa… como era la esposa del responsable de RRHH, sabía que era intocable y no la echarían, su palabra siempre prevalecería ante la de cualquiera. Le gustaba elegir a un tipo y ponerle burro, calentarle y que luego la cosa se quedase en nada… si alguno intentaba ir más allá, lo denunciaba por acoso. Mendieta solía decir que su mujer no tenía la culpa de ser guapa y pizpireta… Mati tenía que reconocer que era mucho más llamativa que ella, rubísima, con pechos bastante grandes (se decía que eran operados, pero el único que podría asegurarlo sería el propio Mendieta, y ése no iba a tirar piedras contra su propio tejado) y muy alta. Sabía maquillarse muy bien y aprovechaba su atractivo… Cuando se agachó para darle dos besos a Daniel, el escotazo dejó ver hasta la fecha de su nacimiento.

-¿Y qué, al cine? ¿Qué teníais pensado ver? – Preguntó Mendieta desde su altura.

-Pues, estábamos pensando en Condena Mortal… – confesó Daniel

-¡Anda ya…! Daniel, ¿no pensarás de verdad llevar a tu chica a ver una película medio gore?

-Pobrecita Mati… – se rió Mónica – ¿No pones tú también opinión…?

-Lo cierto es que ha sido idea mía ver esa… – dijo Mati con su vocecita que apenas se oía.

-Oooh, Mati, eres demasiado buena con los tíos… No se puede ser tan buena como tú, te toman por tonta… Tienes que hacer que te lleve a ver lo que tú quieras.

-¡Claro que sí! – apoyó Mendieta – Pelis de amor, que es lo que os gusta a vosotras, como vengo yo con Mónica… No, Daniel, no le des la tarde a la pobre chica, se va a dormir con ése bodrio sanguinolento, ¡entrad con nosotros a ver “Amor con sirope”!

-¡Ay, sí! – corroboró su mujer – Es una comedia romántica preciosa, os va a encantar, resulta que al final ella tiene cáncer… ¡Ay! ¡Se me ha escapado…!

Daniel y Mati se miraron… no, era la última película que hubieran pagado por ver… de hecho, ni cobrando tendrían ganas de verla… pero la alternativa, era quedar mal con alguien cuya palabra influía demasiado en la posibilidad del ascenso… Mati la disculpó:

-Es igual… no te preocupes, si a fin de cuentas, las pelis de amor son todas iguales…

Mendieta se rió.

-¡Mati, llevas demasiado tiempo viendo cine con éste, te ha contagiado de todo lo masculino…! Esta tarde, vais a desintoxicaros, venga, vamos a sacar las entradas… si ya estabais en plan tórtolo antes de verla, después vais a salir andando entre nubes, ya veréis…

Echaron a andar y Daniel y Mati los siguieron. Daniel resopló. Por quien más lo sentía, era por su novia, Mati era la única chica que había encontrado jamás que detestaba Pretty Woman, que no soportaba a los guapísimos de moda, y que consideraba que el cine de amor era aburridísimo y hasta repulsivo… para él, la película simplemente sería un rollo; para ella, iba a ser una tortura…. Y lo peor, es que el ascenso, de producirse, sería para él, no para ella. La miró de reojo. Mati no sabía fingir… en ocasiones, eso era bueno, nunca había dudas ni necesidad de preguntar si lo había pasado bien, pero en ésta, sus grandes ojos azules reflejaban una tristeza que partía el corazón, y Daniel lo entendía bien… Ellos había venido allí para disfrutar de la tarde y de una peli, para estar juntos y solos, y el plan se les había chafado brutalmente en todos los aspectos… ojalá pudiera arreglarlo de alguna manera.

-¿Butacas separadas…? – la voz de Mendieta sacó a Daniel de sus pensamientos, ¿qué había dicho…?

-Lo siento, señor, pero todo está reservado… juntas, sólo quedan dos delante, y otras dos detrás. Hasta cinco minutos antes de iniciar la sesión, no anulamos las reservas. Si quieren esperar… pero se arriesgan a que las reservas se ocupen y las únicas butacas que hay, también se vendan.

Mónica achuchó a su marido, era mejor comprar lo que había, mala suerte, otro día se vendría antes… Mendieta cortó las entradas y les dio las suyas a Daniel y Mati.

-Pues siento este fastidio… y menos mal que había un par de butacas juntas, en fin… ¿queréis delante o detrás?

-Oh… da igual. – contestó Daniel, y Mendieta le tendió las butacas de detrás.

-A ver lo que hacemos, ¿eh, niños….? No os aprovechéis porque estéis en la fila de los mancos… – A Daniel no le agradaba que le tratase con esa superioridad aún fuera de la empresa, pero sonrió abiertamente. Echaron a andar hacia la sala, porque a la película no le faltaba mucho para empezar.

-¿Fila de los mancos….? – preguntó Mati en voz baja. La verdad que a veces, su novia podía ser más inocente que un flan.

-Se llama así, porque los novios se dedicaban a meterse mano, así que las manos, nunca se veían… estaban ocultas. – le explicó.

A pesar de las reservas, la sala estaba casi vacía, y Mendieta protestó, pero el acomodador se limitó a decirle “sí, señor. Lo siento, señor”, sin mirarle siquiera. Era indudable que estaba acostumbrado a protestas… Daniel y Mati se sentaron en sus butacas, junto a otras parejas. Curiosamente, esa fila estaba prácticamente llena… Mendieta y su esposa se marcharon a las suyas, y en pocos segundos Daniel los perdió de vista en la oscuridad. Aprovechó para hablar con su novia.

-Mati, siento mucho que se nos haya fastidiado el plan – dijo, tomándola de la mano – Te prometo que mañana volvemos y vemos la otra peli, y ésta noche, te haré mis mundialmente famosas tortitas.

-Cielo, si no estoy enfadada contigo, ni nada… – contestó ella, con su sonrisa triste.

-Pero yo quiero resarcirte. – Le hubiera gustado besarla. Mucho. Pero estaban rodeados de gente, y le daba un poco de nosequé, así que sólo posó su boca en la suya fugazmente. Mati le miró con ternura, se agarró de su brazo y se acurrucó.

-¿No te importará si me duermo, verdad…? – musitó.

La pantalla se iluminó, pusieron un par de anuncios y enseguida empezó la proyección… y para asombro de Daniel, empezó también la desbandada. Oyó un sonido de roce lejos de él, y no le dio importancia, pero a poco, el sonido se oyó más cerca. Giró la cabeza, y vio a una de las parejas levantarse y alejarse entre la fila de butacas. Los del lado izquierdo hicieron lo mismo, pasándose a la fila de delante, en un extremo. Un par de minutos después, otra pareja se levantó cautamente y también se alejaron hasta el rincón vacío de la fila… apenas habían llegado, y el joven ya tenía las manos metidas en la camiseta de su compañera, afortunadamente, el rincón estaba lo bastante oscuro para que Daniel no viera más… Mati, sin soltarse de su brazo, no dejaba de mirar a derecha e izquierda, tan sorprendida como él… sí, de acuerdo que en un cine pueden pasar esas cosas, pero… ¿cuánta gente estaba allí sólo por la película, y cuantos a por filetes….?

La pareja que había al lado derecho, separados sólo por una butaca, se besaban como si quisieran absorberse. No parecían darse mucha cuenta que Daniel y Mati estaban allí, pero no era un espectáculo agradable, sino un poco embarazoso más bien… Cuando Daniel creyó ver un pecho y oyó sonido de lametones, tosió, intentando mantener los ojos fijos en la pantalla, y la pareja le miró fastidiada… pero echaron un vistazo a la sala, se levantaron y se marcharon un poco más lejos. Sin mover la cabeza, Daniel miró a su alrededor. Los que se habían ido a la esquina no se les veía, pero con el rabillo del ojo, se distinguía una sombra con un movimiento rítmico regular muy sospechoso… los de la fila de delante, sólo se veía a la chica, el chico era mejor no preguntar dónde estaba. Los del otro rincón, variaban: sólo se veía la figura del chico, y así se podía entrever a unas cuantas parejas más dándose el lote… bueno, “darse el lote”, era un eufemismo: estaban haciéndolo. Como buenamente podían, sí, pero haciéndolo. Si intentar prestar atención a la película ya era difícil con lo aburrida que era, con toda aquélla distracción ambiente, era poco menos que imposible…

-Si esto es lo que sucede en todas las proyecciones de comedias románticas, ahora me explico que tengan tirón… – susurró Mati. Daniel la miró. Incluso con la oscuridad de la sala, podía ver brillar sus ojos. Estuvo a punto de preguntarle algo como “¿nos unimos a la fiesta…?”, pero no hizo falta. Nunca supo cómo, pero de pronto se encontró besándola, con el reposabrazos subido para que no se interpusiera entre los dos, rodeándola con un brazo los hombros, y con el otro desabrochando el segundo botón de su blusa. – Somos unos locos, Daniel… ¿Qué diría Mendieta si le da por acercarse? ¿O su mujer?

-Dirían que no somos nada románticos.

-Pues no sabes lo que me alegro… – Daniel se rió, y pudo notar la risa de ella, muy cerca de su oreja, que le hizo mariposas en el estómago, mientras su mano derecha se había perdido en las profundidades de una blusa entreabierta, rozando el pecho, sólo mediano, pero muy bien puesto, de Mati… su novia, sin dejar de besarle, le presionó la mano sobre ese mismo pecho, para que lo apretara, lo que él hizo gustosamente, sintiendo cómo el pezón se endurecía entre sus dedos. No era lo único que se estaba endureciendo, y Daniel ardía en deseos de desabrocharse el vaquero, pero se aguantó… ¿no quería antes de entrar, compensar a Mati por haberla metido a ver aquél petardo de peli? Qué mejor medio de compensarla, que cediéndole un turno… Sin más preámbulos, bajó decididamente la mano hacia la cinturilla de su falda, una prenda muy práctica, que no tenía cierres, se sujetaba sólo con gomas, de modo que pudo meter la mano sin dificultad, y mientras Mati le acariciaba la nuca y le sacaba la camisa del pantalón para acariciarle la piel, Daniel apretó los muslos de su novia, intentando que ella subiese una de las piernas a las suyas, para tener más sitio para atacar… Mati bajó la mano peligrosamente hacia el bulto que en la entrepierna le hacía el vaquero, y Daniel sacó la que tenía bajo su falda para frenarla – ¿…Qué pasa? ¿No vamos a…..?– susurró ella.

-Claro que sí… pero primero, vas tú – Mati sonrió con dulzura e intentó objetar algo, pero Daniel prosiguió; directamente le cogió la pierna y le hizo ponerla sobre las suyas, y de nuevo metió la mano por la cinturilla de la falda. Su novia se estremeció tiernamente entre sus brazos al sentir el tacto de la mano de Daniel sobre su ropa interior, y él pudo notar claramente que la fina tela de las braguitas empezaba a mojarse apenas rozó el bultito que hacía su monte de Venus. Mati reprimió un suspiro y le acarició el pecho con el dorso de la mano, mientras él cosquilleaba de arriba abajo, deteniéndose sobre el clítoris tembloroso, provocando que el cuerpo de su novia respingase a cada vez.

En la pantalla, se oía una música empalagosa y Daniel medio vio que “el chico” compraba rosas amarillas y las escondía para que no las vieran un montón de antropoides que debían ser amigos suyos, y luego quedaba en casa con “la chica”… aquello le recordó algo.

-¿Sabes de qué me estoy acordando…? – susurró al oído de Mati – de la primera vez que estuvimos en mi casa… Cuando cenamos juntos, que hice spaghetti con tomate y albahaca, porque sabía que era de las cosas que mejor me salían y no quería pifiarla… – Mati le miró con unos ojos tan tiernos, que Daniel pensó que se estaba poniendo más tontón con algo tan inocente, de lo que se pondría con una porno… sin poder evitarlo, metió la mano dentro de las bragas de su novia y acarició la piel, lampiña y suave, húmeda… Mati sonrió y se pegó más a él, y Daniel, mientras bajaba sus dedos lentamente para tocar el clítoris, siguió hablando al oído de su novia – Y cuando acabamos de cenar y recogimos un poco, nos quedamos mirándonos como dos bobos… ninguno de los dos sabía qué decir, y se me ocurrió la idea más floja… decirte que tenía discos en mi dormitorio que quizá te interesaran, y tú te pusiste como un tomate… pero aceptaste.

Mati no dejaba de dar saltitos de gusto en su butaca, mientras Daniel le frotaba la perlita en círculos, no muy deprisa… pero aún así, cuando veía que ella se emocionaba demasiado, paraba y bajaba hacia su agujero lentamente, para dejarla respirar y que no se corriese demasiado rápido… ahora mismo le estaba metiendo un dedo muy ligeramente, apenas entre los labios, y Mati suspiraba de tal modo que hubiera partido el alma a las piedras.

-Sigue, Daniel… – suplicó – Sigue hablandooo…. – Daniel sonrió, y se acercó aún más a la oreja de su novia para susurrar.

-Entré en la alcoba, y tú dudaste… pero me seguiste, y cuando me senté en la cama, te sentaste junto a mí. Los vinilos estaban bajo la mesilla, pero nos miramos… y todavía sigo sin explicarme cómo, pero lo siguiente que recuerdo es estar sobre ti… – Mati se estremeció visiblemente al oír aquello y recordar esa primera vez – Yo con los pantalones en los tobillos, tú sin falda… las braguitas fuera, ni sostén… la blusa hecha un gurruño a tu lado, y yo sosteniéndote las piernas con los brazos y empujando… mirando tus pechos botar, como si estuviera hipnotizado por ellos, y… – Mati le agarraba del brazo con el que la masturbaba casi con desesperación, todo su cuerpo temblaba y luchaba para no gritar – …y ahora puedo decírtelo: repitiendo mentalmente la conjugación de verbos irregulares franceses, porque si no, no hubiera aguantado ni cinco segundos…

Mati parecía a punto de llorar de placer, no era la primera vez que le sucedía, le pasaba cuando gozaba de forma muy intensa o estaba muy contenta… como aquélla primera vez. Era indudable que recordarla, y oír la voz de Daniel mientras la acariciaba tan dulcemente, habían detonado en ella placeres realmente atronadores… él no cabía en sí de gozo; es cierto que Mati era una chica de orgasmo muy fácil, es cierto que él mismo la conocía bien y sabía satisfacerla, pero el hacerla disfrutar hasta que llorase de felicidad, era un pico muy intenso, y conseguirlo le daba ganas de grabarla en vídeo, de atesorar cada gemido que ella emitía, cada meneo de caderas, cada gota de sudor que resbalaba por su frente… Los dedos de Daniel resbalaban en jugos cálidos, podía notar que el clítoris de su novia empezaba a temblar, y de pronto, se contrajo. Mati se aferró a él como si le quisiera arrancar el brazo, y enterró la cara en su pecho para ocultar los gemidos que se le escapaban sin que pudiera evitarlo… Daniel bajó el ritmo, pero no dejó de acariciar, notando en la punta de sus dedos cómo el sexo de su novia se contraía una y otra vez, en espasmos deliciosos que le acalambraban todo el cuerpo y a él le hacían gemir, como si el orgasmo estuviera teniéndolo él…

-Haaaaaah… hmmmmmmmmmmmmh… haaaaah… – Mati jadeaba, por fin calmada tras el placer, con la cara anegada en lágrimas de felicidad… Daniel la apretó contra sí, ¿cómo era posible que fuese tan guapa…? Para él ya era bonita, irresistible aún detrás de sus gafas redondas y su aspecto de ratita, pero cuando gozaba… entonces era el ser más hermoso que existiera en la tierra. – Daniel… Daniel, qué bueno ha sido… me ha excitado muchísimo que me digas esas cosas… por favor, sigue…

Mati echó mano a su pantalón, y sin pensarlo dos veces lo desabotonó y bajó la cremallera, metió la mano y le sacó el miembro, terriblemente erecto, y empezó a acariciarlo, mientras movía la mano de su novio, para que la masturbara de nuevo. “Masturbación mutua…” Pensó Daniel “esto es muy travieso…”.

-Recuerdo los grititos que dabas cada vez que te embestía… – continuó él, intentando que la voz no le temblase mientras Mati lo acariciaba arriba y abajo, y él volvía a bajar para mojarse bien los dedos y retomó las cosquillas en su clítoris – me parecían tan musicales… Te llevaste las manos a las tetas, y por un momento pensé que ibas a tapártelas, pero te pellizcaste los pezones y empezaste a meneártelas… y yo, que te tenía sujeta de las corvas y no podía tocarte… mmmh, aquello me encantó, fue un espectáculo tan increíble… lo último que me hubiera imaginado de ti, es que tuvieras un toque de atrevimiento así… ooh… – Mati había empezado a acelerar las caricias, le hacía también cosquillas en las bolitas, era estupendo, se sentía vibrar de pies a cabeza, las sonrisas se le escapaban…

-Sigue, Daniel… dime más… – pidió ella, apretándole la polla mientras le frotaba.

-Cuando… cuando viste que se me desorbitaron los ojos mirando cómo te tocabas, me sonreíste… estabas colorada, pero te llevaste los dedos a la boca, los chupaste… y los pasaste por tus pezones erectos… aaah… cómo me puso aquello… y entonces me pediste “más a fondo… sácala y métela del todo, por favor… por favor…” Tenías una vocecita tan tímida cuando me rogaste, que a pesar de que estaba casi a punto… te hice caso. Me salí del todo, y empujé hasta el fondo… el chillido y el espasmo que tuviste, nunca podré olvidarlos, y repetí… empujando, hasta que noté que te estremecías y di gracias… porque no aguantaba más, y me dejé ir… el culo me dio un calambre por la fuerza con que se me contrajo al correrme dentro de ti… – Mati dejó escapar un gemido sonriente al oír aquello, y centró las caricias en el glande húmedo de Daniel, rápidamente, produciendo un ahogado sonido, a medio camino entre chapoteo y roce… – y luego, me dejé caer sobre ti, y vi las lágrimas,… me llevé un buen susto, porque pensé que te había hecho daño… pero me explicaste que era por lo que habías gozado… como ahora… ahora… Mati, ahora, ¡ahoraaaaaah….! – No lo pudo evitar, las caricias de Mati eran demasiado agradables, la evocación del recuerdo demasiado excitante, la situación demasiado morbosa, y se derramó dulcemente entre espasmos de calor y placer… qué calorcito… de pronto se dio cuenta que Mati no estaba a su lado… estaba inclinada sobre él. Literalmente en el último segundo, pero se agachó a tragarlo para evitar que Daniel se manchara.

Él la acarició. Le hubiera gustado seguir, quería hacerlo, sentarla sobre él y cabalgar a un nuevo orgasmo… pero de momento, su miembro se negaba. Al menos en unos diez minutitos, no podría pedirle más. Acarició la cara de Mati, y sin dejar ni que ella le recolocara el miembro dentro de la ropa, la atrajo hacia sí y la besó. El que acabara de tragarse su semen, le importaba un pito, lo único importante era lo bien que estaban juntos… Mati le devolvió el beso y se abrazó a él, recostándose en su pecho.

-Me gusta cuando acabas en mi boca… me encanta chuparte. – confesó ella – cuando te lo hice la primera vez y me dijiste que nunca te habían hecho sexo oral…

-Y era verdad. Fuiste la primera que se dignó hacérmelo. Hasta entonces, todas las demás decían que eso era una práctica machista, o que les daba mucho asco, y nunca insistí… y sin embargo, a ti no te lo pedí, a la mañana siguiente, después del desayuno, de pronto te encontré entre mis piernas y te pusiste a lamerme, como si chuparas un helado… la de veces que había soñado con que me pasase algo así, y entonces me estaba sucediendo… creí desmayarme del placer que sentí y de lo importante y deseado que me convenciste que era… cuando te la metiste en la boca, el gusto fue tan maravilloso que si me hubieras pedido que me cortase las venas en agradecimiento, lo hubiera hecho, sin vacilar un segundo. – Daniel se maldijo por su falta de tacto, se le había escapado sin intención, pero con esa frase se la acababa de jugar… afortunadamente, Mati no se lo tomó en cuenta.

-Adulador… – musitó ella, pegada a su pecho, haciéndole caricias en el vello. Daniel respiró tranquilo, y continuó, deseoso de dejar atrás esa frase.

-Te lo digo de veras, nunca me había sentido tan bien como aquél día, si se puede tocar el cielo con las manos, yo lo hice. Te reirás, pero entre el placer, y la autoestima, esa mamada… -Daniel saboreó las palabras, notando que esa expresión hacía que Mati temblara. – esa dulce y deliciosa mamada, fue sin duda, el gesto más bello que ha hecho por mí ningún ser humano. Tu boca era tan calentita y acogedora, que cuando empezaste a subir y bajar, me dio la impresión de que me derretía, que me fundía como el queso… Tus labios me abrazaban el miembro y lo apretaban con tanta ternura que pensé que no me importaba si me moría después de aquello… desde luego, si me daban a elegir, prefería no morirme y volver a disfrutarlo muchas más veces, eso sí… – Oyó la dulce risa de Mati – Y tu lengua acariciándome, como un animalito travieso… era increíble, porque nunca sabía por dónde me iba a rozar… ahora estaba lamiendo la punta, y al momento siguiente, salía por entre tus labios y lamía el tronco, o bajaba hasta las pelotas… jugando conmigo y con mi placer, era asombroso… yo lo había pasado estupendamente la noche anterior, había sido desenfrenado, y a la vez, tierno… pero aquello era simplemente increíble, yo no pensaba que se pudiese gozar así, lo que sentía en aquél momento era nuevo para mí, y tú me lo estabas regalando… Antes me tenías colado. A partir de ese momento, quise ser tu esclavo, y pensé que con una vida, no iba a tener suficiente para hacerte todo lo feliz que yo quería… ¿Mati? ¿Estás llorando?

Mati le miró a los ojos, sonriente, pero con los ojos arrasados en lágrimas… Daniel la apretó contra sí, besándole la cara, era una chica tan sensible que se había emocionado con su discursito… “no sé porqué no le gusta el cine de amor, si ella es más tierna que el pan de las doce…”

-Daniel… vámonos a casa. Quiero estar contigo, en nuestra alcoba, quiero hacerte una mamada tan buena como la de aquél día, o más incluso… y luego yo bato la nata de las tortitas.

******

-Mendieta… hasta luego, que nosotros nos vamos.

-¿Qué os vais? – susurró el encargado de RRHH – Pero si no ha terminado, queda más de la mitad…

-Mati se ha puesto mala, me la llevo a casa.

-No jorobes, ¿estás bien, Matilde?

-Nada serio… creo que me ha bajado el periodo, y me duele…

-Vaya, lo siento… nada, pues hasta luego, y mejórate.

- Gracias, hasta luego.

-Hasta luego… – Mendieta los vio marchar. Daniel llevaba a Mati casi en brazos, pero eso de que uno de los brazos estuviera tan cerca del trasero de ella, le sonaba más a esquinazo – ¿Tú crees que….? – Pero su mujer no le dejó ni acabar la frase.

-¿Si creo? Estoy segura, mírale los pelos que lleva, estos se han estado poniendo morados, lo raro es que no les hayan pescado medio desnudos… o a lo mejor lo han hecho, quizá alguien les ha llamado la atención y se marchan a casa a acabar la fiesta…

-Qué tíos… hace falta ser guarro para enrrollarse en un sitio público, para que te pesque cualquiera; ya no hay vergüenza, y los calladitos son los peores.

-Y tanto que sí – corroboró Mónica, mientras los veía marchar. Mendieta no pudo ver cómo la mirada de su esposa destilaba envidia… Pero eso les importaba un pimiento a Daniel y Mati, que apenas salieron del cine se regalaron el beso del que les privase Mendieta, para celebrar su libertad. Daniel saboreó el beso con gusto a hierbabuena, notando la lengua de Mati acariciar la suya, hacer cosquillas en su paladar y sus manos acariciándole la nuca y los hombros… era algo que daba motivos ser realmente feliz, sobre todo porque su relación no siempre había sido así…

(continuará)

Recuerdos de cine, ya en casa

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Mati suspiró, profundamente, como si se le escapara el alma, como si estuviera a punto de desmayarse de agotamiento, y se dejó deslizar, casi caer más bien, junto a Daniel. Ambos sudaban y jadeaban como si acabaran de correr la maratón… “pero una maratón de orgasmos”, pensó confusamente Daniel, buscando a tientas entre las sábanas la mano de Mati, para apretarla. Mati gimió dulcemente al sentir la mano de su compañero y le miró a los ojos con cariño, pero no pudo ni balbucear un “te quiero”; estaba agotada. Daniel, que había estado debajo esta vez, sacó fuerzas de flaqueza (porque a pesar de eso, estaba igualmente cansado), y la abrazó recostándola sobre él. Mati le besó en el pecho fugazmente, luchando por no quedarse dormida, pero cuando Daniel empezó a acariciarle el pelo suavemente, ella no pudo resistirse más al sueño y se adormiló sobre su pecho, con una dulce expresión en su rostro…

Daniel adoraba que ella se quedase dormida sobre él, o al menos, agarrados de cualquier modo, en parte por cuestiones románticas, en parte porque así a ella le resultaría más difícil escaparse sin despertarle, aún cuando ya no quisiera escapar. Pero en algunas ocasiones, sí que lo había hecho. Con una sola mano, Daniel se acercó la cajetilla de tabaco y el cenicero, que dejaba previsoramente en la mesilla; en realidad no fumaba mucho y no le gustaba fumar en la cama, pero el cigarrito “de después”, no lo perdonaba… bueno, ahora que lo pensaba, tal vez sí fumase mucho… Mientras hacía anillos de humo, no pudo evitar recordar aquéllas veces en las que el miedo de Mati era superior a su razón, y se obstinaba en separarse de su lado.

Después de aquélla primera noche, Daniel se había sentido el dueño del mundo entero. No podía imaginar nada mejor, absolutamente nada que desease más que lo que había obtenido, y Mati parecía realmente feliz con él. No es que se instalase directamente en su casa, pero él le ofreció cajones, un armario, sitio en las alacenas, en el mueble del cuarto de baño… le abrió su vida, y Mati empezó tímidamente a ocuparla, muy poquito a poco. Y de pronto, apenas dos semanas de convivencia después, Daniel llegó a casa después del trabajo, y se encontró una nota que decía “Eres muy bueno, Daniel. Por eso, no puedo seguir con esto. He sido muy feliz contigo. Mati”, y se le cayó el alma a los pies.

De inmediato, la llamó a su casa, para ver qué sucedía. Casi no lo dejó sonar, Mati debía estar poco menos que sentada al lado del aparato… pero no le explicó mucho más, sólo lo que decía en la nota. Daniel le pidió que se vieran, y en principio ella se negó, pero finalmente quedaron para verse la semana siguiente. En el trabajo, Mati, cuando lo veía, le sonreía, pero apenas él se acercaba, ella ponía cara de susto y huía. Él no entendía una palabra, ¿qué había pasado? No se lo explicaba, ¿qué había hecho mal…? Cuando la cita se materializó la semana siguiente, Daniel intentó sonsacarla una vez más, pero Mati insistía que no era culpa de él, que había sido la mejor persona con la que jamás había estado, pero precisamente por eso, tenía que abandonarle… debía hacerlo ahora que aún podía, por el bien de los dos.

-Pero… ¿pero porqué? No entiendo porqué… – Daniel la abrazó por los hombros, y Mati buscó palabras que siguió sin encontrar, sólo fue capaz de balbucir, muy bajito, “te echo de menos…”. Apenas se la oyó, como si ella misma no quisiera decir aquello, pero Daniel supo qué quería decir y la estrechó contra él… y antes de que se dieran cuenta, estaban arrancándose la ropa el uno al otro, besándose entre risitas y finalmente no fueron capaces de llegar al dormitorio y acabaron revolcándose por el brillante suelo de parquet. A la mañana siguiente, Mati ahogó un grito y se cubrió con la camiseta que había llevado la noche anterior.

-¡NO! ¡Esto otra vez, no… lo he vuelto a hacer! – gimió, sujetándose la cabeza con las manos. Daniel intentó preguntar qué sucedía, pero ella prácticamente lo echó de casa, llorando. Daniel se encontró en el descansillo con los pantalones sin abrochar, la camisa abierta y la corbata y chaqueta en las manos, preguntando qué ocurría… pero sin obtener respuesta.

Cuando llegó a casa, tenía un mensaje en el contestador, en el que Mati le pidió perdón por haberlo echado de aquéllas maneras… pero sin darle opción a volver. Desde entonces, simplemente habían sido compañeros de trabajo… Daniel la seguía buscando, y Mati seguía desconfiando, mostrándose muy tímida, pero no podía retirarse por completo de su lado, por más que lo intentaba. Daniel lo notaba, y por eso insistía. En algunas ocasiones, había accedido a quedar con él fuera del trabajo, pero después de cuatro o cinco veces, prefirió que hablaran sólo dentro de la empresa… porque fueran a donde fueran, no importaba qué sucediera, siempre acababan haciendo el amor frenéticamente allí donde primero pescaban: en los lavabos de un restaurante donde fueron a almorzar, en el coche de Daniel a pesar de que no tenía cortinas en las ventanas y era la una de la tarde en un aparcamiento público de superficie… en las escaleras que llevaban al apartamento de Daniel…

Fue poco después cuando por fin Daniel se enteraría de lo que motivaba el miedo de su pareja. Cuando su padre murió, Daniel tuvo que pedir el permiso de defunción de familiar directo para ocuparse de todo, tenía cinco días por tratarse de su padre, y cuando llegó a su casa, el piloto del contestador automático parpadeaba. Encendió el aparato, con la esperanza de que fuese de Mati (a ella no le gustaba llamarlo al móvil; conversaciones telefónicas, soportaba las imprescindibles), y sonrió al oír, efectivamente, esa voz de ratita que tanto le gustaba:

“Hola, Daniel… me he enterado de lo de tu padre. Lo siento mucho, ¿estás bien,…? – A Daniel le dio un vuelco el estómago, porque Mati no había llegado a decirlo, pero el “cielo” que había estado a punto de pronunciar, estaba ahí… casi lo había dicho. Y él, casi lo había oído. – No te preocupes, nadie más por aquí lo sabe, Ernesto no se ha ido de la lengua. Es sólo que vi que le habías pedido días por “problema familiar grave”, y quise ver qué sucedía, y como no me lo dijo, lo miré yo misma. Estaba preocupada… (hubo una pausa, y finalmente, Mati continuó). Si quieres… tal vez podemos vernos. Puedes venir a casa esta noche, no sé si te apetecerá… puedo hacerte algo de cena… pero te garantizo, que no va a haber sexo. Hasta luego, si vienes”.

Daniel casi no llegó a oír el final del mensaje, en cuanto oyó la invitación salió disparado. Lo cierto es que él no sentía un gran afecto por su padre, cuando era muy pequeño los había abandonado a su madre y a él para irse de guerrillero nada menos que con el Che Guevara, y no había regresado hasta pocos años atrás. Daniel sabía que su padre lo despreciaba por llevar la vida gris que llevaba, mientras que él era un aventurero… pero el sentimiento, era recíproco. Resulta muy difícil querer o simplemente tener un mínimo de respeto filial hacia alguien que te ha demostrado que le importaba más una revolución en la otra punta del mundo que su propia familia que necesitaba de él, pero bendito fuera su padre mil veces si le daba la ocasión de volver a ver a Mati a solas… aunque ésta le recalcase que no iba a haber sexo, como lo hizo apenas entró por la puerta. Abrió, le dio dos besos, Daniel le sonrió, y debió hacerlo de un modo muy especial, porque ella repitió el aviso:

-Te recuerdo: Nada de sexo.

-De acuerdo, seré bueno… – Mati lo advertía, porque era Daniel el que siempre pedía. No podía evitarlo, pero apenas estaban solos, sus manos parecían pensar sin él, y se lanzaban a acariciar la cintura y las caderas de ella, las piernas si estaba sentada… rogaba con los ojos y su boca se encontraba pegada a su piel, pero digamos en su descargo, que Mati nunca era capaz de oponer resistencia y cedía con pasmosa rapidez. Estaba claro que ella podía aguantar su propio deseo, pero no el deseo de Daniel.

Cenaron, y la conversación recayó más en el tema del padre de Daniel de lo que el propio Daniel hubiera querido. Quizá fuera cosa suya, pero Mati estaba guapísima esa noche. Tenía el pelo recién lavado y le olía al champú de rosas que usaba; llevaba pantalones cortos de estar por casa y una vieja camiseta que le resbalaba por un hombro, dejándoselo al descubierto, e iba descalza, como siempre hacía en su casa. Desde luego, ella notaba que su compañero no dejaba de mirarla, y sabía que en esa mirada había un gran cariño, pero también una lujuria muy alta. Él no podía evitarlo, era como estar delante de una tarta deliciosa y que no se te hiciese la boca agua, era imposible. Mati se sentía un poco incómoda e hizo ademán de levantarse para retirar los platos, pero Daniel dejó escapar la pregunta:

-¿Por qué? – dijo solo. Mati ya sabía a qué se refería. Ella agachó la cabeza y contestó en voz baja.

-Daniel… por favor, no te atormentes. De verdad, no es culpa tuya.

-No será quizá culpa mía, pero tengo que saberlo… Hay algo que no me cuentas, siempre me dices que soy muy bueno, y por eso no puedes seguir… ¿tengo que ser un cabrito, te van los tíos malos? – Mati negó con la cabeza. – Entonces, ¿qué es? Dímelo… Mati, tú y yo somos amigos, nos llevamos bien, podemos hablar de todo, tenemos confianza… noto que te gusta estar conmigo, y de vez en cuando, hacemos sexo… no me da la impresión de que yo sea un capricho del que te has hartado, ni de que lo hayas hecho por compasión hacia mí… ¿Qué pasa?

-Paso yo, Daniel. Es culpa mía, no puedo… no te mereces esto. – Mati se dio la vuelta y empezó a meter platos en el lavavajillas. Daniel se sentía lleno de un enfado impotente; hubiera deseado ser alguien más agresivo, dar un grito, un golpe en la mesa… pero no podía. En primera, era una persona desesperantemente pacífica, en segunda, irritarse contra Mati era algo que iba contra cualquier esquema de lógica. Antes preferiría beber lejía, y Mati ya daba la impresión de estarlo pasando bastante mal como para presionarla más aún… pero entonces se le ocurrió que quizá sí sabía por qué no quería ella decírselo, ¿y si se trataba de algo que pudiera herirlo a él en su orgullo….?

-¿Lo hago tan mal….? – preguntó por fin.

-¿El qué?

-El amor. ¿Lo hago tan mal? – Mati se le quedó mirando como si la hablaran en chino.

-¿…a qué viene preguntar esa tontería?

-Bueno, no sé… estamos juntos y nos llevamos bien. Somos buenos amigos, estamos a gusto el uno con el otro, congeniamos… entonces, nos acostamos, y de pronto ya no quieres verme. Y siempre es así, siempre yo soy quien pide, y siempre te pones triste después y sales huyendo… debo de hacerlo fatal. Dime la verdad, Matilde, ¿es que soy egoísta en el sexo? ¿Hago algo que te disgusta… no te dejo bien? ¿No te hago llegar?

Mati pareció a punto de abrazarlo, pero se contuvo, y se sentó junto a él.

-Daniel, tú estás de broma… No eres malo en el sexo, claro que no, eres tan bueno en la cama como fuera de ella, y me gusta tanto cuando tú y yo… – la joven agachó la cabeza, sonrojada y juntó las piernas, como si temiera que algo que hubiera entre ellas pudiera escaparse – A-antes de conocerte, yo había tenido orgasmos sólo cuando me masturbaba, y pensaba que no podía tenerlos con otra persona… que era imposible que yo pudiera combinarme con nadie para gozar, y de pronto te conozco a ti, y resulta que contigo sí puedo… y eso es aún peor y me hizo sentir aún más culpable, porque me lo hacías tan bien y es tan agradable lo que siento contigo… – Mati se agarraba los hombros, evitando la mirada de Daniel, y éste ya no sabía qué pensar. Por un lado, sentía un alivio inmenso al tener la certeza de que ella obtenía placer con él, pero por otro, era un motivo más por el que no entendía por qué ella le rehuía… se levantó y la abrazó. Mati pareció sostener una dura lucha consigo misma, pero finalmente, se levantó. – Ven un momento, y te enseñaré por qué huyo de ti… ¿quieres?

Daniel asintió, mudo, y ella le sentó en el tresillo del saloncito. De debajo del mueble, sacó un álbum de fotos, que no estaba tan sucio como se podía suponer si tenemos en cuenta que estaba en el suelo bajo un sillón.

-Lo guardo ahí, porque es algo que prefiero no ver constantemente… pero al mismo tiempo, tampoco debo olvidar. – Lo abrió. No había muchas fotos, pero en todas se podía ver a Mati con un hombre. Era mayor que ella, así como Daniel, pero era mucho más alto. Tampoco era muy guapo, y tenía también ojos tristes, incluso en una foto en la que se besaban, él tenía expresión de tristeza – A lo mejor, tú piensas que alguien me hizo daño, y por eso no quiero arriesgarme… pero piensas eso, porque eres muy bueno. Él también fue siempre muy bueno… pero yo le hice daño a él. Un daño irreparable.

Daniel la miró a los ojos. En ellos, podía haber cariño hacia el hombre de las fotos, pero no vio en ella la misma expresión de amor que tenía cuando estaba con él… escuchó.

-Cuando lo conocí, le acababa de dejar su segunda esposa – contó Mati – Se fue con otro, igual que la primera. Había tenido hijos con las dos, y las dos se los habían llevado y no querían verle. Me dijo que sus ex mujeres malmetían a sus hijos contra él, y me lo creo… no por nada sino porque nunca me mintió. Pero era cierto a la manera que eran ciertas otras cosas que decía: era cierto para él, y eso bastaba. A mí me gustaba, pero no estaba segura de que fuese… digamos… el hombre de mi vida. Pero no sé porqué, yo de pronto, lo fui todo para él. Absolutamente todo. Me llevó a su casa, me presentó a su familia como “su futura esposa”, me trajo a vivir con él… siempre estaba pendiente de mí. Quería mimarme constantemente, hacerme regalos y preguntarme cómo estaba, si aún le quería. Yo me acostumbré muy pronto a él, y fuimos felices. Al menos, yo intentaba hacerle feliz. Noté que le molestaba que hablase con mis otros amigos, y empecé a dejar de hacerlo. Noté que le molestaba que llevase minifaldas, y empecé a dejar de hacerlo. Le molestaba la música que oía, y escuché la suya; le molestaba que pidiese cosas en el sexo, y me limité a satisfacerlo a él… me partía el alma cuando le veía triste y sentía que era culpa mía, que había hecho algo mal… e intentaba ser mejor persona para él. Él se animaba cuando me veía esforzarme, y me agradecía que fuese tan atenta, me suplicaba que por favor, no le abandonase nunca… tres veces, serían demasiado para él.

Daniel escuchaba, cada vez más sorprendido por lo que oía. Estaba entendiendo muchas cosas, pero todavía le faltaba la guinda.

-Todo fue culpa mía… hasta entonces, yo me las había apañado para saber qué le disgustaba y dejar de hacerlo, de modo que él, nunca tuvo que pedirlo. Siempre fue decisión mía. Pero aquello, sí me lo pidió. Y me negué. Me pidió que por favor, por favor, dejase mi trabajo. No podía soportar cómo me miraban los otros compañeros, no podía soportar cuando llegaba a casa y yo no estaba aún, le torturaba saber que los clientes hablaban conmigo, me hacían bromas… tenía miedo constante de que le fuese a dejar por otro. Traté de hacerle entender que tal cosa no iba a suceder, que yo le amaba, pero se enfadó. Me dijo que lo mismo le habían dicho sus ex esposas y le dejaron poco después. Me acusó de infiel y me insultó…. Él no quería hacerlo, pero me levantó la mano, no fue culpa suya, había bebido un poco, y yo me puse muy terca… tuvo razón. Hice mal. Y lo peor, lo hice después… aquello fue imperdonable.

Daniel empezó a experimentar odio, un odio intensísimo contra aquél cerdo que había sido capaz de pegar a Mati, ¿y ella lo disculpaba, y decía que era bueno… que era bueno como él?

-Sabiendo lo celoso que era, sabiendo lo poco que le gustaba que nadie contase sus trapos sucios, yo me desahogué con un compañero del trabajo. Era gay, no era un hombre de quien él tuviera que tener miedo… era mi amigo. Yo le quería…. Sé que estuvo mal, pero era siempre tan amable conmigo… le conté todo lo que había pasado, y él me dijo que un hombre que me sacude, no me podía querer. Yo le dije que no me había sacudido, que sólo había sido un cachetito tonto, ni siquiera un bofetón… él me contestó que no esperase a que me diera el bofetón, porque lo siguiente serían golpes más graves y si eso pasaba, sería él mismo quien lo denunciaría… me dijo que me fuera con él a su casa, y yo no sabía qué hacer, y se lo dije… lo que no sabía, es que él, me estaba escuchando. Estaba en la puerta de la cafetería, oyendo lo que hablábamos… Cuando volví a casa esa noche, me encontré una ambulancia. La madre de José (así se llamaba) estaba allí. Cuando me vio, se lanzó a por mí, me pegó y me insultó, y yo no fui capaz de defenderme, porque tenía razón. Su hijo había dejado una nota en la que me decía que le había engañado y que ojalá fuera feliz, pero que él no podía vivir sin mí. Saltó desde la azotea del edificio y se mató. Yo lo maté. Si hubiera dejado el trabajo a tiempo, nada de eso hubiera sucedido… por eso, no puedo quedarme contigo, Daniel. También a ti te acabaría haciendo daño, y no podría soportar eso otra vez. Soy mala, Daniel, soy muy mala, y tú te mereces a alguien mejor.

Mati permaneció con la cabeza gacha, mirando la foto. Aún en la imagen, Daniel podía ver a una chica que sonreía con tristeza. Con cariño, pero sin amor. En otra de las fotos, ella lo abrazaba y le besaba en la cara, y él la tenía cogida de los brazos… no parecía abrazarla, sólo sujetarla, tenerla presa. Estuvo a punto de dejar hablar a su compasión o a su rabia, pero se contuvo.

-Quizá tengas razón… – musitó – Creo que te portaste mal con él. Debiste haber hecho lo que te pedía, eso te hubiera hecho sentir mejor, y le hubiera hecho sentir mejor también a él, todo eso se hubiera evitado… Y lo hubieras hecho, si le hubieras querido. Pero creo que no le amabas. –Mati le miró, inquisitiva.

-Yo… yo le quería… – se disculpó. – Hice todo lo que pude…

-Pero no fue bastante. Mati, ese hombre, quería tenerte por completo, quería que no salieras, ni hablaras con nadie, ni hicieras nada sin él… y no fuiste capaz de dárselo. ¿Te parece que eso es querer? – se sentía mal consigo mismo por hablarle así, pero era el único modo…

-…No podía dejar mi trabajo… no podía vivir sólo por él… no lo entendía… pero yo quería tener también mi independencia… no quería…

-No querías vivir a través de él. Pero eso, era lo que él deseaba, lo único que en realidad quería, la única cosa que te pidió… qué mala fuiste con él, Mati, él que te quería tanto que no soportaba compartirte, y tú lo único que hiciste fue provocar sus celos hasta tal punto…

-¡Fue él quien saltó, yo no le empujé, lo hizo porque quiso, era un maldito paranoico, veía traición en todas partes….! – Mati había reaccionado, como Daniel esperaba – ¡Quería hacerme su esclava, y me negué! ¡Ni siquiera hubiera querido casarme con él, solamente esperaba el momento para dejarle, pero no me atrevía, porque me daba miedo que hiciera la estupidez que al final hizo…! Dios… yo sólo quería hacerle feliz… sólo quería enamorarme de él y tener a alguien a mi lado… ¿Por qué tuvo que estropearlo con su cobardía? ¿Por qué era incapaz de confiar en mí, si nunca le di motivos para tener celos…? Al principio estuvo bien, lo pasamos bien, yo le quería. Te aseguro que le quería, le adoraba, pero después empezó a ser desconfiado, a ponerse agresivo, a insultarme y decirme constantemente que sabía que le iba a dejar, y te aseguro que me dieron ganas de hacerlo, porque empecé a pensar que era lo que realmente quería él… Empezó a llamarme puta, a decir que todas éramos iguales, menos su madre, todas éramos unas putas… ninguna tenía carácter para aguantar a un hombre, sólo su madre lo había tenido para aguantar a su padre, que era alcohólico y la pegaba, pero ella se quedó con él porque lo quería de verdad. Y si yo le quisiera, aguantaría también, y yo luchaba por aguantar y poner siempre buena cara, porque no quería pensar que mi amor por él no era lo bastante fuerte, que me quería más a mí misma que a él, que era tan egoísta que no era capaz de sacrificarme un poco por él, ni siquiera un poquito, para aguantar sus reproches, sus malas caras, sus discursos llenos de odio, y su sexo insulso. Se ponía encima de mí, acababa y punto. Llegó un momento en que ni siquiera me besaba ya, y yo no tenía ganas ni de escaparme al baño y tocarme, porque estaba demasiado triste, sólo quería que acabara cuanto antes y me dejara dormir, y eso me hacía sentir aún peor, porque al menos, debía decir algo, o soltar un gemido pequeño para que viera que lo había pasado bien. Pero tampoco podía ser muy fuerte, porque eso de que la mujer goce, también era de putas y no le gustaba. Y yo aguantaba eso día y noche, y soportaba sus insultos y sus comparaciones, porque su madre siempre era mejor que yo, siempre era mejor en todo… a ella le llevaba flores, y la llamaba “cariñito”, a mí me decía que los cuellos de las camisas no estaban bien planchados y me traía más y más trabajo… “Cásate con tu madre”, le dije una vez, y me amenazó. No llegó a pegarme, pero estuvo a punto de hacerlo. Se marchó de casa, no volvió en dos días, no le importó si estaba preocupada o no, no llamó. Quien llamó fue su madre diciendo que no le hiciera infeliz, que su hijo había sufrido mucho y se merecía a alguien que lo hiciera feliz, se merecía a una chica más guapa que yo, más lista y más rica… pero como esas le habían abandonado, sólo quedaba yo, así que debía dar gracias de que su hijo se había fijado en mí, y aguantar y quererle…

Mati tenía la mirada fija en el vacío, había hablado atropelladamente, como si tuviera verdaderas ganas de soltar todo aquello, pero nunca se hubiera dado a sí misma la oportunidad. Cautelosamente, Daniel la rodeó los hombros con el brazo.

-Lo has dicho tú sola. – susurró – Tú misma te has dado cuenta. –Mati, aún con la mirada fija, se llevó las manos a la boca, y empezó a negar con la cabeza, como si estuviera arrepentida, como si se le hubiera escapado sin querer. – Mati, ese hombre no te amaba… por lo que me has contado, creo que no quería a nadie, ni siquiera a sí mismo. Una persona que te chantajea sentimentalmente para que hagas sólo lo que a él se le antoja, y si no se enfada o te pega, no demuestra quererte… y tú hiciste bien en no quererle a él. Tú no hiciste nada malo, ¿me oyes….? – hablaba suavemente, con la voz llena de cariño, intentando que ella le mirase a los ojos – Tú sólo intentaste hacerlo feliz mientras pudiste, y luego, trataste de protegerte… quizá hubiera sido más juicioso que le hubieras abandonado de verdad, pero no quisiste rendirte, no quisiste que pensara que no le querías, aunque fuese cierto que ya no lo hacías…

El cuerpo de Mati se estremeció, sollozando en seco, con los ojos abiertos y el rostro inexpresivo. Finalmente, las lágrimas acudieron a sus ojos, y cayeron de ellos, redondas y brillantes, sin que ella parpadeara. Daniel le besó la cara tiernamente, mojándose los labios de lágrimas saladas.

-Daniel… – la voz de Mati apenas era audible – ¿tú no crees entonces que yo sea mala….?

-No es que no lo crea, es que no lo eres. – Ella se medio volvió para acurrucarse contra el pecho de Daniel, y el álbum de fotos se deslizó por sus piernas y cayó al suelo. Mati ya no lo miró. Se abrazó al hombre que tenía a su lado con un suspiro interminable y alzó la cabeza, buscándole la boca. Daniel la besó tiernamente, pero entonces sintió la lengua de ella pugnando por abrirse paso entre sus labios, y se sorprendió. Era la primera vez que ella pedía – Mati, no… ¿no dijiste que nada de sexo hoy? No tienes que hacerlo si no quieres, si es por agradecimiento, no…

Mati siseó suavemente para silenciarle.

-No sé si tienes razón o no, no sé si fui una mala persona o buena, o una estúpida… pero sí sé que llevo mucho tiempo castigándome y sintiéndome culpable por tener placer contigo, por quererte… si tienes razón, no tiene sentido que me castigue más tiempo… y menos aún, que te castigue a ti por mi culpa. Quiero hacer esto, Daniel… – Mati se sonrojó y no fue capaz de sostenerle la mirada – Contigo es agradable hacerlo, porque tú no te olvidas de mí, tú también me haces feliz, muy feliz cuando… quiero que te sientas tan bien como yo, quiero darte gustito…

Para esas alturas, el corazón de Daniel ya estaba en las 180 pulsaciones por minuto, y se dejó recostar en el sofá, con Mati sobre él, que le desabrochaba la camisa a besos, lamiéndole el pecho entre gemidos de gatita. Temblando como si tuviera fiebres, se descalzó con los pies, y éstos tocaron el álbum que seguía en el suelo. Daniel sonrió, cogió la cara de Mati con las manos, y la besó para que cerrase los ojos, sus manos se metieron entre la ropa de ella, una bajo la camiseta, acariciando la espalda suave, sin sostén, y la otra bajo los shorts… y aprovechando que Mati tenía los ojos cerrados, mandó de una certero talonazo el álbum de nuevo bajo las profundidades del sillón. “Muérete otra vez, indeseable” pensó, casi con triunfo “pero en esta ocasión, sí es ella la que te mata… y yo voy a ayudarla a que te quedes muerto para siempre”.

Mati se subió la camiseta hasta el cuello y se recostó contra el pecho de Daniel, ¡qué delicioso calor notar la piel desnuda del otro…! Él le tiró de la camiseta hasta sacársela, y Mati se escurrió por entre sus brazos para desabrochar el pantalón de su compañero, bajar la ropa interior y dejar al descubierto la erección, que al instante se metió en la boca. Daniel respingó del gusto que le invadió el cuerpo y le hubiera gustado decirle a Mati que la quería, que nunca había querido a nadie así… pero el placer era demasiado fuerte para coordinar una frase más compleja que el “sigue… sigue, por favor… sigue…” que logró balbucear.

La joven se reía para sus adentros, feliz por hacer feliz, y llevó una mano al interior de sus pantalones cortos para acariciarse mientras chupaba a Daniel. Él, en medio de la gloria en que se sentía, se dio cuenta de aquello, y se incorporó.

-Espera… – le costó Dios y ayuda, no era fácil renunciar al inmenso gozo que le invadía teniendo el miembro en el interior de la boca calentita de Mati, sintiendo las caricias de su lengua, él a quien antes nunca nadie había hecho una felación, pero era lo que tenía que hacer – Párate, eso no… Ven, ven aquí, para… – Daniel la cogió de las manos y la llevó hasta él, mientras la joven le miraba sorprendida.

-¿Es que te he hecho daño? ¿He hecho algo mal…?

-En parte, sí… Pensar sólo en mí. – Mati pareció extrañada, y él se explicó – Me estabas dando un placer asombroso, tremendo… pero tú no estás aquí sólo para que goce yo. Mati, tienes que dejar de pensar que tu alegría, consiste sola y exclusivamente en darme alegrías a mí, tienes que pensar también en ti misma, en lo que quieres, en lo que te gusta, y hacerlo. No me conviertas en un esclavista… no te lo pienso permitir – sonrió, y metió la mano en los shorts de su novia, que se estremeció de gusto. Daniel metió su dedo corazón entre los labios húmedos y empezó a acariciar el clítoris, mientras Mati, presa del placer, sólo era capaz de gemir y manotear torpemente en busca de su polla, para acariciarla del mismo modo.

-Aay…. Aaaaay…. Mmmmh…. Ay, Daniel… esto me… gusta mucho… – Daniel intentó recordar las veces que lo habían hecho, y se sintió un auténtico torpe, se había dejado llevar por ella de tal modo, que le había dedicado atenciones que desde luego, no eran ni la mitad de lo que ella merecía. En las ocasiones en que se habían dado tiempo, la había acariciado casi solamente por los muslos y las nalgas, y un poco los pechos… pero también había que reconocer que ni siquiera en las veces que “se dieron tiempo”, se habían dado mucho tiempo… casi todas las fiestas que habían tenido, habían sido más polvos apresurados que otra cosa, muy satisfactorios, desde luego, ella misma lo había admitido… pero eso, tenía que cambiar. Mati tenía derecho a obtener todo el placer que se merecía, y Daniel se lo iba a dar…. – Daniel, por favor…. Danielitooo… penétrame, te lo ruego… – se lo iba a dar a partir de mañana, palabra.

Daniel estuvo a punto de cambiar de postura y tumbarse sobre ella, pero pensó en lo que había dicho Mati del tipo de sexo que tenía con su ex “se ponía encima de mí…”. Y la mayor parte de las veces, también había sido así con él. Mati simplemente se dejaba hacer. Se retorcía de gusto, participaba haciendo caricias, dando besos, espoleándole, moviéndose,… no era ninguna frígida ni comodona… tan sólo parecía pensar que debajo, era su lugar. Era un buen momento para que empezase a tomar las riendas de su propio placer.

-¿No quieres… ponerte tú encima esta vez? – Mati le miró con asombro.

-¿Quieres… quieres que te monte? Pero eso… ¿eso no es hacer el sometido? ¿Seguro que eso te gusta…..?

“¡¿Cuántas estupideces te metió ese gilipollas en la cabeza?!” pensó Daniel. No le gustaba nada decir tacos, pero no tenía otro calificativo…

-Claro que me gusta… porque no estamos hablando de sometimientos, sino de amor y placer… ¿tú te consideras sometida cuando estás debajo?

-No… contigo, no. – Daniel estuvo a punto de contestar un “ya lo ves”, pero no hizo falta. Mati sonrió como una niña a la que le ofrecen un juguete nuevo y se apresuró a sentarse sobre su compañero. Lo hizo con cuidado, porque no estaba acostumbrada a esa postura. Lentamente se ensartó, hasta quedarse pegada a la pelvis de su novio. La carita de placer y sorpresa que fue poniendo conforme se fundían, destrozó el corazón de Daniel. “Dios mío, la quiero… la quiero tanto que me duele” pensó confusamente él, mientras sus manos temblaban dirigiéndose a sus muslos, a su cintura. Mati empezó a moverse y Daniel rompió a sudar, jadeando, abrasado de calor y sintiendo el delicioso cosquilleo de placer que le inundaba el cuerpo.

Mati sonreía, con los ojos entornados, moviéndose sobre la polla de su amante como si bailase salsa, meneando las caderas en círculos, disfrutando intensamente de controlar, por primera vez, todas las sensaciones que la colmaban… Agarró las manos de Daniel, que seguían en su cintura, y las llevó a sus pechos, para que los apretara, lo que éste hizo de inmediato, amasándolos, jugueteando con sus pezones… Mati se sentía en la gloria. Como le confesaría más tarde, el placer era tan enloquecedor que no podía parar, no hubiera podido detenerse ni aunque se incendiase la casa… de hecho, cuando Daniel le cosquilleó los pezones y su columna se erizó de gusto, le vino a la cabeza como un tiro un pensamiento: “estamos haciéndolo sin protección”, pero ni por esas fue capaz de detenerse, era demasiado agradable para parar ahora… podía ver el rostro de Daniel, las caras de gusto que ponía con cada uno de sus movimientos, su pecho subiendo y bajando a golpes, sus jadeos perfectamente sincronizados con los movimientos de sus caderas… y sus gemidos y las sonrisas que se le escapaban cada vez que ella hacía una bajada profunda…

-Danielitooo… – le volvía loco cuando ella le llamaba por el diminutivo, y más si lo hacía con esa vocecita tan dulce y derrotada – No… no puedo más… no puedo aguantar más….

-¡Pues córrete, hazlo! – Daniel estaba loco de felicidad, y fue él el que empezó a dar caderazos. El estallido de Mati fue instantáneo. La joven chilló y se dobló de gusto, sujetando en sus tetas las manos de su amante, mientras su cuerpo se convulsionaba y se retorcía. La imagen fue tan hermosa y sus propios movimientos le dieron tanto placer, que tampoco él aguantó más y se dejó ir, entre gemidos, gritando el nombre de Mati, notando la deliciosa electricidad que le envolvía y los apretones convulsivos que daba el sexo de ella…

Mati dejó escapar algo a medio camino entre jadeo y sollozo, y se dejó caer sobre él, sudorosa, jadeante y con la cara empapada en lágrimas de felicidad. Esta vez, no sólo por lo bien que lo había pasado, sino por lo feliz que era. Daniel sacó fuerzas de flaqueza para abrazarla y Mati ronroneó…. La verdad es que él tenía un poco de miedo de que la historia se repitiera, de que ella volviese a echarse atrás y quisiera sacarle de casa, o que estuvieran juntos y se escapara… pero Mati dijo la frase que llenó de tranquilidad el corazón de Daniel:

-¿Quieres quedarte a dormir….?

De eso hacía ya… ¿cuánto? Puede que unos tres años ya… sí, dentro de cuatro meses, haría ya tres años. Desde entonces, se habían mudado a casa de Mati, que era algo más grande, vivían juntos y quizá pronto formalizaran las cosas y se casaran, eso aún no lo habían decidido. Tampoco es que hiciera falta… y ella había cambiado tanto desde entonces… ya no era tímida en la cama, sólo fuera de ella. Eso era muy curioso: aún estando solos, él podía hacer un chiste verde, y ella se sonrojaría. Estando en la cama, el que acabaría sonrojado probablemente fuese él. El cigarrillo de Daniel se había terminado, y Mati gimió dulcemente en sueños, despertándose lentamente. Él la sonrió y Mati le acarició el pecho, sonriente.

-Bueno… alguien me dijo que ella batía la nata de las tortitas – sonrió Daniel.

-¿Pero de verdad tienes ganas de hacer tortitas….?

-Hombre… uno, tiene aspiraciones.

-¿Aspiraciones de qué? – preguntó Mati, levantándose de la cama y vistiéndose con los shorts y la camiseta de estar en casa.

-Pues… de gastar después el exceso de azúcar. – ahí estaba. Qué guapísima estaba Mati con su sonrisita de apuro y las chapetas rojas en las mejillas…

Susana; Aquí te pillo aquí te mato

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Susana era una hembra poderosa, de pechos rotundos, firmes, voluptuosos. Sólo verla supe que si me la follaba vería el cielo.

La encontré en el super, tal y como habíamos acordado, vestida con un traje de chaqueta, elegante, alta, con una sonrisa que iluminaba los pasillos por los que caminaba, un cabello moreno que enmarcaba su cara, una boca que invitaba al beso… Antes de conocerla en persona habíamos hablado alguna vez por teléfono, pero nunca cara a cara. Su sonrisa me conquistó. Recorrí su anatomía con la mirada, procurando que no se notase demasiado el escrutinio al que la sometía. La conclusión cuando terminé, es que la deseaba.

La visita al super era una mera disculpa para vernos en persona y conocernos, y llegado el caso, si nos gustábamos… pasar a otros temas. Nos dimos un par de besos y comenzamos a hablar. Caminaba delante de mí y yo procuraba mantener la conversación. En realidad no recuerdo sobre que hablábamos, pero había buen rollo entre nosotros.

Los dos queríamos estar en un sitio más íntimo, así que una vez hecha la compra nos dirigimos a la caja para pagar e irnos.

Iríamos cada uno en nuestro coche y nos encontraríamos en un polígono industrial que ella conocía.

Conduje presa del nerviosismo; no veía la hora de llegar. La deseaba. Anhelaba besarla y acariciar aquellas tetas que imaginaba grandes y hermosas. Esos minutos se me hicieron eternos, y a la vez que sufría por no tenerla ya, me daba morbo imaginar todo lo que haríamos.

Ella iba delante de mí con su coche. En un momento dado vi encendido el intermitente indicando que dejábamos la carretera. El momento de tenerla estaba cada vez más cerca. Nos metimos en el polígono, que al ser festivo estaba despoblado. Aparqué detrás de ella, y paré el motor.

Se nos notaba nerviosos a los dos. Parece que yo no era el único en sufrir la tensión del momento. La tomé por la cintura… y nos besamos… ¡deseaba tanto ese momento! Mmmmm ¡qué rica sabía su boca! Mis labios carnosos se apretaban con los suyos. Mi lengua jugaba con su lengua. Mis manos la sujetaban por la cintura y la acercaban a mí. La tensión sexual era enorme.

Decidimos entrar en su coche, ya que era el más grande, alejados de miradas indiscretas. Siempre he odiado los espacios reducidos, y la verdad que mis mejores polvos no han sido precisamente en el coche, pero había que adaptarse a las circunstancias, y yo en ese momento lo único que pensaba era en joderla. Mientras nos besábamos acariciaba sus tetas. No me defraudaron, eran todo lo que yo esperaba y más. Joder que tetas tenía… Impresionantes. Y si su cuerpo me daba morbo, la expresión de su cara aún más. Veía que estaba salida, tanto o más que yo, y lo único que me preocupaba era dejar a semejante hembra satisfecha. Mi polla iba tomando consistencia poco a poco, y a medida que iba soltando los botones de su blusa, más excitado me notaba. Cuando se la quité, contemplé aquellas maravillas, babeando y deseando morderlas, comérmelas enteras. Ya sólo tenía el sujetador, y la verdad que siempre he sido un torpe soltando esa prenda. Ella viendo mi inexperiencia acabó por quitárselo ella misma entre risas.

Me pasaría la vida contemplando aquellas dos preciosidades que quedaron libres. Ya sé que he mencionado que tenía un buen par de tetas, pero es que decirlo mil veces es poco.

Entre beso y beso acabamos de desnudarnos. Su conejito estaba arreglado, y me apetecía comerlo, pero dada la estrechez del sitio casi no podía lamérselo por lo incómodo de la postura, así que opté por estimularlo con mis dedos mientras le comía las tetas.

Lo notaba mojadito, como a mí me gusta, sentir esa suavidad en la yema de los dedos, y notar como estos se deslizan solos. Estaba cachonda, y tenía ganas de rabo. Ella acercó la boca a mi polla, y yo se la di para que la mamase un poco. Me daba mucho morbo verla con la boca llena de polla, pero yo lo que quería es meterle la polla, así que saqué los condones, y apresuradamente rompí el envoltorio de uno de ellos para ponérmelo. Aún la recuerdo debajo de mí… en una postura incómoda, abierta de piernas, ofreciéndome su coño… lista para que la montase. La penetración no fue fácil, y eso me hizo odiar más aún follar sin sitio, mis peores polvos han sido en el coche, pero es lo que había. Inicié el mete-saca en un ritmo irregular. Había más pasión que arte. Nos intercambiábamos besos mientras se la metía, y sólo por ver su carita guapa mientras la penetraba ya merecía la pena el estar incómodo. No voy a mentir y decir que fui un Superman en esa ocasión, ya que no tardé demasiado en sentir que me iba a correr… así que saqué mi rabo de su chochito, me quité el condón y derramé mi leche encima de ella… extendiéndola por su piel.

Sentí correrme tan pronto, pero ella me dijo que le había gustado, y que habría más ocasiones. Yo esperaba que los siguientes polvos fuesen mejores, sobre todo para ella, y de hecho el siguiente lo fue, pero eso ya es otra historia.

Prostituta en Mendoza por una noche

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El relato que les voy a contar comenzó un jueves 17 de noviembre y duró hasta las 6:45 am del viernes 18.

Todo comenzó cuando fui a visitar uno de mis clientes que tengo, por quien no lo sabe soy diseñadora gráfica (esta es una de las vidas que llevo), y me pidió que vaya a la sucursal de Mendoza, que necesitaban modificar el sitio web de esa sucursal para lanzar una nueva campaña. No era la primera vez que iba allí, de lo que iba del año era la tercera vez.

Me mandaron por mail el voucher del avión. El vuelo partía el jueves a las 8:30 am.

Durante la semana adelante trabajos que tenía con mis otros clientes y deje todo listo para poder irme tranquila. Durante el martes pasado, sin meditarlo mucho me decidí a concretar otra fantasía, que siempre la tuve, ser prostituta callejera, que es muy distinto a ser escort VIP, en todo sentido, en la preparación, los tipos de clientes, ademas me produce mucho mas morbo que prostituta VIP por el solo hecho de prostituirme por muy poca plata. La verdad siempre me calentó la idea, pero como llevo una doble vida, totalmente separadas una de la otra, me es imposible prostituirme en Buenos Aires, no sea cosa, que un día me encuentro con un conocido, sería fatal para mi.

El lugar donde lo haría, ya lo conocía. En mi viaje anterior a Mendoza, me habían invitado a comer el equipo de marketing y terminada la cena me fuí con uno de ellos a su casa. En el camino pasamos por una zona, que habían entre 3 y 4 putas por cuadra, de cada mano, eran cerca de 5 o 6 cuadras, esta zona roja. Me acuerdo que en ese momento desee ser una de ellas. Pero al final no hice nada.

Finalmente llegué a Mendoza, cerca del medio día, el vuelo se retrasó por unos problemas gremiales. Me pasaron a buscar por el aeropuerto. Pasamos por el hotel, dejé mis maletas, me refresqué y fuí a ver al cliente. El trabajo fue rutinario, estuve como 5 horas, miraba constantemente el reloj, quería irme, tenía que prepararme para mi noche. Cuando terminamos me despedí de todos, quedamos que pasaría el viernes antes de partir para terminar con unos detalles que nos habían quedado pendientes. Cuando salí el chofer ya esperaba por mí. Tenía ordenes de dejarme en mi hotel, pero le pedí que me deje por un centro comercial.

Estuve visitando unas tiendas, finalmente terminé comprando en una tienda de ropa para adolescentes. Por último pasé por una farmacia, compré una caja de 24 preservativos, lubricante para mi cola y unas toallitas húmedas para limpiarme luego de las acabadas.

Una vez en el hotel, descancé por un par de horas, cené muy liviano y comencé a prepararme.

Me dí una ducha, limpié bien todos mis orificios. Me miré en el espejo mis pechos, que realmente me encantan aunque debo admitir que me los operé a los 26 años, mi vagina completamente depilada y mi cola parada, tenía 31 años cuando me prostituí en Mendoza, pero le dedico mucho tiempo a mi cuerpo para que se vea muy bien. Por si no leyeron mis relatos anteriores, les cuento como soy fisicamente. Soy rubia, pelo largo y lasio por la mitad de la espalda, mido 1,78, ojos color marron, delgada, tez blanca. Tengo varios tatuajes.

Me puse una tanga hilo dental, realmente diminuta, la parte de adelante apenas cubría mi concha, dejando ver parte de mis labios vaginales, aunque esta era la idea. Una minifalda negra muy ajustada y que apenas cubría mi cola, aunque cuando caminaba un poco, comenzaba a levantarse mostrando la unión de mis piernas con mi nalgas, no usé medias, tacos negros altos y una camisa blanca sin corpiño, con varios botones abiertos, para lucir mis pechos.

Para salir del hotel me puse un saco de media estación que me cubría hasta las rodillas, aunque no funcionó demasiado bien, porque me llevaba todas las miradas. Pedí un taxi en la recepción del hotel, y a los minutos me anunciaron que había llegado. Me abrieron la puerta e ingresé al taxi. Le dije a donde me dirigía, el taxista me preguntó si conocía la zona y le dije que sí. No me hizo mas comentarios. Durante el viaje no paró de mirarme mis piernas por el espejo retrovisor, estuve a punto de ofrecerle sexo oral, pero preferí reservarme de llena para la noche, además no veía la hora de llegar a prostituirme.

A las 23:35 pm, el taxi me dejó en la zona roja. Me acerqué a una de las chicas, le comenté que venía a prostituirme y me dijo que me fuera inmediatamente. Seguí caminando 2 cuadras y volví a preguntarle a otra de las chicas, era una morocha muy linda, estaba cerca de los 40 pero los llevaba muy bien. Además, muy simpatica. Me contó que la zona la manejaba una señora llamada Laura, que tenía que hablar con ella primero. Me dijo que espere que ella pasaba durante toda la noche con su auto, controlando la zona. Me dijo que espere en la esquina, que Laura me iba a ver. Así fue. A los 20 minutos un auto blanco paró en donde estaba y me preguntó que estaba haciendo. Le conté que quería trabajar y me explicó las condiciones. Ella manejaba la zona y que nos brindaba protección, nos evitaba problemas con la policia, pero que cobraba una parte. Para empezar debía dejarle $150 por noche, adelantado porque no me conocía, pero una vez que ya sea conocida podría pagarle al terminar la noche. Me preguntó si tenía la plata, se la dí. Me pidió que suba al coche y me llevó a mi lugar de trabajo, a unas dos cuadras. Me recalcó que no salga de ese sector, para no tener problema con las otras chicas. Me ofreció preservativos, lubricantes, pastillas, pero le dije que tenía todo. Por último me dijo que a las 6:30 am tenía que irme para no tener problemas con la policía y los vecinos.

Empecé mi turno a las 12:15 am. El primer cliente no tardó en aparecer. Se acercó con su auto. Me pregunto cuanto cobraba por un anal, le dije $80. Me preguntó si podía ver que estaba pagando. Me dí vuelta y le acerqué mi culo a su ventanilla y me agaché sin flexionar las piernas.

Escuché: – Subite ya, que te estropeo el culo. Tiró el asiento hacia atrás, sacó su pija que ya estaba casi dura, le acraricié sus huevos y la chota hasta que la tenía a full, saqué un preservativo, se lo puse yo misma, y me metí adentro del auto. Me acomodé como pude encima de el dandole la espalda y yo mirando hacia el volante, le agarré la pija y lo acomodé en la entrada de mi ano. Su cabeza me iba penetrando lentamente y con dificultad. Me dí cuenta que no lo había lubricado, ni su pija, ni mi culo, pero decidí seguir para no quedar como tonta, lentamente su pija entro toda en mi culo y empecé a montarlo fuertemente, me agarré del volante y empecé a saltar, realmente me dolia la cola pero ya me habían pagado y tenía que cumplir, por suerte en menos de 3 minutos lo escuché dar un grito de desahogo. Había acabado, me acomodé en el asiento del acompañante, le saque el forro y le chupé su pija hasta dejarsela limpita. Me despedí y volví a mi sector esperando el siguiente. Apenas me reincorporé ya había alguien esperandome, por lo visto ya me había visto antes, y esperaba que me desocupe.

Era un muchacho de unos 20 años, timidamente me preguntó cuanto salía el pete. Son $40 con globo y $60 sin globo, le contesté. Aceptó y fuimos al porton de un garage que estaba donde yo paraba, la puerta estaba metida un metro y medio de la vereda por lo que nos daba algo de privacidad. Me arodillé, le desabroché el jean y saque su pene flacido, para metermelo en la boca. Comencé a petearlo, de apoco su chota iba creciendo en mi boca, con mis labios apretaba fuertemente su tronco y me lo introducia hasta e fondo para volver hacia atrás hasta su cabeza, mientras le apretaba los huevos con mi mano. En 5 minutos me largo su leche dentro de mi boca, la cual me tragué toda.

Durante la noche llegué a hacer entre 10 y 11 petes todos sin globo menos 2, que lo pidieron de esa manera. Por lo visto y por mi experiencia de esa noche el sexo oral es lo mas solicitado, seguido del sexo anal. Mi cola la pidieron 6 veces esa noche, de las cuales 2 fueron en un telo que quedaba a unas cuadras a pedido de los clientes, 3 anales en el auto y uno me pidio hacerme la cola en el porton de garage donde estaba parando. Fue un anal excelente este último, era un flaco de unos 40 años muy piola. Me arrodillé, le desabroche su pantalon, ya la tenía bien erecta, me puse el preservativo en mis labios y le calcé este con mi boca. Me puso contra la puerta, dandole la espalda a el, me levantó la minifalda, dejando mi culo desnudo, ya que para ese entonces ya había guardado mi tanga en la cartera, porque estaba podrida de sacarmela y ponermela una y otra vez, y sentí su poderosa verga entre mis nalgas, tenía un miembro gordo y largo, aunque no fue muy doloroso, porque para esa altura ya tenía mi ano bien dilatado de los pijazos anteriores, me penetró completamente el culo hasta sentir sus huevos chocar contra mis nalgas y empezó a embestirme, eran penetradas largas y profundas, sentía como me la sacaba y volvía a meter de golpe, mi cuerpo chocaba contra el porton de chapa, haciendo un ruido metalico muy fuerte que me calentaba demasiado. Fueron unas 20 0 25 embestidas en total hasta que el acabó, me besó mis hombros y cuello y cuando su pija estaba flacida, me dí vuelta, me arrodillé ante su chota y me la metí en mi boca, aunque no me lo pidiese me había dejado tan caliente que quería seguir, me costó remontar que su pija vuelva a estar erecta pero al final pude, me la tragaba completamente, sus 20 cm de carne aproximadamente, que llenaban mi boca y garganta, me tomo de la cabeza y con su pija violo mi boca de lo duro que lo hizo, fueron unos pocos minutos hasta que acabó pero yo estaba completamente mojada, sentía la humedad entre mis piernas. Me dejastes sin leche nena, me dijo. Quiso pagarme el sexo oral que no había pedido, pero no se lo acepté. Por dentro pensaba yo debería pagarte por como me hicistes mojar. Se despidió y me dijo que la semana proxima me buscaba, yo lo saludé y no le contesté que solo estaría esa noche.

Otra cosa que me pidieron esa noche fue una turca, que se la hice en el telo. Le cobré $50 por el servicio. Nada fuera de común, solo que demoró 2 minutos a lo maximo en acabar y me eyaculo como si tuviese una pija de 30 cm, no sé de donde sacó tanta leche, me llenó el mentón, la cara, ojos, pelo de semen, tuve que bañarme mas que nada por el pegote que me dejó en el cabello.

Tuve 3 servicios vaginales, el primero me cogió de parado en el portón y los otros dos me llevaron al telo, todos los cobré $50.

El último servicio fué una eyaculación sobre mi cola. Era un hombre de unos 50 largos diría que casi 60 años. Me pidió que le dé la espalda mostrandole la cola y que el acabaría sobre esta. El servicio le salió $35. Aunque debí cobrar mas por el tiempo que me llevó. Me levanté la minifalda hasta la cintura, flexioné mis piernas, apoyé mis manos sobre mis muslos, sacando colita afuera, el hombre se puso detras mio, y lo sentí masturbandose detrás mio, me tuvo en esa posición mas de 20 minutos hasta que su pija descargó unas pequeñas cantidades de semen muy espeso.

Para todo esto, ya estaba amaneciendo. Y decidí que esa noche había hecho felíz a varios hombres y decidí pasar a ver a la chica que había conocido esa noche que me había tratado tan bien. Por suerte estaba, conversamos un poco, y le ofrecí mi dinero recaudado, no quiso aceptarlo, pero le conté que solo lo hacía por cumplir una fantasía, me dijo loca de mierda y se empezó a reir, me aceptó el dinero y me despedí. Caminé unas 7 cuadras para encontrar un taxi. Mientras caminaba, sentía mi cuerpo pegoteado y sucio de la transpiración y semen de esa noche. Me hizo sentir muy puta. Finalmente un taxi paró y me senté, le pedí que me lleve al hotel en el que estaba parando y me recosté en el asiento, completamente agotada. Fueron muchas horas parada y los nervios también me dejaron algo cansada. Una vez en el hotel, eran cerca de las 8:45 am, me duché y cambié. El remis ya estaba hace unos 40 minutos esperando por mí, habiamos quedado que pasaban por mi, para llevarme a terminar unas ideas que nos habían quedado pendiente el día anterior.

A las 15:45 pm, ya me encontraba en el avión de regreso a Buenos Aires.

Bueno, esta fué mi primer experiencia prostituyendome en la calle.

Prostituto por error: Ángela, la azafata buenorra

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La jodida vida da alegrías cuando menos te lo esperas. Acababa de terminar con mi novia de entonces, cuando me surgió un viaje a Nueva York. Ese día de otoño no me podía esperar que la casualidad me llevara a conocer una mujer que cambiaría mi existencia.

Por el aquel entonces, tenía veintitrés años y aun siendo un puto crio, no veía límites a mi apetito por experimentar sensaciones nuevas. Con la irreflexiva alegría que da la juventud, me monté en ese avión sin ser consciente de cómo ese viaje iba a trastocar mi futuro.

Ya en mi asiento tuve que soportar los típicos avisos de seguridad que todas las aerolíneas están obligadas a realizar antes de cada vuelo. Ensimismado en mis problemas, no me percaté en ese momento de la preciosa azafata que, de pie en medio del pasillo, iba mecánicamente desgranando las aburridas instrucciones tantas veces repetidas.

Deseaba llegar para desmadrarme, correrme una juerga de campeonato que me hiciera olvidar a esa novia que sin ningún complejo ni sentimiento culpa me acababa de dejar.

Quizás fue mi propia juventud lo que me impidió apreciar las cualidades de Ángela, la cuarentona que en mitad del pasillo gesticulaba mientras nadie del pasaje hacía caso a la mecánica voz que salía de los altavoces. No comprendo cómo no valoré en ese instante la sensualidad que se escondía tras ese uniforme. Fue imperdonable que no atendiera sus explicaciones, ningún chaval de mi edad hubiera dejado pasar la oportunidad de contemplar a esa dama y menos de disfrutar del culo que permanecía oculto bajo su minifalda.

Rubia de peluquería, maravillosamente conservada para su edad, esa criatura despedía sensualidad en cada zancada. Contra toda lógica debí de ser el único representante del género masculino que no ensuciara con sus babas la impersonal alfombra de business. Fue imperdonable que no estimara en su justa medida la rotundidad de sus nalgas y que tuviera que ser ella la, que al servirme las bebidas del bufet, se luciera moviendo ese pandero de película a escasos centímetros de mi cara.

“¡Cojones con la vieja!”, exclamé mentalmente cuando con verdadera admiración observé sus movimientos al servir los refrigerios a los presentes. Con una blusa una talla menor a la requerida, era la comidilla de todo el pasaje. Sin exceptuar a los pasajeros acompañados por sus esposas, todos los hombres de su sección se pusieron verracos al disfrutar del maravilloso escote que lucía orgullosa esa hembra. Yo no pude ser menos. Aunque estaba en la inopia, cuando ese pedazo de mujer, poniendo una hipócrita sonrisa, me preguntó qué era lo que quería, estuve a un tris de contestarle que a ella.

No tenía puta madre lo buena que estaba. Era el sueño, la fantasía sexual de todos los que estábamos sentados en primera. Sus pechos no solo eran enormes sino que se les notaba que eran producto de largas horas de ejercicio y su cara, aún marcada por alguna arruga, era el morbo hecho mujer. Sus labios, quizás alterados por la mano de la cirugía estética, pedían a gritos ser mordidos.

Mi propio pene que se había mantenido aletargado hasta ese momento, no pudo evitar removerse inquieto bajo mi bragueta al contemplar como esa rubia, que me doblaba la edad, se contorneaba a cada paso por el avión.

“¡Quién pudiera darle de comer a ese culo!”, me dije sin poder retirar la mirada de su silueta mientras se alejaba de mí.

El vaivén que imprimía a sus nalgas en cada paso era hipnótico por lo que no fui capaz de retraer mi mirada de ese par de monumentos que decoraban sus piernas y ya completamente erecto, me tuve que tapar mi entrepierna cuando con una profesionalidad digna de admiración, me pidió que bajara la mesa extraíble del asiento frente a mí.

Cortado por la tremenda erección de mi sexo, obedecí sin rechistar, lo que no me esperaba fue que ella soltando una risita, me aconsejara que me calmase porque si seguía tan alborotado iba a tirar la bandeja con la insípida comida.

-No te comprendo- respondí.

La cuarentona sonrió al ver mi cara y sin cortarse un pelo, al poner la comida rozó con su mano mi entrepierna mientras me decía al oído:

-Está claro que te pongo cachondo- dejando patente que se había dado cuenta de la excitación que me dominaba.

-A mí y a todos- contesté con rubor, no en vano era un muchacho y ella todo una mujer.

Soltó una carcajada mientras pasaba la bandeja al tipo de mi izquierda. Descaradamente, esa diosa restregó sus pechos contra mi cara y sin darle importancia continuó repartiendo las raciones al resto del pasaje. Podréis comprender que no cabía en mí al haber sido objeto de las atenciones de semejante portento y por eso durante las siete horas del trayecto, intenté hacerme notar sin resultado. Esa mujer no me hizo ni puñetero caso. Ni siquiera tuve la oportunidad de despedirme de ella al salir del avión porque era otra la azafata que esperaba en el finger de acceso a la terminal.

La realidad es que no me importó:

“¡Estaba en Nueva York!”.

Tampoco me afectó soportar durante casi tres cuartos de hora a los pesados de la aduana americana. Nada de lo que pasara cambiaba el hecho de estar, allí, en la ciudad de los rascacielos. Mi estancia era por una semana pero ya tenía decidido que si las cosas me iban bien, prolongaría el viaje hasta que se me terminara el dinero. Recién salido de la universidad, no me apetecía ponerme a trabajar y sabía que si permanecía en Madrid, mi viejo me iba a obligar al menos a buscar trabajo.

Cargado de ilusión, cogí un taxi hacia Manhattan. Todo lo que veía a través del cristal me parecía conocido. Las calles y edificios que nos cruzábamos, tantas veces vistos en películas y series, eran parte de mi vida. Inmerso en una especie de “deja vu”, la ciudad me resultaba familiar. Ese trayecto lejos de parecerme aburrido, fue una experiencia extraña donde se mezclaban mis propias experiencias con la de los personajes de cine. Me sentí Al Pacino en el Padrino, Jack Nicholson en Mejor Imposible e incluso me vi subiendo el Empire State como King Kong.

Los cincuenta y dos dólares que tuve que pagar al conductor me dolieron pero aun así, al entrar en el hotel que había reservado, estaba en la gloria. El Westin de Times Square me sorprendió y no solo por estar ubicado en mitad de esa plaza sino por su propia arquitectura. Parece en sí mismo una escultura cubista, formado por figuras geométricas de muchos colores, era el edificio más extraño que había visto en toda mi vida.

Ansioso por irme a dar una vuelta por la ciudad, me inscribí y nada más recibir las llaves de la habitación, dejé mi maleta y sin pararme a deshacerla, salí sin rumbo fijo. No os podéis imaginar lo que representó para mí esa caminata. A cada paso que daba, mis ojos no daban crédito a lo que veían. Brodway, el Madison Square Garden, el edificio Chrysler… Esa urbe era la puñetera capital del mundo. Durante tres horas, fui deambulando por sus calles como hipnotizado. Me sentía un enano ante tamañas construcciones y sí, hice lo que todo turista, hace en Nueva York:

¡Me subí al Empire State!

Sera una horterada, un paletada pero me encantó contemplar todo Manhattan desde las alturas. A todo el que ha tenido la suerte de conocerlo le parece increíble que se hubiese construido en los años veinte del siglo pasado. Hasta su decoración art deco es maravillosa y por eso al salir, estaba con nuevos ánimos. Comí a base de Hotdogs en un puesto a la entrada del parque central y completamente agotado, llegué al hotel.

Tras una ducha relajante, salí de mi habitación. Aunque tenía ganas de marcha, el dolor de pies que me atenazaba me impidió salir a correrme una juerga. Contrariado, me senté en el bar del office a observar a la fauna allí reunida. No tengo ni idea de cuantas nacionalidades diferentes se congregaban en ese Hall. Blancos, negros, amarillos e incluso un par de tipos de aspecto extraterrestre alternaban sin importarles que ese españolito les observara desde la barra del local. Inmersos en sus propias vidas era entretenido el intentar averiguar de qué lugar del orbe habían llegado. Ya iba por la segunda copa cuando vi entrar a la espectacular azafata de mi vuelo acompañada por el piloto. Sé que resulta un tópico pero al no perderlos de vista, comprendí que ese par compartían algo más que trabajo.

Lo que había empezado como una reunión de amantes, terminó a los gritos. La mujer le recriminaba que se hubiera enrollado con la miembro más joven de la tripulación a lo que él le contestó que, entre ellos, todo había terminado y sin más, levantándose de la mesa, tomó el ascensor.

“Menudo idiota”, pensé al ver que había dejado tirada a ese mujerón.

La rubia estuvo llorando desconsoladamente hasta que el camarero le preguntó si quería algo de tomar. Disimulando, señaló un coctel de la extensa carta y mirando a su alrededor, me vio. Creí que me había reconocido porque tras pensarlo durante unos segundos, me hizo señas de que me acercara. Tardé en comprender que se refería a mí. Al ratificar que era yo el objeto de sus señas, me acerqué cortado y sentándome a su lado le pregunté qué quería.

-¿Con quién vas a cenar?- me preguntó luciendo una espectacular sonrisa.

-Contigo- respondí sin creerme mi suerte.

Tras una breve presentación, me dijo al oído:

-Estoy seguro que has visto lo que acaba de ocurrir- asentí al escuchar sus palabras, tras lo cual la mujer prosiguió diciendo: -Voy a usarte para darle celos a ese cabrón-

Quizás fueron las dos copas que llevaba ingeridas lo que me hizo contestar:

-Siendo tú, dejo que hasta me violes esta noche-

Ella soltó una carcajada al oír mi descarada respuesta y posando delicadamente sus labios en los míos, me contestó:

-No creo que lleguemos a tanto pero nunca se sabe- y cogiendo su bolso, me susurró: -El sitio donde te voy a llevar es muy elegante, vamos a cambiarnos de ropa-

Completamente desolado le tuve que reconocer que no traía en mi maleta nada elegante. Ángela al ver mi turbación, sonrió y cogiéndome de la mano me llevó fuera del local, diciéndome:

-No te preocupes. Esta noche eres mi gigolo. Irás hecho un adonis-

Ni pude ni quise protestar, la mujer me llevó a una tienda sita en el hall del hotel y encantada de su papel, Ángela se puso a elegir la ropa que iba a llevar en nuestra cita. No escatimó en gastos, eligió no solo el traje sino la camisa, los zapatos, calcetines e incluso los calzoncillos de manera que en menos de cinco minutos, me volvió a coger del brazo y casi a empujones, me llevó al probador.

Sin saber cómo actuar cuando comprobé que entraba en el habitáculo conmigo, me quité la camiseta que llevaba. La azafata que para el aquel entonces se había sentado en una silla, no me quitaba ojo de encima y al ver que me ruborizaba, me comentó:

-Ya que voy a pagar, quiero ver la mercancía-

-Dime al menos si te gusta lo que ves- le respondí orgulloso de mis músculos, no en vano me machacaba diariamente en el gimnasio.

No me contestó pero al percatarme que bajo su blusa, sus pezones se marcaban, comprendí que al menos asco no era lo que le daba. Envalentonado por su reacción, me quité los zapatos, dando inicio a un lento striptease. Botón a botón fui desabrochándome el vaquero, sabiéndome objeto de un escrutinio nada profesional. La cuarentona seguía con sus ojos las maniobras de mis manos y no pudo evitar morderse los labios cuando me bajé el pantalón.

Dándole toda la parsimonia que me fue posible, me lo saqué por los pies y acercándome a la mujer dejé que contemplara que bajo mis boxers, mi pene había salido de su letargo:

-¿Quieres que siga?- le pregunté con recochineo al advertir que mi interlocutora había cerrado sus piernas, tratando de evitar la calentura que la estaba poseyendo por momentos.

-Sí- respondió con mirada hambrienta.

Por su tono, supe que lo que había empezado como un juego para ella, se estaba volviendo peligrosamente excitante. No comprendo todavía como me atreví a decirle, mientras la acercaba a mi paquete:

-Desenvuelve tú, tu regalo-

La rubia que hasta ese momento se había mantenido expectante, me pidió que me diera la vuelta, tras lo cual, cogió con sus dos manos la tela de mis calzoncillos y lentamente empezó a bajármelos. Con satisfacción, la escuché decir al ver mis glúteos desnudos:

-¡Qué maravilla!-

Lo que no me esperaba era que llevando sus manos a mi trasero, lo empezara a acariciar y menos que venciendo cualquier reparo, lo empezara a besar. Si alguien me hubiera dicho que estaría con esa preciosidad de mujer en un probador nunca le hubiese creído pero, si además, me hubiese asegurado que iba ella a estar besando mis nalgas lo hubiera tildado de loco y por eso, tratando de no romper ese mágico instante, esperé sus órdenes. Ni que decir tiene que mi sexo había ya alcanzado una tremenda erección.

Queriendo colaborar apoyé mis manos en la pared y abrí las piernas, dejando libre todo mi cuerpo a sus maniobras. Por el ruido, supe que se había puesto en pie pero todavía no sabía lo que iba a ocurrir pero me lo imaginaba. La confirmación de sus deseos vino al advertir la humedad de su lengua recorriendo mi espalda, mientras se apoderaba de mi pene.

-No te muevas- me pidió imprimiendo a la mano que tenía agarrado mi sexo de un suave movimiento.

Manteniéndome quieto, obedecí. La azafata, restregándose contra mi cuerpo, gimió en silencio. Poseída por un frenesí sin igual, me masturbaba mientras susurraba a mi oído lo cachonda que estaba. Cuando le informé que estaba a punto de correrme, me obligó a darme la vuelta y poniéndose de rodillas, se introdujo toda mi extensión hasta el fondo de su garganta. Fue alucinante, esa cuarentona no solo estaba buena sino que era toda una maestra haciendo mamadas y por eso, no pude evitar desparramarme dentro de su boca. Que no le avisara de mi eyaculación no le molestó, al contrario, demostrando una pasión incontrolada, se bebió todo mi semen sin escatimar ni una sola gota.

Si de por si eso ya era impresionante, más fue verla levantarse y que acomodándose su ropa, se volviera a sentar en la silla mientras decía:

-Ya no me acordaba lo que era una buena polla, llevo demasiado tiempo tirándome a cincuentones- y dirigiéndose a mí, exclamó: -Vístete, quiero comprobar cómo le queda a ese cuerpo la ropa que he elegido-

A nadie le amarga un piropo de labios de una espectacular mujer y por eso no pude reprimir una sonrisa mientras me vestía. Ángela, ya sin ningún reparo, me ayudó a ponerme la ropa sin perder la oportunidad de volver a dar algún que otro magreo a mi pene, de manera que ya completamente vestido era evidente que me había vuelto a excitar.

La azafata soltó una carcajada al comprobar mis problemas para acomodar mi miembro y poniendo cara de viciosa, me avisó que iba a cobrarme en carne los dólares que se había gastado conmigo.

-Soy esclavo de tu belleza- respondí cogiendo por primera vez uno de sus pechos entre mis manos y sin pedirle permiso, lo pellizqué con dulzura.

Ángela gimió al sentir la caricia sobre su pezón y separándose de mí, protestó diciendo que si seguía tendría que violarme nuevamente. Fue entonces cuando estrechándola entre mis brazos la besé. Su boca se abrió para permitir el paso de mi lengua en su interior mientras mis manos se apoderaban de ese trasero de ensueño. Dominado por la calentura, pose mi extensión en su vulva, dejándola saber que estaba dispuesto.

Tuvo que ser la cuarentona la que poniendo algo de cordura, se deshiciera de mi abrazo y abriendo la puerta, dijera:

-Tengo que cambiarme-

Al ir a pagar la cuenta, advirtió que la dependienta me miraba más allá de lo razonable y pasando su brazo por mi cintura, le dejó claro que el mozo que llevaba era su captura y que no estaba dispuesta a que nadie se la arrebatara.

Creyendo que íbamos a continuar en su cuarto la acompañé hasta la puerta, pero cuando hice ademán de entrar, me contestó que le diera media hora y que la esperara en el hall. Comportándose como una clienta exigente, me ordenó que me volviera a duchar y que me afeitara porque no quería que mi barba de dos días le terminara rozando. Al ver mi cara de extrañeza, me aclaró:

-Esta noche tendrás que devolverme la mamada que te he hecho- y cerrando la puerta en mis narices, me dejó en mitad del pasillo, solo y alborotado.

Ya en mi cuarto, obedecí sus órdenes de forma que a la media hora, estaba esperándola en mitad del recibidor del hotel. Como la coqueta que era, tardó quince minutos más en aparecer pero cuando lo hizo no me quedé defraudado, venía embutida en un traje de raso rojo que realzaba sus formas. Embobado con la visión de ese portento, disfruté de cada centímetro de su anatomía. Estaba preciosa por lo que nada más saludarme con un beso, la piropeé diciendo:

-Dios va a regañar a san Pedro por dejarse la puerta abierta, se le ha escapado un ángel-

Ruborizándose por completo, me contestó:

-Eso se lo dirás a todas tus clientas-

Fue entonces cuando la realidad de nuestra relación cayó sobre mí como una losa. Esa mujer creía que era un prostituto de hotel, dispuesto a hacer realidad las fantasías de las mujeres solas. No había reconocido en mí al pasajero sino que estaba convencida de que era un hombre de alquiler. Estuve a punto de sacarla de su error pero temiendo que si se lo decía no iba a pasar la noche con ella, decidí callarme y esperar a la mañana siguiente para aclarárselo. Y por eso, pasando mi brazo por su estrecha cintura le pregunté:

-¿Dónde quiere la señora ir a cenar?-

-Al Sosa Borella-

Me quedé helado, había leído una crítica de ese restaurante italo-argentino y sabía que la cuenta no iba a bajar de los trescientos dólares. Cómo pagaba ella, no puse ningún reparo. Al preguntarle al botones por un taxi para ir, me informó que estaba al lado del hotel por lo que no era necesario pedir uno ya que se podía ir andando. La perspectiva de ir luciendo esa estupenda pareja por las calles, me pareció buenísima y pegándola a mi cuerpo, le acaricié el trasero mientras andábamos.

Si me quedaba alguna duda de mi función en esa opereta, me la quitó al entrar en el local. Era un sitio pequeño de forma que no tardamos en ver que el piloto con el que había discutido estaba sentado en una mesa a escasos tres metros de la nuestra. Poniéndose nerviosa, me suplicó que si su ex amante se acercaba, le dijera que era un amigo de otros viajes a Nueva York.

-No te preocupes- le respondí, -Somos amigos desde hace un par de años. Te parece que le diga que nos conocimos en el Metropolitan-

-Perfecto- suspiro aliviada y cambiando de tema, me preguntó que quería beber.

-Si te digo la verdad, lo que me apetece es beber champagne sobre tus pechos desnudos pero mientras tanto con un vino me conformo-

Mi ocurrencia le hizo gracia y pasando su mano por mis piernas, me aseguró que esa noche lo probaríamos. Sus caricias hicieron que mi pene se volviera a alborotar, cosa que no le pasó inadvertida y mostrando una genuina sonrisa de mujer en celo, llamó al camarero. El empleado tomó nota con profesionalidad, lo que me dio oportunidad de fijarme en la pareja del piloto. La muchacha aun siendo guapa no podía compararse con ella y así se lo comenté:

-Mentiroso- me contestó encantada.

-Es verdad- le aseguré, -Si tuviera que elegir con quien irme a una isla desierta, no dudaría en ir contigo. Tienes un cuerpo precioso y unos pechos que son una locura-

-Tonto- me susurró dándome un beso en la mejilla.

Y recalcando su belleza, acaricié uno de sus pechos mientras le decía:

-Ese tipo es un cretino. Debe estar majara para no darse cuenta-

-Te lo agradezco- contestó y completamente nerviosa, me informó de la llegada del susodicho.

El inútil del cincuentón venía con una sonrisa de superioridad que me encabronó y por eso cuando sin pedir permiso se sentó en nuestra mesa, directamente le pregunté:

-Disculpe, ¿le conozco?-

La fiereza de mi mirada le descolocó y ya bajado de su pedestal, me saludó con la mano mientras me decía:

-Soy Pascual, el compañero de Ángela-

Sabiendo que tenía que hundirle en su miseria, puse un tono despectivo al contestarle:

-Ah, el chofer del avión- y dirigiéndome a mi pareja, le recriminé: -No sabía cuándo me sacaste de la reunión del banco que íbamos a comer con más gente. Te dije que era importante y que solo dejaría mis asuntos si cenábamos solos-

Completamente indignado, el piloto se levantó de la mesa diciendo:

-Solo venía a saludar pero ya veo que no soy bien recibido-

-¡Coño! Has captado mi indirecta, tendré que cambiar mi opinión sobre tu gremio. Hasta hoy pensaba que estaba compuesto por ignorantes sin escrúpulos ni moral que no dudan en cambiar a sus parejas por carne más joven-

Mi intencionado insulto consiguió mi propósito y el tipejo al llegar a su asiento, agarró a la muchacha y tirándole del brazo, abandonó el local. Mientras eso ocurría, mi acompañante no levantó la cara del plato. Creyendo que me había pasado, me disculpé con la mujer, la cual al percatarse de que se había ido, soltó una carcajada, diciendo:

-¡Que se joda! Menuda cara ha puesto el muy mamón. Se debe haber quedado acojonado que me haya repuesto tan pronto y que la misma noche de ser dejada, le haya sustituido por un modelo como tú-

-Siento haber sido tan despótico-

Su reacción fue besarme y pegando su pecho al mío, susurrarme:

-Esta noche, te dejo que lo seas. Me has puesto como una moto con ese papel de hombre dominante-

La cara de la azafata dejaba entrever que deseaba sexo duro y por eso, le ordené que se quitara la ropa interior. Sin comprender que era lo que quería exactamente, me miró indecisa por lo que tuve que aclarárselo diciendo:

-Sin levantarte, dame tus bragas. Quiero ponérmelas de pañuelo en la chaqueta-

No me cupo ninguna duda, del efecto de mis palabras. Los pezones de la mujer se pusieron duros al instante y mordiéndose el labio, disimulando se las quitó. La calentura que la embriagaba era patente y acomodándose en la silla, esperó a ver que hacía.

No dudé un instante, llevándome el tanga rojo a mi nariz, le dije:

-Estoy deseando comerte entera-

Con los ojos inyectados de lujuria, se removió inquieta mientras unas gotas de sudor hacían su aparición en su rotundo escote. Gotas que recogí con mis dedos y me llevé a la boca, diciendo:

-Abre tus piernas-

La mujer aterrada pero excitada, separó sus rodillas dándome libre acceso a su entrepierna. Al ver que mi mano empezaba a acariciar su sexo por encima del vestido, disimulando puso la servilleta, intentando que nadie se diera cuenta que la estaba masturbando. Imbuido en mi papel, no dejé de susurrarle lo bella que era y lo mucho que me apetecía disfrutar esa noche con ella. Ángela, dominada por mis toqueteos, se subió la falda dejando su sexo desnudo a mi alcance. Pegó un quejido al sentir que me apoderaba de su clítoris y roja como un tomate, se entregó a mis maniobras. Era tal la calentura de esa azafata que no tardó en correrse silenciosamente entre mis dedos, tras lo cual, casi llorando, se levantó al baño.

Por segunda vez, creí que me había extralimitado y bastante nervioso, esperé que volviera temiendo no solo por la cuenta sino por perder la ocasión de disfrutar de ese pedazo de hembra. Afortunadamente, no tardó en regresar con una sonrisa en los labios y al sentarse en su silla, me recriminó mi comportamiento:

-Eres un bruto insensible. ¿No te da vergüenza haberme dado el mayor orgasmo de mi vida en la mesa de un restaurante? ¡Para eso están las habitaciones!-

Su respuesta hizo que mi maquiavélica mente se pusiera a funcionar y acariciándole la mejilla, le dijera:

-¿Has hecho el amor en el metro?-

-No- me respondió descompuesta, aunque en su fuero interno deseara ser tomada en un vagón.

-Pues esta noche, lo harás-

Mi determinación le impidió protestar y bajando su mirada, empezó a cenar. Yo por mi parte, supe que al salir nos montaríamos en uno. Tratando de relajarla, le pregunté por su vida. La mujer agradeciendo el cambio de tema, se explayó contándome que estaba divorciada con dos hijos.

-Y tu marido, ¿qué hace?-

-Vive en Mónaco con su segunda mujer, una cría de veinticinco años-, contestó con un deje de amargura. Al ver mi cara de comprensión, sonrió, diciendo: -No te preocupes, ese cabrón me pasa una buena mensualidad. Trabajo para salir de casa no porque lo necesite-.

Durante el resto de la cena, no paró de hablar y solo cuando vino el camarero con la cuenta, se empezó a poner nerviosa. Estaba horrorizada por mi amenaza pero a la vez, expectante de disfrutar si al final la cumplía. Al salir del local, no le di opción y cogiéndola por la cintura, nos metimos en el suburbano. La sensación de tenerla en mis manos era de por sí subyugante pero aún más al reparar en que mi pareja estaba completamente excitada con la idea. Mientras esperábamos en el andén la llegada del metro, pasé mi mano por su trasero. Ese sencillo gesto provocó que la rubia pegara su pubis a mi entrepierna y se empezara a restregar contra mi sexo. Se notaba a la legua que esa hembra estaba ansiosa de que rellenara su interior con mi extensión.

Afortunadamente para mis intenciones, el vagón estaba vacío por lo que sin esperar a que se arrepintiera la puse dándome la espalda sobre mis piernas y sin mediar más palabras empecé a acariciarle los pechos mientras le decía lo puta que era. Al no haber público se relajó y llevando sus manos a mi bragueta, sacó mi pene de su encierro. No tuve que decirle nada más, hecha una energúmena se levantó el vestido y de un solo golpe se incrustó todo mi aparato en su interior.

-¿Te gusta?- le pregunté mientras mis dedos pellizcaban sus pezones.

-¡Sí!- sollozó sin dejar de mover su cintura.

La calidez de su cueva me envolvió y forzando el movimiento de sus caderas con mis brazos, conseguí que mi estoque se clavara en su sexo a un ritmo infernal.

-¡No puede ser!- aulló al sentir los primeros síntomas de su orgasmo.

Fue impresionante, berreando como cierva en celo, todo su cuerpo convulsionó sobre mis rodillas mientras no dejaba de gritar.

-¡Qué gozada!- chilló liberándose por fin de la humillación del abandono y levantándose del asiento, se dio la vuelta y nuevamente encajó mi pene en su vagina mientras me suplicaba que le chupara los pechos.

No tuvo que pedírmelo dos veces, sacando uno de sus senos, llevé mi lengua a su pezón. Lo hallé más que duro y por eso cogiéndolo entre mis dientes, lo mordisqueé suavemente.

-Sigue, por favor- me pidió apabullada por el placer.

Ángela, desquiciada por entero, rogaba a voz en grito que continuara mamando mientras no dejaba de ejercer sobre mi sexo un meneo endemoniado. Con la cabeza hacia atrás, dejó que posara mi cara entre sus pechos y atrapándolos entre mis manos, los estrujé sus pechos sin piedad. Su segundo orgasmo coincidió con mi clímax. Su flujo y mi semen se juntaron mientras ella desfallecía agotada. La dejé descansar sobre mi pecho durante dos estaciones y entonces sacándola de su ensueño, la levanté de mis piernas y acomodándome la ropa, le dije que teníamos que volver al hotel.

-¿Te quedarás conmigo toda la noche? o ¿Tienes otro compromiso?- preguntó temiendo que diera por terminada la velada.

Me dio ternura su angustia y llevando sus labios a los míos, la besé dulcemente mientras le decía:

-Por nada del mundo me perdería una noche en tu compañía-

Casi llorando, la mujer me empezó a besar. Sus besos eran una demostración de su entrega y con ella entre los brazos, llegamos a nuestro hotel. Nada más entrar en su habitación se arrodilló a mis pies con la intención de hacerme otra mamada pero levantándola del suelo, le llevé en brazos hasta la cama.

-Desnúdate- le pedí.

Mi acompañante dejó caer su vestido sobre las sábanas. Casi me desmayo al ver por primera vez su cuerpo desnudo, era preciosa. Sus cuarenta y tres años no habían conseguido aminorar ni un ápice su belleza. Sin dejar de mirarla, me quité la chaqueta. Increíblemente la mujer suspiró de deseo al ver que empezaba a desabrochar los botones de mi camisa. Al advertir la avidez que sentía al disfrutar de mi striptease, lo ejecuté lentamente.

-Tócate para mí- le ordené con dulzura al quitarme la camisa y quedarme con el torso al descubierto.

Ángela no se hizo de rogar y abriendo sus piernas de par en par, se empezó a masturbar sin dejar de observar cómo me deshacía del cinturón. La sensación de tener en mi poder a ese monumento, me excitó en demasía y bajándome la bragueta, busqué incrementar la lujuria de la mujer. Ella, indefensa, llevó una de sus manos a su pecho y lo pellizcó a la par que imprimía a su clítoris una tortura salvaje.

Al dejar deslizarse mi pantalón por mi piernas, la mujer no pudo más y chillando se corrió sin hacer falta que la tocase. Ver a su cuerpo cediendo al deseo de un modo tan brutal, fue el aliciente que necesitaba para sentirme su dueño y terminando de desnudarme, me uní a ella en la cama. La cuarentona creyó que quería poseerla y cogiendo mi pene entre sus manos, intentó que la penetrara pero, separándola un instante, le dije:

-Te debo algo-

Incapaz de sobreponerse a la calentura que le envolvía, la mujer gritó al comprobar que le separaba las rodillas y me entretenía mirando su entrepierna. Su sexo brillaba encharcado de flujo, expandiendo el aroma a hembra en celo por la habitación. Pausadamente, cogí una de sus piernas y con la lengua fui recorriendo centímetro a centímetro la distancia que me separaba de su pubis. Fue una delicia advertir que Ángela se retorcía sobre las sábanas ante mi avance, de manera que todavía no había llegado a apoderarme de los labios de su sexo cuando ésta empezó a bramar como descosida por el placer que le estaba obsequiando.

-¡Fóllame!- imploró con el sudor recorriendo su piel.

Haciendo caso omiso a sus ruegos, prolongué su hambruna bordeando con la lengua los bordes de su clítoris. La necesidad de la mujer se hizo todavía más patente cuando tomé entre los dientes su ardiente botón y a base de ligeros mordiscos afiancé mi dominio. Moviendo sus caderas, buscó apaciguar el fuego que la consumía. Sin darle ni un segundo de tregua, introduje una de mis yemas en su cueva y dotándole de un suave giro, conseguí sacar de su cuerpo otro orgasmo pero esta vez, de su sexo empezó a manar una ingente cantidad de flujo que me confirmó lo que ya sabía, que no era otra cosa más que la dulce azafata era multi-orgásmica.

La tremenda erección de mi pene me impelía a penetrarla y por eso dándole la vuelta, la puse a cuatro patas y de un solo empujón se lo clavé hasta el fondo. Entonces se desató la verdadera Ángela y comportándose como una perturbada me pidió que la tomara sin compasión. No tuvo que repetir su pedido y asiéndome de sus pechos, comencé a cabalgarla salvajemente. Sus gemidos se convirtieron en alaridos al poco de verse penetrada y cayendo sobre la almohada me pidió que la dejase descansar.

No la hice caso e incrementando el compás de mis incursiones, asolé todas sus defensas mientras a ella le costaba hasta respirar. Sometida a mis deseos, cogí su melena rubia y azuzándola con ella le obligué a seguir moviéndose. Para el aquel entonces, sus muslos estaban empapados del líquido que salía de su sexo y su cara empezaba a notar los efectos del cansancio. Afortunadamente para ella, no pude soportar más la excitación y dando un berrido, le informé de la cercanía de mi clímax. Mis palabras le sirvieron de acicate y convirtiendo sus caderas en una máquina de ordeñar, agitó su trasero en busca de mi liberación. La tensión acumulada por mi miembro explotó sonoramente, regando su vagina de mi simiente mientras la mujer no dejaba de gritar por el placer que había sentido.

Agotado, me desplomé a su lado y tras unos minutos, descansado abrazado a ella, le pregunté que le había parecido:

-Ha sido maravilloso- me contestó con una sonrisa en los labios, -nadie nunca me había dado tanto placer-

Encantado por su respuesta, le di un beso en los labios y dándole un azote a ese trasero que me traía loco, solté una carcajada:

-Todavía me falta probar este culito- le solté.

Poniendo cara de pena, me rogó que la dejara descansar pero me prometió que a la mañana siguiente me lo daría y acurrucándose en mi pecho se quedó dormida. Desgraciadamente, cuando amanecimos se nos hizo tarde y solo pudimos ducharnos juntos porque tenía prisa. Después de vestirnos me pidió que la acompañara a la recepción y mientras bajábamos por el ascensor me pidió mi teléfono, al decirle que todavía no tenía, le di mi email y ella encantada, puso un sobre en mis manos mientras se despedía.

-¿Y esto?- le pregunté.

-Tu pago por la noche más increíble de toda mi vida-.

La llegada de sus compañeros de tripulación impidió que le aclarara que no era un prostituto y por eso, me despedí de ella pidiéndole que me escribiera.

-Lo haré- contestó con ilusión por poder volverme a ver.

Desde la puerta del hotel, observé su marcha y solo cuando el taxi donde se habían montado había desaparecido por la octava avenida, abrí el sobre para comprobar que esa mujer me había dejado dos mil dólares. Sin poderme creer la suerte de haber poseído a esa mujer y que encima me hubiese regalado tanta pasta, entré sonriendo en el hall.

Estaba todavía analizando lo ocurrido cuando desde la boutique de la noche anterior, la dependienta que nos había atendido me llamó con señas. Intrigado me acerqué a ver que quería. La muchacha llevándome a la trastienda, me dijo:

-He visto que te has quedado libre, anoche una de mis clientas se quedó prendada de ti. ¿Tienes algo que hacer hoy?-

Asustado de la franqueza de la mujer, le contesté que estaba cansado pero ella insistiendo, me soltó:

-Te ofrece tres mil porque la acompañes a una cena-

“Joder”, exclamé mentalmente y todavía indeciso, le pregunté a bocajarro:

-Y tú, ¿Qué ganas?-

-Me llevo el veinte por ciento y quizás si hacemos más negocio, exigiré probar la mercancía-

Solté una carcajada y dándole la mano, cerré el trato.

Todo esto ocurrió hace dos años. Hoy en día sigo viviendo en Nueva york pero ahora tengo un apartamento en la quinta avenida con vistas al Central Park. Gracias a Johana, he conseguido una clientela habitual formada por doce mujeres que mensualmente me hacen una visita. Conduzco un porche y como se ha corrido la voz, he tenido que subir mi tarifa, pero eso sí:

“Ángela sigue pagando lo mismo. Cada quince días voy a recogerla al avión y para sus compañeros soy su novio. Solo ella sabe que soy su chico de alquiler”

Venganza: Un juguete maravilloso

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1-Parte

Roberto estaba desesperado, el hecho de no saber nada de Carlo desde la noche anterior empezaba a sacarle de los nervios y eso era algo poco habitual en él. Luis le había dicho que no se preocupara, Carlo posiblemente estaría en la oficina, solía tener allí ropa para cambiarse y con toda seguridad se habría duchado en la empresa y lo cierto es que cuando llegó a su despacho y lo vio frente a su mesa no supo si matarlo de un golpe o abrazarlo como al hermano desaparecido en combate. Cerró la puerta de un portazo, cayó como un saco en la silla confidente y resopló abriéndose la chaqueta y soltándose la corbata como si le faltara el aire.

–¿Dónde cojones te has metido Carlo?—susurró sin fuerzas—Meredit está desesperada, llevó llamándote al móvil toda la noche y…–se frotó la frente con la mano y lo miró fijamente. Apenas levantó la vista de los papeles–¡Carlo!

–He estado paseando—murmuró.

–¿Paseando?—le dio la risa nerviosa–¿Paseando? ¿Has estado paseando? ¿Pero qué demonios os pasa a todos? ¿Por qué coño tenéis esa puta manía de zanjar los problemas al estilo video juego?

Golpeó la mesa con el puño, cosa que provocó que Carlo y todos los papeles saltaran al unísono. Lo miró sorprendido, jamás había perdido los nervios en toda su vida y en ese momento Roberto era la viva imagen de la desesperación.

–¿Tienes idea de la noche que llevamos? ¿Tienes idea de las mil cosas que hemos pensado que te podían haber pasado? ¿Tienes la maldita puta idea de cómo está Meredit?

–Basta…–dejó el bolígrafo sobre la mesa y tensó las mandíbulas.

Roberto soltó un aullido y se quitó la corbata.

–Siento mucho la noche, pero tenía que resolver un asunto y mi idea no es ir en pandilla como si fuéramos los cinco magníficos a limpiar mi mierda. Así que…. —suspiró—te agradecería un poco de calma, no he dormido nada, tengo mucho trabajo y quiero volver a mi casa lo antes posible…

–¡Me caguen mi puta madre!—bramó–¿Me pides calma? ¿A mí? –Se levantó, apoyó las manos sobre la encimera de la mesa y se inclinó hacia él—Ya sé porque no dejo preñadas a mis zorras. ¡Me tenéis estresado! ¡Sin contar con que llevo con los huevos de corbata toda la maldita puta noche! ¿Y tú me pides calma?

–Roberto ya te he dicho que lo siento…Mi intención no era preocupar, solo…

–¡Pues me has preocupado! ¿Preocupado?—aulló como una mujer y arrugó la nariz–¡Disculpa, me has desesperado!

–Eso es que me quieres mucho—entrecerró los ojos y miró hacia un lado—mucho…

–¡Ah! ¡Esta gracioso!—levantó los brazos como un compositor y bramó–¡Todavía esta gracioso! Esto es alucinante, inaudito, intolerable…

–Lo que estoy es desesperado…–apenas se escuchó.

Roberto levantó las cejas y lo miró como si no entendiera que decía. Relajó el rostro y lo observó. Carlo miraba al vacío.

–En mi vida me ha importado nada—dijo en bajo—nada…Todo lo que tengo, todo lo que he trabajado era para mí un entretenimiento para…–tragó saliva—para demostrarme a mí mismo lo jodidamente bueno que soy, para alimentar mi ego…no se… si te das cuenta…Ayer, por primera vez en toda mi vida he tenido… miedo. He tenido miedo a perder algo, algo bueno y me he sentido… aterrado. No tienes ni la menor idea de lo que se siente… No tienes ni la menor idea de la desesperación que te invade, duele de una forma… diferente… En mi vida había sentido ese dolor. En mi vida…

Roberto tragó saliva y se aproximó a él. Carlo se había acercado a la ventana, estaba agotado sin embargo seguía manteniendo la perfección de cada día, se había cambiado, olía a perfume y sus ojos vivarachos reflejaban la imagen que siempre daba. Aun así, meneó la cabeza como un niño y sollozó.

–No podía volver a mi casa y que me viera así…

–Podías haberme llamado, podías haber llamado a Luis o a Mateo…

–Llevo dos años intentando entender a Dominic. Dos años intentando analizar… que hace que un hombre que lo tiene todo, que puede conseguir lo que quiera cuando quiera es capaz de atravesar el mundo cuando una mujer entre mil lo abandona. Hay mil mujeres en el mundo que se pondrían de rodillas con un simple parpadeo de cualquiera de nosotros. Tenemos… todo lo que una mujer puede desear pero por alguna razón, él escogió a una, una entre esas mil y nunca llegué a entender ¿Por qué? –se rio– ¡Oh Señor, puedes tener veinte mujeres lamiéndote las botas! Incluso…cientos… Cientos que no te importan, incluso que te dan mil veces más que ellas, menos guerra, con total seguridad—embozó una sonrisa y miró al vacío—Cien esclavas… Ni un quebradero de cabeza, cien, mil—apoyó la frente en la cristalera y observó la calle y la multitud. Señaló con el dedo—y un día dices: “Tú, no sé por qué. No sé la razón, tú no tienes nada en concreto, nada especial a simple vista pero, tú… eres toda mi vida”. Al principio parece igual, aunque algo empieza diferenciarla, ya no te sientes incómodo durmiendo a su lado y cuando se pone de rodillas ante ti, aun soportando la presión desequilibrante que eso nos genera y nos descontrola te sientes el hombre más afortunado del mundo porque ella te está entregando—apretó las mandíbulas con rabia—todo… todo…todo…

–Carlo…

–¿Y sabes qué? –estaba a punto de romper a llorar y la tensión y la rabia lo invadían—En ese puto momento, te acojonas—rio—te acojonas como un niño de cinco años porque tienes un juguete maravilloso, nuevo y tienes la responsabilidad, el honor, el poder de que no se rompa… de que no le pase nada… Ella te lo está entregando todo amigo. Eres lo suficientemente rico para darla el mundo pero ¿Puedes estar a la altura de lo que te está dando? ¿Puedes? No lo tengo claro… –negó como un demente una y otra vez.

–Carlo—Roberto lo aferró por los hombros—Tranquilo…

–Y lo mejor de todo ¡Lo mejor! –Soltó una risa nerviosa y resopló—Yo no soy una buena persona Roberto, que… ¿Qué educación puedo dar yo a un niño? ¿Qué…?—levantó los brazos y se encogió de hombros. Se relajó y suspiró—Si no tengo claro si soy capaz de cuidar de su madre…

–¿Eres idiota?

–Un poco.

–Estas diciendo tonterías. ¿No la cuidas? No quiero saber lo que has hecho esta noche pero creo que…

Carlo lo miró de reojo y arqueó la boca hacia la izquierda con sorna.

–Ese gesto no me gusta nada cuando viene de ti.

–Solo protejo lo mío.

–¿Y eso no es cuidar?

Carlo se acercó a Roberto y apoyó la frente en la suya.

–Estoy acojonado…

Roberto se rio y lo abrazó.

–Eso no es malo rubito…

–Acojonado como en mi vida. Me hincaría de rodillas ante ella… suplicaría como un imbécil… ¿Sabes? ¿En qué coño me he convertido? No…

–En un hombre Carlo…En un hombre…

2-Parte

Tuvo que soportar las risas desquiciantes de Franco, Marco y todos los Malbaseda, la mirada inquisitoria de Argas durante toda la cena, eso sin contar con la exuberante y perfecta Divania y la cara de tonto de Alexis cuando le pasaba la mano por los rizos y le hacía carantoñas al tiempo que Lucca le lanzaba como un niño migas de pan hechas bolitas cuando su madre dedicaba más de dos minutos a él. Dominic estaba a su lado y parecía flotar en una especie de limbo paralelo, estaba en su mundo, meditando y quiso creer que no era su castigo lo que le entretenía, cosa difícil pues era obvio que se tomaría su tiempo para ello al regresar a casa.

–¿Dominic?—le dijo entre dientes.

–Dime mi amor…

Rintintín en su tono. “Tonito” irónico y mirada de soslayo. Lo vio levantar la copa hacia Argas, y le profirió una sonrisa de tranquilidad.

–Estas en otro lado.

–Tranquila cariño mío, soy como Dios, puedo estar en muchos sitios a la vez…

Samara metió un pedacito de carne en la boca y sonrió nerviosa. Lucca empezaba a juguetear con una de sus sumisas y la cosa parecía calentarse.

–¿Me podrías decir…?—parecían dos ventrílocuos–¿Qué tienes pensado para mí?

–Bueno—bebió y se limpió con la servilleta sin mirarla—puedo darte alguna pista…

–¡Sí!

–Sinfonier.

Samara cambió el gesto de la cara y con el tenedor lleno lo miró.

–¡Mira!—dijo Dominic—Esa es la misma cara que pusiste con Argas…

–No serás capaz…–murmuró disimulando y sonriendo a Franco.

–Claro que sí…y eso es el principio… –metió un bocado en la boca—Pásame el pan “querida”.

Obedeció. Marco la dijo algo, asintió y luego volvió a mirar de reojo a Dominic.

–Me da igual el sinfonier…–susurró.

–No si lo pongo en el jardín—miró a Darío y le dijo algo—Samara come…

–No…–susurró disimuladamente—no es lógico que me dejes en el jardín–¿Y qué más?

–Vas a tener que trabajar mucho para ganarte mi polla… Te aseguro “querida mía” que te arrastraras hasta con sinfonier por el jardín….

Samara soltó una risa nerviosa y algo prepotente. Dominic miraba al frente y parecía atentó a la conversación de Marco Malbaseda.

–¿Te hace gracia amor?

–Es increíble…

–Mañana disfruta bien de tu hermanito… disfruta de toda la noche… hazme caso… y que conste—la pasó la mano por los hombros y la meneó con cariño—que lo hago por Luis… pero pasado mañana… mi amor… –se aproximó a su oído y lo lamió con obscenidad—voy a quererte tanto… que parecerá que te odio….

3-Parte

Avanzó descalzo, los pantalones de raso negro revoloteaban, salió a la terraza y se aferró a la barandilla. La brisa era suave, apacible a esas horas de la madrugada, ladeó la cara, Xiamara estaba totalmente dormida en la cama junto a Yelina. Sonrió y entró. Se inclinó hacia una de ellas y la besó la frente luego estiró la mano y acarició la mejilla de la otra. Xiamara despertó al contacto de sus dedos y se apartó despacio.

–Señor…

–Duerme—susurró.

Pasó la mano por sus ojos, ella volvió a quedarse profundamente dormida. Su cuello, su vientre… Era suave, suave como la piel de un melocotón. Se dejó caer en la cama y miró al techo. Yelina se incorporó medio dormida y por instinto pasó por encima de él y lo dejó en medio de las dos. Estiró el brazo con holgazanería y lo tapó con la fina colcha de hilo blanco.

–Es tarde Señor…

Se puso de lado y se acurrucó en su pecho.

–¿No tiene sueño?

–Duerme.

La rodeó con el brazo, beso su frente, Xiamara se giró y quedó pegada a su brazo. Sintió su pierna sobre su vientre. Se aferró a él y suspiró.

–Diez años…–pensó cerrando los ojos—algo hacemos bien…

4-Parte

Sujetaba las correas con las manos y miraba con sorna a Divania. Llevaba solo el pantalón vaquero y parecía estar a punto de disponerse a montar a caballo, con aquel gesto de niño juguetón y su eterno bucle rozando sus pestañas.

–El príncipe quiere jugar…

–Siéntese en la cama—dijo—al borde.

–¿Me lo ordenas?

–Se lo exijo…

Divania se levantó del sillón y se aproximó a la cama con su bata trasparente revoloteando con maestría. Se sentó a los pies de la cama y soltó una suave carcajada que pareció una melodía para Alexis.

–¿Qué pretendes?

–Oh Señora…Siempre hay un fin idéntico en todo este circo…

Alexis se inclinó con elegancia y la hizo una reverencia.

–¿Me permite?—rio levantando las correas–¿Señora?

Ella frunció el ceño cuando levanto sus brazos y la hizo aferrarse a las barras de madera del piecero quedando sentada con los brazos en cruz. La ató una muñeca primero, luego la otra. Abrió su bata con delicadeza y deslizó los dedos por entre sus pechos.

–¿Cómoda Señora?

–Alexis… ¿A qué juegas…?

Alexis se rio suavemente, la separó las piernas y se inclinó colocándose de rodillas en el suelo sin dejar de mirarla con picardía. Mmm… Divania se arqueó cuando su lengua pasó muy despacio por encima de su sexo abriéndolo, saboreándolo, como un pequeño gato. Frenó, seguía observándola, otra vez deslizó la lengua y sintió sus dedos aferrarse con fuerza a las barras de la cama, su pelvis se levantó y se apartó.

–Chico malo… ¿Intentas desesperarme?

–Oh no Señora…Intento hacerla gozar…

Sorna. Su voz era un jugueteo suave y melodioso de palabras lentas que retumbaban en sus tímpanos al tiempo que su lengua, una vez más se deslizó sinuosa como una serpiente entre sus labios para acabar en su clítoris y luego apartarse. Sus pezones se erizaron, inclinó la cabeza hacia atrás desperdigando sus largos mechones de pelo negro por la colcha y suspiró ansiosa. Clavó los tacones en el suelo, separó más las piernas y deseó estar suelta para arrastrar aquellos preciosos mechones rubios hacia ella con más pasión pero no podía mover los brazos y el delicado y perverso Alexis sonreía para volver con sorna a pasar la lengua por ella, elevarse con lentitud y mordisquear sus pezones y luego huir silenciosamente hacia atrás alargando así su tormento.

–Alexis…

Él se levantó y soltó el botón de sus pantalones, su erección era latente, Divania era como una hermosa víbora apresada, se contoneaba, se lamía los labios lascivamente y se arqueaba rabiosamente como una diva. Alexis se colocó entre sus piernas, de pie, tiró de su nuca y la atrajo hasta su entrepierna.

–Disfruta con mi lengua como una zorra ansiosa… –tiró de su pelo, liberó su miembro bajo la tela del pantalón y la rozó los labios–¿Verdad…?

–Eres perverso…. —sacó la lengua y con malicia la pasó por la punta—y retorcido…

–Si no la tuviera atada sería como una fiera ansiosa…. Por mi polla…

–Y tu pequeño príncipe te mueres por follarme…

–No lo dude—metió los dedos en su boca, se la abrió y luego clavó su sexo en ella—Señora…

Mmm… Aquella boca experimentada, carnosa, inmensa, engullía todo su ser y sus afilados y mezquinos ojos se clavaban en él. Divania se apartó y lameteó la punta.

–Siéntese en la cama Señora—se inclinó y la susurró—Las correas son lo suficientemente largas para permitirla más comodidad…–rio en su oído.

Ella intentó alcanzarlo con la lengua pero Alexis se apartó.

–Fóllame Alexis es…una orden….

Se rio al verla tan ansiosa, trepó entre sus piernas, pasó la lengua por su sexo y besuqueó lentamente su vientre, sus pechos, su boca, mordió sus labios y rio.

–¿Lo nota?—pellizco uno de sus pezones y la besó—si…

–Alexis…—jadeó.

–Es delicioso… –a la vez clavó sus dedos en su sexo y rozó las paredes suavemente mientras ella se arqueaba por el placer, por el dolor del pellizco–delicioso…

Levantó las piernas, dejó caer sus afilados tacones y las enroscó a su cintura, intentó deslizar sus pies empujando su pantalón pero Alexis la pellizcó con más fuerza y cedió al dolor gritando.

–No…–la susurró—no sea ansiosa…

–Fóllame…

–Lo haré…

–Ahora…

Cogió su mentón con los dedos, clavó la mano en sus entrañas y metió la lengua en su boca ahogando un grito de desesperación.

–No está en posición para dar órdenes… Señora…

Con destreza soltó sus muñecas y la arrastró al cabecero de la cama. Ató ambas correas entre si y luego la ancló al cabecero. Divania no pestañeó, apenas le dio tiempo a reaccionar y era arrastrada hacia arriba para quedar anclada otra vez en otra posición. Levantó el pie cuando Alexis se aproximó a ella y lo apoyó en su pecho.

–Cuidado—dijo con sorna—El poder es delicado cuando puede pagarse por usarlo un alto precio…

Alexis serió, cogió su empeine y de rodillas lo lamió lentamente. Mordisqueó su tobillo, Divania estaba ansiosa y con el otro pie rozaba su entre piernas, intentaba deslizar los pantalones hacia abajo y jugueteaba con su erección por debajo de la tela de la ropa interior.

–Estoy…–dijo cogiendo sus dos piernas y girándola hasta ponerla boca abajo—muerto de miedo…

Se quitó los pantalones. Divania estaba enrollada en sus propios brazos. Sintió un mordisco en una nalga y se arqueó. Sintió su boca en la mejilla y su peso sobre la espalda.

–Alexis…

Un golpe en el culo la arqueó. Se rio como una loca y lo puso en pompa chocando con su sexo bruscamente.

–¿Quieres follarme el culo…?—jadeó moviéndolo—Claro que si…mi príncipe quiere reventarme… quiere clavarse como un perro en celo en mi… quiere correrse desesperadamente sin tener que salir…

Alexis soltó una suave carcajada, la pasó la mano por los labios y la tapó la boca.

–Y solo cuando lo haya hecho… dejaré que se corra en mi boca… mi preciosa…Señora…

5-Parte

Entró en casa, lanzó la chaqueta al perchero y se derrumbó en el sofá. El carrito de las bebidas tenía una luz diferente, parecía brillar en la penumbra para él. Estiró el brazo, cogió un vaso de cristal y se sirvió una copa. Mmm… Todo el maldito día en la oficina, era como si volver a casa fuera un dilema para él en aquel momento. Pegó un trago y reclinó la cabeza hacia atrás. Vio su silueta de refilón en la puerta, con las manos bajo el vientre, un vestido corto holgado y sus mechones rubios pulcramente sobre los hombros.

–Señor… –su voz era de angustia—Pensé que le había pasado algo…

Carlo dio otro trago a su copa y se soltó los botones de la camisa. Meredit avanzó varios pasos y dio la luz de la lamparita de mesa. La miró, era la expresión de la desolación. Estaba nerviosa, preocupada. Estaba hermosa, hermosa como nunca había estado.

–Creo que no hago más que darle problemas… –sollozó sin moverse—que igual lo mejor…

–Mel…

–Lo mejor sería que…

–Mel—bebió y meneó la cabeza a la izquierda para verla mejor—tráeme el maletín, creo que lo he dejado donde el perchero.

Ella dudo, puso gesto de extrañeza y obedeció. Separó las piernas y la hizo un gesto para que se situara en medio. Frunció el ceño al ver que aquel vestidito estilo mexicano no hacía más que disimular la barriga que crecía cada día más.

–Joder…–se le escapó al verla mejor.

Meredit puso cara de tristeza y bajó la mirada.

–Siento haberte preocupado Mel, necesitaba pensar… necesitaba hacer, pensar…

–¡Solo le doy problemas!

Se incorporó en el sofá y cogió sus mejillas. Era la primera vez que tenía la piel tan caliente, supuso que eran cosas que solían pasar cuando una mujer estaba así. Su temperatura era increíblemente alta, sus mejillas tenían un color precioso, sus ojos brillaban con fuerza debajo de aquella tristeza y desesperación.

–No me das ningún problema…

–¡No es cierto! ¡Fue a por él! Lo sé…–sollozó—Me llamó y me dijo que no me molestaría más… me dijo que me fuera al infierno y que viviera mi vida que algún día se cansaría usted de mí y ese día…

Carlo soltó una suave carcajada y abrió la maleta sacando los papeles de su divorcio.

–Cansarme de ti… –sonrió. Levantó su cara y la miró—Mel te quiero con toda mi alma, te quiero con tus inseguridades, con tus torpezas y tu perfección, te quiero…–la miró y abrió los ojos—así de gorda, de rodillas, cuando duermes… te quiero de mil formas… No voy a cansarme de ti… y el único problema que me das es que me haces dudar de si seré capaz de hacerte feliz como tú lo haces conmigo ¿Comprendes?

Oh…Meredit comenzó a llorar desconsoladamente, se aferró a su pantalón con fuerza y se balanceó.

–Oh no. Dramón no…. Ya he tenido bastante hoy Mel… Lo único—rio—que me molesta de todo esto es que no voy a poder arrastrarte por el pasillo en unos meses querida…y cada vez tienes más cerca esa barriga del suelo cuando te pones de rodillas y eso me estresa… por lo demás…

–¡Oh cállese!—lloraba y reía.

–Gracias—dijo—Me ha dado una orden. Bien.

–¡Perdón!

–Es broma Mel…Tranquila… Tranquila… No queremos sustos—dijo meneando su cara—no sustos—repite.

–No sustos.

–Bien… –cogió la copa y bebió—Te he traído una cosa.

–¿Para mí?

Sacó una caja del maletín y se la entregó. Meredit quedó con la caja en las manos; de rodillas en aquella postura y con aquel vestido parecía una virgen. Carlo meneó la cabeza intentándose quitarse esa imagen degenerada de la cabeza y frunció el ceño.

–Si presionas ese botón la…

Tarde. Se había acercado a la caja y cuando Meredit apretó el botón el resorte saltó y la tapa se abrió dándole en toda la boca.

–Oh genial Mel…–gruñó.

–Perdón—miró el interior–¡Oh es el collar! El que le pedía en broma cuando estábamos con Richard en la oficina y Samara.

Carlo se frotaba la barbilla.

–Mel…

Meredit no le hacía caso. Cogía la joya emocionada, la tocaba la miraba embelesada, esmeraldas, piedras verdes y brillantes, oro blanco. ¡Era preciosa!

–Mel…

Se la colocó en el cuello emocionada, le besó las mejillas, los ojos, la boca.

–¡Mel!

–Si… si…

Él la cogió las manos y se las besó.

–Mel—miró su barriga—Ai Señor que grande estas… Eso… eso es enorme…Mel…

–Ya estoy de casi siete…

–¿Y… Cuándo se supone qué…?—meneó la mano—Sale…

–En un mes.

Carlo se mareó, inclinó la cabeza, bebió de su copa y suspiró.

6-Parte

Lo peor de todo en la despedida fue sacar a Alexis de las faldas de Divania. Ni Franco ni Darío a la vez fueron capaces de soltarlo de sus piernas y cuando por fin consiguieron meterlo en el coche Dominic tuvo ganas de ahogarlo con el cinturón de seguridad. La vuelta en avión fue silenciosa, Darío y Catinca no dejaron de hacerse carantoñas, Alexis en su mundo parecía suspirar de vez en cuando y Samara no dejaba de mirar de reojo a Dominic que mantenía la cabeza inclinada, los ojos cerrados y una inquietante sonrisa que le empezaba a sacar de sus casillas.

No. Lo peor no fue la marcha de la casa Malbaseda, lo peor fue llegar al aeropuerto, entrar en la zona vip y que una presencia saltara sobre Samara tirándola al suelo mientras la besuqueaba como un pastor alemán ansioso por toda la cara. Mateo quedó descolocado, había demasiada gente en aquella sala y su amigo estaba literalmente encima de ella y el resto miraba atónito el ataque de efusividad contenida de Luis.

–Ai Sam… ¡Sam! ¡Volviste! ¡Ai que ganas te tengo!

Samara no podía parar de reír. Carlo avanzó varios pasos y rompió el momento de la peor forma posible.

–Su marido—señaló a Dominic—y ese es su hermano—dijo apuntando ahora a Luis—Si… y la niña de pecas con un ratón en la mano al que llaman perro es la novia del que esta encima de su hermana. ¿Raro verdad?—soltó una carcajada de loco y fue empujado por Mateo—Vale… estos momentos son los que mantienen mi equilibrio mental después de una semana desquiciante—miró a una mujer que no salía de su asombro—hermanos—repitió—y le está metiendo la lengua—abrió la boca apoyó la palma en ella y susurró—Ala…

–Ya está bien…–Dominic arrastró a Luis—estamos en el aeropuerto macho, contente un poquito…

Cuando consiguió despegar a Luis de Samara, la levantó por el brazo y la peino los pelos. Para entonces ya eran el centro de atención, estaban en casa y los “niños” les habían recibido.

–Esto es la hostia—bramó Dominic saliendo—Tira anda, tira… que libras…–soltó una colleja a Luis pero este ya corría y se enrollaba en la cintura de Samara y caminaba colgado de su espalda ronroneando como un gato–¡Por Dios! ¡Luis!

–¡Déjame! Es Mi hermana—rio—mía…mía…mía…

–Luis estás loco.

–Mía…mía…mía…

–¿Me recuerda a unas gaviotas que salían en los dibujos de Nemo?—soltó Sara—Si, que pasa, no me miréis así. Decían…. —se puso tiesa y comenzó a caminar como un pingüino—mío, mío, mío, mío, mío, mío, mío.

Alexis que apareció por un extremo del recinto la cogió por los aires y la abrazó.

–¡Linda!

–Alexis…–estaba emocionada—Alexis… oye… Luis hoy estará con Samara. ¿Duermes conmigo?

–Hogar dulce hogar—soltó Mateo pasando a su lado—Sodoma… Gomorra…

Dominic necesitaba llegar a la puerta del aeropuerto y salir de allí. Ahora era Darío el que apretaba el culo de Mateo y le decía algo al oído. Miró de soslayo a todos lados, por suerte había tanta gente que el detallito final pasaría desapercibido. Suspiró desquiciado y salió al aire libre con Suri en brazos y expresión de desesperación.

7-Parte

Levantó sus brazos y los puso en cruz, sus dedos se deslizaron por sus manos, sus hombros, su melena. Estaba detrás de ella y miraba a Luis que parecía un potro salvaje sentado en la butaca traqueteando con los dedos sobre el reposabrazos sin apartar la vista.

–¿Te acuerdas de la primera vez que la probaste?—tenía una mirada mezquina, besó su cuello y le sonrió—Yo si… La primera vez que la viste en casa… Te pasaste la tarde pendiente de ella…

Soltó su vestido, cayó suavemente sobre la alfombra de la habitación, en ese momento Luis respiró profundamente, Dominic estaba perverso, estaba jugando con sus ganas, con su deseo…Levantó la copa y bebió. La hubiera lanzado contra la pared para saltar sobre ella pero si ese era el juego, estaba ansioso de ver más…

–Como olvidarlo…–se relamió los labios y observó su sexo—Imposible…

Samara estaba desubicada, Dominic la susurró al oído y ella se arrodilló. Gateo, gateó como un gato meloso entre sus piernas y cuando notó sus dedos en la tela de su pantalón creyó morirse de placer. Ahí estaba ella, llevándole al límite, Dominic la miraba con sorna mientras soltaba los botones de su pantalón y liberaba su erección. La frenó en seco cuando estaba a punto de metérsela en la boca y tiró de su pelo hacia atrás.

–Tiene un castigo pendiente—dijo inclinándose hacia ella—Intentó ducharme en Italia, puso pingando a Argas por error—se rio y besó su mejilla—Lo pasó bien, es más yo lo pasé mejor.

–¿De veras?—sonrió sorprendido y luego se movió ansioso—Dominic… déjala que me la coma por tu madre o me va a dar un algo…

–¿Quieres comérsela?—susurró en su oído—Estoy seguro que sí…

Samara frunció el ceño. ¿Qué estaba haciendo? Dudó. Meneó la cabeza con torpeza y sonrió afirmativamente.

–Contesta…

–Si… Claro que quiero.

La empujó suavemente y cuando sus labios rozaron la punta de su sexo la apartó de nuevo. Luis bramó desesperadamente y suspiró.

–¡Joder Dominic…! Suéltala…

–Su noche… por su castigo…

Luis meneó la cabeza, levantó la pelvis y los labios de Samara rozaron la punta una vez más.

–Su noche…–repitió Dominic—Por su castigo…

La empujó hacia él y se encajó hasta rozar su pelvis.

–¿Qué…?—preguntó ansioso.

Dominic se incorporó. Pasó por detrás de la butaca, apoyó las manos en el respaldo y observó a Samara chupar lentamente a su amigo. Se inclinó, apoyó los labios a dos centímetros de su oreja y susurró:

–¿Quieres follártela?—sonrió.

–Nos… ha jodido…

–Entonces mañana te ocuparas tú de una parte de su castigo…

Luis pegó un bote cuando la piel cedió a sus labios y la empujó con más fuerza hacia él.

–Eso… es un chantaje y…

–Ni se te ocurra parar Samara—ordenó—Llámalo como quieras…

–No… no lo tengo yo…. Muy claro…

–Tienes treinta segundos para decidirte…

–Capullo.

Dominic se rio.

–Veinte…

Samara se movió con más intensidad, su boca chocaba violentamente contra su pelvis y parecía trasportarlo a otro mundo.

–Dominic…

–Diez…

–¡Vale!—jadeó—Vale… vale… ¡Vale!

Se apartó de Luis rápidamente, la rodeó por la cintura, la levantó en el aire y la tiró en la cama bruscamente. La puso a cuatro patas con el culo mirando hacia Luis que estaba con cara de susto, los pantalones bajados y medio tirado en el sillón.

–Entonces no pierdas más el tiempo…

Se levantó dudoso, se sujetó los pantalones y dio un trago a su copa.

–¿Y qué se supone que voy a tener que hacer…?

Dominic se tumbó de lado y pasó los dedos por su sexo. Los metió en la boca y suspiró.

–Mm… ¿Qué más da…? Hoy sabe diferente… Deberías probarla…

–Dominic…–Samara ladeó la cabeza.

–Calladita… Cuando los hombres hablan las putitas se callan—dijo con sorna.

Gruñó algo para sus adentros y resopló. Él la miraba fijamente, apoyó el dedo índice en la boca y la invitó a guardar silencio, al hacerlo abrió los ojos de tal manera que hasta le dio miedo.

–Shh… Está pensando… Es difícil, te está viendo el coño abierto y está muriéndose de ganas por follarte…Es cuando mejor salen los negocios querida—miró a Luis—eso sin contar con el copazo que lleva encima. Deberías verlo ahora—meneó la cabeza—Mira…

Ladeó la cara, Luis parecía buscar algo por la alfombra, una mano sujetaba sus pantalones y la otra la copa. Giró en círculos, bebió y los miró ofuscado.

–Lo has hecho a propósito—gruñó Samara—La copa… y ahora esto…

–Yo todo lo hago a propósito… mi amor…

Luis cayó de lado en la cama, la ofreció la copa con cara de desesperación y ella bebió aquel licor dulce.

–Sam… –farfulló pasando la mano por su espalda—Sabes lo que pide ¿Verdad?—sollozó.

Dominic volvió a pasar los dedos por su sexo y los lamió de nuevo. Luis lo miraba, estaba a punto de morirse de un infarto.

–Sí…Luis no importa… No lo pienses.

–Sam…–tiró de ella. La quitó la copa y la dejó sobre la mesita—No puedo negarme… ahora no… quiero follarte… No lo soporto…

Se la quitó de los brazos y la tumbó. Dominic sonrió con maldad y resopló.

–Luis deja de atormentarte y mira su coño…

–Dominic…

Estiró el brazo, tiró de su nuca y lo atrajo sobre ella.

–Fóllatela…

–Me da algo…

–Fóllatela vamos…

Tiró suavemente de él y al hacerlo Luis cayó sobre ella. ¡Oh su piel…! Su piel estaba caliente, su sexo mojado le empapó la pelvis, tenía la boca ligeramente abierta y cuando metió la lengua en ella se le abrió el mundo y resbaló ansioso por sus entrañas. Tic… Tac… Tic… Tac. Estaba dentro de ella y notaba los latidos de su corazón a doscientos. Pasó la lengua por sus labios, jugueteó con ellos lentamente y se enterró muy despacio mientras la besaba.

–Luis…–oyó decir a Dominic—Recuerda donde acaba tu privilegio… No te emociones…

Frunció el ceño, si la melodía de violines no hubiera sido interrumpida por su amigo, ni se hubiera dado cuenta de salir de ella. Se movió ansioso, su piel estaba caliente, Dominic había girado la cara a Samara y está susurraba algo que apenas escuchó. Mmm… Qué difícil era soportar tanto deseo, salió despacio, mordió su boca y ronroneó frotando la nariz contra ella.

–No la dejes que se corra—escuchó.

Samara lo miró con rabia y arrugó la nariz.

–Me dijiste que esta noche…

–He cambiado de opinión.

Luis se apartó de golpe a punto de salir disparado como un volador, quedó de rodillas, la cogió en volandas y la dio la vuelta.

–Ábreme ese culito Sam…–susurró—con las manos—la llevó ambas a sus nalgas y quedó en pompa con la cabeza apoyada en la almohada.

Samara no tenía claro si matar a Dominic y su sonrisa o a Luis y sus ansias. “Vale, ese era el inicio, matarla de hambre nada más llegar”. Estaba convencida que aquella noche acabaría gritando de placer entre ambos y las cosas habían cambiado sin previo aviso y Dominic seguía emocionado los movimientos de Luis, se relamía el labio inferior con sorna cuando comenzaba a enterrarse, luego la miró a ella, su sexo goteante, sus ganas…

–No es…–jadeó al notar una embestida—justo…

–No…–la dijo con dulzura sin dejar de mirar a Luis—No…

–Dijiste…

Luis tiró sin previo aviso de ella y chocó con su pecho, separó los labios con ambas manos y se clavó en su culo. Ahora si era horrible, sintió la yema de su dedos juguetear con su clítoris y al presionar gritó ansiosa.

–Luis…–gruñó Dominic.

–Ya… –abrió la boca sobre su oreja y mordisqueó el lóbulo—te oigo…

–Qué no… se corra…

Al límite. Estaba a punto de gritar como loca cuando sus dedos se apartaron clavo las manos en su cadera y lo sintió temblar desesperadamente sobre su espalda.

–No podéis hacerme esto ahora…–Lo tenía encima y estaba desquiciada—Dominic…

Se apartó de ella y reculó temblequeando sobre la cama. Tropezó, giró y con un amago de caía bajo de la cama. Era como una marioneta intentando mantener el equilibrio se subió los pantalones y caminó a modo de títere por la habitación hasta el baño. Dominic seguía mirándola con su eterna sorna. La giró, besó su boca. Sintió una suave y contenida risita y cuando ella intentó apartar la cara él la agarró la boca con fuerza.

–Ei… Ese carácter…Leona…

–No es justo no fue lo que me dijiste.

–Abre las piernas.

–Tampoco me dejaras correrme…

–Eso no lo dudes—dijo clavándose en ella.

8-Parte

Sara despertó muy temprano. Había dormido como un tronco con Alexis. Él no se movía tanto como Luis, era como una figurita inerte cuando se metía en la cama y en la misma postura que se dormía así despertaba. Mmm… qué placer… Se metió por debajo de su brazo y se acurrucó como una niña aspirando el dulce aroma de su piel. ¡Olía tan rico! Oyó la puerta de al lado y miró el reloj. Alexis estaba desmayado, tiró de un bucle pero aquel precioso querubín dormía profundamente y ni siquiera se movió cuando ella le besuqueó la nariz y se levantó. Lógico. Apenas eran las ocho de la mañana. Se estiró, se arregló su camisón y descalza salió al pasillo. Dominic bajaba las escaleras en calzoncillos y cogiendo el periódico de la mesa del salón se apoyaba en la encimera y releía los titulares. ¡Espionaje! Saltó en su cabeza, se aproximó a la barandilla y se agachó. Piernas largas, morenas, gallumbitos bóxer apretados en el culo y pecho enorme y brillante en mitad del salón enfocado y decorado con un rayo de sol que le daba en el vientre directamente. Se rio. Se incorporó sin dejar de leer, fue directo a la cocina y al poco salió con una taza, con sus andares prepotentes y con el periódico en una mano, doblado y colocado en la noticia importante. Se dejó caer en la butaca y se espatarró. Paquete a la vista, pensó. Se tapó la boca, aguantó una risilla y gateó por la barandilla hasta tenerlo mejor situado para su ¡Espionaje! Si no fuera tan terrorífico y amenazante no lo pasaría tan bien. Bebió de su taza y se meneó en el sillón, se pasó la mano por la entrepierna y se colocó el paquete. Sara soltó una suave risa y se aferró al camisón. ¡Pero qué grande era! Reculó hacia atrás, se incorporó e hinchando el pecho avanzó disimuladamente desperezándose escaleras abajo. La miró de reojo, seguía sus piernecitas descendiendo lentamente y cuando llegó a su altura estaba clavado en ella.

–Buenos días—dijo con dulzura haciendo como si no le importara su momento gallumbos mañaneros.

–Sarita…–dijo—Buenos días…

Se sentó en el sofá y lo repasó. Embozó una sonrisa nerviosa y se rascó la cabeza bostezando.

–Mucho madrugas—levantó una ceja y miró el periódico.

–Descansé muy bien, Alexis no se mueve como Luis en la cama…

–Desayuna—la ordenó.

Ese pecho inmenso era el epicentro de su atención. Cuando bajó el periódico se quedó clavada en él como una tonta. Sara se levantó y cuando pasó a su lado, sonó la tostadora, Dominic se levantó y quedó a dos palmos de ella y con ello, su cara plantada a la altura de su pecho. Reculó ensimismada y le dejó pasar. Si… Ahora ese culo se movía delante de ella y avanzaba con chulería hacia la cocina. ¡Ai si pudiera morderlo aunque fuera una vez! Culo duro… Le entraron unas inmensas ganas de meter el dedo entre la piel y el gallumbo y tirar de la tela y luego soltar. ¿Y si lo hacía? Una bromita era una bromita…

¡Zas! ¿Qué había hecho? La tela sonó como un latigazo. Dominic se giró como un obús y se quedó mirando para ella como si fuera a salir disparado en una maratón.

–¿Pero qué cojones…?—hasta él estaba sorprendido.

–¡Se me escapó!—fue la mayor tontería que podía haber dicho.

Sara soltó una carcajada incontrolable mezclada con una especie de histeria repentina y se agarró a los pliegues del camisón.

–¡Sara!—la voz de Luis en mitad de las escaleras la paralizó al momento.

Se giró, miró a Luis, volvió a girarse y el titán parecía encolerizar por momentos.

–¡Esto es increíble!—bramó avanzando.

–¡Era una broma!—no daba abasto, miraba al titán, miraba a Luis. No tenía claro cuál de los dos la sacaría por los pelos del salón—Una broma, una broma…

–Espera, espera—musitó Dominic. Tiró de su mano y la metió en la cocina—Ven.

La sentó sobre la encimera de la mesa y la observó. Empezaba a temblar y era enternecedor ver a una niña así nerviosa como en su vida, dándose cuenta de que no era tan buena idea a gracia mañanera.

–Sara no puedo contigo—susurró Luis. Entró y se puso un café que bebió de golpe—Esto es…

–¿El problema es que querías verme el culo?

–Era una broma.

Dominic se colocó entre sus piernas la cogió las manos y se las metió por debajo de la tela de la ropa interior.

–¿Esto era lo que querías tocar?

–Ai…–estaba avergonzada—era una broma…

–¿O era esto…?—la deslizó las manos hacia delante y le encastro los dedos en su sexo—con esas manitas de adolescente no lo abarcas todo…

Se puso como un tomate. ¿Tenía el rabo de Dominic en las manos? Sí, y Luis negaba con la cabeza mientras se servía otro café.

–Luis ¿La enseñaste a hacer bien las pajas?

¡Oh que obsceno! Más roja todavía. Le hervían las mejillas y aquel hombre la miraba fijamente.

–Hombre… Ahora que lo pienso. No. Vamos, no me hizo una paja nunca con la mano…–se rascó la cabeza y se apoyó en la encimera—Ni idea.

Dominic se pegó más a ella, apoyó las manos en la encimera y quedó a un centímetro de su nariz.

–Hazme una paja—soltó con sorna.

–¡Dominic!—Sara estaba abochornada.

–Hazme…–susurro en su boca—una paja Sarita…Ya sabes…mueve la polla, pónmela dura… a ver qué tal se te da. ¿No tenías curiosidad? Te aseguro que estoy siendo delicado, vamos…

¡Oh, era vergonzoso para ella! Miró a Luis que estaba entretenido con la caja de galletas y luego volvió a mirarlo a él. Era ridícula, estaba “sujeta” a su polla y parecía idiota. Dominic deslizó la ropa interior hacia abajo y quedó con el culo al aire. Su miembro emergió por encima de la mesa y la apunto directamente mientras seguía aferrada a ella inmóvil y con cara de susto.

–Pareces un mimo—gruñó—Vamos… vamos… despierta niña…

“Una paja, una paja” No era tan difícil ¿Pero a él? Terror. Movió la manita suavemente y bruscamente él la cogió la otra y se la colocó debajo de las pelotas.

–Con una acaricias, con la otra meneas… ¿Lo pillas?

¡Qué la tierra se tragase la cocina y a todos! Movió la mano nerviosísima y sintió su sonrisilla maléfica a dos palmos. Sus labios la besaron y un cosquilleo horrible la traspaso todo el cuerpo.

–Más despacio Sara… Eso es…

¡Vergüenza! Aquello crecía desorbitadamente al contacto de sus dedos y el titán tensaba as mandíbulas y clavaba los ojos demoniacos en ella. Otro golpe de calor, debía estar como la grana. Era intimidante. Sara tragó saliva justo en el momento que él le mordía la boca, frenaba su movimiento y la paraba en seco.

–Cinco—dijo.

–¿Cinco?—bramó Luis abriendo de golpe el paquete de galletas–¿Solo cinco? No me jodas.

–Puntuación cinco. Deberías hacerla trabajar más.

Se apartó de ella sin más, se subió la ropa y avanzó hacia la cafetera. Sara hervía de la humillación, si en ese momento hubiese bajado de le mesa sus piernas no la hubieran sujetado sin duda alguna. ¡Cinco! La había puntuado y era frustrante y humillante. Dominic llenó una taza de café y se acercó a ella.

–Desayuna anda—le soltó. La peinó los tirabuzones y se rio.


Conociendo a la novia de mi mejor amigo

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Hacía como un par de meses que mi amigo Javi estaba viviviendo con su nueva novia, Paula. Durante ese tiempo nos habíamos visto muy poco. Realmente su tiempo estaba acaparado por ella. Pero ya desde el momento en que la conoció, quedar con él para tomar algo era mono tema.

¡Qué pesado! No hacía más que repetir: -Tío que está muy buena… que me tiene loco… todavía no se ni como me la he ligado, etc. etc.

Sin conocerla ya podía hacerme una idea muy acercada de cómo era. Más joven que nosotros, alrededor de los 30, morena, pelo a media melena, ojos claros, 1,70 aproximadamente de estatura y… utilizando las palabras de Javi: un cuerpo de escándalo.

En más de una ocasión le había dicho que a ver cuando venía con él y nos tomábamos algo juntos. Pero la chica además de estar muy buena resulta que era de poco salir, también según las palabras de mi amigo.

Eso sí ya llevaba un par de semanas en las que me había llamado varias veces para invitarme a una cena formal en su casa. Decía que a su novia le apetecía conocerme porque también le había hablado mucho de mí.

Eso de encerrarme una noche de sábado en casa de una pareja de tortolitos no era mi plan preferido, pero de tanto insistir acepté.

Me presenté con la típica botella de vino y unos pasteles para el postre. Paula, me abrió la puerta.

Al verla creo que hice el mayor de los ridículos. Mis manos estaban ocupadas. Hice ademán de saludarla con la mano pero era imposible y antes de que me diera cuenta me planto dos besos en las mejillas. Me besó con los labios y no chocando la cara. Sobraban las presentaciones, era obvio. Aun así suplimos los nervios con el intercambio de nombres y alguna otra cosa absurda.

No puedo recordarlo porque además en ese pequeño instante bajo el quicio de la puerta lo único que fui capaz de hacer fue recorrerla con los ojos de arriba abajo.

Estoy seguro que tuvo que notarlo porque mi mandíbula cedió por asombro.

Iba vestida con un pantalón que me pareció diminuto y una camiseta de tirantes. Ya en ese momento aposté porque era lo único que llevaba encima. Pasa, pasa, me dijo al verme azorado, es que Javi no ha podido abrirte porque está en la ducha, enseguida sale. Al verla por detrás, mis ojos de forma irremediable se posaron en las curvas de su trasero.

Ufff, realmente Javi no se había excedido en sus comentarios. Paula estaba muy pero que muy buena.

Llegamos al salón y yo seguía embelesado, a la vez que nervioso.

Siéntate, ponte cómodo ¿te traigo algo de beber?.

Sí bueno… una cerveza.

La veía moverse por la cocina desde el sillón del salón. Ella estaba de espaldas y se agachó para coger la cerveza de un modo que me resultó provocativo, pudiendo contemplar las curvas de su trasero perfectamente definidas a través del minúsculo pantalón.

Me trajo la cerveza con una sonrisa perfecta y sin dejar de mirarme mientras se acercaba. Todo me parecía insinuante Por un momento se me llegó a pasar por la cabeza: esta tía quiere guerra, pero coño no podía ser, era la novia de mi mejor amigo. Al dejar la cerveza en la mesa, volvió a agacharse pero esta vez de frente a mí. Como la camiseta era de algodón cedió con facilidad ante el peso de sus pechos y pude cerciorarme de que efectivamente no había nada más de ropa bajo su camiseta.

Fue un leve instante pero lo suficiente como para notar el primer síntoma de una inminente erección bajo mi pantalón.

Paula me estaba poniendo cachondo sin quererlo ¿o si lo sabía y era su intención?. Porque en aquel momento todavía suponía que no era su intención el calentarme. Mientras tomaba la cerveza apareció mi amigo Javi, recién salido de la ducha y envuelto en una toalla.

Nos saludamos efusivamente e hicimos unas bromas: Joder, tío como se ve que te cuidas eh, le dije apretando uno de sus biceps.

Javi siempre había sido un tío de mucho gimnasio y eso se le notaba en el cuerpo. Así, mojado y envuelto en la toalla, era fácil reconocer también que sin atraerme físicamente había que reconocer que el tío era guapo.

Después de nuestros saludos volvió a aparecer Paula y sin mediar palabra se acercó a Javi, enlazándose los dos, a un metro de mis narices, en un abrazo largo y efusivo cargado de pasión.

Tanto que sentí algo de vergüenza e hice como que miraba para otro lado al ver como la mano de Javi se clavaba en el culo de Paula, buscando con los dedos lo más profundo de su entrepierna.

¡Será cabrón!… este, lo que quiere es darme envidia, fue mi pensamiento inmediato. Javi se sentó a mi lado, al parecer no tenía intención de vestirse.

Bueno, total somos amigos y no me iba a sentir incomodo por eso, además Javi y yo ya nos habíamos visto muchas veces desnudos en los vestuarios.

Mientras hablábamos, yo seguía mirando de refilón hacia la cocina y veía como Paula iba y venía una y otra vez terminando de preparar la cena.

“Chicooossss esto ya estaaaa”

Nos levantamos y fuimos hasta la cocina para ayudar con los platos. Estaba nervioso, me sentía excitado por el cuerpo de Paula y eso a la vez me ponía en una situación azarosa respecto a Javi.

Con los nervios y mientras preguntaba la manera de ayudar, al girarme una de las veces en la estrecha cocina, choque con el cuerpo de Paula, sus pechos rozaron mi brazo de forma notoria. Mi excitación seguía en aumento y el calor debió subirme a la cara. Paula además se encargó de recordarme: tranquilo, no pasa nada, estas cosas son normales y… estamos entre amigos ¿no?.

Su interrogación iba acompañada de una nueva mueca. ¿Me estaba volviendo loco? Cada vez me parecían más claras sus insinuaciones. Nos sentamos a la mesa. Ellos dos se sentaron en un lado, muy juntos a mi parecer para una mesa tan grande y yo frente a ellos, más o menos centrado.

La cena estaba toda preparada y servida en distinto platos. Una especie de picoteo variado: canapés, fiambre, tortilla, paté, etc.

El vino estaba bueno y la conversación era fluida. Paula además de estar buenísima era muy simpática y lógicamente no paraba de hacerme preguntas sobre anécdotas que previamente Javi ya le había contado.

Era como una especie de test para confirmar que todo lo que sabía de mí era verdad. Ellos se mostraban muy cariñosos, como tortolitos. Su actitud me hizo olvidarme por momentos de lo que me habían parecido insinuaciones. Se les veía realmente enamorados.

En un momento de la cena… volvieron a enlazarse en un prolongado beso. No sabía dónde mirar y sin embargo no apartaba la vista del cuerpo de Paula. Noté como sus pezones se marcaban en la camiseta. El beso de Javi la estaba excitando. Bueno… el beso y algo más que debía estar pasando bajo la mesa porque Javi llevaba un buen rato con la mano derecha bajo la mesa y yo intuía que estaba acariciando a Paula.

Me costaba concentrarme en la conversación y cada vez sentía más calor en mi cuerpo. El calor y la excitación hicieron despertar mi lado curioso. Quería saber que era lo que Javi llevaba tanto tiempo haciendo con la mano bajo la mesa.

Me las ingenié para que cayera un tenedor al suelo. Solo fue un instante pero me dio tiempo a ver como Javi retiraba la mano del coño de su novia.

Será mamón… la está pajeando a dos palmos de mis narices. Mientras cogía el tenedor del suelo, clave los ojos en los muslos separados de Paula.

Ufff… el pantalón había quedado algo descolocado por las caricias de Javi. Al subir de nuevo y sentarme, ambos me miraron cómplices.

Sabían que les había pillado in fraganti. Disculpa… no queríamos molestarte dijo Javi. No, no tranquilos si es normal… se os ven tan pillados que… si queréis me voy eh.

Fue Paula quien contestó: No no para nada.

Y otra vez el mismo ¿estamos entre amigos no?. Al instante la mano de Javi volvió a perderse bajo la mesa y sus besos eran cada vez más seguidos y más duraderos.

A mí, comer me resultaba ya imposible. No podía dejar de pensar en la mano de Javi, tocando el coño de Paula.

Estaba totalmente empalmado y empezaba a sentir ganas de tocarme yo también. Un nuevo elemento me sorprendió. Aquello era demasiado: sentí claramente como el pie de Paula me tocaba bajo la mesa.

Pero… ¿Qué hace? Esta tía está loca, como se entere Javi nos va a dar dos hostias a cada uno.

Mientras me tocaba la pierna con su pie desnudo la miré a los ojos. Me parecieron cargados de lujuria… y adiviné un gesto pidiéndome que no dijera nada.

Su pie sabía muy bien lo que buscaba y donde ir. Al instante estaba sobre mi polla presionando y moviéndose en círculos. Me estaba poniendo a mil, la muy…

Por supuesto yo ya no podía ni decir palabra, había perdido el control y no adivinaba como podía terminar aquello.

De nuevo fue la voz de Paula la que resolvió mis dudas y volvió a sorprenderme. En un tono muy sensual dijo: ¿Sabes Javiiiii? Tu amigo está muy calienteeeeee, casi tanto como tú mi amor.

No sabía dónde meterme ¿Pero qué hace? Me puse rojo como un tomate.

Esta vez fue Javi el que me sorprendió: “Ya sabía yo que ibas a hacer de las tuyas” la dijo mirándola a la vez que una de sus manos tocaba el pecho de Paula.

Mi confusión era absoluta. “¿Cómo?”. La siguiente frase de Javi resolvió las pocas dudas que me quedaban en aquel momento: “Venga… no me digas que no te apetece que nos lo montemos los tres ahora mismo”

El sobeteo de Javi sobre el pecho de Paula ya no era por encima de la camiseta sino por debajo. La tela de la camiseta había subido y podía verse el principio de los senos.

Javi estaba acariciando suavemente el contorno del pecho. Seguía mirando, absorto sin saber muy bien qué hacer.

Mi erección era tremenda y mi miembro protestaba con sacudidas dentro de mi pantalón, pareciendo cobrar vida propia y reclamar su espacio.

Javi levanto la camiseta de Paula por completo, mostrándome los pechos. Eran preciosos tal y como los había imaginado. Los pezones estaban erectos y los dedos de Javi los acariciaban.

Aquello me parecía una pasada, necesitaba tocarme y comencé a hacerlo por encima del pantalón, mientras seguía mirando con los ojos muy abiertos.

Javi había dejado de acariciar los pechos con sus manos y ahora los estaba besando. Cada vez que tocaba el pezón con la punta de la lengua… se separaba un poco para dejarme ver y después me miraba a mí, como si me invitara.

No me decidía, no sabía muy bien cómo actuar y tuvo que ser Paula de nuevo la que tomara las riendas.

“¿Qué pasa no quieres probar tu también?”

La sacudida de mi miembro bajo el pantalón fue como un sí de todo mi cuerpo.

Me levanté de la silla y fui hacia su lado colocándome a la derecha de Paula.

Fue ella la que directamente bajó la cremallera del pantalón y desabrochó el botón. Se reían los dos.

Parecía que lo habían planificado todo a la perfección.

La mano de Paula hurgó rápida en mi slip y agarró mi miembro de manera fuerte, mientras decía: “Veamos lo que tiene aquí tu amiguito”

El movimiento de su mano era firme sobre mi polla.

Comencé a tocarla el pecho, sentí la suavidad de su seno en mi mano.

Javi seguía acariciándola con su boca. Se había reclinado en el asiento y desde mi posición contemplaba como la boca de Javi bajaba por el abdomen de Paula.

No veía las manos de Javi pero suponía que estaba tocándola el coño por la forma en que comenzaba a jadear Paula.

Los movimientos de la mano en mi polla se estaban acelerando y por un momento pensé que iba a correrme como un adolescente ante aquella novedad para mí.

Javi apartó de un movimiento la mesa y pasó a colocarse de rodillas entre las piernas de Paula.

Pude ver cómo le quitaba el minúsculo pantalón y nuevamente ratificar que no había nada más bajo aquella prenda.

Mientras él quitaba el pantalón, yo tiré de la camiseta hacia arriba.

Ella estaba allí sentada, completamente desnuda ante nosotros.

Javi se desprendió de la toalla y quedó igualmente desnudo arrodillado entre sus piernas.

Yo seguía de pie, acariciando los pechos de Paula de forma minuciosa, recreándome. Cuando Javi comenzó a besar los muslos de ella y separó bien sus piernas sabía dónde iban a llegar sus besos y cuál era el objetivo.

El calor iba en aumento y me fui desprendiendo de la ropa como pude, soltando los botones de la camisa tan rápido como fue posible. Quería volver a acariciar el cuerpo de Paula.

Mi pantalón, a esas alturas, ya había caído al suelo y me desprendí de él con dos patadas al aire.

Estábamos en igualdad de condiciones, los tres completamente desnudos.

Justo en el momento en que Javi había comenzado a lamer el coño de su novia, ella cambió las caricias de su mano por las de su boca. Muy despacio primero, mirando hacia arriba de vez en cuando para contemplar mi cara de satisfacción. Sus labios se abrieron.

Sentí la calidez de la boca en la punta de mi pene. Los movimientos de la lengua chocando en mi prepucio. Su mano acariciaba mis huevos, sopesándolos. La situación me estaba volviendo loco.

Javi seguía entre sus piernas chupando y lamiendo sin parar. Veía como además se estaba ayudando de sus dedos para acariciar a Paula cuando una buena parte de mi miembro fue tragada por ella el instinto me hizo moverme como si la estuviera follando. Estaba a punto de correrme ahora sí que sabía que no podría parar.

Comencé a gemir, mis piernas temblaban. Paula apretaba sus labios a lo largo de mi pene mientras gemía. De pronto cuando todo parecía que acabaría de aquella manera, de nuevo Paula cambió de decisión y tomando un respiro dijo

“Eh chicos, mejor vamos a la cama, quiero que me folléis bien follada”.

Fuimos andando hasta el dormitorio agarrados cada uno de una mano de Paula, como buenos amigos.

Al llegar ella se puso directamente a cuatro patas sobre la cama, en un lateral. Dirigiéndose a Javi, le dijo

“Ven cariño ahora quiero comerte yo a ti” Javi se coloco de pie con la polla a la altura de su boca.

Empezó a mamársela con todas las ganas. Esta vez no hicieron falta más indicaciones y directamente me coloqué de rodillas por detrás de Paula.

Agarré sus caderas, arañé su espalda y de forma rápida busque con la punta de mi pene la entrada de su sexo.

Obviamente estaba empapada. Mi miembro se deslizó con facilidad en su interior.

Un fuerte empujón y mis huevos chocaron en sus nalgas. Aquello era súper excitante. Veía a mi amigo, de pie frente a mí, con la polla dentro de la boca de su novia y a ella acompañando cada embestida.

Cada empujón que recibía desde atrás hacia que tragara casi por completo la polla de mi amigo. Tiraba fuerte de sus caderas… llegué a alcanzar su pechos por debajo. No hizo falta mucho más para sentir que el clímax era inminente.

El tiempo de calentura previo había sido muy largo y satisfactorio. Los latigazos en mi pene fueron evidentes, sentí el calor del semen estallando dentro del cuerpo de Paula y grité con todas mis fuerzas mientras clavaba mis manos en las caderas.

Al instante adiviné que Javi también estaba corriéndose en la boca de su novia y un calor intenso que casi quema mi polla, unido a las convulsiones de Paula me hizo saber que los tres estábamos disfrutando de un orgasmo maravilloso.

Los movimientos se fueron reduciendo hasta quedarnos casi inmóviles y finalmente los tres caímos extasiados sobre la cama, abrazados. Paula en medio, compartida por los dos mejores amigos. La noche continuó y tuvimos tiempo de recrearnos en otras posiciones. Desde entonces las cenas de amigos han pasado a ser muy distintas. Os quiero, amigos.

El doble mejor hecho

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Bueno aqui estoy y me decidi a contar una de mis grandes historias y una de las mas sabrosas que he vivido y no dudaria en volver a hacerlo ps es demasiado fascinante.

Todo empezo una mañana que me levante de mi cama y habia tenido un sueño de esos que le dicen humedo jejeje soñe que me estaban partiendo entre varios hombres y ps amaneci un poco mojada a la hora ya de hacer algunas cosas me puse a pensar que podria hacer para obtener el que se hiciera realidad mi sueño aunque pense que eso seria algo de una mujer zorra lo queria xq moje mucho esa mañana, de tanto pensar di con una idea solo tengo que decirle a un amigo que es lo que quiero y el se encargara de todo y asi fue se lo comente a alguien y el consiguio a otros 3 chicos y nos pusimos de acuerdo para ir en la mañana a hacerlo en una habitacion sola que tenia uno de los chicos y acepte solo de recordar se me hace agua la boca y mojo mis pantys.

Bueno para ya entrar un poco en detalle llego el momento les dije a mis cuatro chicos que entraran y me esperaran desnudos dentro que yo ya pasaria al entrar vi sus cuerpos no eran de modelos pero yo iba era por sus penes no importaba nada mas en ese momento, ellos me miraron y en ese momento mordi mis labios para verme mas sensual queria volverlos locos pase y me acerque adonde estaban ellos y me veian de arriba a abajo, me puse un poco timida y reaccione y me dije que si no era ahora no seria nunca y les dije que me meteria en mi boca el pene que estubiera menos erecto mientras me acariciaba mis senos y les veia la cara de sorprendidos que pusieron cuando dije eso.

Me quite la camisa y era el momento de convertirme en su perrita pues para eso iba a disfrutar y volverlos locos vi los penes de cada uno y me agache subiendo mi falda para estar mas comoda y para que ellos notaran mis nalgas con un hilo negro que me habia colocado para ellos, busque la polla que estaba menos erecta, se me hizo un poco dificil, al verla abri mi boca y la meti toda an mi boca viendole la cara al hombre empece a mover mi cuello sin cerrar mi boca senti que me llegaba a la garganta pero me gustaba y se que a el tambien luego de unos segundos me saque su pene de la boca y salio todo lleno de mi saliva y sonrei y el solto un gemido muy delicioso que hizo que me mojara, me levante y el empezo a moverse el pene a llenarlo todo de mi saliva y decidi desnudarme completamente.

Vi sus penes bien erectos y acoste a uno en el piso y le puse mi cuquita en la boca para que me chupara rico y no desaprovecho y me chupo tambien mi culo le daba unas lamidas sabrosas y yo lo ayudaba moviendome un poco en frente coloque a uno para mamarselo y los otros dos a mi lado y los iba masturbando con mis manos todos gemian y yo intercambiaba a quien mamarselo el de enfrente, luego a mi lado derecho y luego al izquierdo. luego me puse en cuatro sin parar al que deje en el piso pues a el tambien le tocaba su mamada asi que le agarre el pene y me lo meti en la boca se lo mama fuerte y con rapidez mientras los otros 3 me daban nalgadas y me metian sus dedos en el culo y me hacian gemir y hacer que se lo mamara mas rapido al que estaba acostado me lo metia completo en la boca y lo sacaba, lo escupia y lo masturbaba sentia que tenia varios dedos en mi culo pero no me importaba cuando veo que a quien se lo estaba chupando ya estaba temblando me emocione mas y se lo mamaba moviendo solo mi cuello y masturbandolo queria ya que acabara en mi boca y lo consegui me mordio el clitoris sabroso mientras me echaba su leche en mi boca yo seguia chupando ese pene rico me trague su leche pero parte quedaba revosada en su gran guevo y bajaba hasta sus bolas ufffff como olvidarlo el enseguida se fua a un lado y yo quede como perrita en cuatro.

Voltee para ver a mis otros 3 machos y los dije que esperan para cojerme con sus guevos y me di una nalgada, uno vino hasta mi cara y me dijo que se lo mamara pues se veia que lo hacia rico abri mi boca y deje que me lo metiera en ella cuando de pronto senti una presion en mi culo y era uno de ellos que me iba a coger por alla, aguante un poco mientras me la metia y no podia gritar por que tenia el guvo del otro en mi boca no senti que entrara todo su miembro pero el empezo a mover su cuerpo y yo sentia como entraba y salia me estaba abriendo el culo agarre el guevo que tenia en mi boca y empece a mamar como una puta y a masturbarlo mientras el otro muchacho me acariciaba mis tetas, al momento senti que me saco su guevo del culo y abrio mis nalgas y me escupio dentro eso me hizo temblar y me nalgueo yo saque el guevo del otro de mi boca y le dije cogeme que para eso vinierony me metio su guevo en el culo ufff lo senti completo empece a moverme a ver si podia hacerlo acabar y no pude me lo saco y le dije que se acostara.

Teniendolo acostado me le monte encima y me meti ese guevo en mi cuca y empece a moverme como perra mientras el me nalgueaba le dije al que no me habia cogido que viniera y me lo metiera en el culo y lo hizo ufffffff uuuhhhhmmmmmm diooos que rico sentir esos dos guevos penetrandome estaba demasiado excitada y empece a mamar el guevo del otro hombre mientras que el que hice acabar ya se reponia ps se le estaba parando, no paraba de gemir mientras me cogian y senti que tuve 2 orgasmos seguidos ufffffff el que me cogia por el culo me lo saco y me lo puso en la boca y paso el siguiente a cogerme empece a moverme de lo excitada y el de abajo me agarro fuerte y senti su presion en mi cuca estaba llebandome de lleche mi cuca uffff le dije que siguiera que me llenara de leche, al acabarme me levante y saque la leche que pude de mi cuca y me la pase por las tetas les dije a los dos que faltaban que me cargaran y me cogieran asi y no dudaron en hacerlo.

Uno me lo metio en mi cuca y el otro por el culo y yo daba saltos como podia ohhhh ahhhh que divino en una de esas se salio el guevo que me penetraba por la cuca al intentar metermelo de nuevo el desgraciado me lo metio en el culo tambien y solte un grito pero me gusto le dije no lo saques y me movi como pude con esos dos guevos en el culo uffff divino pero incomodo un poco me baje de esa posicion y me acoste de frente y les dije cojanme por el culo y llenenlo de leche y paso el primero me lo metio de una y empezo a moverse yo le decia que me lo rompiera si era hombre mas vale que no me empezo a coger fuerte sin importa mis gritos pero me encantaba hasta que se corrio en mi culo ufffff yo le decia, que rico papi asi me guta dame tu leche en el culo andaaaa ayyyyy afffff mmmm…

Paso el siguiente y me fije que era el que habia hecho acabar con mi boca y me cogio por el culo tambien me daba rico y fuerte en un momento le dije cuando vayas a acabar lo sacas y lo metes en mi boca que me gusto tu rica leche ufffff al escucharme dio 2 metidas mas y lo saco y se vino en leche en mi boca y mi cara ufff que rico me gusta el olor de ese semen rico me agarraba mis tetas, aun me faltan 2 por hacerlos acabar les dije que uno acostado y el otro de pie, me coloque encima del que estaba acostado y me meti su guevo en mi cuca y le dije al que estaba de pie que me lo metiera tambien por alli y lo hizo uffff me estaban cogiendo entre los dos fuerte escuchaba sus gemidos y les dije para venirnos los tres juntos ahora uffff me empezaron a dar mas fuerte y empezaron a sacar su leche divina uffff grite mucho al sentir sus guevos prensados dentro de mi al momento me los saque y me dirigi rapido a sus penes y los empece a chupara para dejarlos limpios sin nada de lechita caliente sentia mi culo y mi cuca muy abiertas peo estaba satisfecha que divino era me lami toda la leche que pude era muy rico luego de un baño y un descanso nos vestimos y dijeron que querian volver a hacerlo y les dije que quizas y hasta hoy lo hemos hecho varias veces que ya seran otros relatos.

Cabe destacar que me masturbe escribiendo este relato y moje mucho solo recordando hasta el proximo relato besos.

Danza con Lobos

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Es un relato bastante extenso pero decidí dejarlo de una sola pieza porque me gustaría evitar publicarlo en varias partes. Lo he dividido en capítulos para hacer más amena la lectura. Mis disculpas.

No recomiendo el relato a quienes no soléis congeniar con esta categoría, es una historia de fantasía fuerte pero sin muchas pretensiones. Traté de abarcar un tema que me interesa mucho: la corrupción de la personalidad y el cuerpo. Recomiendo a los autores JORJA, Stholle, Alexxx, Collado e Impresionista entre otros si os gusta la temática. Si hay más, ¡dalos a conocer! ¡O date a conocer!

CAPÍTULO 1: AMANTE COLOR SANGRE

A veces el destino puede ser tan cruel. Cuando crees que nada puede ir peor puedes sentir el suelo que pisas abriéndose. Quiere tragarte, estamparte contra una nueva realidad para decirte al oído: “Esto es más fuerte que lo que temías”.

Me encontraba en la Plaza Libertador durante el atardecer, era mi hora ideal. Podría perderme en el horizonte naranja, en el sol bañándose en cada una de las ventanas de los edificios y en el sonido hipnótico de las cigarras. Me sentía más segura así, me sentía inspirada. Mi mente se aclaraba y podría ser capaz de lanzar una perorata nítida sobre cualquier tema. Es por eso que le pedí al periodista que viniera a esa hora.

Me fijé en mi reloj, ¿ya iban diez minutos de retraso? Tal vez el tráfico le atajó. Tal vez pedirle encontrarnos a esa hora fue un error. Volví a contemplar la plaza en búsqueda de esa persona, pero nadie, absolutamente ningún alma venía hacia mí. Cada uno en su mundo propio, un montón de sombras desconocidas pasando a mi alrededor. Me encogí en mi gabardina, ya no por el frío solamente sino por la sensación de agobio y soledad. ¿Acaso no iba a venir? ¿Debía rendirme y volver a mis asuntos?

Recogí mi bolso que estaba en un banquillo y me apresuré para colocarme unos auriculares. Era hora d emprender la marcha a casa. Fue cuando empecé a desenredar los cablecitos que escuché su voz.

- Siento la tardanza, señora Giselle. Hay un tráfico terrible. Vine en la línea Prísea pero debido a que no avanzaba apenas, decidí bajarme y emprender una caminata hasta aquí.

- Mi culpa – le sonreí. Volví a dejar el bolso y los auriculares en el asiento. Esta vez, yo les acompañé. Y golpeando un poquito le invité al periodista a sentarse a mi lado.

- Bien. Gracias Giselle.

- ¿Trajiste tu grabadora?

- Sí, sí. Deja que apriete esto… ya está.

- ¿Vas a hacerme preguntas o cómo irá la cosa?

- Bueno, pensaba tener una conversación distendida. Por eso te invité a un café… mira que aquí al aire libre y con todo el ruido que hay… pues mira, cuesta concentrarse así.

- A mí me encanta el ambiente. Por eso te pedí que vinieras aquí. Me siento segura.

- Entiendo.

- Bien. Has venido porque eres una de las pocas personas en quien confío, Nathaniel.

- Gracias. ¿Vamos a ir al grano?

- He encontrado pruebas de que aquí hay instalada una red de trata de personas.

- Fuerte… esto es fuerte.

- Pero no estoy del todo segura. Lo que más me inquieta es que creo que hay implicados dentro del hospital militar donde trabajo. Gente que oculta información, que borra datos, que olvidan. Gente que ha desaparecido.

- Te escucho, esto está que quema.

- Solo soy una simple enfermera, pero he querido ahondar más. Fue por eso que inicié una relación clandestina con uno de los directores. ¿Ves por qué te llamé a ti?

- No te preocupes, total anonimato. Pero necesito pruebas, ¿has encontrado algo que pueda serme útil?

- Sí y no. Verás, me gané un poco la confianza del Director Ramírez…

- ¿Te hiciste amante de él?

- … Sí. Tras meses de tórrido romance, y como muestra de confianza, ya tenía permiso para acceder a su oficina para visitarlo. A esa altura los guardias y demás médicos no verían raro que yo visitara su despacho aún sin él presente. Así que entré, requisé rápidamente y encontré una caja con varios DVDs. Principalmente eran software y alguna película obscena, pero me llamó la atención uno sin rotular, bastante rayado.

- ¿Qué viste? ¿Hiciste una copia?

- Mira, lo reproduje en su ordenador. Era… una habitación pequeña y había un hombre mayor arrodillado en el centro mismo. Estaba sin ropas y con una máscara de cuero. Luego una jovencita entró y le susurró algo al oído. Yo pensé: “¿Es esto solo una película porno más?” Luego la chiquilla le prendió una patada entre las piernas y le dijo que le haría atravesar un tratamiento hormonal a fin de hacerle tener rasgos más femeninos, que le harían actuar como mujer y que ganarían mucho dinero con él. Luego de eso el hombre le hizo sexo oral mientras ella le abofeteaba.

- Retorcido… ¿pero era sólo una película, no?

- Es lo que pensé, pero cuando iba a quitar el DVD escuché: “Esta noche recibirás al Director Ramírez, prepara tus ropitas y actúa como una buena chica”.

- Vaya… ¿quién era ese hombre? ¿Dónde crees que lo filmaron? ¿Y la mujer?

- ¿Cómo voy a saberlo? Tenía que hacer una copia pero el director entró.

- ¿Te pilló?

- No, pero el DVD se quedó en su ordenador, no pude guardarlo de vuelta en el cajón. Se enojó al verme sentada en su escritorio, así que tuvimos una leve discusión. Tuve mucho miedo y sin pensarlo muy bien corté mi relación con él. Al día siguiente recibí una notificación: me enviarían a trabajar a otro hospital militar, cuatrocientos kilómetros más al este.

- Entonces no tienes nada. Solo tu palabra contra la de él, que parece tener muchos medios.

- Lo sé. Ahora temo por mí y mi hija. He visto ya seis veces un coche oscuro seguirme en los últimos dos días. Mira, ya he pasado los cuarenta, siento he perdido el aguante y lo último que necesito es algo como eso. Si siguiera trabajando allí podría hurgar más, pero ya no soporto el ambiente que vivo, no doy con el miedo. Sé que me están presionando para marcharme. Hasta me ofrecieron realizar una serie de conferencias allí sobre capacitación médica, muy buen pago… Voy a aceptar.

- Oye, Giselle… venga, vamos, no te levantes aún…

- Debo irme. Confío en que lograrás mejores resultados que yo. Alguien tiene que continuar, solo rezo porque no tengas que pasar por lo que yo.

*-*-*-*-*-*-*-*

Mientras avanzábamos dentro del aeropuerto yo pensaba en que no iba a extrañar esta ciudad. No había lazos que me ataran a ella. Me sentía un poco arrepentida por hurgar tanto en donde no debía, en tener que arrastrar a mi niña conmigo, obligándole a abandonar a sus amigos. Pero ella me entendía, después de todo ambas nos consideramos mejores amigas.

Mi hija Sofía me tomó de la mano y me sonrió, sacándome de mis adentros.

- ¿Cómo está el clima en la luna, mamá?

- Qué graciosa. Vamos, que estamos llegando. ¿Recuerdas el nombre?

- Pirés, Pirés.

- Bien, bien… creo que harás mejor en estar callada.

- ¿Qué dices?

- Es que se llama Pierre, pero realmente no creo que debas hablar. Verás, esa boquita tuya suele ser muy impertinente en los peores momentos.

- No es lo que suele decir Sebastián.

- ¿Sebast…? Así se llama, es verdad. Me encantaría volver a verlo un día de estos, pero primero tengo que hacerme con un par de pistolas silenciosas de ésas.

- ¿Pero qué te pasa, mamá?

- ¡Y con lo fácil que me será conseguirlas!

- ¡Basta!, en serio deberías darle una oportunidad. Después de todo, planeo casarme con él nada más terminar este primer año de facultad. ¡Viviremos juntos!

¿Casarse? ¿Vivir juntos? Antes que pudiera contestarle se me acercó el hombre que sería mi guía y organizaría mis conferencias. Sofía se pegó a mí y me dio un codazo porque le había parecido muy guapo. Pero yo seguía mordiéndome muy fuerte en mis adentros, ¿ha dicho casarse?, ¿y me lo confesó en un aeropuerto durante un día muy importante para mí?

- ¿Señora Giselle? Soy Pierre. Seré su secretario para llevarla a las conferencias… es ella… ¿es ella su hija?

- Se llama Sofía – dije con una sonrisa forzada, tomándole fuertemente del brazo.

- Auch… joer… encantada – dijo casi sollozando.

- Un gusto, señorita. Pues bueno, ciudad nueva, vida nueva. Será un gusto hacer de guía también, eso sí, creo que será mejor que abordemos el avión a la de ya.

Empezamos a avanzar todos. Yo solo estaba esperando el momento en que pudiera estar a solas con mi hija para poder recriminarle sobre sus planes de boda. ¿Es que se había vuelto loca? ¿Por qué no podía pensar con claridad? ¿Sus padres me pedirían pagar la mitad de los gastos de boda aun sabiendo que soy madre soltera? ¿Quién la entregaría en el día de la unión si no había padre?

Ya en el avión, Sofía se quedó hipnotizada con el paisaje aéreo. Dio un par de golpecitos con su puño a la ventanilla antes de que yo la interrumpiera.

- ¿Quieres dejar de hacer eso?

- Por dios, mamá… un golpe bien dado y esto se desmorona. Pídele a Pierre que pruebe, a ver.

- Quédate callada.

- ¿Pero qué te pasa?

- ¿Te vas a casar con un tipejo al que solo conociste hace dos años?

- Discúlpame madre pero creo que me estás dando clases de moral. ¿No me habías dicho que tenías una relación con un hombre casado? ¿Cómo era el nombre de ese amante, Ramiro o algo así?

- ¡Que no te escuche Pierre! ¡Callada todo el viaje!

- Venga, lo siento.

- ¡He dicho silencio!

Sofía cruzó sus brazos, ladeó su cabeza un par de veces hasta que llevó su mano en el bolsillo de su abrigo. Tenía un aparatito de esos para escuchar música. Inmediatamente se lo quité. Se quedó boquiabierta y con el ceño molesto.

Antes de que se volviese hacia la ventanilla, me acerqué y le susurré:

- Es Ramírez. Y ya no es mi amante.

CAPÍTULO 2: FUEGO EN EL SUELO

Nada más llegar a destino el intenso calor nos golpeó fuertemente. Dentro del aeropuerto sí estaba climatizado, pero solo fue breve nuestra estancia allí, pues al salir en búsqueda de un taxi nos volvimos a derretir. Pierre por otro lado no parecía estar muy afectado, es más, como si estuviera acostumbrado al calor del lugar.

Todo intento de mi hija por hablarme fue interrumpido. ¿Por qué tuvo que lanzarme tremenda daga sin siquiera consultarme? En acto de rabia tiré su MP3 a la calle nada más abordar el taxi.

- ¡Pero por dios, mamá qué te pasa!

- Creo que hay una mosca hablando, ¿lo escuchas Pierre?

- ¿He? No… no entiendo, señora Giselle…

- Genial, este viaje se ha convertido en una pesadilla – dijo volviendo a cruzar los brazos, perdiéndose en el paisaje que se vislumbraba desde el taxi.

Ya llegado al hotel Sofía se dispuso a cargar su notebook. Imaginé que lo primero sería actualizarse con su noviecito, aprovechando la señal del wi-fi gratis que ofrecía el hotel. Podría quitárselo también pero consideré que ya estaba siendo muy dura.

- ¿Puedo hablarte o te seguirás haciendo la remolona?

- Por dios… habla, niña.

- Sobre Sebastián…

- Cualquier cosa menos eso. Vamos, que se me agota la paciencia.

- Vaya contigo, estás imposible. Bueno… se acaba de cortar la señal de internet.

- ¿Ah, sí? Una pena que no podrás chatear con cierta persona.

- ¿Pero qué estás haciendo ahora?

- Me estoy preparando para la conferencia.

- Por todos los santos, puedes cambiarte en el baño, ¡no tengo por qué ver tus tetas!

- ¡Cuida esa lengua, niña! Estás celosa porque a mi edad no tendrás este cuerpo, lo sé.

- Mmffff, esto es ridículo. Además, ¿es posible que haya una falda más larga que ésa? ¿Es que acaso vas a una convención de monjas?

- La falda está bien, niña. ¿Quieres que lo lleve como tú? No es una convención de rameras.

- Estás como una cabra. ¿Estás llamando ramera a tu hija?

- Soy una mujer directa. Y no saldrás con esa faldita de aquí. Es más, te quedarás en la habitación hasta que vuelva dentro de un par de horas.

- Eres genial, má.

- Lo sé.

- Sabes, sé que tienes una blusa mucho mejor que la que te estás poniendo.

- Cuando vuelva de la conferencia haré una parada para comprar un bozal.

*-*-*-*-*-*-*-*

Dos horas duró la conferencia, fue la primera de cinco que daríamos en la ciudad. Pierre era el encargado de hablar con los organizadores, de manejar mis horarios y hasta de confeccionar las imágenes que serían desplegadas durante la presentación. Me libró de muchos pesos y me dediqué a lo mío sin muchos dramas. Realmente estaba haciendo su labor de diez, todo un “crack” como suelen decir los jóvenes.

Nunca se me dio hablar bien ante tanta gente, máxime cuando no podía quitarme de la cabeza el hecho de que todos y cada uno de los invitados solo pensaban en recoger sus diplomas de “yo estuve aquí” y salir cuanto antes. Pese a todo realmente hice una buena conferencia con otros colegas médicos.

Ya afuera volvimos a tomar un taxi. Solo yo y Pierre. Aproveché para hacer un par de compras, llevando a rastras a Pierre eso sí. Imagino que se habrá encendido en sus adentros al verme comprar un bozal para perros. Desde luego mi intención era solamente asustar a mi hija.

Volvimos al hotel. Mi secretario me acompañó hasta mi habitación pues llevaba el bolso con mis compras.

Al entrar en la habitación noté que Sofía no estaba. Me fijé en el baño, en el balcón… pero no se encontraba. Su notebook seguía allí donde lo dejó, así como sus maletas que aún no se habían abierto estaban sobre las camas. Rápidamente Pierre se preocupó por la situación, así que llamó al encargado para preguntar si había visto salir a mi hija.

Se me estaba congelando la sangre. Fui rauda hacia la azotea solo para comprobar. Quise llamar a su móvil pero me sentí como basura al recordar que le confisqué durante el vuelo como parte del castigo. Tenía ganas de tumbarme y llorar, pero debía ser fuerte ante la situación. He pasado por muchas cosas terribles en mi vida pero Sofía era mi pilar. Ahora todo mi mundo estaba con riesgo de desplomarse.

Volví a mi habitación atajándome las lágrimas. Pierre me estaba esperando. Para mi sorpresa había un militar bastante fortachón allí, y antes de que pudiese reaccionar, cerró la puerta.

- Pierre… qué está pasando.

- Sí, sí, disculpe señora Giselle. Verá, he tenido que actuar un poco a la espera de mi ayudante. No quisiera ensuciarme las manos yo solo.

- Ensuciarte dices… hijo de puta dime dónde está ella.

- Voy a ir al grano, señora. El taxi que hemos tomado al salir de la conferencia ahora mismo está destruido. En llamas. Oficialmente usted y su hija, así como un tal Pierre Melemont… bueno, estamos todos oficialmente muertos.

- Mi hija. ¿Dónde está Sofía? – pregunté temblando como una poseída al tiempo en que los dos militares se acercaban peligrosamente más y más.

- Sí, sí, sobre eso. Ella está bien. Pero si quiere verla tendrá que cooperar con nosotros. Le recomiendo que se siente.

Bruscamente me llevaron de los brazos hacia una silla frente a Pierre. Yo estaba con la mirada atigrada, hundiéndose en la de él. Pero lejos de sentirse amenazado el muy cabrón sonreía como si fuera un ser intocable, como sabiendo que el juego que había comenzado estaba bajo su completo dominio.

- Cinco mil dólares. Solo eso.

- ¿Q… qué?

- Eso es el monto que necesitamos, señora Giselle. Cinco mil dólares.

- Está bien… vaya pufo de secuestro, déjame que busque en el banco.

- No, no. No está bien. Ése es el monto que usted deberá juntar a partir de ahora para acceder a su hija. Verá, le hemos despojado de todos sus bienes. Ahora mismo no tiene ni un solo céntimo.

- Cómo es posible… ¿cómo quiere que junte ese dinero si me despoja de todo? Es ridículo.

Se levantó de su asiento. Quise levantarme también y encararle, pero el militar me retuvo en mi silla. Pierre se sirvió de una copa lenta y pausadamente mientras yo estaba expectante. Tomó un sorbo, y tras suspirar ásperamente, se volvió hacia mí.

- Trabajarás para nosotros. Te prostituirás.

- No estás hablando en serio – dije al borde del llanto.

- Te ayudaremos. Te cambiaremos el look, no se preocupe, que no queremos que algún incauto te reconozca en plena faena.

- ¡Basta, imbécil! – hice fuerza y me levanté. Sorprendí al militar y, antes de que él pudiera reaccionar, me abalancé hacia Pierre. Cuando lo tomé del cuello pude observar que aún sonreía. ¡Aun así sonreía el infeliz!

- Señora Giselle, esto no es menester de alguien de su stand.

- ¿Dónde está ella?

- Se reunirá con su hija cuando junte el dinero necesario. De momento la llevaremos a usted a su nuevo hogar en la zona céntrica. Si coopera, ella sobrevivirá y podrán estar juntas de nuevo. El Director Ramírez solicitó a nuestro… “grupo” encargarnos de vosotras.

Solté su cuello. Aquello me mató. ¿El mismo Director lo había planeado? Entonces sí sabía que yo sospechaba de su secreto. ¿Qué ganaría él con esto cuando todo terminara? ¿O es que acaso esto sería una pesadilla del que nunca podría salir? Lo miraba con rabia a Pierre pero éste seguía mostrándome sus dientes como un malnacido.

- ¿Qué grupo dices?

- Pertenecemos a Los Lobos de Fuego.

- ¿Se supone que debo abrir los ojos como platos, imbécil? Es el nombre más risible que he escuchado en mi vida.

- Pronto aprenderás a respetar. Es hora de irnos.

Me llevaron rápidamente afuera. No me dieron tiempo ni a empacar nada. Seguía con las mismas ropas con las que hice la conferencia y no llevaba nada más.

Me hicieron subir en un vehículo. El militar se encargó de viajar a mi lado, escuchando mis quejidos y protestas ácidas todo el momento. ¿A dónde nos íbamos? ¿Qué era lo que me deparaba en mi búsqueda de mi adorada hija?

Ese día el destino me estampó contra el ardiente suelo.

CAPÍTULO 3: CORRUPCIÓN DE TITANIO

Al bajarnos pude contemplar el terrible lugar en el que supuestamente viviría hasta juntar el dinero. Era un edificio muy pequeño de tan solo cuatro pisos, bastante en malas condiciones y horrible como el barrio alrededor.

- Vaya, el poderoso piso franco de los lobos estos… ¡madre mía, esto es ridículo!

Entramos hasta una habitación pegada a la mesa de entrada, donde ya nos estaba esperando Pierre:

- Quítate la ropa – me ordenó.

- ¿Aquí? ¿Po… por qué? – pregunté retrocediendo hasta una esquina.

- ¿Quieres que te lo quite el gigantón ése? Venga, quítate la ropa. Ya no la necesitarás aquí.

- Suficiente, lleguemos a un acuerdo. Solo quiero recuperar a mi hija.

- Quítasela – ordenó. Como bestia, el militar se abalanzó hacia mí. Grité un poco, pero puse mis fuerzas en pelear. Fue en vano, al instante me tumbó al piso y me dejó lamentándome un buen rato. Se acuclilló frente a mí y me arrancó una buena parte de la blusa de un manotazo.

Reaccioné, intenté levantarme pero sentí una poderosa descarga eléctrica en mi espalda. No pude verlo pero era evidente que Pierre me lo había propinado. Caí gimoteando penosamente. No tenía más fuerzas ni ganas, así que me limité a escuchar el sonido seco de mis ropas siendo arrancadas violentamente, despedazadas y desprendidas de mí hasta dejarme desnuda. Con fuerza, el hombre me obligó a levantarme. Yo estaba aún muy shockeada, muy torpe, ocasión aprovechada por él para aprisionar mis manos al techo mediante una cuerda que colgaba.

Pierre empezó a dar vueltas a mi alrededor.

- No mentía el Director cuando habló sobre su envidiable estado físico. Está usted bastante bien conservada para su edad, aunque por aquí no gusta mucho la carne magra así que le prepararé una dieta para que suba un poco de peso. Una dieta muy especial.

- Cuando salga de aquí haré que los encierren y violen en una cárcel mugrienta.

- Claro que sí, señora Giselle. Veo que tiene el tatuaje de una rosa roja hacia la cadera. Muy bonito pero habrá que dibujar algo encima. Te pondremos un nuevo nombre y los llevarás con orgullo en tu cuerpo. Su pelo largo y lacio no corresponde a la imagen que deberás proyectar… Creo que a partir de ahora le irá bien con el pelo rubio y muy corto. Los labios lo haremos más carnosos y trataremos de redondear esas facciones rectilíneas de su cara.

- Sofía… mi hija… ¿puedo verla un momento?

- Si coopera la verá. Vamos a depilar ese chumino y aplicar unas cremas para que no vuelva a salir nada. Habrá que darle a la clientela un deleite visual sin precedentes.

- Tienes que estar bromeando – balbuceé tontamente.

- No me olvido de los piercings. Comenzaremos anillándote las tetas. Serán unos anillitos lo bastante gruesos y pesados para que con el tiempo le den un tamaño ideal. También en los labios vaginales, y por último una sorpresita que le tenemos guardada con respecto a los anillos.

- No puedo esperar a averiguarlo, cabrón.

- Hemos traído un hermoso collar también. Con tachuelas plateadas. No se preocupe que por dentro estará forrado para su comodidad. Atrás y adelante dispondrá de argollas para que se puedan conectar a una cadena. Llevará también unos brazaletes de acero en las muñecas y en los tobillos, cada uno con una argolla a fin de facilitar encadenamientos. Luego de su transformación física, nos encargaremos de seleccionarle la ropa con la que saldrá a las calles para trabajar. Aquí en el edificio no te librarás del trabajo pues deberás encargarte de la limpieza, lavandería y mantenimiento general, o cualquier otra labor que su Amo considere necesario.

¿Amo? ¿Ha dicho Amo? Quien sea que fuera me encargaría de escupirle en los pies por meterme en este infierno en la tierra. Me quería convertir en un maldito monstruo de circo y empleada doméstica personal, definitivamente se iba a enterar.

Pierre se dirigió hacia una mesita y de allí abrió un maletín ante mi atenta mirada. Me observó de reojo. Se acercó y me susurró:

- Piensa en cuánto ama a su hija y lo mucho que desea estar junto a ella. Hágame fácil el trabajo y yo haré lo propio con usted.

- Terminemos esto – mascullé con rabia.

- Eso es. Su Amo me pidió expresamente este collar – dijo mostrándome uno grueso, negro y con tachuelas plateadas -. Es precioso – finalizó.

- ¡Es un puto collar de perro! –protesté.

- Cariño, cariño, vaya lenguaje tienes. Recuerda que también tenemos cirujanos que pueden quitarte las cuerdas vocales.

- Está bien, me callaré. Apresúrate y pónmelo de una vez.

- Necesito que la desates – le ordenó al militar – vamos a fuera hacia el yunque para poder soldar los remaches.

- ¿Que qué has dicho, infeliz? – me removí enérgicamente – ¿Eso no abre y cierra simplemente, por qué va a soldar los remaches?

- Debo soldarlo porque el collar será permanente. Para eso he traído estas herramientas, pero usted tranquila que no le va a doler.

- ¡Estáis todos locos!

- Si te pones violenta volveré a usar la picana eléctrica.

Yo estaba con un miedo atroz pero tras esa advertencia me dejé hacer. Me quitaron las cuerdas y me llevaron hacia el jardín, a la fragua que se había construido en una de las esquinas.

- De rodillas, con las manos sobre su regazo.

Oí el click del collar abrirse. Sentí la fina tela que abrazaba mi cuello, caliente e incómoda al tacto. Posteriormente escuché el click con el que lo cerraban.

Así pues acomodaron mi cabeza de manera a poder cerrar los remaches. Escuchaba con rabia el sonido de los martillazos. Mis oídos ya zumbaban y empecé a lagrimear pensando en el infierno que sería mi vida con un collar de acero para siempre en mi cuello. ¿Cómo podría liberarme de ello a corto plazo? Primero tendría que rescatar a Sofía, luego podría preocuparme por el collar.

- Ya está – dijo ante un horrible olor a quemado inundando el lugar. Tiró un poco de agua fría en el collar y me estremecí al sentirla en mi espalda y pechos.

- ¿Ya terminó… verdad? – pregunté temerosa.

- Ahora los brazaletes de acero. Venga, que no tenemos todo el día.

Me había olvidado también de los malditos brazaletes. Aquello fue más rápido de lo que pensé. El militar se encargó de acomodar mis manos en el yunque, así como posteriormente los pies. Estaban también forrados por dentro, eran pesados al igual que el collar pero imaginé que pronto me acostumbraría a ellos.

- Dime que has terminado – murmuré alicaída.

- No, cariño.

- Ahora qué… estoy harta del olor a quemado, estoy harta ya de llevar este estúpido collar…., estos brazaletes… En qué mierda me estoy metiendo – dije empezando a llorar.

- Volvamos adentro, que vamos a continuar con los piercings.

De vuelta a la mugrienta habitación Pierre extrajo del maletín dos gruesos aros. ¿Acaso esas enormes argollas deberían atravesar mis pezones? ¿Era físicamente posible que algo tan grueso pudiera quedar colgado sin desgarrarme? Sofía, Sofía. Lo estaba haciendo por ti.

Me volvió a sujetar por la cuerda del techo. Solo que esta vez estrenó las argollas de mis brazaletes. Rápidamente Pierre comenzó su preparación aplicando alcohol en los alrededores de mis pezones, y con un cubito de hielo empezó a acariciármelos.

Yo me mordía los labios a fin de evitar gemir como una maldita cerda, pero mi cuerpo lejos de acompañarme en mi silencio decidió reaccionar al roce y juego del maldito infeliz. Sí, mis tetillas empezaron a levantarse y exponerse en todo su esplendor para mi vergüenza.

Aprisionó mi pezón dolorosamente con una pinza, lo retorció un poco y lo estiró sin tener piedad por mis lamentos. Luego el militar le facilitó en su otra mano una aguja bastante gruesa.

- Dime, corazón – dijo reposando la punta de la aguja justo antes de atravesarme el pezón – ¿cuántos años tienes?

- A ti qué te importa basu… aghh…. ¡Aaahhh! – chillé como cerda y me retorcí mientras sentía cómo la aguja me atravesaba. Sin retirarlo aún injertó un remache en el agujero que había hecho. Posteriormente tomó un anillo, lo abrió y lo incrustó a través del remache

- ¿Cómo te sientes, Giselle?

- Duele demasiado… y pesa mucho…

- Claro que pesa mucho. La idea es que te lo estiren.

- Maldito sicópata… ¿está… sangrándome demasiado?

- Vamos por el otro.

- Madre mía, no me dejáis descansar… ¡auch! – volvió a aprisionarme con las pinzas, esta vez en el otro pezón.

Fue más rápido. Se trataba de un auténtico profesional. Ya no me dolió tanto, pude aguantar como una campeona pese a que volví a derramar un par de lágrimas. Para aunar valor, en ningún momento solté la imagen mental de mi adorada hija.

Mi cuerpo estaba totalmente sudoroso y ciertamente algo bañado en sangre. Quería descansar aunque sea un momento pero cuando Pierre soltó la pinza del pezón, anunciando así que había terminado el anillado, se volvió de nuevo hacia su maletín.

- ¿Hemos terminado, maldito sádico?

- Sujétale la cabeza, échale para atrás – ordenó al militar. Inmediatamente obedeció. Mientras yo miraba el techo pregunté con mucho miedo:

- ¿Ahora dónde?

Tomó de la punta de mi nariz y la estiró en dirección hacia mis ojos. No podía verme, pero seguro que la imagen que daba era de pena. Con la nariz totalmente abierta como la de un puerco.

- Ahora toca el “piercing septum”.

Fue veloz. Quise zarandearme del dolor pero me retenían con mucha fuerza. Sentí el pinchazo en medio de mis orificios nasales, bajo el tabique. Chillé un poco pero tenía que dejar el meneo porque sabía lo mejor era facilitarles el trabajo.

Duró solo pocos segundos y tras eso me injertó un remache como con mis pezones. ¿Me iban a colocar una argolla allí como si yo fuera una maldita res? Sentí la sangre correr por mi rostro y aquello solo aumentó mi desesperación.

- Ánimo que aún no hemos terminado.

- Quiero lavarme el rostro…

- Déjame terminar que debo poner la argolla.

Aquel pedazo de titanio era enorme. Una vez injertado, podía sentir la circunferencia metálica pasar desde mi nariz hasta mi boca. Era pesado, molesto y estiraba mi nariz de manera dolorosa.

- Ahora quiero que la desates y la lleves a la Cruz de San Andrés.

No sabía lo que era una maldita cruz de San Andrés. Pero válgame pronto sabría lo que era, y sería como mi segundo hogar por el tiempo en que me tendrían allí para distintas prácticas. Era esa cruz con forma de equis que disponía de sujeciones en los extremos. Sentía que me desmayaba mientras avanzaba hacia ese artefacto tan terrible.

El militar fue muy brusco y poco cortés al sujetarme en cada esquina mediante mis brazales. Me aprisionó de manera que podía verlos trabajando. Mi nariz y mis pezones me ardían y con desesperación pensé en qué más me quedaba por sufrir. Fue cuando sentí la mano de Pierre frotando mi sensible sexo con un frío líquido cuando realmente se me heló la sangre.

- Vamos a depilarte de manera definitiva aquí. Y luego procederemos al anillado.

- Maldito pervertido, te encanta frotar tus sucias manos contra mí, hijo de…

- Ponle un bozal.

- Sí, señor.

- ¡¿Bozal has dicho, cabrón!? No soy un perr… hmmm… ¡ugghmmm!

- Así está mejor. Quédate tranquila que soy un experto depilando. Tan experto como en la herrería, sí señor – dijo soplando allí en mi vagina. Sentí un escalofrío al tiempo en que grácilmente empezaba a depilar.

Mi cara estaba rojísima. No podía creerlo. Encima el militar me observaba con lujuria total. Yo le devolvía una mirada atigrada junto con algunos murmullos amenazantes. ¿Pero cuánto más podría continuar yo así?, ¿cuánto más podría caer antes de volverme loca?

- Quieta, quieta – musitaba el maldito sádico depilador al son de sus movimientos cortantes.

Pensaba en mi adorada Sofía. En su bienestar. En poder verla y abrazarla de nuevo, disculparme por las tonterías por las que la maltraté en nuestro viaje. Rogué porque todo terminara cuanto antes para poder darle el visto bueno para casarse. Total, ella solo estaba siguiendo mis pasos, que yo también me casé de muy joven.

- ¿Ves que no es tan difícil, Sergei?

¿Así se llamaba el puto militar? ¿Sergei? Ambos contemplaban mi sexo depilado. Ojalá yo pudiera hacerlo también. El tal Sergei trajo una crema de la mesita, no era la misma que había utilizado Pierre, no. La puso por su mano y se dedicó a magrearla torpemente por todo mi sexo sin importarle mis quejidos. Es que aquello hervía como demonios.

- Es para que no te vuelva a crecer el vello púbico. Al menos no durante un tiempo. Hay que ser consistente para lograr el resultado deseado. Ahora procederemos finalmente al anillado de tus labios exteriores. Tu Dueño me ha especificado que desea cuatro argollas, dos en cada labio.

¿Acaba de decir Dueño? ¿Dueño de qué? Me encantaría ver a ese supuesto Amo/Dueño de una maldita vez para poder decirle un par de verdades. ¿Cuatro argollas parecidas a las que me estaban matando en mis pezones y nariz? En la polla le deberían poner para que pudiese sentir mi dolor y vejación como ser humano.

Quería protestar. Vi aquellas cuatro argollas que planeaba injertarme en mis labios vaginales. Maldito bozal, lo mordí con todas mis fuerzas con la esperanza de reventarlo. Pierre me los mostró uno por uno frente a mi rostro. Eran también de titanio, cada una con una incrustación de piedra preciosa distinta. Si no fuera por mi humillante situación me sentiría halagada ante el gasto que estaban haciendo por mí.

Se agachó mientras yo empezaba a revolverme por la cruz. Sentí un pinchazo y al rato podía notar mi sexo muy hinchado y caliente, imagino que lo hicieron para poder anillarme con más facilidad.

Y acto seguido me atravesó con un catéter, de un labio al otro. Lo dejó allí y con otro catéter perforó un poco más abajo. No dolió mucho para ser sincera. Solo comencé a sentir penurias cuando injertó las argollas, con el peso de ellas haciendo de las suyas. No tardó más de diez minutos en terminar de adornarme.

Se retiró nuevamente hacia su maletín. ¿Qué vendría ahora? Sergei se acercó y sin mediar palabras me quitó el bozal. Hábilmente cogió mi lengua con la pinza e inyectó anestesia.

- Mmmfff… maldito cabrón…

- Cuida ese lenguaje, corazón.

Mostró a mi aterrorizada vista una cajita con un montón de bolillas y argollitas.

- En serio eres una desgracia, hijo de puta, ¿cuál va a ir en mi lengua? – dije atemorizada y con mis fuerzas yéndose poco a poco.

- Todas – sonrió – seis argollitas irán a los costados de tu lengua, las cinco bolillas plateadas en el centro, de arriba a abajo, y las seis bolillas de oro en los espacios que sobren. Sorpresa.

Me desmayé.

CAPÍTULO 4: VADE MI AMO

Me levanté y me encontré en una pequeña celda. Muy a lo alto tenía una ventanilla con barrotes y a tan solo escasos metros de mí estaba una puerta cerrada. Más tarde sabría que mi celda se encontraba en el segundo piso. En el tercero se encontraban las habitaciones de Sergei y Pierre, mientras que el último piso era completamente propiedad del desconocido Amo.

¿Cuántas horas habían pasado desde mi anillado? Mis pezones seguían ardiendo al igual que mi nariz. No obstante en mis labios vaginales todo estaba bastante tranquilo… obviando los destrozos visibles. Los muy sádicos no me limpiaron la sangre, ya reseca por mi rostro, senos y entrepierna.

Y me acordé de mi lengua. Inmediatamente todos mis sentidos se concentraron en mi lengua. Se sentía pesada y bastante más gorda que lo usual. Supongo que estaba hinchada. Abrí mi boca y posé un dedo para palparla… con lágrimas en los ojos corriéndome como ríos pude comprobar que no me habían mentido: toda mi lengua estaba plagada de bolillas y argollas. Adiós a mis papilas. Adiós al comer decentemente.

La puerta se abrió. Era Pierre, acompañado de un jovenzuelo con la mirada muy curiosa por mis argollas.

- Veo que ya te has despertado. Ahora toca el tatuaje, querida.

- Erez daduador… dadu… daduador… joded….

- Sí, sobre eso. Soy tatuador también. Reposa esa lengua que la tienes hinchada. De todos modos con tanto piercing no podrás hablar ni aunque baje la hinchazón.

- Hio de puda… mfff… cabonado…

- Bueno, bueno. Por la zona hay muchas prostitutas que han elegido un nombre más “comercial”. Tenemos a Trixie, Sya, Niopía, Aranea… en fin. Lo normal es que cada una invente el que más le guste a fin de ocultar su identidad. Pero no será tu caso pues será tu Dueño el que decida por ti.

- ¿Y dónde edta ed cabonado ese? Puto piedzing…. ¿Cómo ez que aún no he vidto a mi supuedto duemdo… duendo… dueññño?

- Ehm… soy yo – dijo el jovencito, levantando la mano – soy tu dueño. Sí.

- Me eztaz jodiendo…

- No, no estoy jodiendo. Mi padre me ha encargado tu custodia.

- Joded… edez maz joven que mi hija…

- Sí, su hija. Solo soy un poco más joven. Soy un iniciado en el grupo de los lobos calientes… ¿o eran de fuegos? Como sea, verás que me han dado medios muy pobres para trabajar pero pienso demostrarles mi valía. A lo que venimos. Le he dicho a Pierre que tengo que elegir un nombre adecuado para ti.

- Exacto. Obsérvela bien y piense con cuidado el nombre que llevará, pues lo tatuaré en el cóccix y en el vientre. Debe ser un nombre que congen…

- Cerda.

- ¿Qué?

- ¿Qué eztaz dizziendo madito infediz?

- Mírela. Es una puta cerda. Me parece el nombre ideal…. ¡a tatuar!

- Vaya… supongo que tus deseos son órdenes.

- ¡Ni te adtevas a podnedme ezze nombde tan didículo hijo puda!

Me levanté como pude. Iba a pelear. Iba a buscar a mi hija a como dé lugar. Iba a matar a ese maldito Pierre también. Pero mis articulaciones se sentían entumecidas. Ambos vieron mi gesto de sobre esfuerzo, momento en el que el joven Amo sacó una fusta y no dudó en hundirla en mis carnes.

- ¡Auugchhh!

- Abajo, Cerda.

¿A quién demonios estaba llamando Cerda? Pero el maldito dio un fustazo tan fuerte que caí presa del dolor. Me dio justo entre un brazo y parte de mi adolorido seno.

- ¿Pero supuestamente no tiene un tranquilizante?

- Claro que lo tiene, mi señor. El problema es que la mujer es muy terca… pero bueno, ya como ve se está durmiendo de nuevo.

- Perfecto. ¡A tatuar! Y ponle el logo de los “Lobos Explosivos” sobre la rosa que tiene tatuada allí… espera, ¿me dices cómo se llamaban los lobos de nuevo?

*-*-*-*-*-*-*-*

- Perfecto. Le queda perfecto.

Me despertó la voz del joven hijo de puta. ¿Se refería acaso a mi tatuaje? Aún no lo he visto pero con semejante nombre dudo que pronto tuviera ganas de hacerlo. Mientras intentaba recuperar mi visión pude sentir todo mi cuerpo húmedo. ¿Acaso por fin me habían limpiado y curado?

- Sí, el pelo hasta los hombros, bien cortito. Me gusta.

- Tiene usted un buen gusto, mi señor – dijo Pierre.

- Gracias amigo. Y usted tiene una gran habilidad también, no sabía que era peluquero.

- ¿Peduquedo? – pregunté adormecida –. Un espejo pod favod…

- Cómo no, Cerda – dijo el joven Amo. Me pasó un espejo. Quise tomarlo pero inmediatamente sentí mis extremidades sujetadas a los extremos de una incómoda cama – Ah, carambas… levántale el mentón, Pierre. Le voy a mostrar cómo ha quedado.

- Diozzz…. Zoy un modstrdo… modstrdo…. Mons… joded….

- No te pongas así, Cerda. Ahora eres rubia y ya casi pareces una puta callejera. Todo gracias a mi gran asistente.

- Solo soy un humilde servidor.

- ¿Estás llorando porque te quitamos las cejas? Tonterías. Solo falta contratar al cirujano para que te agrande más esa boca. Que tengas labios carnosos y apetecibles. Y quiero que sean de color rojo. Rojo Putón… si es que eso existe. ¿Será posible dejarlo permanentemente así con ese color?

- Voy a por el bótox, mi señor.

- Qué cojones… ¿tú eres cirujano también?

- Sé cosas. También puedo encargarme de la micropigmentación para colorear permanentemente sus labios con el color que usted desee.

- Eres todo un crack.

- Decidme que ezta bomeando, puda made…

*-*-*-*-*-*-*-*

Han pasado cinco días desde que me sometieron a un cambio radical y extremo. Me encerraron en aquella celda pequeña, encadenándome por el collar a una esquina. Entraba Sergei dos veces al día para llevarme algo de comida: solo era puré con vitaminas y agua debido a que me costaba masticar con tanto objeto incrustado en mi lengua. Para comer tenía que levantar la argolla nasal, que de otra manera el puré se pegaba por ahí y tenía que relamer el metal si quería alimentarme.

El dolor se había ido. La hinchazón también. En mi soledad he intentado fútilmente hablar de manera correcta pero solo salía lo mismo de siempre. “Ezto ez una pedadillzda… mfff”.

El primer día entró el jovencito. Se acuclilló ante mí y vio mis ojos cargados de un odio profundo. Si la maldita cadena de mi collar no fuera tan corta me lanzaría a por él para matarlo. Me preguntó a secas “¿Vas a trabajar hoy como puta?”. Le respondí que aún no estaba lista, acto seguido le escupí los pies. Se levantó y no volvió sino hasta el día siguiente para hacerme la misma pregunta. Obtuvo la misma respuesta.

¿Cómo esperaban que de un día para otro yo trabajara como una vulgar prostituta? Pero he pasado los momentos de mi soledad imaginándome. Ofreciendo mi cuerpo a otros en mi cabeza. Tenía que hacerlo si quería sobrevivir y encontrar a mi amada niña. Poco a poco fui adaptándome a la idea de que aquello era el camino que debía tomar.

El joven Amo me siguió visitando durante cinco días más. Incluso el día de mi operación estética vino con un espejito en mano para mostrarme cómo me habían quedado mis nuevos, rojos y carnosos labios. Lloré desconsoladamente. Eran vulgares, ridículos. Pensé que sería ya imposible que alguien me reconociera.

Aprovechó mi llanto para dibujar unas pestañas en mi cara. Tuvo que venir Pierre para borrar el estropicio que había hecho y dibujar unas pestañas más adecuadas para la puta en la que me estaba convirtiendo. Largas, fina y que daban un aspecto desafiante.

Dos días completos me dejaron descansar pues me sometieron a una operación para cambiar la voz. Dijo el joven que quería que yo tuviese una voz más de “mujerona”, levemente más grave y potente. Si tan solo no estuviese dopada lo mataría. Si lo que dijo es cierto, probablemente remodelaron mi cartílago tiroides para tensar mis cuerdas vocales.

No me atreví en esos días a emitir algún sonido. Si bien era lo que debía hacer como parte de un reposo médico, también tenía demasiado miedo de oírme.

Había caído la décima noche y con ella aumentaron los ruidos en las afueras de mi celda. Me sentía mejor pero odiaba mi nueva voz. Emitía un tono tan vulgar y no me sentía yo misma. Un infortunio total si sumábamos a mi torpe hablar debido a las incrustaciones en mi lengua.

Me estaba transformando en otra cosa. Y mi odio hacia el niñato crecía y crecía. Justo en medio de mis pensamientos de rabia se abrió la puerta, y el jovenzuelo entró con una bolsa en mano y una fusta en la otra.

- Du de nueddvo…

- Sí, esto…. Yo de nuevo. ¿Cómo estás, Cerda?

- De fabduda…

- Me alegro. ¡Y me encanta tu nueva voz! Por cierto, hoy empezarás a trabajar quieras o no. Hablé con mi padre y me ha dado un par de consejos… y esto… ¡toma!

Me propinó un cruento trallazo con ese pedazo de fusta que llevaba. Se hundió muy bien en mi espalda y parte de un seno. Caí sollozando lastimeramente del dolor, dejando escapar algunas lágrimas.

- Esto, lo siento Cerda… olvidé que primero debo pedirte que me reconozcas como Amo. LUEGO debo azuzarte en caso de que te niegues.

- Mmm… mfff… ¿qué qu-quiedez?

- A partir de ahora me llamarás Amo. No toleraré el mismo trato que me has estado dando estos días. Quiero absoluta sumisión de tu parte. ¡Toma!

- ¡Auuuchh, mmfff!

Volvió a darme un violento trallazo. Ya desde el suelo solo me limité a revolverme penosamente mientras mis generosas carnes ardían.

- ¡Maldita sea! ¡No sirvo para esto! Cerda… Cerda… lo lamento, se supone que debo esperar una respuesta tuya….

- Amo, Amo… deja de azozadme pod favod… vade, te yeconzco como mi Amo… pedo pod favod…. Deja de azozadme…

- Bien, bien. Creo que lo estoy haciendo bien…. ¿verdad Pierre?

- De fábulas, mi señor.

- Bien. Ahora continuemos, Cerda. He traído esta bolsa. Es tu ropa, tu uniforme. La he seleccionado yo… Y Pierre también.

Débilmente me repuse y me acerqué a la bolsita que había traído. Con total resignación observé los dos pedacitos de tela que supuestamente serían mi única ropa durante un largo período de tiempo. Por un lado tenía un top de cuero rojo, dejaría mi espalda desnuda pero con tiras que se entrelazaban. Era demasiado pequeña y era evidente que querían aprovechar eso para poder destacar mis enormes senos anillados. Odiaba el top, no cubriría mi ombligo.

Llorando, proseguí.

Lo siguiente era una mini falda de cuero también de color rojo. Si el top me parecía muy ajustado, aquello me hacía dudar seriamente que pudiera entrarme. Yo estaba en forma, pero por la edad tenía algo de carne. Y si era verdad que me alimentarían para agrandarme más como habían dicho, no sé cómo podría entrarme algo tan pequeño.

Cuando extendí la faldita me sentí a punto de desmayar… solo tenía el cuero suficiente para cubrir un poco de mis nalgas por detrás, y muy poco de mi perforada vagina por delante… ambos pedazos estaban unidos por lazos de cuero que se entrecruzaban y que dejarían ver el nacimiento de mis muslos y cadera.

Proseguí a revisar la bolsa, mareada ya.

Lo siguiente eran unos zapatos de tacón alto. Rojo para variar. Tenían tacones de diez centímetros de alto ni más ni menos. He usado tacones así que no me serían problema acostumbrarme de vuelta. Punto para mí, supongo.

Por último en la bolsa solo quedaron unas pelotitas de cristal unidas por un cordón, eran cinco e iban de más pequeñas a grandes. Ya había visto eso en alguna película para adultos pero no recordaba el nombre.

- Pues eso es todo, Cerda. Pierre y Serge te llevarán un rato al baño para darte una limpieza general.

- No puedez eztad hablando en zezddio… ¿ni ziquiedya ropya inyerior?

- Venga, ¡toma dos tazas!

Dos violentos trallazos cayeron sobre mí. Directamente sobre mi mano, y cuando me revolqué de dolor, otro trallazo cayó en mi espalda. Me iba a volver loca el maldito crío.

- Uno por no obedecer mis órdenes. El otro por no llamarme Amo. Venga, Cerda. ¡A levantarse!

- Vade… vade, pedyon mi Amo…

Me levanté como pude, sorteando el dolor que me quemaba las entrañas. Me llevaron al jardín y me pasaron un jabón. Pierre sujetaba una manguera de agua en una mano y una cadena conectada a mi argolla nasal en la otra. Sergei por su parte sostenía un látigo enorme y una esponja. Dadas las condiciones no tuve muchas opciones. A lo lejos mi joven Amo se sentó a leer una revista… ¿o era un cómic?

Media hora después y ya bastante limpia, me llevaron a la celda y me ordenaron vestir. Comencé con la opción más cercana: los zapatos de tacón. Vi de reojo al muchacho mientras acoplaba las tiras a mi pie: me estaba observando de manera bastante torpe y con un dejo de excitación. ¿Es que acaso nunca ha visto una mujer? Pensándolo detenidamente creo que yo podría ser la primera que veía desnuda.

- La próxima vez que necesites coger algo del suelo, inclínate. No te agaches, no uses las rodillas. Y que tu culo apunte a mí siempre – dijo leyendo un papelito.

- Vade mi Amo…

Cogí el top tal como me lo indicó. Era demasiado vergonzoso, inclinada tan vulgarmente ante un mocoso evidentemente inexperto. Me comí el orgullo y decidir seguir a lo mío.

Extendí el top tratando de averiguar cómo me podría entrar. Lo intenté, era demasiado ajustado y los lazos en mi espalda no tenían pinta de querer extenderse mucho para facilitarme las cosas. Mis argollas se veían relucientes bajo la tela y ciertamente me molestaban. Lo siguiente fue la faldita, aunque nada más tomarla mi Amo me ordenó agarrar las extrañas pelotitas de cristal.

- Pásame las bolas chinas… ¿o se dice bolas tailandesas?

- OK… ez ezzto, ¿ñdo?

- Sí. Perfecto. Ahora quiero que me des la espalda de nuevo. Bien. Ahora quiero que con tus manos tomes de tus tobillos, y sin doblar las rodillas. A ver… Perfecto, Cerda.

Dejé que me manoseara mi anillada vagina con total impunidad. Posteriormente sentí un lubricante en mi ano, y luego posó la primera bolilla en la entrada. Hizo caso omiso a mis quejas y al dolor que me llenaba mientras me injertaba la primera.

Luchaba por sostenerme en tan ridícula posición, tuvo que intervenir uno de los sirvientes para atajarme por la cadera. No tuve que soportar mucho más hasta que, tras incrustar dos, por fin me ordenó reponerme.

- Dice aquí que tengo que meterlas todas… ¿Pierre, tengo que hacerlo?

- Si está en el papelito… su padre se lo habrá escrito porque cree que es lo mejor. De todas formas no debe hacerlo necesariamente usted, señor.

- Está bien, ¡por los Lobos Fantásticos!, ¿no, Pierre? Pues nada, inclínate de vuelta Cerda.

Fue un martirio. Cuando terminó solo quedó una cuerdita con nudo colgando de mi dolido trasero.

- Ahora puedes ponerte la faldita.

- Gadiaz mi Amo.

A duras penas, y con el dolor en mi ano, pude ponerme la maldita y vergonzosa falda. De reojo observé en mi vientre ese maldito nombre con el que me bautizó. “Cerda”… maldito niño.

Me llevaron afuera del hotel. ¡Iba a salir por primera vez en días! Mi corazón latía rápidamente por el nerviosismo. Mi caminar era patético debido a todo lo que había pasado, pero estaba emocionada porque por fin empezaría la búsqueda de mi hija. Y no pude evitar preguntarme: ¿me reconocería acaso al verme así?

Salí tomada de la mano de mi joven Amo, quien sonriente me llevó hasta la plaza frente a nuestro edificio. Se sentó en el banquillo, y mirándome habló:

- Tienes que cobrar treinta dólares la mamada. Cincuenta si te quieren montar. Si te piden otros servicios, sé ingeniosa y arréglatelas con el precio. No te corras antes que los clientes.

- Vade mi Amo.

- No vuelvas al edificio hasta que hayas recolectado cien dólares.

- ¿Cien dodades… Amo? ¿Cien? Hm… Puedo hacedyo.

- Ingéniatelas, Cerda. No esperes que los clientes vengan a ti. Tú búscalos, piropéalos, muéstrale tus encantos. Hazte valer, carambas. Y recuerda, piensa siempre en tu hija cada vez que te veas aminorada.

- Mija Zofdía…

- Para el carro Cerda, zoofilia no – dijo levantándose para acercarse a mí.

- Qué ezdá hazzdiendo, Amo.

- Es un regalo de mi parte pues eres mi primera esclava. Es un colgante de oro con tu nombre, ¿ves? Lo voy a acoplar a tu collar. Levanta el mentón, a ver.

- Gradiaz mi Amo.

- No hay de qué, Cerda. Y antes que me olvide, ten. Es una carterita para que puedas guardar el dinero. Adentro hay un mapita de la ciudad para que no te pierdas.

Y se alejó. Bien podría correr junto a la policía. A que el desgraciado no se lo había pensado muy bien. Fui caminando con cierto apuro hacia la comisaría más cercana que marcaba el mapa. La gente me miraba con asco pero no los culpaba. Algunos hombres me lanzaban piropos y gestos obscenos, pero yo avanzaba rápido con una mano tapando la argolla de la nariz y la otra sujetando la faldita a fin de que no se visualizaran mis partes privadas

- ¡Poldicía!

- ¿Eh?

- Me dienen secuesdrada. Dienen a mi hija secuesdrada. Me han convertido en ezdo por puro capricho de un mocoso pedverdido…

- A ver, Cerda.

- … ¿Qué me ha dizcho?

- Será mejor que haga su trabajo por el bien de su hija. Por ser su primera noche como puta no le diré a su Amo de la tontería que está haciendo.

- ¿Tú… tú estáz implicazdo?

- A ver, ese mocoso es hijo de alguien muy importante aquí. Tú haz lo tuyo y todo saldrá bien.

- Ddienes que esdar jodiéndome.

- Venga, te mostrare lo mucho que estoy jodiendo, Cerda.

Me tomó del brazo y me llevó de vuelta a la plaza. Ahora ya no podía cubrirme como me gustaría, a trompicones que iba. A los ojos de todo el gentío me esposó a una columna de manera que quedé abrazándola. ¿Es que nadie tenía un poco de piedad en ese lugar? ¿Todos se limitaban a mirar a una pobre mujer siendo vejada de esa manera?

- Abre bien esas piernas, para que todos vean.

- Vade, vade… ¡endiendo, pod favod déjeme en pad!

Sacó de su cinturón una fusta. Aparentemente era miembro de la caballería. Con su pie separó mis piernas. Ya las argollas de mis labios vaginales se evidenciaron a la vista de todos. No contento con ello y mis fuertes llantos, subió la faldita de cuero y reveló mis generosas carnes a las personas. Supongo que también podían ver la punta el cordón colgando de mi ano.

Lanzó el primer fuste en mis nalgas. Grité como loca pero hice fuerzas para mantenerme erguida. Lanzó el segundo, directo a mis muslos traseros. Me agité de dolor, las argollas en todo mi cuerpo se tambalearon. El tercero en la espalda, justo donde se imprimía mi nombre de puta. Lanzó un cuarto de vuelta a mis muslos. La gente se retorció al verme el rostro enrojecido y con lágrimas conjugándose con mocos. Lanzó un último trallazo cerca de mis hombros, aprovechando que mi top dejaba mi espalda desnuda.

- Vaya puerca, has dejado soltar una bolilla… ¡usted, señor!

- ¿Qué pasa, oficial?

- ¿Quiere hacer el favor de injertarle de vuelta la bola a esta furcia?

- Esto… ¿por qué no?

Fue vergonzoso. Podía escuchar el murmullo ahogado de ese montón de sombras que me rodeaban. El policía separó mis nalgas muy groseramente y permitió al hombre que volviera a meter la bolilla de cristal en mis adentros. Se despidió con un sonoro guantazo a mi nalga.

El oficial volvió a colocarme la faldita con mucho esfuerzo. Fue un martirio sentir el cuero ajustado sobre la piel enrojecida por los varazos. Por último me quitó las esposas y caí burdamente. Sin siquiera importarle el evidente estado de shock en el que yo estaba, me tomó del cabello y lanzó una última advertencia:

- Más te vale no volver a intentar otra tontería. ¡A trabajar, Cerda!

Así pues volví a donde todo había comenzado, sólo que en peores condiciones que antes. Nadie a mi alrededor se apiadaba, o todos temían apiadarse. ¿Tan poderoso acaso era el padre de ese mocoso? Me sequé las lágrimas y me levanté.

¿Cómo atraería a un cliente? Todos los hombres me miraban, algunos me hablaban pero yo no sabía con qué afrontarles. ¿Qué debía decir? Dejé la caminata por un momento y me detuve bajo un semáforo para acomodarme las argollas de mis senos. Por suerte y gracias a ese vulgar gesto que hice pude encontrar a mi primer cliente… o debería decir clientes.

Una camioneta oscura paró y me tocó la bocina. Me acerqué a la ventanilla esperando que la bajaran. Pude observar mi reflejo pero rápidamente ojeé otro lado con tal de no ver a la cerda en la que me habían convertido.

- ¡Buff, jamón de primera!, – dijo el joven acompañante, mirándome de arriba para abajo – ¿cuánto cobras por un oral?

- Dr… Dr…. Dreinda… – dije con esfuerzo.

- Válgame, nos tocó una puta tartamuda – dijo el chofer – Pues mira, yo quiero un servicio completo. Sube al carro, ¿quieres?

- Va… vade – dije abriendo la puerta trasera. Me latía el corazón a mil por hora nuevamente, ¡eran mis primeros clientes! No debía joderla. Por mi hija.

Me senté. Con un gesto de dolor me reacomodé porque las fustas y bolas me atormentaban. El acompañante se dirigió hacia mí rápidamente. Era tan joven como su amigo y me hacía recordar a al joven Amo. Se sentó a mi lado con una sonrisa de punta a punta.

No sabía muy bien qué hacer. ¿Qué hacía alguien como yo en ese coche? He imaginado mil situaciones en mi celda así como mil maneras de actuar. Creí que ya podría enfrentarlos. Pero era todo tan diferente en la realidad. El jovencito puso su mano sobre mi muslo y empezó a magrearlo. Quise abofetearlo pero me acordé rápidamente de mi rol, debía dejar de lado mi humanidad. Por Sofía. Por mi adorada niña.

- Una mamada… eso es, ¡una mamada!

- Vade… ed dinedo…

- Sí, sí… toma, aquí tienes. Vaya, esto, ¿no te molesta un poco ese anillo ahí en la nariz?

- Zi, un poco. Pedo me acostumbo.

- Mira…. ¿Cerda? ¿Así te llamas? Mira, es la primera mamada que me darán en la vida, ¿sabes? Quiero que lo hagas especial, por fi, hembra.

- Ezpedial… clado – le mostré mi lengua anillada en todos sus confines. El pobre muchacho sonrió forzadamente y me preguntó si aquello iba a destrozarle su miembro. Le dije que no.

Me incliné hacia su miembro y llevé mis manos para quitarle su cinturón. Por suerte el vehículo estaba en movimiento porque de otra forma notaría mis temblantes y aficionadas manos. Pude sacar ese miembro caliente que poco a poco empezaba a endurecerse en mis dedos.

No he estado con muchos hombres en mi vida. De hecho ese pequeño miembro palpitante era el sexto que vi en mis más de cuarenta años. Eso sí, he estado con pocos pero nunca se han quejado. Me sabía trucos, solo que no pensaba usarlos con completos desconocidos. Mis manos aún tiritaban y no pude evitar soltar un par de lágrimas. ¿Podría hacerlo acaso? Sofía, todo por ti.

Levanté la argolla de mi nariz para darme margen de maniobra y dispuse a darle un dulce beso en la punta.

El carro paró. Observé que el chofer ya se estaba preparando para la faena. ¿Acaso debía servir a los dos al mismo tiempo? Preferiría evitarlo así que con valor decidí apurar mi trabajo con el primer chico. De todos modos no sería trabajo difícil viendo su inexperiencia.

Me incliné para besar sus huevos y pajearlo un poco, subiendo a besos por su tronco. El joven pudo contemplar mi espalda desde su vista y no dudó en pasar su mano por los trallazos que me había propinado el policía.

- ¿También haces sado, Cerda?

- ¿Quez ezo?

- Látigos y eso.

- Mmm… pod dreinda más dejo que me azyotes…

- Nah, paso. Solo preguntaaaggghh…

Hice movimientos de lengua de los que no estoy orgullosa. Pasé la puntilla por su uretra. Me ayudaron un poco los anillos en la lengua y mis gráciles manos en sus huevos. Ni siquiera hubo necesidad de meterle dedo en el ano porque el chico ya se había corrido.

A lengüetazos me encargué de limpiar el líquido viscoso que se desparramó un poco por sus muslos. Aún no sabía muy bien por qué lo estaba haciendo pero creo que la situación me estaba poniendo algo caliente.

Justo a tiempo, que su amigo ya se había posicionado en el otro lado del asiento.

- Estoy K.O. – dijo recostándose.

- Puto precoz – le reclamó su amigo al tiempo en que me metía mano entre las nalgas.

Pero a mí me pareció adorable, era mi primer cliente y no parecía tan malo como imaginaba. Así que dejando que su amigo me siguiera metiendo mano, le di unos dulces besos en la punta del pene a modo de despedida. Me sentía tan excitada, no podía creer que fuera yo misma la que había dejado fuera de combate a un muchacho.

- Mi turno, yegua. Pero yo quiero solo una cabalgata.

- Cincuetda dóladez.

- Sí, sí. Mira, aquí tienes. Ahora vente – dijo tomando de la argolla de mi nariz, trayéndome dolorosamente hacia sí. Me senté encima de él. Se quejó de mi peso pero rápidamente se volvió a acomodar. Su rostro estaba prácticamente enterrado bajo mis tetas, por lo que tuve que inclinarme para poder acercarme y besarle en los labios.

- ¿¡Te he pedido que me besaras, animal!?

- Pedyon, pedyon, pendze que te guzyadia.

- Pues piensa bien de nuevo. Esa boca ha estado en la polla de mi amigo… de hecho tienes un poco de su pelo púbico aun…

- Zoy udna burrda… pedyon.

Me limpié la boca rápidamente y comencé a montar sobre él un buen rato mientras su amigo salía afuera a fumar. Él tenía más aguante y tal vez una polla más grande. Me gustaba mucho, de hecho, la sensación de su carne entrando completo en mí. Quería relajarme y gozar pero también debía aunar fuerzas para no correrme antes que él.

Las malditas argollas por otro lado lo hacían todo más doloroso, estirando mis labios vaginales continuamente al ritmo de mis vaivenes.

Yo chillaba más que él. El muchacho habría pensado que lo hacía para excitarlo, pero realmente era una mezcla del dolor que me producían las argollas y algo de placer.

Intentó chuparme las tetas pero dejó la tarea al verse imposibilitado por mis enormes argollas. “Puta masoquista” murmuró con decepción. Pude sentir luego su lechosa corrida. Aquello no me asustó pues desde hace dos años que no puedo procrear.

Sí me sentí algo molesta porque no me dio oportunidad de correrme. Salí de encima, no sabía si debía besar ese bello miembro que por primera vez tras mucho tiempo me hizo gozar como mujer o dejarlo. Por la cara de perros que tenía, decidí irme.

El chofer no se despidió pero el chico precoz sí. Yo estaba algo caliente, quería terminar lo que el muchacho dejó a medias.

Volví a las calles. Ya tenía ochenta dólares, así que con un cliente más debería bastar para terminar la noche. Saqué el mapita y busqué el nombre de la arteria en la que estaba. No, no estaba muy lejos de mi edificio y con cierta tranquilidad decidí volver caminando con la esperanza de encontrar algún cliente potencial para lanzarle mi primer piropo.

A los pocos metros me acerqué a un hombre mayor, decidí probar bailando un poco mis tetas y jugando mi lengua con la argolla de la nariz. Me frustraba no poder hablar correctamente, pero la gente me entendía de todos modos.

- Papadzito, ¿quiered padarla bien pod… dreinda dodlades?… zzolo dreinda…

- Puta de mierda, no te da vergüenza.

- No tengdo yemedio, sseyor…

- Claro que no tienes remedio. Vete de aquí antes que llame a la policía, que estoy esperando a mi esposa.

- Vade, vade… no podizias pod favod…

Me retiré tan buenamente pude. Me hirieron bastante sus palabras. Me lastimaba el no poder revelar mi verdad a la gente, que no pudiesen comprender el porqué de las cosas. Para ellos yo solo era una sucia ramera porque sí.

Volví a mi caminata. Los trallazos del policía me estaban volviendo a hervir. De un vistazo rápido pude notar que mis muslos ya no estaban enrojecidos, sino que ya poseían rayas lilas producto de la violencia inusitada. ¿Cómo podría atraer clientela con tantas marcas por mi cuerpo, por todos los santos?

Observé a un hombre que caminaba del otro lado de la calle. Ya estaba desesperándome un poco por la calentura y además por el frío que me comía la espalda y las piernas, así que sin miedos crucé la calle a su encuentro. Debía seguir practicando mi selección de palabras si quería triunfar.

- Udna mamada pod dreindta dodladez… vedga papi te judyo que no de ayepenyidas….

- ¿He?

- Udna mamada… dreindta dodladez…

- Vaya. Paso.

Se iba a alejar, así que tomé de su mano.

- Podfi papi.

- Treinta dólares suena bien. Pero verás, por una vieja como tú solo pagaría diez.

- Viedja tu puda madrde… Mmmff… No ez zufiednde pada mí. Veintde… Veintde. Ez zolo una mamada, vamos, al pasidyo ayi… zabras lo que ez una buena madmada…

- Veinte dólares… está bien, solo una mamada. A ver qué tanto lo vale.

- Gadiaz – le dije llevándole hacia el callejón oscuro.

Estuve diez minutos dándole una repasada a ese asqueroso pene. Cuando se corrió por fin, se limpió su órgano por mi pelo. Le dejé hacer, yo estaba demasiado ensimismada y contenta por conseguir los cien dólares mínimos que me había pedido mi Amo para volver al edificio.

- Anda y que te revisen esos moratones que tienes por tu pierna, puta.

*-*-*-*-*-*-*-*

- Mira quién ha vuelto.

- Dengo loz dien doladez, Amo.

- Entrega la carterita. Y ponte de rodillas luego de hacerlo.

- Vade, Amo.

- Besa mis pies y agradéceme, Cerda.

- Gradiaz Amo, gradiaz.

- Bien. Traes el dinero justo. Como no estás aquí viviendo gratis, voy a descontar algo de tu dinero. Todo esa joya que tienes también ha costado lo suyo, Cerda, por más de que las detestes. Así que aquí está tu parte, y guárdalo bien.

- ¿Diez dódades?

- Agradéceme, Cerda. O haré que hayan más marcas de fustas en tus piernacas.

- G… gadiaz Amo.

Besé sus pies con absoluta rabia. ¿Diez dólares de cien? A este ritmo me tardaría una eternidad llegar los cinco mil pactados para recuperar a Sofía. Diez dólares por noche. Serían quinientas noches de callejeo. Aunque si hacía más dinero tendría un poco más de ganancia… me volvía loca solo de pensarlo.

- Vamos a mi habitación, Cerda. Quiero probar esa enorme boca tuya y jugar un poco con esas argollas.

- Vade mi Amo.

- A cuatro patas, Cerda. La cabeza gacha.

Lo seguí con desgano. ¿Diez dólares? Y debía agradecérselo para colmo. Maldito niñato. Pero estaba demasiado cansada. Demasiado adolorida. Y no físicamente: En esa noche murió un poquito de la humanidad que llevaba conmigo.

CAPÍTULO 5: PRINCESA LOBA

- Un hombre de color, un joven y dos ¡aauughmmm!

Un fustazo cruzó toda mi nalga. Era ya el sexto trallazo que se quemaba en mi piel. Estábamos solo el Amo y yo en su habitación, yo colgada por las cadenas del techo y con una barra separadora en los pies. Era un lugar enorme completamente alfombrado en rojo, y con espejos tanto en las paredes como en el techo con los que podía contemplarme en toda mi vulgaridad.

- Veo que aprendes muy lento, Cerda. Déjate de palabras pudientes. Habla como puta, ya has estado trabajando veinte días y sigues pareciendo una remilgada. De nuevo, venga.

- Arghm… Esta noche he follado con un… con un negro…

- Eso es.

- Le he hecho una mamada a un yogurín… y he montado… con dos viejos verdes.

- Excelente, marrana. ¿Cuál es hasta ahora tu mejor fuerte?

- Me han dicho… me han dicho muchos que les gusta… mi… mi culo macizo.

- Bien, bien. Aquí en el papelito dice que debes gritar con orgullo estas guarrerías y no decirlas con dificultad o miedo, pero sinceramente estoy aburrido y cansado. Voy a soltarte.

- Gracias, Amo.

- No me había dado cuenta pero ya puedes hablar como un ser humano.

- Sí, me he acostumbrado, aunque de vez en cuando las argollitas golpean mis dientes.

Me liberó de las cadenas y la barra. Me arrodillé ante él y besé sus pies.

- Me voy a mi cuarto… mi celda, Amo.

- Esta noche no. Levántate y pon las manos tras la espalda, voy a esposarte.

- Claro, Amo.

- Eso es… junta más las manos… ya está. Vamos.

Me llevó hasta su enorme cama. Se acostó boca arriba y me ordenó que yo me acostara sobre él. ¿Acaso quería disponer de mi cuerpo por primera vez?

Me costó hacerlo con las manos esposadas, y fui muy cuidadosa de no lastimarlo. Se quedó en silencio allí, tendido y pensativo con mi rostro recostado sobre su desnudo y esquelético pecho, así que por mi cuenta decidí besar su cuello. Ya sabía que le encantaba mis enormes labios, que los apretujara fuerte contra su piel e hiciera sonidos de succión.

- Cerda, tengo que confesarte algo.

- Dime, Amo – dije para chupetearle la comisura de sus labios.

- Es un problema que no quiero contarles a Pierre o Sergei. Es un problema… de sentimientos. Verás, Cerda, me gusta mucho alguien.

En lo primero que pensé fue que el muchacho se estaba enamorando de mí. Creo que era normal, después de todo me he convertido en la mujer qué más veces había visto desnuda. Todo lo que él quería yo lo hacía… supongo que era lo inevitable. Inmediatamente le di un beso en los labios, bajando luego hacia su mentón.

No me molestaba la idea, es más, creo que sentía cierta ternura. Es decir… odiaba con toda mi alma al maldito capullo, y si no fuera porque siempre andaba con fustas en la mano, probablemente ya le hubiera dado una patada en los huevos. Pero fue esa dificultad en expresar sus sentimientos lo que me hizo conmover.

- Su nombre es Tania di Simone… ¡auch! ¿Me acabas de morder el pezón, furcia?

- Perdón Amo, fue cosa del momento. Perdón.

- Maldita seas, no tengo ganas de ir a por la fusta… En fin, es una chica de mi edad y estoy planeando invitarla a salir. Ella es tan hermosa, Cerda. Es morena, flaquita, con un culito respingón, de ojos celestes y piel lechosa… ¡uff! Es un ángel. Es hija de uno de los líderes de Los Lobos Asombrosos… o como sea que se llamen. Así que ella está familiarizada con este mundo.

- ¿Sabe que tú eres miembro de los Lobos de Fuego?

- Claro que lo sabe, la conocí en una reunión que tuvimos todos los miembros. Nuestros padres son muy amigos. Éramos los dos únicos jóvenes del lugar y juraría que fuimos objeto de burlas por eso.

- Parece que tienes mucho en común con ella, ¿no Amo?

- Bueno, ella aún no es miembro de los Lobos. Me dijo que le gustaría entrar, eso sí.

- Ya has hecho medio camino, Amo, podrías invitarle a un tour aquí. No sé para qué más me necesitas.

- La razón por la que te necesito a ti, y no a Pierre o Sergei, es porque ella tiene mucha más experiencia que yo en la cama… ¡no quisiera espantarla con mi impericia! Así que Cerda, entréname.

- ¿Entrenarte yo? ¿En qué?

- Enséñame a follar.

- Esto… ¿Es usted virgen, Amo?

- ¡Baja la voz! ¡Eres la única que sabe que soy un Amo virgen!

- Bueno, tiene usted dieciocho años, Amo, tampoco es para alarmarse.

- ¿Será mi tutora o no, Cerda?

- Cincuenta dólares la noche, Amo.

- ¿Qué? ¿Puede una esclava regatear con su amo?

- No lo sé, Amo.

- Espera que busco entre estos papelitos… ¡bah! Odio esta mierda de reglas de dominación. Mira, no te daré un céntimo, furcia. Pero sí he estado pensando en algo que podría interesarte como forma de pago.

- ¿A qué se refiere, Amo?

- Tu hija.

- ¡Sofía!

- Sí, prometo traer información valiosa sobre tu hija, imagino que será duro el día a día sin saber nada de ella.

- Gracias… gracias Amo – dije besándolo en sus labios.

- Vamos, hoy dormirás aquí, te encadenaré a la pata de la cama. Estoy demasiado cansado para comenzar, lo haremos mañana. Y que esto quede entre nosotros.

- Está bien, Amo. Entiendo.

Al día siguiente amanecí hambrienta pero también con unas ganas terribles de hacer mis necesidades físicas. El joven Amo se levantó con una sonrisa de punta a punta, pero al verme con la cara desesperada me preguntó:

- ¿Qué pasa, Cerda?

Me arrodillé ante él y bajé mi cabeza hasta el suelo. Si no estuviera encadenada podría acercarme más y besarle sus pies.

- Amo, tengo ganas de ir al baño. Si fuera de noche podría ir a la plaza, pero no puedo aguantar más.

- Claro que sí. Venga, vamos que te llevo de la cadena. De cuatro, ya sabes.

Me liberó y tras una larga marcha llegamos al jardín. Sergei y Pierre, curiosos, salieron a mirar.

– A partir de hoy harás tus necesidades aquí y solo aquí.

- ¿Aquí? No puede ser… ¡aauchhh! ¡aahhmmm!

- Deja de balbucear – dijo enterrando su fusta en mi espalda y tensando mi cadena.

Dolía terrible. Ya estaba harta de sus golpes sádicos así que muy sumisa me posicioné para orinar.

- Cerda, pídeme permiso. Quiero que me mires a los ojos cuando empieces y luego de hacerlo quiero que beses mis pies y lo agradezcas.

- E… está bien, Amo. ¿Puedo orinar?

- Adelante Puerca.

Abracé sus piernas y con sumisión lo miré a los ojos. Él tuvo que atender su teléfono móvil repentinamente, ¿sería acaso la tal Tania con quien estaba hablando? Como cerda obediente seguí mirando sus ojos hasta la última gota. Besé sus pies y agradecí su permiso pero rápidamente volví a hablar:

- Permiso para… permiso para hacer lo otro, Amo.

- Dilo de una vez, Cerda, ¿qué te he dicho sobre tu lenguaje? – dijo estrellando otro fustazo sobre mi adolorida espalda.

- ¡Auuchhmm! Permiso para… para cagar, Amo.

- Adelante.

Aquello fue aún más vergonzoso. De hecho mi joven Amo decidió guardar su teléfono y observar mi rostro que hacía un esfuerzo por sacar todo de mí. Parecían segundos interminables, con él levantando mi mentón con su fusta para no perder detalle de mis vulgares expresiones, mientras yo peleaba por terminar esa tortura sicológica y física lo más rápido. Por suerte desde que estaba allí solo había comido puré, así que no tardé mucho.

- Gracias mi Amo.

- He autorizado a Sergei y Pierre para que puedan limpiar tu culo con la manguera en la otra esquina del jardín. Si les haces una mamada accederán.

- Gracias mi Amo, ahora mismo les pediré. ¡Auchnmmm! ¡Diosss! ¿Por… por qué me azotas ahora?

- Eso es por lo de anoche, por haber mordido mi pezón, guarra.

*-*-*-*-*-*-*-*

Hubo noches de entrenamiento muy difíciles pues tenía que compaginarlos con el callejeo. A veces regresaba muy adolorida pero a mi joven Amo no le interesaba mi situación. Principalmente le enseñé un poco de cortejo y mucho de juegos previos antes de ir a la cama.

La noche de su desvirgamiento fue muy especial. Me sorprendió encontrar su habitación repleta de velas y perfumes. De hecho se encargó de armar una mesa allí, con vino y una deliciosa cena de bife a la plancha. Claro que eso era solo para él mientras que yo debía comer el mismo puré de mierda de siempre con agua… y en el suelo.

Una vez que terminamos de cenar decidió aplicar todas las enseñanzas que le he ido dejando en nuestras noches.

- ¿Me acompaña a mi edificio, Cerd… digo, Tania? Me gustaría llevarte al tour que te prometí.

- Ya estamos en tu habitación, Amo. Eso se lo dices cuando terminan de cenar en el restaurant.

- ¡Claro, pues claro! Esto… debo tomar tu mano, así. Y traerte hacia mí para rodearte con mis brazos.

Yo debía actuar pero también me sentía muy especial creyéndome cotejada. Me besó tal como le había enseñado, nada de lenguas y dientes, todo más tierno. Me llevó a su lecho, haciéndome sentar para regalarme un cunnilingus.

Sus primeros intentos de días atrás fueron nefastos, pero he conseguido explicarle dónde debía ir su lengua si buscaba excitar a su pareja. Un poco de experiencia propia y experiencia de mis clientes.

Mi joven Amo ya era capaz de comer como correspondía. Reptó por mi cuerpo y juntos nos tumbamos.

Sentía mariposas por mi alumno aventajado… aunque mis ganas de matarlo siempre estaban a flor de piel.

- Cerda, me gustaría que tú llevaras el ritmo.

- Te ayudaré, Amo. Iremos despacito. Vente, tú te pondrás encima.

Apoyó su mano a mis costados, pegando su cintura a la mía. Su polla a mi coño. Le rodeé con mis piernas esperando que él pudiera penetrar.

Como noté que le costaba introducirlo, tomé de su mano y le expliqué que lo mejor sería que apoyara su tronco contra mi raja. Le dije que lentamente lo debía empujar hacia abajo, que poco a poco él sabría hallar el camino.

Como mis clientes vírgenes a quienes hice debutar, mi Amo no duró realmente más de dos minutos dando tímidos bombeos. Cayó sudado sobre mis pechos, algo cansado y ensimismado.

Luego de otro par de minutos silenciosos en los que yo solo me dedicaba a acariciar su cabello, él repentinamente dijo:

- Según mi padre, tu hija Sofía está viviendo en una mansión. Está en otra ciudad, no recuerdo el nombre. Dice que una familia adinerada la tiene como criada, que vive bien y que está estudiando, ya que le han contratado un par de tutores. Es todo lo que pude sacar.

Lloré en silencio mientras él comenzaba a chupar mis tetas. Lloré de felicidad. ¡Estaba sana y salva! Solo tenía que seguir juntando el dinero y me llevarían con ella. Quise levantarme de la cama porque ya era hora de ir a mi celda, pero él me atajó:

- Quédate, Cerda.

Fue la primera vez que dormí en una cama.

*-*-*-*-*-*-*-*

Mes y medio ya. Mi joven Amo se había vuelto bastante habilidoso en las artes amatorias. A mí me emocionaba cada vez que me llamaba a su habitación, pero no porque quisiera follar con ese esqueletito sádico, sino porque me dejaba dormir en esa mullida cama que tenía.

Lastimosamente para mí las cosas cambiarían, porque se acercaba el día en que Tania iba a venir a realizar su tour personal en el edificio. Debería volver a acostumbrarme a dormir en el frío piso de mi celda.

Yo estaba en el jardín con Pierre bañándome con la manguera. Era ya de noche y ya había hecho mi recorrido callejero. Pierre recibió el dinero por mi Amo, que estaba en plena cita con la chica de sus sueños.

Justo cuando dejó de lanzarme agua sobre mi enjabonado cuerpo, alguien lo llamó. Segundos después colgó.

- Ya vienen, Sergei está trayéndolos. Vamos, debo encadenarte en tu celda.

Estaba bastante emocionada por conocer a la muchacha. En mi celda me arrodillé frente a la puerta, agaché mi cabeza y puse mis manos sobre mi regazo por si la pareja quisiera entrar a verme. Yo era la única atracción del lugar, así que tarde o temprano entrarían.

Escuché las voces. De mi Amo y de esa chica. Tenía una voz fina y hermosa. Jovial. Se reía mucho. Mi corazón se aceleró cuando los pasos se acercaron hacia mi celda. Tragué saliva cuando oí el girar del pomo.

- Aquí está, su nombre es Cerda.

- Diosss… se parece a una que tiene mi padre. Es también muy vieja pero creo que tu esclava se conserva mucho mejor.

- ¿En serio? Gracias, Tania, es todo un halago para mí. ¿Tú sueles interactuar con los esclavos de tu padre?

- ¡Un poco! Te asustarías de mí si vieras de las malicias que soy capaz.

- Qué me estás diciendo, eres un ángel, Tania. Me alegra que quieras ser miembro de los Lobos Fulgurosos, me encantaría tener de colega a alguien tan hermosa… ¡y de mi edad!

- ¡No me hagas sonrojar!

- Venga, toma… dale un latigazo bien fuerte. Ella aguantará. Muéstrame qué es lo que tanto debo temer.

- ¡Es nuestra primera cita, no planeo espantarte con mis habilidades!

- Puede azotarme como desee, señorita Tania – dije llevando mi cabeza contra el suelo.

- ¿Ves, Tania? No seas descortés… ¿eh? Maldita sea, mi padre está llamando. Ya vuelvo en seguida.

Levanté mi mirada hacia la chica y por fin pude verla. Era preciosa, realmente el joven Amo acertó al describirla como un ángel. Pero su rostro también me sonaba… ¿era ella la chica que protagonizaba el DVD que encontré? ¡Era ella! Tragué saliva cuando la vi inclinarse hacia mí con una sonrisa cándida.

- ¿Te llamas Cerda?

- Sí, señorita Tania.

- ¿Te molesta ese aro en la nariz?

- Un poco, señorita.

Tomó de mi argolla nasal y lo estiró dolorosamente. Tuve que levantarme para que no me desgarrara la nariz. Sumisamente llevé mis manos tras la espalda y dejé escapar algunas lágrimas de dolor.

- ¿Señorita Tania dices? A partir de ahora me llamarás Ama – dijo cambiando el tono de su voz – No puedo creer que tengas tan pocas marcas de azotes. A tu amo le falta más dureza, más sadismo. Me decepcionó no encontrar a su esclava encharcada en sangre y orina, que es como están ahora los esclavos de mi padre con los que he jugado esta tarde.

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué se había convertido esta niña tan inocente en algo mucho más oscuro? Zarandeaba mi argolla nasal al tiempo en que soltaba pequeñas risas de niña buena. ¿Más azotes? ¡Mi entero cuerpo estaba cubierto de trallazos finos que se entrecruzaban!

- A… Ama, me está doliendo mucho la nariz. Por favor suélteme.

- ¿Desde cuándo puede una esclava sugerir algo? Definitivamente estás mal entrenada, pero no es tu culpa. Ahora arrodíllate.

- S… sí, Ama.

Tomó mi rostro con ambas manos y con esa sonrisa bonita me ordenó:

- Mírame. Y abre la boca.

Lanzó un asqueroso cuajo adentro. Volvió a coger de mi aro nasal y siguió zarandeándolo lenta y dolorosamente:

- Repásalo con tu lengua, memoriza el sabor. Es el sabor de la próxima líder de los Lobos de Fuego. Por mi sadismo y mano dura me recordarán por generaciones. Me conocerán como la Princesa Loba.

Me sonrió mostrándome sus dientes de manera amenazante. Era en serio la definición de una loba. Tenía un brillo endemoniado en sus ojos y un aura demencial. Y soltando por fin mi argolla, finalizó:

- Planeo casarme con tu Amo pronto. Hoy follaremos y verá lo buena que soy en la cama. No, no tardará en pedirme mano. Con la unión de mi familia y la suya podremos alcanzar la cima bien rápido.

- ¿Se casará por conveniencia… Ama?

- ¿Por qué hablas sin mi permiso, vieja idiota? Pero mira, claro que habrá matrimonio por conveniencia. Desde el momento en que nos conocimos todo estaba pactado, no sé cómo no ha podido verlo… simplemente estamos siendo protocolarios.

Tomó luego una argolla de uno de mis senos, volviendo a traerme junto a sí, pegando mi cuerpo contra el de ella.

- ¿Sabes que tu Amo ha dicho “Cerda” un par de veces durante nuestra cena? O estaba pensando en ti o ha estado memorizando frases. Una vieja como tú no tiene oportunidades con él, que te quede claro, pero por si acaso me aseguraré de que sepas cuál es tu lugar. De rodillas de nuevo.

Me lanzó un fustazo fuertísimo que se hundió de nuevo en mi adolorida espalda. No creo que mi Amo alguna vez haya sido tan violento, tal vez sí algunos clientes. Pero yo estaba con la sangre hirviendo de rabia, una maldita cría de mierda estaba jugando conmigo, no iba a gritar de dolor en la presencia de esa arpía. No le daría esa satisfacción.

- Voy a convencer a tu Amo para que te encadene a los pies de su cama cada vez que vayamos a dormir juntos. Así sabrás quién es la única que puede hacerle gozar. Ahora abre de nuevo la boca.

*-*-*-*-*-*-*-*

Tercer mes. Tania ya se había instalado en el edificio. Por algún motivo aún no había aceptado la proposición de matrimonio del Amo, pese a que todos los días follaban como locos en el lecho conmigo de testigo a sus pies.

- Ven Cerda, quiero ir al baño.

- Pero Ama, estoy a punto de salir a trabajar.

Tania sacó su cigarrillo de la boca y me miró seriamente. Bajé la mirada con resignación y la seguí hasta el jardín.

- Menuda pinta tienes, vieja verde. Venga de rodillas, que voy a orinar ya.

Me arruinó el pelo, el rostro y encharcó todo mi cuerpo. Yo hice algún que otro amague de vomitar, pero ya me estaba acostumbrando y realmente no me gustaría volver a sufrir la ira de mi Ama.

- Ahgm, perfecto. Ponte de cuatro, putón. Eso es…

- ¡Aghhmm! ¡Ahhh! – chillé al sentir su cigarrillo quemarse en mis nalgas. Rápidamente me zarandeé pero ella se inclinó para sujetarme del collar, pisándome con sus zapatos de tacón aguja.

- Sólo ha sido un ratito, tampoco es para llorar, marrana. Deja que regale un poquito de amor.

Zapateó un poco en mi espalda ya manchada de sangre. Antes de que yo pudiera reponerme me dio un cruento latigazo que me atravesó todo el culo. La desgraciada era diestra en el arte de los azotes.

- Límpiame el chocho, vamos.

Tuve que reponerme rápidamente. Con la cara asqueada limpié cada recoveco de sus carnes porque el castigo por no obedecerla excedía mis límites. Sujeción de mis tetas al techo, azotes con varas de hierro e incluso tener que comer mi puré desde su culo. Ya no estaba dispuesta a sufrir esas vejaciones y obedecía todo lo que me pedía.

- Muy bien. Abre la boca que mami te va a dar de comer un rico cuajo de esos que te gustan… ponte bien… eso es… perfecto, ahora traga, traga Cerda. Habla: ¿Te gusta?

- Ughm… sí, Ama.

- Eres una puta – dijo dándome un bofetón sonoro en mi mejilla – Ahora besa mis pies y agradéceme.

- Gracias Ama.

Volvió a mostrarme sus dientes, volvieron a encenderse sus diabólicos ojos negros. Tomó de mi argolla nasal nuevamente. Le encantaba zarandearla.

- ¿Pero es normal que alguien sea tan lela para aprender? Aunque siendo tú tan vieja, creo que es normal que chochees un poco. Cuando digo “besa mis pies”, me refiero a pasar tu sucia lengua por y entre cada dedo. Hazlo como se debe.

- Sí, Ama… ¡arghmm! Diosss…

- La próxima vez no usaré estaba vara de hierro sobre tu espalda, putón. Eso es… lame lento, besa cada dedo antes de ir a por el otro… muy bien…

Cuando terminé de remojar ambos pies, procedí a esperar nueva orden.

- ¿Quieres salir a callejear hoy?

- Tengo que hacerlo, Ama.

- Como hoy no está tu Amo voy a quedarme con lo que recolectes hoy. Todo el dinero. ¿Alguna objeción, vaca?

- … No, no Ama.

- Bien. No vuelvas hasta que hayas juntado unos trescientos. He visto unas bonitas botas de cuero en el centro, creo que me quedarán muy bien. Desaparece de mi vista ya, ramera.

Volví esa noche con el maldito dinero. Costó mucho atraer clientela con el olor que desprendía, pero trabajando en los baños de la plaza nadie notaría mi sucio tufo a orín. Por suerte para el final de la noche empezó a llover torrencial y pude limpiarme un poco a mi regreso.

Ni Pierre ni Sergei me atendieron en la entrada al edificio, pero enseguida noté que había alguien en el jardín bajo la fuerte lluvia. Me alegró ver que era el joven Amo, solo él me daría mi parte de la ganancia.

- Amo, entre que se puede enfermar por la lluvia.

Pero él no me contestó, seguía observando los relámpagos con tranquilidad. Con las manos en los bolsillos de su gabardina y la mirada melancólica. Fui junto a él para besar sus pies.

- Eres tú… Hoy no. He dado la noche libre a todos, me gustaría estar solo.

- Qué ha pasado, Amo.

- Sólo por esta noche no me llames Amo. Llámame Adrián.

- Adrián… Te llamas Adrián… tienes un bonito nombre. Vamos adentro, está lloviendo muy fuerte.

- No quiero entrar. Y levántate, en serio no quiero saber nada de esta mierda por un rato.

- ¿Quieres… contarme lo que pasó, Adrián?

- ¿Quieres saber qué ha pasado? Tania ha solicitado este edificio así como todos sus bienes, que te incluye a ti, debido a que consideraba que yo no tenía dotes suficientes para pertenecer a los Lobos Solitarios esos.

- ¿Significa eso que ahora ella es la dueña de este lugar?

- No. Significa que la he pateado de aquí. Significa que la muy puta nunca tuvo intención de casarse conmigo para juntos escalar en la cadena de mando, fue una mentira que te ha dicho a ti, a Pierre y a Sergei para desviar nuestra vista. Su objetivo era recabar pruebas sobre mi incapacidad para gestionar este lugar para, al retirarse mi padre y sin yo poder heredar su cargo, poder ella y su padre absorber todos los bienes de mi familia.

- ¿No te quitarán este edificio?

- No, dicen que aún tengo que demostrar más temple como Amo pero aún es muy temprano para juzgarme. De momento mi gestión es bastante pobre, aún estoy en números rojos… ¿cómo cojones puedo sacar más dinero con una esclava de cincuenta años?

- Esto… no tengo cincuenta años.

- Ya, claro, ¿pero me entiendes, no? Bah… y con todo eso encima, ¿me crees que solo puedo pensar en Tania? Sé que no te caía bien, sé que sólo quería apartarme del camino, pero aun así…

Adrián… El joven Amo me seguía pareciendo el chico más desagradable de la humanidad. Tenía ganas de dispararle entre las piernas mil y un veces, y de paso a esa bruja de quien se enamoró. Pero al fin y al cabo, bajo toda esa imagen de mierda que le rodeaba, en ese momento era un simple muchacho con el corazón roto y sin el pecho de alguien sobre el cual llorar.

Bueno…

- ¿Por qué te arrodillas de nuevo, mujer?

Tomé de su mano y la reposé en mi mejilla. Se veía tan guapo con su gesto triste y el rostro mojado.

- Vayamos a tu habitación mi Amo. Que por esta noche yo seré tu Reina Loba…

CAPÍTULO 6: CARGA ETÉREA

Cuarto mes como prostituta, esclava y doméstica. Estaba yo trapeando el piso de la recepción cuando mi joven Amo se presentó ante mí. Aparentemente ya tenía una idea para generar más dinero.

- Cerda, he querido preguntarte algo, ¿tú conoces del embarazo sicológico?

- Sí, mi Amo, conozco algo.

- Tu cuerpo actúa como si estuvieras embarazada aunque realmente no lo estás. Puedes producir leche, e incluso hubo casos en los que crecieron las barrigas de las mujeres afectadas.

- Por qué me cuenta esto, mi Amo.

- Un científico de mi escuadra ha estado trabajando en una sustancia.

- ¿El científico será Pierre, mi Amo?

- Sí, él. Vaya. Es un crack. Lo primero es que te comas este amasijo de puré especial… es un poco diferente al que sueles comer pero es necesario que lo hagas para comenzar el proceso de “inseminación etérea”…. Así es como Pierre llama a su método.

- ¿Comer esa cosa pastosa y verde, Amo, está seguro?

- Claro que sí, abre la boca que te daré de comer de mi mano… deja que tome un puñado… ya está, este plato ya no me sirve. Toma, rápido.

Frente a mí estaba el puré. ¿Acaso esa mierda funcionaría? ¿Me vería como una embarazada, y mi cuerpo reaccionaría como si realmente estuviera preñada? ¿Se me hincharían los tobillos, aumentaría mi apetito, mi panza, mi deseo y el tamaño de mis senos… digo tetas? Estaba pensando demasiado.

A decir verdad tenía demasiada hambre… me importaba ya una mierda lo que hicieran con mi cuerpo, he cruzado hace tiempo mi límite. Ya no tenía sentido seguir luchando. Sofía… Sofía… la seguía amando, y seguiría sufriendo por ella hasta que mi cuerpo resista. Levanté la argolla de mi nariz y me incliné para comer de su mano, esperando que aquello fuera simplemente un experimento fallido por parte de esos pervertidos.

- Bien hecho. Deja de limpiar el piso y sígueme hasta mi habitación. Voy a introducirte estas tres pastillas esponjosas por tu coño. Lo haremos divertido, te pondrás de cuatro en la cama y te inseminaré como si fueras una vaca de ésas. ¡Traje una filmadora, mira!

*-*-*-*-*-*-*-*

Me sentía un poco más cómoda a decir verdad. Tal vez porque debido a mi pobre alimentación me estaba poniendo muy flaca, y como durante las mañanas me encargaba de limpiar las ropas, planchar, fregar e incluso recoger mis desechos con bolsa de plástico… pues diría que estaba consiguiendo un cuerpo muy apetecible y macizo.

Las únicas cosas que empezaban a estirarse y agrandarse eran mis tetas, labios vaginales y pezones debido al peso de mis argollas.

Me seguía molestando la mirada de las personas hacia mi cuerpo… digo, mi cuerpo de puta maciza. Pero también era capaz de reunir fuerza para caminar con más seguridad. Moviendo mi culo de manera soez, poniendo grácilmente una mano sobre la cintura, sacando tetas y anillas con mucho orgullo. Con mi carnosa y obscena boca levemente abierta invitando a una mamada demencial.

Esa noche en especial mi joven Amo me empotró en su habitación y con la ayuda de sus dos asistentes, metió su mano hasta el fondo de mi chumino para “inseminarme”. Les dije que yo era infértil pero según Pierre eso no importaba. Para colmo tuve que mugir por orden suya.

Antes de liberarme me azotaron muy fuerte. Era la primera vez que volvía a darme fustes de látigo tras la ida de la Princesa Loba. Por un lado me sentí feliz por él, me parecía que ya estaba volviendo a ser el desgraciado hijo de puta de antes.

Así pues, tuve que callejear con un sinfín de marcas de fustes por todo el cuerpo. Lo extraño de todo es que estaba sonriendo de felicidad durante mi caminar. ¿Acaso me estaban ya gustando los azotes? ¿Me estaba convirtiendo en una maldita masoquista?

Pero radicalmente me sentí muy mal hacia el final de la noche, me mordieron una teta y la sentí demasiado sensible. Me mareaba, tenía ganas de vomitar. Así fue que llegué con la cara blanca al edificio, arrodillándome ante mi amo para besarle sus pies.

- He hecho dos felac… he mamado a dos sementales, otro macho me follo el culo con tres dedos y finalmente me monté con cuatro yogurines. Gracias mi Amo.

- Vaya, has traído trescientos cuarenta. Bien hecho, Cerda, como recompensa extra mañana pondremos unos cubitos de hielo a tu plato de agua. Y aquí tu parte: treinta y cuatro dólares.

- Gracias mi Amo.

Me levanté y fui al jardín tan rápido como pude para vomitar. Semen, semen y más semen era lo único que salía de mi boca. Y tal vez algo de ese puré. ¿Qué me estaba pasando?

Mi joven Amo llegó detrás, y lejos de preocuparse por mi estado, me ordenó arrodillarme frente a él.

- Cerda. No me esperaba esto de ti. ¿Así es como me lo pagas?

- A qué se refiere mi Amo.

- Cuando venías para aquí… se te cayó este fajito de dinero. ¿Lo escondías en tu collar? Sabemos que tu ganancia está toda guardada tu celda, ¿así que de dónde salió esto?

Maldita sea. ¡Maldita sea! Me sequé la boca con mi brazo y lamí sus pies. Pedí perdón una y otra vez. Le expliqué que no podría juntar tanto dinero al ritmo al que estaba yendo. Pero a mi joven Amo no le importaba mi historia ni clemencia. Le había decepcionado, me había convertido en algo pueril y de poca confianza, en algo parecido a Tania.

Sergei vino para tomarme del brazo. Me llevó a rastras hasta la habitación de mi enojado Dueño. Me he tropecé un par de veces por las escaleras durante mi ida, ya no por mi torpeza con el taco sino por temblar de miedo.

Me llevaron al centro del lugar para inmovilizarme boca para arriba sobre una especie de camastro de baja altura. Sergei me enganchó cada argolla de mis extremidades a las esquinas de dicho camastro. Por último me colocó un bozal.

Me observé de reojo por uno de los espejos. ¿Cómo podría ser yo tan puerca, tan asquerosa, tan inmunda? Los trapitos que llevaba no tapaban nada, absolutamente nada. Todo en mí era obsceno, degradante y humillante. Y para colmo me sentía una sucia ladrona. ¿Qué estaba podrido en mi cabeza?

Fue la noche más larga que recuerdo. Nunca lloré tanto. Nunca sentí tanto dolor. Nunca vi a mi Amo tan enojado. Se descargó demasiado con mis tetas y mi pobre coño. Entre mis llantos prometí en mis adentros que no volvería nunca más a decepcionarlo.

Antes de caer desmayada por el quincuagésimo trallazo, volví a mirarme por el espejo.

¿Era acaso eso una pancita?

*-*-*-*-*-*-*-*

Ya había pasado un mes desde que me inseminaron con esa sustancia rara, y también se cumplía mi quinto mes como callejera y esclava doméstica.

Al levantarme en mi celda, más allá del terrible dolor que sentía en mi espalda debido a la azotaina que sufrí por un cliente sádico, pude notar con pavor que mi panza estaba cada vez más y más grande. ¿Cómo podía ser posible? Han pasado ya treinta días, ¿pero ya mi panza era similar a la de una embarazada de seis meses? Trabajar en ese estado era un puto suplicio y para colmo mi joven Amo ya no me requería en su habitación desde que tuve panza.

- Cerda, buenos días – dijo Pierre.

- Tú… dónde está mi Amo, quiero preguntarle algo – dije intentando levantarme.

- Me ha pedido que yo me ocupe de ti por hoy. Está visitando a su padre, así que me tocará a mí informarte.

- ¿Informarme?

- Probablemente tengas una panza similar a una embarazada de nueve meses para la próxima semana.

- ¿Es… esto parecerá de nueve meses?

- Sí. El aspecto de embarazada es permanente una vez que llegue a su máximo. Salvo claro que el Amo desee administrarte el suero que también he desarrollado.

- No puedes estar hablando en serio. ¿Voy a estar así indefinidamente?

- Estoy hablando seriamente, Cerda.

- No quiero seguir pensando en eso… bueno, hoy tengo que limpiar. ¿Me quitas la cadena del collar?

- Sí, sobre eso, hoy no harás la limpieza. Hoy trabajarás en tu primera película porno.

- ¿Película porno? ¿Pero tú ves cómo estoy? Tengo trallazos por todo mi cuerpo… ¡me duele de solo moverme! Encima esta panza de mierda… lo está empeorando todo…

- Órdenes del Amo.

- Esto es un suplicio de no acabar…. ¿dónde debo ir?

- Toma la línea 598. Debes bajarte en la calle Cordeón casi Concordia. Aquí tienes el número de casa. Necesitan esclavas azotadas como imagen de fondo. Doscientos dólares por estar colgada mientras una pareja folla frente a las cámaras. El dinero ya lo recibió tu Amo, te dará tu parte esta noche.

- Entonces me dará veinte dólares… supongo que no me queda alternativa – dije acariciando mi panza -, por cierto Pierre, tengo que pedirte a ti permiso para cagar, estoy que no aguanto. Necesito que alguien esté presente cuando cago en el jardín.

- Está bien, ponte la cadena por la argolla de tu nariz que te llevo.

- Gracias.

Mientras abrazaba las piernas de Pierre en el jardín, pensé que sería la primera vez que tomaría un bus desde que era prostituta. Creí que me darían algo de ropa decente para viajar de día, pero Pierre dijo que, o iba desnuda o usaba mi ropa de puta. Le dije que al menos podría darme una gabardina, pero inmediatamente me dio un azote en la espalda y me ordenó silencio total mientras durara mi vaciamiento y posterior limpieza con manguera.

El problema era que el embarazo, aunque fuera falso, me estaba engordando las piernas y el culo, por lo que para ponerme la faldita tenía que llamar a Sergei o Pierre para que me ayudaran. Ya no podía tragar panza para poner mi top, así que me contentaba con cubrir mis tetas y remangar el resto. En otras palabras, todo lo que antes era firme estaba cayendo a pasos agigantados.

Al ser las nueve de la mañana esperaba que no hubiera tanta gente en el bus, sabiendo que solían ir llenos en horas pico como el amanecer, mediodía o el anochecer. Tuve que rechazar a dos clientes potenciales en la parada para por fin subirme.

En el bus tuve que viajar parada a pesar de que había varios asientos libres. Es que en el papelito de la dirección había un post data de parte de mi joven Amo, en el que me ordenaba no sentarme. Finalizaba con un “Hazlo por el honor de los Hombres Lobos o como se llamen”…

Allí viajaba una señora con su hija. Le sonreí porque la imagen me hacía recordar a mi niña: la razón por la que estaba haciendo todo esto. Desde luego la mujer se levantó y se bajó del bus asqueada mientras los demás pasajeros ojeaban los varazos que tenía en mi muslo y espalda desde la comodidad de sus asientos.

Llegué por fin a la casa. Toqué el timbre y me hicieron pasar. Allí conocí a la joven pareja que serían los protagonistas, al director y a dos camarógrafos. Creo que la película iba sobre el sirviente de un sádico Amo que se enamoró de una de las esclavas.

Me excité mucho, colgada como estaba, viéndolos follar enérgicamente. Cuando terminaron de rodar y me descolgaron del techo, me acerqué al semental con la esperanza de ligar. Yo estaba muy acostumbrada a follar con jóvenes inexpertos y obreros mugrosos sobretodo. Nunca me había topado con alguien físicamente agraciado como ese adonis, así que estaba loca por montármelo. Estaba sentado y desnudo en una esquina del set, tomando agua.

- Has estado muy bien, guapo. ¿Cómo te llamas?

- Gracias. Mi nombre comercial es Xarlex.

- El mío es Cerda. Encantada.

- Mucho gusto… esto, me gusta mucho esa argolla en tu nariz. ¿Te molesta acaso?

- Ya no. Es como parte de mí.

- ¿Y esas marcas por tu piel es maquillaje?

- No, corazón. Me azota mi Señor para su placer – dije acercándome para mostrarle con orgullo los fustazos en mis muslos.

- Me cago en… esto, ¿y tú estás de acuerdo con eso? ¿No debería frenarse un poquito debido a tu estado de embarazo?

- ¿Embara…? Claro. Embarazo. No, no se apiada de mí.

- Y encima te ha puesto aritos por todos lados, ¿qué clase de persona es?

- Mi Dueño es un sádico. Pero me gusta mucho ser tratada así.

- Lo siento mucho por ti, Cerda. Si hay algo que necesites… ¿quieres que te traiga algo de beber?

- No tengo permiso para beber o comer, ellos controlan mis heces y orina. Pero… ¿Quieres ir conmigo al baño para pasarla bien un ratito, querido?

- Ah, de eso se trata. Estaba siendo amable pero veo que al final eres un gran putón que solo piensa en follar. No, ni en sueños vieja guarra.

- Te ofrezco cincuenta. Traje algo de dinero por si acaso, mira.

- Puto orco de mordor. ¿Es que no entiendes?

- Cincuenta y dos dólares, puedo regresar caminando a mi edificio. Por favor, es todo lo que traje.

Me arrodillé y dejé el dinero sobre sus piernas. Sí, era parte de mi ahorro. ¿Pero qué más daba gastar un poco en mis necesidades? Sofía me comprendería. No volvería a tener la oportunidad de estar ante un ejemplar de macho como aquél.

- Estás desesperada, jaca. Vamos, pero tengo condiciones. Usaré condón.

- ¿Pero puedo quedarme con el condón luego?

- Supongo que sí. Iremos a un cubículo y te pondrás contra la pared, no quiero ver tu rostro mientras te la meto. Tampoco quiero escuchar tus gemidos de vaca. Nada de besos ni caricias, tus manos bien quietas sobre el váter, te apoyarás bien porque no voy a tocarte ni con un palo. Y no pienses que voy a meter mi boca en ese amasijo de carne molida y aritos que tienes entre tus piernas, ¿estás de acuerdo?… Oye, ¡me refiero a que te pongas de cuatro en el baño, no aquí vieja chocha!

CAPITULO 7: CRISTALES ROTOS

Ha pasado ya un año. Estaba llegando a los cuatro mil dólares ahorrados, pero había días en los que no podía callejear por excesivos dolores debido a las azotainas a las que usualmente me sometían tanto mis clientes como mi joven Amo sobre mi falsamente preñado cuerpo.

Tenía que aumentar mis ganancias. Tenía que ser más viva que las otras putas que solían cruzarse en mi camino. Como mi joven Amo me dijo, tenía que usar a mi favor todos mis atributos. Nuevos y ya conocidos.

Con la panza enorme que tenía me sería más difícil moverme, levantarme y posicionarme para goce de los clientes. Pero había que intentarlo. Con el correr de los meses fui quitándome más y más el miedo. Era una nueva versión la que se abría paso. Más libidinosa, más soez. Debía hacerlo. Por Sofía. Siempre con mi adorada hija en mi mente

- ¿Te apetece probar una madurita, guapo?

- Puedo dejar que metas tu puño completo en mi culo, bombón.

- Hago descuentos especiales a grupos de tres en adelantes, caballeros.

- ¿Te apetece jugar con las argollas de mi coño y mi nariz?

- Si te apetece puedo dejar que me azotes, tengo distintos tipos de látigos y cada uno tiene su precio. Por ser tan guapo te hago un descuentito si escoges el látigo con púas.

- Todos me rechazan por llevar estar embarazada, porfi, solo necesito un poco de cariño mi corazón.

- No, no y no… No hago zoofilia, que no soy guarra. ¡Vete!

- Puedo darte un poco de leche materna. Cinco dólares el minuto.

- Tengo el clítoris más grande de la ciudad. Lo tengo adornado con las mejores joyas y agrandado por los mejores doctores que pueda comprar el dinero. Por cinco dólares te dejo chupármelo.

- ¿Me lleváis, guapos? Mis tobillos están inflamados debido a mi embarazo, y aún tengo que recorrer kilómetro y medio para llegar a mi edificio. Me ofrezco como forma de pago.

- Sólo me has pagado por follar, ¡no bebas de mi leche, cabrón! ¡Eso se paga!

- He hecho debutar a casi veinte vírgenes ya, así que no te preocupes que sé lo que hago mi niño.

- Mi lengua anillada es experta en chupar culos, cariño. Inclínate y verás lo buena que soy.

- Por favor, no azotes tanto mi panza de embarazada. No es que esté con una criatura adentro, pero joder… ¡auchhh! Estoy sensible allí… ¡ahmmm!

- Eres la quinta mujer que solicita mis servicios. Soy muy buena chupando coños y tetas. Dicen que usando un arnés soy mejor que los hombres. Si tienes amigas que estén interesadas avísales que suelo callejear mucho cerca de la plaza.

- Beberé tu orina por cien dólares. No pienso regatear el precio.

- Hola muchachos, ¿os apetece azotarme en la plaza? Hoy precio especial.

- ¿Correrte en mi nariz? ¿Tú de bebé te has caído de cabeza?

- Ahgg… se supone que cuando los moratones sangran es porque estás cruzando de la raya… ¡ahhgg!

- Señaladme un lugar. Orinaré y cagaré para vuestro deleite por diez.

- Maldita sea, son las cinco de la mañana. Por favor, ¿alguno de ustedes puede ayudar a levantar a esta pobre embarazada de la cama? Mi Amo me espera.

- Cuando me pongo de cuatro mis ubres llegan hasta el suelo al igual que mi panza. ¿Tu noviecita puede decir lo mismo?

- Hoy no hago anal. Mi Amo me ha puesto un plug para evitar que cague sin su permiso. Solo será durante esta semana, es que no le ha gustado cierto servicio que venía ofreciendo.

- ¿¡Y a ti que te importa con quién me estoy acostando, puta de mierda!? Ésta no es tu esquina, ¿es que te crees dueña de todo el puto barrio?

- Yo a ti te pagaría por follarme, bombón. Tu polla me vuelve loca desde aquella vez en el baño público.

Me estaba transformando a pasos agigantados. Ya no recordaba mi verdadero nombre. Ya no podía recordar cómo era mi rostro o mi voz antes de mi transformación. Temo el día en que olvide el rostro de mi adorada hija.

Pero lo que más temía era ser azotada por mi joven Amo. Se había vuelto muy cruel, más despiadado y más inteligente. Creo que su experiencia con Tania lo estaba transformando. A veces simplemente se le antojaba llamarme para una azotaina severa… Odiaba callejear repleta de llagas y moratones…

Follar. Quería follar.

*-*-*-*-*-*-*-*

- Pollas – sonreí con la saliva desbordándose de mi boca.

- Quieta Cerda. ¿Es un salón muy hermoso, no? Hay gente muy importante aquí y no quiero que me avergüences. Te acoplaré aquí en la esquina. Ya vendré que quiero presentarte a mi padre.

- Méteme tu puño Amo, por favor – dije relamiendo la enorme argolla nasal.

- Compórtate por esta noche, Cerda. ¿O es que quieres recibir una azotaina en mi habitación?

- Sí quiero, Amo, sí quiero, por favor azótame con el látigo de púas. Las gruesas. Las más gruesas. Azóteme por mi panza. Por toda mi enorme panza. Hmm… Pollas. Pollas.

- Ya, ya… menos mal traje el bozal. Ven… esto… ya está, perfecto. Quédate tranquila.

Mi joven Amo se alejó. Tenía unas ganas enormes de masturbarme. Normalmente a esas horas debería estar siendo sodomizada en la plaza por unos… ¿cuarenta dólares? Ya no recuerdo bien el monto. Pero por otro lado me odiaría desobedecer a mi Amo.

Pensé que tal vez… tal vez si estirara un poco mis argollas vaginales… tal vez me pasaría un poco el calentón. Hmm… se sentía rico, se caían bastante ya. Me dijo que su objetivo final era que mis tetas, panza y labios vaginales llegaran todos al suelo al ponerme de cuatro. Ya solo faltaban mis labios. Pero faltaba mucho trabajo…

Tuve que parar. Allí venía de nuevo. Pollas. Venían muchas pollas hacia mí. Hombres. ¿Eran acaso los famosos Lobos de Fuego? Tenía que rendirles respeto. Me incliné con mucho esfuerzo para besar sus pies, ya que mi enorme panza me incomodaba mucho. Pero ellos apreciaban mi voluntad. Me alababan. Decían que mi cuerpo era muy hermoso y que estaba deliciosamente adornado.

Mi Amo me levantó el mentón, quitándome el bozal. Y señalándome a un hombre del grupo me dijo:

- Éste es mi padre.

- Honor. Padre de mi Amo. Soy Cerda, la puta de su hijo.

- Es preciosa, hijo. Está completamente emputecida.

- Gracias, padre. Ya ha pasado año y medio, estoy muy orgulloso de Cerda. Gracias a algunos contactos logré aumentar los ingresos. Es muy solicitada por los directores de porno duro debido a su panza de embarazada.

- Has avanzado mucho, hijo. Llévala al centro de la sala. Y luego tú y yo hablaremos.

- Vaya, esto… no me gusta ese tono.

- No te preocupes, realmente no es nada malo. ¡Venga, vamos! ¡Lleva a esta zorra al centro! ¡Llévala por esa argolla de la nariz tan imponente! ¡Mirad la esclava de mi hijo! Esa panza que toca el suelo, esas ubres enormes y alargadas que se balancean en su caminar. Escuchad el tintinear de las campanillas que le ha puesto para esta ocasión por ese gigantesco coño.

- Vaya, padre, sí que notas los pequeños detalles.

- Pollas, pollas, pollas. Un puño, solo un puño…

- Cerda, te presento a mi esclava. Se llama Crystal – dijo el padre.

Mientras me arrastraban hacia el centro de la sala, pude contemplar una hermosa mujer de pelo rojo fuerte, de pequeñas tetas, parada y observando mi avanzar con unos bellos ojos celestes. Tetas. Tetas pequeñas pero con areolas enormes repleto de varios piercings. Hmm… qué ganas de jugar con ella.

La hicieron acostar. Me llevaron sobre ella, coño contra cara. Mi panza aplastaba su plano vientre, lo cual me divertía sobremanera. Nos invitaron a comenzar el espectáculo con un sesenta y nueve. Moví un poco mi argolla nasal para chupar bien y fue cuando pude contemplar que ese coñito delicioso carecía de labios vaginales interiores. Su amo había mandado extirparlos.

Tenía varios trabajos de piercings, y sobretodo su clítoris se encontraba vulgarmente atravesado por exóticas piedras preciosas y anillos. Era bastante grandecito y jugoso. Se me hacía agua la boca.

Cuando abrí mis carnosos y vulgares labios me estremecí y grité como cerda. Todos rieron pues Crystal se adelantó y empezó a chuparme mi clítoris con maestría. Ughm… quería chupar el suyo pero me perdía en el placer infinito que me producían sus lamidas y chupadas.

Me habían contado de antemano que esta chica carecía de dentadura y que por ello no hablaba mucho, pero que como arma de doble filo, sus mamadas eran celestiales. Yo misma lo estaba comprobando…. Aghhm…. Tengo que comérselo.

- La primera en correrse será la perdedora. Mi esclava contra la de mi hijo.

- Vaya, te luces padre. No sé quién ganará pero confío en Cerda.

- La perdedora será azotada por la ganadora. Con el látigo de púas, ¿qué te parece?

- Me parece fantástico.

Me estremecí al escuchar esto. ¿Sería azotada por esta puta? Yo tengo principios. Y un gigantesco clítoris. Sólo me dejo azotar por mi adorado Amo y por mis clientes. Mi honor y el de mi Señor estaban en juego. Con mucha fuerza enterré mi boca en las carnes de Crystal.

Inmediatamente pude sentir cómo dejó de darme lengüetazos, pude escuchar sus gemidos de puerca. Sí, soy una puta bien entrenada. Sé cómo hacer llegar a las mujeres.

Yo al tener dientes tenía cierta ventaja pues podía mordisquear todo a placer. Como mucho, Crystal solo podía apretujar mi clítoris con sus labios pero no era lo mismo. En cuestión de segundos la muchacha chilló como posesa, rindiéndose ante mi maestra lengua anillada. Su pupita era deliciosa y no dejé de chuparlo aún con la victoria celebrándose a mi alrededor. Tuvo un grito raro, como si fuera ahogado. Como si tuviera una polla en la boca. Polla. Polla… aghmm….

Se llevaron a la chica y la encadenaron a un potro. Entre dos hombres me levantaron pues por mi preñez ya era incapaz de hacerlo por mí misma. Uno de ellos me entregó el famoso látigo con púas. Mi sonrisa era enorme, el llanto de la chica sería atroz y yo vería con orgullo a mi adorado Amo.

Me llevaron frente a su culo y me soltaron. Lancé el primer fuste. Todos aplaudieron al son del grito ahogado de Crystal. En serio, es que la puta tenía una polla en la boca. Qué grito más raro. Otro fuste. Más fuerte, más demoledor. He visto las primeras gotitas de sangre brotar de su espalda. Otro fuste fuerte en las nalgas. Era deliciosa la sensación de castigar a alguien, nunca lo había hecho. Otro azote. Crystal se había desmayado.

Miré a mi Amo con una sonrisa. Él estaba recibiendo las felicitaciones de los invitados. Fugazmente me observó y sonrió. Aghmm, quiero lamer sus pies y sentir sus caricias. Tal vez esa noche como premio me llevaría para follarme en su cama y dormir con él. Sería ya la segunda vez si accedía desde que tengo panza. La anterior fue por mi cumpleaños. El mejor día de mi vida.

Salí de mis pensamientos, pues nos llevaron a mí y a la inconsciente muchacha a una habitación para encerrarnos. Quería estar con mi adorado Dueño, pero por otro lado tenía a mi merced el rico coño de la esclava. Hmmm… comencé comiendo su coñito y de vez en cuando metía mi lengua en su culo. La terminé despertando, pero lejos de enojarse se volvió hacia mí para fundirnos en un apasionado beso. Chupé su lengua. Tragué su saliva. Puta…. Soy puta…

CAPÍTULO 8: COMPETENCIA

Me alegró mucho saber que Crystal sería la nueva esclava de mi joven Amo. Su padre le regaló como premio por su evolución como miembro de los Lobos de Fuego. Tenía un poco de celos tal vez, pero ella me caía muy bien. Sobre todo por saber comerme el culo y el coño. Era su especialidad.

Mi Amo la llevó a vivir en mi celda. Como aún no nos merecíamos un colchón, al menos nos teníamos la una a la otra para dormir juntas. Me encantaba abrazarme a ella y chuparnos mutuamente las bocas.

Debido a mi penoso estado físico me costaba horrores hacer los trabajos domésticos, así que su presencia fue un rayito de luz para poder continuar mis quehaceres. Le enseñé a lavar las ropas y cómo fregar con eficacia. Recoger nuestras cagadas con bolsitas para poder desecharlas, además del mantenimiento general del jardín.

Crystal decía que mi boca carnosa la volvía loca de placer. “Tiednes unos yabios enodmes… me los comeyé un yadtito”. Sí, el carecer de dientes le dificultaba el habla. Me hacía recordar esos días en los que me anillaron la lengua.

Siempre que podía me besaba y recorría mis labios con su lengüita: Cuando fregábamos las ropas del Amo en la terraza, cuando descansábamos en los pasillos, cuando nos acostábamos para dormir. Yo me dejaba hacer porque me parecía adorable. Podría estar todo el día así con ella… ¿acaso estaba cayendo enamorada de la nueva esclava?

Íbamos juntas a callejear. Mis ropas ya prácticamente no podían ocultar nada, pero el Amo insistía en que esa ropa sería la única que usaría. El top de cuero rojo solo llegaba a cubrir la mitad de mis voluptuosas tetas. La faldita prácticamente se escondía bajo mi panza por delante, mientras que atrás solo podía cubrir la mitad de mis ya gigantescas nalgas que constantemente tragaban el cuero.

Por otro lado Crystal le quedaba muy bien la nueva ropita que le compró nuestro adorado Amo. Llevaba una especie de ropa de colegiala muy pequeña y de aspecto rebelde, pero que al menos lucía más decente que mis harapos. Me encantaba su aspecto, y a veces no podía evitar llevarla a un callejón para podernos morrear y tocarnos.

Cuando no estábamos chupando pollas en la plaza, Crystal se ofrecía solícita a comerme mi ya gigantesco clítoris. Me decía que pronto se convertiría en una polla si seguía chupándolo y estrujándolo con tanta vehemencia. A decir verdad la putita sí que sabía cómo hacerme berrear con su boquita.

Tomadas de las manos volvíamos al edificio del Amo. Él ya no se ocupaba mucho de nosotras. Solo estaba allí para recoger el dinero que cobrábamos y para observar diligentemente cómo cagábamos y orinábamos en el jardín, con ambas sosteniéndonos de sus piernas y mirándolo con sumisión. No, nuestro joven Señor ya no se fijaba mucho en nosotras. Se encerraba en su estudio con su padre, Sergei y Pierre a discutir. Pero en parte era bueno porque podía dedicarme enteramente a satisfacer el cuerpo macizo de mi nueva amante.

Así pues, una noche en que volvimos al edificio, mi joven Amo entró en nuestra celda y me pilló apoyada contra la pared, con las piernas abiertas y Crystal de rodillas chupándome el culo. Rápidamente nos arrodillamos frente a él y besamos sus pies con mucho ahínco.

Tomó a Crystal de su collar, y sin mediar palabras le prendió un brutal latigazo que le comió la espalda. Chilló muy duramente.

- Cerda, ¿nunca te has parado a pensar por qué Crystal grita de esta manera tan extraña?

- No, mi Amo.

- Pero lo has notado, ¿cierto? Es como si tuviera una puta polla trancada en su garganta.

- Sí, mi Amo. Es así desde que la conocí. Creo que es porque no tiene dientes.

- Es así porque mi padre le ha sometido a una glotoplastia. Es decir, tiene una voz muy diferente a la que tenía antes. Aparentemente la operación no salió del todo bien. Irónico que teniendo más recursos que yo terminó metiendo un poco la pata. Así como tú, Crystal pasó por una remodelación brutal. Le quitaron las piezas dentales. Le cambiaron el color de los ojos, su forma también. La nariz la hicieron más puntiaguda, así como su boca se volvió más fina. Le agrandaron los labios vaginales y le dieron una dieta muy especial para darle un cuerpo más esbelto.

- Ya veo, mi Amo. Es una esclava muy afortunada.

- Sí, sí lo es. Ahora dime, si tu hija estuviera observándote, ¿crees que ella te reconocería?

- No, mi Amo. Definitivamente no. Yo también he pasado por un cambio radical físico.

- Puff… no puedo con esto… Cerda, te presento a tu hija Sofía.

- No… no puede ser… ¿es verdad, mi Amo? – pregunté observando como una tonta a la sollozante Crystal.

- Sí, para serte sincero yo también creí la mentira de mi padre. Sobre que tu hija estaba bien cuidada en alguna mansión o yo qué sé. La verdad es que desde el día uno también le dijeron que debía callejear hasta juntar cinco mil dólares. Y mira, un año y medio después tiene casi cuatro mil ya. Estáis casi a la par.

No sé ella si lloraba por el terrible azote o porque se enteró que yo era su madre. Estaba irreconocible. ¿En serio ESO era Sofía? Lo más inmediato que sentí fue náuseas, así que rápidamente salí de mi celda para ir al jardín. Llorando me la pasé vomitando semen y puré.

Esa noche mi joven Amo fue muy cruel. Me llevó a su habitación y me aprisionó en un caballete. Con mi culo en pompa y listo para ser azotado, ordenó a mi hija que me flagelara. Que se vengara de la zurra que le propiné en la mansión aquella con ese látigo de púas.

Sofía, movida por la desesperanza y la confusión, me dio una infinita tunda de azotes fuertes que me hicieron llorar de dolor. Por los espejos vi su rostro enrabiado. Mi culo que tanto le gustaba chupar. Mis muslos que lamía y admiraba. Mi espalda en la que solía arañarme dulcemente cuando hacíamos el amor con un arnés. Todo. Golpeó todo mi vulgar cuerpo y sin piedad de mí.

Aquella noche nos forzaron a dormir juntas. Muy juntas. Unieron mi piercing bucal con el suyo mediante una cortita cadena, así como también nos engancharon por nuestros brazaletes de las extremidades. Por último engancharon nuestros collares.

Dormimos así, en la incomodidad y llanto. Sintiendo la respiración agitada de una sobre la otra. No pude evitarlo de todos modos, la besé y besé. Estaba perdidamente enamorada de mi hija. Ella me mordía débilmente con sus labios como queriendo evitar que le metiera mi lengua. Supongo que si tuviera dientes sería posible atajarme.

Al día siguiente nos despertó un fuerte trallazo. Mi niña estaba durmiendo sobre mi panza y recibió el latigazo de nuestro joven Amo. Se retorció y chilló, arrastrándome consigo debido a que su cadenita aún estaba unida a mi lengua.

- Veo que las dos furcias se la han pasado muy bien anoche. Voy a ser directo con vosotras dos. Mantengo mi palabra y las liberare y ayudaré si conseguís los cinco mil dólares cada una.

- Gracias Amo – dije restregándome por el voluptuoso cuerpo de mi niña.

- Ugh… Graziaz Amo.

- Pero a partir de hoy haremos vuestra estancia más interesante. A partir de hoy vosotras dos estaréis metidas en una competencia. Sí… la que hoy, esta noche, me traiga la mayor cantidad de dinero, descontando vuestra ganancia claro está, será la ganadora. Cada noche tendremos una ganadora distinta.

- Hmm…. Qué ganademoz, Amo…

- Cada noche habrá un premio especial. Hoy, la ganadora podrá marcar a la perdedora en el trasero.

- ¿Marcar, ha dicho marcar, Amo?

- Sí. La perdedora será marcada a vivo fuego esta noche en la mazmorra. Será el símbolo de los Lobos del Sol… Lobos del Sol… vaya, ése es mucho mejor nombre que el original.

Nos liberó por fin. Ambas estábamos muy adoloridas por la difícil noche que pasamos, y aún estábamos recuperándonos del shock que suponía la nueva normativa. ¿Marcar como si fuera una res? Preferiría… preferiría perder y dejar que mi adorada hija me marcase, y así salvarla de tan cruento destino.

- Aún es de día, pero os doy permiso para que podáis ir a trabajar a la de ya. Arreglaros rápido. Esta vez tendréis una hora límite, y serán las once de la noche.

Se alejó. Abracé rápidamente a Sofía. Ella estaba llorando así que dije que tuviera fuerzas, que ella ya tenía experiencia como puta trabajando para el padre de mi Amo. De hecho yo pude comprobar que se le daba bastante bien el callejear.

- Joer… má… no entiednes… no quiedo madcadte con fuego…

- Lo sé, mi niña. No hables mucho que sé que te cuesta sin dentadura. Pero tienes que hacerlo, no permitiré que te marquen a ti.

- Io sé… io sé… no quiedo hacedlo pero lo hayé… te madcayé…

- Esto… Sofía, lo dices como si realmente fueras a ganarme en una competencia de putas.

- Clayo que pueyo, má. Con los ojos ceyaddos…

- Escúchame pequeña furcia, a mí no me subestimes. Quieres guerra, la tendrás.

- Puta viedja, nadie quiede una puta viedja salvo para una peyícula zoófila.

Me levanté con rabia. Cogí mis harapos y me dirigí al baño. Si esa putita creía que podría ganarme estaba equivocada. Yo era más puta que ella. Se lo iba a demostrar. Se lo iba a demostrar a mi Amo. Le iba a marcar el culo para que aprenda. Maldita cría.

Fui la primera en salir, aunque Sofía también estaba acercándose a mí. A la salida del edificio, Sergei nos detuvo y nos dijo que por expresa orden de nuestro joven Patrón, debíamos ambas callejear con esposas puestas. Crucé los brazos tras mi espalda y me ofrecí inmediatamente. Yo no dudaba, tenía que ganar. La niñata por su parte murmuró rabiosa pero no tardó también en cruzarse los brazos y ofrecerse. Para facilitarnos nuestro trabajo, las carteritas las enganchó a nuestros respectivos collares.

Fui directo hacia una de las facultades locales. Me apresuré como pude para llegar a la hora de salida de aquellos muchachos. Ellos no son de follar mucho con una puta y menos con una embarazada, pero sí he ganado mucho dinero humillándome para su placer. Me ofrecí para ser azotada en un lugar público, pero ellos ofrecieron más dinero si orinaba en el auto de uno de sus profesores. Debido a mi estado físico, entre dos me sostuvieron por los brazos para que pudiera acuclillarme de manera correcta.

Cuando vagaba por la ciudad, vi a mi hija siendo llevada de brazos por dos abuelos. Le maldije. Ellos suelen tener más dinero pero solo buscan a las más jóvenes. Debía poner más empeño si pensaba ganarle.

Un lugar perfecto fue la construcción de un edificio en las cercanías. Solo tenía que aguantar a los obreros malolientes y sudorosos si quería que llenaran mi bolsita. Estuve cuatro horas encerrada en uno de sus baños portátiles, haciendo todo tipo de vejaciones por un puñado de dólares. Le pedí al último que me ayudara a levantarme del váter donde estaba.

Sofía, mi hija Sofía, solo pensaba en ella. Pensaba en esa maldita putita y lo mucho que disfrutaría viéndola retorcerse de dolor.

La noche fue bastante activa. Taxistas, oficinistas, japoneses sádicos. Fue uno de mis días más productivos pero también de los más difíciles debido a las esposas, ¿acaso daban más morbo? Sin duda la próxima le pediría a mi Amo que volviera a usarlas conmigo. Así pues, con una sonrisa me presenté a los pies de mi Señor cerca de la hora pactada, aunque con los tobillos extremadamente inflamados.

Sergei me ayudó a arrodillarme.

- Cerda, has juntado setecientos cincuenta dólares. Quitando tus setenta y cinco dólares nos quedan seiscientos setenta y cinco. Carambas, bien hecho Cerda. Como premio mañana tendrás doble ración de puré.

- Gracias mi Amo – besé sus pies.

- Sofía, tu turno – dijo arrancándole su bolsito del collar. Ella por su parte se inclinó para lamer sus pies.

- Setecientos treinta dólares. Quitando tu dinerito, me quedan seiscientos cincuenta y siete para mí. No ha sido suficiente, niña.

Sonreí enormemente. La putita había aprendido la lección. Me toqué un poco mi culo para darme algo de placer, el solo hecho de pensar en sus gritos de dolor me estaba poniendo caliente. De oler su carne chamuscada contra el acero. De chuparme su culo como recompensa. Ese delicioso culito suyo. Humm…

- No… te ofredzco mi padte, Amo. Quédayela. Toya tuya.

- ¿Me das tu ganancia de esta noche? Ya veo, Sofía. Pues bien, deja que lo saque de tu carterita… con esto superas a tu madre. Te considero la ganadora.

- ¿Amo, es esto posible?

- Claro que sí, Cerda. ¿Renunciarás a tu parte para ganar?

- No puedo renunciar a mi ganancia, se supone que debo juntarlo para salir de aquí. Sofía… ¿¡Sofía, en qué estás pensando!?

- En marcardye tu enodme culo, puda de mierdya.

- Pues ya está hecho. Sergei te llevará a la cruz de San Andrés. Yo le traeré a tu hija el material con el que te marcaremos.

- Esa viedja veyá quién es la que mandya aquí.

- Esto es una pesadilla – murmuré mientras Sergei me levantaba.

Me sujetaron por las argollas de mis extremidades. Pude escuchar los tacos de Sofía acercándose más y más hacia mí, pero no podía verla debido a mi posición contra la cruz. Podía oler el maldito hierro incandescente. Podía escucharlo incluso.

Sofía lo presionó contra mi nalga derecha. Me revolví como loca. Chillé como la cerda que era. La muy desgraciada lo apretó muy fuerte, demasiado. Se escuchaba ese diabólico sonido del hierro haciendo contacto con mis pobres carnes. Era una eternidad aquello y me iba a desmayar si no lo soltaba.

- Suficiente, Sofía. ¿Que no has oído a tu puta madre?

- Ya estyá… Amo. Puedyo… ¿Puedyo chupar el culo de ezta pudta viedja?

- Claro que puedes. Adelante.

Y así, teniéndome colgada por la cruz, sollozando y lanzando algún que otro grito de dolor, mi hija se dedicó a meter lengua en mis agujeros. Una especie de disculpas retorcidas. Porque si hay algo que podía quitarme el maldito sufrimiento en mi nalga, definitivamente era mi niña chupando y estirando mis argollas vaginales.

Pero me prometí que iba a ganar a como dé lugar en la siguiente competición.

Al día siguiente nuestro joven Amo nos anunció el premio para la ganadora: Orinar y cagar sobre la perdedora durante una semana. No quedaría afectado por las siguientes competiciones, el premio duraría una semana.

A duras penas me repuse para prepararme. Mi hija ya se había puesto sus ropas pero a mí me dolía demasiado el culo como para ponerme la falda.

- Qué padza má, ¿te ayuddo a ponerdye la fadya?

- No, es que no quiero ponérmela, me duele demasiado la marca.

- Qué pedna. En finm… Disfrutadye mucho cagdando sobye tu caya.

- Me subestimas, ramera de mierda. ¿Crees que eso me detendrá? Acuérdate de esto cuando veas mi enorme culo sentándose en tu puta cara: ¡Soy la mejor de este lugar!

- Cladyo que zi, viedja mayana… y io zoy vidgen, pod favod…

Se alejó coqueta. Con más rabia aún decidí callejear solo con mis tacos y mi top. Sergei me dijo algo de que ya tenía el cerebro frito al verme salir así. Pero pasearme con mi enorme culo al aire era peligroso. Los policías trabajaban para el padre de mi joven Amo, pero no dudarían en zurrarme duro y arrestarme. Me encantaría lo primero pero no podía darme el lujo de pasarla tras rejas. ¿Cómo esperaban que me pusiera esa maldita faldita con la marca latiéndome en mi apetitosa nalga?

Cuando se me acercó un policía, advertido por alguna señora remilgada que iba de compras, le ofrecí mi cuerpo para que dejase pasar mi infracción.

Me dijo que me llevaría a la cárcel sí o sí, pero que allí podría hacer mucho dinero tanto con los oficiales como con los convictos. Con el chumino hecho un charco, le extendí mis manos y me dejé arrestar.

Entrada la madrugada volví a presentarme ante mi Amo. Mis tobillos ya no daban más y no podía sostenerme mucho tiempo erguida. Apenas tuve fuerzas para llegar al edificio tras una noche de arduo trabajo.

- Setecientos dólares, Cerda. Si te doy setenta me quedo con seiscientos treinta.

- Gracias mi Amo.

- Sofía. Has obtenido novecientos. Joder, todo un récord. Como premio extra mañana podrás llevarte un látigo de mi habitación para que tus clientes hagan buen uso de él sobre tu cuerpo.

- Gadiaz Amo, muchas gadiaz…

- Espera mi Amo – dije rebuscando en mi collar.

- ¿Qué es esto, Cerda?

- Te ofrezco trescientos dólares de mis ahorros. ¿Así podré ganar, no?

- Ya veo, Cerda. ¿Tienes algo que decir, Sofía?

- Puedyo… puedyo ir y draer miz ahorryos tambdién.

- Demasiado tarde. Las llevaremos al jardín ahora. Cerda, no te preocupes que te ayudaremos a sentarte sobre tu hija.

- Gracias mi Amo. ¿Puedo también reclamar el premio extra del látigo que le has ofrecido a ella?

- Claro, Cerda.

CAPÍTULO FINAL: REINA LOBA

Las dos señoras se cebaron mucho con mi espalda y culo. Me hicieron rememorar a Tania por la crueldad. Yo las recordaba haber visto siempre en el mercado, eran unas remilgadas pero en la intimidad de mi celda se desataban con toda la furia.

Una me azotaba mientras le comía el carnoso chocho a la otra. Luego intercambiaban de rol. Me la pasaba gritando porque los trallazos eran ya demasiado fuertes, pero es que según mi Amo ellas estaban pagando mucho dinero y debía apechugar.

Me dejaron encadenada en mi celda. Putas de mierda. Ya no me pagaban a mí, se lo daban directo a mi Amo. Es que mi cuerpo ya no daba para más para callejear, no podía aguantar siquiera tres cuadras de pie. Debía recibir a los clientes en mi celda y luego recibía mi comisión.

Creo que ya habrán pasado… ¿tres años y medio?, ¿o ya son cuatro años desde que trabajamos de putas? Hace tiempo que hemos perdido todos nuestros ahorros en esa maldita competencia que nuestro Amo nos plantó. Hemos perdido todo nuestro dinero con el fin de ganar a veces una, a veces la otra. Terminados nuestros ahorros solo callejeábamos para ganar la competencia del día, dando el total de lo recolectado a nuestro joven Dueño.

Pero lejos de tener más que una sensación pasajera de victoria, terminamos bastante destruídas. Terminé odiando a esa maldita cría. Por su culpa tengo un asqueroso y gigantesco clítoris colgándome con un montón de piercings que ella misma seleccionó al ganar una de las competencias. Creo que lo hizo adrede todo este tiempo, el chupármelo, para así poder facilitar el anillado masivo.

Y ella también estaría algo enojada conmigo, después de todo fui yo quien la preñó con la sustancia que fabricaron. Lo metí directo en su coño como si estuviera fertilizando a una vaca. Fui yo que eligió las palabras “Mi madre es mejor puta que yo” para ser tatuadas en su enorme panza. Aunque ella se vengó más adelante mandando poner “Viedja putdona” sobre mis nalgas.

Esa competencia sacó nuestro verdadero ser, debo confesar.

No sé si hice algo mal al preñarla, pero su panza era mucho más grande que la mía. Aquello terminó por destrozar cualquier atisbo de piel firme que tenía. Había engordado y tampoco podía caminar mucho así que le hicieron para su propia celda para recibir a los clientes, frente a la mía.

Creo que todo fue un plan para evitar que llegáramos a los cinco mil dólares, para que entregáramos todos nuestros ahorros por nuestra cuenta. Para que destrozáramos más nuestro cuerpo y quitáramos de encima cualquier ganas de volver a la sociedad.

Si recibiera otros nutrientes aparte de semen y puré, tal vez podría pensar mejor. Pero por otro lado me siento muy bien así, tirada en el suelo con la mirada perdida en la nada y con la mente en blanco.

Nuestro joven Amo, tras demostrar su valía a su padre, heredó su mansión. Pero lejos de ocuparla, decidió quedarse en el edificio para mejorarlo y salir adelante. Ya no era el mismo chaval inexperto que una vez conocía, ahora tenía mano dura, era un sádico y parecía ya no demostrar muchos sentimientos.

Pero yo lo conozco más que nadie y sé que en el fondo guarda mucho cariño. De vez en cuando me llevaba a su habitación y me curaba las heridas que algunos clientes me hacían. Me contaba cómo le iba con su nueva novia y me pedía consejos porque no quería volver a tener el corazón roto. Y sabía que yo estaba allí lista para consolarlo en caso de que tuviese otro estropicio sentimental.

Ahmm… yo estaba esperando que trajeran a mi Sofía a mi celda, me lo prometió mi Amo como regalo por mi cumpleaños. Que podríamos hacer lo que quisiéramos toda la noche juntas. Vendrían también algunos camarógrafos, de vez en cuando solían venir a filmarnos pero a mí no me importa. Solo quería comerme a mi putita.

Llegaron con mi nena e instalaron sus cámaras rápidamente. Me obligaron a hacer un sinnúmero de guarrerías con Sofía. Bueno, yo no diría “obligar” precisamente. Trajeron un par de machos bien dotados y se dedicaron a hacernos chillar de placer. Gocé mucho particularmente recordando a aquel actor porno que me montó en un baño hace mucho tiempo atrás. Se corrieron en nuestras bocas y nos pidieron no tragar, que debíamos morrearnos e hiciéramos gárgaras con sus jugos. Luego de filmarnos salieron a pagar a nuestro Amo.

Mi pequeña sonrió porque por fin seríamos libres de hacer lo que nos plazca. ¡Y toda una noche! Se me mojó el chumino el solo pensarlo, ella lo notó y se dedicó a chupármelo. Fue cuando uno de los camarógrafos se acercó a mí. ¿Quería follarme también? Tendría que esperar su turno. Hmm… tal vez podría acomodarme y dejar que me meta el puño por el culo para no ser descortés.

- Las he encontrado – susurró. ¿Me recuerdas, Giselle?

- Soy Cerda, aghhmm…

- Vaya… Mira, soy Nathaniel. ¿No me reconoces? A mí sí me cuesta reconocerte. La última vez que nos vimos te entrevisté en la Plaza Libertador. He recorrido medio mundo buscándote pues siempre confié en ti y sé que tenías razón cuando me dijiste que no confiabas mucho en el viaje que hacías. Jamás creí la noticia de tu muerte, y mucho menos cuando me negaron los resultados originales de la autopsia. Con la reciente muerte del Director Ramírez pude acceder a algunos papeles gracias a un contacto que es todo un crack.

- Mi niña sabe chupar, sabe comer mi chumino. Mmm…

- Esto… Me alegro que hayas confiado en mí en su momento. No pienso fallarte. Ya te he ubicado y pienso sacarlas a las dos de esto. Volveréis a su hogar, lo prometo.

- Cerda es feliz aquí. Feliz con mi Amo y su pequeña furcia… aghhm…

*-*-*-*-*-*-*-*

Ocho de la noche. Me dirigía al último piso para visitarlo ataviada elegantemente. Ropas muy cómodas, he de decir. Si hay algo que no extrañaría jamás sería ese uniforme de fulana con la que pasé años callejeando. No obstante siempre quería lucir apetecible para su vista, revelando siempre mis rollizas carnes como regalo para sus ojos. Tras haber suprimido los efectos del embarazo sicológico, mi cuerpo se recuperó como pudo, pero imagino que por mi edad el resto de mis carnes no retrocedería nada.

Me seguía pareciendo extraña la sensación de estar a esas horas cruzando los pasillos del edificio, pues ya tenía por costumbre ofrecer mi cuerpo a las personas a esas alturas de la noche. Me confesaron que el puré que consumía todos los días, a parte de vitaminas, también tenía afrodisíacos que aceleraban mi líbido, empujando mi emputecimiento. Desde luego que al cortar esa dieta terminó por devolver parte de mi raciocinio.

Pero ya todo había acabado. Ya no era esclava de los Lobos de Fuego, y sin embargo en mis adentros me decía a mí misma que yo nunca más dejaría de ser propiedad de cierto muchacho sádico y esquelético. Era suya por siempre. No me consideraba más esa enfermera llamada Giselle. Mi hija ya no era la misma tampoco. Para mí ellas ya habían muerto hace años en una explosión de taxi.

Se lo debía mucho a Nathaniel, mi amigo periodista. Con la muerte del Director Ramírez y con un poco de ayuda, pude conseguir de vuelta algo de mi dinero. Pagué nuestro rescate e invertí en el negocio de mi Amo, porque ¿volver a la sociedad? Imposible. Nathaniel no lo entendió, dijo que seguiría luchando contra la red más oscura que jamás se haya visto pero que protegería mi antigua identidad por respeto.

Aunque no era tiempo de pensar en ello. Abrí la puerta y vi parado a ese triste muchacho frente a su ventanal. ¿Otra vez con las manos en su gabardina y la mirada melancólica? Solo yo sabía qué pasaba tras su semblante serio.

- Adrián, ya regresé.

- Cerd… ¡argh! Perdón, casi te llamo por tu antiguo nombre.

- No me importa que lo hagas.

- No, no. Me encanta el nuevo que tienes, has elegido uno increíble y que te pega mucho. Ya me acostumbraré. En fin, ¿cómo te fue hoy?

- Ya casi no tengo los tatuajes. Creo que con un par de sesiones más todo acabará. Lo de la marca será más difícil, pero le estoy tomando el gusto. Total, solo eres tú el único que me ve desnuda.

- Entiendo… Veo que al final decidiste dejarte los piercings.

- Me gustan, ya son parte natural de mí. Por eso los dejé. Además, me veo un Ama muy regia a la hora de azotar, ¿no crees?

- Desde luego que sí. ¿Y con respecto a tus labios y voz?

- Sí, eso… ¿Vamos a tu lecho?

- Claro, por favor vente.

- Me dijo Pierre que has estado toda la tarde aquí encerrado.

- Puto chismoso. No quería que nadie me viera así, no corresponde con mi imagen.

- Pero a mí sí me lo permites. Cuéntame, Adrián. ¿Tendrá algo que ver con tu nueva novia?

- Qué cojones… sí, es sobre la última… Acuéstate por favor conmigo, ya sabes cómo me gusta.

- Claro que sí… ¿está bien así?

- Ahg… dios, nunca me canso de tu boca.

- Lo dejé así de carnoso como está. Lo hice por ti. Dejé mi voz porque sé que te gusta también. Hay cosas que estoy dejándolo por ti, pero tú tienes todavía ese rostro triste. Dime qué te pasa. ¿No era hoy que le dirías a tu novia sobre tu verdadero trabajo?

- Sí, se lo he dicho. Por eso estoy desplomado… ella ha corrido despavorida. No creo que volvamos a vernos

- Lo siento.

- No lo sientas. Es que se acerca la ceremonia en el que mi padre me cederá todos sus bienes, y no me gustaría ir sin pareja. ¿Cómo voy a conseguir alguien que le interese este lugar y este mundillo?

- ¿Y qué tal Sofía? Desde que tiene esa dentadura nueva está muy guapa y tienen ambos edades similares.

- Sofía es preciosa. Se recuperó rápido cuando le quitamos el embarazo falso. Pero he visto en sus ojos, ¿sabes? Le encanta Pierre. Y creo que él también. Ya desde que era esclava lo había pillado un par de veces, pero no me importaba demasiado.

- Le gusta Pierre desde que lo vio en el aeropuerto hace años ya… A ver, podríamos pedirles a las nuevas putas, Yvonne o Ápsaras. Son jovencitas y guapas también.

- No me gustan. Y no menciones a Lluvia… ¡por favor! Sólo la azoto para disciplinarla y practicar más mis habilidades, no como contigo en su momento, en donde sentía cierto placer. Pero mira he estado pensando… ya que tú y tu hija ya no son más esclava de Los Lobos Pedorros. Ya que has decidido con tu hija quedarte y ayudarme… Como incluso le caéis bien a mi padre… Ahg, dios mío tu boca me vuelve loco.

El sonido de la puerta abrirse interrumpió mi chupeteo en el cuello. Entró una de las nuevas putas del edificio. Era Lluvia. A diferencia de las otras, ella era la única que estaba en contra de su voluntad. Sí, como yo en su momento. Las demás eran chicas freelance, por contrato, que debido al éxito que habíamos alcanzado se acercaban a trabajar para los Lobos.

La razón por la que esa jovencita estaba siendo sometida por nosotros, era porque junto a su padre, antiguo miembro de los Lobos de Fuego, tramaron planes de traición. Sí, esa chica era Tania, la que una vez quiso ser la sádica Princesa Loba. Le cambiamos el nombre a Lluvia para rememorar aquella noche en que Adrián la expulsó.

Me excitaba sobremanera tener a mis pies a esa puta, descubrí mi lado dominante. En los dos primeros días que vino ya me había vengado por todas las vejaciones a las que me ha sometido cuando yo solo era una vulgar ramera. Pero no iba a detenerme.

Era todo un placer ir con mi hija al jardín para sujetarla a una columna con garfios que instalamos, la azotábamos por horas y sin piedad recordándole todas las penurias que pasé.

Esa noche, ya su segundo mes, lucía una hermosa panza falsa de siete meses. Lastimosamente para ella le hicimos unos cuantos cambios radicales. Teníamos la libertad de ser tan duros como quisiéramos y no la desaprovechamos.

Siempre caminaba lento porque su vista solo podía extenderse hasta siete o seis metros adelante. Debía ir con cuidado. Carecía también de visión periférica. Lluvia ya no tenía dientes, y sumado al hecho de que le extirpamos el frenillo de la lengua, la tenía saliéndose de entre sus labios sin ella poder evitarlo. Por último, y para hacerles recordar a las demás chicas lo muy arpía que fue, le hemos operado la lengua a fin de que tuviera un aspecto de serpiente. Las chupadas eran bestiales.

Debido a sus condiciones callejeaba más horas para llegar al monto diario. Y debido al torpísimo hablar, mucho peor que yo en su momento, llevaba un block de notas ataviado al cuello con algunas respuestas estándar tanto para sus clientes como para nosotros. Aunque de vez en cuando se manchaba de la saliva que se le escurría de la boca todo el rato.

Se arrodilló frente al lecho y bajó su cabeza, dejándonos admirar esa vulgar lengua. Adrián y yo nos levantamos para recibirla mientras ella retiraba un papelito que nos acercó.

- Deja que te lo lea, Adrián. Dice… “He vuelto de mi recorrido, Amo”

- Bien, ¿has traído el dinero? ¿Has recolectado lo que te pedí? A ver… Bien, ve a descansar.

- Un momento, Adrián. ¿Te estás poniendo blando otra vez?

- ¿Qué, quieres que me bese el pie? ¡Va a estar minutos moviendo torpemente su cara por mi zapato, eso sí fue una tortura para mí la otra noche!

- No me refiero a eso. Sino que apenas tiene marcas en la espalda y culito, eso es inadmisible. Lluvia, ve junto a mi hija abajo. Me ha dicho que esta noche te dará una zurra que no olvidarás, aparentemente te has corrido antes de tiempo en la película “Negros en Casa” que filmaron el otro día. El director se molestó y no pagó todo lo que pactamos.

- Sofía está ocupada azotando al padre de Lluvia en el sótano… no creo que debamos interrumpirla.

- No, mi niña sabrá qué hacer con los dos allí.

Lluvia casi cayó al suelo del miedo. Sofía era probablemente un Ama mucho más dura que yo. Mucho más dura que la antigua Princesa Loba. Retiró un papelito y escribió sollozando. Tardó un rato, pero éramos pacientes. Al rato me ofreció su apunte:

- Dice: “Dejaré que os caguéis encima de mí todo un mes, pero por favor no me llevéis con ella”. ¿Es que eres lerda, niñata? ¿Desde cuándo una esclava puede sugerir algo? Estás muy mal entrenada, Lluvia – respondí conectando una cadena a su collar. – Ven conmigo, iremos las dos junto a Sofía y tu padre sí o sí.

- ¿Ves? A eso es lo que me refería… eres toda una líder. Te sabes muchos contactos, sabes cómo actuar y disciplinar. Yo aún sigo teniendo vagas ideas al respecto… Por favor, te lo he querido decir toda la noche.

- Qué pasa Adrián, ¿quieres venir conmigo para darle unos latigazos?

- No. Quiero que estés conmigo en la ceremonia. Quiero que seas mi pareja. Me importa poco lo que los Lobos de Mierda piensen al verme junto a ti.

- Adrián… me siento halagada, no me lo esperaba. Eres un chico muy especial y sabes que siempre estaré a tu lado.

- Gracias. ¡Y yo me siento aliviado! Y oye, no me caería mal darle unos azotes… vamos todos, a disfrutar en familia.

- Eso es. Y Lluvia, aún no he leído ningún agradecimiento – dije tensando su cadena.

Rápidamente arrancó otra hoja de su collar y se puso a escribir en el suelo. Me lo entregó sumisa.

Sonreí. Y juntos nos retiramos al sótano, dejando el papelito revoloteando por la habitación.

Decía: “Gracias mi Reina Loba”.

Echaba de menos una buena polla

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Hola! Es la primera vez que escribo, pero es que me pasó algo tan apasionante hace unas semanas que necesitaba registrarme y contarlo en algún lugar sin que sepáis quién soy.

Cada vez que pienso en ello vuelvo a excitarme…

Veréis, soy una chica de 22 años, castaña, delgada y bastante guapa (o eso dicen). Tengo novia desde hace dos años y antes de ella estuve con un chico unos 5 años. Este chico fue mi primer amor, lo quise muchísimo pero al final terminé dándome cuenta que me gustaban las chicas y me enamoré de una.

Con mi novia estoy genial, la quiero y el sexo es… uau! buenísimo! sinceramente me gusta mucho más que con él. Recuerdo que con David siempre me enfadaba porque él se corría deprisa y yo me quedaba con las ganas… nos costó mucho empezar a cogernos el tranquillo, pero nunca disfruté del todo con él aunque me encanta la penetración y suelo llegar fácilmente al orgasmo con así. El caso es que… desde hace unas semanas empiezo a soñar que tengo sexo con él… Y el sueño es muy erótico y nos manoseamos hasta que llegamos a la penetración como dos animales y yo llego al orgasmo.

No sé que me pasa… empiezo a excitarme al pensar en estos sueños, sobre todo en la parte en que llegamos a la penetración… Será que con mi novia me falta un buen pene caliente y lleno de sensibilidad entre las piernas?

Pues será casualidad, pero la novia de David está de erasmus y él se debe sentir muy solo porque no deja de enviarme whatsapp muy cordiales preguntándome qué tal y si vamos a quedar un día para vernos. Yo intento evitarlos por respeto a mi novia pero pienso que quedar con un ex tampoco es faltarle el respeto a nadie así que… hemos quedado esta tarde a las 18h para tomar algo y contarnos cómo nos va la vida.

Debo estar ovulando porque acaba de llegar y su varonilidad… sus hombros fuertes… hay algo que me ha despertado una atracción básica hacia su hombría. Siento deseo… por un tío al que yo dejé y que no me aportaba nada… Ahora le deseo. Y tengo que quitarme esto de la cabeza ya! porque yo amo a mi novia. Llevo una blusa un poco escotada… me la he puesto inconscientemente. Le encantaban mis tetas. Decía que tenían el tamaño grande que le volvía loco y que eran perfectas. Recuerdo que siempre que me quitaba la blusa, él dejaba lo que estuviera haciendo y me admiraba sin el sujetador como hipnotizado. A mi me ruborizada esa mirada lasciva y siempre me daba la vuelta. Yo sé por fotos en su facebook que su novia es un palillo alto y muy plano… y sé como le volvían loco mis tetas. Pero por qué coño me he puesto esta blusa para llamarle la atención!? tengo novia!

Nos damos dos besos y él inconscientemente baja la vista a mi escote y se queda clavado ahí… Pienso: las echas de menos eh… te gustaría devorarlas como hacías siempre eh?… Siento deseo en sus ojos. Estamos tomando una cerveza y puedo palpar esa mirada de guarro en mí. No escucha lo que le estoy diciendo. No deja de mirarme las tetas sin reparos. Algo me está empujando a follármelo sin miramientos, y algo me está reprimiendo por respeto a Carla. Ha puesto la mano en mi rodilla, y ahora sutilmente está subiendo por mi muslo… siento una oleada caliente invadirme la entrepierna… No aguanto más. Soy tuya. -Me acompañas al lavabo, David?- Se levanta sin dudar.

No hay un alma en ese bar a estas horas. Los lavabos están en la planta de arriba. Me mete de un empujón, con rabia y deseo y cierra la puerta con pestillo. Nos empezamos a devorar la boca a dentelladas, salvajemente, me ahogo con su lengua, me está intentando atravesar con ella con la furia con la que me atravesaría su polla. Me agarra la cabeza, parece que quiere engullirme. Le digo: Estás muy solo desde que Marta se ha ido eh?. Él me levanta la camiseta y me mira. -Marta no tenía tus tetas!! a veces me corría pensando en ellas, echaba tanto de menos una de estas en mi boca…

Me quita el sujetador rápidamente y como un niño hambriento abre la boca hasta el máximo para atrapar toda mi teta, redonda, turgente, como una fruta rebostante de feminidad. Empieza a lamerla, a succionarla, se engancha a ella y disfruta, gime. Con la otra mano me manosea la teta libre… Yo estoy en la gloria, mi entrepierna está preparada ya para cualquier cosa. Es tanto el morbo y la pasión contenida que creo que voy a explotar. Ese macho está engulléndome las tetas y yo lo quiero dentro de mí. Le bajo la bragueta y veo esa preciosa espada apuntándome con valentía, con el ardor soberbio del hombre, enorme, grande, gruesa, jugosa… – Carla tampoco tiene esto entre las piernas…- Él sonríe con satisfacción y deja de chuparme el pezón – La has echado de menos verdad… Ahora es toda para tí… cabálgala, haz lo que quieras con ella, sé que te encantaba-. Primero decido comérmela… siento deseo hacia ese insolente y altivo tubo de carne rosadito y hermoso. Lo lamo como un chupachups, desde la base a la punta, le lamo las bolas… La estamos liando en el baño pero parece que nadie se entera o se quiere enterar, a mi sinceramente me la suda! Ahora mismo soy una pantera en celo que quiere explotar. Él está tan excitado que a los dos minutos de mamársela me dice que pare… que no quiere correrse así. que quiere penetrarme cientos de veces. Y yo accedo sin dudarlo, peroque tengo un vacío y un hambre tremendo en mi vagina y necesito llenarla como nunca antes lo he hecho. Me quito los pantalones y las bragas, él se sienta en el wc y yo voy a hacerlo encima de él… estoy temblando en ascuas al placer. Estoy completamente desnuda. Me acoplo y de repente lo siento, fuerte de una envestida…. un placer indescriptible que ha estado aguardando se despliega en todo su esplendor como una bomba atómica hacia arriba. Me siento colmada, y toda la tensión acumulada en mi vagina se eleva hacia mis pezones. No puedo evitar un gemido desgarrador, y él se excita aún más si cabe. -Dios que estrechito lo tienes ahora, me voy a correr en un minuto con este placer- Me da igual lo que diga, es tremenda esta sensación. Y yo me he vuelto una guarra y no hago más que susurrarle guarradas al oido: -vamos macho! fóllame fuerte! como tú sabes, métemela hasta el final, soy tuya! necesito un buen macho! Él está fuera de sí, pero está aguantando. Ha empezado un trote arrollador y rápido y los gemidos de ambos levantarían hasta a los muertos de sus tumbas. Queremos alargarlo, no queremos corrernos sin más porque el placer es tremendo. Al estar yo sentada encima de él, mis tetas quedan a la altura de su boca y él está en la gloria mientras me las chupa y me enviste una y otra vez… y yo ya no estoy en la tierra, estoy delirando. Por fin no puedo esperar más, ya llega… le grito fuerte: sigue dios mío sigueee!!! qué bien me follas diossss!!! le agarro la cabeza contra mis tetas y me corro con una explosión que me deja sin sentido. Él al ver que yo he llegado también se deja ir y suspira un ohhhhh y siento todo su semen caliente en mis entrañas. El condón me importa dos pitos ahora mismo…. Nos quedamos así uno encima del otro descansando, la tensión por los suelos…

INCREIBLE! lo que puede hacer de vez en cuando una buena polla. Repetiré!

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María estaba teniendo la furtiva sospecha de que empezaría a perder la cabeza con tanto trabajo que demandaba su carrera. Era cierto que solo llevaba tres años estudiando y seguía sintiéndose como toda una novata. Aun le faltaba un poco más de dos años para terminar su carrera.

Suspiro pasando una mano a través de su cabello oscuro, tomo su portátil y se sentó en la cama no sin antes tomar un vaso de jugo para tomar mientras navega por internet. Dudo un poco en si hacer el trabajo que le habían mandado o indagar un rato en la web.

A la final se decidió por distraerse un rato en el internet y con suerte conocería a alguien para conversar. Apenas era viernes y ya tendría el fin de semana para hacer su trabajo. Abrió dos pestaña en su portátil una era el conocido sitio de chat “Sónico” y la otra su correo. Hacía meses que no tenía un tiempo para ella ni para revisar su Email, por lo que no estaba completamente segura de lo que estaba haciendo y tampoco quería demorarse en la lógica; porque si empezaba se daría cuenta que esto era una completa locura. “Conocer personas por internet es una locura” pensó ella.

Llevaba unos minutos y se encontraba algo irritada pues en su correo no tenía ni un email nuevo solo cosas de la universidad y en sónico no había nadie confiable como para iniciar una conversación. De pronto tomo la iniciativa y pulso una serie de ventanas para ver quién se atrevería a escribirles. Tomando en cuenta que no hacia eso desde que salió del bachillerato.

Eliz: Hola hermosa

El corazón de María se acelero por razones que no podía cuestionar, había emergido una pequeña ventana de conversación en señal de respuesta. Ella parpadeo un par de veces fijando sus ojos en la pantalla.

Tiro su cabeza tras las almohadas que se encontraban tras de ella. ¡¡Wow no lo puedo creer alguien me escribió y de paso me dijo hermosa!! Se incorporo colocando el portátil frente de ella. Pensó por mucho tiempo antes de responder, suspiro y tecleo un par de letras. Pero en todas borraba y tecleaba, borraba y tecleaba.

Mary: Hola

María se llevo la mano a la frente en señal de haber cometido una torpeza. Si soy tonta no pude decir algo más que un hola. Se cuestiono. Espero nerviosamente y de repente un mensaje apareció.

Eliz: ¿Hermosa estas ocupada?

No lo puedo creer realmente alguien deseaba conversar conmigo y ni inquiera conozco a la otra persona. Sacudió la cabeza para luego decir “Listo le responderé” en señal de afirmación.

Mary: No estoy ocupada ¿Y tú lo estás?

Eliz: No para nada. ¿Hermosa siempre respondes con otra pregunta?

Mary: A veces, discúlpame.

Eliz: Vale no hay problema. ¿Dime como es tu nombre? Y de dónde eres?

Mary: Mi nombre es María y soy de Venezuela. ¿Y tú nombre cual es o de dónde eres?

Eliz: Me llamo Elisabeth y soy de España. Cuéntame qué edad tienes y a que te dedicas?

Mary: Tienes un bonito nombre. Un gusto conocerte linda.

Eliz: El placer es mío hermosa. Anda me dirás que edad tienes?

Mary: Cierto linda tengo 21 años y estudio. ¿Qué edad tienes o a que te dedicas?

Eliz: Soy un poco mayor hermosa, tengo 26 años y soy Chef.

Mary: Wow eres chef, cuéntame algún día me cocinarías algo? jajaja

Eliz: Claro hermosa para mi seria un placer. Cuéntame que estudias?

Mary: Listo espero que eso sea pronto. Jajaja. Yo estudio Lic. En enfermería.

Eliz: Por lo visto ya tengo a mi enfermera particular.

Después de ese comentario hubo una larga pausa al otro lado de la portátil. Elisabeth pensó que se había propasado con ese comentario. Empezó a preocuparse sabiendo que si seguía así, María podría molestarse y marcharse. Por lo que se apresuro en escribirle de nuevo.

Eliz: Hermosa disculpa mi atrevimiento. Olvida lo que te dije porfa

Mary: Tranquila linda no te preocupes. Sigue contándome de ti.

Eliz: Bueno debo decirte algo, soy lesbiana no sé si lo notaste pero quisiera aclararlo de todos modos. Trabajo todos los días sin descanso al menos que yo lo pida. Vivo sola acá en España y tengo un amigo que es como si fuera mi hermano.

Mary: No te preocupes linda por eso no voy a dejarte de hablarte. Tal vez yo no sea lesbiana sin embargo no discrimino a las personas gay.

Eliz: Hermosa tienes MSN para que me lo des porfa. Me gustaría seguir conversando contigo.

Mary: Claro linda mira es este…………………………

Eliz: Ok ya te agrego hermosa.

Pasaron unos cuantos minutos lo que parecieron ser toda una eternidad para las chicas. María se quedo un rato mirando el Messenger para ver si Elisabeth la habría agregado y si se conectaría al instante. Como lo imagino allí estaba ella, no pudo evitar encontrarse con un debate mental después de todo era la primera vez que conversaba con una extraña. No sabía si escribirle o no. Cuando menos lo pensó apareció un mensaje en su monitor.

MNS- Elisabeth: Hola hermosa ¿A menudo les das tu MSN a las personas que conoces por este medio?

MSN-María: Realmente no linda. De hecho contigo hice una excepción.

MSN- Elisabeth: ¡¡De veras!! Gracias por ese honor. ¿Enserio no te molesta que sea lesbiana?

MSN-María: Linda te dije que no me molesta, no sé qué te hace pensar eso.

Elisabeth parpadeo un par de veces por la contestación de María. Supongo que no cree que sea un bicho raro. Se encontró sonriendo pues esta chica ya le comenzaba a gustar más de lo que creyó.

MSN- Elisabeth: Me alegra que no te moleste mi orientación sexual. Dime te conectas todos los días?

MSN-María: No linda solo lo hago los fines de semana. Es cuando estoy menos ocupada.

MSN- Elisabeth: Ok entiendo. ¿Tienes pareja?

MSN-María: No. Actualmente estoy soltera ¿Y tú linda?

MSN- Elisabeth: ¡¡Bromeas!! ¿Cómo es que estas soltera? En cuando a mí, no hermosa estoy igual que tu soltera.

MSN-María: Si linda estoy soltera digamos que prefiero estar así que con una persona que no me valora a su lado.

MSN- Elisabeth: Tienes toda la razón hermosa. Por cierto ¿Qué aspecto tienes?

María sonrió un poco ante tal pregunta. Hasta el punto que se ruborizo, no pensó que una chica podría preguntarle sobre su aspecto. Por alguna razón Elisabeth le inspiraba confianza a pesar de no conocerla personalmente.

MSN-María: Soy muy mona. Jajaja no mentiras mejor te muestro una foto.

Wow esta niña es hermosa, tiene un cuerpo espectacular, cabello largo, sus ojos oscuros y esos labios que moriría por probarlos. Lástima que sea hetero. Pensó Elisabeth.

MSN-María: Y bien ¿Qué tal luzco?

MSN- Elisabeth: Te vez divina. Eres toda una DIOSA.

MSN-María: Jajaja que exagerada ¿Me podrías mostrar una foto de ti linda?

MSN- Elisabeth: Claro preciosa espera un momento y ya te coloco una.

No lo puedo creer esta chica es ¡¡HERMOSA!!, su cabello castaño claro, sus ojos color miel y esos labios carnosos. ¡¡Rayos!! Que me está pasando cualquiera pensaría que esta chica me ha gustado. Exclamo María sacudiendo la cabeza.

MSN- Elisabeth: Ahora soy yo la que pregunta ¿Qué tal luzco?

MSN-María: Te soy sincera eres muy bonita y lo que más me gusto fue tu mirada.

Elisabeth sonrió ¡¡María me dijo que soy bonita!! Me pregunto que le abra gustado de mi mirada.

MSN- Elisabeth: Hermosa parece mentira que ya llevamos cuatro horas conversando, lástima que ya se me hace tarde mañana tengo que madrugar. Espero volver a conversar contigo.

MSN-María: Vale linda no te preocupes. Entiendo que nuestro horario es distinto, de verdad espero volver a conversar contigo. Me agradas y mucho.

MSN- Elisabeth: Tu también me agradas y mucho. Feliz noche hermosa uuf perdón no recordaba que allá es de día. Cuídate preciosa besos.

MSN-María: No te preocupes linda. Cuídate y un fuerte abrazo. Hasta pronto.

María no lo podía creer se sentía tan feliz por haber conversado con aquella chica, nunca imagino que una tarde de chat podría tener tanto significado para ella. Elisabeth ese es su nombre decía María una y otra vez sin percatar la sonrisa que se expresaban en su rostro y las emociones que eso generaba.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonar de su móvil ¿Quién podrá ser? Se pregunto levantándose de la cama.

-Alo buenas tardes.

Desconocida: Hola srta. María la estoy llamando para notificarle que hemos visto su hoja de vida y nos gustaría que trabajara con nosotros. Se podría presentar el lunes a las 4pm.

María: Claro por mí no hay problema. Dígame con quien tengo el gusto de hablar.

Desconocida: Oh si disculpe mi nombre es Megan. Entonces nos vemos el lunes. Que tenga feliz fin de semana.

María: Igual nos vemos.

Yupi al fin me llamaron del restaurant, espero conseguir ese trabajo lo necesito para poder cubrirme este semestres en la universidad. Cielos deje el portátil encendido. Corriendo de nuevo a su cama. Cerrare mi correo y el chat basta de navegar por hoy, mejor me pongo arreglar el apartamento antes de que llegue mi querida amiga Noemí.

En cuestión de segundos el timbre del apartamento estaba sonando y para mi pesar era mi amiga Noemí que sin duda haría su usual interrogatorio.

Noemí: Hola amiga ¿Cómo estás? ¿Qué tal te fue anoche con el chico?

María: Hola Noe estoy bien, lo del chico sabes que no sucedió nada. No se para que insististe que fuera con él a la fiesta.

-Vamos María no me digas que no lo hiciste con él. Si estaba para comérselo con todo y envoltorio. Comento Noemí con una sonrisa maliciosa en su rostro.

-Sabes? Hay cosas más importantes que el sexo. Refunfuño María algo ofuscada.

-Eh María sabes que estoy bromeando ¿Verdad? Sé que es difícil para ti, tus relaciones no duran más de un mes. Dijo Noemí.

María sabía que su amiga estaba bromeando, pero aun así ese comentario le molestaba. Una relación no era solo tener sexo y ya. Al contrario era encontrar a una persona que la amase por lo que es.

-Noemí suspiro para luego decir “No vas a encontrar a nadie a quien amar si no permites que se acerquen a ti”

Esas palabras hicieron que María se le dibujara una sonrisa en el rostro al recordar la conversación que tuvo con Elisabeth hace unos minutos atrás.

Noemí: Huuy ¿Y esa sonrisita amiga?

María cayó en cuenta de lo que estaba pensando. Sacudió la cabeza en señal de que rayos estoy pensando. Ella es una chica al igual que yo. Asshh ya debo dejar pensar en ello. Le correspondió la mirada a su amiga y le dijo. No es nada Noe solo algo que recordé.

-Cambiando de tema Noe llamaste a ese chico cuyo número pediste ayer? Pregunto María con algo de picardía.

Noemí la miro de reojo, suspiro para luego decir NO aun no lo llamo no he tenido el valor para hacerlo. Sabes que soy algo loca pero no para tal extremo de llamar a un chico quien conocí en una fiesta.

María: ¿Quieres ver una película o comer pizza?

Noemí: Y porque no hacemos las dos cosas ¿Te parece?

María: Listo así será. Déjame encargar la pizza.

No tardo mucho en llegar la pizza y las dos se sentaron en el sofá a ver la película (Una de terror) ambas eran fanática de ese tipo de películas. Así pasaron lo que quedo de tarde.

En España

Wow esa chica es hermosa cómo es posible que viva tan lejos. Exclamo Elisabeth sacudiendo la cabeza. A pesar de ser hetero me caso muy bien ojala pudiera tener algo mas con ella que una simple amistad.

Elisabeth salió a la terraza se apoyo de la barandilla, miro al cielo, observo las estrellas que esa noche brillaban más que nunca y no pudo evitar que en sus pensamientos se encontrara María la chica que le había robado su corazón en tan solo unos minutos y con unas cuantas palabras.

El simple hecho de pensar en María hacia que su cuerpo se estremeciera, se le dibujaba una sonrisa en su rostro y su corazón latía a mil por hora. La mayoría de su vida había deseado encontrar a una mujer que le hiciera despertar sus más profundos sentimientos que con el simple hecho de recordarla le hacía sentir una paz y una felicidad que siempre había querido tener.

No tardo en regresar a su cama, se cubrió con la manta, al cerrar los ojos imagino la linda foto de María y con esa hermosa imagen se quedo dormida hasta el día siguiente. Se levanto como todas las mañanas y se dirigió a su trabajo que a pesar de estar ocupada no dejo de pensar en aquella chica, más de una vez paso por su mente en escribirle un E-mail.

El fin de semana paso de lo más rápido para el gusto de María y sin esperarlo ya era de nuevo lunes en donde comenzaría de nuevo con su rutina diaria.

-¡¡Huy que nervios!! Dentro de media horas tengo la entrevista de trabajo. Decía María en voz alta y a la vez buscaba en su armario una vestimenta adecuada para lucir. De tanto probar decidió escoger algo sencillo que no dijera mucho que decir de ella o a que se dieran malos entendidos.

Opto por colocarse un jean oscuro ajustado a su cuerpo, una camisa de vestir tres cuartas de color blanco, se maquillo con tonalidades claras que hicieran resaltar su hermosura y para finalizar se coloco algo de su perfume. Se miro al espejo, se vio de arriba abajo y listo estoy más que hermosa y representable para la entrevista. Tomo un taxi y se dirigió rumbo al restaurant.

Después de la media hora María llego al restaurante se presento con la recepcionista quien le indico que fuese a un despacho en donde la esperaba la dueña del local. Toco la puerta y tras unos segundos se escucho decir “Adelante”

Mis querido lectores hasta acá les dejo esta primera entrega del relato. Espero que le haya gustado, estaré atenta esperando sus comentarios. Cuídense besos

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